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Un clan olvidado y un poder se revela

  Kaelis mantuvo su sonrisa traviesa mientras observaba la expresión tensa de Raito. Con un tono desenfadado, pero con un brillo astuto en los ojos, dijo:

  —Te explicaré todas tus preguntas... poco a poco. Pero solo si me acompa?as.

  Raito la miró fijamente. No confiaba en ella, pero la sensación de vacío en su mente, la falta de respuestas sobre su marca y las piedras que desaparecían lo atormentaban. Si ella sabía algo, necesitaba averiguarlo, aunque significara seguir a una asesina.

  Apretó los pu?os y tomó aire antes de asentir con firmeza.

  —Está bien... te seguiré.

  Kaelis soltó una ligera risa y, con un movimiento ágil, giró sobre sus talones y comenzó a caminar hacia la salida de la bodega.

  —Eso me gusta —dijo, sin mirar atrás—. Veamos si puedes seguirme el ritmo.

  Raito sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sabía que estaba entrando en algo mucho más grande de lo que esperaba.

  Antes de que pudiera reaccionar, Raito sintió cómo Kaelis tomaba su mu?eca con firmeza. En un instante, su cuerpo se vio envuelto por un manto de sombras y, sin entender cómo, se deslizaron silenciosamente por la ciudad. Era como si el mundo a su alrededor se volviera borroso, los sonidos se apagaran y la noche los envolviera por completo.

  Cuando se dieron cuenta, ya estaban fuera de Niravell. Raito recuperó el aliento mientras caminaban por un sendero polvoriento bajo la luz tenue de la luna. Apenas habían pasado unos minutos cuando, en la distancia, vio un peque?o pueblo.

  Observó las casas de madera, las calles de piedra iluminadas por faroles y a unas pocas personas aún despiertas realizando sus últimos quehaceres del día. No parecía un lugar fuera de lo común.

  la casa de Alder se veía a lo legos en la distancia

  "Si sus intenciones son malas, puedo escapar e ir con Alder. él podría protegerme con su magia", pensó Raito, manteniéndose alerta.

  De repente, Kaelis se detuvo y, con un tono despreocupado, anunció:

  —Bien, ya llegamos.

  Raito miró a su alrededor. Todo parecía demasiado normal, pero algo en la forma en que Kaelis sonreía le decía que lo realmente importante aún estaba por venir.

  Mientras Raito seguía a Kaelis por las calles del pueblo, un ligero hormigueo recorrió su mu?eca. Frunció el ce?o y miró su mano con discreción. Su piel brillaba tenuemente, y ante sus ojos, una nueva runa comenzaba a formarse junto a la anterior.

  Las líneas resplandecían con un tono verde pálido, trazándose lentamente como si algo estuviera despertando dentro de él. El calor que emitía era sutil, pero lo suficiente como para hacerle sentir que esto no era una coincidencia.

  "Otra runa... pero ?por qué ahora?"

  Raito apretó la mu?eca con su otra mano, intentando contener su creciente inquietud. No entendía qué significaba, pero estaba seguro de que Kaelis sabía más de lo que decía. Tendría que seguir adelante para encontrar respuestas.

  Raito siguió a Kaelis por el pueblo hasta que se detuvieron frente a un gran edificio con un emblema dorado en la entrada. No necesitó preguntar qué era; reconoció de inmediato el Gremio de Aventureros.

  "?Por qué me trajo aquí?", pensó, intrigado. Pero antes de que pudiera decir algo, Kaelis cambió de dirección y se desvió hacia un callejón estrecho y oscuro al lado del gremio.

  Raito frunció el ce?o mientras la seguía. El callejón era angosto, con muros de piedra a ambos lados, y más adelante parecía no haber salida. Solo algunas cajas viejas y barriles apilados rompían la monotonía del espacio.

  —?Acaso aquí es donde respondes mis preguntas? —preguntó Raito, con desconfianza.

  Kaelis soltó una peque?a risa y, sin voltear, respondió con su tono despreocupado:

  —Paciencia. Lo bueno siempre está oculto a simple vista.

  Raito sintió un escalofrío recorrer su espalda. Algo le decía que lo que estaba por descubrir cambiaría su mundo por completo.

  Kaelis, con una sonrisa enigmática, agarró la mano de Raito y lo condujo hasta el muro cercano. Sin decir una palabra, tocó un ladrillo específico, y un suave clic resonó en el aire. De repente, el muro comenzó a moverse, revelando una puerta secreta que se deslizaba hacia un lado.

  Raito, sorprendido, observó cómo se abría un pasaje oscuro, con una amplia escalera de piedra descendiendo hacia las sombras. La luz del callejón apenas iluminaba el comienzo de las escaleras, pero la sensación de misterio y peligro era palpable.

  —?A dónde lleva esto? —preguntó Raito, aunque su voz sonaba más curiosa que asustada.

  Kaelis lo miró por encima del hombro con una expresión casi divertida.

  —El verdadero viaje apenas comienza, Raito —respondió mientras empezaba a descender sin dudar.

  Raito, aunque aún lleno de preguntas, se sintió atraído por la necesidad de respuestas. Sin otra opción, la siguió.

  Mientras descendían por las escaleras, la intriga de Raito crecía. No pudo evitar preguntar:

  —?Dónde estamos, Kaelis?

  Kaelis, sin apresurarse, respondió con tranquilidad:

  —Mi hogar.

  El eco de sus pasos resonaba en las paredes mientras continuaban su descenso. Después de un rato, la oscuridad fue tomando forma, y al final de las escaleras, Raito vio una luz tenue que iluminaba un gran salón. Cuando llegaron al final, la visión lo dejó sin palabras.

  La sala era enorme, mucho más grande de lo que hubiera imaginado, con columnas de cuarzo brillando sutilmente a lo largo de todo el espacio. Las paredes de piedra eran imponentes, cubiertas por antiguos tapices que parecían contar historias de un pasado lejano. Al fondo, el sonido del agua fluyendo indicaba la presencia de un peque?o arroyo subterráneo.

  Raito miró todo a su alrededor, asombrado por la magnificencia del lugar.

  —Esto... es tu hogar... —murmuró, sin poder ocultar su asombro.

  Kaelis, al ver su reacción, sonrió levemente.

  —Sí, este lugar ha estado aquí mucho más tiempo del que crees. Ahora, ven, aún hay mucho que aprender.

  Y con ese gesto, empezó a caminar hacia una mesa llena de libros y extra?os artefactos, invitando a Raito a seguirla.

  Raito observó con asombro la mesa que ocupaba el centro de la sala. Estaba cubierta con una variedad de artefactos mágicos, algunos brillando con una luz tenue, otros cubiertos por símbolos y runas complejas. Lo que más le llamó la atención fueron los cristales.

  Estos no eran simples piedras; eran fragmentos de cristal puro, de diferentes colores, algunos con tonalidades azuladas, rojas y verdes. Kaelis notó la mirada de Raito y, con una leve sonrisa, explicó:

  —Esos cristales son clave en los artefactos mágicos. Se extraen de las minas de todo el reino. Son más comunes de lo que piensas, pero muy pocos saben cómo usarlos adecuadamente.

  Raito se acercó cautelosamente, reconociendo que esos cristales no tenían nada que ver con la piedra que había recibido en su mu?eca. La piedra que lo había marcado con runas tenía un brillo azul muy específico, mientras que estos cristales parecían tener propiedades mucho más variadas y misteriosas.

  —?Son... como las piedras que se usan en la magia? —preguntó, observando uno de los cristales más brillantes.

  Kaelis asintió.

  —Exactamente. Pero no los confundas con lo que te ocurrió a ti. Esa piedra es un tipo de runa unica,

  Raito siguió mirando los cristales, con más preguntas que respuestas, sabiendo que su camino hacia el conocimiento recién comenzaba.

  Kaelis se acercó a la mesa y tomó un peque?o artefacto en forma de esfera que parecía estar imbuido con un cristal verde en su interior. Con destreza, lo levantó y lo sostuvo frente a Raito.

  —Bien, con este artefacto podremos leer las dos runas que tienes en tu mu?eca y veremos qué puedes hacer con ellas —dijo Kaelis, con un tono entusiasmada.

  Raito miró la esfera en sus manos, intrigado y un poco nervioso. Su mente estaba llena de preguntas sin respuestas, y ahora Kaelis parecía estar a punto de ofrecerle algunas.

  —?Qué... qué debería hacer? —preguntó, algo indeciso.

  Kaelis le sonrió ligeramente.

  —Solo relájate y concéntrate en las runas. Permite que el artefacto las sienta, y nos dirá todo lo que necesitamos saber.

  Raito asintió, sintiendo una extra?a mezcla de ansiedad y curiosidad. Colocó su mu?eca frente al artefacto, dejando que la luz suave del cristal iluminara las runas que se encontraban allí. Cerró los ojos por un momento, intentando calmar su mente y enfocarse.

  El artefacto empezó a brillar lentamente, respondiendo a la presencia de las runas en su piel, y Raito sintió una energía pulsante recorrer su cuerpo. En ese instante, supo que algo grande estaba a punto de suceder.

  El artefacto comenzó a brillar con intensidad mientras Raito concentraba toda su atención en las runas. La esfera en las manos de Kaelis emitió un resplandor creciente, su cristal verde vibraba con energía, respondiendo al poder de las runas en la mu?eca de Raito.

  Tras unos momentos, el artefacto pareció estabilizarse, y un débil resplandor azul comenzó a emanar de la runa en la mu?eca de Raito. La primera runa fue leída con alta dificultad, como si el artefacto entendiera lo que representaba, aunque con un esfuerzo notable. Raito sintió un leve cosquilleo en la piel, pero nada más.

  Sin embargo, cuando el artefacto intentó leer la segunda runa, algo extra?o sucedió. La energía en el cristal comenzó a fluctuar descontroladamente, y un estruendo bajo llenó la sala. La esfera, que antes brillaba con fuerza, comenzó a perder su resplandor rápidamente, y con un último destello brillante, el cristal se quebró, dejando a la esfera inerte en las manos de Kaelis.

  —?Qué...? —Raito dio un paso atrás, atónito por lo que acababa de suceder.

  Kaelis, igualmente sorprendida, observó el artefacto roto, luego se volvió hacia Raito con una expresión grave.

  —Esto no es normal. La segunda runa... está protegiendo algo mucho más allá de lo que esperaba.

  El silencio llenó la sala por un momento, mientras ambos intentaban comprender lo que acababa de suceder. La runa que había permanecido oculta en la mu?eca de Raito era mucho más poderosa y misteriosa de lo que cualquiera había anticipado.

  Kaelis observó el artefacto roto con una mezcla de frustración y determinación. El cristal, ahora partido en pedazos, yacía en sus manos como un recuerdo de la dificultad de lo que acababa de suceder.

  —El artefacto se puede reparar —dijo Kaelis, con calma, pero sus ojos mostraban que no estaba completamente satisfecha—. El problema es el cristal. Este era el más grande y poderoso que tenía, y con él fue difícil leer incluso la primera runa. Para la segunda, necesitamos uno aún más grande, más fuerte... algo que pueda soportar su poder.

  Raito, mirando el artefacto y la expresión de Kaelis, asintió lentamente. Sabía que la situación no era sencilla, pero las palabras de Kaelis le daban una chispa de esperanza.

  —?Y cómo conseguimos uno de esos cristales? —preguntó, aún con algo de incertidumbre en su voz.

  Kaelis se quedó en silencio por un momento, pensativa.

  —Los cristales como el que necesitamos no son fáciles de encontrar —respondió, finalmente—. Son extremadamente raros y sólo se encuentran en lugares muy específicos, como las minas de las monta?as más altas o en las ruinas de viejos templos de magia. A veces, se pueden obtener de ciertos monstruos mágicos, pero eso implica... más que solo aventura.

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  Raito sintió cómo la idea de un nuevo viaje se filtraba en su mente. Estaba dispuesto a hacer todo lo que fuera necesario para comprender lo que estaba sucediendo con él, con las runas, y con el misterioso poder que ahora sentía en su interior.

  —Entonces... ?tenemos que ir a buscar uno? —preguntó, ahora con un brillo de resolución en sus ojos.

  Kaelis lo miró, como si evaluara la determinación en su rostro.

  si realmente quieres entender lo que está ocurriendo contigo, no tendremos más opción que encontrar ese cristal.

  Raito asintió, sintiendo el peso de la decisión, pero también una nueva sensación de propósito. Había llegado el momento de dar el siguiente paso en su aventura.

  Kaelis caminó con paso firme hacia una peque?a puerta oculta en una esquina del salón. Raito, algo confundido pero intrigado, la siguió sin dudar. Al pasar por la puerta, se adentraron en un túnel angosto que parecía llevarlos aún más profundo bajo tierra. El aire se volvía más denso, y la luz de las antorchas en las paredes proyectaba sombras alargadas que danzaban con cada paso.

  Después de unos pocos metros de caminar en silencio, llegaron a una amplia cueva subterránea. En el centro de la habitación, se erguía un enorme altar de piedra, cubierto de símbolos arcanos. La ranura que Kaelis se?alaba estaba perfectamente tallada en el centro del altar, como si estuviera esperando algo.

  —Mira ahí —dijo Kaelis, se?alando la ranura—. Antes estaba la piedra que te di.

  Raito observó con atención, notando que el altar estaba cubierto de antiguos símbolos mágicos que parecían resonar débilmente con la energía que emanaba de su mu?eca. Estaba claro que este lugar no era común.

  Kaelis, viendo la curiosidad en los ojos de Raito, continuó explicando.

  —Pertenezco a un clan antiguo, uno que estaba relacionado con la protección del "portador de las piedras". Ese no es su nombre verdadero, pero es lo que se ha transmitido a través de generaciones. Mi clan tenía la tarea de cuidar a aquellos que portaban estas piedras y asegurarse de que no cayeran en manos equivocadas. Pero, como puedes ver, casi toda la información de mi clan ha desaparecido con el tiempo... y ahora es mi deber continuar con lo que empezó.

  Raito, aún asimilando toda la información, se acercó un poco más al altar. La presencia del lugar le resultaba fascinante y, al mismo tiempo, inquietante.

  —?Portador de las piedras? —preguntó, su mente girando ante esta nueva revelación.

  Kaelis asintió, sus ojos revelando una mezcla de seriedad y misterio.

  —Sí. Las piedras que tú llevas... son mucho más de lo que parece. Están conectadas con algo antiguo, algo que ha estado oculto por generaciones. Y tú, Raito, eres el siguiente en esta cadena, el próximo portador.

  Raito sintió que el peso de esas palabras caía sobre él. La misión había tomado un giro mucho más grande de lo que había imaginado, pero no podía negar la fascinación que sentía por todo lo que estaba por descubrir.

  Kaelis miró fijamente a Raito, su expresión dejando de lado la usual actitud despreocupada que había mostrado hasta ahora. Con un tono más serio, comenzó a hablar:

  —Raito, hay algo que debes saber. La piedra que te di... no es la única.

  Raito frunció el ce?o.

  —?Cuántas más hay?

  Kaelis suspiró y cruzó los brazos.

  —Seis en total. Se dice que cada una alberga un poder diferente, y que juntas contienen un secreto que nadie ha logrado desentra?ar.

  Raito miró su mu?eca, donde sus runas brillaban débilmente.

  —Y... ?qué tiene eso que ver conmigo?

  Kaelis lo observó por un momento antes de continuar.

  —Tú eres el elegido, Raito. No sé por qué ni cómo se elige a alguien, pero eres el único capaz de absorber el poder de estas piedras. Yo... no sé qué pasará cuando reúnas todas. No hay registros, ni historias claras sobre eso. Solo sé que mi deber es protegerte y ayudarte a encontrarlas.

  El peso de sus palabras cayó sobre Raito como una avalancha. Todo esto parecía demasiado grande, demasiado repentino. Pero al mismo tiempo, la curiosidad ardía en su interior.

  —?Y qué hacemos ahora? —preguntó, intentando asimilarlo todo.

  Kaelis sonrió con su característica picardía.

  —Primero, conseguimos un cristal para reparar el artefacto. Luego, empezamos la verdadera búsqueda.

  Kaelis cruzó los brazos y miró a Raito con una media sonrisa.

  —Antes de salir, te daré un equipo básico de aventurero. No podemos ir a buscar el cristal sin prepararnos, ?no crees?

  Raito asintió, aún procesando todo lo que había escuchado.

  —Pero antes... —interrumpió—, el artefacto logró leer la primera runa, ?cierto?

  Kaelis suspiró y se apoyó contra una de las paredes de piedra.

  —Sí, aunque el artefacto se haya roto, alcanzó a darnos información. Pero no es suficiente para saber exactamente qué hace tu runa. Lo único claro es que es una runa de energía.

  Raito miró su mu?eca, donde la marca seguía resplandeciendo levemente.

  —Entonces... ?cómo activo su poder?

  Kaelis negó con la cabeza.

  —Ahí está el problema. Para entender realmente su potencial y aprender a usarla, necesitaremos encontrar a alguien que sepa de magia. Alguien con el conocimiento suficiente para descifrarla por completo.

  Raito suspiró. Era otro misterio más en su creciente lista de preguntas sin respuesta.

  —Está bien. Primero el cristal, luego buscamos a alguien que pueda ayudarme con esto.

  Kaelis sonrió de lado.

  —Exacto. Así que prepárate, porque apenas estamos comenzando.

  Kaelis revolvía un viejo cofre lleno de equipo mientras Raito se probaba una armadura de cuero reforzado. Era sencilla, pero ligera y flexible, perfecta para alguien sin experiencia en combate.

  —Bien, esto te dará algo de protección —dijo Kaelis, sacando una daga bien afilada y entregándosela a Raito—. Y esto, por si necesitas defenderte.

  Raito tomó la daga y la observó con atención. No era nada especial, pero se sentía equilibrada en su mano.

  —?Y el casco? —preguntó, notando que faltaba.

  Kaelis suspiró y se encogió de hombros.

  —No lo encontré. Pero tranquilo, así al menos podrán verte la cara cuando te vuelvas famoso.

  Raito rodó los ojos con una sonrisa.

  —Claro, porque eso es lo que más me preocupa.

  Kaelis rió y le dio una palmada en el hombro.

  —Vamos, ya estás listo. Es hora de encontrar ese cristal.

  Se dirigieron a una cueva cercana inexplorada ya en la entrada había cristales pero eran muy chicos así que entraron a la cueva parecía un laberinto y los cristales se generan en peque?as menas o uno solo cristal grande q es eso lo q les interesa

  Raito y Kaelis se adentraron en la cueva, sus pasos resonando en la oscuridad mientras la tenue luz de los cristales esparcidos por las paredes iluminaba su camino. Desde la entrada, Raito notó que los cristales eran demasiado peque?os para servir.

  —Necesitamos uno más grande, ?cierto? —preguntó mientras apartaba unas raíces colgantes.

  Kaelis asintió, observando con atención su entorno.

  —Sí, los cristales crecen en peque?as menas o, si tenemos suerte, en una gran formación. Ese es el que buscamos.

  A medida que avanzaban, la cueva comenzó a ramificarse en múltiples túneles, dándole un aspecto laberíntico. Raito frunció el ce?o.

  —Esto va a ser más complicado de lo que pensaba.

  Kaelis sonrió con confianza.

  —Solo hay que avanzar con cuidado. Y si nos perdemos, siempre puedo dejarte aquí y volver por ayuda... en un par de días.

  Raito le lanzó una mirada incrédula, y Kaelis solo rió.

  —Tranquilo, encontraremos el cristal. Solo hay que seguir explorando.

  Después de varios minutos caminando, Raito y Kaelis notaron que la cueva cambiaba. Las paredes de roca irregular dieron paso a antiguas estructuras de piedra tallada, con pilares agrietados y pasillos oscuros que se extendían en múltiples direcciones.

  —Esto... ya no parece una cueva —murmuró Raito, observando los símbolos desgastados en las paredes.

  Kaelis frunció el ce?o.

  —No lo es. Es una catacumba... y eso significa problemas.

  Raito tragó saliva. Sabía lo que implicaba. Las catacumbas solían estar infestadas de monstruos y, peor aún, siempre había un jefe resguardando los tesoros ocultos en su interior.

  —Dime que no vamos a seguir.

  Kaelis sonrió con diversión.

  —?Y perder la oportunidad de conseguir tesoros y un cristal grande? Ni loca.

  Raito suspiró.

  —Eso pensé...

  Kaelis desenvainó su daga y avanzó con cautela.

  —Mantente alerta. No estamos solos aquí.

  Entrando con cautela en la catacumba, Raito y Kaelis sujetaban firmemente sus dagas, atentos a cualquier movimiento sospechoso. La atmósfera era pesada, el aire denso con el olor a humedad y piedra vieja.

  A lo lejos, entre las sombras de los pilares agrietados, una figura se tambaleaba lentamente. Su silueta era inconfundible: un esqueleto animado, uno de los llamados no muertos. Sus ojos brillaban con una tenue luz azul, y en sus manos sostenía una espada oxidada.

  Raito sintió un escalofrío recorrer su espalda.

  —Genial, justo lo que faltaba...

  Kaelis sonrió con una mezcla de emoción y cautela.

  —Vamos, es solo un saco de huesos. Probemos qué tan bueno eres con esa daga.

  Raito suspiró, ajustando su postura.

  —Supongo que no tengo opción...

  Ambos avanzaron, listos para enfrentarse al no muerto.

  Kaelis se movió con rapidez, lanzándose hacia el esqueleto con su daga lista para atacar. Sin embargo, el no muerto reaccionó sorprendentemente rápido, levantando su espada oxidada para bloquear el golpe.

  —?Vaya, parece que no son tan torpes como pensaba! —exclamó Kaelis, retrocediendo ágilmente.

  Raito aprovechó el momento y, con determinación, atacó por el costado. Su daga se clavó entre las costillas del esqueleto, haciéndolo tambalear. Kaelis no perdió la oportunidad y, con un rápido movimiento, golpeó con fuerza el cráneo del no muerto, haciéndolo estallar en pedazos.

  El esqueleto se desplomó en un montón de huesos inertes, y su espada cayó al suelo con un eco metálico.

  Raito respiró hondo, todavía con la adrenalina en su cuerpo.

  —Eso... no estuvo tan mal.

  Kaelis sonrió, divertida.

  —Nada mal para tu primera pelea. Aunque no te confíes, seguro hay más adelante.

  Raito asintió, guardando su daga.

  —Entonces será mejor seguir avanzando con más cuidado.

  Kaelis le dio una palmada en el hombro antes de continuar por el oscuro pasillo.

  Después de derrotar a varios esqueletos de manera similar, Raito y Kaelis continuaron explorando la catacumba con cautela. El aire era denso y polvoriento, y cada paso resonaba en los oscuros pasillos de piedra.

  Mientras avanzaban, encontraron cofres antiguos cubiertos de telara?as y pedestales donde descansaban objetos brillantes. Entre los tesoros, hallaron algunas joyas incrustadas con piedras preciosas, monedas antiguas y extra?os artefactos de origen desconocido.

  —No está mal... pero aún no encontramos el cristal que necesitamos —comentó Raito, observando una daga ornamentada entre los tesoros.

  Kaelis guardó algunas de las joyas en su bolso y sonrió.

  —Tranquilo, seguro está más adelante. No creo que salgamos con las manos vacías.

  Raito asintió y siguieron avanzando por la masmorra, con la esperanza de encontrar el cristal que necesitaban.

  A medida que avanzaban por el pasillo, los ecos de sus pasos se intensificaron. Finalmente, llegaron a una gran puerta de hierro, cubierta de inscripciones antiguas y símbolos que parecían vibrar a la luz de sus antorchas. La puerta estaba ligeramente entreabierta, lo que dejaba escapar un aire pesado y frío.

  —Aquí debe estar —dijo Kaelis en voz baja, observando la puerta con atención. Su rostro reflejaba concentración y determinación.

  Raito frunció el ce?o. Aunque su nulo entrenamiento no estaba al nivel de Kaelis, sabía que algo grande esperaba detrás de esa puerta.

  —?Qué crees que nos espera? —preguntó, ajustando su daga en la mano.

  —Un "jefe", probablemente. Este lugar no guarda un tesoro sin razón. Las criaturas de la catacumba no son nada comparadas con lo que está detrás de esa puerta, pero no te preocupes, he enfrentado cosas peores. Aunque, siendo honestos, nunca he lidiado con un jefe de este tipo. —Kaelis le dio una mirada rápida—. No será fácil, pero si trabajamos juntos, podemos hacerlo.

  Raito asintió, tomando un profundo respiro. Sabía que debía mantener la calma.

  Con un ligero empujón, la puerta se abrió de par en par, revelando un salón oscuro, con un altar en el centro. Allí, una figura gigantesca se alzaba, su silueta oscura destacando contra la tenue luz. Un coloso, con armaduras rotas y ojos brillantes, aguardaba en silencio.

  —Esto va a ser complicado —murmuró Kaelis.

  La batalla comenzó con una furia imparable. Kaelis se lanzó al ataque, moviéndose rápidamente entre las sombras, aprovechando su agilidad para esquivar los golpes masivos del coloso. Cada uno de esos golpes hacía temblar el suelo, y Raito luchaba por mantenerse en pie. Aunque la asesina parecía llevar la delantera, el coloso no tardó en contraatacar con su enorme maza de piedra, arrasando con todo a su paso.

  Raito, decidido a no quedarse atrás, se acercó al coloso con valentía, buscando un punto débil en su gigante cuerpo de piedra. Con un rápido movimiento, intentó una estocada hacia el costado del monstruo, donde las armaduras parecían más débiles. Sin embargo, al impactar con la daga, el hierro cedió bajo la fuerza del coloso, y con un sonido metálico agudo, la hoja se rompió en pedazos.

  —?No! —Raito soltó la empu?adura rota, asombrado y con las manos vacías.

  Kaelis, viendo la desesperación en los ojos de Raito, aprovechó el momento en que el coloso reequilibraba su gigantesca maza. Con un grito de guerra, Kaelis saltó hacia él, lanzando un par de dagas que se clavaron en su rostro de piedra. El coloso gritó, un sonido retumbante que reverberó por toda la sala, pero no cayó.

  Raito, ahora sin armas, recogió una pieza rota de la daga, utilizando lo que podía para atacar. Estaba claro que no podía ganar por fuerza, pero la agilidad de Kaelis y su astucia eran su única oportunidad.

  —?Raito, muévete! ?No te quedes quieto! —gritó Kaelis, mientras se esquivaba por un costado del coloso.

  Con un último esfuerzo, Raito aprovechó la distracción de Kaelis para lanzarse hacia las piernas del coloso, buscando cualquier grieta o fisura en su cuerpo. Mientras tanto, Kaelis desvió su atención momentáneamente hacia el coloso, dejando una apertura.

  Con una rápida reacción, Raito logró acertar un golpe directo con la daga rota en una de las partes expuestas del coloso. No fue suficiente para derrotarlo, pero dejó una grieta en su armadura.

  La batalla se había vuelto desesperante. Kaelis había logrado mantenerse ágil y eludía los ataques con destreza, pero una de las ondas de expansión del coloso la sorprendió. Fue un golpe tremendo, un choque que la lanzó hacia atrás, haciendo que perdiera el equilibrio. En un parpadeo, el coloso, con su brazo masivo, la atrapó en su gigantesca mano, la aprisionó entre los dedos con una fuerza brutal.

  —?Kaelis! —Raito gritó, su corazón latiendo desbocado mientras veía la asesina luchando por liberarse, su daga inutilizada por el poder del coloso.

  La furia lo invadió. Nunca había visto a Kaelis en una situación tan vulnerable. Las sombras del miedo se cernían sobre él, pero también algo más. Algo que no comprendía del todo.

  En su mu?eca, la runa brilló, el mismo resplandor azul que había visto anteriormente, pero ahora era más intenso, casi palpable. Sin pensarlo, impulsado por la ira y el deseo de salvarla, Raito apretó el pu?o. Un resplandor azul comenzó a envolverlo, un aura vibrante que emanaba de la runa.

  —?Suéltala! —Raito rugió, con la furia de su desesperación canalizada en su brazo.

  Sin dudar, lanzó un golpe directo hacia el coloso, hacia el costado de su gigantesco cuerpo de hierro. Al contacto, una explosión de luz azul envolvió al coloso, evaporando su gigantesca figura en un instante. La energía que emanaba de la runa desintegró la armadura de hierro como si fuera nada, convirtiéndolo en polvo en cuestión de segundos.

  El silencio llenó la sala.

  Kaelis, aún atrapada, cayó al suelo después de que el coloso se desintegrara, su respiración entrecortada pero aliviada. Raito, sorprendido por el poder de su golpe, miró su mano, aún envuelta en el resplandor de la runa.

  —?Qué fue eso? —preguntó Kaelis, levantándose lentamente.

  Raito no tenía palabras. El aura azul comenzó a disiparse, y en su lugar quedó una sensación de vacío y confusión. Había liberado todo su poder en ese golpe, sin tener ni idea de cómo lo había hecho, pero lo había hecho. ?Era esa la magia de la runa? ?El poder de las piedras?

  Kaelis lo miró con una mezcla de asombro y curiosidad.

  —Parece que las runas en ti tienen más poder del que pensábamos...

  De repente, el agotamiento lo invadió con tal intensidad que Raito sintió como si toda la energía de su cuerpo hubiera sido drenada en un solo segundo. La adrenalina que lo había mantenido en pie se desvaneció al instante, y su cuerpo comenzó a pesarle más de lo que jamás habría imaginado. Las piernas temblaban, sus brazos ya no respondían, y un profundo cansancio recorrió cada músculo de su ser, como si el esfuerzo de ese golpe lo hubiera dejado completamente vacío.

  Kaelis, al ver su estado, se acercó rápidamente, su expresión cambiando de sorpresa a preocupación.

  —Raito... —dijo, su voz un tanto alarmada—. ?Qué te sucede? No te muevas, déjame ayudarte.

  Raito intentó mantenerse erguido, pero sus piernas no lo soportaron, y cayó de rodillas al suelo, con el aliento entrecortado. El resplandor azul que había envuelto su pu?o se desvaneció, y con ello, el dolor de la fatiga se instaló en su cuerpo como una pesada carga.

  —Creo que... ese golpe... me ha dejado... sin fuerzas... —murmuró, casi sin aliento.

  Kaelis lo miró con cautela y, sin perder tiempo, se agachó a su lado. Se notaba que no sabía exactamente qué hacer, pero su instinto le decía que debía actuar rápido.

  —No te preocupes, Raito. No sé qué fue esa magia, pero parece que usarla te ha pasado factura. Necesitas descansar. Yo me encargaré de todo aquí.

  Raito apenas podía mantenerse consciente, el sue?o lo dominaba, pero la sensación de incomodidad y la pregunta sobre el origen de su poder seguían rondando en su mente. Antes de desmayarse por completo, le susurró a Kaelis:

  —Necesito saber más... sobre las runas... y lo que me está pasando...

  Con una última mirada preocupada, Kaelis asintió, asegurándose de que Raito estuviera lo más cómodo posible mientras su cuerpo descansaba, preparándose para lo que vendría a continuación. Sabía que lo que había ocurrido no era normal, y que el joven tenía mucho que aprender sobre el poder que ahora poseía.

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