El viento soplaba con suavidad sobre la pradera iluminada por la luna. Biel, agotado tras superar su prueba, descansaba en un profundo letargo, sintiendo por primera vez en mucho tiempo la tranquilidad de la victoria. Pero mientras él dormía, en otro dominio, la historia tomaba un rumbo diferente.
En el dominio de Varael, una ciudad resplandeciente se extendía como un tapiz de luces doradas y estructuras de una belleza etérea. Las calles parecían estar esculpidas en jade y obsidiana, y las torres se alzaban como colosos que desafiaban el firmamento. La atmósfera vibraba con una energía antigua, un poder latente que aguardaba a ser reclamado.
Varael, con su porte imponente y su presencia majestuosa, guio a los hermanos Xanthe y Easton a la entrada de la ciudad. Su voz, firme como el eco de una tormenta en la lejanía, resonó en el aire nocturno.
—Aquí, en esta ciudad de guerreros, ustedes se fortalecerán —anunció Varael, su mirada fulgurante reflejando la intensidad del fuego divino.
Xanthe, con el corazón ardiendo de determinación, apretó los pu?os. Su mirada se elevó hacia la inmensidad de la ciudad, sintiendo la grandeza del destino que la llamaba.
—Haré lo que sea necesario —declaró, su voz rebosante de pasión—. Debemos ser más fuertes. No solo por nosotros, sino por Biel. Por la ciudad de Lunarys.
Easton asintió, su rostro reflejaba un temple de acero, una convicción inquebrantable.
—No permitiré que Lunarys caiga en las manos de Domia —afirmó con voz firme. —Si hemos sido traídos aquí, entonces demostraremos que somos dignos de este poder.
Varael esbozó una leve sonrisa, un destello de orgullo en sus ojos.
—Entonces es hora de comenzar su entrenamiento.
Antes de que los hermanos pudieran responder, un destello de luz envolvió sus cuerpos. En un parpadeo, la ciudad desapareció de su vista y, cuando la luz se disipó, se encontraron en un vasto desierto blanco, donde el horizonte se extendía sin fin y el cielo adoptaba tonos de un crepúsculo eterno.
El silencio era absoluto. No había nadie más. Solo ellos, el viento silbando con un canto etéreo y la presencia de Varael, cuya figura flotaba con una serenidad imponente.
—Este lugar está apartado de la realidad —explicó Varael, extendiendo los brazos—. Aquí no hay distracciones. No hay escapatoria. Solo ustedes y su verdadero poder.
Xanthe sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal.
—Nuestro... verdadero poder —susurró, sintiendo un cosquilleo en sus venas, como si la esencia misma de su ser estuviera despertando.
Varael asintió.
—El primer entrenamiento consistirá en descubrir sus habilidades únicas. ?Muestren de qué están hechos!
El aire se volvió denso, cargado de energía. La arena bajo sus pies comenzó a vibrar, respondiendo a la tensión de lo que estaba por desatarse. Xanthe y Easton se miraron. En sus ojos danzaba la misma convicción: no había vuelta atrás.
—Estoy lista —declaró Xanthe, con un destello de fuego reflejándose en sus pupilas.
—Vamos a descubrir lo que realmente podemos hacer —agregó Easton, sintiendo su propia energía resonar con el mundo a su alrededor.
La batalla por su propio destino había comenzado.
Varael cruzó los brazos sobre su pecho y fijó su mirada en los hermanos. La luz de la aurora boreal que danzaba en el horizonte reflejaba su figura imponente, como un coloso tallado por los mismísimos dioses.
—Ahora, muéstrenme sus habilidades únicas —ordenó con un tono sereno pero cargado de expectativa.
Xanthe y Easton intercambiaron una mirada de duda. La brisa helada que recorría el desierto blanco agitó sus ropajes, como si la misma naturaleza contuviera la respiración en espera de su respuesta.
—Lo siento, pero… no sé cuál es mi habilidad única —admitió Xanthe con un atisbo de frustración en su voz. —Siempre he usado magia, he lanzado hechizos en combate, pero nunca me he detenido a pensar en qué me hace diferente.
Easton asintió, apretando los pu?os.
—Igual que yo. Puedo usar magia de hielo con facilidad, pero no tengo idea de cuál es mi verdadera esencia.
Varael sonrió con comprensión. Sus ojos dorados brillaban con una chispa de paciencia infinita.
—Ya veo. Ustedes han empu?ado la magia sin conocer su verdadera identidad. Pero no se preocupen, hoy lo averiguaremos. Ahora, lancen su mejor hechizo hacia mí. No se contengan.
Xanthe parpadeó, insegura.
—?Seguros? No queremos hacerle da?o.
—?Y si sale lastimado? —a?adió Easton, con un dejo de preocupación en su voz.
Varael soltó una carcajada grave, como el retumbar de una tormenta en la lejanía. Su sonrisa irradiaba una confianza inquebrantable.
—No se preocupen por mí. Un maestro debe conocer la fuerza de sus alumnos para guiarlos adecuadamente. Debo soportar su poder, así que denme todo lo que tienen.
Las palabras de Varael encendieron algo dentro de los hermanos. Xanthe cerró los ojos por un instante, dejando que la energía se encendiera en su interior. Su pecho se elevó con un profundo suspiro, y cuando abrió los ojos nuevamente, un resplandor estelar los cubría como si un fragmento del cosmos habitara en su alma.
—Entonces, que así sea —murmuró, alzando las manos al cielo.
Desde el firmamento, las estrellas respondieron a su llamado. El cielo tembló y de su vastedad comenzaron a caer meteoritos incandescentes, cada uno marcado por una estela de luz dorada. El aire silbó con el peso de los fragmentos celestiales descendiendo con precisión letal. Su hechizo: "Juicio Estelar", una danza de destrucción y belleza a la vez.
Por su parte, Easton inspiró hondo y extendió ambas manos. La temperatura cayó de inmediato. Un vaho gélido se desprendió de su aliento y la tierra bajo sus pies crujía al congelarse instantáneamente. Con un movimiento decidido, canalizó su magia y el tiempo mismo pareció rendirse ante su voluntad.
—Hibernación Eterna —susurró, y una ola de energía azulada se expandió desde su cuerpo.
El suelo a su alrededor se cristalizó en una capa de hielo traslúcido y, en un abrir y cerrar de ojos, la realidad misma se ralentizó en un radio a su alrededor. La arena suspendida en el aire quedó atrapada como si flotara en el vacío. El viento, que un instante antes rugía, se volvió un susurro distante. En ese peque?o espacio, el tiempo había sido congelado.
Ambos hechizos convergieron en un solo instante, impactando de lleno en Varael. El suelo retumbó y una explosión de energía sacudió el paisaje, enviando ondas de choque en todas direcciones. El resplandor cegador devoró el entorno por un instante interminable.
Cuando la luz se disipó, Varael permanecía en pie, intacto. Su capa ondeaba con el viento y una sonrisa de satisfacción se dibujaba en su rostro.
—Interesante... —susurró, mientras el humo se dispersaba a su alrededor. —Ahora veo lo que realmente son.
Xanthe y Easton jadeaban, sus cuerpos tambaleándose levemente por el esfuerzo. Aún asimilaban lo que acababan de desatar.
—Increíble... —murmuró Xanthe, con las manos aun vibrando por la energía liberada.
—Nunca había sentido algo así... —agregó Easton, impresionado por su propio poder.
Varael avanzó hacia ellos con calma, su mirada firme como el acero.
—Ahora que han visto un destello de su verdadero potencial, es momento de pulirlo. Lo que hicieron hoy es apenas el comienzo. Pronto comprenderán el verdadero significado de su fuerza.
El viento sopló con renovada intensidad, como si el mundo mismo celebrara el despertar de dos nuevas fuerzas que, algún día, dejarían su huella en la historia.
El eco del combate se disipaba poco a poco, y el aire cargado de energía mágica comenzaba a calmarse. Varael, con una expresión serena pero firme, caminó lentamente hacia los hermanos, su manto ondeando con la brisa helada que aún emanaba de Easton. Observó con detenimiento a cada uno, como si analizara los rastros de poder que quedaban en el ambiente.
—Su lazo de hermanos será la clave para mejorar—declaró con voz grave pero segura—. Su hermandad es inmensa, y esa conexión potenciará sus habilidades más de lo que imaginan.
Xanthe, con los ojos aún resplandecientes por el fulgor de su magia, asintió con una sonrisa de determinación.
—Es verdad, siempre hemos luchado juntos… Pero si hablamos de hermandad inquebrantable, hay dos personas que nos superan.
This story is posted elsewhere by the author. Help them out by reading the authentic version.
Easton comprendió de inmediato a quién se refería.
—Biel y Charlotte… —murmuró, cruzándose de brazos. —Su vínculo es algo que trasciende el tiempo y el espacio.
Varael inclinó levemente la cabeza, sus ojos brillaban con un matiz enigmático.
—Aun así, ustedes tienen su propio sendero. Y en los próximos seis meses, demostrarán hasta dónde puede llegar su fuerza.
Los hermanos se miraron, y en su interior encendió una resolución ardiente.
—Entonces lo daremos todo. Vamos a mejorar tanto que ni nosotros mismos nos reconoceremos al final del entrenamiento.
Varael esbozó una sonrisa apenas perceptible.
—Ahora que he visto sus ataques, puedo decirles cuáles son sus habilidades únicas. Xanthe, tu poder se llama "Astreo". Easton, el tuyo es "Glaciar".
Un silencio cargado de asombro se instaló entre los hermanos.
—?Astreo? —repitió Xanthe, con los ojos entrecerrados.
—?Glaciar? —susurró Easton, intentando asimilar la revelación.
Varael extendió las manos, y una energía dorada comenzó a rodear a cada uno de los hermanos.
—Sus habilidades son únicas en este mundo. Xanthe, "Astreo" te otorga una conexión con el cosmos mismo. Tu magia no es simplemente energía; es el aliento de las estrellas, la fuerza de las constelaciones que se mueven en armonía. Eres una conductora del firmamento.
Xanthe sintió un escalofrío recorrer su espalda. Miró sus propias manos, sintiendo el eco de algo mucho más grande que ella misma.
—?El cosmos responde a mí?
Varael asintió con solemnidad. Luego, giró hacia Easton.
—Y tú, Easton, "Glaciar" representa el dominio absoluto sobre el hielo. No solo lo conjuras; lo controlas a un nivel tan alto que puedes alterar el flujo del tiempo en peque?as zonas. Tu magia es la escarcha del infinito, la calma antes de la tormenta.
Easton cerró los ojos por un momento y, al abrirlos, un destello azul gélido brilló en sus pupilas. Exhaló, y el suelo bajo sus pies se cubrió de una fina capa de hielo, pero no era una simple congelación: el hielo estaba vivo, pulsaba con energía propia, un reflejo de su esencia.
—?Esto es impresionante!
Xanthe miró hacia el cielo y alzó la mano. A su alrededor, peque?os destellos de luz estelar danzaban, flotando en el aire como luciérnagas atrapadas en un sue?o celestial.
—Esto significa que mi poder es… el de las estrellas.
Varael dio un paso atrás y los observó con una mirada de orgullo oculto.
—Ahora que conocen la verdad sobre su esencia, su entrenamiento será dise?ado en base a estas habilidades. Ya no será una simple práctica mágica, sino un refinamiento de su verdadera naturaleza.
Los hermanos intercambiaron una mirada. Sus corazones latían con fuerza, no solo por la emoción, sino por la responsabilidad que ahora sentían. Si querían proteger a Biel y a Lunarys, tendrían que dominar estos dones a la perfección.
Easton golpeó el pu?o contra su palma, con una sonrisa desafiante.
—Entonces, comencemos cuanto antes. No pienso perder ni un segundo.
Xanthe sonrió de la misma manera, sintiendo la fuerza de su conexión con el cosmos vibrar en su interior.
—Está bien, maestro Varael. Ensé?enos lo que significa realmente poseer Astreo y Glaciar.
Varael inclinó la cabeza en aprobación.
—Prepárense, porque estos próximos seis meses serán la forja que convertirá su potencial en algo verdaderamente legendario.
El cielo pareció responder a sus palabras. Estrellas titilaron con intensidad, y el viento gélido danzó en espirales de escarcha. La hermandad de Xanthe y Easton estaba a punto de alcanzar nuevas alturas.
El aire vibraba con una tensión electrizante, como si el mismo destino estuviera observando desde lo alto, aguardando el inicio de una nueva leyenda. Varael se mantuvo firme, su presencia irradiando un aura de sabiduría y poder. Sus ojos, dos brasas ardientes en la penumbra del crepúsculo, recorrieron a los hermanos con una mirada que pesaba como el juicio de los dioses.
—Sus habilidades únicas serán las determinantes en la batalla que se aproxima —declaró, su voz resonando como un trueno en la vastedad del desierto blanco—. Mejoren lo suficiente para que cuando llegue ese momento, no caigan… y puedan proteger a los demás.
Las palabras se esparcieron en el aire como un eco que quedó grabado en sus almas. Xanthe sintió un estremecimiento recorrer su cuerpo. No era solo una instrucción, era un destino marcado en piedra.
—No hay otra opción —susurró, apretando los pu?os. —Estamos listos para darlo todo.
Easton se colocó a su lado, su respiración emitiendo nubes de vapor en el aire gélido que lo rodeaba. Sus ojos, normalmente tranquilos como un lago congelado, ahora reflejaban la tormenta que ardía en su interior.
—Sin dudarlo ni un instante —afirmó con una convicción inquebrantable. —No dejaremos que el miedo nos frene.
Varael sonrió, un gesto sutil, apenas perceptible, pero cargado de orgullo. Dio un paso adelante, alzando una mano al cielo. En ese instante, el firmamento respondió. El aire tembló con una fuerza ancestral, y un vendaval de energía surcó el horizonte, retorciendo la realidad como un telar de cosmos en constante movimiento.
—Perfecto —dijo con solemnidad. —Entonces, que comience "La Verdadera Historia de los Hermanos Xanthe y Easton".
El suelo bajo sus pies se fragmentó, como si la tierra misma reconociera la magnitud de ese momento. Un círculo de runas antiguas resplandeció alrededor de los hermanos, absorbiendo la esencia del firmamento y el hielo en una sinfonía de luces cegadoras.
Xanthe sintió que su cuerpo se volvía liviano, como si su alma flotara en el vasto lienzo del universo. Las estrellas cantaban en un lenguaje silencioso, susurros de constelaciones ancestrales que resonaban en su ser. Levantó las manos, sintiendo la inmensidad de "Astreo" pulsar dentro de ella como un sol naciente.
—?El cosmos está conmigo!
Easton, por su parte, sintió un frío abrumador recorrer sus venas, pero no era un frío que debilitaba, sino uno que lo fortalecía. Su aliento se volvió escarcha, sus venas latieron con la esencia misma del invierno eterno. "Glaciar" no era solo su magia; era una extensión de su voluntad.
—?Que mi hielo detenga el tiempo mismo!
Las energías de ambos chocaron con una intensidad indescriptible, creando una tormenta de magia pura que iluminó el cielo. Varael los observó sin moverse, con la certeza de que estaba presenciando el nacimiento de dos guerreros cuyo destino había sido escrito en las mismas estrellas.
El entrenamiento había comenzado. Y con él, el primer capítulo de su verdadera historia.
El viento gélido rugió como un depredador invisible, recorriendo la inmensidad del desierto blanco. Las huellas de Xanthe y Easton desaparecían casi al instante, engullidas por la arena danzante que se arremolinaba a su alrededor. Frente a ellos, Varael se mantenía firme, observándolos con la paciencia de un monarca divino.
—El entrenamiento real comienza ahora —declaró, su voz resonando como un eco en el vacío—. Han despertado el poder de Astreo y Glaciar, pero no basta con poseerlo. Deben dominarlo. Deben fusionarse con él, hacer que sea tan natural como respirar.
Xanthe apretó los pu?os. Sentía la energía de las estrellas vibrar en su interior, pero también la inestabilidad de un fuego incontrolable.
—Estoy lista —dijo con determinación, aunque su corazón latía con una mezcla de emoción y temor.
Easton se frotó las manos, dejando que una brisa helada escapara de su piel. Sus ojos brillaban como un lago congelado reflejando la luna.
—Que empiece ya. No perderemos el tiempo.
Varael chasqueó los dedos y el mundo respondió.
De repente, la tierra tembló y grietas luminosas se abrieron bajo sus pies. El cielo se partía en fragmentos de galaxias en movimiento, y de las sombras emergieron siluetas etéreas: guerreros sin rostro, forjados de la misma energía que sus propias habilidades.
—Estos son tus rivales —anunció Varael—. No dudarán. No temerán. No se cansarán. Son la encarnación de sus propias dudas, de sus propios límites. Si pueden vencerlos, podrán superarse a sí mismos.
Sin previo aviso, las sombras atacaron.
Xanthe reaccionó al instante, extendiendo su brazo. Un círculo de luz estelar se formó a su alrededor, arremolinándose como una galaxia en miniatura. Un enjambre de estrellas fugaces emergió de su palma, disparándose como lanzas ardientes. Impactaron contra las sombras, pero estas se desvanecieron y volvieron a formarse, adaptándose a su ataque.
—?Son demasiado rápidos! —gritó Xanthe, retrocediendo un paso.
Easton, a su lado, golpeó el suelo con ambas manos. La temperatura cayó en picada y un domo de hielo emergió en su alrededor, como un escudo cristalino. Pero las sombras lo atravesaron como si no existiera, moviéndose entre los copos de escarcha como espectros inalcanzables.
—No funcionan los ataques directos —gru?ó Easton, chasqueando la lengua.
Varael observó desde la distancia, su expresión imperturbable.
—No se trata solo de poder —dijo con calma. —Se trata de entenderlo. Usarlo con inteligencia. El cosmos y el hielo son fuerzas opuestas, pero también complementarias. Encuentren el equilibrio.
Los hermanos se miraron. La misma idea cruzó sus mentes al mismo tiempo.
Xanthe respiró hondo y, en lugar de atacar, dejó que la energía fluyera dentro de ella. No la empujó, no la forzó. Solo la sintió. Como respuesta, las sombras se detuvieron, confusas. En ese instante, Easton alzó sus manos y su hielo se expandió, atrapándolas en un instante suspendido en el tiempo.
—Ahora —dijo Xanthe, y en un parpadeo, su luz envolvió la escena.
Las sombras fueron consumidas por el resplandor y, en un destello final, desaparecieron.
El silencio llenó el espacio. El aire estaba cargado de energía pura, vibrante, latente.
Varael esbozó una leve sonrisa.
—Bien hecho. Pero esto es solo el comienzo.
Los hermanos cayeron de rodillas, jadeando. El sudor se mezclaba con la escarcha en la piel de Easton y con el polvo de estrellas que aún danzaba alrededor de Xanthe. Habían ganado... pero no sin esfuerzo.
Xanthe miró sus manos. Aún temblaban.
—Entonces... así es como se siente usar Astreo de verdad.
Easton golpeó el suelo con el pu?o, una sonrisa cansada en su rostro.
—Y así se siente controlar Glaciar sin que me controle a mí.
Varael se giró, caminando hacia la oscuridad que se extendía más allá del horizonte.
—Descansen por ahora. Ma?ana... forjaremos algo mucho más grande.
El viento sopló con renovada intensidad, como si el mundo mismo celebrara el despertar de dos guerreros destinados a cambiarlo todo.
El cielo del dominio de Sylas se oscurecía con cada choque de espadas, como si la misma realidad temblara ante la magnitud del enfrentamiento. Acalia, con su filo resplandeciente en la mano, se deslizaba entre la bruma de energía oscura que emanaba el Fragmento Inferior. Sus ojos ardían con una determinación incandescente, reflejando el caos y la furia que se desataban a su alrededor.
—?No eres más que una sombra del verdadero poder! —exclamó Acalia, girando sobre sí misma y lanzando una estocada precisa.
El Fragmento Inferior rugió, una criatura deforme con garras etéreas que parecían desgarrar el espacio a su paso. Su cuerpo se envolvía en un aura de corrupción palpitante, como si cada segundo su esencia intentara devorar el mundo mismo. Acalia sintió la presión aumentar cuando el Fragmento liberó una ola de oscuridad que fracturó el suelo bajo sus pies.
—Eres fuerte… pero yo soy más —susurró, antes de desaparecer en un destello.
En un parpadeo, surcó el aire con una velocidad imposible y atravesó la barrera de sombras con su espada. Un destello dorado envolvió su figura mientras su golpe cortaba a través de la entidad oscura. Un alarido resonó en el dominio, y el Fragmento Inferior se retorció antes de desvanecerse en un torbellino de cenizas.
El suelo, marcado por cráteres y grietas ardientes, quedó en silencio. Acalia respiró hondo, sintiendo su corazón latir con furia. Había ganado, pero sabía que este era solo el comienzo.
Mientras tanto, en otra parte del dominio, Gaudel observaba el campo de entrenamiento de Sylas. Una llanura vastía y solitaria, donde el viento soplaba con un susurro que contenía siglos de historia. Frente a él, Sylas se erguía con la majestuosidad de un guerrero inmortal, su armadura destellando bajo la tenue luz.
—Tienes potencial, Gaudel, pero el poder sin control es una maldición —dijo Sylas, con un tono tan afilado como su propia hoja.
Gaudel cruzó los brazos, sintiendo el peso de la expectativa sobre sus hombros.
—No quiero solo poder. Quiero saber qué significa luchar por algo más grande que yo mismo.
Sylas esbozó una leve sonrisa.
—Entonces estás en el lugar correcto.
Con un movimiento apenas perceptible, Sylas desenvainó su espada. La hoja vibró en el aire, como si cantara una melodía de guerra. En ese instante, el cielo retumbó y el suelo bajo Gaudel se partía en fracturas incandescentes.
—Prepárate, porque este entrenamiento no es solo para fortalecerte. Es para renacer como un verdadero guerrero.
El viento ululó a su alrededor, como si el mismo dominio de Sylas estuviera preparando el escenario para la batalla. Gaudel cerró los ojos por un breve momento, sintiendo la energía arremolinarse a su alrededor. Luego los abrió, y en ellos ardía la chispa de alguien que estaba listo para desafiar su destino.
El entrenamiento estaba por comenzar, y con él, una nueva era de guerreros forjados en la batalla.