06:30 - Distrito 13. Tokio, Japón.
El alba apenas despuntaba en el horizonte, un hilo pálido de luz grisácea que se filtraba entre las nubes negras y densas, ti?endo el cielo sobre el Distrito 13 con un resplandor mortecino que no prometía esperanza. Las ruinas de la fortaleza de Igarashi yacían como un cadáver destripado, los muros de hormigón reducidos a fragmentos irregulares que se alzaban como garras rotas contra la penumbra. El aire estaba cargado de un hedor espeso y opresivo: ceniza húmeda que se pegaba a la garganta, sangre seca que cubría el suelo en charcos viscosos, y el olor dulzón y podrido de la carne quemada que emanaba de los cuerpos destrozados esparcidos entre los escombros. El viento frío silbaba a través de las grietas, un lamento que arrastraba el crujido de madera astillada y el chispeo de cables expuestos que colgaban de los restos de los focos industriales, proyectando sombras temblorosas que danzaban como espectros sobre el caos.
En el centro de las ruinas, el suelo estaba cubierto de sangre negra y roja, un tapiz viscoso salpicado de fragmentos de acero retorcido y trozos de carne que brillaban bajo la luz tenue de la luna menguante, aún visible en el cielo. El eco de la batalla resonaba como un tambor de guerra, un torbellino de gritos, metal chocando contra carne y explosiones que hacían temblar la tierra. La CCG había regresado con una fuerza renovada, sus agentes avanzando desde el oeste con quinques brillando en sus manos, sus botas resonando contra el cemento agrietado mientras los ghouls de Igarashi, leales a Dokuro, contraatacaban desde el este, sus kagunes brotando en un frenesí de púas y tentáculos que cortaban el aire.
Kiyoshi Udagawa estaba atrapado en el corazón del caos, su figura temblorosa envuelta en harapos sucios que colgaban como piel muerta sobre sus hombros huesudos. El sudor goteaba por su rostro pálido, mezclándose con la sangre seca que marcaba su piel en líneas irregulares, y sus manos ara?aban el suelo, dejando rastros de sangre negra de cortes que su regeneración cerraba lentamente, un proceso que parecía más lento bajo el peso de su mente fracturada. Sus ojos rojos estaban vidriosos, perdidos en un mar de voces que rugían en su cabeza: ?Mata! ?Huye! ?No eres nada! resonaban como martillos, cada grito un clavo que lo desgarraba un poco más. Su respiración era un jadeo irregular, entrecortado, y su cuerpo temblaba mientras las imágenes de Jikininki —sus palabras rotas, su mano temblorosa— chocaban con el hambre y la locura que lo consumían.
—?No... no puedo... pararlas! —gritó, su voz quebrándose en un alarido que cortó el aire mientras su rinkaku brotaba, un tentáculo negro y afilado que atravesó a un agente de la CCG en un chorro de sangre roja, levantándolo del suelo antes de arrojarlo contra un muro derrumbado con un crujido húmedo que resonó sobre los gritos.
Kage Shiryo emergió del polvo como una tormenta de furia, su figura fornida envuelta en un abrigo negro rasgado y manchado de sangre, su prótesis koukaku brillando como un garrote de acero en su mano derecha mientras su quinque ukaku colgaba en su izquierda, las flechas explosivas destellando bajo la luz grisácea. Su muslo derecho, perforado en la batalla anterior, estaba envuelto en una venda sucia que goteaba sangre roja, dejando un rastro tras él mientras cojeaba hacia Kiyoshi, su rostro contorsionado en una mueca de desprecio y furia salvaje. Sus ojos oscuros brillaban con un fuego que ocultaba un miedo profundo, y su respiración era un gru?ido áspero que cortaba el aire.
—?Tú, maldito loco! —rugió Kage, su voz resonando como un trueno mientras alzaba su prótesis, el metal silbando al cortar el aire—. ?Eres el cebo que nos trajo aquí! ?La CCG te quiere, Igarashi te quiere, y yo voy a terminar contigo antes de que destruyas todo!
Kiyoshi giró hacia él, sus kagunes oscilando erráticamente mientras las voces lo empujaban al borde. Su bikaku brotó como un látigo dentado, cortando a un ghoul menor en un arco sangriento que salpicó el suelo de sangre negra, pero Kage cargó sin dudar, disparando una flecha explosiva que detonó a centímetros de Kiyoshi, levantando una nube de polvo y escombros que lo hizo retroceder con un grito. La prótesis de Kage chocó contra el rinkaku de Kiyoshi en un estallido de chispas, el impacto fracturando el cemento bajo sus pies mientras el agente rugía, su furia un torbellino que amenazaba con consumirlo todo.
—?Muere, maldita rata! —gritó Kage, su voz temblando con una mezcla de odio y desesperación mientras giraba su ukaku, disparando otra salva de flechas que Kiyoshi esquivó apenas, el suelo explotando en nubes de polvo que llenaron el aire de un gris asfixiante.
06:45 - Entrada este de la fortaleza.
Hitomi Sasaki y Koji Takamura corrieron hacia el centro del caos, sus figuras recortadas contra el resplandor de los incendios que aún ardían en los bordes de las ruinas. Hitomi tenía el muslo izquierdo vendado, la sangre roja goteando por el corte que había recibido, y su mano temblaba mientras sostenía a Seijaku, el tentáculo rinkaku carmesí oscilando listo para atacar. Su abrigo gris estaba empapado de sudor y sangre, y su respiración era un jadeo agitado mientras sus ojos buscaban a Kiyoshi entre el polvo y los gritos. Koji, a su lado, cojeaba con el brazo izquierdo fracturado colgando en un cabestrillo improvisado, la sangre seca manchando su rostro curtido mientras su hacha quinque goteaba sangre negra, el peso del arma temblando en su mano buena. Sus ojos grises brillaban con una determinación feroz, pero también con un agotamiento que lo carcomía desde adentro.
—?Kiyoshi está ahí! —gritó Hitomi, su voz cortando el estruendo mientras esquivaba un rinkaku que silbó a centímetros de su rostro, el aire cortado dejando un zumbido en sus oídos—. ?Kage lo tiene... tenemos que detener esto!
Koji gru?ó, su mano buena apretando el mango de su hacha mientras el dolor de su brazo roto lo hacía temblar.
—?Maldito Kage! —espetó, su voz áspera resonando mientras cortaba a un ghoul menor que los flanqueaba, la hoja hundiéndose en el pecho en un chorro de sangre negra—. Está fuera de control... si mata a Kiyoshi, la CCG no parará hasta arrasar todo. ?Tenemos que llegar, Sasaki!
Un agente de la CCG los interceptó, su quinque koukaku apu?alando hacia Hitomi, pero ella giró, desplegando a Seijaku en un tentáculo que atravesó al hombre en un estallido de sangre roja, el cuerpo cayendo con un ruido sordo mientras ella jadeaba, la sangre salpicando su rostro. Koji bloqueó un segundo ataque con su hacha, el impacto resonando en su brazo roto y arrancándole un gru?ido de dolor, pero cortó al agente en un arco sangriento que dejó el cuerpo partido en dos, las entra?as derramándose en un montón húmedo.
Esta guerra desató lo peor de ambos investigadores. Atacando a sus propios iguales. ?Estaban haciendo el bien? ?O solo estaban dejándose llevar por sus emociones? Quizás Hitomi se sintió en deuda con Kiyoshi, o tal vez, se dio cuenta que pelear contra los ghouls ya no sirve de nada.
—?Vamos! —rugió, y juntos corrieron hacia el centro, el caos rugiendo a su alrededor mientras los gritos de Kiyoshi y Kage cortaban el aire como un presagio.
07:00 - Rincón norte de la fortaleza.
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En el rincón norte, Aichuu Ono Tada se encontraba aún sentado contra una pared agrietada, su cuerpo temblando bajo su peso mientras el temor latía como un fuego lento en su cuerpo. Su cabello ya no se veía tan pulcro, empapado de sudor, desesperación y sangre, cayendo en mechones desordenados sobre su rostro pálido, y sus ojos rosados ??brillaban con una mezcla de agotamiento y un conflicto interno que la desmembraba como un cerrucho. Hiroshi yacía unos pocos metros, su respiración débil resonando en el silencio mientras dormía, exhausto por sus heridas. Sekigan estaba a su lado, su figura delgada envuelta en una chaqueta rasgada, sangre negra goteando de un corte en su abdomen que aún no había sanado del todo. Su kagune bikaku oscilaba tras él como un látigo negro, y su ojo gris encontró a los de Aichuu, un destello de empatía brillando en la penumbra.
Los gritos desde el centro llegaban como ecos distantes, y el hedor a sangre fresca llenaba el aire, un recordatorio del caos que Mushtaro había desatado y que ahora se extendía como una enfermedad. Aichuu respiró hondo, sus manos temblando mientras apretaba el cemento, las u?as ara?ando hasta sangrar, solo para sanar en segundos gracias a su regeneración constante.
—No puedo... no puedo seguir viendo esto —susurró, su voz temblando mientras las lágrimas ardían en sus ojos—. Kiyoshi... está allá afuera, perdido... y yo estoy aquí, sangrando por nada. ?Qué soy, Sekigan? ?Un demonio? ?Un monstruo? ?O solo... otra pieza en este juego?
Sekigan se acercó, cojeando por su herida, y se arrodilló frente a ella, su mano temblorosa rozando la de ella con una suavidad que contrastaba con el caos.
—No eres una pieza —dijo, su voz grave pero cargada de una calidez que la sorprenderá—. Eres...diferente. Lo vi cuando luchaste por Hiroshi... cuando me miraste sin odio. Sientes, Aichuu... como yo siento. Eso nos hace más que monstruos.
Aichuu lo miró, las lágrimas escapando por fin mientras sus ojos rosados ??se clavaban en el gris de él. El peso de sus palabras la golpeó como un pu?etazo, y por un momento, el rugido de la batalla se desvaneció, dejando solo una conexión que temblaba entre ellos. Su mano se alzó, rozando la de él, y el contacto fue un ancla, cálido y pegajoso con sangre, que la sostuvo en medio de su tormenta interna.
—No quiero perder más —susurró, su voz quebrándose mientras apretaba su mano—. Pero no sé cómo parar esto... no sé si puedo salvar a alguien.
Sekigan sonando, un gesto débil pero genuino que iluminó su rostro pálido.
—No tienes que salvar a todos —dijo, su tono firme—. Solo a los que importan... ya ti misma. Yo... estaré contigo, si me deja.
Aichuu avanzando, las lágrimas goteando por su barbilla mientras el vínculo entre ellos se profundizaba, un refugio frágil contra el caos que rugía más allá. Pero un grito desgarrador desde el centro la hizo girar, su corazón apretándose mientras reconocía la voz de Kiyoshi, un eco de desesperación que la llamó a actuar.
07:15 - Centro de las ruinas.
El centro de las ruinas era un infierno vivo, el suelo cubierto de sangre y cuerpos destrozados mientras el CCG y los ghouls de Igarashi chocaban en una danza mortal. Kiyoshi estaba en el corazón del torbellino, sus kagunes girando erráticamente mientras las voces lo empujaban al límite. Su rinkaku atravesó a un agente en un chorro de sangre roja, el cuerpo cayendo en pedazos, mientras su bikaku cortó a un ghoul en un arco negro que salpicó el aire de sangre negra. Kage lo enfrentaba, su prótesis aplastando a un ghoul menor en una explosión de hueso y carne antes de girar hacia Kiyoshi, su ukaku disparando flechas explosivas que detonaban en nubes de polvo y sangre.
—?Termina de una vez! —rugió Kage, su voz temblando con una furia que ocultaba un terror creciente mientras cargaba, su prótesis chocando contra el rinkaku de Kiyoshi en un estallido que fracturó el suelo, el impacto resonando como un ca?onazo.
Hitomi y Koji llegaron al borde del caos, sus respiraciones agitadas mezclándose mientras se abrían paso entre los cuerpos. Un ghoul los flanqueó, su koukaku apu?alando hacia Hitomi, pero ella giró, Seijaku atravesándolo en un estallido de sangre negra que salpicó su rostro. Koji cortó a un agente con su hacha, la hoja hundiéndose en el pecho en un chorro de sangre roja, pero el esfuerzo hizo que su brazo roto temblara, un gru?ido de dolor escapando de su garganta.
—?Kiyoshi! —gritó Hitomi, su voz quebrándose mientras lo veía en el centro, rodeado por Kage y los agentes—. ?Para, por favor!
Kiyoshi giró hacia ella, sus ojos rojos brillando con una mezcla de locura y un destello de claridad. Las voces rugieron: ?Mátala! ?Huye! ?Ella te odia! Pero el rostro de Hitomi, lleno de lágrimas y súplica, cortó el torbellino por un instante. Entonces, un agente de la CCG cargó hacia ella, su quinque rinkaku silbando hacia su cuello, y Kiyoshi actuó sin pensar.
-?No! —rugió, su rinkaku extendiéndose como un relámpago negro, atravesando al agente en un chorro de sangre roja que lo levantó del suelo, salvando a Hitomi en el último segundo.
Kage aprovechó el momento, su prótesis chocando contra el pecho de Kiyoshi con un crujido brutal que fracturó sus costillas, la sangre negra brotando como un río mientras caía de rodillas, jadeando. Hitomi gritó, corriendo hacia él mientras Koji la cubría, su hacha cortando a un ghoul que intentaba interceptarla.
—?Kiyoshi, no! —sollozó Hitomi, el ghoul cayendo junto a ella mientras la sangre negra goteaba de su boca, sus ojos nublándose mientras la miraba.
—No... te odio —susurró Kiyoshi, su voz débil pero clara mientras las voces se desvanecían por fin—. Quiero... que vivas... Hitomi... —aquella voz débil de un ghoul fracturado pronunció algo que la marcaría—: Verte... desde las sombras me hizo... sentir más humano de una manera... —su voz se interrumpe por una tos que venía cargada de sangre y coágulos—. Inexplicable.
Su mano temblorosa rozó la de ella, un contacto frágil que se desvaneció cuando su cuerpo se desplomó, la sangre formando un charco oscuro bajo él mientras sus ojos se cerraban. Hitomi sollozó, un sonido crudo y desgarrador que resonó sobre los gritos, mie. Las palabras de Kiyoshi chocaron con Hitomi, estuvo confusa durante tanto tiempo, y en ese instante se dio cuenta que los ghouls pueden ser buenos, pero inevitables.
Kage retrocedía, su prótesis goteando sangre negra, su rostro contorsionado por una mezcla de triunfo y vacío. Logró escuchar las pocas palabras de Kiyoshi, pero su prótesis viva le decía: " "
07:30 - Plataforma central de la fortaleza.
En la plataforma central, Mushtaro observaba el caos desde las sombras, su gabardina negra rasgada ondeando con el viento mientras la sangre seca brillaba en sus manos y alrededor de su boca. Sus ojos grises brillaron con un destello rojo, y una sonrisa torcida curvó sus labios ensangrentados mientras el eco del sacrificio de Kiyoshi llegaba hasta él.
—Qué hermoso —murmuró, su voz suave pero afilada mientras lamía una gota de sangre de su dedo—. Sacrificio... caos... todo alimenta mi visión. Los humanos serán ganado, y los ghouls... lo mismo por igual. Esto es solo el comienzo.
Un ghoul menor se acercó, temblando mientras lo miraba.
—?Qué... qué planeas? —susurró, su voz temblando de miedo.
Mushtaro giró hacia él, su rinkaku brotando en un tentáculo negro que lo atravesó en un chorro de sangre negra, el cuerpo cayendo con un ruido sordo mientras lo miraba con desprecio.
—Un mundo sin jaulas para nosotros —dijo, su tono frío y cortante—. Pero tú... no estás invitado.
El caos rugió a su alrededor, una tormenta que se aproximaba con cada grito, mientras su plan maestro se alzaba como una sombra sobre las ruinas.