El sol ya se estaba alzando sobre el Distrito 13 como una herida abierta en el cielo, un disco rojo y sucio que derramaba una luz sanguinolenta sobre las ruinas de la fortaleza de Igarashi. El aire estaba saturado de un hedor espeso y opresivo: sangre fresca que goteaba en charcos viscosos sobre el suelo polvoriento, ceniza húmeda que se pegaba a la piel como una capa de muerte, y el olor dulzón y podrido de la carne quemada que emanaba de los cuerpos destrozados esparcidos entre los escombros. Los muros de hormigón, ahora fragmentos e irregulares, se alzaban como costillas rotas, las grietas marcadas por líneas de sangre negra y roja que se coagulaban en el polvo gris, formando un tapiz grotesco que brillaba bajo la luz del amanecer. El viento silbaba a través de las ruinas, un lamento constante que arrastraba el crujido de madera astillada y el chispeo de cables expuestos, sus chispas azules iluminando brevemente las sombras que se retorcían como espectros sobre el caos.
Kage Shiryo estaba de pie en el borde oeste de las ruinas, su figura fornida temblando bajo el peso de sus heridas. Su abrigo negro estaba rasgado y empapado de sangre, roja y negra, que goteaba por su cuadrante inferior derecho, perforado por el rinkaku de Mushtaro, y su hombro derecho, fracturado y sangrante, donde el koukaku del ghoul había golpeado con fuerza brutal. Su prótesis koukaku colgaba en su mano derecha, el guantelete quinque manchado de sangre seca y temblando mientras su respiración salía en jadeos ásperos, cada inhalación un gru?ido que resonaba en el silencio. Su quinque ukaku yacía a pocos metros, abandonado tras el combate, las flechas explosivas brillando débilmente bajo la luz rojiza. Sus ojos oscuros ardían con una furia salvaje, pero bajo esa máscara de rabia había un miedo profundo, un temblor que le apretaba el pecho mientras el eco de la derrota de Aichuu resonaba en su mente.
—?Maldito caníbal! —rugió Kage, su voz cortando el aire como un filo roto mientras cojeaba hacia el centro de las ruinas, su prótesis golpeando el suelo con un clang metálico que levantaba polvo—. ?No voy a caer como un perro! ?Ven aquí y enfréntame, pedazo de mierda!
Kage volvió a activar su guantelete y recogió su quinque ukaku. Su prótesis le decía que podía. Aquella prótesis aumentaba el deseo de Kage en erradicarlos a todos, pero su orgullo se concentró en Mushtaro.
Cualquier otro ghoul hubiese muerto en segundos con un destructivo pu?o cerrado del guantelete, o esparcido su cuerpo con la explosión de su ballesta. Pero Mushtaro, Mushtaro hacia que el ego de Shiryo Kage muriese poco a poco.
El grito resonó en las ruinas, un desafío que llamó a la muerte, y Mushtaro emergió de las sombras como un espectro oscuro, su figura delgada recortada contra el resplandor sanguinolento del sol. Su gabardina negra ondeaba con el viento, las manchas de sangre seca brillando como tinta fresca, y sus manos estaban cubiertas de sangre negra que goteaba entre sus dedos, formando charcos oscuros que se mezclaban con la tierra. Su rostro pálido estaba manchado, la sangre negra trazando líneas frescas desde las comisuras de su boca hasta su barbilla, y sus ojos grises brillaban con un destello rojo que cortaba la luz del amanecer como un filo. Una sonrisa torcida curvaba sus labios ensangrentados, y el aire a su alrededor olía a muerte, un hedor metálico y dulzón que se alzaba de los restos de un ghoul menor a sus pies, el torso abierto en un cráter sangriento donde había arrancado carne con sus propias manos.
—?Todavía ladrando, perro? —dijo Mushtaro, su voz suave pero afilada como un bisturí, resonando en el espacio destrozado mientras lamía una gota de sangre de su labio inferior, el gesto lento y perturbador—. Pensé que te había roto lo suficiente... pero supongo que algunos mueren gritando.
Mushtaro hizo una peque?a pausa con una risa burlona.
—Las mierdas de ghouls que te enfrentan. Esos que clasificas con letras. "A", "A-", "S", "SSS" —sonrió como si le diese gracia aquellos términos—. No soy ellos, no me clasifico con una letra, soy
Kage rugió, cada palabra chocando contra su locura. Su prótesis alzándose en un arco brutal sosteniendo fuertemente su quinque ukaku. Su gigangte guantelete cortó el aire hacia Mushtaro, el garrote silbando con una fuerza que levantó polvo y escombros. Mushtaro esquivó el golpe con una gracia inhumana, girando a un lado mientras su rinkaku brotaba, varios tentáculo negros con degrades morados y dentados que chocando algunos contra el inmenso quinque en un estallido de chispas, el impacto resonando como un trueno que fracturó el suelo bajo sus pies. Kage giró, su pu?o derecho donde se encontraba su prótesis, lanzándose hacia el rostro de Mushtaro, pero el ghoul bloqueó el golpe con su koukaku, una espada-escudo dentada que emergió en su brazo derecho, cortando el aire con un silbido que dejó un rastro de sangre roja carmesí, vibrante y fresca, deslizándose lentamente por su piel, cuando rozó el antebrazo de Kage, arrancándole un gru?ido de dolor.
—?No eres nada! —espetó Kage, su voz temblando con una furia que ocultaba su agotamiento mientras retrocedía, cojeando sobre su muslo herido, la sangre roja goteando por su pierna en un rastro brillante—. ?Te arrancaré la cabeza, maldito monstruo!
Mushtaro rió, un sonido bajo y melódico que heló el aire, y avanzó, su rinkaku extendiéndose como un relámpago negro que cortó el aire hacia Kage. El agente levantó su prótesis, bloqueando el tentáculo en un estallido de chispas que iluminó su rostro ensangrentado, pero el koukaku de Mushtaro apu?aló desde el otro lado, hundiéndose en el abdomen de Kage con un crujido húmedo que perforó músculo y hueso, logrando atravesarlo por completo. La sangre roja brotando como un río mientras caía de rodillas, jadeando, su prótesis temblando mientras intentaba levantarse.
—?Maldito! —rugió Kage, su mano temblando mientras alcanzaba su quinque ukaku, disparando una flecha explosiva que detonó a centímetros de Mushtaro, levantando una nube de polvo y escombros que llenó el aire de un gris asfixiante.
Mushtaro emergió del polvo, su hombro izquierdo perforado por fragmentos de la explosión, sangre negra goteando por su brazo, pero su regeneración empezó a cerrar las heridas con delicadeza, la carne tejiéndose en un torbellino de tejido rosado mientras avanzaba, su sonrisa torcida creciendo con cada paso.
—Eres un animal ruidoso —dijo, su tono frío y cortante mientras uno de los tentáculo de su rinkaku cortaba el aire de nuevo, atravesando el pectoral derecho de Kage en un chorro de sangre roja que lo hizo gritar, el hueso fracturándose con un crujido audible que resonó en las ruinas.
Kage, Shiryo Kage, había demostrado que, a pesar de ser humano, su odio y su determinación por erradicar el "error" de la existencia de aquellos monstruos, pudo soportar tal tortura. Cualquier persona habría caído desmayada tras unos segundos, pero Kage intentó, no ser un héroe, si no un catalizador de la paz.
Kage cayó hacia atrás, su prótesis cayendo al suelo con un clang metálico mientras la sangre roja formaba un charco bajo él, su respiración entrecortada resonando en el silencio. Mushtaro se alzó sobre él, su koukaku oscilando como una guillotina, y apu?aló hacia abajo, hundiéndose en el pecho de Kage con un crujido brutal que perforó pulmón y costillas, la sangre roja brotando como un géiser mientras el agente gritaba, un sonido gutural que se ahogó en un gorgoteo húmedo mientras su cuerpo temblaba, sus ojos oscuros nublándose con un terror que no podía ocultar.
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—?No... no voy a...! —jadeó Kage, su voz quebrándose mientras la sangre goteaba de su boca, sus manos ara?ando el suelo en un intento inútil de levantarse.
Mushtaro giró su koukaku, el arma desgarrando el pecho de Kage en un estallido de sangre y hueso que salpicó el cemento, las costillas astilladas sobresaliendo como espinas rotas mientras el agente se desplomaba, su cuerpo temblando en espasmos finales mientras la vida lo abandonaba. Mushtaro arrancó el koukaku con un sonido húmedo, la sangre roja goteando de la punta mientras miraba el cadáver, su sonrisa torcida brillando en la luz rojiza del amanecer.
—Asco de perro —murmuró, su voz un susurro siniestro mientras se arrodillaba junto al cuerpo, arrancando un trozo de carne del estómago destruido de Kage con sus propias manos, el sonido de la carne y órganos desgarrándose llenando el aire mientras lo masticaba lentamente, la sangre roja goteando por su barbilla—. Pero útil... al final.
El silencio volvió a las ruinas, pesado y asfixiante, mientras Mushtaro se levantaba, su figura oscura alzándose como un rey entre los escombros, el sabor de la sangre de Kage aún llenando su boca. Pero el eco de su victoria no estaba solo; desde el norte, un grito desgarrador cortó el aire, un lamento que prometía venganza.
Aichuu estaba en el rincón norte, su figura frágil apoyada contra una pared agrietada, su pierna fracturada temblando bajo su peso mientras el dolor latía como un fuego lento en su cuerpo y la regeneración la aliviaba al mismo tiempo. Su cabello blanco estaba empapado de sudor y sangre seca, cayendo en mechones desordenados sobre su rostro pálido, y sus ojos rosados brillaban con lágrimas de furia y desesperación mientras miraba hacia el oeste, donde el grito de Kage se había desvanecido en un silencio mortal. Su brazo derecho, cercenado por Mushtaro, había regenerado lentamente, la carne aún rosada y temblorosa, pero las heridas en su muslo y hombro dejaban rastro de peque?as gotas de sangre negra, un recordatorio visceral de su derrota. Sekigan estaba a su lado, su ojo gris clavado en el horizonte, su mano temblando mientras sostenía la de ella, su propio pecho sangrando por el corte profundo que Mushtaro le había dejado.
—?Kage! —dijo Aichuu entre dientes, su voz quebrándose en un alarido que resonó en las ruinas mientras las lágrimas corrían por su rostro, goteando por su barbilla en un rastro negro—. ?No... no otra vez... no más!
Sekigan apretó su mano, su respiración agitada resonando en el silencio mientras la miraba, su ojo gris brillando con una mezcla de dolor y determinación.
—Está muerto —dijo, su voz grave pero temblorosa mientras la sangre goteaba de su pecho—. Mushtaro... lo mató. Pero tú... tú sigues aquí. No te rindas, Aichuu... no ahora.
Aichuu sollozó, un sonido crudo y desgarrador que cortó el aire, sus manos temblando mientras apretaba las de Sekigan, el calor de su contacto un ancla frágil contra el abismo que la consumía.
—No puedo... no puedo dejar que gane —susurró, su voz temblando mientras las lágrimas seguían cayendo—. Me destrozó... ?nos destrozo!... pero no voy a dejar que termine así. No después de esto... no después de todos.
Aichuu ya no luchaba por ella o por los ghouls. Luchaba por todo el da?o que causó y que causaría Mushtaro al mundo entero.
Sekigan asintió, su mano alzándose para rozar su rostro, un gesto tembloroso que dejó un rastro de sangre negra en su mejilla pálida.
—Entonces lucharemos —dijo, su tono firme mientras la miraba a los ojos—. Juntos... hasta que nuestros cuerpos sean consumidos por sí mismos.
El sonido de botas resonó desde el este, y Hitomiy Koji llegaron al rincón norte, sus figuras temblando mientras el polvo se asentaba. Hitomi tenía el muslo vendado, la sangre roja goteando por su pierna, y su mano temblaba mientras sostenía aquel quinque 'Seijaku', el tentáculo rinkaku carmesí que simulaba ser una katana, oscilando listo para atacar. Koji cojeaba, su brazo fracturado colgando en un cabestrillo, su hacha quinque goteando sangre negra mientras sus ojos grises se clavaban en Aichuu y Sekigan, el peso de la derrota grabado en cada línea de su rostro curtido.
—?Qué pasó? —espetó Koji, su voz áspera cortando el aire mientras se detenía, jadeando—. ?Dónde está Kage? ?Lo escuchamos gritar!
Aichuu giró hacia él, sus ojos rosados brillando con lágrimas mientras se?alaba hacia el oeste. Sus labios no podían pronunciar nada, temblaban como si tuviese un escalofrío en ellos
—Muerto —susurró Sekigan, su voz cabizbaja mientras la sangre goteaba de su pecho—. Mushtaro... lo mató... lo destrozó... y se lo comió.
Hitomi jadeó, su mano temblando mientras dejaba caer a Seijaku, el tentáculo retrayéndose mientras caía de rodillas, las lágrimas corriendo por su rostro.
—No... no Kage —susurró, su voz temblando con una mezcla de miedo y dolor—. No él también... no después de Kiyoshi...
En la mente de Hitomi pasó el recuerdo de las fotos del poco cuerpo que quedaba de Juuzou Suzuya. Imaginar a Kage de igual o peor manera la hizo estremecerse. No solía tener mucho contacto con Kage porque le recordaba a un viejo siniestro que coleccionaba quinques. Pero le daba una peque?a calidez su gran parentesco con su excompa?ero; Juuzou.
Koji gru?ó, su mano buena apretando el mango de su hacha mientras el dolor de su brazo roto lo hacía temblar. La muerte de Shiryo era algo serio, un gran investigador, sin quitar el peso de los cientos de otros investigadores que murieron. ?Será en vano?
—?Maldito bastardo! —rugió el viejo canoso, su voz resonando en las ruinas mientras golpeaba el suelo con su hacha, el cemento agrietándose bajo el impacto—. ?Nos está arrancando todo! ?Qué hacemos ahora? ?Cómo lo detenemos?
Aichuu respiró hondo, sus manos temblando mientras se levantaba, cojeando sobre su pierna fracturada, el dolor desvaneciéndose casi completamente, haciéndola sentir segura de sí misma. Su mente empezó a pensar donde estará su mentor, Hiroshi. Su determinación empezó cuando se colocó en su cabeza la poca cordura y desesperación de Kiyoshi, algo que le hizo ver que algunos si quieren cambiar; en la determinación de estos humanos, ya no parecían querer matarlos a ellos, a Sekigan y a ella, si no simplemente acabar con la monstruosidad de Mushtaro.
—Voy a matarlo —dijo, su voz baja pero firme, cada palabra un juramento grabado en sangre—. No sé cómo... pero lo haré. Por Kage... por Kiyoshi... por todos —su voz se llenaba de determinación y furia—. Fui criada como un arma. Soy el arma para acabar con mi "creador".
Mushtaro seleccionó exclusivamente a Aichuu por su alienación ante los otros ghouls. Ella era especial y él lo supo, por eso ordenó a Dokuro a capturarla e inculcarle que es el arma secreta de 'Igarashi'. Pero ese plan era bajo sus propios fines. Lo que él no tenía en mente es que su propia "supersoladada" se rebelaría en su contra.
Sekigan se levantó con ella, su bikaku oscilando tras él mientras la miraba, un destello de resolución brillando en su ojo rojo.
—No estarás sola —dijo, su tono grave resonando en el silencio—. Lo haremos juntos.
Hitomi se levantó, limpiando las lágrimas de su rostro mientras recogía a su quinque, su mano temblando pero firme mientras miraba a Aichuu.
—Cuenta conmigo —dijo, su voz temblando con una mezcla de miedo y determinación—. No dejaré que gane... no después de esto.
Mushtaro fue el causante de muchísimas muertes. Especialmente Juuzou y aquel ghoul, 'Paranoia' que no tuvo la oportunidad de arreglar.
Koji asintió, su hacha alzándose mientras cojeaba hacia ellos, su rostro ensangrentado brillando con una furia contenida. Ya aquel ghoul le había arrebatado una parte gigantesca de su equipo, de su organización. La OECCG o CCG era casi inexistente gracias a ese monstruo.
—Entonces es guerra —dijo, su voz áspera cortando el aire—. Hasta el final.
El grupo se unió en el silencio de las ruinas, sus cuerpos temblando por las heridas pero sus espíritus ardiendo con una resolución que Mushtaro no podía prever. Desde el oeste, el eco de la risa de Mushtaro resonó, un sonido bajo, melódico y lleno de psicopatía que flotaba sobre el campo de sangre, un presagio del ascenso del caníbal que se alzaba sobre los restos de sus enemigos. Ghouls, humanos.
Pero en las sombras, algo más se movía: un ghoul externo, un mensajero de la red global, observaba desde un tejado derrumbado, sus ojos rojos brillando mientras susurraba en un dispositivo, su voz un murmullo que se perdió en el viento.
—
El amanecer se alzaba sobre las ruinas, un testigo silencioso de la caída de Kage y el ascenso de un terror que aún no había mostrado su rostro completo, mientras Aichuu y los suyos se preparaban para una batalla que los llevaría al borde del abismo.