Loraine y Rudy llevaban juntos un a?o y aun no habían tenido relaciones, aunque suene increíble así era, ella siempre decia que debia ser algo especial asi que ambos estaban de acuerdo en esperar a que llegara el momento perfecto.

  Una noche estuvo cenando en casa de unos amigos, tomando unas copas de vino que hacian que sus miradas y deseos eran cada vez más intensos, era como si la vida misma se fuera en intentar controlar todo aquello que estaban sintiendo, tras varias copas de vino y risas deciden que es la hora de marchar a casa, estaban entusiasmados pensando solamente en que el momento había llegado pero también Loraine sentía nervios pues era su primera vez algo por lo que habría estado esperando durante mucho tiempo.

  Cuando por fin llegaron a casa y en intimidad del cuarto donde solo se encontraban sus almas completamente desnudas una frente a la otra nuevamente comenzo ese deseo incontrolable de sentirse uno al otro, sus labios se encontraron en un beso apasionado que termino siendo cada vez más y más salvaje.

  Rudy comenzo a tocar cada espacio de Loraine descendiendo desde su cara hasta terminar introduciendo sus dedos dentro de ella, que para ese momento solo queria sentirlo dentro, ella solo pensaba en el placer tan grande que experimentaba, al sentir sus dedos su cuerpo se estremeció completamente y la euforia fue en aumento, necesitaba mas y mas no podia controlarse, Rudy la miro, beso su boca y bajo su boca hasta donde mismo se encontrón sus dedos, comenzó a besarle suavemente ya penetrarla. con su lengua mientras jugaba con su clítoris

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  Rudy sabía exactamente cómo tocarla, cómo leer cada reacción, cada temblor. Su lengua danzaba con precisión y ternura, explorándola, saboreándola, mientras sus dedos no dejaban de marcar un ritmo que la acercaba al borde del delirio. Loraine lo miraba entreabriendo los ojos, con el cuerpo entregado y la mente perdida entre oleadas de placer.

  —No pares… —susurró ella, apenas audible, con la voz rota por la intensidad.

  él levantó la mirada, sus labios húmedos y encendidos por el deseo. Subió lentamente por su cuerpo, dejando un rastro de besos ardientes, hasta fundirse de nuevo en su boca. Cuando finalmente la penetró, sus cuerpos se acoplaron como si se pertenecieran desde siempre, en un vaivén de pasión y entrega que los arrastró sin remedio.