Todos en el Imperio pensaban que era mejor decisión: explorar más allá del Gran Vacío, en lugar de seguir expandiéndonos por nuestra gaxia.
Las Matriarcas decían que era por Luz. Por voluntad divina del Imperio.
Pero yo... yo digo que fue el peor error.
Porque detrás de ese go cósmico negro... estaban los humanos."
Descubrimos un método para viajar tres veces más rápido que luz.
Y en nuestra gloria, creímos que nuestro destino se había vuelto aún más sagrado: reunir a todas s especies bajo un único estandarte... el del Imperio Interester.
Al cruzar el Gran Lago, vimos buques olvidados de generaciones pasadas. Naves perdidas en primera expansión, que jamás regresaron.
Los trajimos de vuelta. Y con els, redescubrimos s glorias de nuestro linaje.
Y entonces lo vemos.
Un pneta.
Desde él, apenas unas cuantas naves se alzaban hacia el cielo.
El mundo era bnco, surcado de bosques que brilban en verdes apagados y nieve suave. Lagos y océanos, unos congedos, otros no.
Pero lo más importante...vimos vida.
Bípedos. Dos brazos. Dos piernas. Un par de ojos. Boca. Nariz.
Algunos de piel cra; otros, más oscuros.
Presentaban dimorfismo sexual: diferencias biológicas entre machos y hembras. Una especie dividida y aún así unificada."
La nave capital que lideraba flota era un coloso vivo.
A pesar de haber sido forjada para guerra, su interior era una galería de arte. Las paredes estaban cubiertas con esculturas orgánicas, tejidos simbióticos y murales de sangre dorada.
Obras firmadas por los mejores artistas de cada casta.
No parecía una nave de guerra.
Parecía un templo rodante.
Una procesión imperial.
En su corazón tía el Gran Almirante Gar'ol.
Ordenaba los preparativos.
Los diplomáticos habban con prisa: s matriarcas lo habían dicho cramente—
Primero, diplomacia. Luego, integración.
No debía haber sangre si el nuevo pueblo aceptaba Luz.
—Es cramente una civilización menor —afirmó con seguridad—. Sobreviven en temperaturas extremas, pero poco más.
Sus pabras cargaban el peso de experiencia.
Había dirigido diez campa?as de anexión, y rara vez había encontrado resistencia significativa.
A su do, el joven cabo Ju'rkal revisaba en silencio los datos proyectados sobre mesa táctica.
—Se?or... no deberíamos subestimarlos —murmuró sin alzar vista—. Pero si son lo que creemos, será una gran adición al Imperio Interester.
Con apenas veintiocho ciclos esteres, Ju'rkal aún seguía los manuales al pie de letra.
No tenía cicatrices... pero sí dudas.
Gar'ol ignoró el comentario. Se volvió hacia el alto diplomático y al general de guerra.
—Preparar los protocolos. Los emisarios bajarán primero.
Y si faln... los soldados los seguirán.
Desde órbita, el pneta parecía un mundo muerto.
No había megalópolis ni se?ales energéticas visibles.
Solo peque?os asentamientos dispersos, casi imperceptibles desde el espacio.
En s sas de mando, ya decidieron el destino de su pobción:
Algunos se convertirán en obreros. Otros, en guerreros.
Tal vez algunos, sí cumplieron con los estándares, se convirtieron en mineros privilegiados.
Cuando todo estaba listo para partir, una transmisión inesperadamente interrumpió los preparativos.
Era algo inusual, casi insólito.
Se pensaba que aquel civilización apenas dominaba el viaje suborbital, tal vez espacial.
Pero no FTL.
Nunca FTL.
La se?al se proyectó cra.
Un ser humano apareció en pantal.
No estaba en una choza de barro o madera, como algunos en nave especuban.
Estaba en un edificio de concreto y metal.
Detrás de él, una bandera ondeaba suavemente.
—Spatium sui iuris Reipublicae Confoederatae Civitatum Terranarum Sorium Unitarum viont — dijo el humano con voz firme, autoritaria.
Gar'ol ordenó de inmediato traducción.
Pasaron minutos. El sistema solo pudo interpretar el 70% del mensaje.
—?Repite eso, ser primitivo! — excmó Gar'ol, irritado por interferencia.
El humano no vaciló.
—Están viondo el espacio soberano de República Confederada de los Estados Sores Terranos Unidos.
Exijo una explicación.
Su piel, de tono pálido con matices oscuros, mostraba una pigmentación natural poco común.
El cabello, marrón oscuro con vetas más cras, parecía indicar edad avanzada, aunque su voz se mantenía firme.
Los ojos, azudos, contrastaba con rudeza de su expresión.
Vestía una te escarta abrigada que caía con simetría sobre una túnica bnca.
En el pecho, portaba un símbolo metálico: un ave con dos cabezas, as extendidas, garras en tensión.
Quizás una bestia nativa de su pneta.
O un emblema de su casta guerrera.
—Venimos a traer progreso y luz a su primitivo mundo — respondió Gar'ol, con arrogancia contenida.
—Venimos a alzar su civilización. Descenderemos y discutiremos su integración.
El humano no dudó. No vaciló. No cedió.
—Negativo.
No están autorizados a aterrizar.
Y por respeto, se les pide, por última vez, que abandonen nuestro espacio.
Un murmullo recorrió el puente imperial.
Gar'ol apretó los dientes. Su rostro se tensó. Golpeó con fuerza una conso y bramó: —?Que s tropas se agrupan en s naves de desembarco!
Se giró hacia pantal, con una mirada de puro desprecio: —Entonces será por fuerza. Y cuando se rindan, su mundo servirá al Imperio como todos los demás.
—Serán tratados como enemigos —replicó el humano—. Se les advirtió.
La transmisión se cortó.
Gar'ol contuvo un rugido de furia. —?Ellos lo quisieron así!
Desde s compuertas inferiores de nave Gloria Crear, empezaron a descender cincuenta naves de desembarco. Cientos más les seguirán.
El cielo bnco se convertiría en fuego. La nieve, en barro tratado de sangre. La guerra... había comenzado.
Mientras tanto, en los cuarteles terranos, actividad era un hervidero. Las computadoras enviaban mensajes a pnetas cercanos solicitando refuerzos, mientras el jefe de guerra de Sixsus-Prime murmuraba para sí mismo: —Tres meses en el mando... y ya debo defender el pneta de una invasión alienígena —se taló los ojos con frustración.
Las armas resonaban en todo el complejo. El Ordo Legatus Pnetarii ajustó su abrigo con manos temblorosas. Apenas llevaba tres meses liderando defensa y ya enfrentaba una amenaza que ponía en peligro a millones.
—?Contacten con los principados cercanos! ?Han recibido respuesta de México? —preguntó, dirigiéndose a un comunicador.
—Nos informan que tardarán cinco horas en llegar, se?or —respondió el oficial, con rostro preocupado.
—?Mierda! —excmó el Ordo Legatus Pnetarii—. ?Y los refuerzos del Ejército Republicano y el de los principados?
—Se?or, fueron aprobados. Llegarán en seis horas —contestó otro comunicador.
El Ordo Legatus Pnetarii apretó los dientes. Sabía que era demasiado tiempo. Ya había ordenado reforzar s defensas terrestres y evacuar civiles a refugios subterráneos, pero todavía dependían de armamento de EE.UU. Pnetarios de hace cuarenta a?os.
En una tundra inhóspita, en s coordenadas predichas, se desplegaron diez divisiones de soldados invernales, una compa?ía de caballería blindada y otras unidades, sumando cien mil soldados.
Las primeras naves de desembarco imperiales descendieron sobre un go congedo, frente a una colina nevada. Los soldados del Imperio —Velothians, Drayvarks y Kaelorins— avanzan con confianza, protegidos por sus armaduras climatizadas.
Los sensores imperiales detectan se?ales humanas apenas perceptibles. Pero en colina, escondidos bajo camufje bnco, los humanos aguardaban. Cuando los invasores se acercaron, un terrano oficial alzó mano y gritó: —?Fuego!
Una lluvia de proyectos cinéticos y de psma cayó sobre los imperiales. Uno de los primeros disparos atravesó armadura de un Velothiano, haciendo caer pesadamente sobre el hielo. La arrogancia imperial desapareció.
—?Nos emboscaron! ?Posiciones cubanas! —gritó un comandante imperial.
Al llegar a cobertura, ya habían perdido más de dos mil soldados.
—?Avancen! ?Están arriba, mátenlos a todos! —rugía el comandante.
Granadas Zal'Vha'thrak detonaron con destellos cegadores y sonidos ensordecedores. Los primeros búnkeres terranos fueron destruidos.
Un soldado humano con nzalmas surgió de entre los restos. Su arma roció combustible encendido, envolviendo a los imperiales en lmas. Sus armaduras resistieron solo por segundos. Luego, carne quedó expuesta al fuego. Los gritos llenaron el aire.
Un disparo láser alcanzó el tanque de combustible del humano, provocando una explosión masiva. Más soldados murieron incinerados.
La resistencia humana era feroz. Aunque habían perdido a cincuenta soldados, ya habían eliminado a más de dos mil ciento cincuenta imperiales.
Cuando primera línea de defensa cayó, algunos humanos se nzaron con granadas en actos suicidas. Otros se rindieron.
Los comandantes imperiales ingresaron a un búnker intacto para evaluar situación. Los Drayvarks construyeron defensas subterráneas en menos de dos horas. Los prisioneros humanos fueron llevados ante los oficiales.
—?Entiende... única solución es unirte a nosotros! —decía un comandante.
El humano solo lo miró en silencio. Fue enviado a una nave de reeducación. Pero antes de abordar, nave explotó. Un tanque Aegis MK, camufdo en bnco, había disparado un proyecto PAP. La nave imperial ardió.
Luego, el tanque disparó una munición Flechette. Dardos metálicos perforaron s armaduras imperiales. Un nzador Thar'Khan impactó el tanque, sin efectos. Desde su torreta, un humano abrió fuego con una ametraldora pesada Brown .50 KAL, abatiendo a un soldado imperial.
Seis imperiales con armas antitanque dispararon juntos. El tanque sufrió da?os. Antes de destruirlo, el tanque disparó un nuevo proyecto PAP que pulverizó posición imperial.
El cabo Kruska, de raza Velothian, observaba aterrado. Su piel se volvió violeta pálida. Un proyecto de asalto impactó el tanque, que comenzó a arder. Los tripuntes intentaron escapar, pero fueron abatidos.
La batal dejó una lección cra: los humanos no eran primitivos. Los técnicos imperiales intentaron analizar los restos del tanque. Pero el da?o psicológico ya estaba hecho.
Los imperiales, que creyeron conquistar el pneta en tres horas, ahora comprendían que estaban atrapados en una guerra rga y brutal..
Los humanos capturados resistían.
Algunos serían llevados a través del Gran Vacío para ser reeducados. Pero guerra apenas comenzaba.
Y chispa de rebelión seguía ardiendo en el corazón de los humanos.