El viento soplaba con fuerza sobre el campo de batalla. Biel cerró los ojos por un momento, sintiendo el peso de lo que estaba por venir. Frente a él, Shalok sonrió con malicia, sus ojos carmesíes reflejaban la sed de combate.
—?Estás listo para enfrentarte a tu destino? —preguntó Shalok, su voz resonó con una frialdad escalofriante.
Biel apretó los pu?os y sintió la energía fluir dentro de él. No había marcha atrás.
Mientras tanto, en otro punto del campo de batalla, Acalia y los demás se enfrentaban al último dragón. Acalia se lanzó hacia la bestia, su espada irradiaba una luz cegadora. Con un grito feroz, descargó un golpe directo contra el pecho del dragón. El impacto resonó en el aire, empujando a la criatura unos metros atrás.
El dragón rugió furioso y contraatacó, lanzando una llamarada ardiente hacia Acalia. Sin vacilar, ella alzó una mano y conjuró un escudo de energía, bloqueando el fuego abrasador. A pesar de su defensa, el impacto la hizo retroceder unos pasos.
—Este dragón es mucho más poderoso que los otros dos… —murmuró Acalia entre jadeos—. A este ritmo, no podremos hacer nada.
Sarah, Xantle y Easton intercambiaron miradas de preocupación. Sus energías estaban agotándose rápido, y el dragón apenas mostraba signos de fatiga.
—Su magia es demasiado fuerte… el triple que la nuestra —agregó Acalia, su expresión reflejaba la gravedad de la situación—. Además, Ylfur sigue inconsciente.
De pronto, Yumi dio un paso al frente, su mirada determinada.
—Yo me encargaré de ese dragón —declaró con voz firme.
Acalia la miró con sorpresa.
—?Estás segura? Su poder es descomunal.
En la mente de Yumi, un pensamiento surgió con intensidad: Debo usar el poder que aquel dios me otorgó. No hay otra opción.
—Acalia, Raizel, necesito que lo distraigan mientras cargo mi hechizo —indicó Yumi, con el ce?o fruncido—. Cuento con ustedes.
Raizel sonrió y asintió sin dudar.
—?Por supuesto! Vamos a darle batalla.
Acalia respiró hondo antes de asentir.
—Bien. Pero no tardes demasiado… No sé cuánto tiempo podremos mantener su atención.
Yumi cerró los ojos y comenzó a acumular su energía. Un resplandor dorado empezó a envolver su cuerpo. Sentía el flujo de poder recorriendo cada fibra de su ser, pero también la carga extrema que esto implicaba.
—Es esto o nada… —susurró—. Si no funciona, estaremos perdidos.
Acalia y Raizel avanzaron hacia el dragón, listos para darlo todo mientras Yumi preparaba su ataque definitivo.
Acalia y Raizel se lanzaron hacia el dragón, cada una liberando su mejor ataque. La energía de ambos golpes resonó con fuerza, pero la bestia ni siquiera se inmutó.
—No puede ser... —susurró Acalia, con los ojos muy abiertos—. Ese dragón repelió nuestro poder.
Raizel apretó los dientes, frustrada.
—Incluso con mi fuerza angelical y tu poder divino, no pudimos hacerle ni un rasgu?o. ?Qué clase de criatura es esta?
Antes de que pudieran reaccionar, la voz de Yumi resonó en el campo de batalla:
—?Chicas, aléjense del dragón!
Ambas voltearon y vieron cómo Yumi había terminado de cargar su hechizo. Sin dudarlo, se retiraron rápidamente de la línea de fuego. Con un brillo ardiente en los ojos, Yumi extendió sus manos y desató el hechizo Llamarada Creciente.
Una colosal corriente de fuego emergió de sus manos, impactando de lleno contra el dragón. La explosión iluminó el cielo y una inmensa columna de humo se elevó, ocultando la figura de la bestia.
—Lo logré... —murmuró Yumi con un atisbo de esperanza.
Sin embargo, un estruendoso grito sacudió el aire y, en un instante, el humo se disipó por completo. El dragón permanecía intacto, su mirada fiera y desafiante. Yumi, Acalia y Raizel se quedaron paralizadas.
—No puede ser... ni siquiera eso funcionó —susurró Raizel, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.
En ese momento, una figura emergió de entre las sombras. Su voz grave y firme llamó la atención de todas.
—No podrán derrotar a ese dragón con magia. Su resistencia es demasiado alta debido a su poder mágico avanzado.
Acalia y Raizel se giraron para ver a un aventurero de armadura ligera y porte imponente: Gaudel. Su rostro mostraba una seguridad inquebrantable.
—?Un dragón inmune a la magia...? —susurró Acalia, intentando procesar la información—. Entonces, ?cómo lo derrotamos?
Gaudel esbozó una ligera sonrisa.
—Si derrotamos al que lo controla, ganaremos.
—?Biel? —preguntó Raizel, con un destello de esperanza en los ojos—. él está enfrentándose a...
—No —interrumpió Gaudel, negando con la cabeza—. El verdadero controlador de esta bestia es otro.
Antes de que pudieran reaccionar, Gaudel sacó su arco de luz y disparó una flecha hacia una formación rocosa cercana. La flecha impactó con fuerza, iluminando la zona. En ese instante, una silueta emergió de entre las sombras.
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—Vaya, vaya... —murmuró la figura con una voz calmada y casi divertida—. Me doy cuenta de que ese ojo tuyo es realmente interesante.
La luz reveló su rostro. Un hombre de complexión delgada pero imponente, con una sonrisa calculadora.
—Mi nombre es Cliver Soldemour —anunció con un tono seguro—. Y he venido por una misión de mi emperatriz Domia. Pero parece que esto será más sencillo de lo que pensé.
Gaudel clavó su mirada en Cliver, su expresión endureciéndose al comprender la situación.
—Eres tú quien controla al dragón —afirmó con frialdad.
Cliver esbozó una sonrisa ladeada y asintió con tranquilidad.
—Así es. Mi magia avanzada me permite someterlo a mi voluntad. Pero mi verdadera misión aquí no es solo este dragón. He venido a buscarte, Gaudel. La emperatriz Domia desea ese ojo mágico que posees.
Gaudel sintió un escalofrío recorrerle la espalda, pero su postura no vaciló.
—Mi habilidad mágica no caerá en sus manos. No importa lo que planee, no se lo permitiré —afirmó con determinación.
Cliver dejó escapar una risa baja y amenazante.
—Ya veo… entonces simplemente te arrancaré los ojos y se los llevaré —dijo con una frialdad escalofriante antes de soltar una carcajada burlona.
Gaudel, en lugar de mostrar miedo, esbozó una sonrisa desafiante.
—Entonces, intenta hacerlo.
El viento sopló con fuerza entre ellos, cargado de tensión. Cliver alzó una mano, y el dragón rugió con fiereza, como si sintiera la emoción de su maestro. La batalla estaba a punto de comenzar.
—Sabes, Gaudel, podrías ahorrarte el sufrimiento. Entrégalo voluntariamente y te prometo que la emperatriz Domia te tratará con "cierto" respeto —dijo Cliver, con una sonrisa de suficiencia.
—No hay nada que hablar —respondió Gaudel con firmeza—. Prefiero perderlo antes que poner ese poder en manos equivocadas.
Cliver chasqueó la lengua, como si su paciencia se agotara.
—Siempre tan testarudos... Es una pena, realmente. Pero ya que lo deseas así... —levantó su bastón, y una energía oscura comenzó a acumularse en su punta.
Gaudel flexionó las piernas, preparándose para esquivar.
—No creas que será tan fácil. He enfrentado enemigos peores que tú.
—?Peores que yo? —Cliver soltó una carcajada—. No tienes idea de con quién estás tratando.
El dragón golpeó el suelo con sus garras, levantando una nube de polvo. Acalia y Raizel observaban desde la distancia, listas para intervenir si era necesario.
—Gaudel, ?ten cuidado! —gritó Acalia.
Gaudel apenas la escuchó. Su atención estaba fija en Cliver y en el monstruo que dominaba. Sabía que esta batalla no sería fácil.
El estruendo del combate entre Gaudel y Cliver retumbaba en todo el lugar. El choque de sus poderes sacudía el suelo, levantando polvo y escombros a su alrededor. Cada ataque era devastador, iluminando la batalla con destellos de magia y energía pura.
A lo lejos, Biel esquivó un golpe de Shalok y sintió la vibración del suelo bajo sus pies. Se giró por un instante y pudo ver la feroz batalla que libraban Gaudel y Cliver. Su corazón se aceleró.
—Ese combate de allá... es muy intenso —murmuró para sí mismo.
Shalok también notó la energía que emanaba de la pelea y soltó una carcajada burlesca.
—Vaya, vaya... veo que descubrieron a ese imbécil de Cliver y con él, el verdadero plan —comentó con una sonrisa maliciosa.
Biel frunció el ce?o, manteniéndose en guardia.
—?A qué te refieres con "el verdadero plan"? —preguntó, sin apartar la vista de su enemigo—. Pensé que estabas aquí para destruir la ciudad.
Shalok sonrió con arrogancia y giró levemente la cabeza, como si la pregunta de Biel fuera divertida.
—Bueno, esa era parte del plan, pero el objetivo principal era capturar al aventurero del ojo mágico que se encuentra en este lugar —reveló con tranquilidad—. Pero parece que Cliver ya lo encontró.
Biel sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sus pensamientos se arremolinaron rápidamente mientras procesaba la información.
—Entonces... ellos vienen por Gaudel y su ojo mágico —murmuró en su mente, con los pu?os apretados—. Esto será un problema...
Shalok notó la expresión de Biel y soltó una risita burlona.
—?Oh! Veo que ya captaste la idea, plebeyo —dijo con tono burlón—. Pero dime, ?Qué harás ahora? ?Seguirás peleando conmigo o intentarás salvar a tu amigo antes de que sea demasiado tarde?
Biel apretó los dientes. Su mente trabajaba rápido, debía tomar una decisión pronto. Miró a Shalok, quien seguía con su sonrisa desafiante, y luego volvió la vista hacia la feroz batalla entre Gaudel y Cliver.
—No te preocupes por lo que haré —respondió con determinación—. Aún no has visto todo lo que soy capaz de hacer.
Shalok levantó una ceja, divertido.
—?Ja! Eso quiero verlo... ?Ven a mí, sucio plebeyo!
El aire se cargó de energía mientras los dos combatientes se preparaban para continuar la batalla. Biel sabía que el tiempo jugaba en su contra, pero no podía permitirse perder contra Shalok. El destino de Gaudel y la ciudad dependía de ello.
Biel exhaló profundamente y cerró los ojos por un instante. Sabía que no podía contenerse más tiempo. La energía en su interior se desbordó como un torrente incontenible, formando un aura oscura que lo envolvió por completo. Su poder creció de manera descomunal, haciendo que el suelo bajo sus pies se agrietara y que el aire vibrara con intensidad.
Shalok, quien hasta ahora había mantenido una actitud despreocupada, abrió los ojos de par en par al sentir la inmensa energía de Biel. Por primera vez, su rostro reflejaba desesperación.
—?Qué es esta aura tan siniestra! —exclamó retrocediendo—. Este poder... casi equivale al de la se?orita Domia... ?Quién demonios es este sujeto?
Biel abrió los ojos, su mirada ardía con determinación y rabia contenida.
—Esta vez... los derrotaré —declaró con voz firme.
Mientras cargaba una colosal cantidad de energía, Gaudel, que seguía luchando contra Cliver, sintió la sacudida de poder que emanaba de Biel y se giró por un instante.
—?Eso es... el poder de Biel! —dijo con sorpresa.
No solo él, Acalia, Xantle, Easton, Sarah, Charlotte, Yumi y Raizel también sintieron la intensidad del aura que Biel estaba desplegando. La sorpresa y la preocupación inundaron sus rostros.
—Este poder... es inmenso —susurró Acalia.
Cliver también se percató de la amenaza y, sin perder tiempo, corrió hacia Shalok.
—?Maldita sea, Shalok, no podemos dejarlo lanzar ese ataque! —gru?ó.
Shalok asintió rápidamente, comprendiendo que, si no hacían algo, estarían acabados.
Biel levantó ambas manos y una densa esfera de energía oscura y dorada comenzó a formarse sobre él. La presión era asfixiante, y el viento a su alrededor rugía violentamente.
—?Ahora tomen esto! ?Explosión Crepuscular! —gritó Biel mientras lanzaba el devastador ataque.
La esfera impactó de lleno contra Shalok y Cliver, quienes intentaron bloquearlo con todo su poder. Pero fue en vano. La energía de Biel los envolvió completamente, generando una explosiva onda de choque que sacudió el campo de batalla.
Shalok gritó en desesperación.
—?No puede ser!
Una gran explosión oscura iluminó el cielo, haciendo temblar el suelo con una fuerza devastadora. Después de unos segundos, el humo comenzó a disiparse, revelando a Shalok y Cliver tendidos en el suelo, inconscientes.
Biel, exhausto, se tambaleó y cayó de rodillas.
—Esta vez... pude hacerlo —susurró antes de perder el conocimiento.
Charlotte corrió hacia él, con el corazón en un pu?o.
—?Hermanito, ?estás bien?!
Easton la sujetó por los hombros, tratando de calmarla.
—Tranquila, Charlotte. Biel está bien, solo está inconsciente después de desplegar toda esa energía —dijo con una voz firme pero tranquila.
Pero antes de que pudieran relajarse, una figura apareció junto a los cuerpos de Cliver y Shalok. Su presencia era sofocante, y su voz resonó con frialdad.
—Vaya, vaya... ustedes son unos imbéciles. No pudieron cumplir con la misión —dijo con desdén.
Acalia se puso en guardia de inmediato y preguntó con firmeza:
—??Quién eres?!
La figura sonrió con desinterés y simplemente respondió:
—Nos volveremos a ver.
Sin decir más, desapareció en el acto, llevándose consigo a Shalok y Cliver.
Easton golpeó el suelo con frustración.
—?Rayos, escaparon!
Acalia suspiró y relajó su postura.
—No pasa nada. Ya nos volveremos a encontrar —dijo con seguridad.
Sin perder más tiempo, el grupo levantó a Biel y se apresuró en llevarlo a la ciudad para tratar sus heridas. Aunque la batalla había terminado, sabían que la guerra aún no había concluido.