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Cenizas bajo el sol

  "El mundo fue partido en luz y sombra.

  La fe quemó lo que no quería entender."

  Sanctum Solaris, capital de Solaria Magna: una ciudad colosal, de arquitectura vertical y sofocante. Cúpulas doradas, vitrales manchados por siglos de humo, estatuas de mármol con ojos vendados... Y en el centro, una estructura imposible: la Torre Milagro, tan alta que parece sostener el cielo. Su sombra se proyecta sobre tierras que no creen, pero igual obedecen.

  Desde muy lejos, en las Tierras de Aveth, su silueta sigue visible, recortando el horizonte. Un recordatorio constante de quién manda… incluso donde la fe aún no ha devorado la tierra.

  ---

  Campos de Aveth. Tierras agrícolas, secas pero fértiles. Los días aquí huelen a polvo, hierba seca y sudor. Las casas de barro y techos de palma parecen encogerse bajo el sol. Pocos recuerdan otra vida, pero algunos aún susurran cuentos ycantos viejos cuando nadie escucha.

  Zarek (14 a?os) corre entre los cultivos con su hermano Dren, menos que el 2 a?os, riendo. Juegan a esconderse, a inventar monstruos y reinos que solo existen en sus cabezas. Zarek es ágil, rápido, de risa fácil, con ojos vivos como el ámbar. Su piel, tostada por el sol.

  Desde una colina cercana, Naeli, su madre, los observa. Sentada con una canasta de ca?as secas a su lado, sus manos trabajan mientras su mirada se pierde. Una tristeza habita en sus ojos, ese día... como si ya supiera lo que se avecina.

  Lleva marcas apenas visibles en la nuca que bajan hasta su brazo izquierdo, cubiertas por su ropa y su cabello: símbolos de los Dah'ra, una raza olvidada por la historia oficial. Marcas que también tienen los hermanos en sus brazos izquierdo.

  Con delicadeza, entrelaza una pulsera de hueso.

  > Naeli (a Dren, cuando él se le acerca corriendo):

  > “?Despacio, que te vas a tropezar!”

  Ni?os:

  > “?No me pasa nada!”

  Naeli (con una sonrisa):

  > “Así dicen todos… justo antes de rodar por el suelo.”

  Zarek la mira desde una distancia prudente. No entiende por qué ese día su madre parece tan callada, tan distraida. Algo vibra distinto en ella, como si hablara con alguien que ya no está.

  ---

  Esa noche, mientras el fuego saltaba bajo una olla, Zarek se despierta sediento. Pasa junto a la cocina y la ve tallando algo con piedra y hueso: un colgante tosco, con un símbolo en espiral que no reconoce. Ella lo guarda en silencio, como si no quisiera que lo vieran.

  A la ma?ana siguiente, el cielo está particularmente claro. Las aves no cantan. Los aldeanos ya están arando los campos y cortando el pasto. Naeli le pide a Dren que vaya al río a recolectar hojas de líkara —una planta medicinal— y algunas piedras suaves para moler pigmentos.

  Antes de dejarlo ir, le amarra en la mu?eca una manilla tejida con hilos de cobre y pelo de animal.

  > Naeli:

  "Esto es para que no te vean los espíritus del mal de ojo.

  Si alguien con corazón podría te mirar... esto los va a espantar."

  Dren asiente con una sonrisa despreocupada y se va cantando, con una cesta colgando del brazo.

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  Y a Zarek le pide que por favor le ayude a cortar la madera para le?a

  Más tarde, ya cerca del mediodía —cuando el sol parte el cielo en dos— Naeli llama a Zarek al interior de la casa. En silencio, le coloca el colgante que tallaba la noche anterior: una piedra negra, rugosa, con un espiral tallado a mano. El objeto se siente frío.

  > Naeli (susurrando):

  "Esto no es para protegerte…

  Es para recordarte quién eres, cuando ya nadie más lo haga."

  Zarek abre la boca para preguntar, pero algo en la mirada de su madre lo detiene.

  [Atardecer]

  El sol comienza a caer. El aire se espesa, cargado de electricidad estática. Las aves huyen en bandadas súbitas. La tierra tiembla levemente.

  Pasos metálicos resuenan a lo lejos.

  Desde el camino de tierra, llegan tropas de Lux Dei, encabezadas por el Custodio Barachiel. Los soldados visten armaduras vinotinto oscuro, con picos en los hombros y la espalda. Barachiel, el custodio al frente, lleva una armadura negra de placas gruesas. En la espalda, un sol de metal manchado con sangre reseca. No lleva casco.

  Su rostro es un mapa de cicatrices, quemaduras y manchas pútridas. Mastica carne con la boca abierta mientras camina, como si viniera de un festín. Su respiración suena como un rugido contenido.

  Los aldeanos se quedan atónitos. No entienden por qué están allí. Pero saben que nada bueno puede venir.

  Algunos se esconden. Otros se quedan inmóviles, como si el miedo les hubiera robado el alma.

  Naeli, desde la puerta, palidece. Sus ojos se llenan de lágrimas. Mira a su hijo unos segundos… pero no duda. Toma a Zarek del brazo y lo empuja dentro de la cocina. Levanta una tapa en el suelo: debajo, un pozo seco conectado a una cámara subterránea.

  > Naeli (temblando, nerviosa):

  "Zarek… no salgas hasta que no escuches nada.

  Pase lo que pase… no subas."

  Antes de que él pueda protestar, lo empuja y cierra la tapa.

  Zarek cae. El suelo está húmedo, frío. Desde abajo escucha la respiración de su mamá agitada...

  ---

  El Custodio Barachiel se detiene en el centro del pueblo. Observa las casas humildes, los rostros asomados, los ni?os que dejan de jugar.

  Abre los brazos como un predicador en misa.

  > Barachiel (voz ronca, casi amable):

  "En nombre de la Sagrada Orden de Lux Dei...

  Soy el Custodio Barachiel, ejecutor de la voluntad divina."

  Pausa. Sonríe con una mueca podrida.

  > "He venido a cumplir un decreto. Un pájaro negro nos trajo la noticia..."

  "Los susurros en Sanctum decían que quedaban unos ..."

  Su rostro se contorsiona con repulsión al mirar todo el pueblo

  > Barachiel (frunciendo el ce?o):

  "Este lugar... huele mal. Lo puedo oler desde aquí."

  Zarek, abajo, aprieta el colgante contra su pecho.

  Barachiel respira profundamente otra vez. El aire sigue siendo denso, asqueroso… pero hay algo que lo atrae. Da la orden.

  La masacre comienza.

  Gritos. Espadas. Fuego. Llanto.

  > Barachiel (en voz baja, para sí mismo):

  "Aquí... huele a desobediencia."

  Mira fijamente la casa de Naeli. Algo lo llama la atención desde allí.

  Sus pasos pesados ????alertan a Naeli. Piensa en esconderse, pero duda. Si alguien entra, podrían encontrar a Zarek. Y Ruega porque Dren se demore más en el río.

  Finalmente, decide actuar. Abre la puerta y sale corriendo.

  El Custodio, caminando hacia la casa, la ve salir.

  No dice nada. La observa fijamente… y en su cuello, descubre las marcas de los Dah'ra.

  > Barachiel:

  ?Dónde está tu familia?

  > Naeli:

  "Vivo aquí sola."

  > Barachiel:

  "Nadie te cree."

  Sin decir más, saca su espada de la espalda. Una luz comienza a emanar del filo, como si se cargara.

  Naeli cierra los ojos. Ya sabes su destino.

  ---

  Y entonces, un grito rompe el silencio.

  Dren aparece corriendo, con la cara llena de tierra, los ojos grandes como platos. Ha vuelto del río. No entiende lo que ve.

  > Dren (gritando):

  "?MAMá!"

  Corre hacia ella.

  > Barachiel:

  "Ah... aquí estabas."

  El custodio baja su espada apuntadola al

  Naeli se lanza y lo cubre con su cuerpo.

  Una luz blanca corta el aire. Un sonido seco. Un quejido.

  Desde abajo, Zarek escucha un grito ahogado…

  Bueno, nada.

  Pasos pesados ??se alejan. Y antes de desaparecer, una última frase, cargada de veneno:

  > Barachiel (murmurando):

  "Ahora sí... huele mejor este pueblo.

  Zarek aprieta los ojos. Una lágrima

  cae cálidamente sobre el colgante espiral.

  Se abraza las rodillas. Tiembla.

  Y se queda dormido, no por cansancio,

  sino por esa manera en que el cuerpo intenta no romperse del todo.

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