Bueno, no podía esperar que todo le quedara cerca esa noche.
El sol estaba por fin a punto de desaparecer, aunque con tantas nubes tenía rato sin verlo. La lluvia parecía estar dándole tregua, justo a tiempo para ir a buscar a su mejor amiga.
Ahí estaba, en la estación de carga de motores eléctricos número catorce. Era un aparato de líneas curvas y finas, hecha para ser montada. Sí Patrick, era un chiste de motocicletas, pero no, si el payaso la respetara lo suficiente, sabría que ella prefería bromear con su cuerpo que con su amiga.
La Voltrider, fabricada por Old Steam Rides. Una maravilla que había comprado, o al menos dado el enganche, con su liquidación del cuerpo de policía. La mayoría de las compa?ías que aún fabricaban motores de combustión estaban en la ruina o vendían sus productos como coleccionables a los ricos de las ciudades nuevas. Eso la tenía sin cuidado siempre que existiera su mejor amiga.
Casi cuatrocientos caballos de fuerza; suspensión y estabilización inteligentes, acabados en grafeno denso, resistente a rayones e impactos. Y como no, un brillante color violeta. El imbécil del vendedor le había ofrecido una Hadesmachina o una Clarin. ?Una Clarin! ?A ella! ?Acaso tenía cara de repartidora de pizza? No, necesitaba un vehículo para persecuciones. Las motos de policía la habían decepcionado una y otra vez. No perdería un sospechoso ni la alcanzarían mientras ella tuviera algo que decir al respecto.
Era un modelo de 2119, la última de las perfectas. Rachel detestaba que los más nuevos lucieran cuadrados, angulosos, casi parecían hechos con cajas. La suya era sinuosa como ella misma. Pagó por la carga y puso rumbo a Brooklyn.
Gracias a la repulsión magnética, ni siquiera tenía que quitarse el sombrero, le gustaba apagarla y sentir la velocidad, el viento, pero, con la lluvia que podría arreciar en cualquier momento, condujo con su burbuja protectora alrededor. Aprovecharía algunos de los nuevos pasos a desnivel, pocos los usaban por ser tan estrechos, pero a ella le parecían perfectos, el riesgo la estimulaba y podía aprovechar el poder de su máquina. El elefante blanco del alcalde anterior en forma de estrechos caminos sin barreras protectoras paralelos a las vías principales la hacía tan feliz que si de casualidad lo dejaban postularse cuando saliera de la cárcel, ella votaría por él. ?Qué había sido? Ya nadie llevaba la cuenta de los crímenes de los poderosos, eran demasiados.
Llamó a Bit por pura cortesía, claro que iba a estar en casa. Puso la llamada en solo audio para conducir mejor.
—Tabitha Marcus —el sonido de espera fue breve, pero Rachel tenía poca paciencia —?contesta Bit!
El ícono personalizado apareció en una esquina de su campo de visión, donde no estorbara el camino, Rachel podía ver la ruta ideal con su Holox, como si la calle brillara sutilmente.
—Cielos moradita, ya respondí, qué desagradable te pones cuando llamas por audio.
—?Cómo sabes de qué color voy Bit? ?Estás hackeando mi cámara otra vez?
—?Ash!, qué desconfiada, tú siempre llevas esa horrible gabardina púrpura y el sombrero cuando trabajas, y siempre estás trabajando cuando me llamas. Nunca me invitas a salir ni nada.
—Como si te gustara salir, ?Acaso quieres ir a bailar? Habrá noche de chicas en el Fitz el próximo fin de semana.
—Muy chistosita Rae Rae, paso, ese bar es un agujero, aunque me comería a Zena cualquier noche de estas.
—Ya sabes que Zena y Alexander comparten los mismos gustos. No tienes oportunidad.
—Qué aburridos. ?Vienes para acá? ?Volviste a olvidar tus claves de acceso o tu holox necesita que lo actualice?
—Es algo diferente, te va a interesar, es tu clase de mierda.
—Más te vale o no te va a salir barato, no me dicen Bit por Tabitha.
—Cierra la boca, ni tú ni Pat dejan de pretender, parecen unos ni?os.
—?Volviste a ver a Patrick? Rae… prometiste que dejarías de llamarlo, ese payaso solo te hace sufrir.
—Era importante, quizá tengo una pista de Priscila.
—?En serio? ?Crees que después de tanto tiempo todavía pueda aparecer?
—Incluso si lo que encuentro son sus huesos, voy a encontrarla, y tú vas a ayudarme ?Verdad?, no como el imbécil de Patrick.
—Sabes que cuentas conmigo, te espero en casa, cuídate, esos pasos nuevos no son seguros.
La llamada terminó con el típico pitido. Así que después de todo la estaba vigilando. Por lo menos, su ubicación.
Subió a toda velocidad en uno de esos pasos exclusivos para motocicletas, una serie de plataformas que levitaban estables sobre la carretera por repulsión magnética, y aceleró, el camino sería peligroso, pero eso era lo que amaba de la vida misma. Los caminos se pegaban a edificios, o subían decenas de metros para evitarlos. Pasó a centímetros de algunos balcones, estuvo a punto de caer en más de una curva cerrada y finalmente…
Divisó a lo lejos una brecha entre dos plataformas, si seguía el camino tardaría tal vez dos minutos más, eran casi cuarenta metros, y podría caer la misma distancia, no lo pensó. Aceleró a tope y confió en la potencia de su amiga. La tracción de sus neumáticos hacía irrelevante a la lluvia hasta en aquellas plataformas de metal, cuando terminó el suelo, la motocicleta cruzó el aire sobre una avenida transitada. Los ciudadanos distraídos tal vez no la verían caer sobre ellos si no llegaba al final.
El neumático trasero golpeó primero la plataforma, la suspensión inteligente casi ni la dejó sentir el impacto, pero el breve vuelo la llenó de esa chispa de vida que ahora necesitaba a diario.
El puente era casi siempre la mejor parte del viaje, tenía la opción de usar las plataformas del paso elevado, o pasar evitando otros vehículos. Eligió la primera por una vez, y pudo disfrutar de la vista del río durante la tormenta, mientras lo cruzaba acelerando tanto como se lo permitía su Voltrider.
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Y gracias a Bit, no recibiría las multas por sus saltos o exceso de velocidad. Su firma digital era invisible a los centinelas de tráfico. Pues había conseguido conservar sus privilegios como si aún fuera oficial.
Lo malo de ir tan rápido, era siempre que el viaje era breve. Llegó al apartamento de Tabitha en apenas unos minutos. Aparcó justo frente al edificio y activó el sistema antirrobo. Aunque a esas alturas, los cacos de poca monta de ese barrio ya reconocían a su amiga como intocable, sobre todo aquellos con quemaduras eléctricas en la entrepierna.
Subió por el ascensor, era solo un tercer piso, pero parecía correcto. Tenía llave del apartamento como muchos de los amigos de Bit, así que simplemente entró.
—?Rae! No te esperaba para nada, je, je, je, ven, déjame darte un beso de bienvenida.
Rachel sonrió y se acercó al escritorio donde su amiga de tantos a?os y compa?era de la academia de policía pasaba sus días y se agachó a su nivel, la silla de repulsión magnética se giró para que pudieran darse un pudoroso beso en cada mejilla.
—Es un gusto verte de tan buen humor Bit, ?Cómo has estado?
La mujer de cabello corto, te?ido de verde, volvió a ajustarse las gafas antes de responder, las usaba por estilo, pues en realidad nadie necesitaba algo así para ver bien gracias a los holox repitiendo en sus cerebros imágenes de cámaras de alta definición.
—Oh, como siempre, estudiando, vendiendo información, preparándome para competir en patinaje sobre hielo.
Resultaba increíble que ni siquiera las nanomáquinas pudieran reparar la columna de Bit, pero ella sacaba lo mejor de su situación como siempre. Casi cinco a?os en esa silla no la habían amargado, ella misma había creado gran parte de la domótica de su apartamento y podía vivir completamente sola. Hasta Rachel se enfadaba al recordar que un bobo accidente entrenando en la academia había terminado con su carrera de investigadora de homicidios.
—Pues deja de mirarme así o terminarás en una silla de ruedas.
—Nada que perder entonces piernas largas. A menos que estés amenazando con robar mi silla.
—?Estabas escuchando en la estación? —Rachel se enfadó, no le gustaba que la espiaran, ni siquiera Bit.
—Siempre escucho cuando tu holox y el de Patrick están a menos de diez metros. El tipo te dejó sola en tu peor momento Rae, no quiero que vuelvas a llorar.
—Yo no estaba llorando ese día, solo tenía algo de tos.
—Aunque no estaba ahí realmente, no puedes enga?arme. Y no voy a dejar que el muy cerdo se vuelva a meter en tu vida, y menos en tu cama.
Tabitha tomó su pierna derecha con los brazos para cruzarla, en un ademán de pretendida rotundidad. Apoyando su codo en el reposa brazos de la silla y descansando la cabeza en su mano. ?Carajo! estaba usando apenas un tank top y esos pantalones cortos, ?cómo hacía una persona paralizada para mantener sus piernas tan torneadas?
—?Me estás escuchando Rae Rae? —la aguda y algo nasal voz de la chica, sacó a Rachel de sus húmedos pensamientos.
—Lo siento, lo siento, ha sido un día pesado. Tienes razón, como siempre, pero no sé qué me pasa, sobre todo últimamente parece que necesito una ducha de agua helada. Y bueno, ya sabes cómo éramos.
—Ni me lo recuerdes. Por ustedes tengo desactivados los receptores olfativos de mi holox. En fin ?qué eso tan importante que no le puedes decir a Patrick?
—Sigo sin sentirme nada cómoda con que me escuches. Pero bueno, es esta cosa —sacó del bolsillo de su gabardina el ovoide de cristal con las nanomáquinas. Por un momento, la expresión de Bit fue exagerada, como si hubiera visto un fantasma —?Estás bien?
—?Donde encontraste eso? No es exactamente algo que todos en la ciudad vieja tienen en el armario.
—El viejo Grygoriy cree que Priscila lo tenía escondido en su escritorio, apareció tras el incendio en su casa.
—Déjame verlo —lo tomó de manos de Rachel —si fuera un set comercial no me lo traerías, me consta que sabes investigar.
Bit se quitó las gafas y miró el objeto fijamente, seguro estaba corriendo una de sus aplicaciones o buscando alguna base de datos.
—Esto —dijo sonando poco convencida — debe ser un set en blanco, o personalizado. Se usan en los laboratorios de I+D de NaNo. Un nuevo producto quizá. Si nuestra Priscila lo tenía, por cualquier motivo, podría ser que quien se la llevó buscaba esto.
Tenía sentido, pero suponiendo que “Antonio” decía la verdad, y el incendio lo provocaran los mismos secuestradores, ?por qué esperar casi un a?o? O peor ?por qué no lo habían buscado bien? Si al final lo había encontrado el se?or Boiko, algo no encajaba. Pero si no tenían nada que ver, las coincidencias eran más que asombrosas.
—?Puedes descubrir su función?, ?conectarte?
—No, esto es cosa de un laboratorio muy avanzado para lo que tengo aquí. Pero por la cantidad, podrían ser del tipo transformativo. De las que restauran aparatos complejos o crean cosas a partir de material en bruto.
—Entonces, mi siguiente parada deben ser los laboratorios de NaNo.
—?En la ciudad nueva? Eso podría ser un poco más difícil de lo que parece Rae. No está exactamente prohibido ir ahí, pero no conseguirás ni que te vendan un perrito caliente si no encajas con el lugar.
—?Venden siquiera perros calientes allá?
—Rae, en serio, tienen una red propia y no es accesible desde un holox cualquiera. No podrías ni estacionar la moto. Quizá en las áreas residenciales, pero tú quieres ir a la sede de NaNo —tenía razón, era todo un problema —vas a necesitar tus propias nanomáquinas.
—?Y de dónde crees que voy a sacar algo así? No puedo usar las de este frasco.
—Claro que no, y lo mejor es que me lo dejes, si lo llevas allá tratarán de quitártelo, NaNo protege demasiado su tecnología. Además, puedo tratar de acceder a los datos que lleva mientras interrogas unos cuantos peces gordos.
Tenía sentido, pero no le gustaba la idea de desprenderse de su única pista.
—No lo sé Bit, ?Y si más bien te termino poniendo en peligro al agitar el hormiguero?
—Estoy en una red local, mis servidores no son rastreables. En todo caso, los de NaNo ya tienen bastantes razones para buscarme, ji, ji, ji —esa risita, seguro se había vuelto a aburrir y puesto a prueba sus sistemas de seguridad.
—De acuerdo, quédatela, solo déjame escanearla por si tengo que mostrarla a alguien.
—Te envío un modelo realista en definición completa, tu holox no tiene tan buen escáner.
—Ninguno lo tiene, presumida, —Rachel se cruzó de brazos —no todos tenemos una ingeniería nueva cada tres meses.
—Viene con el tiempo libre y unos cuatro trastornos de la atención.
—En fin, ?Alguna sugerencia sobre el problema de encajar en la gran ciudad?
—Sí… las tengo por aquí… ah si, según mi base de datos, están en el cajón inferior de aquel mueble, detrás de ti.
—?De qué hablas? —Rachel se giró y se agachó para abrir el peque?o cajón —?en serio?, ?de dónde sacaste esto?
En su mano ahora tenía un frasco de cristal similar al que había traído consigo, pero bastante más peque?o, como una canica, y muchas más cosas grabadas.
—Son un modelo estético, para crear ropa con la app que te estoy instalando en tu holox. Me lo dio una empresa como pago por un trabajo, pero yo casi no salgo, ?Para qué quiero ropa infinita? Solo me resta ancho de banda.
—Bit, esto debe costar unos doce mil bits, no puedo pagártela y no voy a aceptarla solo así.
—Rae, lo que estás haciendo es importante, y nadie te va a pagar por encontrar a Priscila, sus abuelos están casi en la ruina. Eso es basura para mí, el trabajo me tomó diez minutos. Además, nunca te agradezco por tus otras visitas, y no hablo de cuando me traes cosas de una tienda.
—Eso no es algo por lo que tengas que agradecer Tabitha —Rachel se sintió ofendida —es diversión entre buenas amigas.
—Oféndete si quieres, pero llego a gastar demasiado en compa?ía, sí, no te sorprendas. No todas son como tú. Además…
El silencio fue demasiado largo para ser irrelevante.
—No, olvídalo, no es nada. Solo toma las malditas nanomáquinas. Estuve jugando con ellas, y con la app. Vas a poder hacer muchas cosas divertidas que NaNo no permite a sus usuarios. Eso sí, mi red privada y la red de la ciudad vieja no servirán, cuando estés en la Nueva Nueva York podrás acceder y empezar a usarlas. Con ellas en tu ropa tu holox podrá además ingresar a los servicios básicos.
Las necesitaría, terminó cediendo. Se agachó a darle un abrazo a Bit, y ella le aferró la cara, para besarla como hacían en las noches que pasaban juntas. Solo que, un poco mas suave.
—Cuídate piernas largas —Tabitha se relamía los labios, para después volver a acomodar sus piernas una al lado de la otra, y darle vuelta a su silla. Para seguir trabajando en lo que fuera que hacía.
Hora de dirigirse a la ciudad nueva.