El cielo nocturno estaba despejado, y la luna brillaba intensamente sobre la aldea recién salvada. Los aldeanos, agradecidos por la milagrosa intervención de Biel y Acalia, organizaron una fiesta improvisada. La música, los bailes y las risas llenaron el ambiente, alejando momentáneamente los horrores que habían vivido apenas unas horas antes.
Biel, sentado en un banco improvisado cerca de la fogata, observaba cómo los aldeanos danzaban alegremente. Aunque disfrutaba del ambiente, no podía evitar sentirse fuera de lugar.
—?Qué haces aquí, solo? —preguntó una voz femenina.
Biel levantó la vista y vio a Xanthe, la joven hechicera que había salvado durante el ataque de los bandidos. Ella le sonreía, sosteniendo dos copas de madera. Le ofreció una y se sentó a su lado.
—?No eres de fiestas? —preguntó ella.
—No es eso... Es solo que nunca pensé que alguien me agradecería por algo así —dijo Biel, mirando la copa, un poco avergonzado.
—Te lo mereces. Salvaste muchas vidas hoy, incluida la mía —dijo Xanthe, desviando la mirada con un leve rubor.
Antes de que Biel pudiera responder, Nova, el líder de la aldea, se levantó sobre un barril cercano y levantó su copa.
—?Por nuestros salvadores! ?Por Biel y Acalia, quienes nos devolvieron la esperanza! —exclamó con entusiasmo.
Los aldeanos estallaron en vítores, chocando copas y gritando sus nombres. Biel se sonrojó aún más, mientras Acalia, de pie a cierta distancia, observaba con sus característicos ojos impasibles.
—No tienes por qué sentirte incómodo. Ellos están celebrando porque les devolviste algo que pensaban perdido para siempre —dijo Acalia mientras se acercaba.
—?Eso incluye bailar? —preguntó Biel, se?alando con la cabeza a los aldeanos que danzaban alrededor de la fogata.
—Bailar también es parte de la vida, Biel. ?Por qué no intentas disfrutarlo? —dijo Acalia con una peque?a sonrisa antes de volver a su posición de observadora.
Xanthe se levantó y tomó a Biel de la mano con una sonrisa juguetona.
—Si no lo haces por ti, hazlo por mí. ?Vamos?
Biel intentó resistirse, pero la determinación de Xanthe lo arrastró al círculo de baile. Los aldeanos vitorearon mientras Biel trataba torpemente de seguir el ritmo, tropezando un par de veces, pero riéndose junto a los demás.
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Al amanecer, el bullicio de la fiesta había dado paso al trabajo. Los aldeanos reparaban sus hogares y recogían los escombros, reconstruyendo sus vidas. Biel, sintiéndose más descansado, pero aún con mucho en mente, se encontraba ajustando su mochila para continuar su búsqueda.
Nova, el líder de la aldea, se acercó con una sonrisa.
—?Ya te marchas? —preguntó.
—Sí, tengo que seguir buscando a mi amigo. No puedo perder más tiempo —respondió Biel, decidido.
Nova asintió y se?aló hacia el este. —Sigue ese camino. Llegarás a una ciudad grande. Si alguien tiene información sobre tu amigo, será allí.
—Gracias, Nova. Por todo —dijo Biel, inclinando la cabeza.
—Somos nosotros quienes estamos agradecidos. Lo que tú y Acalia hicieron no tiene precio. Esta aldea siempre será tu hogar, si lo necesitas.
Biel, emocionado por las palabras, buscó a Acalia para informarle de su plan. Sin embargo, antes de que pudiera hablar, vio a Xanthe y Easton acercándose, cada uno cargando una mochila.
—?Qué están haciendo? —preguntó Biel, sorprendido.
—Vamos contigo —respondió Easton, directo.
—?Conmigo? ?Por qué? —preguntó Biel, arqueando una ceja.
Xanthe bajó la mirada, visiblemente sonrojada. —Es... nuestra forma de agradecerte por lo que hiciste.
Biel, algo incómodo por el tono de Xanthe, intentó no darle demasiada importancia.
—Bueno... Si es así, supongo que no hay problema. Pero, ?están seguros de dejar la aldea sin protección?
Easton negó con la cabeza. —No hay por qué preocuparse. Los bandidos que atacaron murieron todos. Además, Nova y los aldeanos están mejor preparados ahora.
Biel asintió, aceptando la lógica de Easton.
—Está bien. Entonces, vámonos antes de que cambien de opinión.
Acalia, que había estado escuchando en silencio, simplemente comenzó a caminar sin decir una palabra.
—?Siempre es así de seria? —preguntó Xanthe en voz baja, mientras seguía a Biel.
—La mayoría de las veces, sí —respondió Biel con una sonrisa.
En un rincón oscuro del bosque cercano, un hombre herido y tambaleante avanzaba con dificultad. Era el único bandido que había logrado escapar del ataque de Acalia. Su respiración era pesada, y su costado sangraba profusamente.
—Tengo que llegar... El Gran Se?or Gard tiene que saberlo... —murmuró con esfuerzo, mientras las ramas y las raíces parecían querer detenerlo.
Finalmente, divisó una caverna oculta entre las monta?as. Sus ojos se llenaron de esperanza, pero antes de dar un paso más, una figura apareció frente a él.
Era un hombre encapuchado, vestido completamente de negro, con una máscara ornamentada que irradiaba un aura mística, adornada con intrincados grabados y un resplandor enigmático que parecía contener secretos insondables.
—?Q-quién eres? —tartamudeó el bandido, retrocediendo.
El encapuchado no respondió. En silencio, desenvainó una daga oscura que emanaba una energía siniestra.
—?Espera! ?No tienes que hacer esto! ?Puedo ser útil! —suplicó el bandido, cayendo de rodillas.
Sin mediar palabra, el encapuchado atravesó el aire con su daga. El cuerpo del bandido cayó al suelo, inmóvil, mientras la figura en negro se inclinaba sobre él.
—No hay lugar para los débiles en el reino de Gard —susurró antes de desvanecerse en las sombras, dejando el cadáver detrás.
Lejos de allí, Biel y su grupo continuaban avanzando, sin saber que las fuerzas que se levantaban en su contra eran mucho más peligrosas de lo que imaginaban.
Fragmento de lo Infinito