Cada grupo fue enviado a un dominio distinto, cada uno bajo la tutela de su respectivo Fragmento. Para Ryder, Raizel y Sarah, el destino fue el dominio de Eldric, el Fragmento de la Esencia del Crepúsculo.
Cuando atravesaron el portal dimensional, fueron recibidos por una vista que les robó el aliento. Ante ellos se extendía una ciudad que parecía haber sido moldeada por los sue?os de un artista divino. Las calles estaban pavimentadas con piedras iridiscentes que reflejaban la luz como si fuesen constelaciones encadenadas al suelo. Las casas, elegantes y esculpidas con detalles intrincados, poseían formas curvas y armoniosas que parecían fundirse con la naturaleza circundante. En el aire flotaba un aroma dulce, una mezcla de lavanda y frutas exóticas, mientras risas melodiosas se deslizaban entre los edificios como el eco de una canción olvidada.
La gente, radiante de energía y vitalidad, se desplazaba con una gracia sobrenatural. Sus ojos, de colores imposibles, destellaban sabiduría y amabilidad. A su alrededor, criaturas majestuosas y extra?as convivían en perfecta armonía: ciervos con cuernos de cristal, aves de plumajes que reflejaban los colores del crepúsculo y felinos con un aire regio que parecían observarlo todo con inteligencia profunda.
Eldric, con una sonrisa serena, extendió los brazos hacia la ciudad.
—Los Fragments son seres hermosos, no solo por su apariencia, sino por su corazón y su esencia —dijo con voz grave pero cálida—. Es mi deber protegerlos. No teman, ellos les ayudarán a adaptarse en estos seis meses.
Raizel observó a los Fragments con curiosidad, percibiendo en ellos una energía antigua y pura.
—Entonces, ustedes son fundamentales en las leyes que rigen la vida de los héroes —dijo con un tono reflexivo.
Eldric asintió con solemnidad.
—Exactamente. Somos el pilar sobre el cual los héroes pueden sostenerse. Sin nosotros, sería imposible que sean aceptados en este mundo. Nosotros, las Llaves Primordiales, somos elegidos por la raza de los Fragments para guiarlos.
Sarah, con los brazos cruzados y una ceja arqueada, observó a Eldric con interés.
—Dices que ustedes son las Llaves Primordiales, pero hasta ahora solo dos fragmentos han tenido portadores: Luthan con su héroe y Aine con Biel.
Eldric la observó con calma y luego continuó.
—Así es. Pero en el futuro, cuando nosotros tengamos portadores, otros cinco Fragmentos emergerán y serán las nuevas Llaves para los héroes que estén por venir. Por ahora, viven en paz, pues falta mucho tiempo para que nos despertemos en totalidad.
El Fragmento chasqueó los dedos y, en un parpadeo, el escenario cambió drásticamente. La ciudad resplandeciente se desvaneció, y en su lugar, un terreno vasto y etéreo se extendió a su alrededor. La brisa era espesa y vibrante, cargada de un poder indescriptible que les hizo estremecer los huesos.
Sarah se cruzó de brazos y sonrió con aire desafiante.
—Vaya, vaya. Así que este es el lugar donde entrenaremos.
Eldric avanzó unos pasos y, con un destello de luz, su cuerpo comenzó a dividirse. Frente a ellos, surgieron dos copias exactas de él mismo, cada una irradiando la misma energía, pero con una intensidad levemente distinta. Ryder entrecerró los ojos y apretó los pu?os, sintiendo que algo grande estaba por suceder.
—Ahora entrenaremos —anunció Eldric con una sonrisa críptica—. Quiero ver hasta dónde pueden llegar.
Los tres observaban con asombro cómo Eldric se había multiplicado. No era una simple copia ilusoria, podían sentir que cada uno de ellos poseía su propia esencia, su propio poder. Sin previo aviso, Eldric alzó la mano y un torbellino de luz los envolvió.
Raizel sintió cómo su cuerpo se desvanecía y, en un parpadeo, se encontró en un bosque cubierto de neblina líquida, donde los árboles parecían susurrar secretos al viento. Ryder apareció en un desierto de arena blanca, donde el cielo ardía con un sol que no daba calor. Sarah, por su parte, aterrizó en un valle en penumbra, donde el suelo era de obsidiana y las estrellas brillaban bajo sus pies como si caminara sobre el firmamento.
Eldric se manifestó en cada uno de los lugares, su voz resonando como un eco divino.
—A partir de ahora, enfrentarán su verdadero desafío. No es sólo el poder lo que entrenaremos, sino el corazón. Cada uno de ustedes descubrirá si realmente tiene lo necesario para avanzar en este mundo.
El entrenamiento había comenzado. Y con él, el primer paso hacia una verdad que ninguno de ellos esperaba.
Sarah miró a su alrededor con una sensación inquietante. El lugar le resultaba extra?amente familiar, como un eco distante de un sue?o olvidado. El cielo era de un gris perpetuo, con nubes que se retorcían en espirales lentas, como si fueran reflejos de una mente atormentada. El suelo era de obsidiana pulida, reflejando su imagen distorsionada en sombras danzantes. La brisa era densa y cargada de un aroma a tierra húmeda, un vestigio de las noches interminables de su infancia en las Tierras Oscuras.
—?Dónde estamos? —preguntó, con un tono que oscilaba entre la curiosidad y la cautela.
Eldric, de pie frente a ella, la observó con una expresión tranquila pero penetrante.
—Se?orita Sarah, este es el lugar donde usted podrá desatar su verdadero potencial como vampiro —dijo con voz firme, su tono cargado de un significado más profundo de lo que parecía a simple vista.
Sarah sintió un escalofrío recorrer su piel. Sus colmillos se apretaron levemente mientras su instinto le advertía que algo grande estaba por suceder.
—Sé que tu padre era Lip —continuó Eldric—. Y que fue derrotado por Acalia. Además, sé que tu hermano es ahora el Rey Vampiro.
Sarah cerró los ojos por un instante. El nombre de su padre evocó un torrente de imágenes fragmentadas en su mente: su voz grave llamándola cuando era ni?a, sus ense?anzas sobre el honor y la sangre, su mirada severa y finalmente su caída. Inspiró profundamente y abrió los ojos, ahora brillando con una intensidad inusual.
—Sí, es verdad. Pero no le guardo rencor a Acalia —afirmó con determinación—. Mi padre se volvió arrogante. Creyó que su poder lo hacía intocable y, cuando se dio cuenta de su error, ya era demasiado tarde para cambiar.
Eldric la miró en silencio por un momento y luego sonrió de manera enigmática.
—Eso no es del todo cierto —susurró—. Puedo ver a través de tus recuerdos, Sarah, y lo que veo es muy distinto. Tu padre no siempre fue un tirano. Hubo un tiempo en el que fue un hombre gentil, preocupado por su gente, por su familia... y por ti.
Sarah sintió como si le hubieran golpeado el pecho con una ola helada. Sus ojos se abrieron de par en par y un leve temblor recorrió sus manos.
—Eso... no puede ser —susurró.
—También veo algo más —agregó Eldric, con el ce?o fruncido—. Hay recuerdos bloqueados dentro de ti. No sé qué contienen, pero han sido sellados.
Sarah sintió un escalofrío recorrerle la columna. Su mente se llenó de un sinfín de preguntas. ?Recuerdos bloqueados? ?Por qué? ?Quién habría hecho algo así?
—?Eso no tiene sentido! —exclamó, llevándose una mano al corazón, como si sintiera que algo dentro de ella se desgarraba.
Eldric avanzó un paso y, sin previo aviso, extendió su mano. Una brisa cargada de energía antigua se alzó en espirales, rodeando a Sarah como si fueran cadenas invisibles a punto de romperse.
—Vamos a averiguarlo —anunció, y con un simple gesto, deshizo el sello.
El mundo de Sarah se fracturó en un instante. Un dolor insoportable explotó en su cabeza, como si mil agujas ardientes perforaran su cráneo al mismo tiempo. Su cuerpo se dobló involuntariamente, cayendo de rodillas sobre la obsidiana brillante. Sus u?as se clavaron en la superficie como garras desesperadas tratando de aferrarse a algo tangible.
Imágenes que había olvidado, rostros que ya no recordaba, momentos perdidos en el abismo de su memoria emergieron como una tormenta furiosa. Su padre... su verdadera sonrisa. Un hombre distinto, amoroso, que la cargaba sobre sus hombros y le mostraba el mundo. Su risa resonando en los pasillos de su castillo. Y luego, su rostro lleno de tristeza y arrepentimiento, ocultando algo... protegiéndola de algo.
Sarah jadeó y dejó escapar un grito ahogado. Lágrimas ardientes se deslizaron por sus mejillas, como gotas de sangre que finalmente escapaban de una herida antigua.
—?No... no puede ser! —sollozó, aferrándose a su cabeza, incapaz de contener la avalancha de emociones.
Eldric se arrodilló a su lado y le puso una mano en el hombro, con una expresión grave pero comprensiva.
—La verdad duele, Sarah. Pero también libera. Ahora puedes recordar no solo la caída de tu padre, sino también su luz.
Pero Sarah apenas lo escuchaba. La realidad a su alrededor se desmoronaba mientras su mente era arrastrada a un recuerdo que había permanecido sellado por a?os.
Se vio a sí misma, una ni?a de cabellos rosados, corriendo por un largo pasillo de piedra iluminado por la tenue luz de antorchas oscilantes. La risa de su padre resonaba como un eco cálido en su memoria. No era la carcajada de un tirano arrogante, sino la risa sincera de un hombre que amaba a su hija.
—Ven aquí, peque?a estrella. —Lip la alzó en brazos, girando con ella en el aire mientras ella reía sin miedo. Su mirada era pura, sin la sombra de la oscuridad que lo devoraría más adelante.
Entonces, el recuerdo cambió.
Lip estaba de espaldas a ella, su postura rígida, su voz entrecortada.
—Sarah, escúchame. Pase lo que pase... debes recordar que siempre fuiste mi mayor tesoro.
—?Padre? ?Qué está pasando?
él giró, y por primera vez, vio en sus ojos algo más allá del orgullo: miedo. Un miedo que no era por él, sino por ella.
El recuerdo se desvaneció abruptamente y Sarah regresó a la realidad con un jadeo ahogado. Lágrimas rodaban por sus mejillas, pero no de tristeza, sino de comprensión.
—No... él no siempre fue un monstruo.
Eldric la miró con serenidad.
—No, Sarah. Lip fue muchas cosas, pero, sobre todo, fue un padre. Y ahora, la pregunta es... ?Qué harás con esta verdad?
En la mente de Sarah, los recuerdos surgían como torrentes incontrolables, cada imagen destellando con una nitidez insoportable. Era como si su pasado estuviera cobrando vida de nuevo, arrastrándola sin piedad a lo que había olvidado.
Eldric también estaba allí, flotando en aquel abismo de memorias. Con un tono solemne, pero con el peso de la compasión en su voz, le habló directamente.
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—Sarah, perdóname por lo que voy a hacer, pero debes volver a ver tu pasado. Sé que es duro, pero hay heridas que solo pueden cerrarse enfrentándolas.
Sarah, todavía tambaleándose por el impacto de lo que ya había visto, sintió que su pecho se oprimía. Su cuerpo tembló y sus colmillos rozaron su labio inferior con un leve estremecimiento.
—Yo... —cerró los ojos por un instante, tratando de calmar la tormenta en su interior—. Está bien. Veré mis recuerdos.
En ese momento, una nueva escena cubrió la oscuridad de su mente, como una pintura cobrando vida con cada pincelada de luz.
Era un día soleado en las Tierras Oscuras, algo raro en aquel territorio donde la penumbra solía reinar. Sarah y su hermano jugaban en los jardines de la fortaleza, sus risas resonaban en el aire, tan puras y despreocupadas que parecían desafiar el destino que los esperaba.
De repente, una sombra alta y majestuosa se proyectó sobre ellos. Lip, su padre, el Rey Vampiro, estaba allí. Su capa ondeaba con elegancia, pero su expresión era serena, sin el peso de la arrogancia que Sarah recordaba.
—Hijos míos —su voz era un eco profundo, cargado de calidez—, ustedes son muy especiales para mí.
Sarah sintió un nudo en la garganta. Aquellas palabras... ya no las recordaba. Para ella, su padre había sido un monarca imponente, un hombre cuya soberbia creció hasta consumirlo. Pero ahí estaba, mostrándoles una ternura que había sido borrada de su memoria.
Eldric, observando desde las sombras de la memoria, habló con suavidad.
—Lip era una buena persona... y un buen rey.
Sarah, en shock, no encontraba palabras. Solo podía ver las escenas que pasaban como un carrusel de emociones. Su padre riendo con ellos, entrenándolos, protegiéndolos. La calidez de su mano sobre su cabeza, despeinándola con una sonrisa orgullosa. Su mirada de amor cuando los observaba dormir.
Pero entonces, la luz en los recuerdos comenzó a parpadear.
El ambiente cambió. El cielo, antes iluminado, se tornó de un rojo oscuro. La brisa cálida se transformó en un viento helado que llevaba consigo el hedor del miedo. Un nuevo recuerdo se desplegó, más oscuro, más pesado.
Eldric tomó aire con gravedad.
—Este... este fue el detonante para que Lip se volviera arrogante.
Sarah contuvo la respiración mientras la escena se desarrollaba ante sus ojos. Y supo, en lo más profundo de su ser, que lo que estaba por ver cambiaría todo lo que creía saber sobre su padre... y sobre ella misma.
El recuerdo se desplegó con la crudeza de una herida abierta. Sarah sintió su corazón latir desbocado al ver la figura de una mujer imponente en medio de la memoria.
—?No puede ser! —exclamó Sarah, llevándose una mano al pecho. Sus ojos escarlatas brillaban con una mezcla de sorpresa y temor—. ?Qué hace ella en mis recuerdos?
Eldric la observó con gravedad, sus ojos resplandeciendo con un brillo antiguo.
—Ella es la culpable, Sarah. La responsable de que estos recuerdos estuvieran sellados... y también del cambio de tu padre.
El recuerdo avanzó, y ante ellos se reveló la figura majestuosa y letal de la Emperatriz Domia. Su silueta irradiaba un aura oscura, una niebla carmesí que danzaba a su alrededor como si la realidad misma la rechazara. Sus ojos eran dos pozos profundos de malicia y determinación.
Frente a ella, Lip se alzaba con una postura desafiante. Su capa ondeaba tras él, sus colmillos relucían bajo la luz de la luna roja.
—Vete de mí territorio, Emperatriz Domia —rujío Lip, su voz temblaba de ira contenida.
Domia sonrió con la frialdad de un verdugo a punto de ejecutar su sentencia.
—No puedo irme sin antes hacer algo —susurró con un deleite venenoso—. He venido por tu peque?a hija.
Lip sintió que la sangre se le helaba. Sus ojos se volvieron dos brasas incandescentes mientras su instinto protector rugía dentro de él.
—?No permitiré que mi hija se vaya con alguien como tú!
La emperatriz se llevó una mano a los labios y soltó una risa como el eco de un millar de almas condenadas.
—Oh, Lip, no es lo que piensas. No quiero llevarme a tu hija... —sus ojos se entrecerraron con una intensidad escalofriante—. Quiero su corazón.
El aire pareció fragmentarse. El mundo tembló al ritmo de la furia que brotó de Lip como un vendaval oscuro. Sus colmillos se alargaron, sus manos se crisparon hasta que sus u?as rasgaron el aire con una energía feroz.
—?Jamás permitiré que toques a Sarah! —bramó el rey vampiro, su voz resonó como un trueno.
Sarah observaba todo con el alma atrapada entre el asombro y el terror. Veía la determinación en los ojos de su padre, el mismo hombre que creía frío y distante, dispuesto a enfrentarse a un monstruo por ella.
Eldric miró con desprecio a Domia.
—Esa mujer es lo peor...
El recuerdo continuó, mostrando el momento exacto en que Sarah, siendo una ni?a, corrió hasta su padre, ignorando la tormenta de peligro que la rodeaba.
—?Sarah, vete de aquí! —ordenó Lip con una voz que era una mezcla de miedo y furia.
Pero era tarde.
Domia la vio, y una sonrisa perturbadora se dibujó en sus labios.
—Así que esta es la ni?a vampiro más prodigiosa de este lugar... —susurró, su voz un veneno que impregnó la atmósfera.
Lip no esperó más. Con un rugido desgarrador, se lanzó contra Domia. Sus garras destellaron en el aire, cortando la brisa misma con la fuerza de su desesperación. Domia alzó una ceja, divertida, y con un simple ademán de su mano, la tierra se fracturó bajo los pies de Lip. El rey vampiro giró en el aire, aterrizando con gracia, pero la emperatriz ya estaba sobre él.
El choque de sus poderes desató un torbellino oscuro. Las sombras vibraron, los árboles se doblaron como si fueran meras hojas ante la tormenta. Lip atacó con la velocidad de un relámpago, cada golpe suyo era un torrente de fuerza, pero Domia se movía con una gracia burlona, esquivando cada uno de sus embates con la facilidad de una danzarina mórbida.
—Demasiado lento, Lip —murmuró ella, su voz un aliento helado.
Lip rugió y conjuró una lámina de energía sanguínea, lanzándola con un gesto férreo. Domia apenas alzó una mano y con un chasquido de sus dedos, la hoja se disipó como polvo al viento.
—Patético —susurró con una sonrisa letal.
Antes de que Lip pudiera reaccionar, Domia apareció a su espalda, su mano brillando con una luz rojiza.
—Admiro tu valentía, rey vampiro. Pero eso no será suficiente.
El golpe cayó como un martillo celestial. La energía oscura atravesó a Lip, lanzándolo contra el suelo con la fuerza de una estrella colapsando. La tierra tembló bajo el impacto, grietas de energía carmesí se extendieron como venas malditas.
Sarah sintió su cuerpo estremecerse.
—Papá... —susurró con los labios temblorosos, viendo cómo su padre caía de rodillas, jadeando.
Eldric, con el ce?o fruncido, observó con una expresión oscura.
—Aquí es donde todo cambió...
Domia se acercó a Lip con una tranquilidad escalofriante, su sonrisa intacta.
—Eres fuerte, Lip. Pero no lo suficiente para detenerme.
Lip la miró con odio, pero en su mirada había algo más... desesperación.
Sarah, atrapada en la memoria, sintió cómo un torrente de emociones la ahogaba. Sus manos se crisparon, sus colmillos se apretaron. Estaba reviviendo el día en que su padre lo perdió todo.
Pero esto era solo el principio. Y lo peor... aún estaba por venir.
El recuerdo continuó, impregnado de una tensión sofocante. Lip, de rodillas, jadeaba mientras la sangre manchaba el suelo oscuro bajo él. Sus fuerzas se desvanecían, pero su mirada seguía ardiendo con la furia de un rey que no se doblegaría fácilmente.
Frente a él, Domia lo observaba con una sonrisa gélida, su silueta envuelta en un resplandor rojo oscuro que parecía devorar la luz.
—Seré benevolente contigo, Lip —dijo con un tono casi divertido, pero con la crueldad danzando en su voz—. Ya que me diste una buena pelea, puedo ver que tu corazón es mucho más valioso que el de la ni?a. Así que hagamos un trato...
Lip alzó la vista con dificultad, apretando los dientes.
—?De qué hablas?
Domia inclinó la cabeza levemente, como si estuviera disfrutando el momento.
—Entrégame tu corazón... y tu hija vivirá.
Sarah sintió un escalofrío desgarrador al escuchar esas palabras. Observaba la escena con el corazón encogido, sus pu?os apretados hasta que sus u?as se clavaron en su piel. Su padre, el temible Rey Vampiro, estaba completamente a merced de aquella mujer.
Lip bajó la cabeza. Sus pu?os temblaban de impotencia. Sabía que el poder de Domia superaba por mucho al suyo. No tenía otra alternativa.
Con una voz apenas audible, pero cargada de resignación, susurró:
—Acepto.
Domia sonrió, satisfecha.
—Eres inteligente, Lip. Así que este será nuestro trato...
Pero Lip levantó la mano, interrumpiéndola.
—Espera... deja que haga algo por última vez.
La emperatriz entrecerró los ojos, divertida.
—Haz lo que quieras, pero que sea rápido.
Lip reunió sus últimas fuerzas y se levantó con torpeza. Su cuerpo dolía, su energía se desvanecía, pero en ese momento, nada importaba más que ella.
Sarah.
Se acercó a su peque?a hija, quien lo miraba con ojos llenos de terror e incredulidad.
—Papá... ?Qué estás haciendo? ?No te rindas! ?Tú eres fuerte!
Lip sonrió con una tristeza infinita. Acarició la mejilla de su hija con ternura, su pulgar limpió una lágrima que ya rodaba por su rostro infantil.
—Perdóname, hija... este será mi último abrazo para ti. Cuídate, Sarah.
La ni?a sintió cómo su mundo se derrumbaba al sentir los brazos de su padre rodeándola con fuerza. Era un abrazo que quemaba, que se clavaba en su piel como un recuerdo eterno. Pero también fue en ese instante que Lip cerró los ojos y canalizó su último hechizo.
Selló los recuerdos de Sarah.
El dolor recorrió su cuerpo como un torrente de espinas. Y luego, todo se volvió oscuridad.
Lip se tambaleó y cayó inconsciente en el suelo. Sus subordinados, que habían permanecido ocultos hasta ese momento, corrieron hacia él con expresiones de horror.
—?Mi se?or! ?Qué ha hecho?
Lip, con su última pizca de energía, levantó la mirada hacia ellos. Su voz era apenas un susurro.
—Lleven a Sarah a su dormitorio... y escúchenme bien.
Los vampiros lo miraron con desesperación.
—?Qué va a hacer, mi se?or?
Lip cerró los ojos por un momento, luego los abrió con una resolución helada.
—Esto es lo único que puedo hacer para proteger a Sarah y a Muskar. Quiero que los cuiden. Que los protejan. Adiós...
Los subordinados abrieron los ojos con terror.
—?No, mi se?or, por favor!
Pero ya era tarde.
Lip se acercó a Domia, quien sonreía con una satisfacción siniestra. Ella alzó una mano y, con un movimiento delicado, atravesó su pecho con una garra de energía negra. El grito de Lip se ahogó en su garganta cuando sintió cómo su corazón era arrancado de su cuerpo.
Los subordinados rugieron con desesperación.
—?Mi se?or, noooooooooo!
Domia sostuvo el corazón palpitante en su mano, observándolo con fascinación.
—Vaya... eras un gran vampiro, Lip.
Su sonrisa se ensanchó y sus ojos brillaron con un placer perverso.
—Tendrás que servirme... hasta que me canse de ti.
Elevó su otra mano y murmuró:
—Resurrección por Contrato.
Un aura oscura cubrió el cadáver de Lip. Su cuerpo, antes inerte, comenzó a temblar. Sus ojos se abrieron lentamente, pero ya no brillaban con la misma vida de antes. Ahora eran pozos vacíos de sumisión absoluta.
Se levantó con rigidez y, con una voz monótona, dijo:
—Mi se?ora, es un placer servirle.
Domia se cruzó de brazos y asintió con satisfacción.
—Tu deber es custodiar este lugar y mantenerlo bajo mi control.
Lip inclinó la cabeza.
—Eso haré, mi se?ora.
El recuerdo se desvaneció en la mente de Sarah.
Cuando regresó a la realidad, las lágrimas caían en cascada por su rostro. Un sollozo silencioso se ahogó en su garganta. Su padre... su verdadero padre... había sido asesinado y convertido en un esclavo de Domia.
Eldric la observó con gravedad.
—Esa mujer es mucho peor de lo que imaginé...
Sarah cayó de rodillas, incapaz de contener la tormenta de emoción que la desgarraba. Su llanto llenó el aire como un eco de dolor ancestral.
Su padre no era el monstruo que creyó... él había dado todo por protegerla. Y ahora, su alma clamaba justicia.
Sarah despertó y soltó un grito desgarrador, el grito de Sarah rasgó el aire como un lamento ancestral, cargado de dolor, furia y despertar. Su voz no solo resonó en el cielo del dominio de Eldric, sino que pareció sacudir los cimientos mismos de la realidad. Una onda de energía oscura brotó de su cuerpo, desatando un vendaval que arrancó las rocas del suelo y agitó el aire como si fuera un huracán vivo.
Raizel y Ryder, cada uno en su respectivo entrenamiento, se detuvieron al instante, sintiendo la vibración de algo imposible de ignorar.
—?Sarah! —exclamó Ryder, su instinto le gritaba que algo importante había ocurrido.
Intentó moverse, pero antes de dar un paso, Eldric apareció frente a él, su semblante imperturbable.
—No te preocupes —dijo con voz firme—. Ella estará bien.
Ryder frunció el ce?o.
—?Cómo puedes estar tan seguro? Ese grito...
Eldric sonrió de medio lado.
—Porque ha despertado como lo que realmente es. La Vampira Prodigiosa ha renacido.
Ryder parpadeó, confundido.
—?Vampira Prodigiosa? ?Qué es eso?
Eldric miró hacia el horizonte, donde la energía de Sarah seguía vibrando como una tormenta incontrolable.
—Es la verdadera forma de un vampiro. La evolución máxima de su linaje.
De vuelta con Sarah, la tierra tembló cuando una explosión de energía sacudió el lugar. El polvo se alzó en una densa niebla, oscureciendo su silueta. Cuando la nube se disipó, la imagen de Sarah emergió con una presencia imponente y majestuosa.
Su vestimenta había cambiado. Ahora llevaba un atuendo elegante, digno de la realeza vampírica, con detalles oscuros que relucían con un brillo carmesí. Su cabello, antes de un rosado pálido, ahora resplandecía con un tono más intenso, como si la sangre misma lo hubiese te?ido. Sus ojos, más afilados y profundos, brillaban con un fulgor que evocaba el amanecer de una nueva era.
Eldric la observó con una sonrisa aprobatoria.
—Ahora eres una auténtica vampira.
Sarah sintió su propio cuerpo vibrar con una energía desconocida. Su corazón latía con un ritmo poderoso, distinto, como si cada fibra de su ser hubiera renacido.
—?Qué es todo esto...? —preguntó con un tono que oscilaba entre el asombro y la confusión—. ?Por qué cambié?
Eldric cruzó los brazos, observándola con solemnidad.
—Ese cambio se debe a que recuperaste tus recuerdos y, con ellos, la herencia de tu padre. Has evolucionado a tu verdadera forma. Este fue su último regalo para ti.
Sarah frunció el ce?o.
—?Regalo...? —susurró.
—Cuando Lip selló tus recuerdos, también transmitió todo su poder a ti. Quería protegerte de la única forma en que podía. Ahora, su fuerza, su esencia... su aura vive en ti. Tu padre nunca te abandonó, Sarah. Su legado corre por tus venas.
Sarah sintió un nudo en la garganta. Sus ojos, brillando con la intensidad de su nueva forma, se empa?aron con lágrimas. Pero esta vez, no era tristeza lo que sentía, sino una mezcla de gratitud y determinación.
—él... él vive en mí... —murmuró, cerrando los pu?os.
Eldric asintió.
—Y ahora, su poder también es tuyo. Todo lo que fue Lip, su fuerza, su voluntad... ahora son parte de ti. Serás capaz de usar su poder como propio.
Sarah dejó escapar un suspiro tembloroso. Luego, su expresión cambió. Sus lágrimas se secaron al instante cuando la resolución iluminó su mirada. Ya no había duda. Ya no había temor.
Apretó los pu?os y levantó la cabeza, con una postura erguida, majestuosa.
—Domia... —susurró con una voz cargada de promesa.
El aire a su alrededor vibró. Su energía se condensó como una tempestad a punto de desatarse.
—Juro que acabaré con ella. No solo por mí, sino por mi padre... por todo lo que destruyó. Esto terminará con su caída.
Eldric sonrió, con una chispa de respeto en su mirada.
—Entonces, Sarah... ha llegado la hora de que tomes tu lugar en la historia.
La Vampira Prodigiosa había despertado. Y con ella, el destino de su linaje estaba por cambiar para siempre.