Un cántico gutural resonaba en el templo, un eco roto que trepaba por columnas de piedra negra cubiertas de musgo seco y cables rotos. Los carro?eros, figuras encorvadas con máscaras de tela mugrienta, se arrodillaban ante un altar de chatarra, sus manos temblorosas alzando frascos de Fluido Osteolítico. El líquido brillaba esmeralda, su luz reflejándose en rostros demacrados, ojos inyectados de verde que miraban el altar como si fuera un dios. El aire estaba cargado de un dulzor venenoso, mezclado con el olor a sangre seca y metal recalentado, un hedor que picaba en la lengua y revolvía el estómago. Kren, agazapado tras una columna rota, observaba desde las sombras, su respiración contenida, el zumbido del Núcleo en su pecho apenas un murmullo.
El templo, escondido en un ca?ón olvidado de Baja California, era una reliquia de antes del colapso, sus paredes grabadas con símbolos que parecían venas retorcidas. El suelo, cubierto de arena y fragmentos de vidrio, crujía bajo el peso de los carro?eros, que inyectaban Fluido en sus brazos, sus cuerpos temblando mientras placas metálicas crecían, rompiendo piel con un crujido húmedo. Kren, de dos metros y 164 kilos, ~42% Osteón, apretó los pu?os, las placas dentadas de sus antebrazos cortando su piel. Las heridas del desierto, cortes profundos del mercenario ex-KREN, ya se cerraban, la carne tejiéndose sola, más rápido de lo que esperaba. Apenas había usado medio vial estabilizado desde la tormenta, y el Núcleo zumbaba con fuerza, como si el Fluido en sus venas se alimentara de sí mismo. Una voz susurró en su mente, baja, punzante: —Buscas. Encuentras. ?Y luego? Sacudió la cabeza, enfocándose en el altar.
Un carro?ero, con un tatuaje biomecánico brillando en el cuello, alzó un frasco y vertió Fluido sobre el altar. El líquido siseó, disolviendo un cráneo humano incrustado en la chatarra, y los demás rugieron, sus cánticos subiendo como un lamento. Kren reconoció el fervor, lo había visto en el ca?ón, en los carro?eros que adoraban el Fluido como salvación. Pero aquí, el altar escondía algo más. Entre los restos, un panel parpadeaba, cables rotos chispeando, conectado a una consola antigua. Grabaciones, quizás. Respuestas sobre el Proyecto KREN, el Crisol, el núcleo que llevaba en su bolsa. —?Verdad? ?Mentira? La voz siseó, pero Kren la ignoró, avanzando sigiloso entre las sombras.
El templo estaba vivo con ecos del pasado. Cápsulas rotas, como las de sus visiones, yacían en un rincón, sus vidrios agrietados cubiertos de sangre seca. El olor a óxido y bilis era denso, y el suelo vibraba con un zumbido mecánico, como si algo respirara bajo la piedra. Kren rozó una cápsula, su mano dejando un rastro en el polvo. Una imagen lo golpeó: su cuerpo flotando en Fluido, cables conectados al Núcleo, una voz diciendo “definitivo”. El zumbido en su pecho creció, y un corte en su palma se cerró solo, la piel tejiéndose en segundos. —Vives. Cambias. La voz calló. No necesitaba un vial, no esta vez.
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Un zumbido agudo rompió el cántico. Desde el techo, donde vigas rotas colgaban como costillas, descendieron drones infectados, sus carcasas metálicas cubiertas de placas Osteónicas, venas verdes pulsando en circuitos expuestos. Eran peque?os, del tama?o de un cráneo, pero rápidos, sus cuchillas giratorias brillando bajo la luz del Fluido. Los carro?eros gritaron, algunos huyendo, otros cayendo bajo las hojas que cortaban carne y hueso. Kren salió de las sombras, sus botas aplastando vidrio, y un dron lo detectó, su lente rojo parpadeando. La pelea no sería épica, pero el templo no perdonaba errores.
El primer dron atacó, sus cuchillas buscando el Núcleo. Kren esquivó, el aire silbando junto a su rostro, y golpeó con un pu?o, ~5 toneladas de fuerza, aplastando la carcasa. Fluido salpicó, quemando su brazo, pero la herida se cerró casi al instante, la carne palpitando bajo placas nuevas. —Más rápido. Más fuerte. Absorbió el Fluido, su cuerpo temblando, 165 kilos, ~44% Osteón. Dos drones más cargaron, sus cuchillas cortando el aire en arcos mortales. Kren agarró una columna rota y la usó como garrote, destrozando uno en un estallido de chispas y Fluido. El segundo lo alcanzó, rasgando su muslo, arrancando carne y placa. Sangre goteó, pero el corte se selló en segundos, el dolor un eco lejano.
Los carro?eros, atrapados en el caos, gritaban plegarias al Fluido, sus máscaras salpicadas de sangre. Uno, con el tatuaje biomecánico, intentó huir, pero un dron lo cortó, su cuerpo cayendo junto al altar. Kren cargó, aplastando el último dron contra el suelo, su carcasa reventándose con un crujido. El Fluido brotó, quemando la piedra, y Kren absorbió, el ardor un relámpago que le tensó los músculos. El Núcleo zumbó, su luz gris más brillante, como si celebrara. Las heridas del muslo y el brazo eran solo cicatrices frescas, su cuerpo regenerándose sin un vial, dependiendo menos del cristal que una vez lo ataba.
El templo quedó en silencio, salvo por el crepitar de cables y los gemidos de los carro?eros heridos. Kren se acercó al altar, apartando cuerpos y chatarra. El panel parpadeaba, su pantalla agrietada mostrando un símbolo: un círculo de venas verdes, como el comunicador del mercenario. Tocó la consola, y una grabación cobró vida, la voz distorsionada pero clara:
—…Proyecto KREN, fase final. Los prototipos fallaron, inestables, consumidos por el Fluido. Pero el definitivo… regeneración perfecta, Ostealium puro. El Crisol lo protegerá, lo controlará…
La grabación se cortó, estática llenando el aire. Una imagen lo golpeó: cápsulas alineadas, su cuerpo en una, el Núcleo brillando. —?Control? ?Libre? La voz susurró, pero Kren arrancó un chip de la consola, su superficie fría contra sus dedos cortados.
Los carro?eros sobrevivientes lo miraban, sus plegarias rotas. Uno, herido, susurró:
—El Fluido… nos salvará…
Kren lo ignoró, guardando el chip junto al núcleo y el comunicador. El templo era un sepulcro de mentiras, el Fluido un dios falso que devoraba a sus fieles. Mientras salía, el viento del ca?ón trajo un olor a sangre fresca y metal recalentado, desde un lugar donde el Crisol escondía más secretos. El chip en su bolsa pesaba, sus datos fragmentados prometiendo una verdad que aún no alcanzaba.
?Qué revelaban las grabaciones?