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Ep. 24: MUSHTARO

  El sol se alzaba en su cénit sobre el Distrito 13, aquella estrella irradiaba un intenso color anaranjado y sangriento que derramaba una luz ardiente sobre las ruinas de la fortaleza de Igarashi, ba?ando el paisaje en un resplandor que parecía incendiar la sangre seca que cubría el suelo. El aire estaba saturado de un hedor espeso y nauseabundo: sangre fresca que goteaba en charcos viscosos, ceniza húmeda que se pegaba a la piel como una segunda capa, y el olor dulzón y podrido de la carne quemada que emanaba de los cuerpos destrozados esparcidos entre los escombros. Los muros de hormigón, ahora fragmentos irregulares, se alzaban como garras rotas, las grietas marcadas por líneas de sangre negra que brillaban bajo la luz del mediodía, un tapiz grotesco que temblaba con el viento caliente que silbaba a través de las ruinas, arrastrando el crujido de madera astillada y el chispeo de cables expuestos, sus chispas azules destellando como ojos en la penumbra.

  Aichuu Ono Tada estaba en el centro de las ruinas, su figura erguida entre los escombros, una visión de resistencia y furia que contrastaba con el caos a su alrededor. Su cabello blanco estaba despeinado, contrastando con lo que era semanas antes, cayendo en mechones desordenados sobre su rostro pálido, y sus ojos rosados ??ardían con una determinación que cortaba como un filo, un fuego que no se apagaba ni siquiera tras las heridas que Mushtaro le había infligido, heridas que ya parecían inexistentes. Su cuerpo temblaba, pero no de miedo, sino de una energía que rugía bajo su piel, lista para estallar. Sekigan estaba a pocos metros, su único ojo visible brillando con un dolor silencioso mientras la miraba, su pecho sangrando por el corte profundo que aún goteaba sangre negra, su bikaku oscilando tras él como un látigo negro, listo pero contenido.

  Frente a ella, Mushtaro emergió de las sombras como un rey de la muerte, su figura esbelta estaba sin su gabardina, una camiseta ajustada que demostraba su corpulencia, las manchas de sangre seca brillando como tinta fresca bajo la luz ardiente. Sus manos tatuadas estaban cubiertas de sangre negra que goteaba entre sus dedos, formando charcos oscuros que se mezclaban con el polvo, y su rostro pálido estaba manchado, la sangre negra trazando líneas frescas desde las comisuras de su boca hasta su barbilla, un rastro que goteaba por su cuello mientras sus ojos rojos brillaban con un destello terrorífico que prometía destrucción. Una sonrisa torcida curvaba sus labios ensangrentados, y el aire a su alrededor olía a muerte, un hedor metálico y dulzón que se alzaba como un aura invisible.

  —No pensé que volverías tan pronto, "arma" —dijo Mushtaro, su voz suave pero afilada como un bisturí, resonando en las ruinas mientras lamía una gota de sangre de su labio inferior, el gesto lento y perturbador—. Te destrocé... comí a tu humano, rajé a tu parchado... y aún estás aquí, como si pudieras cambiar el destino. ?No te cansas de sangrar por nada? ?No entiendes que soy la perfección?

  Aichuu respiró hondo, sus manos temblando mientras apretaba los pu?os, las u?as ara?ando sus palmas hasta que la sangre negra goteó, sanando en menos de milisegundos, dejando en un destello de carne rosada que brillaba bajo la luz.

  —No es por nada —espetó, su voz temblando con una furia que ardía como un incendio—. Es por los humanos... por los ghouls... por todos los que devoraste. Eres un monstruo, Mushtaro... y hoy te arrancaré esa sarnosa sonrisa de la cara.

  Mushtaro rió, un sonido bajo y melódico que heló el aire, y dio un paso hacia ella, el goteo de sangre de sus manos marcando el suelo con un ritmo siniestro.

  —Entonces ven —dijo, su tono endureciéndose mientras su sonrisa ensangrentada crecía—. Muéstrame qué tienes, Aichuu... muéstrame por qué crees que puedes detenerme.

  él conocía la capacidad de aquel extraordinario ghoul, pero como todo personaje maquiavélico, su plan era "infalible".

  Aichuu rugió, un sonido entre dientes, tan desgarrador que resonó en las ruinas, y sus cuatro tipos de kagune brotaron en una explosión de poder translúcido, rosa y brillante. Su rinkaku emergió como ocho tentáculos finos, pero letales, cada uno translúcido con venas rosadas que pulsaban como arterias vivas, oscilando en el aire con una gracia letal que cortaba el viento en silbidos agudos. Su bikaku brotó como dos colas grotescas pero glamurosas, translúcidas y con venas rosadas que brillaban bajo la luz, largas, anchas y dentadas, girando como látigos que destrozaron el cemento bajo sus pies en una lluvia de polvo. Su ukaku con forma esquelética disparó una ráfaga de proyectiles cristalinos, translúcidos y atravesados ??por venas rosadas, que llenaron el aire de un zumbido mortal, destellando como estrellas caídas. Y entonces, su koukaku se desplegó, una armadura completa que cubrió su cuerpo de pies a cabeza, translúcida como cristal líquido, con venas rosadas que serpenteaban a través de ella, una protección que parecía una kakuja en su majestuosidad, envolviéndola en una cáscara brillante que reflejaba la luz del sol en un arcoíris roto.

  Mushtaro respondió. Su koukaku emergió en su brazo derecho, una espada grotesca y espinosa, reminiscentemente afilada como la de pero más monstruosa, con púas que goteaban sangre negra mientras cortaba el aire, lo extra?o fue que otro koukaku apareció en su brazo izquierdo. Su rinkaku brotó como nueve tentáculos espinosos, negros y dentados, cada uno con púas que brillaban bajo la luz, oscilando como serpientes. Su cuerpo temblando tras su esfuerzo, pero en un momento arrepentido, empezó a emerger su brotaba por primera vez ante todos los presentes, una armadura espinosa y grotesca que lo transformó en un monstruo de pesadilla. La armadura cubría desde sus pies hasta su cabeza, negra con detalles morados, dentada con espinas retorcidas que sobresalían como garras, su rostro envuelto en una máscara espinosa sin rostro que dejaba solo sus ojos rojos brillando en la penumbra.

  Sekigan, Hitomi y Koji, los únicos supervivientes presentes en aquel lugar, estaban en un shock terrorífico. La belleza y elegancia de cuatro kagunes en un solo ser como Aichuu y la monstruosidad y majestuosidad del kakuja de Mushtaro. Se han visto kakujas aún más monstruosos, pero este parecido a un Arata gigantesco era fascinante y aterrador a la vez.

  La batalla comenzó con un estallido, Aichuu lanzándose hacia Mushtaro con una agilidad sobrehumana, su koukaku-armadura haciéndola ligera como el viento mientras sus ocho tentáculos rinkaku cortaban el aire en un torbellino de muerte. Mushtaro bloqueó el primer ataque con su espada koukaku, el choque resonando como un trueno que fracturó el suelo, pero los tentáculos de Aichuu giraron, perforando su hombro izquierdo, el kakuja no era lo suficientemente fuerte. Un chorro de sangre negra que salpicó el cemento, la herida cerrándose en segundos mientras ella avanzaba, su bikaku cortando hacia sus piernas en un arco que destrozó un fragmento de muro en una lluvia de escombros.

  —?Muérete de una vez por todas, maldito monstruo! —rugió Aichuu, su ukaku disparando una ráfaga de proyectiles que atravesaron el aire, perforando el kakuja de Mushtaro en una explosión de sangre negra que lo hizo retroceder, gru?endo, mientras las espinas de su armadura temblaban.

  Mushtaro rugió, su rinkaku de nueve tentáculos cortando el aire en una danza espinosa que chocó contra los de Aichuu, los tentáculos translúcidos y negros entrelazándose en un estallido de chispas y sangre, el impacto resonando como un ca?onazo que levantó nubes de polvo. Su espada koukaku apu?aló hacia ella, hundiéndose en su muslo derecho a través de la armadura translúcida, pero la herida se cerró en menos de lo que se podría contar como segundos, la carne rosada tejiéndose en un destello que brilló bajo la luz, y Aichuu giró, su bikaku cortando el aire hacia su rostro, arrancando una espina de su kakuja en un chorro de sangre negra que salpicó el suelo.

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  Aichuu dominaba, su regeneración casi instantánea convirtiendo cada golpe de Mushtaro en un eco inútil, su koukaku-armadura reflectando ataques con una resistencia sin igual mientras sus tentáculos rinkaku perforaban el aire, cortando el kakuja de Mushtaro en una lluvia de sangre negra que lo hacía retroceder, jadeando. Su agilidad sobrehumana la llevaba a bailar alrededor de él, sus colas bikaku girando en arcos grotescos que destrozaban el suelo, mientras su ukaku disparaba ráfagas que perforaban su armadura espinosa, dejando agujeros al caníbal que se cerraban lentamente bajo su regeneración más lenta.

  —?No eres nada! —gritó Aichuu, su voz resonando mientras sus ocho tentáculos rinkaku se lanzaban hacia Mushtaro, perforando su pecho en un chorro de sangre negra que lo hizo tambalearse, la armadura espinosa agrietándose bajo el asalto—. Nunca lo fuiste.

  Aquellas palabras herían el ego del caníbal, como si un simple "Error" pudiera tratarlo así. Mushtaro rugió, su kakuja temblando mientras su rinkaku cortaba el aire, bloqueando cuatro de los tentáculos de Aichuu en un estallido de chispas, pero los otros cuatro perforaron sus costados, la sangre negra brotando como ríos mientras caía de rodillas, jadeando, su espada koukaku temblando en su mano. Sus ojos rojos brillaron con una mezcla de furia y desesperación, y por un momento, el caníbal parecía al borde de la derrota, su armadura grotesca fracturándose bajo el asalto implacable de Aichuu.

  Pero entonces, en un giro drástico, Mushtaro actuó. Con un rugido gutural que resonó en las ruinas, se lanzó hacia adelante, sus nueve tentáculos rinkaku sujetando los de Aichuu en un torbellino de espinas y sangre, inmovilizándola por un instante mientras su cuerpo temblaba con un hambre desesperado. Sus mandíbulas se abrieron, las espinas de su kakuja-mask partiendo el aire, y mordió directo hacia el rostro de Aichuu, atravesando su casco koukaku translúcido con un crujido brutal que resonó como un disparo. La armadura se fracturó, las venas rosadas explotando en un chorro de sangre negra mientras sus dientes se hundían en su mejilla, arrancando carne y hueso en un estallido de sangre que salpicó el suelo, el sabor metálico llenando su boca mientras tragaba, sus ojos rojos brillando con una locura renovada.

  Aichuu gritó, un sonido desgarrador que cortó el aire, sus manos temblando mientras intentaba liberarse, su regeneración tejiendo la carne de manera veloz, pero Mushtaro mordió de nuevo, sus dientes desgarrando su hombro a través de la armadura, arrancando un trozo de su koukaku translúcido que crujió entre sus mandíbulas, la sangre negra goteando por su barbilla mientras su cuerpo temblaba, fortaleciéndose con cada bocado. Su rinkaku espinoso presionó más fuerte, perforando los tentáculos de Aichuu en un chorro de sangre negra que la hizo jadear, su koukaku-armadura agrietándose mientras su regeneración luchaba por seguir el ritmo del asalto.

  -?No! —gritó Sekigan, corriendo hacia ellos, su bikaku cortando el aire hacia Mushtaro, pero el caníbal giró, su espada koukaku destrozando el ataque en un estallido de sangre negra que salpicó el suelo, dejando a Sekigan retrocediendo con un corte profundo en el brazo que goteaba sangre.

  —Podrás ser "La Cuatro Colmillos", "El Cadáver que No Muere" o, inclusive, "La Reencarnación del Ghoul Perfecto". Como quieras, pero —chasqueó los dedos como si recordase algo—. Yo me perfecciono cada vez más. Tú, tú estás estancada.

  Mushtaro se alzó, su kakuja brillando con una energía renovada, las espinas creciendo más afiladas mientras la carne de Aichuu lo fortalecía, su rinkaku cortando el aire en un torbellino que acorraló a Aichuu contra un muro derrumbado. Ella luchó, sus tentáculos rinkaku perforando su kakuja en un chorro de sangre negra, pero Mushtaro a pesar de signos mostrar de dolor, mordió de nuevo, arrancando un trozo de su pecho a través de la armadura, la sangre negra brotando como un río mientras tragaba, su cuerpo temblando con una fuerza inhumana que lo hacía más rápido, más letal.

  Aichuu jadeó, sus colas bikaku cortando el aire en un intento desesperado de liberarse, pero Mushtaro las atrapó con sus tentáculos espinosos, desgarrándolas en un estallido de sangre negra que salpicó el cemento, su espada koukaku apu?alando su abdomen a través de la armadura, fracturando hueso y carne en un crujido húmedo que la hizo gritar, su visión nublándose mientras la sangre goteaba de sus heridas. Su regeneración seguía tejiendo, pero Mushtaro no se detenía, sus mandíbulas abriéndose de nuevo mientras mordía su cuello, arrancando carne y tendones en un chorro de sangre negra que la hizo desplomarse, sus kagunes temblando mientras intentaba levantarse.

  —No... no voy a... —susurró Aichuu, su voz quebrándose mientras sus ojos rosados ??brillaban con lágrimas, pero Mushtaro la acorraló, su kakuja alzándose como una sombra grotesca sobre ella.

  —Tu poder será mío—rugió Mushtaro, su voz un gru?ido inhumano mientras sus tentáculos rinkaku la inmovilizaban, perforando sus brazos y piernas en un torbellino de sangre negra que la clavó al suelo.

  Y entonces, en un acto final de desesperación y hambre, Mushtaro se lanzó sobre ella, sus mandíbulas desgarrando su torso a través de la armadura, arrancando carne y hueso en un frenesí de sangre negra que salpicó las ruinas, el sonido húmedo y nauseabundo resonando en el aire mientras la devoraba completamente.

  —Eres... Eres una maldita delicia, Ono Tada. Pensaba tener como sirvienta —sus labios no dejaban de escupir sangre y su sonrisa parecía disfrutar el momento como si estuviese en un encuentro sexual—, pero veo que me sirves aún más como aumento de fuerza.

  Mientras decía estas palabras no dejaba de mordisquear y tragarse a Aichuu. Se estaba volviendo más fuerte, más aterrador, la velocidad de su mandíbula al masticar sobrepasaba el límite en el que Aichuu se regeneraba. Sus tentáculos rinkaku esparcieron lo que quedaba, sus dientes triturando músculos y tendones, dejando solo un montón de huesos translúcidos y ensangrentados esparcidos sobre el cemento. Mushtaro fue tan macabro que devoró cada parte de ella, cuerpo y kagunes. Su fascinación lo llevó a un nivel sin límites.

  Sekigan gritó, un alarido desgarrador que resonó en las ruinas, corriendo hacia los restos de Aichuu mientras las lágrimas corrían por su rostro, su bikaku temblando mientras caía de rodillas junto a los huesos, sus manos temblando mientras tocaba el cráneo fracturado, la sangre negra goteando entre sus dedos. Mushtaro se levantó, su kakuja brillando con una energía grotesca, las espinas de su armadura goteando sangre negra mientras su sonrisa torcida brillaba en la luz del mediodía, su cuerpo temblando con el poder robado de Aichuu.

  Hitomi Sasaki y Koji Takamura llegaron desde el este, sus figuras temblando mientras el polvo se asentaba. Hitomi cayó de rodillas, su mano temblando mientras dejaba caer a su quinque, las lágrimas corriendo por su rostro mientras miraba los restos de Aichuu. Koji rugió, su hacha alzándose mientras cargaba hacia Mushtaro, pero el caníbal giró, su rinkaku cortando el aire y destrozando el ataque en un estallido de chispas, dejando a Koji retrocediendo con un corte supericial en el abdomen que goteaba sangre roja.

  —Se acabó —dijo Mushtaro, su voz un susurro siniestro que cortó el aire mientras se giraba, caminando hacia las sombras, su kakuja brillando como un trofeo grotesco—. El mundo es mío... y ustedes... —rio con un tono burlón y fastidioso—. No me sirven ni siquiera de comida.

  El silencio cayó sobre las ruinas, pesado y asfixiante, mientras los huesos de Aichuu yacían esparcidos en el suelo, un testamento silencioso de su lucha y su fin, mientras Sekigan, Hitomi y Koji temblaban en el polvo, sus espíritus fracturados por la pérdida de la albina que había dado todo por detener al caníbal.

  El aspecto de Mushtaro era aterrador, cualquier persona, por más fuerte que sea, no podría contener las ganas de irse con solo su presencia. Macabro y grotesco, su Kakuja y kagunes ahora habían adoptado características de Aichuu. Un negro translúcido con venas moradas lo acobijaban, una armadura meramente aterradora. El poder adquirido solo era el principio, estaba en un estado de metamorfosis y él lo sabía. Pronto se fusionaría completamente con Aichuu, perpetuando su fuerza y ??su poder.

  Había ganado Mushtaro.

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