?Ding dong!
Me desperté sobresaltada por un sonido estridente: era la campana marcando el final de las clases. Miré a mi alrededor y noté que mis compa?eros estaban guardando sus útiles y abandonando el aula.
Parece que me dormí durante la última materia... De repente, alguien puso una servilleta de papel frente a mi rostro.
—Aquí tienes, Mochi. Límpiate, tienes baba en la cara, dormilona.
Solo había una persona que me llamaba por ese apodo. Al mirar, vi a la chica que me entregaba la servilleta: era delgada, de estatura promedio y con pechos medianos. Tenía un lindo rostro, ojos verdes brillantes, cabello corto y blanco, y unas hermosas orejas largas y puntiagudas, características de los elfos. Era mi mejor amiga, Haruka.
—Parece que aún te cuesta mantenerte despierta en matemáticas. El profesor estaba molesto contigo, pero decidió no despertarte
—Ugh, aunque no me haya dicho nada, seguramente ma?ana me reprenderá duramente otra vez —respondí mientras usaba la servilleta para limpiarme la baba de la cara.
Qué vergüenza que me hayan visto dormir así... otra vez.
—Haruka, dame un segundo. Guardo mis cosas y podremos volver a casa
Rápidamente, tomo mis cuadernos y libros para meterlos en el bolso.
—Mochi, recuerda lo que hablamos: hoy no podemos volver juntas.
—Ah, sí, tu trabajo a tiempo parcial. Lo había olvidado. Hoy volveré sola entonces —respondí, poniendo cara de desolación a propósito.
Haruka pellizcó mis mejillas.
—Mochi, ?ya viste las noticias, no? En estas semanas ha habido varias desapariciones en la ciudad. No pierdas tiempo y vete directo a casa, ?entendiste?
—Sí, mamá, ya entendí. Iré directo a casa.
Haruka volvió a apretar mis mejillas antes de despedirse y salir del aula, sin olvidarse de advertirme una vez más que fuera directamente a casa.
Terminé de guardar todo y salí del aula. Decidí pasar primero por el ba?o para lavarme la cara.
Al terminar de lavarme, me miré en el espejo frente al lavabo. Mi reflejo me devolvió la imagen de una chica de cabello largo y ondulado de color rosa, ojos brillantes a juego y unas lindas orejas y cola de gato negras, características de los catsith como yo.
Después de salir del ba?o, caminé por los pasillos vacíos de la escuela. Era extra?o ver los salones tan silenciosos y desiertos; normalmente estarían llenos de estudiantes disfrutando de las actividades de sus clubes, pero ahora ya no era así.
Todo esto se debía a las desapariciones que habían estado ocurriendo últimamente en la ciudad. Por eso, las autoridades habían decretado el cese de todas las actividades extracurriculares, para que los estudiantes regresaran directo a sus casas después de clases.
El camino a casa era bastante tranquilo. Las calles aún estaban llenas de gente, y el sol se estaba poniendo, ti?endo el cielo de un cálido color naranja. Me encantaba esta atmósfera, le daba un toque mágico a la ciudad. Podría haberme quedado mirando el cielo por horas. Me detuve un momento frente a una tienda y compré un anpan; estaba delicioso.
Mi celular sonó de repente: ?Ring ring!
Al mirar la pantalla, vi que era Haruka. Seguramente quería saber si ya había llegado a casa.
–Hola, Haruka. ?Qué sucede?
–?Mochi? ?Cómo estás? ?Ya llegaste a casa? –sonaba preocupada.
–Ya casi llego, no necesitas preocuparte tanto. Puedo llegar a casa yo solita
–Perdón por ser tan insistente, Mochi. Temía que te distrajeras comiendo algo o mirando el paisaje.
Me atraganté un poco con el pan. Haruka había acertado de lleno... ?qué tan predecible soy?
De repente, noté algo extra?o. La calle, que hacía un momento estaba llena de personas, ahora estaba completamente vacía. Pero eso no era lo más inquietante: un silencio absoluto lo cubría todo. Ni el sonido de los autos, ni el canto de los pájaros... nada. Era como si, de pronto, hubiera sido transportada a otro mundo.
–Esto da un poco de miedo... –solté sin querer.
–?Mochi? ?Qué sucede?
–Nada, solo que la calle se vació de repente y me dio un poquito de miedo, pero no te preocupes, en un segundo estaré en casa.
Acelere el paso, sin embargo, me detuve de golpe. A unos diez metros delante de mí, había alguien en medio de la calle. Era alto, de más de dos metros, y extremadamente delgado. Sus brazos y dedos eran anormalmente largos, y no podía ver su rostro, ya que sostenía un paraguas negro que lo cubría.
–?Mochi? ??Qué sucede?!
él no se mueve. Sigue ahí, plantado en medio de la calle, y cada segundo que pasa me asusta más. Quiero avanzar, rodearlo, evitarlo de alguna manera, pero mis piernas no responden, como si pesaran una tonelada.
De repente, empieza a levantar su paraguas, dejándome ver su rostro.
O mejor dicho, la ausencia de uno.
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No tenía rostro. Su piel era blanca como el papel, sin boca, sin nariz, sin ojos. Lo que debería ser su cara era un lienzo en blanco. Me quedé sin aliento.
De pronto, una línea vertical apareció en el centro de su rostro, desde la barbilla hasta la frente, y comenzó a abrirse como una grieta, revelando dos filas de dientes largos y afilados.
GRIIIIKZTCH
Antes de que pudiera reaccionar, aquella cosa emitió un aullido espantoso, una mezcla entre el chillido de un animal y la estática de una radio mal sintonizada, y se lanzó hacia mí, extendiendo su brazo.
–?Kyaaaaaaaaa!
Me di media vuelta y corrí desesperadamente por las calles vacías. No importaba hacia dónde fuera: todos los edificios y locales estaban cerrados, y ni una sola alma rondaba por ahí. No necesitaba mirar atrás para saber que me seguía; podía escuchar sus pasos acercándose más y más.
–?Qué demonios es esa cosa?
Entonces recordé que seguía en llamada con Haruka. ?Debía pedirle ayuda!
–?Haruka! ?Algo me está persiguiendo, necesito ayuda!
Pedí ayuda a Haruka pero no hubo respuesta.
Miré la pantalla del celular: en algún momento, seguramente al empezar a correr, la llamada se había cortado. Intenté volver a marcar, pero tropecé con el borde de la acera y el teléfono salió volando, rodando lejos de mí.
Me levanté tan rápido como pude. No podía darme el lujo de ir a recogerlo; esa cosa estaba demasiado cerca.
Intenté seguir corriendo, pero me di cuenta, horrorizada, de que había llegado a un callejón sin salida. Miré desesperadamente a mi alrededor y entonces vi un peque?o pasaje entre dos edificios, apenas lo suficientemente ancho para que yo pudiera pasar.
Sin pensarlo, me deslicé a través de él.
Al salir al otro lado, me encontré en una zona desconocida: una intrincada red de callejones y pasillos entre los edificios.
Miré hacia atrás.
él también estaba atravesando el mismo hueco, persiguiéndome.
No podía detenerme. Seguí corriendo tan rápido como pude, adentrándome más y más en el laberinto de callejones.
Pronto volví a quedarme sin camino cuando llegué a un peque?o jardín encajonado entre los edificios altos. No era muy grande: un claro de pasto salvaje y descuidado, en cuyo centro se alzaba un altar cubierto de musgo, olvidado por el tiempo.
GRIIIIKZTCH
El grito rasgó el aire como un cuchillo oxidado. Me cubrí los oídos, temblando. "No puedo distraerme", me repetí una y otra vez, mientras buscaba desesperadamente una salida. Pero no había escapatoria. Estaba atrapada.
–Hey, ni?a... Parece que estás en un lío bastante feo. Yo podría ayudarte.
Una voz resonó de pronto en mi cabeza. Era la voz de un anciano, ronca y quebradiza, cada palabra goteando un tono burlón, como si saboreara mi miedo.
–?Quién eres? ?Dónde estás?
Mire en todas direcciones en busca del origen de esa voz pero no vi nada.
–Puedo salvarte, pero primero debes hacer algo por mí.
Todo en mi interior me decía que no debía confiar. Pero la sombra que me perseguía ya casi me alcanzaba.
–?Está bien! ??Qué debo hacer?! ?Dímelo rápido!
–Ve al altar. Arranca el sello de la puerta.
Corrí hacia el altar. Mis piernas temblaban. Allí, tal como dijo la voz, había un sello pegado. Extendí la mano, pero dudé. El aire a mi alrededor se volvió más frío, como si el altar respirara.
GRIIIIKZTCH
El grito, ahora mucho más cerca, me arrancó un sollozo.
–??Qué esperas, ni?a?! ?Arráncalo o muere! –gru?ó con impaciencia.
No podía seguir dudando. Apreté los dientes y arranqué el sello con todas mis fuerzas. Al hacerlo, un viento helado estalló del altar, cortando mi piel como cuchillas invisibles y levantando mi falda.
–?Kyaa!
Rápidamente sujete mi falda para que no se levantara más.
–?Jajajaja...!
La risa resonó, cada vez más profunda, transformándose en algo que ya no era humano.
Detrás de mí, oí un crujido, pesado y húmedo. Me di la vuelta y vi a mi perseguidor, su enorme boca repleta de dientes abiertos en una mueca voraz. Traté de retroceder, pero sentí el altar clavarse en mi espalda, helado y áspero.
El monstruo se lanzó hacia mí.
—?Atrás! ?No te acerques más!
Por más que le grite la criatura no se detuvo. Sus pasos resonaban como tambores en la tierra, su brazo extendido hacia mí, inexorable.
Entonces, algo cayó del cielo como un relámpago. Un estruendo seco, ramas partidas, un golpe sordo. Sentí algo cálido salpicarme el rostro. Me limpié con la manga temblorosa, solo para ver mi mano manchada de rojo.
Levanté la vista, el corazón latiendome con furia.
Ante mí se erguía una bestia majestuosa: un gato colosal de pelaje negro como el abismo, con ojos que brillaban como estrellas furiosas. Su cuerpo, etéreo, parecía hecho del propio tejido de la noche.
—Al fin... libre otra vez —su voz retumbó—. Pero mi poder está menguado.
Sus ojos de incendio me atravesaron.
—Necesito alimentarme para renacer.
Sentí un escalofrío desgarrarme la espalda. Apenas había escapado de una muerte, solo para enfrentarme a otra aún peor.
—No temas, ni?a... —dijo, mostrandome sus colmillos—. No sentirás dolor.
El monstruo se lanzó hacia mí en un parpadeó.
—?Detente ahí! —un grito cortó el aire.
Una figura emergió de entre los árboles: Haruka. Su vestido ondeaba, su abanico de cristal destellaba con luz propia. Jadeaba por la carrera, pero sus ojos estaban firmes como el acero.
—?Apártate de ella! ?No dejaré que la toques!
Al oírla, el nudo de terror en mi pecho se aflojó. Haruka estaba aquí. Y mientras ella estuviera a mi lado, nada me haría da?o.
El monstruo rió, ronco y malévolo.
—Una presa aún mejor —gru?ó, desviando su ataque hacia Haruka.
—?Haruka!
Ella apenas parpadeó. Su voz llena de poder:
—Perfora.
El aire tembló. El suelo se heló bajo nuestros pies. Estalactitas de hielo surgieron como lanzas, atravesando al monstruo desde todas direcciones.
El gato rugió de dolor, sus sombras retorciéndose y disipándose como humo.
—?Esto no puede estar pasando! ?Por fin conseguí mi libertad! —exclamó con furia, su voz vibrando de ira mientras su cuerpo seguía deshaciéndose, como si cada parte de él estuviera luchando contra su propia desaparición.
—?No lo permitiré!
Su voz tornándose aún más feroz, como si todo su ser estuviera alimentado por rabia.
De su cuerpo que se desintegraba, surgió una lanza de pura oscuridad. La lanza voló hacia mí con rapidez, atravesándome el pecho en un instante. No hubo dolor, solo un aturdimiento profundo, como si mi cuerpo hubiera quedado suspendido en un vacío.
—Mochiii!
Mi visión comenzó a volverse borrosa, como si la oscuridad estuviera envolviendome. Vi el rostro de Haruka acercándose, su expresión transformada por una desesperación que nunca antes había mostrado. Nunca la había visto así, tan vulnerable, tan llena de angustia.
Antes de perder completamente la conciencia, la última imagen que retuve fue el destello de su figura corriendo hacia mí, sus ojos reflejando una impotencia muy intensa.