“Algunos recuerdan. Otros prefieren olvidar. Y unos pocos… están destinados a revivirlo.”
[Espacio profundo – fecha desconocida]
Tres naves surcan el vacío interestelar, en un rincón olvidado del universo.
Una es azul con trazos blancos, elegante y letal, su silueta cargada con armas de pulso.
La otra, roja con líneas negras, impone como un depredador, su estructura saturada de torretas gravitacionales.
Ambas se precipitan en línea recta, condenadas al choque.
Desde otro punto del espacio, una tercera nave se aproxima: blanca con detalles verdes, distinta a las otras. Su dise?o es limpio, armónico, su trayectoria calculada como si intentara evitar la tragedia… o ser testigo de ella.
Las primeras dos impactan.
Una explosión devora la oscuridad.
Estrellas cercanas parpadean.
El espacio se distorsiona.
La energía liberada es antinatural. El tiempo, por un instante, se retuerce.
La tercera nave alcanza la zona en ese preciso momento, y el resplandor la engulle.
[A?o 2419 – Base orbital de pruebas, órbita terrestre]
Teniente Lyra Kess se ajusta el traje de vuelo con movimientos mecánicos. Sus ojos muestran determinación… y una ansiedad bien oculta.
Hoy comandará su primera misión oficial: el vuelo de prueba de una nave recuperada en los límites de un antiguo campo de guerra.
—Nombre clave: Ancient Starship.
—Objetivo: evaluación de sistemas de armamento, núcleo parcial operativo.
—Supervisión remota por escuadrón de apoyo.
Sus compa?eros, tres pilotos experimentados, orbitan en naves de escolta listas para intervenir si algo falla.
—Vamos, Lyra —dice una voz por el comunicador—. Esta es tu prueba. Líder por primera vez, ?eh?
—No me hagan quedar mal —responde ella con una sonrisa tensa.
Pero algo no encaja.
Los paneles de la nave son antiguos, irreconocibles.
La IA no responde.
Los sistemas tienen lógica… pero de otra era.
El núcleo de energía, apenas al 70%, late con una frecuencia irregular.
[Inicio del vuelo]
La nave se libera del hangar como si despertara de un sue?o largo.
Los controles responden, pero no como deberían.
Lyra lo siente: la nave tiene voluntad.
Una que no obedece.
—?Estás viendo esto? —pregunta uno de los escoltas—. El armamento se activa solo.
—?Lyra, detén la secuencia! —grita otro.
Ella lo intenta. Los comandos no responden.
El núcleo empieza a vibrar con una frecuencia errática.
—?Núcleo desestabilizado! ?Se?ales de sobrecarga!
—?Es una nave de guerra! ?No está calibrada para pruebas!
Y entonces ocurre.
Un disparo masivo es liberado desde la nave.
Impacta en la superficie terrestre, a cientos de kilómetros, donde una ciudad costera vivía su rutina cotidiana.
En segundos… desaparece.
Un hongo de luz.
Una onda de choque.
Silencio absoluto.
Las naves de apoyo intentan intervenir, pero son identificadas como amenazas por el sistema defensivo de la Ancient Starship.
Uno a uno, los cazas son destruidos.
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Lyra grita, lucha por el control, y lo consigue demasiado tarde.
La nave cae.
Se estrella en una zona desértica, sin energía.
Muda.
Vacía.
[Días después – Tribunal militar de la Unión Terrestre]
El juicio es rápido.
El informe técnico está lleno de vacíos.
—Los archivos de la nave no existen. Su dise?o no está en ninguna base de datos.
—El núcleo no debería haber estado activo.
—?De dónde fue recuperada esta nave? —pregunta una oficial.
—Sector 9 —responde alguien con voz tensa.
—?Sector 9…? Pero eso está cerrado desde hace más de un siglo.
Una pausa.
Un susurro:
—Dicen que allí fue donde ocurrió… el fuego del cielo.
—Son leyendas. No hay registros oficiales de ningún cataclismo.
Lyra permanece en silencio.
Cuando le piden su declaración final, dice solo:
—Fallé.
—?Qué quiere decir con eso, Teniente?
—Que los muertos merecen paz. Y yo… no la tengo.
[Veredicto: Exilio]
La misión se clasifica.
El incidente, silenciado.
La nave, enterrada en informes sellados.
Lyra es enviada al exilio, a los márgenes de la civilización humana.
Le quitan el rango, el uniforme… pero no la culpa.
[A?o 2422 – Frontera colonial: Planeta Arkanis III]
Tres a?os han pasado desde la tragedia.
Lyra trabaja como piloto de carga y exploración, evitando siempre cualquier tipo de autoridad.
Una misión rutinaria: entregar suministros a un puesto de minería en una zona desértica sin cartografiar.
Una tormenta electromagnética interfiere con los sistemas.
La nave cae en espiral.
Lyra intenta estabilizarla, pero no hay control.
Impacta contra una planicie rocosa.
Los sistemas quedan inservibles.
Está sola.
Herida, sale de los restos.
El viento es caliente, cortante.
El desierto parece infinito.
Pero a lo lejos… hay una formación rocosa.
Una cueva.
Avanza con esfuerzo, apoyándose en un rifle como bastón.
La entrada está oculta entre columnas naturales de piedra.
Dentro, el aire es más denso…
Y el silencio, casi reverente.
Entonces lo ve.
Una nave.
Semi enterrada.
Cubierta de polvo y raíces minerales.
Blanca con trazos verdes.
Su dise?o es antiguo, curvo, orgánico… y sin embargo distinto a la Ancient Starship.
Más sereno.
Más… vivo.
Una tenue luz se enciende en su interior.
“...Sistema de detección activado.”
“Escaneo biológico… 87% coincidencia.”
“?Aelya?”
“...No. Identidad: desconocida. Compatibilidad: inestable.”
“Requiere… reactivación.”
Lyra da un paso atrás, desconcertada.
La voz suena mecánica, pero hay una tristeza latente en sus tonos.
“Módulos faltantes. Núcleo inactivo.
Fragmentación crítica de memoria.
Misiones primarias... no encontradas.
Misión secundaria: en espera.”
—?Qué eres…? —susurra Lyra.
La nave responde con un leve zumbido.
Una escotilla se abre con lentitud, como una invitación.
“Unidad Xyran.
Prioridad: recuperación de módulos.
?Piloto… disponible?”
Lyra duda.
El recuerdo de la destrucción arde aún en su piel.
Pero algo en su interior la empuja a entrar.
No para huir del pasado…
Sino para enfrentarlo.
Y así, sin más testigos que las rocas y el viento rojo,
Lyra Kess vuelve a subir a una nave de combate.
No como soldado.
No como heroína.
Sino como alguien que aún busca perdonarse.