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Capitulo 16: De la Desconfianza a la Creación

  Mika frunció el ce?o, claramente molesta por la interrupción, pero tampoco podía ignorar a Arlea. Con un último vistazo hacia Erik y Becca, resopló y fue hacia la joven.

  Cuando Mika llegó junto a Arlea, esta la observó con una expresión de cansancio más que de enojo.

  —Mika —comenzó con un tono tranquilo pero firme—, ?hasta cuándo vas a seguir con esto?

  —?Con qué? —respondió Mika, cruzando los brazos.

  —Con tu constante vigilancia sobre Erik, con tus preguntas como si estuvieras esperando atraparlo —respondió Arlea con un suspiro—. Sé que eres desconfiada, y con razón, pero ya lo has estado vigilando por días. ?No te has dado cuenta de algo?

  Mika ladeó la cabeza, frunciendo el ce?o.

  —?De qué hablas?

  Arlea miró hacia Erik y Becca, que seguían llenando los cántaros en la distancia.

  —De que Erik es fuerte, más fuerte que cualquiera de nosotras. Si él quisiera hacernos da?o, ?crees que podríamos detenerlo?

  Mika sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No era algo en lo que quisiera pensar, pero era cierto. Había visto la facilidad con la que cargaba cosas pesadas, su resistencia, la forma en que peleó contra el lagarto gigante. Si realmente quisiera lastimarlas, probablemente ninguna podría hacer nada para empedirlo.

  Arlea continuó, su tono más reflexivo.

  —Pero no lo hace. No nos ataca, no nos obliga a nada. En cambio, ayuda, trabaja, busca la forma de mejorar lo que tenemos. ?No es hora de que dejes de verlo como un peligro y empieces a verlo como alguien que puede ser parte de la aldea?

  Mika bajó la mirada, su mandíbula tensa.

  —No es tan fácil —murmuró.

  Arlea esbozó una leve sonrisa.

  —Sé que no lo es. Pero en lugar de tratar de encontrarle fallas, ?por qué no pruebas trabajar con él? Conocerlo de verdad, más allá de la desconfianza. No te estoy diciendo que lo aceptes sin reservas, solo que lo observes con otros ojos.

  Mika no respondió de inmediato. Sabía que Arlea tenía razón en algo: Erik no tenía motivos para lastimarlas, y aun así, no podía evitar estar en guardia. Pero... tal vez sí debía intentar verlo desde otra perspectiva.

  Con un suspiro, Mika asintió levemente.

  —Lo pensaré —dijo, sin prometer nada.

  Arlea notó la expresión pensativa de Mika y decidió presionarla un poco más antes de dejarla ir.

  —Si te cuesta confiar en él —dijo con calma—, tal vez deberías empezar buscando algo que tengan en común.

  Mika levantó una ceja, algo escéptica.

  —?Algo en común? ?Con él?

  Arlea asintió, cruzándose de brazos.

  —Sí. Sé que lo has notado, pero Erik también sabe cazar. Sobrevivió solo en el bosque prohibido por mucho tiempo, cazó, rastreó, encontró maneras de vivir con lo que tenía. No es tan diferente a lo que haces tu en el valle. Quizá podrías comenzar por ahí.

  Mika se quedó en silencio por un momento, procesando las palabras de Arlea. Claro que lo había notado, era imposible no hacerlo. Erik sabía moverse por el valle de una manera que ni ella ni las demás lograban, y tenía una comprensión de algunos peligros que a ellas les faltaba.

  Finalmente, Mika suspiró, su postura aún un poco rígida.

  —Lo pensaré —repitió, aunque esta vez su tono sonó menos a rega?o y más a consideración.

  Arlea sonrió de lado y le dio un leve empujón en el hombro.

  —Hazlo. Quién sabe, tal vez termines sorprendiéndote.

  Mika rodó los ojos, pero no discutió más. Con un leve asentimiento, se giró y comenzó a caminar de regreso hacia su caba?a, dejando a Arlea con una expresión satisfecha en el rostro.

  Erik dejó con cuidado el último cántaro lleno de agua en su lugar y se sacudió las manos, mirando a Becca con una leve sonrisa.

  —Eso es todo por ahora —dijo—. Pero tengo que ir con Lera a la herrería. Aún hay que revisar cómo arreglar el telar.

  Becca desvió la mirada, su expresión oscureciéndose.

  —Ese lugar… no lo conocía hasta hace poco. Solo las mayores sabían de él.

  Erik la observó en silencio, notando la forma en que sus manos se apretaban contra su falda de piel.

  —Cuando me contaron sobre lo que pasó ahí, sobre lo que significaba, entendí por qué nunca nos hablaron de él —continuó Becca en un susurro—. Era un lugar de trabajo… pero también de pérdidas.

  Erik no necesitaba que le explicara más. Sabía que ese era uno de los últimos vestigios de los hombres de la aldea, de aquellos que alguna vez vivieron allí.

  —Es difícil —murmuró ella—. Saber que hubo algo más, que hubo personas que dejaron atrás cosas que nunca conoceremos por completo.

  Erik respiró hondo y asintió.

  —Sí. Pero tal vez podamos recuperar parte de lo que se perdió —dijo con calma—. No todo, pero algo.

  Becca lo miró por un instante y luego le dedicó una peque?a sonrisa.

  —Eso espero.

  él le dio una última mirada antes de girarse para partir hacia la caba?a de Lera. Becca lo observó alejarse, sintiendo una mezcla de nostalgia y determinación en su interior.

  Después de ayudar a Becca con el agua, Erik se dirigió al taller de Lera. La joven artesana ya lo esperaba con los brazos cruzados y una expresión pensativa.

  —?Seguro que podremos arreglarlo? —preguntó Lera en cuanto Erik llegó.

  —Si está completo, sí —respondió él con seguridad—. Solo hay que limpiarlo bien y ver si alguna pieza necesita ser cambiada. Pero antes debemos prepararnos bien, para estar un tiempo prolongado dentro del lugar sin correr riesgos.

  Lera asintió y, sin perder tiempo, alistaron vasijas con agua y pieles para mojarlas y ponérselas en la cara, cubriéndose la nariz y la boca para no tener que respirar el polvo metálico del ambiente mientras lo limpian, con todo listo fueron juntos hacia la herrería. Sin embargo, al llegar, las mayores los esperaban con el ce?o fruncido.

  —?De verdad quieren volver a entrar ahí? —preguntó Jaia con desconfianza, observando el viejo taller como si aún ocultara algún peligro invisible.

  —Solo vamos a desmontar el telar y llevarlo a la aldea —les explicó Erik—. Así no tendrán que preocuparse por este lugar.

  Las mayores intercambiaron miradas. Finalmente, Alisha suspiró.

  —Si se lo llevan de aquí, supongo que no habrá problema.

  Jerut también asintió, aunque su incomodidad era evidente.

  —Cuanto antes lo saquen, mejor.

  Lera rodó los ojos, pero no dijo nada. Con algo de paciencia, ella y Erik comenzaron a desmontar la máquina. Sin embargo, el proceso tomó más tiempo de lo esperado. Las piezas de madera estaban encajadas con precisión, y algunas partes requerían más esfuerzo para separarlas sin da?arlas.

  El primer día transcurrió entre desmontar las estructuras más grandes y limpiar cada parte de la acumulación de polvo y suciedad. Las mayores no se acercaron demasiado, manteniéndose en la entrada mientras Erik y Lera trabajaban.

  —No recordaba que el telar fuera tan complejo —comentó Jaia mientras limpiaba una de las vigas de soporte afuera de la herreria.

  Al segundo día, con todas las piezas desmontadas, limpiadas y aseguradas, iniciaron el traslado a la aldea. Fue un trabajo arduo, pero con la ayuda de las chicas lograron moverlo sin incidentes.

  —?Dónde lo armaremos? —preguntó Erik cuando llegaron con todas las piezas.

  Las mayores ya habían escogido un lugar: una zona amplia y fresca cerca de la caba?a central, donde podrían trabajar con comodidad y tranquilidad.

  Durante el resto del día, Erik, Lera y algunas de las chicas se dedicaron a rearmar la estructura del telar. Fue un proceso más rápido que desmontarlo, ya que ahora podían ver claramente cómo encajaban todas las piezas.

  Cuando finalmente quedó listo, Jaia observó el resultado con una expresión de nostalgia.

  —Hace mucho que no veía esto —murmuró.

  —Ahora solo queda recordar cómo se usaba —dijo Jerut, con los brazos cruzados.

  Lera sonrió con entusiasmo.

  —Pues más vale que lo recuerden pronto, porque quiero probarlo cuanto antes.

  Erik miró el telar con satisfacción. Había sido un esfuerzo de varios días, pero al fin estaba listo para ser usado de nuevo.

  Los días siguientes, Lera pasó cada vez más tiempo con las mayores, aprendiendo y recordando juntas el arte de tejer en el telar. Jaia, Alisha y Jerut trabajaban con paciencia, compartiendo sus conocimientos con Lera, quien absorbía cada detalle con entusiasmo.

  Desde la distancia, Erik las observaba junto a Becca. Se habían detenido un momento mientras seguían llevando más agua a la aldea, y sus ojos seguían el movimiento rítmico de las manos expertas guiando la madera y los hilos.

  —Se ven concentradas —comentó Becca.

  —Es bueno verlas así —respondió Erik—. Tener tela cambiará muchas cosas.

  Becca lo miró de reojo.

  —?Cómo qué?

  Erik sonrió, imaginando todas las posibilidades.

  —Mejores mantas, ropas más cómodas y resistentes, muchas cosas.

  Becca asintió lentamente, como si estuviera procesando sus palabras.

  —Si eso ayuda a la aldea, entonces será bueno.

  Erik se cruzó de brazos, observando cómo Lera reía ante una corrección de Jaia.

  Cuando Erik y Jaia volvieron a la herreria otro dia, ambos pasarón la mirada por el interior de la herrería ahora que la zona donde estaba el telar había quedado despejada. Con el polvo asentado y la luz entrando mejor, Erik pudo notar detalles que antes se le habían escapado. Fue entonces cuando vio, al fondo de la estancia, un peque?o estante de madera viejo y cubierto de suciedad. Algo en su forma le llamó la atención.

  Se acercó con curiosidad y apartó algunos restos de polvo con la mano. Entre los objetos olvidados, descubrió varias herramientas cubiertas de polvo muy fino, más peque?as y delgadas que las de herrería. Las tomó con cuidado, limpiándolas con los dedos.

  —?Qué encontraste? —preguntó Jaia, observándolo desde un costado.

  Erik levantó uno de los objetos y lo examinó con detenimiento. Eran herramientas de tallado: gubias, formones y peque?os cuchillos especializados. Seguían en buen estado.

  —Parece que alguien trabajaba la madera aquí —murmuró, sorprendido.

  Jaia se acercó con lentitud y tomó una de las herramientas con sus manos algo arrugadas.

  —Hace mucho que nadie toca esto —comentó—. Ni siquiera recuerdo haberlas visto antes.

  Erik pensó por un momento. Si nadie las usaba, tal vez podrían serle útiles. Había muchas cosas que podía hacer con ellas.

  —se?ora Jaia… ?podría quedármelas? —preguntó con respeto.

  La mujer mayor lo miró con curiosidad, sus ojos entrecerrados por la reflexión.

  —?Sabes usarlas? —preguntó con tono analítico.

  Erik miró las herramientas por un momento antes de responder.

  —No tan bien —admitió—, pero mi abuelo era carpintero, un experto. Lo vi muchas veces usar herramientas como estas… y si practico, también lograré manejarlas.

  Jaia mantuvo su expresión seria por unos segundos antes de soltar una leve sonrisa.

  —Si tienes la determinación para aprender, entonces llévatelas —dijo—. Es mejor que las use alguien que quiere hacer algo con ellas, en lugar de dejarlas aquí acumulando polvo.

  Erik asintió con gratitud y comenzó a apartar las herramientas con cuidado. Podrían serle de gran ayuda para futuros proyectos.

  Antes de salir, Erik decidió echar un último vistazo alrededor. Sabía que Jaia no quería permanecer mucho tiempo en la herrería, pero algo en aquellas herramientas aún le inquietaba.

  Caminó hasta una de las mesas de trabajo donde había visto antes unas herramientas de un extra?o color rojo oscuro. Al principio, pensó que se trataba de óxido, pero al observarlas más de cerca, notó que el color era uniforme, como si el metal en sí fuera de ese tono.

  Frunció el ce?o y extendió la mano hacia un martillo de ese material. En cuanto lo levantó, sintió su peso.

  —Más pesado de lo que parece… —murmuró para sí mismo.

  El mango era firme, hecho de una madera que desconocía, pero lo que más le llamó la atención fue la cabeza del martillo. Tenía un brillo opaco, no tan metálico como el hierro común, y su densidad no coincidía con ningún metal que él conociera en la Tierra.

  Jaia notó su reacción y chasqueó la lengua.

  —?Encontraste algo más raro?

  Erik giró el martillo en su mano y la miró.

  —Este material… No parece a los metales que conozco. Es… diferente.

  Jaia lo observó con su mirada paciente, pero sin intención de quedarse más tiempo allí.

  —Si tanto te intriga, lo averiguarás después —dijo con calma—. Ahora vámonos, no quiero estar más aquí.

  Erik asintió, aunque su mente seguía dándole vueltas al extra?o metal. Guardó el dato en su memoria, pensando que tarde o temprano tendría que investigar más sobre los misteriosos metales de este mundo.

  Esa noche, ya en su caba?a, Erik se sentó con las herramientas de tallado frente a él. Las había limpiado con cuidado después de traerlas de la herrería, y ahora, bajo la tenue luz de la vela de resina, pudo verlas con mayor claridad.

  Para su sorpresa, no eran de un color opaco o desgastado como esperaba. Una vez libres de polvo y suciedad, su superficie relucía con un tono plateado casi impecable. No era hierro común ni acero como el que conocía en la Tierra. La manera en que reflejaban la luz era distinta, más pura, sin se?ales de oxidación ni corrosión a pesar del tiempo que llevaban olvidadas en la herrería.

  Pasó los dedos por los filos y formas de cada herramienta. Aunque no era un carpintero experto, había visto a su abuelo trabajar con herramientas similares, y ahora tenía la oportunidad de aprender por sí mismo.

  Inspiró hondo. Necesitaba un buen material para empezar a practicar. Salió de su caba?a en busca de madera adecuada, caminando por los alrededores en la calma de la noche. Encontró un pedazo de tronco seco pero firme, lo suficientemente denso para practicar.

  De regreso en su caba?a, lo colocó frente a él y pensó en qué podría tallar. No quería hacer algo al azar, sino algo significativo. Algo que, llegado el momento, pudiera mostrar a las chicas cuando les revelara la verdad sobre su origen.

  —Algo de la Tierra… animales, objetos —murmuró, marcando la madera con trazos ligeros.

  No era fácil, pero estaba decidido. La verdad saldría a la luz tarde o temprano, y cuando ese momento llegara, quería tener algo tangible, una prueba de que él venía de un mundo distinto.

  En los días siguientes, Erik continuó buscando madera adecuada para sus tallados. Exploraba los alrededores, eligiendo cuidadosamente los trozos que fueran lo suficientemente resistentes pero fáciles de trabajar. Mientras caminaba cerca de una de las caba?as, se detuvo un momento al escuchar voces conversando con entusiasmo.

  —?Ya pensaste cual sera, la indicada para ella? —preguntó una voz que reconoció como la de Hada.

  —Aún no… quiero que sea especial, pero aun no sé cual escoger—respondió otra, con un tono pensativo.

  —Seguro lo que sea le gustará —dijo Mika con desinterés—, pero no hay que esperar mucho más, ya falta poco.

  Erik frunció el ce?o. No había querido escuchar, pero ahora sentía curiosidad. ?escoger algo? ?Para quién?

  —Suri va a estar muy emocionada —agregó otra voz, esta vez la de Becca—. Es un día importante para ella.

  Erik, al escuchar la conversación entre las caba?as, se quedó un momento, pensativo. Estaba tan concentrado en sus pensamientos que cuando las chicas se acercaron, él hizo como si no hubiera escuchado nada y se acercó casualmente.

  —?Qué hacen? —preguntó, sonriendo ligeramente mientras se apoyaba en un tronco cercano.

  Becca, Hada y las demás se miraron por un momento, algo sorprendidas por la presencia de Erik, pero al ver su rostro amistoso, comenzaron a hablar.

  —Estamos hablando sobre el dia espacial de Suri —dijo Becca, mirando a las demás para asegurarse de que todas estuvieran de acuerdo—. Ella está por cumplir 9 a?os, y como es tradición, debemos prepararle su propia caba?a, igual que las mayores lo hicieron con nosotras.

  Erik frunció el ce?o, tratando de entender mejor la situación, aunque no mostró ningún signo de que hubiera escuchado su conversación anterior.

  —?9 a?os? ?Es algo tan importante? —preguntó, un poco curioso, mientras las chicas le explicaban.

  —Sí —respondió Hada con una sonrisa nostálgica—. Cuando llegamos a esa edad, las mayores nos dieron nuestra propia caba?a. Es una manera de ense?ar a cada una a ser más independiente y prepararse para la vida fuera del grupo. Es un paso muy importante.

  Erik, asintió en se?al de comprensión. Algo en su interior le decía que era un momento significativo para las chicas, y quería ser parte de ello, de alguna manera.

  —?Y cuándo será el día? —preguntó, viendo una oportunidad para ofrecerse para ayudarlas.

  Las chicas se miraron por un momento, y luego Becca respondió:

  —Cuando las lunas estén en el cielo brillando, será el día.

  Erik calculó en su mente rápidamente. Sabía que las lunas llenas ocurrían cada dos meses, y por lo que acababa de escuchar, la siguiente estaba a un poco mas de un mes de distancia. El plazo parecía corto, pero sentía que podía hacer algo útil, especialmente para Suri.

  —Entonces, si la próxima luna llena será el día, —comentó, pensativo, mientras observaba a las chicas con interés—. ?Hay algo en lo que pueda ayudarles con los preparativos?

  Las chicas se miraron y, sin decir palabra, Becca fue quien dio un paso al frente para responder a Erik.

  —De hecho, podrías ayudarnos a alistar una caba?a que tenemos en mente para Suri. Está algo sucia, pero creemos que sería perfecta para ella, con algo de limpieza —dijo Becca, sonriendo levemente mientras las otras asentían.

  Erik asintió con entusiasmo, pensando que esa era una forma perfecta de demostrarle a Suri lo importante que era para todos. Además, se le ocurrió algo que podría hacer todo aún más especial.

  —?Qué les parece si lo mantenemos como una sorpresa para ella? Así será un regalo de parte de todos, algo que ella realmente aprecie cuando vea el esfuerzo en su nueva casa —sugirió, con una chispa de emoción en su voz.

  Las chicas lo miraron sorprendidas por la idea, pero rápidamente compartieron la misma emoción. Era una buena forma de sorprender a Suri y hacer que su día fuera aún más especial.

  —?Eso suena genial! —dijo Hada con una sonrisa—. Será una sorpresa perfecta. Pero también tendremos que organizar una peque?a fiesta para celebrarlo. Ya sabes, algo sencillo pero alegre, para que Suri se sienta bienvenida en su nueva caba?a.

  Becca asintió, mirando a las otras chicas.

  —Sí, una fiesta. Nos aseguraremos de que sea algo alegre, con muchos jugos y comida. Suri se lo merece, y eso nos permitirá celebrar todo el trabajo que hemos puesto en su hogar.

  Erik, sintiéndose más involucrado, sonrió al ver cómo las chicas se emocionaban con la idea. Al menos algo bueno estaba surgiendo de todo esto, y parecía ser una ocasión especial que unía aún más a todos en la aldea.

  —Entonces, organizaremos todo con cuidado, y en cuanto terminemos con la caba?a, la fiesta será el toque final para terminar el dia —dijo Erik, con un tono decidido.

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  Las chicas asintieron, organizándose rápidamente para que todo quedara listo. Mientras tanto, Erik se sintió feliz de ser parte de una celebración.

  Erik se sentó en su cama improvisada de su caba?a, la luz tenue de la tarde se colaba a través de las rendijas de la madera, dibujando sombras alargadas en el suelo de tierra. Con las manos sobre las rodillas, su mente no podía dejar de dar vueltas a lo que se había venido a su cabeza desde que las chicas hablaron sobre el día especial de Suri. Quería hacer algo especial, algo que realmente mostrara cuánto apreciaba a la peque?a. Pero la pregunta que lo atormentaba era: —?Qué podría regalarle?

  Miró alrededor de la caba?a, como si algo en el lugar le diera una idea. Su mirada pasó por las herramientas de tallado que había comenzado a usar los días anteriores, por la madera que había recolectado y, por un momento, se le ocurrió algo.

  —"Tal vez algo que pueda hacer con las manos, algo que sea único, algo que sepa que hice yo..." pensó, imaginando cómo se vería una pieza de madera tallada con detalles. Pero, ?qué? La madera estaba allí, sí, pero no sabía exactamente qué forma darle, y no quería que fuera algo torpe. Tenía que ser algo especial, algo que hablara de lo que Suri significaba para él, aunque ella no entendiera completamente el gesto.

  Se levantó y caminó hasta una esquina de la caba?a, donde había dejado algunas de las piezas más grandes de madera que había recolectado. Pasó la mano por una de ellas, probando su textura, evaluando su grosor, buscando inspiración. —"Tal vez una figura... un peque?o amuleto, algo que ella pueda llevar consigo todo el tiempo," se dijo. —"Pero, ?Qué forma? ?Qué dise?o?"

  En su mente, empezó a moldear las opciones: una figura de un animal del bosque que ella pudiera reconocer, algo que representara la conexión con la naturaleza de la aldea; tal vez una flor, algo delicado que reflejara la suavidad de su carácter.

  Pero entonces recordó algo: las historias que Suri le había contado acerca de Mama Ayla, cómo hablaba con cari?o de las flores, los árboles y la tierra. Algo simple pero significativo, algo que pudiera representar ese amor por el mundo que la rodeaba.

  Pero su mente no dejaba de regresar a las veces que había visto a Suri correr por la aldea, su cabello largo y ondulado moviéndose al ritmo de sus pasos, a veces tan desordenado que parecía que siempre iba a tropezar. Recordó cómo ella siempre se molestaba al tener que apartarse el cabello del rostro, lo que le hacía sonreír con ternura. —"Tal vez algo para que no le moleste tanto," pensó, mientras observaba una madera en sus manos.

  La idea llegó de repente: —"Una diadema." La diadema sería algo práctico, algo que podría ayudarla a mantener su cabello en su lugar mientras corría o jugaba. Y no sería una diadema cualquiera, sino una hecha de madera, tallada a mano, con una bella flor de adorno, quizás un poco más resistente.

  —"Sí, una diadema de madera," se repitió para sí mismo, y con esa determinación en su mente, comenzó a trabajar. Pero sabía que sería un proyecto largo. La pieza debería ser fina y liviana, lo suficiente para no incomodarla, pero resistentes al mismo tiempo. Quería que fuera algo hermoso, una pieza única que hablara del tiempo y el esfuerzo que había puesto en ella.

  En su tiempo libre, después de ayudar a Becca con los cántaros, o de colaborar en lo que fuera necesario en la aldea, Erik comenzaba su trabajo. No solo se enfocó en la diadema para Suri, sino que, pensando en lo que había escuchado de las chicas sobre los peque?os gestos de aprecio, también decidió hacer algo para cada una de ellas.

  Todas ellas merecían saber que les apreciaba, no solo como una obligación, sino por la conexión que había comenzado a sentir con ellas. A veces, se sorprendía de cómo, en tan poco tiempo, había llegado a valorarlas de una manera tan profunda.

  Decidió hacer peque?as piezas para cada una: quizás un peque?o amuleto tallado en madera, o una figura que representara algo único sobre cada una. Para Becca, pensó en algo robusto y fuerte, tal vez un animal que representara su carácter firme. Para Lera, una figura más detallada y delicada, como un pájaro en vuelo, simbolizando su creatividad. Para Hada, un amuleto con la forma de una oveja, algo que representara su trabajo y su amor por los animales.

  Para Arlea, algo que le represente talvez herramientas de agricultura o de cocina. Y para Mika, pensó en una figura que representara la valentía, algo que, quizás, podría ser más abstracto, pero que llevara la esencia de lo que ella había mostrado en sus actitudes.

  Erik trabajaba en esos detalles durante sus ratos libres, tallando cuidadosamente cada pieza. Sabía que no tenía que hacerlo, que no se esperaba de él, pero había algo en su interior que lo impulsaba a crear algo único para ellas, algo que no solo fuera útil, sino también hermoso, para demostrarles que las valoraba y apreciaba profundamente.

  Con el paso de los días, la diadema para Suri comenzó a tomar forma. Cada curva de la madera, cada peque?o tallado que hacía, era como una peque?a obra de arte, algo que había nacido de su propia dedicación. Después de muchas piezas practicadas y rotas sin querer. La flor en la diadema quedaba justo donde él quería, y estaba seguro de que, al final, sería un regalo especial para ella.

  A veces, se detenía un momento a pensar si ella lo apreciaría o si entendería la importancia de lo que había hecho, pero sabía que el simple hecho de que ella lo usara, sería suficiente.

  Erik no esperaba que las chicas se sorprendieran por lo que había hecho. No esperaba nada a cambio. Pero al pensar en todo lo que había logrado desde su llegada a la aldea, y en cómo había empezado a sentirse parte de algo más grande, comenzó a entender la importancia de los peque?os gestos. Y tal vez, de alguna manera, esas peque?as piezas de madera serían su forma de dar las gracias, de demostrar cuánto había cambiado su vida en tan poco tiempo.

  Las noches, en cambio, traían un aire de calma después del ajetreo del día. Con el calor aún en el ambiente, las chicas se reunían alrededor de la fogata para relajarse y escuchar historias. En algunas de estas veladas, Erik empezó a contribuir con mas relatos, aunque al principio fueron algo explosivas, como cuentos de héroes y aventuras épicas. Sin embargo, conforme pasaban los días, se animó a narrarles algo más elaborado, historias que rozaban la ciencia ficción con la vida real de la tierra, pero las disfrazaba como cuentos fantásticos para que las chicas no lo vieran extra?o.

  —“?Sabían que hay otros mundos en el cielo? Estrellas y planetas tan lejanos que podríamos pasar toda una vida tratando de alcanzarlos,” comenzó una noche, mientras la luz de la fogata iluminaba los rostros atentos de las chicas.

  —“?Mundos en el cielo?” repitió Hada, frunciendo el ce?o. “Pero si las estrellas son solo puntitos de luz.”

  Erik sonrió, anticipando esa pregunta. —“Así parecen desde aquí, pero imaginen esto: hay estrellas tan grandes que hacen que nuestro sol parezca peque?o. Y alrededor de ellas, giran otros mundos, con tierras, mares, y quizás... otros seres vivos. Quizás incluso personas como nosotros.”

  Mika cruzó los brazos, pensativa. —“Eso suena como magia. Pero... ?Cómo lo sabes tú?”

  Erik se tomó un momento para responder. —“Es solo un cuento que escuché una vez. Pero, ?no es una idea fascinante? Pensar que podría haber lugares donde las cosas sean tan diferentes que ni siquiera podríamos imaginarlas.”

  Las chicas quedaron en silencio por unos segundos, procesando lo que había dicho. Aunque a algunas, como Becca y Mika, parecía costarles aceptar la idea, otras, como Hada, Suri y Lera, mostraban un brillo de curiosidad en sus ojos. Incluso las mayores, que escuchaban a cierta distancia, intercambiaron miradas que Erik no supo interpretar.

  —“Si esos mundos existen, ?Cómo llegaríamos hasta ellos?” preguntó Lera con emoción.

  Erik sonrió. —“Ah, esa es la gran pregunta. Hay quienes dicen que podrían construir algo para volar hasta ellos, algo más allá de lo que conocemos. Pero eso es parte de la magia de la historia.”

  Con cada historia que contaba, sentía que iba preparando el terreno para hablar, algún día, de su propia verdad. A través de estas narraciones, les introducía conceptos como el espacio, los planetas, y la idea de que existía más allá de lo que sus ojos podían ver. Sabía que debía ser cauteloso, pero disfrutaba de la manera en que las chicas lo miraban con fascinación, como si él mismo fuera parte de los cuentos que narraba.

  A medida que los días pasaban y las historias avanzaban, Erik también empezó a notar un cambio en las chicas. Aunque seguían invadiendo su espacio de vez en cuando, parecía que ahora lo hacían con un poco más de cuidado, como si estuvieran empezando a entender que él necesitaba ciertos momentos para sí mismo.

  Por su parte, Erik también empezó a disfrutar de estas peque?as interrupciones; después de todo, eran parte del encanto de convivir con ellas, estas mujeres únicas que, poco a poco, se estaban convirtiendo en algo más que compa?eras en este nuevo mundo.

  Las noches junto a la fogata eran siempre un momento especial para la aldea. La luz cálida iluminaba los rostros atentos de las mujeres mientras Erik narraba sus historias. Aunque sus relatos eran presentados como cuentos fantásticos, las mayores —Jaia, Jerut y Alisha—observaban con atención algo más que las palabras de Erik: la manera en que hablaba, la intensidad en su voz, y el nivel de detalle que a?adía a cada relato.

  Una noche en particular, Erik estaba narrando una historia sobre un mundo donde la gente viajaba entre las estrellas en grandes máquinas que brillaban como el fuego y atravesaban cielos oscuros llenos de luces danzantes. Describía cómo los viajeros miraban por enormes ventanas, observando planetas de colores brillantes y lunas plateadas que parecían flotar en un mar infinito de negrura.

  —“Imaginen ver todo eso desde lo alto, más allá de las nubes, donde la tierra ya no puede alcanzarlos,” dijo Erik, su mirada perdida en las llamas de la fogata. —“El silencio del espacio es tan profundo que lo único que puedes oír es tu propia respiración.”

  Las chicas lo miraban fascinadas, pero las mayores intercambiaron miradas discretas entre ellas. Había algo en la manera en que Erik describía estas escenas que les resultaba desconcertante. Era como si no estuviera inventando esas imágenes, sino recordándolas.

  Cuando Erik terminó su relato, Jaia se aclaró la garganta. —“Eres un gran contador de historias, Erik. Pero dime... ?Cómo es que puedes describirlas con tanto detalle? Hablas como si las hubieras visto con tus propios ojos.”

  Erik, que estaba acostumbrado a ese tipo de preguntas, sonrió ligeramente. —“Supongo que tengo una imaginación muy activa. Me gusta imaginar cómo serían esas cosas si fueran reales.”

  Jerut inclinó la cabeza, observándolo con detenimiento. —“Sí, pero no todos pueden imaginar de esa forma. La manera en que hablas... Es diferente. Es como si realmente supieras cómo es estar ahí.”

  Alisha asintió, cruzando los brazos. —“Tus cuentos son fascinantes, pero también son extra?os. Nunca hemos oído nada igual. Ni siquiera nuestras historias más antiguas hablan de cosas como las que cuentas.”

  Erik mantuvo su expresión relajada, pero por dentro sentía el peso de sus palabras. Sabía que las mayores eran mucho más perceptivas que las chicas, y que su forma de narrar podía levantar sospechas. A pesar de ello, no estaba listo para revelarles la verdad de su origen.

  —“Tal vez mis historias sean solo eso: historias,” dijo con calma. —“Pero si les hacen imaginar cosas nuevas, entonces ya cumplen su propósito.”

  Jaia lo miró con curiosidad antes de dejar escapar un peque?o suspiro. —“Eres un joven peculiar, Erik. Es como si hubieras vivido cosas que nadie aquí puede entender.”

  Erik bajó la mirada por un momento, sintiendo el peso de sus palabras. —“Tal vez,” respondió en voz baja. —“O tal vez simplemente veo el mundo de una manera diferente.”

  Las mayores no insistieron más esa noche, pero sus pensamientos quedaron marcados. Había algo en Erik que iba más allá de lo que él mismo decía, algo que sentían pero no podían explicar. Mientras tanto, las chicas, ajenas a la inquietud de las mayores, seguían haciéndole preguntas emocionadas sobre los mundos de los que hablaba.

  La mirada de las mayores durante la fogata le recordó que, aunque aún no estaban listas para escuchar toda la verdad, había un entendimiento silencioso entre ellos. Algo en sus ojos le decía que, cuando llegara el momento, serían las primeras en escuchar su historia y tal vez las únicas capaces de comprenderla.

  Era un día claro y soleado, con el aire fresco moviéndose suavemente entre los árboles. Erik había salido temprano, al bosque del valle. Hoy había decidido cazar algunos ciervonejos utilizando varias trampas simples, una de sus técnicas favoritas que le habían ense?ado en los ni?os exploradores. Su presencia no pasaba desapercibida, Erik se movía con una calma y destreza que dejaba ver su experiencia de supervivencia.

  Mika, que se encontraba cerca, había decidido observar. No confiaba plenamente en Erik, hoy prefería mantenerse alejada. Sin embargo, no pudo evitar fijarse en cómo cazaba. Le llamó la atención la manera en que utilizaba varias trampas que armaba con ramas y lianas que encontraba a su alrededor, algo que él había mencionado en sus historias sobre su vida en el bosque prohibido. Mika, por otro lado, era mucho más hábil con su arco, y siempre había cazado de esa manera.

  Desde su escondite entre los arbustos, Mika observaba cómo Erik montaba las trampas. Con movimientos precisos y calculados, las disponía en el camino de los animales, dejando algunas frutas y sin hacer el menor ruido. Cada trampa parecía estar colocada estratégicamente, como si hubiera pasado a?os perfeccionando su técnica. Mika observó con curiosidad, intrigada por la forma en que trabajaba.

  A lo lejos, vio cómo un ciervonejo, distraído, caminaba directamente hacia una de las trampas que Erik había colocado. En un instante, el animal fue atrapado, cayendo en la trampa con un ligero crujido. Mika se sorprendió, ya que había creído que las trampas serían menos efectivas y muy tardosas, pero Erik había logrado hacerlas tan discretas que el animal ni siquiera se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo.

  Erik se acercó rápidamente al animal atrapado y, con calma termino el trabajo con un cuchillo bien filoso, y lo liberó de la trampa. Mika no pudo evitar sentir una mezcla de asombro y desconcierto. Aunque ella también había cazado muchas veces, siempre había dependido de su arco y su puntería, pero las trampas de Erik eran una técnica completamente diferente.

  Sin hacer ruido, Erik comenzó a preparar el ciervonejo para llevarlo de vuelta. Mika, aún escondida, pensó en cómo cazaba ella misma. Estaba acostumbrada a utilizar su arco, siempre persiguiendo y apuntando al objetivo. Pero lo que Erik había hecho parecía más paciente, más observador, como si el terreno mismo fuera su aliado y no solo el objeto de caza. él no perseguía al animal de la misma manera en que ella lo hacía. En lugar de eso, lo esperaba, lo atraía hacia él sin hacer movimientos bruscos.

  Mientras Erik caminaba con el ciervonejo en sus brazos, se dio cuenta de que Mika, que había estado observando, estaba ajustando su arco, lista para disparar a uno cercano. Sin embargo, algo en la manera en que se preparaba llamó su atención. Desde su lugar, vio a varios animales más cerca de ella, y un pensamiento rápido cruzó su mente.

  Erik, en un movimiento silencioso, levantó la mano y le hizo una se?al sutil a Mika. Era un gesto casi imperceptible, pero Mika, al ver la dirección en la que él miraba, comprendió rápidamente lo que intentaba comunicarle. Era una se?al para que disparara en un lugar específico, lo que podría dirigir a los animales hacia donde él había colocado mas trampas. La idea era simple: hacer que los animales se desplazaran a un área determinada para atraparlos, y no solo dejarlos escapar por la caza directa.

  Mika, algo desconcertada por la indicación, dudó por un momento. Pero, confiando en que Erik sabía lo que estaba haciendo, apuntó su arco y disparó hacia el lugar que él había se?alado. El tiro fue certero, y en lugar de huir, los animales se movieron justo en la dirección correcta, acercándose a las trampas dispuestas.

  Erik sonrió con satisfacción al ver cómo los animales caían en las trampas con facilidad. El plan había funcionado, y no solo había atrapado un ciervonejo, sino varios más gracias a la colaboración entre ambos.

  Mika, impresionada por la efectividad de la técnica, se acercó mientras Erik comenzaba a preparar a los ciervonejos para ser llevados. Ella no pudo evitar sentir una mezcla de sorpresa y respeto por su forma de trabajar.

  —Eso... fue impresionante —admitió, bajando su arco y acercándose a Erik.

  Erik la miró con una sonrisa tranquila.

  —A veces, se necesita un poco de estrategia. No siempre es solo el arco. Las trampas también pueden ser una buena herramienta, especialmente cuando se combinan con otras habilidades.

  Mika observó cómo Erik sacaba cuidadosamente a los animales de las trampas, y aunque sentía algo de orgullo por su habilidad con el arco, comenzó a darse cuenta de que había mucho más que aprender. No se trataba solo de su habilidad, sino también de saber cuándo usar otras herramientas, como las trampas, para lograr el objetivo.

  —Creo que debería aprender más sobre esas trampas —murmuró Mika, un poco reticente pero curiosa.

  Erik asintió mientras revisaba las trampas con atención.

  —Estaré encantado de ense?arte. Es cuestión de tener paciencia y saber observar. Es otra forma de cazar, pero igual de eficaz.

  Con el tiempo, tanto Mika como Erik recogieron los animales atrapados, y juntos se dirigieron de vuelta a la aldea. Mika, aunque aún prefería su arco, comenzó a ver que, con la ayuda de las trampas y la estrategia, podían conseguir aún más de lo que esperaba. Mientras caminaban de regreso, ella no pudo evitar pensar en cómo su manera de cazar y la de Erik se complementaban, y cómo las trampas podrían ser una herramienta valiosa que hasta entonces había pasado por alto.

  Ahora, mientras veía a Erik cargar con los ciervonejos atrapados en sus trampas, recordaba las palabras de Arlea con más claridad. Había sido escéptica al principio, pero después de ver su método de caza, su forma de pensar y cómo lograron atrapar más trabajando juntos, ya no podía negar que Erik no solo era hábil, sino que también tenía paciencia y estrategia.

  Observándolo de reojo, Mika suspiró para sí misma. Quizás Arlea tenía razón. Quizás no se trataba solo de vigilarlo o retarlo en cada oportunidad. Tal vez era momento de dejar de verlo como una amenaza y empezar a verlo como un compa?ero de casería.

  No significaba que bajaría completamente la guardia, pero sí que, al menos por ahora, podía intentar llevarse bien con él.

  Con el paso de los días, la destreza de Lera con el telar mejoró notablemente. Al principio, había trabajado bajo la guía de las mayores, siguiendo cada uno de sus consejos con atención. Pero ahora, con la práctica constante, podía manejar el telar con gran habilidad, tejiendo telas con rapidez y precisión.

  Las mujeres mayores la observaban con orgullo mientras sus manos ágiles pasaban los hilos de un lado a otro, creando patrones más complejos con cada nueva pieza. Jaia, que solía supervisarla con ojo crítico, ahora asentía en aprobación cada vez que veía su progreso.

  —Lo haces bien, Lera —dijo Jaia, cruzando los brazos—. Ya casi no necesitas que te vigilemos.

  Lera sonrió con modestia, pero en el fondo se sentía emocionada. Sin embargo, no se conformó solo con tejer la lana, sino que quiso experimentar con los materiales disponibles. Recordando la fibra parecida al algodón que había encontrado hace un tiempo, decidió probar algo nuevo: combinarla con la lana de oveja.

  El proceso no fue sencillo, pero con paciencia y varias pruebas, logró mezclar ambos materiales, creando una tela más ligera y suave que la lana común, pero también resistente.

  —Esto podría servir para hacer ropa más fresca —comentó mientras mostraba la tela a las mayores.

  Jerut tomó un pedazo entre sus dedos y lo examinó con interés.

  —Es diferente, pero me gusta —dijo con un tono pensativo—. Si resulta duradera, podríamos hacer más de estas.

  Mientras Lera pasaba sus dedos por la nueva tela que había logrado mezclar, se detuvo un momento y frunció el ce?o. La textura… le resultaba extra?amente familiar. Tomó un trozo entre sus manos y lo estiró un poco, sintiendo su resistencia. Entonces, su mirada se dirigió involuntariamente a la dirección de la caba?a de Erik.

  —Es casi igual… —murmuró para sí misma, comparándola mentalmente con la tela de los pantalones que él llevaba.

  La emoción la invadió de golpe. Si esta tela era tan buena como parecía, significaba que podrían hacer prendas mucho más cómodas y duraderas. No perdió tiempo y, con la tela en manos, salió rápidamente en dirección a Erik.

  Erik estaba en su caba?a, tallando con paciencia una peque?a pieza de madera. Había pasado varios días trabajando en ella en sus ratos libres, asegurándose de que cada detalle quedara perfecto. Justo cuando estaba afinando los últimos bordes de la diadema que planeaba regalarle a Suri, escuchó pasos acercándose.

  Instintivamente, apartó la madera y la cubrió con un trozo de piel que tenía cerca, justo cuando Lera asomó la cabeza por la entrada con una sonrisa entusiasta.

  —?Erik, mira esto! —exclamó, levantando una pieza de tela con ambas manos—. La hice mezclando la fibra que encontré con la lana de oveja… ?y creo que es igual a la tela de tu pantalón!

  Erik la miró con sorpresa, pero Lera no tardó en notar su actitud nerviosa.

  —?Qué estabas haciendo? —preguntó, entrecerrando los ojos con sospecha.

  —Nada, solo… —Erik se rascó la nuca y suspiró, sabiendo que no tenía sentido ocultarlo—. Es un regalo para Suri.

  Los ojos de Lera brillaron con interés.

  —?Un regalo? ?Qué es?

  —Aún no está listo —respondió Erik con una leve sonrisa—, pero ya lo verás cuando llegue su día especial.

  Lera le sostuvo la mirada por un instante, como si intentara descubrir más, pero finalmente dejó el tema de lado.

  —Bueno, entonces espera a ver esto —dijo, extendiéndole la tela—. Creo que es aún mejor que la de tu pantalón.

  Erik tomó la tela entre sus dedos y la inspeccionó con atención. La sensación era sorprendentemente parecida, aunque con un toque más cálido y resistente.

  —Esto… esto es increíble —dijo con asombro—. Se siente casi igual, pero parece incluso más fuerte.

  Lera sonrió con orgullo.

  —?Crees que podríamos hacer ropa como la tuya con esto?

  —Definitivamente. Y no solo ropa. También podríamos hacer mantas, mochilas, bolsas… muchas cosas útiles.

  La emoción en el rostro de Lera se intensificó.

  —Entonces haré más. ?Mucha más!

  Erik sonrió, admirando su entusiasmo. Con cada día que pasaba, la aldea parecía avanzar más y más, y ahora, gracias a Lera, estaban un paso más cerca de mejorar su calidad de vida.

  Lera, aún emocionada por su descubrimiento, le explicó a Erik dónde había encontrado la misteriosa fibra que usó para crear la nueva tela.

  —La hallé mas allá del bosque frutal, donde crecen esas plantas altas con hojas grandes —dijo, gesticulando con las manos—. No le había dado importancia antes porque no servía para comer, pero ahora sé que puede ser útil.

  Erik asintió, interesado. Si la fibra realmente se parecía al algodón, pero nativo de este mundo, significaba que podría aprovecharse de muchas formas.

  —Bueno ire a verla entonces. Quiero ver cuánto hay —dijo.

  —Claro, pero mejor ve con algunas de las chicas. No estaría de más traer una buena cantidad de una sola vez.

  Con eso en mente, Erik partió junto a Becca y Hada, quienes no tardaron en mostrarse curiosas cuando Lera les explicó el propósito de su búsqueda.

  —Así que esa cosa puede convertirse en tela… —comentó Hada, frotando un mechón de su propio cabello con una expresión escéptica—. No parece muy resistente.

  —Lera logró mezclarla con lana y el resultado es increíble —dijo Erik—. Vale la pena recolectar más.

  Cuando llegaron a la zona indicada, quedaron sorprendidos. La fibra cubría grandes extensiones de tierra, enrollándose alrededor de arbustos y esparciéndose entre las plantas. Se veía suave, esponjosa y, lo más importante, abundante.

  —?Hay muchísima! —exclamó Becca, agachándose para tomar un poco entre sus dedos—. Se siente ligera, pero firme.

  —Esto es más de lo que esperaba —a?adió Erik, observando los alrededores—. Si la cosechamos bien, podríamos tener suficiente para hacer muchas cosas nuevas.

  —?Entonces pongámonos a trabajar! —dijo Hada con entusiasmo.

  Sin perder tiempo, los tres comenzaron a recolectar la fibra en grandes cantidades, usando mantos y bolsas improvisadas para transportarla. Con cada pu?ado que recogían, la emoción crecía en ellos, pues sabían que este hallazgo traería grandes cambios para la aldea.

  Tras varias horas de cosecha, los tres regresaron al telar con sacos cargados de fibra. Se habían asegurado de recolectar todo lo posible, sabiendo que Lera sabría aprovecharlo al máximo.

  Al llegar, vieron a Lera trabajando con concentración. Había tejido una gran pieza de tela, la más ancha que el telar le permitía hacer. Era una extensión impresionante, pero al notar su expresión de ligera frustración, Erik supo que algo la inquietaba.

  —?Eso es lo más grande que puedes hacer? —preguntó él, acercándose para ver mejor la tela.

  Lera suspiró y asintió.

  —Sí… este telar solo me permite hacer telas de hasta cierto tama?o de ancho. Puedo hacerlas más largas, pero el ancho. Es un poco limitante, la verdad.

  Erik observó la estructura del telar con atención. Sin embargo, entendía su problema: el marco y las piezas de sujeción restringían el tama?o de la tela.

  —Si cambiamos algunas piezas, tal vez podríamos ampliarlo —dijo, pensativo—. Si reemplazamos algunas partes, podríamos hacer que teja telas más anchas.

  Lera lo miró con interés.

  —?Crees que podríamos hacerlo?

  —Podemos intentarlo. Solo necesito estudiar bien cómo funciona el telar y ver qué partes se puede cambiar.

  Lera sonrió, animada por la idea.

  —Si puedes ayudarme con eso, podríamos hacer ropa y mantos más grandes. Sería increíble.

  Becca y Hada, quienes habían estado escuchando la conversación, se miraron entre sí con emoción.

  —Entonces habrá que mejorar ese telar —dijo Becca con determinación.

  —Sí —asintió Hada—. Será un buen proyecto.

  Lera, con una chispa de entusiasmo en los ojos, asintió. Con la fibra recién cosechada y la posibilidad de mejorar la herramienta, sentía que estaba a punto de lograr algo grande.

  Con algo de esfuerzo y un par de días de trabajo, Lograron modificar el telar. Fue un proceso complicado, ya que tuvieron que reforzar algunas piezas y cambiar otras, pero finalmente lograron aumentar el ancho de la tela casi al doble. Lera estaba emocionada con la mejora, moviendo las manos sobre la estructura como si ya imaginara todas las telas que podría crear.

  —?Esto es increíble! —exclamó con una gran sonrisa—. Ahora puedo hacer telas mucho más grandes sin tener que unir varias piezas peque?as.

  Erik sonrió, satisfecho con el resultado.

  —Sí, pero ahora necesitas patrones de ropas. No basta con tener tela más grande si no sabes cómo aprovecharla.

  Lera asintió, intrigada, y vio cómo Erik se inclinaba sobre un pedazo de madera plana y comenzaba a dibujar con un peque?o pedazo de carbón. Al principio, los trazos parecían caóticos, pero poco a poco fue tomando forma una especie de diagrama.

  —Esto… ?Qué es? —preguntó Lera, inclinándose para ver mejor.

  —Es un patrón de costura —explicó Erik—. Así es como se hacen las ropas y los pantalones que uso. En lugar de cortar la tela sin orden, se sigue este patrón para darle forma antes de unir las piezas.

  Mientras observaba los dibujos que Erik había hecho, Lera frunció el ce?o con curiosidad y apoyó la barbilla en su mano.

  —?Cómo sabes tanto de esto? —preguntó, sin apartar la vista del patrón de los pantalones.

  Erik se quedó en silencio un momento, recordando. Luego sonrió levemente.

  —Mi madre era ayudante de una persona que hacia ropa —respondió—. Cuando era ni?o, la veía dibujar patrones y cortar tela con precisión. Siempre decía que una ropa bien hecha comenzaba con un buen patrón, no en la tela.

  Lera levantó la mirada, interesada.

  —Entonces, ?aprendiste de ella?

  —Más o menos. No me ense?ó directamente, pero me gustaba ver cómo trabajaba. A veces intentaba ayudarle, aunque la mayoría de las veces solo estorbaba —dijo con una peque?a risa—. Pero con el tiempo entendí cómo funcionaba.

  Lera sonrió.

  —Tu madre debía ser muy hábil.

  —Lo era —respondió Erik con nostalgia—. Hacía ropa para toda la familia y también para otras personas.

  Lera asintió, volviendo a mirar el patrón.

  —Entonces, si esto funciona, no solo podríamos hacer pantalones, sino muchas otras ropas con estos patrones más eficientes.

  —Exactamente. —respondió Erik

  Lera apretó los labios, pensativa, y luego sonrió con determinación.

  —Voy a hacer la mejor tela posible para probarlo.

  Con la mejora del telar y los conocimientos que Erik le compartía, las posibilidades para la aldea crecían cada vez más.

  Con el pasar de los días, Erik continuó ayudando a Lera con ideas para nuevas prendas. Usando un pedazo de carbón y maderas lisas como base, dibujó distintos patrones de ropa que recordaba de su mundo.

  Los pantalones, camisas, poleras fueron lo más sencillo de plasmar, por ser ropa de uso para ambos sexos, pero cuando llegó el momento de dibujar ropa para mujeres, se encontró con un problema: las chicas no conocían los sostenes.

  Mientras intentaba bosquejar uno, Lera frunció el ce?o al mirar el dibujo.

  —?Y esto qué es? —preguntó, se?alando el dise?o con curiosidad.

  —Es… algo que usan las mujeres en mi aldea —respondió Erik, eligiendo sus palabras con cuidado—. Sirve para, bueno sostener los pechos y dar más comodidad. Se llama sostén.

  Lera ladeó la cabeza.

  —?Sostener los pechos? Pero… ?por qué necesitaríamos algo así?

  Erik se quedó en silencio un momento. Sabía que en su mundo los sostenes cumplían varias funciones, pero en la aldea, donde las chicas usaban prendas de pieles y cuero ajustadas o simplemente dejaban que sus cuerpos se adaptaran de forma natural, su utilidad no parecía tan evidente.

  —Bueno, en mi aldea es común. Algunas mujeres dicen que les da más comodidad cuando corren o trabajan, otras lo usan solo por costumbre… Depende de cada quien.

  Mientras observaba el dibujo, Lera recordó algo.

  —Ahora que lo mencionas… Arlea siempre se queja cuando trabaja —dijo, cruzándose de brazos—. Dice que sus pechos le molesta al moverse demasiado. Tal vez este… ?sostén? Podría ayudarla.

  Erik asintió, aunque algo ruborizado al imaginarse a Arlea corriendo.

  —Sí, es justo para eso. Algunas mujeres sienten incomodidad cuando corren o trabajan, y esto ayuda a que no les moleste tanto.

  Lera parecía intrigada.

  —Entonces podría hacer uno y pedirle a Arlea que lo pruebe. Si le funciona, las demás también podrían querer uno.

  Se quedó pensando un momento, repasando mentalmente las diferencias entre las chicas.

  —Aunque… Mika seguramente no lo necesitará —agregó con una sonrisa burlona—. No tiene mucho que sostener.

  Erik soltó una risa breve, pero se cubrió la boca de inmediato para disimular.

  —Bueno, depende de la persona. Algunas lo usan por comodidad, otras solo porque les gusta cómo se ve.

  Lera asintió, aún revisando el dibujo.

  —De cualquier forma, quiero intentarlo. Si de verdad es útil, tal vez pueda hacerlas y ver qué opinan las demás.

  —Me parece una buena idea —dijo Erik con una sonrisa—. Si necesitas ayuda con mas patrones solo, dimelo.

  Lera tomó el dibujo con decisión.

  —Haré algunas pruebas. Quién sabe, tal vez esto se vuelva algo útil para las demás.

  Así, con la mente llena de ideas, Lera se preparó para experimentar con esta nueva prenda, pensando en cómo podría mejorar la comodidad de sus compa?eras, en especial la de Arlea.

  Con el paso de los días, Lera decidió empezar a probar con los patrones que Erik le había dibujado. Sabía que las demás estaban ocupadas con sus tareas, así que no podía pedirles que le sirvieran de modelo. Pero había una que siempre estaba cerca, dispuesta a ayudar en todo lo que pudiera: Suri.

  Al principio, Lera dudó un poco, preguntándose si estaría bien usarla como modelo para sus pruebas. Pero debía practicar para sacar las medidas de los patrones y bueno con Suri si falla con las medidas no perderá mucha tela en sus practicas. Pero al verla correteando cerca, como siempre tan llena de energía, una idea surgió en su mente.

  —Suri, ?quieres ayudarme con algo? —preguntó Lera mientras Suri jugaba cerca, dándole una sonrisa cómplice.

  Suri se acercó curiosa, sin saber muy bien qué implicaría.

  —?Qué quieres que haga? —preguntó, mirando la pila de tela que Lera había acumulado y preparado.

  —Voy a practicar con algunos patrones, y pensé que podrías ser mi modelo —dijo Lera, sin mucha complicación, mientras se alistaba.

  Suri se quedó pensativa por un momento, pero luego sonrió, emocionada por la idea.

  —?Claro! ?Qué tengo que hacer? —respondió sin pensarlo mucho.

  Lera sabía que para poder hacer las prendas adecuadas, necesitaba tomar las medidas con precisión. Suri, siendo la más peque?a y siempre dispuesta a ayudar, se ofreció encantada.

  —Bien, necesito que te quites tu vestido por un momento —le dijo Lera con voz tranquila y segura.

  Suri, accedió rápidamente, dejándose llevar por la emoción de la nueva ropa que Lera iba hacer para ella. Se quedó solo con una piel que usaba como ropa interior, mientras Lera tomaba una tira larga de cuero para tomar sus medidas y la cortaba al tama?o deseado.

  —Voy a hacer unas ropas parecidas a la que Erik usa", ?te gustaría? —le preguntó Lera, mientras media con la tira de cuero.

  Suri, al escuchar la palabra parecidas las ropa de Erik”, se iluminó.

  —?Sí! ?Como las de Erik! ?Quiero unas así! —dijo, emocionada, mientras saltaba con alegría.

  Lera sonrió ante la respuesta de Suri, al ver lo emocionada que estaba, sabia que Suri admiraba a Erik y por eso hará unas parecidas. Mientras tomaba las medidas, ajustaba la tela con rapidez. En su mente, pensaba que unos pantalones cortos, le quedaría perfecta para el calor del lugar.

  —Y también unos pantalones, ?te parecen bien? —le preguntó mientras le mostraba el dise?o.

  Suri asintió, sin poder dejar de sonreír.

  —?Sí! ?Eso está perfecto! Como los de Erik, que me encantan.

  Lera, concentrada en la tarea, cortaba y cosía con cuidado, asegurándose de que todo quedara bien para la peque?a. En unas horas de trabajo, Suri ya estaba con ropas nuevas que le quedaba perfectamente.

  —Aquí tienes tus nuevas ropas —dijo Lera, mostrándole las prendas terminadas, aunque los pantalones no eran tan profesionales como las de Erik, aun así eran de buena calidad.

  Suri corrió hacia la caba?a, una vez vestida no dejaba de estirarse y girar, feliz con lo que tenía.

  —?Me encanta! ?Es tan cómoda! —exclamó, sin dejar de sonreír mientras saltaba de alegría.

  Lera, al ver la felicidad de Suri, también sonrió. Se sentía satisfecha con el resultado, y sabía que la peque?a disfrutaría de su nueva ropa. Además, pensaba que a medida que practicaba más, podría hacerle prendas aún más lindas. Mientras tanto, Suri continuó jugando con su nueva "polera" y sus pantalones, mostrando lo que le había hecho Lera con un orgullo enorme.

  Suri, radiante con su nueva ropa, no pudo esperar ni un segundo más. Salió corriendo del taller de Lera y, con su nueva polera y pantalones, se dirigió al centro de la aldea, buscando a las demás. Sus ojos brillaban de emoción, y su sonrisa era tan grande que parecía iluminar todo a su alrededor.

  —?Miren, miren lo que Lera me hizo! —exclamó Suri mientras llegaba a donde las otras chicas estaban reunidas.

  Becca, Mika, y Arlea levantaron la mirada, sorprendidas por lo que veían. La peque?a Suri, con la ropa que le había hecho Lera, parecía una versión más peque?a de Erik. Aunque la ropa era un poco más suelta de lo que ellas solían usar, se notaba lo cómoda y libre que se sentía Suri al moverse. Los pantalones le daban una gran libertad de movimiento.

  —?Wow, Suri! ?Te queda increíble! —dijo Becca, sonriendo al ver lo bien que se veía con la ropa nueva.

  Mika, algo sorprendida por el estilo de la ropa, no pudo evitar mirarla con admiración.

  —Es perfecta para ti —comentó Mika, también sonriendo.

  Arlea, observando la ropa con atención, notó lo suelta que era, algo diferente a lo que solían llevar. Parecía cómoda, pero aún así era algo novedoso. Sin embargo, no podía negar que a Suri le quedaba muy bien.

  —Lera realmente tiene talento —comentó Arlea, asintiendo mientras observaba a Suri moverse felizmente.

  Suri, sin perder tiempo, corrió hacia donde Erik estaba cerca del área de la fogata, con la esperanza de mostrarle también lo que le había hecho Lera. Erik, que estaba ajustando algunas cosas alrededor de la fogata, alzó la vista al escuchar a Suri acercarse.

  —?Mira, Erik! ?Lera me hizo ropa como la tuya! —dijo Suri, brincando frente a él.

  Erik, al ver a Suri tan emocionada, no pudo evitar sonreír. La ropa le quedaba increíble, aunque algo suelta, pero eso solo parecía hacerla aún más cómoda. Ver a Suri tan feliz con lo que llevaba puesto le llenaba de satisfacción.

  —?Te ves genial, Suri! —respondió Erik, asintiendo mientras la miraba.

  Suri, sin poder dejar de sonreír, giró sobre sí misma, mostrándole cómo la prenda se movía con ella. Se sentía más libre, más cómoda, y sobre todo, muy feliz.

  —?Gracias, Lera! —exclamó, mirando a la joven que estaba cerca de ellas.

  Las demás chicas, observando la escena, también sonrieron. Era evidente que la ropa había traído alegría a Suri, y viendo el entusiasmo de Suri, no podía dejar de sentirse orgullosa de lo que había logrado.

  —Me alegra mucho que te guste, Suri —dijo Lera con una sonrisa cálida.

  Las demás chicas, curiosas, comenzaron a acercarse a Lera.

  —Oye, Lera, ?Cuándo vamos a tener nosotras también, ropa tan cómoda? —preguntó Becca, mirando con envidia la ropa de Suri.

  —?Sí! Yo también quiero algo así —agregó Hada, sonriendo.

  Lera, con una risita traviesa, miró a las chicas.

  —Tendré que hacer más tela para ustedes, por supuesto —dijo, gui?ando un ojo. Luego, al ver la mirada curiosa de Arlea, a?adió con una sonrisa aún más amplia—. Y aún necesitaré mucho más para Arlea. ?Será todo un desafío!

  Las chicas rieron al escuchar el comentario, sabiendo que las prendas para Arlea serían un reto. Lera ya había comenzado a hacer las telas, pero también entendía que sería necesario mucho más trabajo para hacer ropa que se ajustara bien a cada una. Mientras tanto, Suri seguía feliz, moviéndose de un lado a otro con su nueva ropa, completamente encantada.

  Lera, viendo el entusiasmo de todas, no podía evitar sentirse motivada. Sabía que tenía mucho por hacer, pero ver la felicidad de las chicas con su trabajo la llenaba de orgullo.

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