Mientras que en la nave de reeducación Hans y sus compa?eros de tripulación se encontraban reunidos en una sala sin ventanas, iluminada solo por las frías luces de neón de la nave. La atmósfera era opresiva, a pesar de que los Elexians intentaban crear un ambiente relajado. Se suponía que esta reunión era una especie de "coaching motivacional", pero Hans no podía evitar notar que la filosofía del orador estaba impregnada de una ideología de integración y asimilación pacífica que no dejaba lugar a dudas sobre lo que se esperaba de ellos. Los Elexians hablaban de un "bienestar imperial" basado en la integración de especies, como si la humanidad tuviera alguna opción real de resistirse a la poderosa maquinaria del Imperio Galáctico.
El ser Elexian, con su piel translúcida que reflejaba destellos iridiscentes bajo la luz, era casi etéreo en su presencia. Su voz suave, pero convincente, resonaba en la sala mientras explicaba cómo la paz planetaria solo podría lograrse a través de la integración pacífica, eliminando cualquier resistencia. Según el Elexian, la violencia solo estaba justificada si se agotaban todos los medios pacíficos. De alguna manera, el tono de su discurso parecía condenar cualquier intento de mantener la independencia frente a un imperio tan vasto y eficiente.
El Elexian comenzó a relatar la historia de otros mundos que, como aquel planeta, habían sido "integrados" pacíficamente. Sus palabras eran cuidadosamente elegidas, pintando una imagen de armonía, progreso y cooperación, mientras que, en la práctica, la palabra "integración" significaba absorción sin posibilidad de retorno. "El Imperio solo busca el bien común", decía, "donde todos los mundos y razas pueden prosperar bajo el mismo manto de estabilidad."
Mientras tanto, los ojos de Hans y sus compa?eros se deslizaban hacia sus comunicadores visuales. A través de ellos, pudieron sintonizar un discurso en vivo desde la Tierra, un evento oficial de los ESTU que les permitía seguir conectados a su gente. La cámara se enfocaba en una sala iluminada por el resplandor de pantallas holográficas y estandartes de diferentes facciones humanas, todos alineados detrás de un podio donde un grupo de humanos vestidos con trajes formales esperaban el inicio del discurso.
A medida que el presidente de los ESTU se levantaba, el aire en la sala parecía volverse más denso. Con un rostro serio, los pliegues de la preocupación visibles en su frente, el presidente comenzó a hablar en un tono que reflejaba la gravedad de la situación. El sonido de su voz reverberaba por las pantallas de los comunicadores mientras comenzaba a dirigirse a toda la humanidad, los ojos de Hans fijos en la imagen
En ese momento el presidente se levantó con una suavidad que a la vez reflejaba preocupación, sus manos se veían temblar levemente mientras gotas de sudor frio caían de su frente
"Ciudadanos de los Estados Solares Terranos Unidos. Hermanos y hermanas de todos nuestros mundos. Humanidad...
Hoy me paro ante ustedes, no solo como su presidente, sino como un hijo de esta especie, como un hombre que ha visto con sus propios ojos la grandeza y la tragedia de nuestra historia. Me dirijo a ustedes en un momento que definirá no solo nuestro destino, sino el de todas las generaciones que vendrán después de nosotros.
Durante cinco a?os, la humanidad ha vivido en paz. Una paz ganada con sangre y sacrificio, con esfuerzo y reconstrucción, tras el infierno de la Gran Guerra Planetaria. Una paz que creímos que sería duradera. Pero la historia nos ha ense?ado una y otra vez que la paz nunca es eterna. Siempre habrá aquellos que buscan arrebatarla de nuestras manos, aquellos que ven nuestra prosperidad y nuestra libertad como una amenaza a su dominio.
Y ahora, enfrentamos la peor amenaza de todas.
El Imperio Galáctico. Una entidad tan vasta, tan poderosa, que se atrevió a presentarnos ante nosotros como emisarios de la "diplomacia". Nos hablaron de un futuro glorioso bajo su mando. Nos dijeron que nuestra civilización podría florecer dentro de su imperio, que solo debíamos aceptar su "integración" y abandonar nuestra soberanía.
Nos hablaron de paz. Nos ofrecieron amistad.
Y cuando nos negamos a inclinarnos, su respuesta fue inmediata. Brutal. Despiadada.
Nos atacaron sin advertencia, sin piedad. No vinieron como aliados, sino como conquistadores. No vinieron a compartir, sino a tomar lo que es nuestro. No son portadores de la civilización, son heraldos de la dominación. Su verdadera cara ya no está oculta detrás de palabras dulces ni promesas vacías. Es el rostro de un imperio que solo conoce una ley: la ley del más fuerte.
Pero, ?escúchenme bien, humanidad! ?Nosotros no somos débiles!
Ellos creen que pueden doblegarnos, que pueden forzarnos a someternos con el peso de su poderío militar, con sus flotas interminables, con su tecnología superior. Creen que pueden aterrorizarnos, que pueden aplastar nuestra voluntad. Creen que la humanidad es solo otra raza más para ser absorbida y olvidada, diluida en la sombra de su imperio.
Pero se equivocan.
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Nos subestimaron. Como lo han hecho todos los imperios que han tratado de someternos antes. Como lo han hecho todos aquellos que pensaron que la humanidad cedería fácilmente. Pero no conocen nuestra historia. No saben quiénes somos.
?Somos los hijos de la guerra y la resistencia! ?Somos la especie que ha conquistado su propio destino a través del fuego y la sangre! ?Somos los sobrevivientes de mil conflictos que habrían aniquilado a cualquier otra civilización!
Cuando nos pusieron cadenas, las rompimos.
Cuando nos condenaron a la oscuridad, nos alzamos en la luz.
Cuando intentaron borrarnos de la historia, escribimos nuestro futuro con el sacrificio de nuestros héroes.
Y ahora, otra vez, enfrentamos el abismo.
Esta no es solo una guerra más. No es solo otro conflicto entre naciones. Esto es un exterminio en marcha. Si caemos aquí, si permitimos que el Imperio Galáctico nos absorba, dejaremos de existir. Nuestra cultura, nuestros ideales, nuestros nombres... todo será borrado. Seremos asimilados hasta que ya no quede nada de lo que nos hace humanos.
Pero escúchenme bien: ?NO VAMOS A CAER!
Nos levantaremos. Pelearemos. Lucharemos en cada mundo, en cada luna, en cada estación y en cada campo de batalla que este Imperio intente reclamar como suyo. Si quieren quitarnos nuestra libertad, los haremos pagar cada metro con el peso de sus propios muertos.
A todos los que nos traicionaron, a los cobardes que vendieron su alma al Imperio, a los que creyeron que la humanidad se inclinaría sin pelear... ?Que escuchen nuestras palabras y tiemblen! ?No nos rendiremos! ?No nos someteremos! ?Jamás!
Hago un llamado a cada hombre y mujer que aún tenga fuego en su corazón. A cada soldado que aún sostenga un arma con orgullo. A cada ciudadano que se niegue a vivir bajo el yugo de un invasor. ?Es hora de alistarse! ?Es hora de resistir! ?Es hora de demostrar al universo que la humanidad no se arrodilla ante nadie!
Movilizaremos nuestras flotas. Reforzaremos nuestras defensas. Cada fábrica, cada laboratorio, cada astillero, trabajará día y noche para asegurar que cuando llegue la batalla final, estemos listos para enfrentarlos cara a cara.
Y cuando lo hagamos…
Cuando las llamas de la guerra consuman los cielos…
Cuando el rugido de nuestros ca?ones resuene en el vacío…
Cuando los ejércitos del Imperio vean que la humanidad no solo sobrevive, ?sino que contraataca!
Entonces sabrán el error que cometieron al desafiarnos.
?Ciudadanos de los Estados Solares Terranos Unidos! ?La guerra por la libertad ha comenzado!
?Por la humanidad! ?Por nuestros hijos! ?Por el futuro de todos nuestros mundos!
?Que vivan los ESTU! ?Que viva la humanidad libre!"
La sala estalla en vítores. Se escuchan los pu?os golpeando las mesas, los gritos de miles de voces al unísono. La transmisión se corta, pero su eco resonará en cada rincón de la galaxia. La humanidad ha hablado. La guerra por su supervivencia ha comenzado.
El discurso resonó en cada rincón de la sala de ense?anza imperial, dejando a todos los presentes sumidos en un silencio espeso, opresivo. Algunos se quedaron estupefactos, otros murmuraban entre sí, confundidos y temerosos. La gravedad de lo que acababan de escuchar los dejó paralizados: la humanidad, esa fuerza que creían vencida, se preparaba para una guerra total. La idea de que los ESTU —los Estados Solares Terranos Unidos— habían decidido luchar por su supervivencia con una determinación tan feroz y calculada los dejó helados. La magnitud de la guerra que se avecinaba era inconmensurable, y nadie podía predecir cómo terminaría.
El maestro, normalmente calmado y sereno, salió de la sala a toda prisa. Sus pasos apresurados eran los de alguien que había presenciado algo que lo había trastornado profundamente. Murmuraba palabras inaudibles, pero su rostro reflejaba un terror palpable, como si acabara de comprender la magnitud de lo que implicaba esa declaración. Cuando regresó, no estaba solo. La interrogadora, cuya presencia siempre estaba marcada por una intensidad imponente, lo acompa?aba. Su rostro, usualmente impasible, también mostraba un profundo horror, una decepción que contrastaba con su acostumbrado control.
La interrogadora, casi sin poder contener su rabia, se acercó a Hans y lo agarró de los hombros con una fuerza inesperada. La desesperación en su voz era evidente mientras soltaba su exclamación.
— ????Qué significa eso?!!! — Su voz temblaba de furia y miedo. — ????Por qué una guerra total?!!! … ????Por qué no simplemente se unen? ?Por qué recurren a una guerra total?!!! ... ??Son bárbaros, Hans… esto solo dicta claramente que necesitan guía, no más guerra!!!
Las palabras, aunque llenas de indignación, apenas parecían llenar el vacío que se había instalado en el aire. El silencio en la sala era palpable, pesado, como si las mismas paredes se hubieran tragado el eco de la revelación. La interrogadora se apartó, mirando al vacío, como si intentara procesar lo que acababa de escuchar. La verdad era clara, y mucho más aterradora que cualquier declaración de guerra: un conflicto de magnitudes incontrolables estaba a punto de estallar. Nadie, ni siquiera los más poderosos del Imperio Galáctico, sabía realmente cómo se desarrollaría, ni quién prevalecería.
Hans, visiblemente afectado, miró a la interrogadora con una serenidad amarga.
— La humanidad responderá con magnitud… — Su voz, grave y temblorosa, era una mezcla de admiración y desdén. — Volverán a movilizar todas las fuerzas humanas. Miles de billones de ellos se alistarán solo para expulsarlos… su plan no salió como esperaban, creo.
Solo diez días transcurrieron desde ese fatídico momento y ya la maquinaria de guerra de los ESTU estaba en marcha. Cinco flotas habían sido formadas con rapidez vertiginosa, compuestas por más de doscientas naves de guerra: bombarderos, fragatas, destructores, portaaviones, cazas y cinco naves insignias de imponente tama?o, las más grandes que los ESTU podían movilizar en su situación actual. Pero lo más asombroso de todo eran los nuevos submarinos espaciales, una de las innovaciones más avanzadas y mortales de la humanidad. La flota estaba lista para la guerra, y su objetivo era claro: recuperar el planeta X-89-AK, un mundo gélido recién colonizado que aún carecía de nombre definitivo y estaba bajo la ocupación del Imperio Galáctico.
Aunque todavía carentes de armamento que anta?o dominaban pues todavía estaba en almacenes seguía siendo una fuerza impresionante.
Una de las flotas, bajo el mando de oficiales veteranos y con una compleja composición de fuerzas de diferentes principados, se encontraba en su curso hacia el planeta en cuestión. Esta flota incluía cien fragatas, setenta destructores, ochenta cruceros de batalla, diez portaaviones y, como se mencionó, cinco submarinos espaciales, con la nave insignia Libertad al frente. A bordo de estas naves viajaban millones de soldados provenientes de los principados de México, Brasil, Francia, Rusia y China. En total, diez millones de hombres y mujeres comprometidos con la misión de liberar el planeta de la ocupación imperial.
La nave de transporte, donde viajaba el personal de apoyo y logística, se encontraba en la retaguardia de la formación, en una posición vulnerable. Su única defensa eran los cazas Thunder Hack, pero estos no estaban dise?ados para resistir un ataque masivo. La sensación de indefensión que recorría la nave era palpable. La tripulación se sentía peque?a ante la magnitud de la flota enemiga y, a pesar de la impresionante fuerza militar desplegada, sabían que el costo de esta misión sería altísimo. Sin embargo, no había espacio para la duda. La guerra ya había comenzado, y la única opción era avanzar o sucumbir.
Los pasillos de la nave de transporte estaban llenos de murmullos nerviosos. Los soldados se preparaban para lo peor, revisando sus equipos, poniéndose sus trajes de combate y asegurándose de que todo estuviera listo para lo que se avecinaba. La atmósfera era tensa, cargada de una incertidumbre que se mezclaba con el temor, pero también con una determinación feroz. Sabían lo que estaba en juego, y aunque muchos sentían miedo, otros sabían que su lucha no era solo por la supervivencia, sino por la libertad de la humanidad misma.
La guerra, por fin, había llegado. Y no solo era una guerra por un planeta, sino por el futuro de toda una especie.