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Fragmentos de un recuerdo

  Habían transcurrido quince días desde la misión que casi destruyó al equipo Alpha. Y todavía lidiaban con sus secuelas. Ragnar, muy malherido, seguía en coma inducido, y Leo se recuperaba lentamente, pero firme, aferrado al grupo.

  Aun así, el equipo Alpha continuaba cumpliendo sus misiones. Esta vez regresaban de cazar a un hombre lobo que había aterrorizado un peque?o pueblo rural. Lograron capturarlo con vida, pero la ausencia de Ragnar y las limitaciones de Leo pesaban. Como si no bastara, Chris regresó herido, nada grave, pero suficiente para hundir aún más la moral del grupo.

  Tan pronto descendieron de la aeronave, el equipo fue recibido por personal médico.

  Rose agotada, pero visiblemente preocupada, preguntó: —?Cómo está Ragnar?

  Un soldado, inmutable, le respondió mientras recogía su equipo: —Sigue estable.

  El corazón de Rose se estrujó, pero antes de procesar esa respuesta, se sobresaltó al ver a Maskedman acercarse. De forma fría, le dijo: —Incógnito quiere verte.

  Rose sintió un nudo en el estómago. Sabía que su desacato durante la última misión no quedaría impune. Su deuda aumentaría otra vez. Esa maldita deuda que nunca terminaba de saldar.

  Con voz entrecortada, intentó negociar: —Quiero ver a mi hija.

  Maskedman soltó una sonrisa irónica.

  —Primero cumple con tu trabajo y después hablaremos de Ashley.

  Rose bajó la cabeza. Ya no quería más conflictos. Su mundo giraba alrededor de Ashley y esa absurda deuda. Solo deseaba salir viva de todo aquello, aunque tuviera que tragarse su orgullo.

  —Sí, se?or —respondió.

  Caminó por el pasillo frío y lúgubre hacia ese lugar. Cada paso traía consigo ecos de viejos recuerdos. Recordaba la primera vez que lo cruzó, con Ashley recién nacida en brazos. El frío de sus pies descalzos, la frialdad de las miradas, la angustia por Alex, y el terror al estar rodeada de desconocidos armados. Aquella sensación de encierro la perseguía desde entonces.

  Al llegar a la puerta, respiró hondo. Ya no era la misma. Sabía que debía enfrentar las consecuencias de sus actos, aunque la destrozaran.

  Entró.

  Incógnito la esperaba tras el escritorio de aquella oficina oscura, como un espectro. Su presencia siempre la sumía en un temor insoportable.

  Con ligera angustia, Rose dijo: —Me dijeron que quería verme.

  Incógnito la observó con desprecio y preguntó:

  —?Sabes por qué estás aquí?

  —Supongo que es por mi desacato… para recibir mi sanción.

  él soltó una carcajada maliciosa. —Supones mal. Qué gracioso… cuánto te pareces a...—se detuvo— A Chris. él se hizo responsable de las consecuencias de tu desacato.

  Disfrutando cada palabra, continuó: —El buen Chris… tan noble, tan tonto. Pagó todos tus gastos. Mientras tú solo causas problemas.

  Las palabras le dolieron, pero no mostró debilidad. Solo apretó los dientes, aunque sus ojos y cabello comenzaron a tornarse de un azul intenso. Incógnito lo disfrutó, le encantaba lastimarla de todas las formas posibles.

  Luego, con un tono diferente, prosiguió: —Pero debo admitir… algo en tu reclamo me hizo pensar. Nosotros también queremos respuestas sobre lo que eres. Y queremos trabajar contigo para descubrirlo.

  Rose no lo podía creer. Se mantuvo callada, pero su rostro delató la sorpresa.

  —Maskedman se encargará del resto —concluyó Incógnito, tocando un botón para abrir la puerta—. Puedes irte.

  Rose no lo dudó. Salió de ahí sabiendo que, pese a todo, había salido mejor de lo esperado.

  Maskedman la esperaba. —Sígueme —ordenó—. Bá?ate y luego irás al ala médica.

  La dejó frente a las duchas y se marchó. Rose obedeció. No quería provocar más problemas.

  Una vez lista, con una bata puesta, fue hacia la sala indicada. Al abrirse la puerta, dos hombres conversaban en voz baja. Se detuvieron al verla entrar.

  Uno era Maskedman. El otro, un rostro vagamente familiar.

  —él es el doctor —anunció Maskedman.

  El otro hombre sonrió. —Michael. Soy Michael.

  Le tendió la mano.

  —Un gusto volver a verte, Rose. ?Cuánto ha pasado? ?Veinte a?os? —bromeó—. Luces igual… como si no hubiera pasado el tiempo.

  Rose lo miró. Había algo en él… un eco de su pasado. Los recuerdos y las emociones volvían a su mente como agua borboteando en una fuente.

  Estaba sola en esa misma sala con la peque?a Ashley. Aún podía oler la sangre, podía sentir el frío de la habitación. Ese joven doctor simplemente entró por la puerta escoltado a la fuerza por soldados y Maskedman. éste de forma fría le dio órdenes:

  —Hazle un chequeo a ella pero sobre todo a la bebé. No tuvo controles prenatales. Queremos saber que están sanas. Son activos valiosos de la organización.

  Eran muchas cosas que procesar. Alex estaba muerto y ella ahora estaba sola. Ni siquiera quería ser madre. Alex era quien se preparó para este momento y esperaba a Ashley con ansias. Ahora estaba sola. Las emociones y los pensamientos se enredaban en una madeja que Rose ya no podía procesar y sumando a esto Ashley, simplemente no se callaba. Lloraba y lloraba de una forma tan horrible como si estuviera desesperada. Ella simplemente se hartó e histérica comenzó a gritar

  —Cálmala, no quiero escucharla, no soporto sus gritos.

  Michael, visiblemente conmovido, notando que la joven Rose estaba desbordada, tomo a la bebé y, con ternura le dijo:

  –Tranquila. —Con su dedo me?ique en la boca de Ashley, mágicamente la calmó y dijo:

  —Es normal estar aterrada con la responsabilidad de un nuevo bebé. ?Es el primero? Dijo bromeando.

  Maskedman hizo que los guardias se retiraran y le recordó

  —No viniste a socializar sino a revisarlas. Haz tu trabajo.

  Michael lo miró enojado, pero conteniendo se le dijo

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  —Ten un poco de compasión, ella está aterrada. No es bueno para la bebé que la alimente así con estrés, ansiedad o con nervios.

  Y con tono irónico continuó:

  —Trae un vaso con agua para la dama.

  Maskedman lo observó con una mirada de odio contenido, pero asintió y salió a buscarlo.

  Michael sonrió y dirigiéndose a Rose:

  —Mira no sé qué pasó, ni sé qué va a pasar… Se detuvo por un instante

  —Pero este peque?o bebé va a ser tu mayor fortaleza y el motor principal de tu vida.

  Rose por primera vez se sintió contenida. Era la primera persona que la trataba con humanidad, así que simplemente comenzó a llorar.

  –?Por qué llora? Desesperada prosiguió - —No sé cómo cuidarla, apenas puedo cuidarme yo.

  Michael con voz pacífica:

  —No va a ser fácil pero lo aprenderás sobre la marcha. Antes que nada, ?Hace cuanto comió?

  Rose visiblemente sorprendida.

  – no sé qué come.

  Michael

  – o sea que, ?No la has amamantado aún?

  Rose:

  —?Qué?

  Michael rió. —OK, comencemos por ahí…

  Una mano en su hombro la devolvió al presente.

  —Vamos a revisarte—dijo Michael—. Sube a la camilla.

  Mientras le hacía preguntas de rutina, su tono se volvió más humano.

  —Nombre completo.

  —Rose Smith.

  —Edad.

  —Cuarenta y tres.

  Michael la miró, asombrado—No te ves de esa edad.

  —?Cómo debería verme?

  Michael dejó pasar el comentario, y continuó con la revisión.

  —?Enfermedades hereditarias?

  —No lo sé —Rose dudó— ?Qué es una enfermedad? ?Qué es hereditario?

  Michael parpadeó, desconcertado. —Bueno… si tus padres alguna vez… no sé, se sintieron mal o…

  —No recuerdo nada antes de que John y Claire me encontraran. No sé si tengo papás— fijo Rose interrumpiéndolo

  Michael sintió un nudo en la garganta. —Todos tenemos un papá. El mío se llama Jack. Era doctor especialista

  Ese nombre… algo se revolvió dentro de Rose. Lo había escuchado antes, pero no lograba ubicarlo.

  Michael interrumpió su pensamiento: —Te noto tensa. ?En qué piensas?

  —Nada.

  —Voy a sacarte unas muestras de sangre, ?me permites?

  Rose asintió.

  Mientras extraía la muestra, Michael preguntó:—?Hace cuánto fue tu último periodo?

  —?Periodo? ?Qué es eso?

  Michael se aclaró la garganta. —Ya sabes… cuando las chicas sangran unos días…

  Rose lo miró horrorizada. —?Dios… sangran? Pobres. ?Se recuperan después? ?No mueren?

  Michael sonrió, incrédulo. —No, no mueren. Entonces, ?nunca tuviste uno? ?Nunca sangras?

  —No. Casi no sangro. Y cicatrizo muy rápido.

  Justo entonces, al retirar la aguja, la herida de Rose se cerró de inmediato, sin dejar rastro.

  Michael la observó con un brillo extra?o en los ojos. —Interesante…

  Michael se quedó mirando el brazo de Rose unos segundos más de lo normal. Su rostro, antes relajado, se volvió pensativo. Guardó la muestra de sangre con cuidado en un contenedor especial y la etiquetó rápidamente. Sin despegar la mirada de ella, dijo en tono tranquilo:

  —Rose… ?Alguna vez te han hecho estudios completos? Digo… de verdad completos.

  Rose negó con la cabeza, su expresión se tornó desconfiada.

  —Solo esos rutinarios antes de las misiones o cuando casi muero —dijo con un dejo de ironía amarga.

  Michael esbozó una sonrisa muy leve, aunque sus ojos mostraban preocupación.

  —Me gustaría hacerte uno… por fuera del protocolo. Solo si me dejas —aclaró, bajando la voz como si temiera que las paredes escucharan.

  Rose dudó. Miró de reojo a la puerta, como si esperara que Maskedman apareciera en cualquier momento. Sentía que confiar en alguien allí dentro era casi un suicidio… pero había algo en Michael, ese leve recuerdo de hace 20 a?os, esa mirada de humanidad que no encontraba en nadie más, que la hizo asentir con lentitud.

  —Está bien —susurró—.

  Michael la miró fijo, como sopesando sus palabras, y finalmente se acercó un poco más. Habló en tono bajo, apenas audible:

  —?Cómo funciona? ?Qué sientes?... Tengo muchas preguntas —dijo, se?alando a su espalda con curiosidad.

  —Tu apéndice.

  Rose respondió

  —No sé cómo funciona, pero puedo escucharla aquí. Ella habla, siente… se detuvo pensativa.

  Michael, poniendo toda su atención en su cola, preguntó:

  —?Y qué te dice?

  —A veces me dice cosas sobre la gente, cómo hacer ciertas cosas… y a veces solo me dice que me calle. —Rose sonrió.

  —?Y qué dice de la gente?

  —Me dice cuando mienten. Para ella todos mienten Chris, Maskedman… incluso tú.

  En ese momento comenzó a fijarse en el doctor como serpiente al acecho a punto de atacar. Eso hizo que Michael comenzara a asustarse.

  —No te preocupes —dijo Rose—, no te hará da?o. Michael tomó unos segundos para calmarse.

  —?Es ponzo?osa? —preguntó Michael, con cautela.

  En ese momento su cola hizo un movimiento rápido y una púa de 5 centímetros se mostró como si saliera de un escondite.

  —?Puedo tomar una muestra? —preguntó con duda

  —Sí —dijo Rose, sin darle mucha importancia.

  —?Has picado a alguien alguna vez? Le preguntó mientras tomaba la muestra

  –Si todo el tiempo, más cuando tengo insomnio me hace dormir rápido. Y… Cuando Ashley era bebé… la piqué varias veces cuando lloraba.

  —?Picaste a tu hija con un arma ponzo?osa, sin saber si podrías matarla?

  –Ya sabía que iba a dormirse y no iba a morir. Respondió Rose con total naturalidad.

  —?Y cómo lo sabías? Preguntó el doctor intrigado

  —Ella me lo dijo — respondió, se?alando a su cola.

  —OK, creo que es suficiente por hoy. La prueba ginecológica la dejaremos para otro momento

  Michael prosiguió:

  —Voy a guardar estas muestras en un lugar seguro. Y cuando pueda… haré los análisis.

  Rose asintió. Por primera vez en mucho tiempo, sintió un leve alivio en el pecho.

  Antes de que pudieran seguir, la puerta se abrió bruscamente y Maskedman entró.

  —?Todo bien? —preguntó con su tono habitual de desconfianza, mirando a ambos como si pudiera leer la tensión en el aire.

  Michael, rápido, sonrió con naturalidad.

  —Todo perfecto. Rose está en óptimas condiciones. Aunque sería bueno que la dejaran descansar antes de otra misión.

  Maskedman soltó una risa corta, seca.

  —Aquí nadie descansa, doctor. Y tú, Rose, vístete.

  Rose apretó los pu?os bajo la bata, su cabello volvió a oscurecerse ligeramente, pero no dijo nada. Solo asintió.

  Antes de salir, Michael le sostuvo la mirada un instante.

  Rose salió de la sala sabiendo que había dado un paso importante, aunque peligroso. Y por primera vez en mucho tiempo… no estaba completamente sola.

  Luego de que Rose abandonara el laboratorio Michael y todo el equipo de científicos se dieron a la tarea de preparar las pruebas.

  Su sangre era una interrogante. Al analizarla, reveló propiedades regenerativas, por lo que fue puesta a prueba en especímenes vivos.

  Humanos comunes: muerte inmediata.

  Sujetos R: aceleración de capacidades físicas y cognitivas, regeneración.

  Por otro lado, su veneno era completamente letal en todo tipo de organismo vivo, pero en los sujetos R tenía efectos sedantes o aletardantes.

  Uno de los jefes de área comenzó a inquietarse.

  Queda asentado en registros internos:

  "Sujetos R inmunes. Posible compatibilidad genética. Factor biológico clave. "

  Michael fue citado por Incógnito para revisar los resultados y llevado ante él.

  La habitación era peque?a, sin ventanas, con paredes recubiertas de un material opaco que absorbía el sonido. Solo había una mesa de acero y dos sillas. En una de ellas, sentado con postura relajada, Michael aguardaba. Frente a él, como salido de las sombras mismas, el Incógnito.

  Sobre la mesa, una carpeta cerrada con un sello rojo: "Confidencial Nivel A".

  El Incógnito la abrió sin decir palabra.

  Pasó hoja tras hoja. Gráficas, muestras de sangre, anotaciones de laboratorio, fotografías de sujetos muertos y otros en plena regeneración bajo la influencia de la sangre de Rose.

  —?Y? —preguntó Michael.

  El Incógnito dejó la carpeta abierta.

  —Confirmado. La sangre de Rose es letal para organismos comunes. En sujetos R, funciona como catalizador regenerativo.

  Michael sonrió de lado.

  —Lo sabía.

  El Incógnito lo miró por encima de las hojas.

  —Veneno con efecto sedante… Interesante.

  Se acomodó en la silla.

  —?Y el protocolo Ragnar?

  Silencio.

  El Incógnito cerró la carpeta y deslizó una credencial por la mesa.

  —Vas a integrarte al Equipo Alpha. Desde la próxima misión. Vas a ser nuestros ojos en campo. Quiero que analices a los especímenes en acción… especialmente a Rose.

  Michael tomó la credencial sin mostrar sorpresa.

  —?Mismo equipo que Leo y Ragnar? —su tono fue ácido.

  —No volverá a pasar. Por eso vas a ir tú. Quiero saber hasta dónde pueden llegar… y qué pasa si superan el límite. Vas a tener acceso al suero de sangre de Rose en combate. Lo vas a probar en ellos si es necesario.

  Michael alzó una ceja.

  —?Y si falla?

  —Más razones para estudiar el resultado.

  El Incógnito se detuvo, como si dudara un segundo. Luego habló con un tono más bajo.

  —Hay otra cosa. Rose es el primer espécimen hembra de Klat’ka que tenemos, así sea híbrido, jamás hemos tenido la posibilidad de estudiarlo… —se detuvo —Quiero reproducirla… Imagina si pudiera armar un ejército de armas biológicas como ella. Seríamos imparables.

  Michael lo miró fijo.

  —?Qué?

  —Se te dará toda la información de Eildon 7 y su PROGRAMA ESTRELLA —

  respondió el Incógnito.

  —Mientras tanto quiero saber qué fue lo que la activó sexualmente y produjera el embarazo de Ashley. Sabiendo como sucede nuestras posibilidades son infinitas.

  —Lo sabremos

  Se puso de pie.

  —No se te puede escapar nada, Michael. Nada.

  Y se marchó, dejando solo a Michael con la carpeta y la credencial.

  Llegando a su habitación la puerta se cerró tras ella. No encendió la luz.

  Se sentía extra?amente ligera, pero no por tranquilidad. Era ese vacío que queda después de un momento tenso, cuando no sabes si sobreviviste o si ya estás muerta.

  Se dejó caer en la cama y miró el techo.

  No sabía si confiar en Michael.

  No sabía si confiar en nadie.

  Se sentó. En ese momento, al girar la cabeza, lo vio.

  El libro.

  Lo había olvidado.

  Se acercó y lo tomó. Las tapas gastadas, el olor a papel viejo. Lo abrió, sin pensar. Las páginas se movieron solas hasta detenerse en una hoja, como si algo la guiara.

  No reconocía ninguna palabra, pero algo en esas líneas la apretó por dentro.

  Y entonces la interrumpió Ashley.

  Ashley con su lógica distinta, preguntó:

  —?Qué estás haciendo?

  Rose cerró el libro rápido. Ashley se acercó, con esa naturalidad suya, como si las reglas de ese lugar no la tocaran.

  —?Te puedo preguntar algo? —Ashley no solía pedir permiso.

  Rose asintió, todavía con el pulso alto.

  —?Qué sientes cuando cazas monstruos?

  Rose dudó.

  —Nada. Solo… es incómodo.

  —?Cómo es un campo de batalla? El otro día, un soldado me contó que es feo. ?Podrías describirme los últimos?

  —Los campos de batalla no son bonitos. El laboratorio era agobiante, la neblina parecía tener vida propia y asfixiaba. Dentro de ella me sentía… Perdida.

  —Luego de un momento a otro se fue y todo se veía claro y llegaba a sentirme más clara también. Todo se calmó.

  En la aldea sucedió lo mismo.

  Ashley ladeó la cabeza.

  —?Siempre hay niebla en los campos de batalla?

  —?La niebla genera eso en las personas si están en ella?

  Rose la miró. No era una pregunta tonta. Había algo en la manera en que lo decía.

  Ashley siguió.

  —?Nunca pensaste que capaz no es la niebla? ?O que tal vez no es niebla?

  Eso la dejó helada.

  Ashley sonrió como si no fuera importante.

  —Tal vez yo me invento cosas. Una vez so?é que estaba en una niebla que me hacía llorar. Porque te llevaba y no lograba alcanzarte. Pero nunca vi una antes.

  Rose tragó saliva. Sintió que la cabeza le daba vueltas.

  Ashley se encogió de hombros.

  —Solo es un sue?o, lo sé. Maskedman me dijo que tengo mucha imaginación y que los sue?os son solo eso y que no debo tener miedo.

  Y se fue, dejándola con el libro abierto.

  Desde la oscuridad, alguien había escuchado cada palabra.

  No era la primera vez… y no sería la última.

  La habitación seguía en penumbra. Ashley se había ido hacía rato.

  Rose miró el libro sobre la cama.

  Lo abrió.

  El aire se volvió denso otra vez. Como si al abrir esas páginas, algo se hubiera activado.

  No reconocía nada de lo que veía… pero algunas palabras parecían brillar más que otras.

  Sentía que iba a encontrar algo. Algo que no querían que recordara.

  A pesar del miedo y las dudas comenzó a leer…

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