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Capítulo 31: Memorias encadenadas

  Esta vez la ma?ana llega rápido y cuando John se despierta se encuentra realmente descansado, lo que vino como una sorpresa, puesto que hace tanto tiempo que no se sentía así que casi se olvida de cómo era tener una buena noche de sue?o. Mirando a su derecha, puede notar que Abigail no estaba; el único ser vivo que le hacía compa?ía era el gato verde que se encuentra acostado en los pies de la cama. Estirándose, toma su PSD de la mesita de luz y lo observa, en la pantalla, un hipopótamo púrpura de falda amarilla se encontraba girando sobre sí mismo, avisándole que tenía un mensaje que provenía de su pareja sin leer. él abre la app y, mientras se frota los ojos, intenta leerlo.

  “John, le pregunté a Narciso cuándo podía vernos y me dijo que nos vería hoy a las 10:30. Tengo que hacer unos mandados para mi madre; si no vuelvo a tiempo, ve a la oficina sin mí. Voy a llegar lo más rápido que pueda”.

  Con el entumecimiento del despertar disipándose completamente a estas alturas, el pánico se vuelve a levantar en la mente de John; los pensamientos de culpa y el temor a ser culpado se juntan en una vorágine de duda que lo lleva a querer meterse entre las sábanas y volver a dormir para no volver a despertar. En ese momento, un ligero ronroneo se escucha a su costado y, cuando gira la vista, puede ver cómo Gilgamesh se encuentra al lado suyo frotando la cabeza contra su flanco.

  —?Qué pasa, compa?ero? ?Tienes hambre? —dice el hombre mientras se levanta, las hipotéticas preocupaciones reemplazadas por prioridades reales, y se mueve hacia el gabinete en donde se encuentra la lata de comida para el gato que, luego de abrirla, coloca en un recipiente al lado de la heladera.

  El animal come con gusto mientras John se prepara un café prensado en una taza adornada con huellas de animales y mira al gato terminar de comer, esperando que la cafeína en la bebida entre en efecto. Mirando su teléfono, se fija la hora, las nueve y media, así que, tomando un cambio de ropa de uno de los placares, se dirige a las duchas a asearse adecuadamente para la reunión venidera y para las diez y cuarto ya se encontraba en el patio interno en camino al ascensor. Cuando estaba a punto de cruzar la puerta que daba a este, una voz conocida lo hace voltear.

  —John, te encontré justo ?Estás listo? —pregunta Abigail, llegando a su lado con un ligero trote.

  —Casi no lo logras, ?pudiste hacer lo que tenías que hacer? —interroga el hombre mientras limpia un poco de nieve acumulada en el hombro de la mujer.

  —Sí, mi madre quería cocinar para A?o Nuevo, así que tuve que ir a buscar ingredientes, por cierto, me dijo que te preguntara si vas a venir —contesta la mujer mientras atraviesa el umbral y se adentra en el pasillo.

  —Sí, no tengo nada que hacer para A?o Nuevo; después de todo, no te olvides que técnicamente estoy muerto, así que no puedo visitar a mi familia para las fiestas —Bromea el hombre mientras la sigue de cerca.

  —Ah, sí, cierto, tu nueva identidad, no te das una idea de las veces que casi te llamo John enfrente de mis padres —comenta la mujer esbozando una ligera sonrisa, pero rápidamente toma una expresión seria y mirando al hombre, pregunta— ?extra?as a tu familia?

  John le devuelve una expresión de confusión, sorprendido por el repentino cuestionamiento, así que mientras esperan a que el elevador llegue, se pone a pensar sobre la idea. Su padre era un le?ador estoico, difícil de leer, y su madre brillaba por su ausencia. A pesar de esto, no podía negar que tenía un sentimiento de a?oranza hacia aquellos que consideraba familia, pero si se ponía a analizarlo de manera objetiva, era más melancolía generada por los procesos cerebrales que muestran todo tiempo pasado como mejor y no un real sentimiento de anhelo. Siendo sincero y con una mente fría, no sabía muy bien qué eran, pero claramente no una familia. Una campana y el sonido de metal moviéndose cortan el pensamiento a la mitad; volviendo a ver a Abigail, él puede apreciar cómo la mujer lo mira expectante de una respuesta.

  —Mira, Abi, dejé a mi familia hace muchos a?os por un motivo, e incluso si los extra?ara a estas alturas, es muy probable que no sean las mismas personas que recuerdo, y ten por seguro que no soy lo que ellos recuerdan, así que, si te tuviera que dar una respuesta, es no, no extra?o cosas que nunca existieron —responde el hombre mientras sube al ascensor.

  El camino hacia la oficina de Narciso es en silencio; la mujer, no queriendo desenterrar otras memorias desagradables, decide no indagar más en la situación y solo toma la mano del hombre durante el trayecto. Justo sobre la hora, la pareja se encuentra enfrente de las puertas de madera que dan al recinto del arcanista.

  —Narciso los está esperando, por favor, pasen —dice Iris en un tono profesional que no pega con la mirada que le está lanzando a Abigail.

  John asiente y respira hondo. Juntando toda la fuerza de voluntad que tiene, posa su mano en el picaporte y lo jala, haciendo que las dos hojas se separen, revelando una espaciosa y lujosa oficina. Lo primero que notas es como una alfombra roja y aterciopelada cubría el piso del lugar. A la derecha del hombre se hallaba una chimenea que en estos momentos se encontraba prendida, luchando con las bajas temperaturas que imponía la temporada. La pared de la izquierda estaba completamente cubierta de librerías colocadas una al lado de la otra; estas a su vez estaban repletas de libros de diferentes índoles, la mayoría escritos en lenguajes que John no conocía. Un par de sillas se posaban junto a una mesa con diferentes botellas de estilizado vidrio. Directamente enfrente de ellos, en la otra punta de la habitación, se encontraba un gran escritorio sobre el cual se encontraban varios papeles y una vieja laptop acomodados de manera prolija y, detrás del mueble, se veía a Narciso sentado en una acolchada silla enfrente de una gran ventana que mostraba un hermoso paisaje costero.

  —John, Abigail, acerquen una silla y pónganse cómodos, por favor —dice el hombre, gesticulando a las sillas cerca de la mesa con las botellas, mientras deja unos papeles sobre la mesa enfrente de él.

  La pareja hace lo que se les pide y se sientan enfrente del arcanista; cuando vuelven a mirar en dirección de la ventana, ahora pueden notar cómo la imagen cambió de mar a verdosas colinas rodantes.

  —?A qué se debe la visita? —Asumo que no es simplemente una de cortesía —pregunta Narciso con una ligera sonrisa surcándole los labios.

  —No, te venimos a preguntar algo —empieza a decir John, las palabras más difíciles de expresar de lo que esperaba.

  —Si quieres preguntar por el tema del Buro, pues ya está todo resuelto, así que no te preocupes, mis contactos se asegurarán de que solo pareciera un accidente mundano —interrumpe el hombre, asumiendo que la dificultad proviene del miedo a la agencia gubernamental.

  —Si bien es bueno saberlo, tampoco era eso —corrige Abigail, tratando de ayudar a John.

  —Entonces, si el problema no tiene que ver con lo sucedido anoche, ?a qué vinieron? —pregunta el hombre, su tono cambiando a uno serio.

  —Verás, hace unos meses he estado teniendo sue?os extra?os. En un principio, esto solo se quedaba como tenues sensaciones que desaparecían a medida que avanzaba el día, pero ahora parecieran más reales, como si ya no fueran sue?os sino recuerdos, pero el problema es que esos recuerdos no son míos —explica el hombre, sintiendo un poco de vergüenza, como si fuera un ni?o que tiene que confesar algo que hizo mal a sus padres.

  —John, muéstrale la foto —dice Abigail tocando el antebrazo de John.

  —Oh, cierto —comenta el hombre sacando su teléfono de tapita y abriendo la imagen que encontró hace unos meses atrás.

  Narciso toma el teléfono y escanea la pantalla por unos segundos para luego fruncir el ce?o con una expresión de confusión.

  —?Qué pasa? —pregunta el aspirante, un brote de pánico empezando a germinar en su mente.

  —Conozco a algunos de estos individuos o, mejor dicho, conocía; todas las personas que reconozco en esta foto se encuentran muertas o perdidas en acción —responde el arcanista mientras toma el celular y lo conecta a su laptop vía Bluetooth, descargando la imagen sin preguntar.

  —No recuerdo haber tomado esta foto, junto al tema de los sue?os, no sé qué me está pasando y me comentaron que tú eras el indicado para hablar de este tipo de cosas. ?Crees que esto tenga que ver con algún tipo de magia o algo así? —pregunta el hombre, mostrando que está claramente asustado.

  Narciso se asegura de que la imagen se descargó correctamente antes de devolverle el teléfono a John y, mirándolo, dice —El problema es que la magia mental es extremadamente difícil de manejar, un mago de ilusión puede usar Ether rosa para cambiar la percepción de un individuo, pero borrar recuerdos o implantar nuevos es teóricamente imposible, incluso para un arcanista de nivel maestro.

  —Imposible, nunca pensé escuchar esa palabra cuando hablamos de magia —dice John sorprendido.

  —Si bien el Ether nos permite alterar las reglas de la realidad a nuestro gusto, incluso este tiene sus reglas y, además, decir que es imposible tampoco es muy acertado; más bien es tan difícil que es prácticamente imposible —aclara el arcanista encogiéndose de hombros y, ante la expresión de confusión del dúo, suspirando, pregunta— ?sabes de dónde proviene tu mente?

  Al escuchar la pregunta, ambas personas sonríen pensando que era una broma, pero al notar que el semblante serio de Narciso no desaparecía, se miran entre ellos, esperando que el otro tuviera la respuesta.

  —De tu cerebro —dice John mientras pone el dedo índice sobre su sien.

  —Uno pensaría eso, pero en realidad el cerebro es solo un receptor; piénsalo de esta manera: si tenemos una radio, la radio no produce la se?al, solo nos permite percibirla. así pasa lo mismo con la mente humana; la se?al es mandada desde un punto en la psicoesfera y captada por el cerebro humano, que la procesa en lo que comúnmente se conoce como recuerdos —explica el hombre tratando de simplificar lo más que puede un concepto difícil.

  —Para, ?psicoesfera?, ?qué es eso? —pregunta John ladeando la cabeza.

  —La psicoesfera es una capa de energía que rodea a la tierra conformada por Ether rosa y nos acompa?a desde que el primer primate se atrevió a so?ar, fue creada cuando el Ether llegó a la tierra y se fue haciendo cada vez más fuerte a medida que las creaturas continuaban evolucionando, se podría decir que es la conglomeración de todo el imaginario humano, cada idea, cada pensamiento aleatorio, todo se produce en ese lugar y se destila en la personalidad que tu cerebro puede captar —responde Narciso buscando imágenes en la internet y mostrándoselas a sus compa?eros para ilustrar su punto.

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  —Entonces es como una especie de conciencia universal, ?como una mente colmena? —dice John, intentando entender lo que le está revelando el arcanista, el concepto siendo tan grande que le hace doler la cabeza.

  —Algo así, aunque menos demandante, mira John, no te preocupes tanto en entenderla; la psicoesfera es un tema de contención entre los arcanistas, más aún los ortodoxos, puesto que piensan que este lugar es la tan rumoreada vida después de la muerte, lo que algunos considerarían samsara, nirvana o el cielo cristiano, lo importante es que toquetear esas se?ales y cambiarlas está fuera del rango de cualquier persona, sea un arcanista o no —dice el hombre dando por terminada la explicación y levantándose del asiento; se dirige a las botellas de cristal.

  —?Entonces? ?Qué me está pasando? —pregunta el hombre consternado, puesto que la explicación no responde a ninguna pregunta fundamental.

  —Sinceramente, no sé, según mis conocimientos en temas esotéricos lo que me describes es prácticamente imposible —responde el arcanista al mismo tiempo que se sirve un líquido ámbar en un vaso cercano.

  —?Entonces qué? ?Estoy mintiendo? —espeta John levantando la voz sin darse cuenta, ofendido por la asumida acusación.

  —Narciso, ?estás seguro de que no puede hacer nada? —pregunta Abigail mientras toma el brazo del hombre, intentando calmarlo.

  —No dije eso, si me lo permites me gustaría echar un vistazo dentro a ver si hay una pista que me permita dilucidar qué le está pasando a John —responde el hombre, colocando más bebida en un vaso y acercándose al aspirante; cuando está al lado, pasándoselo, agrega—: Y para que quede claro, jamás dije que estuvieras mintiendo.

  John toma el vaso, pero no bebe; a pesar del pánico que empieza a manifestarse, piensa que la situación amerita una mente clara y empieza a respirar hondo, intentando calmarse. Luego de unos segundos, cuando por fin logra controlar sus emociones, dice —Lo siento, es solo que esto es frustrante, no sé qué me está pasando y no sé si soy un peligro para la gente a mi alrededor, si hay una oportunidad de resolver esto, la tomo, sea cual sea.

  —Lo entiendo, John, y si bien ahora mismo no sé cuál es tu condición, tenemos a un gran grupo de las mejores mentes que el mundo arcano tiene para ofrecer, así que con algo de tiempo y la información correcta podremos develar tu condición, te lo aseguro —dice el arcanista poniendo una mano en el hombro de John.

  —Gracias, estoy a tu disposición para lo que necesites —ofrece el hombre enfáticamente.

  —Ya que te ofreces si queremos buscar información sobre lo que te está pasando, voy a tener que echar un vistazo dentro —comenta el hombre tocando la sien del aspirante con el dedo índice.

  —No comprendo —dice John con cara de preocupación, su mente pensando en imágenes caricaturescas de Narciso abriéndole la cabeza con una cierra.

  —El Ether rosa es un tipo de energía; toda energía deja un rastro que podemos seguir, no estoy seguro de que nos lleve a algún lado, pero es mejor que nada —explica Narciso dejando el vaso encima del escritorio.

  —Ok, ?qué tengo que hacer? —pregunta John intentando levantarse, pero es detenido por el arcanista antes de poder hacerlo.

  —No te levantes, no hace falta, solo cierra los ojos, relájate y sigue mi voz —dice el hombre tomando al aspirante de los hombros y colocándose a su espalda.

  John hace lo que se le ordena y cierra los ojos; la oscuridad detrás de sus párpados se manifiesta de manera inmediata.

  —Te ense?aré a hacer un palacio mental; es una representación visual del estado de tu cerebro —explica Narciso y, luego de tomar una inhalación honda, agrega—: Ahora insertaré Ether rosa en tu cuerpo; luego de pasarlo por tu Enki, llévalo hacia tu cerebro y mantenlo ahí; yo haré el resto.

  Acto seguido, los pelos de la nuca de John se paran al mismo tiempo que la energía empieza a circular en su cuerpo; puede sentir como esta calidez aterciopelada se abre paso a través de sus nervios junto a un ligero sabor dulce y una tenue tonada risue?a. Controlando el torrente, lo lleva a su Enki y desde ahí hacia su cerebro. Lentamente, en la oscuridad abisal, peque?as ondas rosas empiezan a cubrir su visión y de repente una explosión de color rosa hace que sin querer abriera de nuevo los ojos. Apenas se recupera del fogonazo repentino de luz, se da cuenta de que ya no está en la oficina de Narciso, sino en un largo y oscuro pasillo flanqueado por cientos de puertas que se extienden hasta donde alcanza la vista.

  —?Hola? Narciso, Abigail, ?están aquí? —pregunta John en voz alta, pánico empezando a entrar en su voz al darse cuenta de que estaba solo en un lugar desconocido.

  —No te asustes, John, estamos en tu palacio mental, pocas cosas aquí pueden lastimarte —la inconfundible voz de Narciso resuena en el aire del lugar.

  El aspirante mira en la dirección de donde vino la voz y puede ver un enjambre de mariposas rosas que venían en su dirección emanando una tenue luz rosácea que iluminaba ligeramente el deprimente pasillo. Al llegar a unos metros de él, los insectos se incorporan en una figura parecida a la del arcanista.

  —?Narciso? —pregunta el hombre, no pudiendo creer lo que ven sus ojos.

  —Sí, esta es mi forma onírica; en el mundo de los sue?os, si tienes el suficiente poder de voluntad, puedes controlar la totalidad de lo que percibes, incluso si estás en otro subconsciente como yo ahora —explica el arcanista mientras mira alrededor, analizando el lugar, para luego, sonriendo ligeramente, agregar— Un pasillo deprimente, oscuro y lleno de puertas, tiene sentido.

  —?Cómo? —dice John, ofendido.

  —Veamos qué podemos encontrar por aquí; escoge una puerta, ábrela y veamos a dónde nos lleva —continúa el hombre, ignorando la pregunta del aspirante.

  A pesar de que todavía quería protestar, decide que no vale la pena seguir peleando y, eligiendo una puerta al azar, toma el pomo y la abre. Al hacerlo, una luz cegadora de color rosa cubre su visión. Antes de que entendiera qué está pasando, puede sentir un fuerte viento que le golpea el cuerpo y cuando por fin recupera su visión, está parado en el borde de un edificio tan alto que cuando miraba hacia abajo, las personas que cruzaban las veredas parecían peque?as hormigas. Sin poder detenerse, levanta el pie y lo balancea sobre el vacío; no importa cuánto lo intente, su cuerpo está en automático, inclinándose cada vez más, pero cuando estaba a punto de lanzarse, el sonido de un celular lo asusta y lo hace caer hacia atrás. Tratando de controlar su corazón que va a mil, respira profundamente y saca su teléfono de tapita de su bolsillo. El número de su padre se mostraba en la pantalla; él lo queda mirando por unos segundos para luego abrirlo, aceptando la llamada, pero antes de que pudiera decir nada, parpadea y, cuando vuelve a abrir los ojos, está de vuelta en el pasillo.

  —?Mal recuerdo? —pregunta Narciso en un tono serio.

  John solo asiente sin decir nada, su cara de horror diciéndolo todo y, girándose, continúa caminando por el pasillo, queriendo salir de aquí lo más rápido posible, pero sin abrir ninguna puerta por el temor a lo que pudiera encontrar detrás de ellas. Siguen caminando por lo que parece horas, a medida que avanzan pueden ver que las puertas, que en un principio eran iguales, se transforman repentinamente. La madera antes lustrosa y de color marrón se torna de un color grisáceo y profundos surcos como cicatrices recubren su superficie. John las observa detenidamente; a pesar de sus diferencias, tiene el extra?o sentimiento de que están exactamente donde deberían estar.

  —?Quieres intentar abrirla? Para ver cuál es la diferencia —pregunta Narciso mientras se materializa al lado de la entrada.

  —Debería, esperemos que no sea nada como la última —dice el aspirante mientras extiende la mano y toma el picaporte, al girarlo, es ba?ado otra vez por la luz rosa.

  John se encuentra rodeado de oscuridad, acostado arriba de un lecho suave de pasto y musgo, el sol cálido de la ma?ana ba?ándole el rostro. Lo único que se podía oír era el sonido de los insectos y las risas de una ni?a, esta última acercándose cada vez más hasta que de repente se corta de manera repentina, siendo reemplazada por un golpe en el estómago que lo hace despertar. Abriendo los ojos, puede ver colocada en su regazo, abrazándolo, a una ni?a de no más de 9 a?os, de piel morena clara; ella ríe incontrolablemente, su risilla llenando el lugar en donde estaba. él mira alrededor y puede observar cómo está en un claro rodeado de flores y árboles. El sol brillaba en lo alto, siendo tapado de vez en cuando por una nube pasajera. Enfrente de ellos, a unos metros, una mujer morena se encontraba en una manta a cuadros leyendo un libro.

  —Papi, papi, acabo de ver un ciervo así de grande —dice la ni?a mientras gesticula abriendo los brazos tan grandes como puede.

  Un sentimiento de felicidad y amor se manifiesta de manera repentina a pesar de que no reconoce a la chica enfrente de él. Con una sonrisa, John intenta responder, pero antes de que pudiera decir nada, parpadea y otra vez está en el pasillo junto a su compa?ero.

  —Eso fue raro, no tienes una hija —dice Narciso llevándose su mano al mentón de manera pensativa.

  —Lo sé —dice seriamente el aspirante, todavía aturdido por los sentimientos residuales.

  —Deberíamos continuar, tal vez si usamos estas puertas podremos saber un poco más sobre esta misteriosa persona —comenta el arcanista, flotando hacia adelante.

  El dúo continúa avanzando, entrando en puertas parecidas a la anterior; las imágenes de un hombre acaudalado de una era pasada inundan la percepción de John, mostrándole momentos felices en donde el hombre logra cumplir sus objetivos, pasar tiempo con su familia y, a pesar de los altibajos, ser feliz. A medida que pasa el tiempo, el hombre puede notar que ellos son como el día y la noche, hasta el punto de que se siente un poco celoso del extra?o, pero esa percepción cambia cuando entran a la siguiente puerta.

  Como otros recuerdos, empieza en la oscuridad, pero esta vez, apenas entra en él, el dolor que siente es indescriptible; la simple acción de respirar le resulta casi imposible. Mirando alrededor, puede notar que se encontraba en un tipo de accidente de auto; se ve que al chocar salió despedido por el parabrisas, impactando fuertemente contra el pavimento, claramente rompiéndose varios huesos en el proceso. Usando toda la fuerza de voluntad que le queda, se mueve lo suficiente como para poder ver el auto, acción de la cual rápidamente se arrepiente de haber hecho cuando ve el cuerpo de una mujer morena recostada sobre el tablero del vehículo. Un sentimiento de ira, amargura y pena lo inunda; sintiendo las lágrimas empezando a llenarle la comisura de los ojos, John intenta incorporarse, intentar ver si había una posibilidad de salvarla, pero su cuerpo no le respondía, estaba demasiado lastimado como para hacer otra cosa que acostarse ahí y esperar su muerte.

  Unos pasos se escuchan entre el caos del choque; él mueve la cabeza para ver quién era con la esperanza de que la ayuda por fin había llegado, pero su ilusión es rápidamente aplastada cuando ve la figura que se abre paso entre los escombros. Iluminado por el fuego que emanaba del auto, un hombre de mediana edad se acercaba hacia John, vistiendo un traje caro, un mostacho pulcramente cuidado y un pelo que le llegaba a los hombros, cuya principal característica era que era de color mitad blanco y mitad negro. El recién llegado se movía con propósito y confianza en su dirección con una expresión fría, como si el hecho de que un hombre esté por morir enfrente de él no fuera la gran cosa.

  Al reconocer quién era, un repentino ataque de ira le hace hervir la sangre y empieza a canalizar Ether en su Enki, pero al intentar usarlo, lo único que logra es escupir una bocanada de sangre púrpura hacia el piso.

  —Aurelio, tenemos que hablar —dice el extra?o, tomando al hombre del cuello del saco y lo empieza a arrastrar.

  —Blackmount —espeta John con vitriol y sangre mientras lentamente va perdiendo el conocimiento, siendo lo último que ve el auto que lentamente es consumido por las llamas.

  Todavía con un sentimiento de ira burbujeando en su interior, John es lanzado hacia el pasillo y cae de rodillas. En ese momento siente algo a su espalda y al girarse puede notar una puerta negra sellada con runas y 10 cadenas plateadas, de las cuales 6 estaban rotas. En ese momento el aire tiembla y con una fuerte explosión otra cadena se parte, mandando una reverberación que ba?a al hombre con una presión difícil de aguantar; cerrando los ojos, intenta soportar lo mejor que puede y al volver a abrirlos ya no está en el pasillo, sino en la oficina de Narciso. Girándose para ver a su compa?ero, puede notar cómo el hombre tiene un aspecto de horror en el rostro.

  —?Qué pasó? —pregunta Abigail, dejando el vaso que se había procurado, preocupada por la expresión que tienen los otros dos.

  —No me esperaba eso, Blackmount, ?de enserio? —dice el arcanista, no pudiendo creer la mala suerte que tiene.

  —?Blackmount?, ?EL Blackmount? —pregunta sorprendida la mujer, incrédula ante tal noticia.

  —Sí, el Blackmount, creo que estamos en serios problemas —responde John, intentando contener los temblores de miedo que la idea de ir contra una de las 7 grandes familias de Hope le provocaba.

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