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Ep. 19: TORMENTAS

  04:30 - Distrito 13. Tokio, Japón.

  El amanecer aún estaba lejos, y el Distrito 13 yacía bajo un manto de oscuridad rota solo por el resplandor tenue de los incendios que ardían en los restos de la fortaleza de Igarashi. El aire estaba cargado de un hedor espeso y sofocante: ceniza húmeda, sangre seca y el olor dulzón de la carne quemada que se alzaba de los escombros como un lamento silencioso. Los muros de concreto, ahora reducidos a fragmentos irregulares, se alzaban como dientes rotos contra el cielo negro, las grietas cubiertas de sangre negra que goteaba en charcos viscosos sobre el suelo polvoriento. El viento frío silbaba a través de las ruinas, arrastrando el crujido de madera astillada y el chispeo de cables expuestos que colgaban de los restos de los focos industriales, proyectando sombras temblorosas que danzaban sobre los cuerpos destrozados esparcidos entre los escombros.

  En el borde oeste de las ruinas, Kiyoshi Udagawa estaba acuclillado entre los restos de un almacén derrumbado, su figura temblorosa envuelta en harapos sucios que colgaban como piel muerta sobre sus hombros huesudos. El sudor goteaba por su rostro pálido, mezclándose con la sangre seca que marcaba su piel, y sus manos ara?aban el suelo, dejando rastros de sangre negra de cortes que su regeneración cerraba lentamente. Sus ojos rojos estaban vidriosos, perdidos en un torbellino de voces que rugían en su cabeza: ?Mata! ?Huye! ?No eres nada! resonaban como martillos, cada grito desgarrándolo un poco más. Su respiración era un jadeo irregular, y su cuerpo temblaba mientras las imágenes del caos —Mushtaro comiendo ghouls, Jikininki gritando en la oscuridad— pasaban por su mente como relámpagos.

  —No... no puedo... —susurró, su voz quebrándose mientras sus manos ara?aban su rostro, dejando marcas rojas que sanaban en segundos—. Las veo... me odian... me rompen...

  Un sonido lo hizo girar: el crujido de botas contra el cemento. Kage Shiryo emergió de las sombras, su figura fornida envuelta en un abrigo negro rasgado y manchado de sangre, su prótesis koukaku brillando como un garrote de acero en su mano derecha mientras su quinque ukaku colgaba en su izquierda, las flechas explosivas brillando bajo la luz lunar. Su muslo derecho, perforado por una flecha en la batalla anterior, estaba vendado con tela sucia, pero la sangre roja aún goteaba, dejando un rastro tras él. Sus ojos oscuros brillaban con una furia salvaje, y su rostro estaba contorsionado en una mueca de desprecio mientras miraba a Kiyoshi.

  —?Tú, maldito demonio! —rugió Kage, su voz resonando en las ruinas mientras alzaba su prótesis—. ?La CCG está viniendo por ti! Te vieron corriendo como rata en el caos... eres el cebo que los trajo de vuelta. ?Levántate y enfréntame, o te aplastaré aquí mismo!

  Kiyoshi retrocedió, sus kagunes —rinkaku y bikaku— latiendo en su espalda, listos para brotar. Las voces gritaron más fuerte: ?Mátalo! ?Huye! ?Eres débil! Su cuerpo tembló, y un alarido escapó de su garganta mientras su rinkaku brotó, un tentáculo negro que cortó el aire hacia Kage. El agente esquivó el golpe con un gru?ido, su prótesis chocando contra el tentáculo en un estallido de chispas que iluminó las ruinas, el impacto resonando como un trueno.

  —?Eso es todo lo que tienes! —bramó Kage, disparando una flecha explosiva desde su ukaku que detonó a centímetros de Kiyoshi, levantando una nube de polvo y escombros que lo hizo retroceder con un grito.

  El estruendo atrajo atención. Desde el este, agentes de la CCG avanzaron, sus botas resonando contra el suelo mientras los quinques brillaban en sus manos, sus rostros tensos bajo cascos tácticos. Al mismo tiempo, ghouls de Igarashi —leales a Dokuro— emergieron de las sombras, sus kagunes brotando mientras corrían hacia el ruido, sus gritos de furia cortando el aire. La confrontación masiva estalló en segundos, rinkakus y bikakus chocando contra quinques en un torbellino de sangre y acero, el suelo temblando bajo el peso de la violencia mientras Kiyoshi, atrapado en el centro, giraba erráticamente, su bikaku cortando a un agente en un arco sangriento mientras las voces lo empujaban al borde.

  Kage cargó de nuevo, su prótesis aplastando a un ghoul menor en una explosión de sangre negra antes de girar hacia Kiyoshi.

  —?Eres el maldito problema! —gritó, su voz temblando con una furia que ocultaba un miedo profundo—. ?Por ti, todo esto se desmorona!

  Kiyoshi rugió, su rinkaku atravesando el aire, pero Kage bloqueó el golpe, el impacto fracturando el cemento bajo sus pies mientras la batalla rugía a su alrededor, un caos que amenazaba con consumirlos a todos.

  05:00 - Rincón norte de la fortaleza.

  En un rincón norte de las ruinas, Aichuu Ono Tada estaba apoyado contra una pared agrietada, su pierna ya curada, pero aún temblando bajo su peso mientras el dolor latía como un tambor en su cuerpo. Su cabello blanco estaba empapado de sudor y sangre seca, cayendo en mechones desordenados sobre su rostro pálido, y sus ojos rosados ??brillaban con una mezcla de agotamiento y un conflicto interno que la desgarraba. Hiroshi yacía a pocos metros, su abdomen vendado pero goteando sangre negra, su respiración débil resonando en el silencio mientras dormía, exhausto por sus heridas. Los gritos de la batalla en el oeste llegaban como ecos distantes, y el hedor a sangre fresca llenaba el aire, un recordatorio del caos que Mushtaro había desatado horas antes.

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  Sekigan emergió de las sombras, su figura delgada envuelta en una chaqueta rasgada, sangre negra goteando de un corte en su abdomen que aún no había sanado del todo. Su kagune bikaku oscilaba tras él como un látigo negro, y su ojo gris encontró a los de Aichuu, un destello de comprensión cortando la penumbra. Se acercó lentamente, cojeando por su propia herida, y se detuvo frente a ella, su respiración agitada mezclándose con la de ella en el aire frío.

  —No esperaba verte aquí —dijo, su voz grave pero suave, cargada de un cansancio que resonaba con el de ella—. Pensé que estarías con Dokuro... o huyendo de Mushtaro.

  Aichuu lo miró, sus manos temblando mientras apretaba el cemento, las u?as ara?ando hasta sangrar, solo para sanar en segundos gracias a su regeneración.

  —No sé dónde pertenezco —admitió, su voz temblando mientras las lágrimas ardían en sus ojos—. Mate... luché... pero después de lo que hizo Mushtaro, comiendo a los nuestros... ?qué soy yo? ?Otra arma? ?O algo más?

  Sekigan dio un paso más cerca, su bikaku retrayéndose mientras extendía una mano temblorosa hacia ella, deteniéndose a centímetros de su hombro.

  —Eres más —dijo, su tono firme pero cargado de una empatía que la sorprenderá—. Lo vi cuando salvaste a Hitomi... cuando me salvaste a mí. No eres como él. Tú sientes... yo también siento.

  Aichuu respiró hondo, el peso de sus palabras golpeándola como un pu?etazo. Sus ojos rosados ??se encontraron con el gris de él, y por un instante, el caos del mundo se desvaneció, dejando solo una conexión frágil pero real. Las lágrimas escaparon, trazando líneas en la suciedad de su rostro mientras el conflicto interno la desgarraba: su sue?o de paz chocaba con la sangre en sus manos, pero la empatía de Sekigan era un ancla que no esperaba.

  —No sé si puedo seguir —susurró, su voz quebrándose mientras su mano temblaba hacia la de él, rozándola apenas—. Pero... no quiero estar sola en esto.

  Sekigan avanzando, su mano cerrándose sobre la de ella, un contacto cálido y pegajoso con sangre que los unió en el silencio.

  —No lo estás —dijo, su ojo gris brillando con una promesa tácita—. No más.

  El sonido de la batalla creció, y ambos giraron hacia el oeste, la empatía entre ellos profundizándose mientras el caos se acercaba, un lazo que podría cambiarlo todo.

  05:30 - Entrada este de la fortaleza.

  En la entrada este, Hitomi Sasaki y Koji Takamura estaban agazapados tras un muro derrumbado, sus abrigos empapados de sudor y sangre mientras el estruendo de la batalla en el oeste resonaba como un tambor de guerra. Hitomi tenía el muslo izquierdo vendado, la sangre roja goteando por el corte que había recibido, y su mano temblaba mientras sostenía a Seijaku, el tentáculo rinkaku carmesí oscilando listo para atacar. Koji, a su lado, tenía el brazo izquierdo fracturado colgando inútil en un cabestrillo improvisado, la sangre seca manchando su rostro mientras su hacha quinque goteaba sangre negra de un ghoul que había matado minutos antes. Sus ojos grises estaban llenos de agotamiento, pero también de una determinación feroz que no se apagaba.

  —Kiyoshi está ahí fuera —dijo Koji, su voz áspera cortando el aire mientras miraba hacia el oeste—. La CCG lo quiere... Igarashi lo quiere... y si no lo detenemos, esto será una masacre.

  Hitomi ascendió, su respiración agitada mientras apretaba a Seijaku.

  —Kage está con él —dijo, su tono cargado de preocupación—. Lo vi correr hacia allí... está fuera de control. Si no lo paramos, destruirá todo... a Kiyoshi, a los ghouls, a nosotros.

  Koji gru?ó, su mano buena apretando el mango de su hacha mientras el dolor de su brazo roto lo hacía temblar.

  —No confió en Kage —admitió, su voz temblando con una mezcla de furia y duda—. Es un animal maldito... pero si está luchando contra Kiyoshi, podemos usarlo. Tenemos que trabajar juntos, Sasaki... o no saldremos de esto.

  Hitomi lo miró, sus ojos encontrando los de él en un momento de entendimiento silencioso. La batalla los había unidos antes, y ahora, frente a la inminente destrucción, esa confianza se solidificaba.

  —Entonces vamos —dijo, su voz firme mientras se levantaba, cojeando sobre su pierna herida—. Por Sekigan... por nosotros.

  Koji ascendió, poniéndose de pie con un gru?ido mientras alzaba su hacha, y juntos corrieron hacia el oeste, el caos rugiendo a su encuentro mientras Kage y Kiyoshi chocaban en el centro, un torbellino que amenazaba con consumirlo todo.

  06:00 - Centro de las ruinas.

  El centro de las ruinas era un campo de batalla, el suelo cubierto de sangre y cuerpos destrozados mientras el CCG y los ghouls de Igarashi chocaban en una danza mortal. Kiyoshi estaba en el corazón del caos, sus kagunes girando erráticamente mientras las voces lo empujaban al límite, su rinkaku atravesando a un agente en un chorro de sangre roja, su bikaku cortando a un ghoul en un arco negro. Kage lo enfrentaba, su prótesis aplastando a un ghoul menor antes de girar hacia Kiyoshi, su ukaku disparando flechas explosivas que detonaban en nubes de polvo y sangre.

  —?Muere, maldito loco! —rugió Kage, su voz temblando con una furia que ocultaba un terror creciente mientras cargaba, su prótesis chocando contra el rinkaku de Kiyoshi en un estallido que fracturó el suelo.

  Hitomi y Koji llegaron, uniéndose a la lucha mientras Seijaku atravesaba a un ghoul que flanqueaba a Kage, y la hacha de Koji cortaba a un agente que atacaba desde atrás. Los tres formaron un triángulo improvisado, sus movimientos sincronizados por necesidad mientras el caos los rodeaba, la tormenta acercándose con cada grito y cada gota de sangre.

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