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Capitulo 3: Reverberación

  Ashura empujó la pesada puerta del castillo, que chirrió con un sonido quejumbroso. La bolsa de basura en su mano se balanceaba con cada paso, un recordatorio absurdo de su reciente humillación.

  El aire frío de la ma?ana la recibió con ese olor familiar a ceniza y metal quemado, un aroma que, para ella, resultaba extra?amente reconfortante. A su alrededor, el paisaje yacía en ruinas: edificios derrumbados, calles cubiertas de escombros, un cielo gris que parecía haber olvidado el color azul. El silencio inquietante solo se rompía con el crujido de sus botas sobre la grava.

  Caminó unos pasos, con la vista fija en el horizonte, pero su mente estaba en otro lado.

  "No pude atacarla... ?por qué?"

  Apretó los pu?os, sintiendo cómo las u?as se le clavaban en las palmas. No se sentía así desde lo de Veren. El recuerdo le provocó un nudo en la garganta.

  No quería ser gentil.

  Ni mucho menos con Saphiro.

  Y sin embargo, algo en esa demonio la había hecho dudar. Algo en su mirada, en su actitud, en su voz... No lo entendía, y eso solo la enfurecía más.

  Con un gesto brusco, alzó la bolsa de basura por encima de su cabeza. Su mano comenzó a brillar con un resplandor anaranjado, semejante al de una llama viva. En cuestión de segundos, la bolsa se desintegró en una lluvia de cenizas que el viento se llevó.

  Ashura sacudió las manos con satisfacción.

  —Ya extra?aba esto... —murmuró, observando cómo las últimas partículas se perdían en el aire.

  Entonces, frunció el ce?o.

  "Espera... ?de dónde demonios sacan una bolsa de basura? No he visto salir ni entrar nada del castillo"

  Miró a su alrededor, como si el paisaje desolado pudiera responderle. Pero no había nada, solo ruinas y silencio. Tras un suspiro, decidió seguir caminando. No valía la pena perder el tiempo con preguntas estúpidas.

  ---

  No muy lejos de allí, Kuro y Akane estaban sumidos en su propio mundo de travesuras.

  Los dos peque?os demonios, con sus cuerpos maleables y su gran ojos dominando sus rostros, parecían ni?os perdidos en un juego macabro. En sus manos sostenían dos esqueletos humanos, cubiertos de tierra como si hubieran sido desenterrados. Ahora los usaban como marionetas grotescas.

  —?Oh, queridos invitados! —exclamó Kuro, moviendo el esqueleto con una elegancia exagerada—. ?Bienvenidos al castillo de la se?orita perfecta! ?Donde todo es aburrido y todos hacen lo que yo digo!

  Akane rió, una risita aguda que resonó en el aire quieto. Con su esqueleto en mano, lo hizo aplaudir torpemente.

  —?Bravo! ?Qué actuación! Imitas muy bien a Saphiro.

  Ashura, que se había acercado sigilosamente, observaba la escena con una sonrisa divertida. Se detuvo justo detrás de Kuro, esperando el momento perfecto.

  Entonces, con un movimiento rápido, lo agarró por los hombros.

  —?Te atrapé! —dijo, fingiendo una voz grave, aunque la diversión se notaba en su tono.

  El cuerpo maleable de Kuro se tensó del miedo tamblando como gelatina.

  —?Por favor, no me mates! ?No volveré a hacerlo, lo juro! —chilló, su voz temblorosa y aguda, convencido de que Saphiro lo había sorprendido.

  Ashura y Akane estallaron en carcajadas, el sonido de sus risas llenando el aire. Kuro se giró de golpe, con su gran ojo brillando y una lágrima rodando por su rostro.

  —?No es gracioso! —protestó, con un tono quejumbroso—. ?Ustedes son malas!

  Akane se llevó las manos al rostro, fingiendo sorpresa.

  —?Qué cruel, Ashura! ?Cómo te atreves a asustar a nuestro pobre e indefenso Kuro?

  Ashura se secó una lágrima imaginaria de risa y le dio una palmada en la cabeza.

  —Relájate, peque?o demonio. Solo era una broma.

  Kuro la miró con resentimiento, pero su gran ojo se entrecerró apenas, como si estuviera a punto de sonreír sin poder hacerlo. No podía evitar sentirse feliz.

  Después de todo, verla de nuevo así... se sentía como si todo volviera a la normalidad.

  Mientras Kuro se frotaba el ojo, tratando de limpiar las lágrimas que aún brillaban de manera infantil, Akane se acercó a Ashura con curiosidad. Su voz, suave pero inquisitiva, rompió el silencio.

  —Te ves más relajada, Ashura. No te veía así desde hace tiempo —dijo, inclinando la cabeza hacia un lado—. ?Qué te contó Saphiro? ?Ya sabes dónde está Hesh?

  Las palabras de Akane hicieron que los ojos de Ashura se abrieran un poco, como si hubieran tocado una herida que prefería ignorar. Su mandíbula se tensó y bajó la mirada, reprimiendo una respuesta inmediata. Sus dedos se crisparon apenas, pero en lugar de estallar, solo exhaló lentamente.

  Akane, notando el cambio en su expresión, se veia arrepentida de haber preguntado.

  —Lo siento, no debería haber...

  Ashura la interrumpió con un suspiro, recomponiéndose un poco.

  —Descuida. No, aún no me ha dicho nada —su voz intentaba sonar indiferente, pero la frustración era evidente—. Dijo que me lo diría cuando fuera el momento, pero empiezo a creer que no sabe nada.

  Hubo un breve silencio. Akane observó a Ashura con atención, notando cómo su molestia se apoderaba de ella. No quería que el ambiente se tornara más pesado, así que forzó una sonrisa antes de cambiar de tema.

  —Bueno... si quiere hacernos esperar, que lo haga —dijo con un encogimiento de hombros—. Mientras tanto, podríamos divertirnos un poco, ?Que dices?

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  La sugerencia logró arrancarle a Ashura una peque?a sonrisa. Sus ojos brillaron con un destello de emoción contenida.

  —Ya extra?aba eso —admitió, con un matiz de entusiasmo—. Estos días he estado aburrida sin ustedes, no entiendo por qué Zeryth no los deja entrar al castillo.

  Kuro, que flotaba suavemente de espaldas al lado de Ashura, se encogió de hombros con despreocupación.

  —Sabes que Saphiro no confía en nosotros tanto como tú, ?verdad? —dijo, con un tono casual que escondía una pizca de amargura.

  Ashura lo miró con convicción y asintió.

  —Pues claro, ella no los conoce como yo. Confío en ustedes. Son mis amigos, ?no?

  Antes de que alguien pudiera a?adir algo más, el aire se volvió frío. Un escalofrío recorrió el ambiente, como si la temperatura hubiera descendido de golpe. Una presencia se extendió tras ellos, oscura e imponente.

  —Ashura, quédate ahí.

  La voz fría y autoritaria cortó el aire como un cuchillo. Todos se giraron al unísono.

  Zeryth estaba allí.

  Su presencia era abrumadora, su mirada gélida perforaba el ambiente como si estuviera imponiendo su dominio con solo existir. Kuro y Akane se congelaron, sus rostros una mezcla de miedo y frustración.

  —Ustedes dos, parásitos —continuó Zeryth, su tono desprovisto de cualquier emoción—. Déjenos solas.

  Kuro y Akane intercambiaron una mirada. Akane apretó los pu?os, a punto de responder con un comentario mordaz, pero Kuro le sostuvo la mu?eca en un gesto sutil. No quería provocar a Zeryth más de lo necesario. A rega?adientes, Akane se contuvo y ambos comenzaron a alejarse.

  Sin embargo, Kuro se detuvo a unos pasos de distancia. Su peque?o cuerpo temblaba, pero aun así murmuró en voz baja, casi como un susurro:

  —Ashura... no confíes en ella...

  No tuvo tiempo de decir nada más.

  Zeryth se movió en un parpadeo. Su pierna se alzó con fuerza y dio una patada que impactó contra el peque?o cuerpo de Kuro con una fuerza brutal.

  El peque?o demonio salió disparado como un mu?eco de trapo, su cuerpo girando en el aire antes de estrellarse contra el suelo varios metros más allá.

  —?Kuro! —gritó Ashura, girándose hacia Zeryth con furia en los ojos. — ?Pero qué demonios te pasa?

  Pero antes de que pudiera reaccionar, una presión sofocante cayó sobre ella.

  El aire se volvió denso, como si una fuerza invisible la estuviera aplastando. Sus piernas temblaron y por un instante creyó que perdería el conocimiento.

  —No digas una palabra más —advirtió Zeryth, su tono inquebrantable—. Si haces algo, voy a golpearte sin importar lo que diga Saphiro.

  Ashura apenas pudo recuperar el aliento. Su mandíbula se apretó, conteniendo la rabia y la indignación que la quemaban por dentro. Su cabeza palpitando por la súbita opresión, estaba muy mareada como para decir algo más, pero su mirada ardía con una furia indomable.

  Zeryth no le prestó más atención.

  Sus ojos siguieron a Kuro y Akane, observándolos hasta que desaparecieron de su vista. Solo entonces la presión en el aire disminuyó.

  La tensión seguía ahí, pesada como un yunque. Pero Zeryth, finalmente, exhaló un lento suspiro.

  La calma era enga?osa.

  El mensaje había sido claro.

  Zeryth se relajó poco a poco, y con ello el dolor de cabeza de Ashura empezaba a desaparecer. La joven se recuperó rápidamente, y la molestia aún seguía ardiendo en su interior.

  —Maldita sea ?No puedes dejarme tranquila ni un momento? — apretando los pu?os dejando las marcas de sus u?as en sus palmas —. ?No sabes cuánto te odio...!

  Zeryth no respondió. En lugar de eso, se sentó en una peque?a roca a un lado de Ashura, ignorando por completo su explosión de ira.

  Ashura parpadeó, confundida. Estaba acostumbrada a que la gente reaccionara a sus provocaciones, pero últimamente parecía que todos a su alrededor dejaban de tomársela en serio.

  Como un intento desesperado de que la tomen en serio se paró frente a Zeryth y gritó con más fuerza:

  —Maldita humana ??Solo vas a quedarte ahí sentada después lo que le hiciste a kuro?!

  Zeryth soltó un suspiro, sin molestarse en mirarla.

  —Sí.

  Ashura frunció el ce?o.

  —?Que?...... ?Que acabas de decir?

  Zeryth no respondió, limitándose a clavar la mirada en el suelo.

  Ashura sintió una punzada de frustración en el pecho. Estaba acostumbrada a la hostilidad, pero esa indiferencia... eso era incluso peor. Era como si su existencia le diera completamente igual.

  Sin saber por qué, tras una rabieta por fin cedió. Se dejó caer al lado de Zeryth con un bufido, cruzándose de brazos.

  —?Ahora te haces la callada? Al menos finge que te importa —murmuró, todavía molesta—. Como mínimo podrías decirme qué haces aquí.

  Zeryth la miró de reojo.

  —Saphiro me pidió que te cuidara —respondió con tono neutro—. No quiere que esos parásitos se acerquen a ti en este momento.

  Ashura la fulminó con la mirada.

  —Ellos son mis amigos. No los llames así.

  Zeryth soltó una risa breve y seca.

  —Eso es lo que son, un par de parasitos.

  Ashura abrió la boca para discutir, pero Zeryth la interrumpió con una pregunta que la tomó por sorpresa:

  —?Quién eres tu exactamente?

  Ashura se tensó.

  —?Qué...?

  —Hasta donde yo sé, Hesh nunca tuvo esposa ni hija —continuó Zeryth, clavándole la mirada—. Así que dime, ?quien eres?

  Ashura sintió que el estómago se le encogía. La pregunta la molestaba, pero... al mismo tiempo, le aliviaba que alguien al fin le preguntara.

  Suspiró y desvió la mirada.

  —Supongo que no importa si te lo digo...... No soy su hija realmente

  Zeryth arqueó una ceja, como si la respuesta no le sorprendiera.

  —?Entonces vas por ahí diciendo que eres su hija? ?A quién intentas enga?ar?

  —?No intento enga?ar a nadie! —soltó Ashura, sintiéndose de pronto vulnerable—. Solo... No estoy segura de quién soy y sentí que era adecuado llamarlo así.

  Hizo una pausa, su voz bajando de volumen.

  —No sé cómo explicarlo, pero hay algo... algo que me hace sentir conectada con él.

  Zeryth la observó en silencio. Cuando habló, su voz sonaba extra?amente tranquila.

  —?Sientes una conexión? —dijo, con un tono que parecía rozar la comprensión—. Déjame adivinar, es como si un imán te acercara a él, cada vez más y más. No lo conoces, pero crees que, cuando lo encuentres, todo tendrá sentido.

  Los ojos de Ashura se abrieron de golpe.

  —?Como...?

  Zeryth se puso de pie, ignorando su desconcierto. Caminó hacia los esqueletos que Kuro y Akane habían profanado y los observó con detenimiento. Su expresión se endureció.

  —Ven aquí, mocosa —ordenó, sin mirarla—. Te toca limpiar este desastre.

  Ashura la siguió con el ce?o fruncido, sintiéndose cada vez más frustrada con el aire de misterio que la envolvía. Sin embargo, cuando miró los esqueletos de cerca, notó algo. La armadura que llevaban tenía un símbolo... ?un pez?.

  Algo en su interior le dijo que esos cuerpos eran importantes para Zeryth.

  Sin decir palabra, ambas empezaron a devolver los huesos a las tumbas de las que los habían sacado. Ashura notó que estaban bien decoradas, con un respeto evidente por los difuntos.

  Cuando terminaron, Zeryth se quedó en silencio por un momento. Luego suspiró.

  —?Sabes? No importa qué tan poderosa seas —murmuró—, hay una cosa que está por encima de nosotras.

  Ashura la miró, confundida.

  —?Y eso qué significa?

  Zeryth ignoró la pregunta. Se giró hacia ella con la misma mirada fría de siempre, pero esta vez había una determinación diferente en sus ojos.

  —Está bien. Me convenciste.

  Ashura frunció el ce?o.

  —?Convencerte de qué?

  —Saphiro no lo sabe todo.— Zeryth inclinó ligeramente la cabeza —Quieres encontrar a Hesh, ?no? —

  Hizo una pausa, y luego, con una certeza que hizo que a Ashura le recorriera un escalofrío, dijo:

  —Seré yo quien te diga cómo encontrarlo.

  Ashura se quedó pasmada, no sabía que decir, creía que esto podría ser una broma, pero el tono en que lo dijo. No había duda, este era el momento que estaba esperando, y eso la llenaba de emocion.

  ------

  En otro lugar, lejos del viaje de Ashura, otra batalla había dejado su marca.

  El lugar estaba devastado, como si una tormenta de furia y destrucción hubiera arrasado con todo. Los cuerpos yacían inmóviles, las paredes ennegrecidas por el fuego, y el aire olía a sangre y cenizas.

  Ashley estaba en el centro de la masacre, respirando entrecortadamente, con los nudillos ensangrentados. Su presa, un hombre vestido con ropas militares, se encontraba de rodillas con la mirada perdida. Un ojo hinchado, la nariz rota, la boca entreabierta en un intento inútil de pedir clemencia.

  Pero Ashley no se detuvo.

  —?Por qué? —Su voz se quebró con la furia y la desesperación que la consumían—. ?Qué ganabas con matar a toda esa gente? ?Te divertía? ?Fue solo una orden más? ?Respóndeme!

  No hubo respuesta. Solo un último golpe seco que lo arrojó al suelo como un mu?eco roto. Su cuerpo quedó inmóvil, había perdido la vida de una forma horrible.

  Ashley tembló. Su pecho subía y bajaba descontroladamente. Sus brazos colgaban a los lados, su piel cubierta de sudor, polvo y sangre ajena. La rabia seguía allí, quemándola por dentro, pero junto a ella llegó algo más. Algo que la hizo caer de rodillas.

  Lágrimas gruesas rodaron por su rostro. Miró sus manos manchadas de rojo y sintió una punzada de asco y vacío en el pecho. No debía sentirse así. No después de lo que él había hecho. No después de todas las vidas que él había arrebatado.

  Pero aún así, dolía.

  Desde la distancia, Hesh observaba la escena en silencio. Un nudo se formó en su garganta al verla así, rota, con la espalda encorvada como si el peso de todo lo que había intentado cargar finalmente la estuviera aplastando.

  Recordó la primera vez que Ashley le habló de salvar a todos. Su voz era luminosa entonces, llena de convicción y esperanza. Como si realmente creyera que podía cambiar el mundo con sus propias manos.

  Pero ahora… ahora todo lo que quedaba en su mirada era impotencia.

  Dio un paso adelante, pero antes de que pudiera acercarse, Naima llegó antes que él, brindándole un hombro donde poder desahogarse.

  Hesh se quedó de pie, junto a el estaba Axel, quien lo miraba con expresión seria.

  —Llegamos demasiado tarde —murmuró Hesh, con un tono de culpa que apenas podía ocultar—. Sabía que no debía dejarla aceptar esa llamada de ayuda…

  Axel soltó un suspiro, su mirada cargada de algo que mezclaba decepción y resignación.

  —Las personas cambian cuando están en su punto límite —dijo con calma, pero con firmeza—. Cuando están a punto de perderlo todo… Algunas se rompen. Otras lo aceptan antes de llegar al final.

  Hesh no comprendió de inmediato, su mirada fija en Ashley, aún arrodillada en el suelo.

  Axel prosiguió, con la voz más baja esta vez:

  —Lo que quiero decir es que esto tenía que pasar. Ashley debe darse cuenta de que no puede salvar a todos. Es ahora… o tendrá que aprenderlo de la peor forma.

  Hesh entrecerró los ojos. Su mandíbula se tensó cuando respondió, casi con furia contenida:

  —No, ni siquiera trates de decirme eso. No voy a reprenderla por esto. Ella quiere salvar a todos...... y creo que es lo único que la mantiene de pie.

  Axel negó con la cabeza, claramente frustrado.

  —No planeo decirte lo que debes hacer —contestó, con una calma peligrosa—. Pero sabes que Ashley nos está llevando por un camino sin retorno. Esta lucha contra Timothy… No va a terminar bien. Y al final, todos pagaremos las consecuencias.

  Hesh se pasó una mano por la cara, sintiendo el peso de todo lo que Axel decía, aunque no quería admitirlo.

  —Creo que necesito un descanso —dijo finalmente, dándose la vuelta para alejarse.

  Mientras caminaba se froto la frente y, algo en su chaqueta pareció moverse. Metió la mano en su bolsillo y sacó un peque?o artefacto circular que brillaba con un tenue resplandor azul. Frunció el ce?o, observándolo con molestia.

  Antes de que pudiera reaccionar, una voz surgió del dispositivo. Fría. Con un toque de diversión sadica.

  —?Tan fácil se ha roto? Pero ustedes ya lo sabían, no pueden ganar.

  La voz de Timothy resonó en el aire como una sentencia.

  Hesh sintió cómo su rabia hervía en su interior. Su agarre sobre el artefacto se volvió férreo mientras murmuraba entre dientes:

  —Cierra la boca… Sabes que perfectamente que no nos rendimos tan fácil. Voy a encontrarte y créeme cuando te digo que Shadow no estará contento con esto

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