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un mago poderoso y una asesina implacable

  Al día siguiente, Raito se sintió más calmado, al menos por el momento. La sensación extra?a que lo había perseguido en los últimos días parecía haber disminuido, aunque no completamente desaparecido. Ese día, sin embargo, tenía un encargo que le levantó el ánimo: llevar unos libros a un ermita?o que vivía fuera de la ciudad, en una peque?a caba?a en los límites del bosque. Era un viejo amigo de la familia, y normalmente este tipo de encargos los realizaba Eldric, debido a los bandidos que solían rondar por la zona, pero ahora, al estar fuera, Raito había asumido la tarea.

  El joven se sintió aliviado de salir un poco de la rutina de la biblioteca y la tienda. Aunque el camino hasta la caba?a no era demasiado largo, siempre le había gustado la idea de aventurarse un poco más allá de las murallas de Niravell. "Al menos hoy tendré algo diferente," pensó, con una ligera sonrisa. A veces, esos peque?os viajes fuera de la ciudad le daban un respiro de la monotonía, y, además, siempre era bueno ver al ermita?o, quien siempre tenía una nueva historia o sabiduría que compartir.

  Ajustándose la mochila con los libros, Raito se preparó para partir. El día prometía ser tranquilo, pero algo en su interior sentía que, aunque el viaje parecía sencillo, podría haber algo más esperándolo en el camino.

  Esa ma?ana, mientras Raito organizaba los libros y preparaba su mochila, escuchó un suave golpeteo en la puerta de la biblioteca. Al abrir, se encontró con Kael, su vecino, un aventurero de corazón y siempre con una sonrisa amable.

  "?Buenos días, Raito!" saludó Kael, mientras le entregaba las riendas de un carruaje peque?o. "Tu abuelo me pidió que te entregara esto. Aquí tienes el carruaje que él había solicitado prestado para el encargo. ?Espero que todo salga bien en tu viaje!"

  Raito sonrió, tomando las riendas con entusiasmo. A pesar de lo habitual que era para su abuelo hacer este tipo de encargos, este era su primer viaje solo, y la idea de embarcarse en su "peque?a aventura" lo llenaba de emoción. Se sentía como si estuviera a punto de comenzar algo importante, algo que podría cambiar su perspectiva del mundo.

  "Gracias, Kael. ?Estoy listo!" respondió Raito, casi sin poder contener la emoción. Empezó a preparar rápidamente lo que necesitaba, asegurándose de no olvidar nada, mientras su mente volaba con la idea de viajar fuera de la ciudad sin la supervisión de su abuelo.

  Con una última mirada a la biblioteca, Raito cerró la puerta y se subió al carruaje. Aunque el viaje solo fuera hacia una caba?a cercana, para él representaba algo mucho más grande. "Tal vez esta peque?a aventura sea solo el comienzo," pensó, mientras el carruaje comenzaba a moverse, dejando atrás las murallas de Niravell.

  Después de media hora de viaje, Raito estaba completamente fascinado por los paisajes que se desplegaban ante él. Los campos verdes, las monta?as distantes, y los árboles que bordeaban los caminos le ofrecían un respiro del bullicio de la ciudad. Decidió extender levemente su ruta, eligiendo caminos más largos que, aunque menos directos, le daban la oportunidad de disfrutar más de la naturaleza que lo rodeaba. La tranquilidad de los alrededores le daba una sensación de libertad, algo que rara vez experimentaba en su vida cotidiana en Niravell.

  Finalmente, después de un buen rato, llegó a la caba?a del ermita?o, un refugio apartado entre los árboles. La estructura de madera y piedra parecía estar en armonía con el entorno, casi como si hubiera sido parte del paisaje durante siglos. Cuando Raito se acercó, la puerta se abrió casi de inmediato, y una figura apareció en el umbral.

  El ermita?o, un hombre de apariencia algo envejecida pero con una energía sorprendente para su edad, sonrió ampliamente al ver a Raito. "?Ah, joven Raito! Qué alegría verte. Tu abuelo siempre habla de ti. Pasa, pasa, que te prepare un té. No sé si lo prefieres, pero siempre me da buenos resultados para calmar los ánimos."

  Raito sonrió tímidamente mientras entraba en la caba?a. No sabía mucho sobre el ermita?o, solo que era un viejo amigo de su abuelo y que, a pesar de su edad avanzada, parecía tener mucha más energía que el anciano promedio. Había escuchado algunas historias vagas sobre sus tiempos de aventura, pero nunca había tenido una conversación profunda con él. Aun así, la calidez con la que lo recibía lo hacía sentir como si fuera parte de la familia.

  Mientras Raito y Alder se sentaban afuera de la caba?a, disfrutando de una cálida charla, el ermita?o relataba divertidas anécdotas de sus aventuras pasadas con Eldric. La risa de los dos se mezclaba con los sonidos de la naturaleza que rodeaban la casa, creando un ambiente tranquilo y agradable.

  De repente, un fuerte estruendo interrumpió la conversación, como un retumbar que provenía de la lejanía. Ambos se quedaron en silencio, mirando hacia el horizonte. El sonido creció rápidamente hasta convertirse en un rugido ensordecedor. Antes de que pudieran reaccionar, una gigantesca figura apareció entre los árboles: un coloso de piedra, una criatura ancestral que solo habitaba en las catacumbas más profundas, se acercaba hacia ellos con paso firme.

  Raito sintió un estremecimiento al ver la enormidad de la criatura, pero antes de que pudiera hacer algo, el coloso levantó una enorme roca y la lanzó hacia la caba?a con una fuerza descomunal. Raito, paralizado por el miedo, cerró los ojos, preparándose para el impacto. La roca parecía imposible de evitar, y su mente se llenó de pensamientos rápidos de desesperación.

  Pero, en el último instante, no ocurrió nada. Al abrir los ojos, vio a Alder de pie, su rostro sereno pero concentrado. Una barrera mágica brillaba entre ellos y la roca, deteniendo el impacto con un resplandor cegador. La ropa sencilla de Alder se transformó ante los ojos de Raito. Su atuendo de campesino se desvaneció, dando paso a un imponente traje de mago, con una capa larga y oscura que ondeaba con el viento. En su mano, un bastón apareció, con una esfera mágica en la punta que brillaba intensamente.

  Con un destello, Alder levantó su bastón, y una oleada de energía mágica envolvió el coloso de piedra. El coloso gru?ó, pero antes de que pudiera reaccionar, se evaporó por completo, desintegrándose en polvo y escombros al contacto con la magia. En un parpadeo, la criatura desapareció sin dejar rastro, como si nunca hubiera estado allí.

  Raito miró atónito, sin poder creer lo que acababa de presenciar. Alder, con una sonrisa tranquila, volvió a su apariencia normal, la magia disipándose alrededor de él. "No te preocupes, joven Raito. Eso fue solo un peque?o obstáculo. Lo importante es que, en momentos como estos, siempre es mejor estar preparado," dijo, como si nada hubiera pasado.

  Raito, aún asombrado por lo que acababa de presenciar, observaba a Alder con nuevos ojos. El simpático anciano que siempre había conocido como un ermita?o sabio y lleno de historias resultó ser mucho más de lo que había imaginado. Su abuelo nunca le había mencionado que Alder era un mago, y las pocas veces que lo acompa?ó en sus viajes, siempre lo había visto como un hombre mayor, sin nada que lo diferenciara de cualquier anciano común.

  El contraste entre la figura tranquila de Alder y la increíble magia que acababa de desplegar era desconcertante. "Nunca lo hubiera imaginado," pensó Raito, todavía procesando la escena. "Mi abuelo nunca habló de esto, y ahora... ?cómo pudo esconder algo tan grande?" La pregunta quedó flotando en su mente, mientras el silencio se asentaba entre ellos. Alder, como si hubiera notado sus pensamientos, soltó una leve risa.

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  "Tu abuelo siempre fue una persona de pocos secretos, joven Raito. Pero no todos los magos nos sentimos cómodos exhibiendo nuestro poder. La magia, como las buenas historias, a veces es mejor guardarla para los momentos apropiados."

  En su mente, Raito seguía procesando lo que acababa de ver. La magia era algo que solo conocía a través de libros y leyendas, pero ver una demostración tan poderosa frente a él lo dejó sin palabras. La sensación de asombro era tan grande que, por un momento, casi olvidó cómo hablar. Sin embargo, poco a poco, la sorpresa fue cediendo paso a una creciente curiosidad.

  Con una sonrisa tímida, miró a Alder y le dijo: "Me encantaría saber más sobre la magia. Nunca pensé que sería capaz de ver algo como esto... ?cómo funciona? ?Por qué mi abuelo nunca me contó sobre esto?"

  Alder, que ya había notado el brillo de curiosidad en los ojos de Raito, asintió lentamente. "La magia, joven Raito, es más que solo lo que se ve. Hay muchas formas de aprender sobre ella, pero lo más importante es entender que siempre debe usarse con responsabilidad. Quizás algún día, tú también podrías aprender, si te atreves a profundizar en lo que está oculto en este mundo."

  La sensación que Raito sentía al hablar de la magia era similar a la que experimentó cuando la misteriosa marca apareció en su mu?eca, ese resplandor azul que lo había dejado desconcertado. Era como si un poder oculto estuviera despertando dentro de él, algo que no comprendía del todo, pero que le llenaba de una extra?a energía. Cada respuesta que obtenía, cada fragmento de información, solo le dejaba más preguntas sin resolver. La magia y la marca... todo parecía estar conectado, pero de una manera que no lograba entender.

  "Cada vez tengo más preguntas y menos respuestas," pensó Raito, sintiendo cómo la curiosidad lo devoraba. "Todo esto... es más grande de lo que imaginaba."

  Con una mezcla de duda y determinación, Raito miró a Alder y, sin pensarlo demasiado, levantó la mu?eca donde la marca seguía brillando levemente. "Esto apareció ayer, después de lo que pasó en la bodega," dijo, se?alando la runa en su piel. "No sé qué significa, pero... siento que está conectada con todo esto. , la magia... lo que sea que sucedió cuando esa piedra desapareció."

  Alder se acercó lentamente, observando la marca con una expresión pensativa. No dijo nada al principio, pero sus ojos mostraban una mezcla de preocupación y sabiduría, como si ya hubiera visto algo similar en el pasado. "Esa marca...," murmuró, tocándose el mentón, "puede ser más importante de lo que imaginas, Raito. Tal vez esto no sea solo una coincidencia. Puede que tu conexión con la magia esté más cerca de lo que piensas."

  Raito, aunque nervioso, sintió un leve consuelo al escuchar las palabras de Alder. Al menos, ahora sabía que no estaba solo en este misterio.

  Raito, con los ojos brillando de esperanza y curiosidad, miró a Alder. "?Entonces... podré usar magia como usted?" preguntó, su voz llena de emoción. La idea de poder controlar algo tan poderoso lo fascinaba.

  Alder, por su parte, lo observó con una mezcla de cautela y sabiduría. "Tal vez," respondió lentamente. "La magia es incierta, y cada persona tiene una conexión distinta con ella. Esa runa... no es común. Pertenece a algo mucho más grande, algo que no recuerdo con claridad, pero que sí sé que tiene un propósito. Aún no sé qué significa, pero esta marca en ti no es casualidad."

  Raito frunció el ce?o, sintiendo una mezcla de confusión y excitación. "?Y qué haremos ahora?"

  Alder sonrió levemente, un brillo de determinación en sus ojos. "Tendremos que investigar, Raito. Esto no se resolverá de inmediato. Pero algo me dice que este es solo el principio de algo mucho más grande."

  Después de una tarde llena de sorpresas y revelaciones, Raito se despidió de Alder y comenzó su viaje de regreso a casa. A medida que avanzaba por el camino, su mente seguía dando vueltas sobre todo lo que había aprendido: la magia, la misteriosa marca, y las palabras de Alder. Estaba lleno de preguntas, pero también con una sensación extra?a de que algo mucho más grande estaba en juego.

  Mientras caminaba bajo el cielo despejado, comenzó a sentirse inquieto. Esa misma sensación, la que lo había atormentado durante su día de compras, volvió a invadirlo. Como si algo o alguien estuviera siguiéndolo. Miró rápidamente a su alrededor, pero no vio nada fuera de lo común, solo el paisaje tranquilo que se extendía ante él.

  A pesar de que no había rastro de nadie, la sensación de estar siendo observado se intensificó. Su corazón comenzó a latir más rápido, y se aseguró de estar cerca de los pocos viajeros que se cruzaban por el camino. Pero por dentro, sabía que algo estaba mal, como si algo invisible lo estuviera acechando.

  Con el corazón latiendo más rápido de lo normal, Raito no podía dejar de pensar en el coloso de piedra y en todo lo que había presenciado. La idea de que criaturas tan poderosas pudieran existir en su mundo lo tenía inquieto. La sensación de ser observado solo aumentaba su nerviosismo. Sin querer quedarse mucho tiempo en el camino, aceleró el paso de la carreta, urgido por regresar a casa lo antes posible.

  Las ruedas crujían al pasar por el sendero, y Raito no podía evitar mirar constantemente hacia atrás, asegurándose de que no había nada detrás de él. Aceleró aún más, deseando que todo volviera a la normalidad, pero a medida que el paisaje familiar de Niravell se acercaba, su mente no dejaba de preguntarse qué otras sorpresas le deparaba el futuro.

  Una vez que Raito llegó a casa, su mente comenzó a calmarse poco a poco. La familiaridad de la biblioteca y la rutina diaria lo ayudaron a relajarse. Pasó el resto del día atendiendo a los clientes y organizando algunos libros, como si nada extra?o hubiera ocurrido. Sin embargo, en lo más profundo de su mente, las preguntas seguían ahí, esperando ser respondidas.

  Al caer la noche, cuando terminó con el trabajo en la biblioteca, sus ojos se dirigieron nuevamente hacia la puerta de la bodega. El sótano parecía tan tranquilo, pero algo lo atraía hacia allí, como si las respuestas que buscaba pudieran estar esperando en ese oscuro lugar. La curiosidad lo invadió, y sin pensarlo demasiado, se acercó a la puerta, la cual estaba entreabierta. ?Sería allí donde encontraría lo que necesitaba saber?

  Raito descendió las escaleras con cuidado, el eco de sus pasos resonando en la fría bodega. A medida que sus ojos se adaptaban a la penumbra, vio algo extra?o en lo más profundo del sótano: una silueta humanoide. Su corazón se aceleró y una sensación de miedo recorrió su cuerpo. Sin pensarlo, se dirigió rápidamente hacia el estante donde su abuelo guardaba varias armas antiguas, tomando una vieja espada con empu?adura desgastada.

  Con el arma en mano y el pulso tembloroso, Raito comenzó a caminar hacia la figura. Cada paso que daba aumentaba la tensión en su pecho, pero cuando estuvo a pocos metros de la silueta, esta desapareció en un parpadeo, desvaneciéndose en el aire. Raito se quedó allí, con la espada en alto, completamente desconcertado. Miró a su alrededor, pero no había rastro de lo que había visto. El miedo aún latía en su pecho, pero no podía entender lo que acababa de suceder.

  Antes de que pudiera reaccionar, una sombra se movió a su alrededor con una velocidad impresionante. En un instante, Raito sintió un golpe en la mu?eca y la espada de su abuelo salió volando de sus manos, chocando contra el suelo con un sonido metálico. Instintivamente, intentó retroceder, pero antes de que pudiera hacerlo, una figura se plantó frente a él con movimientos ágiles y precisos.

  Era la misma chica que lo había estado observando todo este tiempo. Su túnica roja con marcas negras y runas brillantes le confería una presencia enigmática. Con una expresión serena, levantó una mano en se?al de calma y, con voz firme pero tranquila, le dijo:

  —Tranquilízate. No he venido a matarte.

  Raito, aún con el corazón latiendo con fuerza, la observó con cautela. ?Quién era ella? ?Por qué lo había estado siguiendo?

  Raito aún sentía el pulso acelerado. Su cuerpo estaba tenso, listo para reaccionar en cualquier momento. Con la voz ligeramente temblorosa, preguntó:

  —?Quién eres? ?Eres tú quien me ha estado siguiendo?

  la asesina no respondió de inmediato. En su lugar, deslizó una mano dentro de su bolsillo y sacó una piedra verde, similar a la que Raito había encontrado en la bodega. Con una expresión de ligera diversión en su rostro, comenzó a caminar lentamente hacia él.

  Kaelis extendió la mano y dejó caer la piedra verde en la palma de Raito. Apenas sus dedos la tocaron, un resplandor intenso envolvió la habitación, igual que la vez anterior con la piedra morada. Raito entrecerró los ojos, cegado por la luz, y en cuestión de segundos, la piedra desapareció en un destello, como si nunca hubiera existido.

  Raito miró su mano, completamente desconcertado. Antes de que pudiera preguntar qué acababa de suceder, la voz de Kaelis lo sacó de su asombro.

  —Mi nombre es Kaelis —dijo con una calma inquietante—. Soy asesina, y es un placer conocerte.

  Una sonrisa traviesa se dibujó en su rostro mientras lo observaba con diversión. Raito sintió un escalofrío recorrer su espalda. No estaba seguro de si esa presentación era una advertencia o una invitación a algo mucho más grande de lo que podía imaginar.

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