home

search

CAPITULO II:Refuerzos

  Cinco horas habían pasado desde que las naves de desembarco imperiales abandonaron la órbita del planeta, dejando atrás el caos y el desconcierto que había sembrado la inesperada resistencia humana. A bordo de la nave insignia del Imperio Interestelar, el ambiente en el centro del mando era tenso, casi eléctrico. Los monitores parpadean, mostrando datos sobre el progreso de la invasión, pero la presión no cedía. Los oficiales de alto rango se mantenían alertas, atentos a cada reporte que llegaba de las tropas desplegadas en el planeta helado. En las paredes del puente, las luces titilaban con una luz fría, y el sonido constante de teclas siendo presionadas por los técnicos era la única compa?ía del silencio tenso que reinaba en la sala.

  En el centro del puente de mando, el Almirante Gar'gol observaba en silencio el despliegue de la situación. Su rostro, de un tono grisáceo —característico de su raza— reflejaba estrés y concentración. A pesar de la victoria inicial, algo en su interior le decía que esta campa?a no sería tan sencilla como habían anticipado. Los informes sobre las máquinas humanas, las armas inusuales y la sorprendente tenacidad de la resistencia terrana comenzaban a dejar claro que los humanos no serían una presa fácil.

  De repente, un oficial se acercó rápidamente, interrumpiendo sus pensamientos.

  —Almirante, hemos recibido una se?al de las naves de refuerzo. Llegarán a la órbita del planeta en menos de media hora.

  El almirante avanzando, su expresión se endureció.

  —Finalmente —murmuró para sí mismo, aunque su voz no ocultaba la cautela—. A pesar de la potencia de los refuerzos, la sorpresa de la resistencia humana deja una sensación inquietante. Prepárense. No podemos subestimar a estos humanos. Los refuerzos deben ser desplegados con rapidez y precisión.

  Los oficiales y técnicos comenzaron a trabajar con rapidez. En la pantalla frente a Arelis, un conjunto de nuevas naves de guerra, cargadas con tropas de élite y armas avanzadas, apareció a medida que ingresaban en la órbita. Las naves estaban dise?adas para una ofensiva total, con una estructura metálica que reflejaba las estrellas lejanas en su casco oscuro. La venganza parecía cercana.

  Sin embargo, algo en el aire seguía sin sentirse bien. El almirante no podía deshacerse de la sensación de que algo, en algún rincón lejano del campo de batalla, estaba cambiando.

  —Este planeta… No es como los demás.

  Un estruendo resonó en la parte trasera del puente, seguido de un silencio tenso. Las pantallas se llenaron de datos, y los técnicos comenzaron a hablar a la vez, sus voces entrelazadas en la confusión.

  —?Se?or, hemos detectado actividad en el sector sur del planeta! —gritó un oficial desde su estación. —?Parece que las fuerzas humanas se están reorganizando!

  El almirante frunció el ce?o y dio un paso al frente.

  — ?Reorganizando? ?Cómo es eso posible? No hemos visto tal capacidad de coordinación.

  —Los informes indican que los terranos han recuperado equipos, y los refuerzos terrestres han comenzado a movilizarse —respondió rápidamente el técnico—. Además, se ha identificado la presencia de una nueva arma humana en el terreno. Algo grande está ocurriendo allí abajo.

  El almirante miró la pantalla una vez más, su mente procesando las piezas del rompecabezas.

  —Eso no lo permitiré —dijo con voz baja pero firme, mientras se giraba hacia el oficial encargado de las comunicaciones—. Ordene a las naves de refuerzo que inicien el despliegue. Nadie deja este planeta sin ser derrotado.

  Con un gesto firme de la mano, las órdenes fueron enviadas. Las naves comenzaban a alinearse para la ofensiva final. Sin embargo, en lo profundo de su mente, Arelis se preguntaba si esta batalla realmente sería tan fácil como la había anticipado al principio.

  El puente se llenó de actividad mientras las órdenes eran transmitidas. Las nuevas naves imperiales, brillando con los reflejos de las estrellas cercanas, se alineaban en formación. Su dise?o angular y oscuro parecía absorber la luz a su alrededor, proyectando una presencia amenazante. La atmósfera en el puente estaba cargada de tensión, como si todos los presentes pudieran sentir el peso de lo que estaba por suceder.

  Sin embargo, antes de que las órdenes se ejecutaran por completo, una nueva se?al apareció en los radares. Los técnicos se detuvieron por un momento, sus rostros mostrando una mezcla de incredulidad y temor.

  —Se?or… —balbuceó uno de ellos—. Detectamos un nuevo grupo de naves saliendo del hiperespacio… No son nuestras.

  Gar'ol frunció el ce?o y dio un paso hacia la consola principal.

  —?Identificación?

  —Son… humanas, se?or. Una flota terrana ha llegado.

  El silencio llenó el puente por un instante. Los oficiales se miraron entre sí, sorprendidos de que los humanos, a quienes consideraban poco más que una civilización atrasada, tuvieran la capacidad de enviar refuerzos interestelares. En las pantallas, las naves terranas comenzaron a desplegarse. Aunque más peque?as y menos sofisticadas que las imperiales, sus dise?os funcionales y resistentes dejaban claro que estaban construidas para durar y para luchar. Las luces de las estrellas se reflejaban en sus cascos, dándoles un brillo metálico que contrastaba con la oscuridad del espacio.

  Gar'ol apretó los pu?os mientras observaba las pantallas.

  —Interesante… —murmuró para sí mismo—. Parece que subestimamos a estos humanos.

  En ese momento, un oficial de comunicaciones interrumpió.

  —Se?or, hemos interceptado transmisiones entre las naves humanas. Están confirmando una contraofensiva coordinada con las fuerzas terrestres. Al parecer, han traído refuerzos tanto para la órbita como para el planeta.

  El almirante asintió lentamente, con una mirada decidida.

  —Entonces será una batalla digna. Preparen los ca?ones orbitales. No permitiremos que estas naves alteren el curso de la guerra.

  This book is hosted on another platform. Read the official version and support the author's work.

  Enfrente de ellos se posicionaron treinta y una naves espaciales de Titán-Six, Solares y Vic, pertenecientes a los principados de Alemania, Portugal y Espa?a. La flota contaba con una nave insignia llamada MORS, seis naves fragatas Clase Halcón, quince cruceros de combate Clase Coloso, cuatro portaaviones Clase Titán, siete naves de asalto planetario Clase Mastodonte y ocho bombarderos Clase Martillo. En total, contaban con setenta mil soldados regulares equipados con rifles de asalto de plasma, subfusiles de plasma, además de lanzacohetes con diferentes proyectiles, todos listos para el combate.

  Las fragatas Clase Halcón formaban la primera línea, listas para interceptar y responder a cualquier amenaza inmediata. Los cruceros de combate Clase Coloso flanqueaban su posición, proporcionando apoyo pesado. Las naves de asalto planetario Clase Mastodonte, dise?adas para desplegar tropas rápidamente en territorio hostil, se mantenían listas en la retaguardia, mientras que la nave insignia MORS se mantenía detrás de toda la formación.

  En la nave insignia MORS terrana, el ambiente era un hervidero de actividad. Los centros de mando estaban al máximo de eficiencia, con hombres y mujeres haciendo cálculos y comunicándose por hologramas. El almirante José Albarán, visiblemente preocupado, observaba el caos que lo rodeaba.

  — ??Ya intentaron entrar en contacto con esa flota xeno!? —, dijo mientras miraba a sus asesores.

  — ?Sí, se?or! Pero lo único que nos dicen es que debemos unirnos a ellos para avanzar —, respondió un asesor de cabello negro y lentes.

  — ?A qué se refieren con "unirnos"? —, preguntó el almirante, levantando una ceja.

  — Parece que forman parte de un imperio más allá del gran vacío, se?or —, explicó el asesor.

  — ?Maldición! Y ahora vienen a invadirnos... ?No han pasado ni diez a?os desde la Gran Guerra Interplanetaria! —, gritó el almirante, golpeando la mesa con furia. — ?Malditos americanos! Solo nos trajeron más problemas de los que necesitábamos.

  El rostro del almirante se transformó en una mueca de odio al recordar los nombres de aquellos responsables de la situación.

  — ?Maldito John Brush! ?Por qué tomó el poder? ?Esto nos ha llevado a este desastre!

  La guerra, que apenas había terminado, ya sumía a los terranos en otros cuarenta a?os de conflictos galácticos y parecía que ese número sería más grande debido a esta nueva guerra.

  — ?Se?or, estamos recibiendo comunicación de la defensa miliciana del planeta! —, informó una mujer de cabello rojo, sosteniendo una tableta holográfica.

  — ?Qué dijeron? —, preguntó el almirante con la ceja aún levantada.

  — ?Que lograron resistir lo que pudieron, pero que los alienígenas crearon una cabeza de playa en Gringor, al sudeste de Novosibirsk, se?or! —, respondió la mujer, repasando la información recibida.

  — ?Entendido! ?Ahora todos pongan atención! —, gritó el almirante. — ?Que las fragatas carguen baterías láser y ca?ones de plasma! ?Que los cruceros carguen sus baterías de plasma y ca?ones láser! ?Que los cazas se preparen para la batalla en el vacío! ??Ahora!! —.

  El grito del almirante resonó en toda la cabina de mando, haciendo que todos se pusieran en acción de inmediato.

  Mientras la flota de los terranos se preparaba, la flota imperial hacía los mismos movimientos. Las catorce fragatas de clase Y'shaar se posicionaron al frente, con sus ca?ones Kynetik listos para disparar. Los quince cruceros clase Vaelor se colocaron detrás de ellas, cargando sus proyectores gravitónicos H'razal y lanzadores de misiles Sha'thal. Sus nueve acorazados clase K'varon se pusieron a sus flancos, listos con sus aceleradores Kynetik pesados y lanzas H'terion. Los portaaviones clase Zinvar se ubicaron en el centro de la formación, esperando liberar a sus cazas en la órbita terrestre.

  A medida que la flota imperial se posicionaba, la atmósfera en la nave insignia del comandante imperial Kresh'nar se volvía densa con la anticipación del inminente ataque. Las pantallas holográficas mostraban las coordenadas exactas del punto de acceso terrestre, mientras las tres naves de asalto planetario Drakar descendían hacia el objetivo. Estas naves traían consigo noventa mil soldados regulares de fuerza de asalto imperial, portando fusiles láser, francotiradores láser, lanzadores antitanque , así como lanzadores anti fortificaciones.

  Entre sus tropas, había fuerzas de reconocimiento armadas con subfusiles láser, además de Fuerzas Especiales Imperiales. Contaban con trescientos vehículos de todo tipo, incluyendo Zhar'Khar de blindaje ligero pero alta movilidad, Vreth-Tal, un transportador de tropas altamente blindado, y vehículos de artillería móvil Nok'thra y Thron-Tel, especializados en apoyo y escolta de tropas de alta importancia. Los tanques pesados Draak-Tha’kor y los tanques medianos K'laath-Tor de alto blindaje pero menor peso también formaban parte de la operación. Además, los caminantes Rath’kor estaban listos para avanzar.

  Con esta poderosa flota, el objetivo del Imperio era claro: lograr que la raza humana en el planeta se uniera al imperio por medios bélicos.

  Con esto, la batalla espacial dio comienzo. Las fragatas de la ESTU colisionaron con las fragatas imperiales en un intercambio devastador de plasma, láseres y torpedos. De los portaaviones de la ESTU emergieron miles de cazas Fénix, que comenzaron una ofensiva de hostigamiento contra las naves de retaguardia del Imperio.

  — ?Qué demonios están haciendo esos malditos simios sin pelo? —exclamó furioso el almirante Gar’ol, golpeando la pared con uno de sus brazos, mientras los otros se mantenían tensos, observando atentamente la situación desde el puente de mando de su nave insignia. — ?Que los V'khar-Krath y Tor'Akan salgan de los portaaviones! —ordenó, con el rostro tornándose de un tono azul intenso por el furor, algo evidente en su especie.

  — Se?or, nuestros cazas no soportarán las condiciones del vacío por tanto tiempo —dijo un asesor de la raza Vul’har, mostrando clara preocupación.

  — ?No te pregunto si soportan! —gru?ó Gar’ol, la rabia evidente en su voz. — ??Acaso te pregunté si soportan?!

  — ?No, se?or! —respondió rápidamente, cubriéndose el rostro con la tableta de control. — Ordenaré que sean enviados de inmediato.

  “Maldita sea…” pensó Gar’ol para sí mismo. “Hace mucho que no usamos esas tácticas.”

  La batalla se intensificó rápidamente, con cazas imperiales siendo derribados por los Fénix de la ESTU o cayendo por la incapacidad de soportar el vacío del espacio. Ante la difícil situación, muchos cazas imperiales decidieron retirarse a los hangares de los portaaviones. Mientras tanto, las fragatas imperiales infligían un da?o sorprendente a las fragatas de la ESTU.

  En ese preciso momento, las naves de desembarco humanas llegaron a la órbita del planeta terrestre y comenzaron a liberar 150 cápsulas de desembarco sobre las posesiones terranas.

  Mientras la batalla continuaba con una clara ventaja imperial, ocurrió un giro inesperado. Desde un crucero de batalla de la ESTU emergió un torpedo cuyo rastro brillaba con una intensidad cegadora, iluminando incluso la vasta oscuridad del vacío. El impacto fue fulminante: no solo desactivó los escudos de una fragata imperial, sino que la destruyó por completo en cuestión de segundos. La nave se desintegró en una explosión tan brillante que dejó una nube de escombros flotando en el vacío. El torpedo, un dispositivo de plasma comprimido con una ojiva nuclear de 10 megatones, había cambiado el curso de la batalla.

  — ??Qué demonios ocurrió?! —gritó Gar’ol, su rostro deformado por la ira y el estrés, tan palpable que sus consejeros no se atrevían a mover ni un dedo. Cada palabra, cargada de furia, era como un rugido imparable. Los oficiales presentes temían incluso el más mínimo movimiento, sabían que la furia del almirante era temible, pero nunca antes se había desatado con tal intensidad.

  — ??Qué fue ese maldito torpedo?! —su voz resonó por todo el puente, como un rugido bestial, mientras uno de sus cuatro poderosos brazos golpeaba la mesa con tal fuerza que el acero tembló. Las pantallas del puente parpadeaban erráticamente, mientras las alarmas de emergencia sonaban débilmente. Todo en la sala parecía estar centrado en la figura de Gar’ol, cuya furia llenaba el espacio como una sombra imparable.

  Una asesora de la raza Vul'har, visiblemente nerviosa y con la mirada fija en el suelo, pronunció sus palabras con cautela, temerosa de que cualquier error pudiera desatar la furia del líder.

  — Parece que fue un dispositivo nuclear combinado con plasma, se?or... —su voz vacilaba, llena de temor. Hablar de energía nuclear era un tema tabú en el Imperio, y su cuerpo tenso reflejaba el miedo que sentía.

  — ??Cómo diablos usan energía nuclear para fabricar armas?! —gritó Gar’ol, su garganta rasgando la rabia que emanaba de él. Su voz reverberó por toda la nave, distorsionando el aire a su alrededor. La presión de su grito no solo la sentían los presentes, sino que incluso las paredes metálicas parecían crujir bajo el peso de su furia.

  Los consejeros permanecieron en absoluto silencio, mientras el ambiente se volvía irrespirable. Nadie se atrevía a hacer un solo movimiento. La explosiva reacción de Gar'gol había sumido la sala en una atmósfera tensa, mientras él luchaba por recuperar el control sobre su respiración.

  Con este giro, el rumbo de la batalla cambió a favor de la humanidad. Cuando las naves de desembarco fueron liberadas, entraron en órbita terrestre, desplegando a las tropas del ejército republicano popular EJRP en el planeta.

  — ?Se?or, los refuerzos han llegado! —gritó una mujer de cabello rubio, con una expresión de alivio y alegría en su rostro.

  — ?Al fin se enfrentarán al ejército real! —exclamó el almirante Gar’ol, con una expresión de euforia y satisfacción. — ?Ahora verán lo que es un ejército de verdad, no un grupo de civiles armados! —su rostro se iluminó con una sonrisa triunfante, anticipando la carnicería que se desataría a continuación.

  Cuando las tropas regulares llegaron, la diferencia era inconfundible. Los soldados del ejército regular de la ESTU estaban equipados con armaduras de alto blindaje, confeccionadas con aleaciones de minerales densos, altamente resistentes y duraderos. La prioridad de estas armaduras era la protección, asegurando que los soldados pudieran resistir los mayores impactos posibles. La formación era estricta, con miles de soldados descendiendo en grupos grandes de cien, distribuidos en filas precisas. Por cada cincuenta soldados, diez estaban equipados con el equipo Juggernaut Vanguard o el Titán-Kronos, portando pesadas armas láser y lanzallamas, preparados para la ofensiva en el terreno más hostil.

  — Jefe de guerra, mi nombre es Friedrich, del principado de Alemania. Estoy a cargo de los refuerzos alemanes, portugueses y espa?oles. Sumamos un total de setenta mil efectivos y trescientos cincuenta vehículos, entre tanques de diversas clases, vehículos antitanque, y artillería tanto remolcada como autopropulsada —dijo mientras se ponía firme, mirando al frente y realizando un saludo militar, sin mostrar un solo vestigio de duda o miedo—. Estamos bajo su mando y dirección.

  — Gracias por su apoyo. El principado de Rusia está profundamente agradecido. No necesitas tantas formalidades; apenas será ascendido a jefe de guerra planetario —respondió, intentando suavizar la situación con un leve gesto de calma en su rostro—. Tus refuerzos serán de gran ayuda, especialmente porque hemos recibido respuesta rápida de sus principios. Pedimos ayuda a nuestro principado, pero lamentablemente tardarán días en llegar; este planeta apenas está siendo colonizado y se encuentra lejos de nuestros refuerzos más cercanos —a?adió, notando algo de tensión en su rostro mientras se retiraba el gorro.

  —Escuche eso, se?or. El principado de Arabia Saudita me reiteró lo mismo —respondió con seriedad, su tono firme y grave.

  — De igual manera, pedí ayuda a los principados de México ya la coalición SAM, pero llegarán en unas tres horas más —dijo, soltando un suspiro de alivio al confirmar la situación.

  — Esperamos que sus refuerzos lleguen antes de que la acción termine —dijo, soltando una risa burlona. — Se?or, si no es inconveniente, me gustaría discutir las posiciones xenos del planeta —a?adió, su rostro ahora más serio.

  — Claro… esos malditos alienígenas han avanzado millas de kilómetros desde su primer asalto —respondió mientras comenzaba a girarse para dirigirse hacia la sala de mando.

Recommended Popular Novels