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Capítulo 50: Algo Inesperado

  El viento soplaba suavemente sobre el campo de entrenamiento, moviendo con delicadeza los cabellos de Biel y sus compa?eros. Seis meses habían pasado en aquel lugar sagrado, un tiempo que les había templado el alma y endurecido el espíritu. Ahora, la despedida era inevitable.

  Biel alzó la vista hacia el horizonte, sintiendo en su pecho el peso del tiempo transcurrido. Inspiró profundamente, dejando que la nostalgia se mezclara con la determinación.

  —Hemos pasado seis meses entrenando —dijo, su voz firme pero cargada de emoción—. Es hora de volver y prepararnos para enfrentar a Domia y su ejército.

  Aine, con su usual porte imponente y mirada ardiente, se giró hacia sus hermanos con una leve sonrisa melancólica.

  —Bueno, es hora de despedirnos, hermanos —dijo dirigiéndose a Sylas, Eldric y Varael.

  Eldric se adelantó con pasos seguros, pero en sus ojos brillaba un atisbo de tristeza.

  —Aine, cuida bien de mis estudiantes y, sobre todo, protege a tu portador —dijo, colocando una mano firme sobre su hombro.

  Aine sostuvo su mirada con orgullo, sintiendo el fuego de su vínculo con Biel arder con más intensidad.

  —Es mi deber como Fragmento de la Llama Eterna proteger a mi portador y sus aliados —respondió con solemnidad.

  Eldric sonrió, con una mezcla de admiración y cari?o.

  —Eres impresionante, hermana. Ha pasado apenas un a?o y medio desde que dejaste este lugar, y te has vuelto increíble.

  Aine cerró los ojos un instante, sintiendo en su pecho el eco de sus logros y la calidez del lazo que la unía a Biel.

  —Era de esperarse —respondió con una sonrisa traviesa—. Ahora soy el Fragmento de mi querido Biel.

  A unos pasos de distancia, Varael observó a Xanthe y Easton con una expresión serena y llena de orgullo. Sus alumnos se habían forjado a través del dolor y la disciplina, emergiendo más fuertes de lo que él hubiera imaginado.

  —Cuídense, queridos aprendices —dijo con voz grave pero cálida—. En estos seis meses me han demostrado lo increíble que puede ser un humano. Protejan lo que aman y jamás duden de su fortaleza.

  Xanthe asintió con determinación, sus ojos brillando con la intensidad de una promesa silenciosa.

  —Eso haremos, maestro.

  Easton, con el corazón latiendo apresurado en su pecho, no pudo evitar expresar su gratitud.

  —Gracias, maestro, por todo lo que nos ense?ó en este lapso de seis meses.

  Varael río suavemente, palmeando su hombro con orgullo.

  —Era mi deber como maestro hacer que su potencial saliera a flote.

  Un poco más lejos, Gaudel y Acalia vieron a Sylas apartada del grupo, su figura recortada contra la luz del sol. Gaudel sonrió con melancolía.

  —Parece que no le gustan las despedidas… pero gracias por todo, maestra.

  Acalia observó a Sylas con respeto, sintiendo en su interior una conexión silenciosa.

  —Es impresionante —pensó—. Nos volveremos a ver.

  Desde su posición, Sylas notó sus miradas y sonrió para sí misma. En su mente, una sola certeza resonó con fuerza.

  —Mis discípulos son increíbles.

  Con un último vistazo, desapareció en un parpadeo, dejando tras de sí una sensación de despedida que se deslizaba en el aire como un susurro inacabado. Gaudel y Acalia la observaron partir y, en un acto casi sincronizado, murmuraron:

  —Gracias, maestra.

  Eldric se acercó a Raizel, Sarah y Ryder, sus estudiantes más recientes, pero ya due?os de un poder formidable. Su mirada, cargada de orgullo y responsabilidad, se posó en cada uno de ellos.

  —Mis estudiantes, ahora son capaces de enfrentar cualquier problema. Han despertado sus poderes latentes y se han convertido en seres increíblemente fuertes. Es su momento de proteger a quienes aman y, sobre todo, cuídense a ustedes mismos, pues son especiales.

  Raizel y Sarah sintieron sus ojos humedecerse, pero se mantuvieron firmes, asintiendo con una convicción inquebrantable. Ryder, con su usual aplomo, simplemente dijo:

  —Gracias por haberme entrenado, maestro.

  Aine se adelantó entonces, sus ojos resplandeciendo con la intensidad de la llama que representaba.

  —Es hora de volver.

  Y, como respondiendo a su llamado, la gran puerta de energía se abrió con un rugido etéreo. Biel, Charlotte, Yumi, Sarah, Xanthe, Raizel, Ryder, Easton, Gaudel y Acalia se reunieron al borde del portal, sintiendo en sus cuerpos el cosquilleo de la inminente transición.

  Con un último vistazo a sus maestros, inclinaron la cabeza en se?al de respeto y gratitud.

  —Gracias por todo —murmuraron al unísono antes de cruzar el umbral, dejando atrás el lugar que los había transformado, y adentrándose en un futuro incierto, pero cargado de propósito.

  En la ciudad de Lunarys, el sol matinal ba?aba las calles de luz dorada mientras el bullicio de los aventureros llenaba el aire. En el gremio de aventureros, el jefe Niccolò se encontraba en su oficina, revisando algunos informes cuando la puerta se abrió de golpe.

  —?Se?or Niccolò! —exclamó la recepcionista, respirando agitadamente. —Biel y sus amigos han regresado… pero algo en ellos ha cambiado.

  Niccolò levantó la vista con curiosidad, dejando a un lado sus papeles.

  —?Cambiado? —arqueó una ceja, inclinándose hacia adelante. —Explica.

  La recepcionista asintió, tratando de ordenar sus pensamientos.

  —Sus apariencias son diferentes. Su presencia impone respeto. Sus ropas son más elegantes, sus cabellos han crecido y sus miradas… parecen las de guerreros que han visto el abismo y han vuelto más fuertes.

  Niccolò esbozó una leve sonrisa, cruzándose de brazos.

  —Era de esperarse. Pasaron seis meses entrenando en esa dimensión, aunque aquí apenas han transcurrido diez días. La diferencia de tiempo ha marcado un cambio drástico en ellos.

  El jefe del gremio se levantó de su silla con un ágil movimiento y tomó su capa.

  —Vamos con ellos. No me gusta hacer esperar a viejos amigos.

  La recepcionista asintió y le siguió apresurada.

  Mientras tanto, en las calles de Lunarys, Biel y sus amigos caminaban con paso firme. La gente se giraba para mirarlos, susurrando entre ellos. Algunos aventureros entrecerraban los ojos, tratando de reconocerlos.

  Uno de ellos se adelantó con escepticismo.

  —Oye, ?Quiénes son ustedes?

  Biel sonrió con tranquilidad y levantó una mano en se?al de saludo.

  —?Acaso ya no me recuerdan? Soy Biel.

  El silencio se apoderó del lugar por un instante antes de que un murmullo de sorpresa recorriera la multitud.

  —?Biel! —exclamó un aventurero, abriendo los ojos como platos. —Pero… ?te ves completamente diferente!

  Biel asintió con una sonrisa confiada.

  —Eso es porque entrené durante seis meses en una dimensión donde el tiempo transcurre de manera distinta a este mundo. Aunque para ustedes solo hayan pasado diez días, para nosotros fueron meses de entrenamiento intenso.

  Los aventureros murmuraban entre ellos, asombrados por la explicación. Sin embargo, Biel alzó una mano, deteniendo el murmullo.

  —Hablaremos más tarde. Ahora me dirijo al gremio.

  En ese momento, una voz firme resonó entre la multitud.

  —?Vaya, vaya! Si que cambiaste mucho, Biel.

  Niccolò se abrió paso entre la gente, con una sonrisa astuta en el rostro. Su mirada recorrió a Biel de arriba abajo y asintió con aprobación.

  —Ahora veo en ti algo distinto. Hay una gran determinación y mucha confianza en tu postura.

  Biel sostuvo la mirada de Niccolò con una sonrisa serena.

  —Sí, ahora estoy bien.

  Niccolò soltó una carcajada, cruzándose de brazos.

  —Me alegra escuchar eso. Bueno, acompá?ame. Vamos a un bar cercano. Me muero por escuchar todo lo que han vivido.

  Biel asintió y el grupo siguió a Niccolò a través de las calles empedradas hasta llegar a una taberna acogedora. Al entrar, el aroma a madera vieja y cerveza fresca les envolvió. Tomaron asiento en una mesa apartada y Niccolò apoyó los codos sobre la mesa, expectante.

  —Bien, cuéntame todo.

  Biel respiró hondo antes de comenzar a narrar las experiencias en la dimensión de entrenamiento.

  —Sarah despertó como una auténtica vampira, liberando su verdadero potencial. Ryder evolucionó a Gran Espíritu Elfo, su conexión con la naturaleza es ahora incomparable. Raizel se ha convertido en un arcángel, su poder es celestial. Xanthe perfeccionó su magia de Astreo, mientras que Easton hizo lo mismo con su magia de Glaciar. Acalia y Gaudel también mejoraron enormemente. Gaudel ahora puede usar su ojo mágico con más funciones. Mi hermana Charlotte fortaleció su magia de curación, y Acalia logró dominar su habilidad única de Herencia Primordial.

  Los ojos de Niccolò brillaban con interés mientras Biel continuaba.

  —Yumi ha perfeccionado casi todas las habilidades que le otorgó el dios Aetherion. En cuanto a mí… ahora puedo usar el 50% del poder del Fragmento de la Llama Eterna. Además, controlo perfectamente mi forma de Rey Demonio Semi Perfecto.

  Niccolò exhaló en un gesto de asombro y golpeó la mesa con una risa fuerte.

  —?Es impresionante lo que han logrado en tan solo seis meses!

  Pero su expresión cambió rápidamente a una más seria. Se inclinó ligeramente hacia Biel y bajó la voz.

  —Ahora hablemos de algo sumamente importante. ?Recuerdas que el rey de Lunarys mencionó que pediría ayuda a otro reino? Pues bien, el Reino de Claiflor solicitó tu presencia allá.

  Biel frunció el ce?o.

  —Pero solo nos quedan cinco días antes del ataque de Domia… ?No es demasiado poco tiempo?

  Niccolò asintió, pero una sonrisa astuta se dibujó en su rostro.

  —Es cierto que el tiempo es escaso, pero hay una persona en este reino que puede ayudarnos. Es un mago con la habilidad de teletransportación. Y ya se encuentra aquí.

  Biel sintió un escalofrío recorrer su espalda. Si podían aprovechar ese recurso, tal vez aún podían llegar a tiempo.

  —Entonces, no hay momento que perder. Llevémonos bien con este mago.

  Niccolò asintió con una sonrisa.

  —Eso es lo que quería escuchar.

  El cielo sobre Lunarys comenzaba a te?irse de tonos anaranjados cuando Biel reunió a sus amigos en la plaza central. La brisa agitaba sus capas y cabellos, como si la misma ciudad se preparara para la batalla que se avecinaba.

  —Tengo que ir a otro reino ahora mismo —dijo Biel con seriedad, observando los rostros de sus compa?eros—. Necesito que protejan la ciudad en mi ausencia.

  Xanthe cruzó los brazos y asintió con determinación.

  —No tienes que preocuparte. Nos aseguraremos de que Lunarys se mantenga segura.

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  Ryder sonrió con confianza.

  —Que nos subestimen si quieren. ?Pero no dejaremos que nadie ponga un pie en esta ciudad sin nuestro permiso!

  Yumi, con su mirada serena, intervino.

  —He escuchado que el Reino de Claiflor alberga guerreros con habilidades asombrosas. Si consigues su ayuda, nuestras probabilidades de victoria contra Domia aumentarán.

  Biel les dedicó una última mirada, grabando en su mente la confianza que depositaban en él.

  —Entonces, los dejo a cargo. Nos volveremos a ver pronto.

  Dicho esto, se giró y se encaminó hacia el palacio real. Su capa ondeaba tras él, reflejando su determinación con cada paso firme que daba sobre los adoquines de la ciudad.

  El Palacio de Lunarys se alzaba imponente bajo la luz crepuscular, sus torres doradas brillando como faros de esperanza. Al entrar, Biel fue recibido directamente por el rey Calser, quien lo esperaba en la sala del trono con una expresión grave pero resoluta.

  —Biel, me alegra verte —dijo Calser con voz firme, su mirada reflejando la tensión del momento—. Sé que el tiempo es escaso. Apenas nos quedan cinco días antes de que Domia nos ataque, pero necesito que vayas al Reino de Claiflor. Su rey puede ser la clave para reforzar nuestras fuerzas.

  Biel se acercó un poco más, evaluando las palabras del monarca.

  —Entiendo la urgencia, y aunque el tiempo no está de nuestro lado, si Claiflor acepta ayudarnos, nuestras posibilidades de éxito aumentarán considerablemente.

  Calser asintió con una leve sonrisa, colocando una mano en el hombro de Biel.

  —Sabía que lo comprenderías. No es una misión sencilla, pero confío en que lograrás convencer al rey de Claiflor.

  En ese momento, un viento helado recorrió la sala. De las sombras, una figura encapuchada emergió, envuelta en un aura de energía fluctuante. Su capa flotaba con una ligereza casi espectral, y sus ojos, ocultos tras la capucha, parecían brillar con un fulgor arcano.

  —Vaya, vaya… así que tú eres Biel —dijo la figura con voz profunda, llena de ecos místicos.

  Biel se giró de inmediato, manteniéndose alerta.

  —Sí, y tú debes ser…

  El hombre inclinó ligeramente la cabeza en se?al de saludo.

  —Mi nombre es Kircle, maestro de la teletransportación. Y soy el encargado de llevarte al Reino de Claiflor.

  Biel analizó al misterioso mago por un instante. A pesar de su apariencia enigmática, su aura no mostraba hostilidad, sino un poder inmenso contenido dentro de su cuerpo. Finalmente, extendió su mano en se?al de saludo.

  —Es un placer, Kircle. Si no hay más que discutir, es hora de partir.

  Kircle esbozó una sonrisa enigmática y alzó ambas manos. Símbolos arcanos comenzaron a girar a su alrededor, flotando como constelaciones resplandecientes. La atmósfera cambió de inmediato, sintiéndose más densa, más cargada de energía.

  —No te preocupes, Biel —dijo Kircle—. Este viaje será instantáneo… aunque para ti, podría sentirse como una eternidad.

  Antes de que Biel pudiera preguntar qué significaba eso, una ráfaga de luz lo envolvió por completo. Su cuerpo se sintió como si fuera arrastrado a través de un río de estrellas, una corriente incesante de energía que lo transportaba a través del espacio mismo.

  El tiempo pareció ralentizarse. Imágenes destellaban en su mente fugazmente: cielos oscuros, torres majestuosas, y una silueta sentada en un trono de mármol blanco. Luego, todo se fundió en un torbellino de luz cegadora.

  En un parpadeo, la sensación de vértigo desapareció, y Biel sintió suelo firme bajo sus pies otra vez.

  Había llegado a Claiflor.

  La ciudad de Claiflor se alzaba majestuosa ante los ojos de Biel. Rodeada por una imponente muralla de mármol blanco, sus torres doradas reflejaban la luz del sol, creando un resplandor casi divino. Al abrirse la gigantesca puerta principal, una bocanada de aire fresco, impregnado con el dulce aroma de flores y especias, les dio la bienvenida.

  Las calles eran amplias y elegantes, pavimentadas con piedras pulidas que reflejaban la luz como si la misma ciudad estuviera encantada. Los ciudadanos, ataviados con ropas finas y coloridas, caminaban con alegría y tranquilidad. A diferencia de otras ciudades llenas de caos y ruido, en Claiflor reinaba una armonía casi irreal.

  Biel avanzó un par de pasos con la boca entreabierta.

  —Esto es... increíble. No esperaba que un lugar así existiera en este mundo.

  Kircle, con su habitual expresión enigmática, asintió con un leve gesto.

  —Claiflor es conocida como la ciudad de la luz y la prosperidad. Aquí la belleza y la paz son prioridad. Pero no te dejes enga?ar por las apariencias, Biel. Detrás de esta fachada radiante, hay una fuerza militar y mágica formidable.

  Antes de que Biel pudiera responder, dos guardias ataviados con armaduras ornamentadas se interpusieron en su camino.

  —Identificación —dijo uno de ellos, con voz severa.

  Biel parpadeó y miró a Kircle, quien le hizo un gesto con la cabeza.

  —Muestra tu tarjeta de aventurero —le susurró.

  Biel asintió y, con un movimiento ágil, sacó su tarjeta de aventurero y se la mostró a los guardias. Uno de ellos la inspeccionó detenidamente, asintió y la devolvió con una expresión neutral.

  —Bienvenido a Claiflor, se?or Biel. Puede pasar.

  Biel soltó un suspiro de alivio, pero en ese preciso instante, un altavoz de cristal flotante, ubicado en lo alto de la muralla, se encendió con un parpadeo azul. Una voz amplificada resonó en toda la ciudad:

  —?Atención, pueblo de Claiflor! ?El prometido de la princesa ha llegado!

  Silencio absoluto.

  Biel sintió cómo el color se le drenaba del rostro. Su cerebro tardó unos segundos en procesar lo que acababa de escuchar.

  —?QUéEEEEEEEEE? —exclamó tan fuerte que incluso unos pájaros cercanos salieron volando despavoridos.

  Los ciudadanos, que hasta entonces seguían con su vida cotidiana, se giraron al unísono, con ojos llenos de emoción. Algunas mujeres comenzaron a susurrar con risitas cómplices, mientras un grupo de ancianas miraban a Biel con lágrimas en los ojos como si acabaran de ver a su nieto anunciar su compromiso.

  —?El prometido de la princesa es tan joven y apuesto! —susurró una mujer mayor, apretando las manos contra su pecho.

  —?Mira su porte, su confianza! —gritó otra, casi desmayándose.

  —?Por fin nuestra princesa se casará! —chilló un hombre con tanta fuerza que su bigote vibró.

  Biel, en completo estado de shock, se giró lentamente hacia Kircle con los ojos abiertos como platos.

  —??Qué demonios significa esto?! ??PROMETIDO DE LA PRINCESA?! —sus manos temblaban, se?alando el altavoz como si hubiera visto un fantasma.

  Kircle, incapaz de contenerse, soltó una risita.

  —Bueno, esto se puso interesante más rápido de lo que esperaba.

  Biel apretó los dientes y se llevó las manos a la cabeza.

  —Ese viejo de crepito... ?Ese maldito rey de Lunarys! ??Qué clase de trato hizo sin decirme nada?!

  Justo en ese momento, un grupo de ni?os corrió hasta él y comenzaron a rodearlo, saltando y se?alándolo con entusiasmo.

  —?Eres el futuro rey consorte! —dijo uno.

  —?Ya besaste a la princesa? —preguntó otro con inocente curiosidad.

  —?Dinos, ?cómo la conquistaste! —insistió otro ni?o con ojos brillantes.

  Biel sintió un sudor frío recorrerle la espalda.

  —?Ni siquiera la conozco! —gritó desesperado, pero su voz se perdió entre las carcajadas de la multitud.

  Kircle, disfrutando el espectáculo, le dio unas palmaditas en la espalda.

  —Vaya, Biel. Ya te veo usando una corona. ?Tal vez deberíamos ir eligiendo los colores de tu capa real?

  —?NO ES GRACIOSO! —Biel quería desaparecer en ese instante.

  De repente, un escuadrón de caballeros de armadura dorada apareció, abriendo paso entre la multitud. Su líder, un hombre alto y de aspecto severo, se plantó frente a Biel y le dedicó una reverencia.

  —Se?or Biel, Su Majestad el Rey de Claiflor lo espera en el palacio. La princesa también desea conocer a su prometido.

  Biel sintió cómo su alma abandonaba su cuerpo.

  —?Pero si ni siquiera acepté nada! —intentó protestar, pero los caballeros ya se habían colocado a su alrededor, listos para escoltarlo.

  Kircle, todavía sonriendo, le hizo un gesto de ánimo.

  —Vamos, futuro rey consorte. No querrás hacer esperar a tu princesa.

  Biel apretó los pu?os y murmuró para sí mismo mientras caminaba, resignado a su destino.

  —Cuando vuelva a Lunarys, voy a darle un buen golpe a ese rey...

  Biel llegó al majestuoso palacio de Claiflor, una estructura colosal hecha de mármol blanco con detalles dorados que brillaban bajo la luz del sol. A su alrededor, columnas adornadas con inscripciones antiguas se alzaban como guardianes de una historia centenaria. Pero Biel no tenía ojos para la arquitectura en ese momento.

  Porque en cuanto cruzó las enormes puertas del salón real, un hombre de avanzada edad, vestido con ropajes opulentos y una corona incrustada con piedras preciosas, corrió hacia él a una velocidad que desafiaba toda lógica.

  —?QUERIDO YERNOOOO! —gritó el rey Hans con los brazos abiertos.

  —??QUéEEEE?! —Biel apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de ser envuelto en un abrazo tan fuerte que creyó que sus costillas estaban en peligro de fracturarse.

  El joven quedó paralizado, mirando con absoluta confusión al monarca que lo estrujaba como si fuera un hijo perdido hace décadas.

  —?No entiendo nada! —logró soltar entre jadeos, mientras el rey seguía sacudiéndolo con un entusiasmo desbordante.

  Hans, con una gran sonrisa, finalmente lo soltó y lo miró con orgullo.

  —?Es hora de que conozcas a tu prometida, mi hija! ?Vamos, Keshia, ven a conocer a tu futuro esposo!

  Biel sintió que su alma dejaba su cuerpo por segunda vez en el día. Antes de que pudiera formular una protesta coherente, una puerta lateral se abrió y, con pasos elegantes, apareció la princesa de Claiflor.

  Keshia era, sin lugar a dudas, hermosa. Su largo cabello color café caía en ondas suaves hasta su cintura, sus ojos brillaban como dos esmeraldas bajo la luz del salón y su vestido, de un blanco perlado con bordados dorados, resaltaba su porte noble. Su rostro serio y estoico transmitía la elegancia propia de la realeza.

  Biel suspiro de alivio. "Bueno, al menos parece alguien racional... quizás podré aclarar este malentendido."

  Pero entonces...

  —?QUERIDOOO BIEEEEL! —gritó Keshia con emoción desbordante, su expresión serena transformándose en puro éxtasis mientras corría hacia él a toda velocidad.

  Biel sintió el peligro antes de que su cerebro procesara lo que pasaba.

  —?ESPERA, NOOOO! —intentó esquivar, pero ya era tarde.

  Keshia saltó sobre él como un meteorito y lo atrapó en un abrazo tan potente que Biel vio su vida pasar en diapositivas.

  Mientras Biel trataba de recuperar el aire, algo dentro de él se estremeció.

  —?Q-quién me está llamando "querido Biel"...? —una voz somnolienta resonó dentro del Fragmento de la Llama Eterna. Aine, quien había estado descansando, despertó abruptamente.

  Cuando abrió los ojos y vio a una desconocida aferrada a su Biel, su temperatura interna subió más que un volcán en erupción. Su aura ardiente se encendió de inmediato, llenando la sala con una presión sofocante.

  —??QUé ESTá PASANDO AQUí?! —gritó Aine, emergiendo del Fragmento en una explosión de fuego.

  Biel, que ya estaba al borde del colapso por la falta de oxígeno, sintió el peligro inminente.

  Aine y Keshia se miraron fijamente, y en ese instante, todo el aire del salón se volvió denso. Era como si dos titanes estuvieran a punto de chocar.

  —?Biel es mi querido Biel! —rugió Aine, con fuego danzando alrededor de su cuerpo.

  —?él es MI prometido, querido Biel! —gritó Keshia, sin retroceder ni un centímetro.

  Las chispas entre ambas eran literales. Biel tragó saliva, sintiendo que si no hacía algo pronto, la ciudad de Claiflor iba a quedar reducida a cenizas.

  El rey Hans, lejos de calmar la situación, dio un pu?etazo al aire y gritó:

  —?Eso es, hijita! ?PELEA POR LO QUE ES TUYO!

  Biel se llevó las manos a la cabeza.

  —?NO SOY UN OBJETO, MALDITA SEA!

  Cuando las cosas estaban a punto de descontrolarse aún más, una presencia imponente entró en la sala. El sonido de pasos elegantes resonó con autoridad, y una mujer de cabello dorado y mirada afilada se detuvo en el umbral de la puerta. Vestía un vestido de terciopelo azul con bordados plateados, irradiando un aura de absoluta realeza.

  Era la reina de Claiflor, Amelia.

  Con un suspiro y una mirada fulminante dirigida al rey Hans, habló con voz firme:

  —Esa no es la manera de recibir al prometido de nuestra hija, Hans.

  El rey Hans se puso pálido como la nieve y se enderezó de inmediato, soltando una risa nerviosa.

  —Ejem... claro, claro, querida esposa.

  Amelia entornó los ojos, cruzándose de brazos.

  —Dime, Hans, ?explicaste en algún momento a Biel este "peque?o acuerdo"?

  El silencio en la sala fue sepulcral.

  Hans comenzó a sudar, moviendo los ojos de un lado a otro como si buscara una salida de emergencia.

  —Bueno... verás... ejem...

  —Hans...

  —?QUE PREPAREN UN BANQUETE PARA EL PROMETIDO DE NUESTRA HIJA! —gritó el rey de repente, batiendo las manos con desesperación.

  Biel se llevó una mano a la cara, sintiendo cómo la paciencia abandonaba su cuerpo.

  —Voy a perder la cabeza... —murmuró.

  Aine y Keshia, por su parte, seguían mirándose como si cada una estuviera dispuesta a pelear hasta la muerte por el título de "la que más ama a Biel".

  Kircle, quien había estado observando todo en silencio, se inclinó hacia Biel y susurró con una sonrisa divertida.

  —Bueno... al menos no puedes decir que tu vida es aburrida.

  Biel lo miró con furia asesina.

  —?Cállate, Kircle!

  Y así, en medio del caos y con la sombra de una "guerra santa" entre Aine y Keshia, Biel se preguntaba cómo demonios había terminado en ese desastre.

  El banquete estaba servido. La larga mesa de roble macizo brillaba bajo la luz de los candelabros dorados, y sobre ella se extendía un festín digno de la realeza: carnes jugosas, frutas exóticas, pan recién horneado y vinos a?ejos en copas de cristal. Todo estaba perfectamente dispuesto para una noche de celebración.

  Pero Biel no podía disfrutarlo.

  Porque en ese momento, tenía los brazos secuestrados.

  A su derecha, Aine sujetaba su brazo con firmeza, su expresión seria, pero con un leve tic en la ceja, mostrando su irritación reprimida. A su izquierda, Keshia se aferraba a él con una sonrisa resplandeciente, casi victoriosa, mientras sus ojos brillaban de emoción. Era como si estuvieran en una guerra silenciosa por ver quién podía sostenerlo mejor.

  Biel, atrapado en el medio de esta disputa, intentó tragar saliva sin ahogarse con la incomodidad.

  “Si me muevo demasiado, una de ellas podría soltar una explosión mágica… o algo peor.”

  El rey Hans, sentado al otro extremo de la mesa, levantó su copa con entusiasmo.

  —?Joven Biel! Ahora que estamos todos reunidos, ha llegado el momento de explicarte por qué eres el prometido de mi hija.

  Biel sintió un escalofrío recorrer su espalda. "No quiero escuchar esto, no quiero escuchar esto…"

  Hans sonrió ampliamente antes de continuar.

  —Verás, el rey de Lunarys me pidió ayuda para combatir a Domia. Yo, siendo un hombre justo y con un profundo sentido de la diplomacia, le di una única condición...

  Biel tenía un mal presentimiento.

  —?Quería conocer al héroe que llegó a este mundo!

  Los cubiertos de Biel temblaron sobre la mesa.

  —Según nuestra red de información, se decía que este héroe estaba en Lunarys. ?Y qué héroe tan admirable! Salvó un pueblo nada más al llegar, hizo que el mismísimo Rey Demonio de la Destrucción Eterna lo eligiera como portador, luchó a muerte con Lip, el Rey Vampiro, y aunque murió, volvió a la vida gracias al favor de la Reina de los Espíritus.

  Biel se estremeció. "Puesto así... suena épico, pero yo fui el que casi muere en todas esas situaciones."

  Hans continuó con entusiasmo.

  —?Además, posee el poder de un Rey Demonio y del Fragmento de la Llama Eterna! Así que, naturalmente, mi condición fue esa: el rey de Lunarys debía presentarme al héroe en cuestión.

  Biel sintió como si un rayo le golpeara la cabeza. "?ESPERA UN MOMENTO!"

  Hans bebió un sorbo de vino y exhaló con satisfacción antes de soltar la bomba definitiva.

  —Y el rey de Lunarys, sin pensarlo dos veces, aceptó el trato.

  Biel sintió que su alma abandonaba su cuerpo.

  "Ese viejo decrépito… no me dijo NADA de esto… ??Y ENCIMA ME VENDIó COMO SI FUERA UN OBJETO RARO!!"

  Hans golpeó la mesa con una sonrisa triunfante.

  —Así que ahora que sabes todo esto, es oficial: ?eres el prometido de mi hija y futuro rey consorte de Claiflor!

  Biel sintió que el mundo daba vueltas.

  —?Espera un momento! —gritó alzando las manos, intentando soltarse (sin éxito) de Aine y Keshia—. Yo no puedo casarme, así como así. ?Mis amigos, mi hermana… Yumi y las demás! ?No sé qué dirán!

  El rey Hans entrecerró los ojos y con un tono serio preguntó:

  —Biel… acaso… ?ya estás casado?

  La sala quedó en completo silencio.

  Biel sintió la mirada de todos sobre él.

  —No… no estoy casado… —respondió con un sudor frío recorriéndole la frente.

  Hans sonrió de inmediato y extendió los brazos con dramatismo.

  —?Entonces, ?cuál es el problema!

  Biel abrió la boca, pero no encontró una respuesta inmediata.

  "?ESPéRATE! ?No puede ser tan simple como eso!"

  Aine y Keshia intercambiaron miradas, sus auras chocando en un duelo silencioso. Keshia se aferró aún más al brazo de Biel y sonrió.

  —?Ves, querido Biel? No hay problema. ?Ya eres mío! ~

  Aine apretó los dientes, sus ojos ardiendo con llamas furiosas.

  —?Biel es MíO, no tuyo!

  Los cubiertos en la mesa comenzaron a vibrar con la energía desatada de ambas. Biel sintió que la explosión era inminente.

  Hans, sin preocuparse por la inminente catástrofe, alzó su copa nuevamente.

  —?Vaya! Me encanta ver la pasión de la juventud. Pelea por lo que es tuyo, hijita.

  Biel lo miró con incredulidad.

  —?Deje de alentar esto! —exclamó desesperado.

  Justo cuando la situación estaba a punto de convertirse en un desastre con fuegos artificiales y explosiones mágicas, la reina Amelia, quien había estado observando en silencio, dejó escapar un profundo suspiro y habló con voz firme.

  —Hans, querido… ?puedo saber por qué estás tratando a nuestro invitado como un trofeo en una subasta?

  El rey Hans tragó saliva y sonrió con nerviosismo.

  —Ejem… bueno… yo…

  —?Hans…?

  El sudor comenzó a gotear de la frente del rey.

  —P-preparen otro banquete, esta vez con más postres, para… um… celebrar la llegada de nuestro futuro rey consorte.

  Biel golpeó la mesa con la cabeza.

  —?VOY A VOLVERME LOCO!

  Mientras tanto, Kircle, quien había estado disfrutando de la comida en silencio, se inclinó hacia Biel con una sonrisa burlona.

  —Vamos, futuro rey consorte. Tal vez deberíamos empezar a planear tu boda.

  Biel lo fulminó con la mirada.

  —?TE JURO QUE VOY A MATARTE, KIRCLE!

  Y así, entre banquetes, disputas amorosas y un Biel al borde de la locura, la noche apenas comenzaba en Claiflor.

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