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EP. 14: CAZADO(S)RES

  18:45 - Distrito 13. Tokio, Japón.

  El crepúsculo te?ía el cielo sobre el Distrito 13 con franjas de naranja y púrpura, una luz agonizante que se reflejaba en las grietas del hormigón de la fortaleza de Igarashi como sangre seca. El aire estaba cargado de un silencio opresivo, roto solo por el zumbido lejano de generadores y el crujido de botas contra el pavimento fuera de los muros. La CCG había lanzado una sorpresa ofensiva, un golpe quirúrgico para decapitar a Igarashi, y el objetivo principal era claro: Mushtaro, el ghoul solitario cuya influencia había comenzado a fracturar al grupo desde dentro. Koji Takamura lideraba el asalto, su figura fornida envuelta en un abrigo negro reforzado de la CCG, su hacha quinque colgando pesado en su cintura mientras se dirigía a su equipo a través de las calles desiertas que rodeaban la fortaleza.

  El equipo de Koji era un grupo compacto pero letal: seis agentes armados con maletines quinque, sus rostros tensos bajo cascos tácticos, y Kage Shiryo, quien caminaba a su derecha con una furia contenida que hacía temblar el aire a su alrededor. La prótesis koukaku de Kage brillaba como un garrote de acero en su mano derecha, manchada de sangre seca de los Donyu, mientras su quinque ukaku —una ballesta de flechas explosivas— colgaba lista en su izquierda. Hitomi Sasaki cerraba la formación, su abrigo gris ondeando con la brisa fría, el maletín de Seijaku en su mano temblando ligeramente mientras sus ojos escaneaban las sombras, su mente atrapada en un torbellino de dudas tras su encuentro con Sekigan.

  Koji se detuvo frente a una entrada lateral de la fortaleza, una puerta de acero oxidada que colgaba torcida en sus bisagras, y alzó un pu?o para detener al equipo. Su aliento formaba nubes blancas en el aire helado mientras giraba hacia ellos, sus ojos grises brillando con una determinación feroz pero agotada.

  —Escuchen —dijo, su voz grave cortando el silencio como un filo—. Entramos, encontramos a Mushtaro, y lo sacamos vivo si podemos, muerto si no. No hay espacio para errores. Igarashi está fracturado, pero sigue siendo un nido de víboras. Mantengan los ojos abiertos y los quinques listos. —Hizo una pausa, su mirada deslizándose hacia Hitomi—. Sasaki, si dudas, nos matas a todos. ?Entendido?

  Hitomi ascendió, sus dedos apretando el maletín mientras tragaba el nudo en su garganta.

  —Entendido —respondió, su tono firme pero con un dejo de incertidumbre que no pudo ocultar—. Estoy contigo, Koji.

  Kage gru?ó, golpeando su prótesis contra la palma de su otra mano con un clang metálico que resonó en el callejón.

  —?Malditos demonios! —escupió, su voz ronca llena de desprecio—. Los Donyu se me escaparon, pero esta vez no fallaré. Mushtaro será mío, y destrozaré a cualquiera que se interponga.

  Koji lo miró por un segundo, su mandíbula tensándose, pero no dijo nada. Sabía que la furia de Kage era un arma de doble filo, tan peligrosa para el enemigo como para ellos mismos. Con un gesto brusco, pateó la puerta, el metal cediendo con un chirrido ensordecedor, y el equipo entró en la fortaleza, sus botas resonando contra el suelo polvoriento mientras las sombras los tragaban.

  19:00 - Interior de la fortaleza de Igarashi.

  Dentro, el caos ya había comenzado. Las alarmas resonaban en los pasillos, un aullido estridente que se mezclaba con los gritos de los ghouls de Igarashi mientras corrían a posiciones defensivas. La sala principal estaba iluminada por focos industriales que parpadeaban con un zumbido eléctrico, proyectando luces crudas sobre la mesa de acero abollada donde Dokuro había estado horas antes. Ahora, el líder estaba en el centro, su capa negra ondeando mientras gritaba órdenes, su máscara de hueso reflejando destellos que ocultaban el nerviosismo en sus ojos verdes.

  —?Cierren las entradas! —rugió, su voz resonando sobre el estruendo—. ?La CCG no pasará! ?Aichuu, Mō, Sekigan, a sus puestos! ?Mushtaro, si estás aquí, muéstrate, maldito cobarde!

  Aichuu Ono Tada estaba cerca de una pared, su cabello blanco brillando como un faro en la penumbra, sus ojos rojos escaneando la sala mientras sus cuatro kagunes latían bajo su piel, listos para brotar. Mō, a su lado, reía entre dientes, su túnica arrugada ondeando mientras su kagune koukaku se formaba en un escudo dentado en su brazo derecho. Sekigan permanecía en una esquina, su ojo gris fijo en Dokuro, su bikaku oscilando como una sombra inquieta tras él.

  El primer impacto llegó como un trueno. Una explosión sacudió la pared oeste, polvo y fragmentos de cemento lloviendo mientras el equipo de Koji irrumpía, sus quinques desplegándose en un estallido de metal y carne. Kage disparó una salva de flechas explosivas desde su ukaku, las detonaciones destrozando a dos ghouls menores que intentaban bloquear la entrada, sus cuerpos volando en pedazos sangrientos que salpicaron las paredes. Koji cargó con su hacha quinque, el filo cortando el aire en un arco brutal que decapitó a un ghoul en un chorro de sangre negra, el cuerpo desplomándose con un golpe sordo.

  —?Adelante! —gritó Koji, su voz resonando mientras esquivaba un rinkaku que brotó de un ghoul a su izquierda, cortándolo con un golpe descendente que partió al enemigo en dos.

  Hitomi corrió tras él, Seijaku desplegándose en un tentáculo rinkaku carmesí que atravesó el pecho de un ghoul que intentaba flanquearlos, el impacto levantándolos del suelo antes de dejarlo caer en un charco de sangre. Pero sus ojos buscaron a Sekigan entre el caos, su corazón acelerándose mientras lo veía luchar contra dos agentes de la CCG, su bikaku cortando el aire como un látigo dentado. Uno de los agentes disparó un quinque tipo ukaku, proyectiles cristalinos que rasgaron el hombro de Sekigan, haciendo retroceder con un gru?ido de dolor.

  —?Sekigan! —gritó Hitomi sin pensar, su voz perdiéndose en el estruendo mientras corría hacia él, esquivando un rinkaku que casi la ensartó.

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  Koji giró hacia ella, sus ojos grises entrecerrándose con furia.

  —?Sasaki, qué demonios haces! —rugió, bloqueando un ataque con su hacha mientras la miraba—. ?Vuelve a la formación, ahora!

  Hitomi se detuvo, su respiración agitada mientras miraba entre Koji y Sekigan. El medio ghoul estaba acorralado, sangre goteando de su hombro mientras esquivaba otro disparo, y algo en su interior se quebró. ?Deber de la humanidad? La pregunta la golpeó como un martillo, y antes de que pudiera responder, un ghoul menor cargó contra ella, su kagune bikaku cortando el aire. Hitomi giró, Seijaku atravesándolo con un golpe visceral que lo dejó retorciéndose en el suelo, pero sus ojos seguían fijos en Sekigan, su dilema moral desgarrándola mientras el combate rugía a su alrededor.

  19:15 – Pasillo lateral de la fortaleza.

  En un pasillo lateral, lejos del caos de la sala principal, Aichuu corrió tras Mō, sus botas resonando contra el suelo mientras lo alcanzaba cerca de una escalera derrumbada. El aire estaba cargado de polvo y el olor metálico de la sangre que se filtraba desde la batalla, y los gritos distantes resonaban como un coro de muerte. Mō se giró hacia ella, su sonrisa torcida brillando bajo la luz parpadeante de una lámpara rota, su kagune koukaku transformado en una espada dentada que goteaba sangre de un agente que había matado momentos antes.

  —?Qué fiesta, eh, albina! —dijo, riendo mientras limpiaba la espada contra su túnica—. La CCG quiere nuestro pelejo, y Dokuro está perdiendo la cabeza. ?Qué haces aquí? ?Protegerme o matarme?

  Aichuu lo miró fijamente, sus ojos rojos brillando con una mezcla de furia y determinación mientras sus kagunes latían bajo su piel.

  —No estoy aquí por Dokuro —dijo, su voz firme cortando el aire—. Estoy aquí por respuestas. ?Por qué sigues con esto, Mō? ?Por qué sigues matando, riendo como si no significara nada? ?Dime quién eres de verdad!

  Mō dejó de reír, su sonrisa se desvaneció mientras la miraba, un destello de algo oscuro cruzando sus ojos. Dio un paso hacia ella, la espada koukaku oscilando a su lado mientras el pasillo temblaba con otra explosión lejana.

  — ?Quién soy? —repitió, su voz baja y áspera, casi un gru?ido—. Soy un huérfano de la CCG, Aichuu. Mi familia... mi madre, mi hermana... las destrozaron frente a mí cuando tenía diez a?os. Me dejaron con esto —se?aló la cicatriz que cruzaba su rostro, apenas visible bajo la luz tenue—. Sobreviví comiendo carro?a, escondiéndome como rata hasta que Igarashi me encontró. Mato porque es lo único que me mantiene vivo, porque si no lo hago, ellos ganan. —Hizo una pausa, su mirada endureciéndose—. ?Y tú? ?Crees que tus sue?os de paz cambiarán algo? Esto es lo que somos: cazadores y cazados, siempre.

  Aichuu dio un paso atrás, el peso de sus palabras golpeándola como un pu?etazo. Sus manos temblaron, y su rinkaku brotó brevemente, un tentáculo carmesí que osciló en el aire antes de retroceder.

  —No quiero ser solo eso —dijo, su voz temblando pero firme—. Quiero algo más, Mō. Tiene que haberlo. Pero tú... tú te rindes a esto como si fuera todo lo que merecemos.

  Mō rió de nuevo, un sonido seco y amargo que llenó el pasillo.

  —Quizá tengas razón —dijo, girándose hacia las sombras—. Pero no esperes que cambies, albina. Este es mi mundo, y lo defenderé hasta que me maten.

  Antes de que Aichuu pudiera responder, un agente de la CCG irrumpió desde el pasillo, su quinque tipo rinkaku desplegándose en un torbellino de púas. Aichuu reaccionó primero, su ukaku brotando en un estallido de proyectiles cristalinos que atravesaron al agente, dejándolo en un charco de sangre roja. Mō la miró, su sonrisa regresando, pero no dijo nada, girándose para correr hacia la batalla mientras Aichuu se quedaba atrás, su respiración agitada resonando en el pasillo vacío.

  19:30 – Sala principal de la fortaleza.

  El combate en la sala principal había alcanzado un clímax visceral. Los cuerpos de ghouls y agentes yacían esparcidos por el suelo, sangre negra y roja mezclándose en charcos viscosos que reflejaban la luz parpadeante. Koji luchaba contra Dokuro en el centro, su hacha quinque chocando contra el koukaku del líder en un estruendo metálico que hacía temblar la mesa. Dokuro gru?ó, su máscara agrietándose bajo un golpe brutal, revelando un destello de su rostro —pálido, sudoroso, con ojos verdes llenos de furia y miedo.

  —?No me vencerás! —rugió Dokuro, su koukaku transformándose en una lanza que apu?aló hacia Koji, rozándole el brazo y arrancándole un grito de dolor.

  Koji retrocedió, sangre goteando de su herida, pero cargó de nuevo, su hacha cortando el aire en un arco que tocó el hombro de Dokuro, haciendo caer de rodillas con un rugido.

  —?Ríndete! —gritó Koji, su voz quebrándose mientras alzaba el arma—. ?Esto termina ahora!

  Kage, mientras tanto, destrozaba a tres ghouls menores con su prótesis, el garrote aplastando cráneos en explosiones de sangre y hueso, sus risas salvajes resonando sobre los gritos. Pero Mushtaro no estaba allí —había desaparecido en el caos, dejando a Igarashi y la CCG luchando por un control que se desvanecería.

  Hitomi, aún en el borde de la sala, vio a Sekigan caer bajo el ataque de un agente, su bikaku cortado por un quinque rinkaku que lo dejó sangrando en el suelo. Sin pensarlo, corrió hacia él, Seijaku desplegándose para bloquear un golpe mortal, el tentáculo chocando contra el arma enemiga en un estallido de chispas. El agente giró hacia ella, sorprendido, y ella lo derribó con un golpe que le rompió el cuello, el cuerpo cayendo con un ruido sordo.

  —?Levántate! —gritó Hitomi, arrodillándose junto a Sekigan mientras lo ayudaba a ponerse en pie, su sangre manchando sus manos.

  Sekigan jadeó, su ojo gris encontrando el de ella con una mezcla de dolor y gratitud.

  —?Por qué? —susurró, su voz rota mientras se apoyaba en ella—. Eres...CCG.

  Hitomi respiró hondo, la línea entre cazador y cazado desdibujándose mientras lo sostenía.

  —No lo sé —admitió, su voz temblando—. Pero no voy a dejarte morir.

  El sonido de pasos pesados ??la hizo girar, y vio a Koji mirándola desde el centro de la sala, su hacha goteando sangre mientras Dokuro yacía derrotado a sus pies. Sus ojos grises estaban llenos de furia y confusión, pero no dijo nada, girándose para dar órdenes al equipo mientras Hitomi ayudaba a Sekigan a esconderse en las sombras, su decisión marcando un punto sin retorno.

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