Los tres guardianes llegaron al Puente Behemoth, que conectaba con la capital de Trisary, al suroeste de Grishland. El puente colgante, de medio kilómetro de largo y treinta metros de ancho, estaba sostenido por cables de acero en pilares a cien metros sobre el océano.
Dividido en dos vías de direcciones opuestas, el puente contaba con una acera peatonal, por donde una gran multitud intentaba ingresar a la capital, Gloria.
Vehículos incontables, caravanas, jinetes y transeúntes se organizan en filas que cruzan el puente, extendiéndose hasta un cuarto de kilómetro sobre la carretera. Avanzaban lentamente, con esperas de hasta tres horas para ingresar a la ciudad.
El aire estaba impregnado con el fuerte olor a gasolina y menta del extracto de cristales, usado en los motores, mezclado con el aroma de comida exótica de los vendedores ambulantes, sudor y agua salada, bajo la tenue lluvia agitada por vientos fríos que agitaban los ropajes de las multitudes salvaguardadas por impermeables, abrigos y paraguas. El bullicio del ajetreo dificultaba distinguir los sonidos.
Personas de todo el continente buscaban refugio en el país y trabajar en la capital, un santuario neutral, ajeno a los conflictos de las alianzas, bajo la protección de La Espada Rota. El blasón ondeaba en banderas que adornaban los pilares del puente.
La trinidad de guardianes avanzaba en su respectiva montura, adentrándose en el mar de gente. Cada uno, abrumado por el aroma a humanidad y el incesante ruido de la multitud, avanzaba lentamente entre el bullicio.
—Demasiada gente.
Drake respiró profundamente y tomó un trago de su cantimplora. Ajustó su casco, dejando la careta abierta. Su armadura, que se adaptaba al clima, lo mantenía cálido. Alicia y Lance compartieron ese beneficio, gracias a los encantos de un especialista.
Alicia revisó el tiempo en el holograma del cubo comunicador y se dio cuenta de que llevaban más de dos horas atrapadas, el tiempo promedio de espera.
—Hubiéramos llegado en la madrugada si mi moto no se hubiera descompuesto al cruzar la frontera de Santus a Trisary —comentó Alice, apoyada con desfachatez en el manillar de la motocicleta inmóvil, el motor aún encendido. Conociendo las manías de su mejor amigo, decidió distraerlo.
—Y si los Templarios no nos hubieran frenado por verte con rasgos muy del Libre Pensamiento —bromeó Drake—, Lance no tuvo ese problema.
—El oficio que hizo Rolando para que se respetaran mis votos hace maravillas —respondió Lance desde su montura. Observó a un vendedor ambulante y levantó la mano para comprar unas tiras de carne seca y barras de chocolate, que pensaba compartir con sus amigos.
—Lo que pecamos la gente hermosa —Alice, en lugar de molestarse, se lo tomó con humor.
—Me divierte mostrarles mi medallón de guardián, hacerlos callar y obligarlos a tragarse su monserga xenófoba sin decir una sola palabra —dijo Drake—, les demuestro que tengo más libertad que ellos.
—Ventaja de ser un guardián, permiso para ir por todo el mundo —remató Alice.
— ?Qué te gustó más? ?Lidiar con mi gente o con la de tu padre? —Alice lo sacó de sus pensamientos.
—Me gustaron más las paradas en las posadas que hicimos en esos pueblos rurales —respondió Drake sin dudar, guardando cierto desdén—. Además, has estado más tiempo en este país que en el LP, como para decir que son tu gente; eres una Trisariana hasta la médula, ambos lo son.
—No le hago el feo a mis raíces. A diferencia de ti, chico de campo, yo extra?aba volver a una ciudad grande; mi carne y metal exigen un buen matasanos para darme mantenimiento a mis implantes —dijo Alice mientras se tronaba los dedos de la mano derecha. Luego levantó la careta de su casco y destapó una lata de cerveza fría que había comprado a un vendedor ambulante.
Era de una marca originaria de Trisary, con un logotipo que mostraba un oso caricaturesco vestido de vaquero y armado con revólveres en una postura desafiante. La lata decía: "Tarrito" con el orgulloso eslogan de "bebida cien por ciento Trisariana".
—Sigo diciendo que la mascota de esa cerveza está basada en la imagen de mi viejo —afirmó Drake con seguridad innegable y un toque de desdén por la bebida—. Hasta él en vida lo llegó a pensar.
—Ya vas a empezar —bufó Alice, rodando los ojos—. Se parece un poco, pero vamos, peque?ín… es solo un dibujo.
—?Es que piénsalo! —insistió Drake—. Surgió después de la guerra del Falso Priamrio que fue el conflicto armado en el que mi papá tuvo su auge profesional y se hizo más conocido. Cuando me retiro de esta mierda y recupere la finca de mi viejo, quizás me atreva a demandarlos.
— ?Quién será tu abogado? ?Lanza? No tienes las pelotas para eso, y eres tan miserable que no gastarías un centavo en esa causa perdida —Alice aguantó una carcajada—. Si eso llegara a ocurrir, los dioses antiguos harían una orgía con el Viajero y yo tendría un bebé.
—Como sea, tú quieres.
—?Aquí traigo la botánica! —vino Lance al ofrecer la comida. Poseía un compartimiento en su máscara y casco, podía alzarla de tal forma que solo se viera su boca, lo que le permitía comer sin descubrir su rostro.
La conversación se apagó mientras avanzaban en la fila, incapaces de entenderse claramente debido al bullicio. Drake giró la cabeza hacia el vasto mar de agua salada y espumosa, con un tenue tinte verdoso, donde navegaban varios barcos pesqueros.
En el cielo azul, cubierto por nubarrones blancos, el viento soplaba fuerte, agitado por la llegada de majestuosas aeronaves. Fragatas mercantes se desplazaban entre densas brumas como gigantescas espadas, impulsadas por motores de hidrógeno.
Drake emocionado al ver esas impresionantes creaciones de ingeniería. Se imaginó comandar una de esas naves, volando entre las nubes, como un consuelo a su antiguo sue?o de montar un dragón, algo que había dejado atrás en su tierna infancia.
—Una motivación para saltar de la plata al rango oro, ?no? Aparte de las prestaciones y vacaciones pagadas. —Alice lo interrumpió como si leyera su mente—. Tener el privilegio de alquilar una de esas naves y contar con algunos ayudantes. Suena tentador un poco de poder; ya quiero verte lidiar con un escudero recién asignado al rango bronce, verde como la hierba, ilusionado por su primera estrella.
—No me gusta hacerme tantas ilusiones —suspiró Drake, agarrado a la rienda—. Me costaría el cuello conseguir los méritos para eso: enfrentar monstruos aún más temibles, capturar criminales como las brujas de la lista negra y hacerme amigo de políticos. Prefiero mantener mi cabeza sobre los hombros y no tener que besarle el culo a nadie.
—Tienes un amigo en la política, tu padrino, su majestad Rhaizak Tliank—Alice lo hizo recordar a su maestro, el mejor amigo de su padre en vida—. Con su apoyo podrías conseguir algunos contratos que te ganen unas estrellas.
—No quiero seguir ocasionándole problemas; ya me ha salvado el culo más veces de las que puedo contar —dijo Drake, con un toque de frustración—. Además, estoy más interesado en conseguir la antigüedad que me asegure un buen retiro y una pensión decente.
Los guardianes avistaron a lo lejos la razón del nombre del puente: un colosal cráneo de bestia colgado en las puertas de la ciudad, con fauces prominentes y seis cuencas vacías, marcadas por garras felinas. La muralla, de seis metros de ancho y cincuenta de altura, rodeaba la ciudad, ubicada en una península entre acantilados, monta?as y ríos. Había estado en pie por siglos, desde la fundación de los guardianes.
Los huesos de la bestia adornaban las puertas, con costillas formando un marco y el cráneo colgando imponente. La entrada estaba custodiada por soldados armados con rifles de asalto, bayonetas y armas blancas. Sus armaduras de placas estaban dise?adas para resistir balas, tapados por gruesos impermeables y adornadas con cadenas ya sea en las hombreras o en los brazaletes; un símbolo de poder en Trisary.
Finalmente, llegó el turno de los guardianes, que se enfrentaron a la puerta de hierro custodiada por centinelas. En la cima de la muralla, se destacaban torretas automáticas y francotiradores listos para apuntar a quienes ingresaban.
Los guardianes detuvieron su avance ante un grupo de soldados. El teniente se acercó con calma. Diferenciandose de los soldados menores, su corazón estaba reforzado con placas gruesas en los hombros y muslos, y el faldón negro caía con elegancia. La cresta del casco se erguía, destacando su autoridad.
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Elevó la careta, mostrando su rostro: un hombre mayor de piel bronceada, arrugas y una espesa barba blanca. Lo que lo diferenciaba de los demás centinelas era su pierna izquierda, un implante mecánico. Alice evitó mirar la extremidad, centrando su atención en los ojos del hombre, cuya expresión era solemne.
Los Guardianes desmontaron y se acercaron. Tras permitir que los soldados revisaran sus maletas, Alice se quitó el casco de forma tradicional, mientras que Drake lo abrió como si fueran pétalos carnosos de una flor, produciendo un lamento pegajoso.—Nunca me acostumbraré a eso —dijo Alicia, mirando a su alrededor mientras los soldados se agitaban al ver sus medallones abiertos, sus rifles listos en mano.
—Eso mismo pensé en su momento —Drake se encogió de hombros.
—Yo creo que es adictivo de ver —agregó Lance con entusiasmo.
—Buenas tardes, jóvenes. Necesito sus papeles y que se sometan a una revisión psíquica. Les pido su cooperación y que no opongan resistencia —dijo el teniente, deteniéndose al ver que ambos mostraban sus medallones. Su expresión cambió, intrigado—. Vaya, un par de guardianes de vuelta a casa.
—A veces un a?ora su hogar —dijo Lance animadamente.
—Lance Fudo, El acero de la noche —el teniente leyó los datos con entusiasmo.
—Ese apodo... voy a necesitar un publicista para mi verdadero sobrenombre —suspiró Lance.
—"Máquina negra del amor" no es apropiado, Lance —corrigió Alice, notando que la atención del teniente se centraba en sus propios datos. El teniente soltó un chiflido de asombro, lo que hizo que Alicia se sobresaltara.
—Alicia Wilson, el Destello Parpadeante. Por lo que se dice de ti, eres la mejor francotiradora de tu generación. —El teniente le estrechó la mano con camaradería—. Teniente John Cabrera, un honor conocerla y estar a su servicio.
Aunque luego cayó en un leve ataque de tos, tal vez por la vejez o las consecuencias del tabaco. El aliento a alcohol era tan fuerte que casi se podía oler en el aire.
—Lo mismo digo, camarada —contestó Alicia, su ego creciendo por el cumplido.
—?La mejor francotiradora? ?Vas a poner eso en tu carta de presentación? —Drake aprovechó la oportunidad, impidiendo la mirada de John, como si lo conociera.
—No necesito —respondió Alicia, soltando una ligera risa.
—?Espera! —John interrumpió, sus ojos se agrandaron al mirar los datos de Drake—. ?Eres el hijo de Clayton Réquiem?
El silencio se hizo pesado entre los soldados. Drake tragó saliva.
—Sí, era mi padre —confirmó con voz firme, aclarando la garganta.
—?Por todos los dioses! —exclamó el teniente, su voz temblorosa de emoción—. Luché al lado de tu padre en la guerra del Falso Primario, a favor del León Dorado. ?Me salvó la vida durante la batalla contra el gigante cuando invadimos la capital! —Miraba a Drake con admiración y nostalgia, como si contemplara a una leyenda revivida—. Por eso tu rostro me parecía tan familiar. Eres idéntico a él en esos tiempos heroicos, solo que sin barba y con una armadura afilada.
—Me alegra escuchar eso —respondió Drake, forzando una sonrisa, pero la incomodidad era evidente—. Mi padre me contó algunas historias sobre sus haza?as. Aunque a veces no sé si eran exageraciones o si la realidad superaba la ficción.
—Hijo, nací con el don —admitió John, con una voz cargada de nostalgia—. Aunque no llegué a convertirme eh hechicero, ni compatible con mutaciones, no pude evitar el envejecimiento. Pero me especialicé en la rama psíquica, y puedo ver más allá de lo común.
??Sabes algo? Nunca vi a tu padre desenfundar sus pistolas. Era como si, de repente, ya estuviera apuntando y disparando. Nadie sabía cómo lo hacía; Su secreto era un enigma. Casi siempre daba en el blanco. No sabíamos si era por su magia personal o si sus pistolas estaban encantadas. Era fascinante.
—Ni siquiera yo lo supe, y viví toda mi infancia con él —Drake susspiró, dejando que los recuerdos lo envolvieran—. No hablaba mucho de la guerra civil, prefería contarme sus aventuras de contratos, adaptadas para ni?os. ?Cómo fue esa batalla?
—Bien… —John se?aló a sus compa?eros para que continuaran atendiendo—. Era un soldado de infantería. Estábamos una semana asediando la capital ocupada por el falso primario, Seleifho Beitor.
? El puente estaba lleno de barricadas y cadáveres. No se oía más que el rugir de la metralla. Hubo tanta muerte que las aguas se ti?eron de rojo. El tiempo corría, y no sabíamos cuántos más los Templarios esperarían para invadir el país. ?Es repugnante lo de Seleifho! No puedo creer que un primario rompiera su juramento de neutralidad para unirse a la alianza.
—Es porque nuestro país estaba en crisis económica por tantas deudas —interrumpió un joven soldado, su tono tranquilo—. Seleifho fue elegido en las elecciones. Tal vez con él podríamos haber reducido la pobreza, y la gente no habría tenido que unirse al ejército para ascender en la clase social.
—Te he dicho que en el trabajo soy tu teniente, Tony, digo, cabo Cabrera. Cuida lo que dices; no perdí a tantos amigos para justificar a ese traidor —corrigió el veterano rápidamente—. Y no voté por ese petulante. Carpoforo Nemea debió ganar, pero se levantó en armas al enterarse de los aviones de Beitor. Rompía el propósito de ser un guardián. Servimos a todos los dioses, oa ninguno. De haber perdido, habríamos servido a los Templarios.
—Disculpa, ?y cómo fue lo de Clayton? —preguntó Alice, entrando en la conversación.
—Ah, me desvió... —John aclaró la garganta—. Uno de los hechiceros del falso primario invocó una monstruosidad. Los rumores dicen que era un experimento alquímico, o algo traído de un portal desconocido.
? Lo llamaban Behemoth, una monstruosidad de cinco metros con una coraza negra que detenía las balas normales. Tenía seis ojos verdes como llamas y de su lomo salían insectos, como avispones del tama?o de perros.
? Con un manotazo partía en pedazos a los súper soldados; ni mencionar a los normales. Una bola de fuego que salió de su boca destruyó el frente, llevándose varias barricadas. Estuve ahí.
John se detuvo, poniendo la mano sobre la rodilla del implante mecánico, su cuerpo temblaba y la respiración se agitaba. Tony, su hijo, lo tomó del hombro, invitándolo a apoyarse.
—No debería esforzarse, teniente —dijo Tony con preocupación.
—Se?or, agradezco su atención —dijo Drake—. Podemos dejarlo para otro momento.
—Estoy bien, solo me pone nervioso —continuó John—. Lo poco que recuerdo es que me arrastraba sin una pierna entre las llamas. No perdía sangre, la extremidad estaba cauterizada; Fui el único superviviente.
? Pensé que moriría, no podía oír mis propios gritos por el zumbido blanco en mis tímpanos. Vi de reojo cómo esos avispones se acercaban a limpiar a los heridos.
—Me duele solo de imaginarlo —comentó Drake, sintiendo el temblor en su pierna, mientras las imágenes de la batalla de hace más de veinte a?os se formaban a su alrededor.
—Cerré los ojos, orando para que el viajero me llevará al santo paraíso. Y entonces, ?un milagro! Disparos de balas que me devolvieron el oído, seguidos de los chillidos de esas alima?as al reventar. —John no pudo ocultar su emoción, el recuerdo de su experiencia más aterradora se transformó en una de las más significativas—. Ahí estaba, el pistolero, levantándome con su revólver humeante, gritando que me llevaría de emergencia, mientras su equipo avanzaba.
? Lo siguiente que supe fue que, días después, Sarah Regulus, la felina sonriente, decapitó al Behemoth con su Tornado Sangriento, y ya avanzaban por la capital.
—Fueron cientos de zarpadas en segundos, eso me dijo de Lady Regulus. —Lance miró nuevamente la cabeza, y en su mente revivió la imagen de la esposa de Carpoforo Nemea matando a semejante titán—. La maldita cosa cayó hecha pedazos, por todo el da?o en masa que recibió de los guardianes de la primera línea. Y no fue lo más increíble que pasó en ese asiento.
—Una batalla gloriosa. —John concluyó con orgullo. Un psíquico que atendía al grupo hizo una se?al con la mano, indicándoles que se apuraran—: Nos hemos alargado demasiado. Mejor continuemos con el trámite para que puedan avanzar.
—Permítanme ayudarle, teniente. Por favor, guardianes, bajen sus defensas mentales un momento. —Tony sacó un cigarro de su cinturón táctico, lo encendió y dio una profunda calada. Exhaló lentamente, relajando sus nervios y despertando sus sentidos. Miró al dúo fijamente, directo a los ojos, durante un breve y silencioso momento—. Ok, pasen. Están limpios.
—Eso fue bastante fácil, apenas lo sentí —comentó Drake, extra?ado de que no hubiera ocurrido nada fuera de lo común.
—No todo tiene que ser jodidamente aterrador y extra?o, peque?o. A veces las cosas pueden ser simples —intervino Alice, dándole unas palmaditas en la espalda.
— ?Simples? ?Diablos, mujer! Estar unos míseros cinco segundos en la mente de alguien es como una eternidad en el Abismo. Me hace enterarme de toda clase de cosas repugnantes que... —Tony soltó su disgusto hacia los guardianes, su tono se elevó al borde de un alarido, pero al notar que su irritación se intensificaba, frenó al respirar profundamente y se centró en Drake. . —. Amigo, haznos un favor a todos ya ti mismo… consíguete una mujer.
—?Oh, por el amor al viajero, eso es inapropiado! —exclamó Drake, visiblemente incómodo por los comentarios de Tony, que no estaban tan alejados de la verdad.
—Tranquilo, peque?o. Te han dicho cosas peores. —Alice actuó desinteresada, sin darle demasiada importancia a las palabras de Tony.
Tony dio media vuelta, seguido por su padre, quien negó con la cabeza y ofreció una breve disculpa mediante una ligera reverencia. Ambos se perdieron entre el grupo de centinelas. Abrieron paso a los guardianes a través de la puerta de hierro, que se alzó con el crujir de las poleas y las cadenas.
Drake, al estar por cruzar el umbral, echó un último vistazo a los dos soldados. Vio cómo John le daba un par de palmadas en la espalda a su hijo, y una sensación de nostalgia lo invadió.
No pudo evitar sentir un vacío en su interior, una mezcla de admiración y anhelo al ver el vínculo entre padre e hijo. No envidia, pero sí una punzada en el pecho al pensar en lo que podría haber sido su relación con su propio padre.
Antes de cruzar por completo, un letrero cercano llamó la atención de Drake. La breve leyenda que adornaba la entrada se le quedó grabada en la mente: "Cuidado viajero... que aquí anidan dragones".
La frase, cargada de historia, evocó un torrente de recuerdos de la Guerra del Falso Primario, cuando su padre le contaba historias de héroes y batallas. Los dragones siempre habían sido sus favoritos. Recordó cómo, durante la contienda, la llegada de los cien gwibernos modificados rompió el muro de defensa de la ciudad, derribando las puertas de hierro. Los rebeldes, furiosos y eufóricos, iniciaron el asalto, con cánticos que se escuchaban por toda la capital. Los dragones, misteriosos y fugaces, desaparecieron tan rápidamente como habían llegado, como si su único objetivo hubiera sido destruir la defensa de la ciudad.
Los informes sobre las criaturas fueron contradictorios. Se las describía como peque?os lagartos voladores, mucho más peque?os que los dragones titánicos conocidos, pero más grandes que los gwibernos.
Algunos sugerían que eran homúnculos creados por la alquimia. Sin embargo, no se encontraron cadáveres para confirmar su existencia, lo que alimentó aún más las teorías sobre fragatas aéreas encubiertas por magia ilusoria.
Su padre nunca pudo confirmar nada, ya que quedó noqueado durante la lucha contra el gigante, y el misterio de esos dragones siguió siendo tema de debate hasta el día de hoy.