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Roto por Dentro.

  Cuartel General en las Costas de Morevsk.

  Friedrich caminaba de un lado a otro, frenético. El informe sobre las criaturas lo había dejado sin aliento. No sabían que el Imperio tenía algo así. Bioformas.

  Habían deshecho toda la operación.

  Gritó, pasó ambas manos por su cabeza y se giró hacia su personal.

  —?Situación!

  Un asesor respondió sin rodeos.

  —El ochenta por ciento de las fuerzas de asalto han sido eliminadas. Los refuerzos acaban de llegar.

  —?La XXXIX Legio?

  —Aumentaron la velocidad, pero tardarán al menos dos horas más.

  —?Y las divisiones LI, XI y IV Panzer?

  —En camino. Treinta minutos.

  Friedrich cerró los ojos un instante. Luego gritó.

  —?MALDITA SEA! —y con un rugido, lanzó todo lo que había sobre una mesa cercana. Papeles, pantallas y vasos se estrellaron contra el suelo.

  La operación se estaba desmoronando.

  Y el enemigo... aún no mostraba todo lo que tenía.

  —Retírate —ordenó Friedrich a su asesor.

  Cuando la puerta del búnker se cerró, el comandante cayó de rodillas.

  Lloró.

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  No de rabia, no de impotencia… sino de esa tristeza que aplasta el pecho como plomo fundido. Entre sollozos, la imagen volvió a su mente: su hija, de apenas veinte a?os, demasiado joven para los estándares de la República. Colgada. Un letrero atado a los pies. El cuello torcido.

  —Perdóname… —susurró entre lágrimas—. No sé cómo seguir adelante, mi amor.

  Y entonces la recordó más joven. Diez a?os. Las mejillas rojas. Las manos peque?as, llenas de polvo, temblando. Aquella vez en el edificio derrumbado, treinta a?os atrás. Cuando la encontró. Cuando se juró protegerla.

  Aún de rodillas, se arrastró hasta una mesa de informes. Apoyó la frente sobre la madera fría.

  —Se?or… he fallado. No puedo más —murmuró, ahogado por el llanto—. Ya he peleado demasiado. ?Todavía se espera más de mí? ?Aún tengo que demostrar valentía?

  —A veces, un hombre se rompe tanto… que los pedazos se vuelven imposibles de pegar, Friedrich —dijo una voz detrás de él.

  Friedrich alzó la vista, apenas.

  —Ali… —susurró. Las lágrimas seguían corriendo.

  —No se trata de cuánto diste —respondió Ali, sereno—. Se trata de cuánto estás dispuesto a soportar.

  —Ya no quiero soportar más… —dijo Friedrich, con la voz quebrada.

  —Hazlo por ella. Por tu padre. Ellos no querrían verte así. No así…

  —Ellos me entenderían.

  —Sí. Pero no podrían soportar verte así… roto. Hundido. Abandonándote.

  Friedrich no respondió. Solo bajó la mirada.

  —Levántate —dijo Ali, antes de dar media vuelta y retirarse.

  Silencio.

  Friedrich se quedó arrodillado. El llanto fue cesando poco a poco. La imagen de su hija volvió. Luego su padre.

  Respiró hondo. Se limpió las lágrimas con la manga del uniforme.

  Se puso de pie.

  Caminó hasta la mesa de informes.

  Los repasó.

  Y empezó a trazar planes para Polyusovsk.

  Porque todavía había guerra.

  Porque todavía había República.

  Friedrich llamó a su asesor y a los Proconsul Belli. Se formaron alrededor de la mesa de planificación.

  —Escuchen todos —dijo con firmeza—. Polyusovsk quedará inactivo por al menos dos días. Los refuerzos que lleguen serán destinados únicamente a tareas defensivas. Esperaremos el arribo y posicionamiento de las divisiones Panzer que están en camino. Además, ejecutaremos un bombardeo profundo en sus líneas traseras. ?Dudas?

  Uno de los Proconsul alzó la mano.

  —Se?or, ?cómo lograremos penetrar sus defensas si refuerzan mientras esperamos?

  —Por ahora no se intentará penetrar nada —respondió Friedrich—. Es probable que el Imperio envíe más de esas cosas... No arriesgaremos más hombres innecesariamente. No repetiremos los errores de hoy.

  —Entonces, ?cuál es el siguiente paso? —preguntó otro.

  Friedrich se?aló una región en el mapa.

  —Turovets. Esa es la clave. Concentramos ahí la Impetus Fulminis, con la IX, XXI y III Divisiones Panzer. Se les unirán los restos de las Legios XIV, XIX y III, transportadas en convoyes blindados.

  Ali, que observaba en silencio, intervino.

  —Deberíamos mantener la presión en Polyusovsk con bombardeos aéreos mientras ejecutamos la ofensiva en Turovets.

  —Exactamente —asintió Friedrich—. Los PF-87 Stuka atacarán el sector norte de Polyusovsk. Los PP-Spitfire 60 lo harán en rotaciones cada cuatro horas, atacando sus líneas defensivas del frente.

  —?Y cuánto tiempo se planea que dure la operación en Turovets? —preguntó otro oficial.

  —Lo que tenga que durar.

  —?Con seiscientos mil soldados? —intervino otro Proconsul. —?No deberíamos esperar nuevas Legios y dejar descansar a las que ya combatieron?

  Friedrich asintió lentamente.

  —Las XIV, XIX y III tuvieron dos semanas más de descanso. Luego serán reestructuradas en una sola unidad: la II Legio del EJRP. Fresca, reorganizada y lista para combatir.

  Guardó silencio un instante.

  —?De acuerdo?

  —?Sí, se?or! —respondieron todos al unísono, golpeando sus pechos con el pu?o cerrado y estirando el brazo al frente.

  —?Por la República! —gritó Friedrich.

  —?Por la República y la Victoria! —repitieron todos, con una sola voz.

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