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Nueva Nueva Yok

  érase una vez, un lugar llamado Nueva Jersey…

  En 2035, después del desarme nuclear total y la revolución de las energías, las bombas empezaron a caer. Las principales ciudades de los Estados Unidos de América recibieron bombardeos que más tarde se llamaron “diplomáticos”. Pues cayeron justo al lado de los centros de población pero no en ellos. Una guerra de demagogia y pretextos siguió a la pérdida de millones de vidas tras los disparos vengativos contra todos los enemigos del país. Nunca quedó claro el motivo o el autor de cada ataque, pero todos recibieron su castigo y la población del planeta se redujo considerablemente.

  La primera de todas, destruyó todo más allá de Hudson, era un nuevo tipo de MOAB, por lo que no dejó contaminación radioactiva, pero tampoco una sola piedra sobre otra.

  Pasaron casi veinte a?os hasta que el páramo desolado dejó de ser un triste remedo de monumento a los caídos en el ataque. Los terrenos se fueron vendiendo a las grandes corporaciones que surgieron tras la guerra. Y lentamente se convirtió en un enclave similar a lo que fue Sillicon Valley. Con los a?os, primero coloquial, y luego oficialmente, se le conoció como la Nueva Nueva York.

  El abuelo de Rachel era un ni?o cuando la ciudad era una novedad. Pero contaba esa historia ominosa como si hubiera estado en medio de los ataques. Ella la tenía grabada a fuego en su memoria. Por eso, mientras se acercaba en su Voltrider a través aquel estúpido tubo transparente que conectaba ambas ciudades, no podía evitar sentir que los altos edificios de cristal o aquellos blancos, más peque?os, eran gigantescas lápidas que indicaban la tumba de todos los fallecidos en el ataque, y de los sue?os de aquellos que aspiraban a vivir entre sus muros.

  Todavía no llegaba, y ya la odiaba, la primera gran diferencia con la vieja Nueva York, es que desde el tubo, las calles eran rieles de repulsión. Solo se podía circular siguiendo caminos predeterminados, a velocidades determinadas levitando a milímetros del suelo. En la ciudad vieja había dos o tres avenidas así, aburridas, solo para vehículos de lujo. Su Voltrider era compatible con los rieles, pero era como ir en un carrusel. Ni siquiera tenía que dirigirla, la conducían a su destino automáticamente.

  Un repentino mensaje en su holox la sacó de su enfurru?ado sopor.

  Atención: Se ha detectado un producto: NaNo, Fashion Parade. Versión ###. ?Desea activar funciones de red? ?Acepta vincular al dispositivo genérico de conexión digital a nombre de Rachel Haynes?

  El número perdido de la versión era sin duda obra de Bit. Por lo visto la rivalidad entre Holox y NaNo como proveedores de tecnología seguía muy viva en la ciudad nueva.

  —Acepto, clave de acceso “PatrickEresUnBastardo”. Activa, acceso gestual.

  Hizo su gui?o seductor y la interfaz la reconoció.

  Atención, producto ####### detectado. Activación ###### iniciada.

  Bien, eso era inesperado. ?Sería parte de las modificaciones? Mejor preguntar. Envió una captura del mensaje a Bit. De inmediato su holox empezó a sonar.

  —Responder. ?Qué carajos pasa Bit? No quiero que esto me meta en problemas.

  —Rae —se oía molesta —o sea, cálmate, para modificar el set utilicé mi propio código, por eso aparecen dos activaciones. Es parte de la diversión, lo normal es que las nanomáquinas tengan una cantidad limitada de usos, las tuyas durarán hasta que se desgasten. Y dicen los rumores que eso tardará mucho en suceder. Que NaNo solo pone los límites para vender más.

  —?Esos huecos no van a llamar la atención?

  —No son huecos moradita, la interfaz no puede mostrarte el código alfanumérico que reemplaza su encriptación. Es cosa de nerds, como dices tú.

  —En fin, ya que llamaste, ?Hay alguna novedad?

  —No, pasé mi tiempo bailando desnuda por el apartamento.

  —Ya entendí, ?Qué descubriste?

  —Que no hay reportes de robo en los laboratorios de manera oficial, y le dejé una contrase?a nueva a Patrick, la anterior era patética. Es tan predecible que no me sorprendería no ser la única que juega en los archivos de policía.

  —Yo ya sabía eso, tengo acceso en mi holox, tú me lo instalaste.

  —Entonces nada nuevo Rae, lo siento. Oye ?Ya llegaste? ?Viste el edificio de Old Steam Rides? Debe ser como la Meca para ti.

  —Me aseguraré de ir a presentar mis oraciones cuando llegue, no se ve tan distinta a la ciudad vieja desde el tubo.

  —Solo he estado ahí una vez, pero créeme, de cerca se nota la diferencia. Bueno, luego me cuentas, voy a mi práctica de kickboxing.

  El pitido de llamada terminada con bit siempre era abrupto, esa chica vivía como si siempre tuviera prisa aunque rara vez fuera a ningún lado.

  Rachel decidió probar las funciones de las nanomáquinas, activó la aplicación y rompió la cápsula de cristal, el polvo plateado no tardó en desaparecer, y la interfaz de usuario se hizo presente frente a sus ojos.

  Bit la había convertido en una especie de catálogo, podía seleccionar cada pieza de ropa por separado o atuendos completos. Además, había opciones para cambiar los colores o materiales. Si en verdad podían hacer tantas cosas, a Rachel le encararía saber cómo funcionaban.

  Por el momento, decidió darle un giro a su atuendo regular, guardó su bastón en su abrigo antes de seleccionar unas botas al tobillo y unas seductoras medias negras transparentes. A?adió una minifalda a su corsé y cerró el escote hasta el cuello. Redujo el largo de su gabardina y la ti?ó de negro, al igual que su fedora. Pensó que quizá en la ciudad nueva podría ser una versión un poco más conservadora de sí misma. Complementó el atuendo con guantes a juego, deseó llevar consigo su maquillaje, un labial negro se vería asesino. La transformación no fue del todo inmediata, le tomó un par de minutos, no dejaba de ser asombroso.

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  El estúpido tubo terminó pero no así el carrusel. Le habían dicho que los rieles eran de alta velocidad gracias a la organización de tráfico por inteligencia artificial. Pero para ella cien kilómetros por hora era un mero paseo.

  Lo que la impresionó fue que muchos de los vehículos en el camino no eran lo que esperaba, no eran esos angulosos autos nuevo modelo, sino redondos y estéticos modelos del siglo XX acondicionados para el camino inteligente. La mayor parte de esas compa?ías tenían décadas muertas, pero el paisaje de la Nueva Nueva York era dominado por los Aston Martin, los Jaguar, Cadillac, Mustangs y Corvettes, incluso un Rolls-Royce negro pasó junto a ella como si estuviera en una película ambientada doscientos a?os atrás. Casi podía ver a los italianos en trajes y sombreros a través de las ventanas, y no estaba muy equivocada.

  Claro, esta gente tenía tanto dinero que conducían literales piezas de museo.

  La gente era escasa en las calles lluviosas de aquella noche, pero los que pudo ver, casi todos de ascendencia hindú indicada por sus fuertes rasgos, vestían ropas similares a las suyas. Gabardinas y sombreros por doquier, de colores vibrantes, neón, aunque debajo de ellos usaban ropas más modernas.

  A Rachel la golpeó el recuerdo de la primera vez que le mostró a Zena y Alexander su gabardina, que a ella le parecía tan original y propia de ella, se habían reído sin decirle porqué.

  Estaba de moda en la ciudad nueva, y esos dos bobos lo sabían.

  En ese momento agradeció llevar las nanomáquinas de Bit y haber hecho el cambio, se sintió una tonta por un momento. Pero bueno, al final, tuvo que suponer que se había adelantado a la alta moda.

  Decidió concentrarse en su misión y se dirigió a la sede de NaNo, el logo de la compa?ía, una rara mezcla de cubos superpuestos, dominaba el paisaje, patrocinaban casi todo, como lo hacía Holox en la ciudad vieja.

  Bit no bromeaba con que todo estaba fuera del alcance en la ciudad. Todos los espacios para estacionar a su amiga tenían costos imposibles, pero NaNo ofrecía a sus usuarios un descuento que dejaba el precio apenas un poco más alto que en el centro de Times Square. Caro, pero asequible, era una forma obvia de forzar a la gente a usar sus productos o esencialmente regalarles bits en cascada. Nueva Nueva york no tenía un ayuntamiento, todos los servicios eran proporcionados por empresas privadas, incluyendo salud, seguridad y educación. Y claro, la más grande y poderosa tenía el monopolio en la mayoría de los casos. En fin, que gracias a su nuevo juguete pudo estacionar cerca de la sede, y caminar hasta la entrada del enorme rascacielos blanco donde la forma cúbica lo dominaba todo.

  Lo de los techos retráctiles resultó ser falso, por supuesto, en realidad los alrededores de la sede se protegían de la lluvia por generadores de repulsión como el de su motocicleta. Mucho más costosos.

  Cruzó las enormes puertas de cristal sin saber realmente qué esperar.

  —Buenas noches —un hombre delgado de porte formal la abordó antes de dar su segundo paso en aquella sala de blanco perfecto —se?orita… Haynes, ?cierto? Estamos felices de que eligiera nuestros productos recientemente, ?viene usted para alguna aclaración sobre su set Fashion Parade?

  Esa era siempre la desventaja de tener algo de Holox o NaNo, terminaban sabiendo hasta qué comías.

  —No, que amable, soy investigadora independiente, necesito que alguien de los laboratorios me asesore con un caso.

  —Oh, claro, debí suponerlo, su licencia está en regla, aunque entenderá que si bien la compa?ía está dispuesta a cooperar en cualquier caso criminal, el personal de laboratorio no se encuentra en las instalaciones, el día de hoy están en un evento. Si gusta puedo agendar una cita para el día de ma?ana por la tarde. El hombre encendía y apagaba su holox constantemente, daba la ilusión de ser él quien sabía todo.

  —Oh, entiendo —Rachel cambió su tono, se puso a jugar con las solapas del traje blanco del hombre delgado —usted parece bueno, muy bueno con la información, ?Cree que puede ayudarme con algunas preguntas?

  El estoicismo del sujeto se esfumó brevemente y un rubor se instaló en su cara, seguro que ella no era la primera en endulzarle el oído, pero Rachel conocía muy bien el alcance de su propio encanto.

  —Esto… por supuesto se?orita, si puedo serle de ayuda haré todo en mi poder —solo había balbuceado un poco, excelente, seguiría siendo útil.

  —?Sabe si en esta compa?ía alguien conoció a la se?orita Priscila Boiko? Tenía veintidós a?os, casta?a, bajita, un poco Europa del Este, un poco…

  —Oh, sí, sí —interrumpió el sujeto —tengo un registro de alguien con ese nombre y edad de hace más o menos tres a?os. No está clasificado, pero le confieso que es extra?o, faltan muchos datos en su archivo, se registró para un empleo como beta-tester, hicimos campa?a abierta en esa ocasión. Temo que no pasó la primera ronda de selección. Quizá por eso recursos humanos no se molestó en completar su ficha. Obviamente tenemos sus datos personales gracias a los hiperforos, pero no hay asignación de proyecto, ni nombre de los responsables del programa al que trataba de calificar.

  El tipo de información que convenientemente siempre se perdía cuando ocurrían accidentes o negligencias. El Patrick que ella recordaba hubiera descubierto esto un a?o atrás. Detestaba las corporaciones. Los hubiera investigado aunque no tuvieran razón para sospechar entonces.

  —Ay, muchas gracias —una peque?a sonrisa estúpida, para hacerlo sentir importante, ahora necesitaba algo más, pero no le preguntaría a él por las nanomáquinas —y bueno, si se puede saber, ?Qué clase de evento tiene tan ocupados a los del laboratorio?

  El hombre tragó saliva.

  —Bueno, no hace da?o si se lo digo, están en el hotel Vivaldi, en una fiesta, en honor al retiro del jefe de investigación. Mo Kumar.

  —Oh, y usted no fue invitado… es una pena. Suena a algo que una chica de la ciudad vieja como yo amaría ver —avivó el jugueteo para desabotonar el saco y tocar como por accidente el torso de su anfitrión.

  —Bueno, en realidad, sí. Mi turno termina en una hora, no iba a asistir, es algo penoso, pero mi pareja canceló de último momento…

  ?Ya te tengo flaquito, eres de los adorables?

  —Oh, que pena, ?sabe? no tengo nada que hacer hasta la cita de ma?ana por la ma?ana, o sea, estoy libre para algo de… toda la noche.

  —Si… si usted gusta, puedo llevarla a la fiesta.

  —?En serio? Que amable, vendré en una hora, mientras decido qué ponerme.

  Hizo un cambio en la aplicación y dejó a su anfitrión observar cómo desaparecía el alto cuello de su corsé, volviendo al pronunciado escote que acostumbraba. Cuando estuvo segura de que no se echaría para atrás, salió del edificio caminando con un suave contoneo, algo que dominaba, no parecía del todo intencional. Los dejaba dudando, “?me está seduciendo o no?”

  Rachel no tenía paciencia, podría esperar una noche para ver a los nerds o podría interceptarlos en un lugar donde estarían bebiendo, no tendría que identificarse y podría usar sus mejores trucos. Además en verdad necesitaba tener suerte esa noche, el flaco no estaba mal, pero si encontraba algo mejor…

  Cerca del estacionamiento habría un ba?o, ahí escogería un atuendo. Para lo que quería quizá no era conveniente estar en la vía pública aunque hubiera poca gente.

  Lo encontró en efecto, se concentró en el menú y eligió un vestido rojo muy entallado, el estilo era todo un clásico, seguro encajaría con la moda de la ciudad por lo que había visto. Quiso mirarse en el espejo para ver la transformación.

  ?Acaso tenía los labios pintados de negro?

  Parpadeó incrédula un par de veces mientras se miraba. No, sus labios eran de un carmesí intenso, era el color que se había aplicado aquella tarde antes de salir hacia el Fitz. Quizá se había equivocado, o lo había imaginado por lo bien que iba con su atuendo anterior.

  La transformación terminó. Zapatos imposiblemente altos, un vestido brillante perfectamente ajustado por todo su cuerpo, un escote al punto, no se le escaparía nada, pero parecía que sí. Todo de un rojo hecho para destacar.

  Su abrigo se había convertido en un bolso muy a juego. Cargar esas cosas no era su estilo, pero podría llevar su bastón en él. Incluso pudo crear joyería y accesorios con mucha clase, daban perfecta apariencia de ser de oro, desde el collar que caía perfectamente en su esternón, guiando sutilmente la vista, hasta los brazaletes y arracadas en perfectos aros dorados.

  Dejó los guantes, los guardaría en el bolso por si los necesitaba para no dejar huellas o muestras de sudor en alguna superficie.

  Se los quitó, y arqueó una ceja. ?Se había pintado las u?as esa tarde?

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