home

search

Capitulo 17: “El Despertar de la Curiosidad”

  Un día, mientras Mika caminaba cerca del río, vio a Erik, como siempre, al amanecer, dirigiéndose hacia las monta?as. Ya lo había observado durante varios días y sabía a dónde se dirigía: a la cascada. Mika no podía evitar sentir curiosidad, pues había notado que él se iba muy temprano, cuando aún la luz no se filtraba completamente entre los árboles, y a veces no podía evitar seguirlo discretamente, espiándolo desde lejos.

  Sabía que él iba a ba?arse, pero el misterio de su comportamiento la intrigaba. Ella no le había dicho a nadie lo que había estado observando, aunque su mente siempre se llenaba de preguntas sobre lo que veía. Sin embargo, nunca se había atrevido a preguntarle directamente. Hasta que un día, no pudo más.

  —Erik —dijo, acercándose con algo de nerviosismo mientras él se preparaba para que salgan juntos a casar —, ?por qué te vas tan temprano a las monta?as algunas ma?anas? ?Qué haces allá?

  Erik la miró por un momento, algo sorprendido por la pregunta directa, pero comprendió rápidamente a qué se refería. Sin querer entrar en detalles sobre sus costumbres personales de aseo, pensó que lo mejor era dar una respuesta que no causara demasiada curiosidad.

  —Voy a explorar —respondió, tratando de sonar casual—. Hay lugares que aún no conozco bien. Solo me gusta ver qué hay más allá, reconocer el terreno que nos rodea.

  Mika se quedó un poco pensativa, pero aceptó su respuesta, aunque no era lo que esperaba. Aunque no dijo nada más. Ella ya sabía lo que realmente hacía. Y en ocasiones, cuando el sol aún no brillaba por completo, ella lo espiaba desde las sombras de los árboles algo cercanos.

  Lo que más le intrigaba era cómo él parecía tan natural y cómodo en su rutina, y la piel de Erik, que ahora le parecía más suave que antes, como si hubiera aprendido a cuidarla de alguna manera.

  —?Será por que se frota la piel con una piedra? pensó, ya más convencida de que había algo más en sus hábitos matutinos.

  Aunque Mika no le dijo nada, ni a él ni a las demás, esa curiosidad seguía creciendo dentro de ella. La diferencia física entre ellos le resultaba fascinante, y cada vez que lo veía, no podía evitar comparar sus cuerpos y sus rutinas de aseo. Pero por ahora, se guardó sus pensamientos y también se alisto para ir a cazar juntos, y siguió observándolo en silencio.

  Después de la cacería, Erik decidió alejarse un poco.

  —Voy a explorar un rato —dijo, ajustando algunas cosas que llevaba en su espalda.

  Mika lo observó con detenimiento.

  —?A dónde?

  —No sé, por las monta?as.

  Ella no respondió, solo lo miró mientras se alejaba. No era la primera vez que Erik desaparecía por su cuenta, y ya tenía la costumbre de ir solo a las monta?as. Mika apretó los labios, pensativa.

  —?Irá a ba?arse?

  La idea la incomodó un poco, pero más que nada, despertó su curiosidad. Si era así, no estaba segura de por qué quería verlo con sus propios ojos, pero antes de que pudiera cuestionárselo demasiado, ya lo estaba siguiendo.

  Se movió con sigilo, asegurándose de pisar en suelo firme para no hacer ruido. Erik caminaba con calma, sin sospechar que ella estaba detrás. Mika lo siguió a una distancia prudente, atenta a cada paso, esperando que en cualquier momento desviara su rumbo hacia la cascada.

  Pero Erik no giró hacia el sendero de la cascada sino siguió caminando a una zona mas rocosa y seca.

  —?A dónde va?

  Mika frunció el ce?o y continuó tras él, pero a medida que avanzaban, el terreno comenzó a volverse más accidentado. Las piedras sueltas lastimaban la planta de sus pies descalzos, y la tierra seca y áspera le dificultaba el paso. Mika chasqueó la lengua enojada consigo misma.

  —?Por qué no tenemos algo parecido a sus zapatos?

  Erik, en cambio, seguía caminando con facilidad gracias a sus zapatos. Mika se detuvo un momento para masajearse los pies, sintiendo el ardor en la piel.

  No quería admitirlo, pero si seguía avanzando, acabaría lastimándose.

  En ese momento, Erik se detuvo.

  Se inclinó un poco, inspeccionando algo en el suelo, y Mika aprovechó para acercarse un poco más, todavía escondida tras unos arbustos. Entonces, lo vio fruncir el ce?o y levantar un pie del suelo.

  —Genial… —murmuró Erik.

  Mika entrecerró los ojos. —?Qué pasa?

  él intentó raspar su zapato contra una roca, pero sin éxito. Mika notó que algo dorado y pegajoso se había adherido a la suela de su zapato.

  —Es Resina?.

  Mika se tapó la boca para contener una risa. Ahora entendía lo que pasaba.

  Aprovechando que Erik seguía distraído con sus zapatos pegajosos, Mika decidió que era momento de regresar. El terreno ya no le favorecía, y tampoco quería que él se diera cuenta de que lo había estado siguiendo.

  Dio un paso atrás con cautela…

  Pero en ese momento, Erik se giró bruscamente.

  Sus ojos se encontraron.

  Mika se quedó quieta, sin expresión, como si no hubiera hecho nada sospechoso.

  —?Me estabas siguiendo? —preguntó Erik, cruzándose de brazos.

  Ella, sin inmutarse, se encogió de hombros.

  —Pensé que ibas a perderte otra vez.

  Erik parpadeó, sorprendido.

  —?perderme?

  —Sí.

  Erik suspiró y pasó una mano por su cabello.

  —No. Solo quería explorar un poco.

  Mika miró sus pies adoloridos y luego el terreno rocoso frente a ella.

  —Pues ya puedes ver que no es fácil seguirte.

  Erik bajó la mirada a sus pies. La piel enrojecida y los peque?os raspones eran prueba de que Mika había caminado más de lo que su cuerpo podía soportar en ese tipo de terreno.

  —?Te duelen? —preguntó.

  —No es nada —respondió Mika, pero evitó apoyarse del todo en uno de sus pies.

  Erik suspiró.

  —No deberías volver sola. Si ya te lastimaste aquí, podrías hacerte más da?o bajando.

  Mika frunció el ce?o.

  —Puedo sola.

  —Lo sé, pero prefiero acompa?arte.

  Ella lo miró con recelo, como si estuviera a punto de discutir, pero luego suspiró resignada. No tenía caso hacerse la orgullosa cuando apenas podía pisar bien.

  Erik sonrió con suavidad y le ofreció su brazo.

  —Volvamos.

  Mika vaciló un momento, pero al final aceptó su ayuda. Erik la guió con calma, asegurándose de que no pisara piedras filosas ni raíces traicioneras. Mika, por su parte, intentó no pensar demasiado en lo natural que se sentía caminar a su lado.

  Cuando Erik y Mika llegaron a la aldea, el sol ya estaba descendiendo, ti?endo el cielo con tonos cálidos de naranja y violeta. Mika aún cojeaba levemente, aunque intentaba disimularlo, y Erik caminaba a su lado con paciencia, asegurándose de que no tropezara.

  No tardaron mucho en ser recibidos por Lera, quien estaba cerca, trabajando con las telas que había tejido recientemente.

  —?Dónde estaban? —preguntó con curiosidad, alzando la vista al verlos acercarse.

  Pero en cuanto notó la forma en que Mika apoyaba su peso con cuidado en cada paso, su expresión cambió a una de preocupación.

  —Mika, ?Qué te pasó?

  —Nada —respondió Mika con indiferencia, como si no tuviera los pies enrojecidos y llenos de peque?as raspaduras.

  Lera frunció el ce?o y miró a Erik, esperando una respuesta más clara.

  —Nos alejamos un poco más de lo usual. Pero el terreno era complicado y terminó lastimándose los pies.

  Lera chasqueó la lengua y tomó la mu?eca de Mika, guiándola sin pedir permiso.

  —Ven, déjame ver.

  Mika gru?ó, y mas calmada al oír que Erik no la delato que lo seguía, no se resistió demasiado cuando Lera la llevó a sentarse en un tronco cercano. Lera se agachó y tomó uno de sus pies con delicadeza, examinándolo con atención.

  —Tienes que ser más cuidadosa —murmuró, trayendo agua y una tela limpia para limpiar el polvo y la suciedad de las heridas superficiales—. Esto te va a arder un poco.

  Mika hizo una mueca cuando Lera pasó el pa?o húmedo por su piel, pero no dijo nada.

  Mientras tanto, Erik se cruzó de brazos y observó la escena en silencio, hasta que notó que Lera le echaba un vistazo a sus zapatos con el ce?o fruncido.

  —?Qué es eso? —preguntó, se?alando con la cabeza.

  Erik bajó la mirada a sus pies y recordó el problema pegajoso que había encontrado en las monta?as.

  —Creo que es una especie de resina —explicó—. Es muy pegajosa y difícil de quitar.

  Lera se inclinó con curiosidad, examinando la sustancia dorada que cubría la suela de los zapatos de Erik.

  —Sabemos lo que es la resina —dijo—, la usamos para cosas o reforzar algunas uniones… pero esta es diferente.

  Mika, que ya parecía más cómoda con los cuidados de Lera, también miró la resina en los zapatos de Erik con interés.

  —Sí, se ve más espesa y más oscura que la que conocemos.

  Lera extendió la mano y tocó la resina con la punta de los dedos, notando que se pegaba a su piel de inmediato. Frunció el ce?o y frotó los dedos entre sí, sintiendo su textura más viscosa.

  —Es más pegajosa que la que usamos —murmuró—. Y el color es más intenso…

  Erik asintió.

  Lera se quedó pensativa, observando cómo la resina se adhería a sus dedos y tardaba en despegarse.

  —Esto es interesante… —susurró para sí misma—. Si es diferente, quizás tenga otros usos.

  Erik la miró con una sonrisa divertida.

  —?Vas a experimentar con ella?

  —Por supuesto —respondió Lera, ya con esa chispa de emoción en los ojos que tenía cuando encontraba algo nuevo para estudiar—. Si podemos usarla mejor que la otra resina, podría ayudarnos en muchas cosas.

  Erik asintió, satisfecho de que su hallazgo tuviera un propósito.

  —Podemos buscar más cuando quieras.

  Lera sonrió, ya imaginando las posibilidades de la nueva resina.

  Mientras tanto, Mika suspiró, viendo cómo la conversación había cambiado de sus heridas a los experimentos de Lera.

  —?Puedo irme ya?

  Lera la miró con diversión antes de asentir.

  —Sí, pero procura no andar en terrenos así otra vez.

  Mika rodó los ojos, pero se levantó con cuidado, apoyándose un poco en Erik antes de recuperar el equilibrio.

  —Lo pensaré —dijo, antes de alejarse.

  Lera negó con la cabeza y volvió a mirar a Erik.

  —Voy a probar qué puedo hacer con esta resina. Pero en serio, límpiate los zapatos antes de que termines pegado a todas partes.

  Erik rió suavemente.

  —Lo haré antes de que sea demasiado tarde.

  Con la aldea volviendo a la calma mientras el sol terminaba de ocultarse, Erik se sintió más tranquilo. Al menos, había traído algo útil de su exploración corta.

  Esa noche después de la fogata y charlas como siempre, Mika no podía dejar de dar vueltas en su cama, su mente estaba llena de dudas. Lo que había visto en la cascada durante días no le dejaba paz, y no sabía a quién acudir. Pensó en las mayores, en cómo siempre parecían tener respuestas para todo, y en su propia confusión. Sabía que lo que había observado era algo importante, algo que no entendía, pero que también le causaba una sensación muy curiosa.

  Al día siguiente, mientras las otras se ocupaban en sus tareas, Mika decidió acercarse a las mayores. Sabía que no sería fácil, pero sentía que no podía guardarse más esas preguntas que la confundían. Decidió esperar hasta que el ambiente estuviera más tranquilo, cuando las mayores no tuvieran mucho que hacer y pudiera hablar con ellas sin interrupciones.

  Finalmente, cuando las encontró charlando y relajándose después de un día de trabajo, Mika se acercó con algo de nerviosismo. Sus palabras salieron vacilantes al principio, pero finalmente se decidió a preguntar:

  —Les quiero preguntar algo… algo que he estado pensando mucho estos días —dijo Mika, mirando a las tres con una mezcla de timidez y determinación.

  Jaia, que estaba sentada más cerca, levantó la mirada, como si notara que algo serio estaba pasando por la mente de la joven.

  —?Qué pasa, Mika? —preguntó Jaia con suavidad, invitándola a continuar.

  Mika, con el rostro un tanto ruborizado, empezó a hablar, aunque le costaba encontrar las palabras adecuadas.

  —Desde hace unos días… seguí a Erik a las monta?as cerca de la caída de agua y, lo vi sin ropa, ba?ándose. No entiendo lo que vi, pero era algo muy diferente, algo que no había visto antes, entre sus piernas le salía algo—dijo, con una mezcla de nerviosismo y curiosidad.

  Las mayores se miraron entre sí, con cierta comprensión en sus rostros. Mika había tocado un tema delicado, pero ellas sabían que la curiosidad de las jóvenes era natural. Jaia fue la primera en hablar.

  —Ah, ya veo… —dijo Jaia, como si entendiera de inmediato. —Lo que viste es natural. Lo que pasa es que los hombres tienen… eso entre las piernas, por decirlo de alguna manera. Algo que nosotras no tenemos.

  Las mayores se dieron cuenta de que Mika aún estaba algo confundida, la joven seguía intrigada por una cuestión fundamental: —?por qué los hombres tienen eso?

  Fue Jaia quien, con una mirada profunda, decidió brindar la explicación de manera más detallada, pero también un tanto juguetona, como si fuera una historia antigua que ya conocían, pero que nunca antes habían tenido que contar.

  —Ah, Mika —comenzó Jaia, mirando a la joven con una sonrisa comprensiva—. Entiendo bien tu curiosidad. Nosotras, las mujeres, no tenemos esa parte, esa diferencia.

  Mika escuchaba atentamente, completamente cautivada, con la mente llena de preguntas y, por supuesto, más inquieta que nunca. Las otras dos mayores, Jerut y Alisha, intercambiaron miradas, como si supieran lo que Jaia iba a decir y disfrutaran de la oportunidad de explicárselo.

  —Los hombres, querida —dijo Alisha con tono sabio—, tienen algo que nosotras no. Esa "diferencia" que viste de Erik tiene un propósito muy importante. Es lo que les permite cumplir con la función de continuar el ciclo de la vida, de dar vida. Sin eso, no podría haber hijos. Piensa que cada ser en la naturaleza tiene su propio papel, y lo que los hombres tienen es algo que ellas, las mujeres, no necesitamos en el mismo sentido.

  Jerut, que había estado observando en silencio, se unió a la conversación con una sonrisa juguetona.

  —Sí, es como un instrumento que necesitan para llevar adelante el futuro de los seres. Nosotras, como mujeres, también tenemos una función importante en ese ciclo, pero no todos los secretos del mundo se nos revelan. Lo que Erik tiene es parte de lo que los hace hombre. Es como una… herramienta de la naturaleza —explicó con una risa ligera, haciendo que Mika se sintiera más cómoda con el tema, aunque su rostro aún mostraba mucha confusión.

  Jaia continuó, con una mirada profunda en sus ojos.

  —Los hombres tienen eso para, en esencia, asegurarse de que la vida pueda continuar. Sin esa parte de su cuerpo, no podría haber nueva vida. Esa diferencia, esa "cosa" como tú le dices, es la esencia de la creación misma.

  Mika, aunque no entendía todos los términos, comenzó a comprender la idea básica. Lo que había visto en Erik no era solo algo extra?o o confuso. Era parte de algo mucho más grande, algo que formaba parte de la vida, de la creación. Era como una pieza en un rompecabezas que tenía un propósito, y aunque no lo comprendiera por completo, ahora sabía que su función tenía que ver con dar vida.

  —Entonces, ?todos los hombres tienen eso? —preguntó Mika, con una mezcla de sorpresa y asombro.

  —Sí, querida —respondió Jaia con una sonrisa—. Todos los hombres la tienen. Y lo que viste de Erik es algo natural, no hay nada raro ni incorrecto en ello. Es solo una de las muchas diferencias que existen entre hombres y mujeres. No debes temer ni avergonzarte de preguntar. Todo en la vida tiene su razón de ser, y cada uno tiene su papel en este mundo.

  Mika asintió lentamente, aún procesando la información. Aunque las respuestas no resolvían todas sus dudas, la sensación de confusión comenzaba a disiparse. Ahora entendía que no era algo de lo que debía avergonzarse ni algo extra?o. Solo formaba parte de la naturaleza de los hombres.

  Con una peque?a sonrisa, Jaia concluyó:

  —Y con el tiempo, aprenderás aún más sobre todas estas cosas. La vida tiene muchas lecciones, Mika. Cada día se aprende algo nuevo. Y esa diferencia que viste no es más que una de las maravillas de la vida.

  Mika, aunque todavía tenía muchas preguntas en su cabeza, se sintió más tranquila. Sabía que todo lo relacionado con Erik y los hombres no era tan misterioso ni tan inquietante como lo había imaginado. Era solo una parte del gran ciclo de la vida, algo natural y necesario.

  Agradecida por las palabras de las mayores, Mika se levantó y se fue a hacer sus tareas, aunque ya no veía a Erik ni su diferencia física con el mismo desconcierto. Ahora entendía un poco más, y con el tiempo, sabía que otras lecciones vendrían.

  Cuando Mika se alejó, aún procesando lo que había aprendido, las mujeres mayores se quedaron en silencio por un momento, observándola desaparecer entre las caba?as de la aldea. Luego, Jaia soltó un suspiro y miró a Jerut y Alisha con una sonrisa de resignación.

  —Bueno, eso fue más fácil de lo que esperaba —dijo con un tono tranquilo, pero con cierta picardía en los ojos.

  —Por ahora —respondió Jerut, cruzándose de brazos—. Mika es lista, pero sigue siendo curiosa. No me sorprendería que vuelva con más preguntas dentro de unos días.

  Alisha soltó una risita y asintió.

  —Y no será la única. Mika es solo la primera en atreverse a preguntar. No pasará mucho tiempo antes que las demás empiecen a hacerse las mismas preguntas.

  Jaia ladeó la cabeza con gesto pensativo.

  —Es natural, después de todo. Pasaron toda su vida sin ver a un hombre, sin saber siquiera que existían. Ahora que uno está aquí, poco a poco irán notando las diferencias… y querrán respuestas.

  Jerut suspiró con una media sonrisa.

  —No sé qué tanto debamos contarles de una vez. Mika solo preguntó por lo que vio, pero hay muchas más cosas que no entenderán fácilmente.

  —Tarde o temprano, nos preguntarán más —afirmó Alisha, encogiéndose de hombros—. Si Mika ya se atrevió a hablar, las demás no tardarán mucho en seguir su ejemplo. Y no solo sobre el cuerpo de Erik… sino sobre todo lo demás que implica vivir y estar con un hombre.

  Jaia miró hacia la aldea con aire pensativo.

  —Cuando eran ni?as, nunca tuvimos que explicarles estas cosas. Siempre supimos que algún día llegaría el momento… pero no imaginé que sería así.

  Jerut soltó una peque?a risa.

  —Si lo piensas bien, al menos no tuvimos que lidiar con esto cuando eran ni?as peque?as. Ahora son adultas y lo suficientemente maduras como para escuchar y entender.

  —Eso espero —dijo Alisha con una sonrisa—. Porque cuando todas vengan con sus preguntas… nos tocará repetir esta conversación una y otra vez.

  Las tres se quedaron en silencio, sabiendo que ese momento no estaba muy lejos. Erik había traído consigo un cambio que no podían evitar. La curiosidad de las chicas solo iría en aumento, y tarde o temprano, todas querrían entender más sobre el hombre que ahora vivía entre ellas.

  Jaia se estiró un poco y suspiró con resignación.

  —Supongo que debemos estar preparadas. Será un largo camino, pero… es inevitable.

  Jerut sonrió con diversión.

  —Más nos vale encontrar la manera de explicarlo sin que terminen más confundidas.

  Las tres rieron suavemente, sabiendo que, aunque el futuro traería más preguntas, al menos aún tenían tiempo para prepararse.

  Jaia entrecerró los ojos y cruzó los brazos, pensativa.

  —Es curioso, ?no lo creen? —dijo en voz baja, mirando en dirección a la caba?a de Erik—. No parece solo una costumbre suya… su nerviosismo es demasiado natural.

  Jerut asintió lentamente.

  —Te refieres a cómo evita mirar a las chicas cuando están sin ropa.

  —Exacto —respondió Jaia—. No solo se aparta por respeto… creo que fue criado sabiendo que hay cosas que no deben verse entre hombres y mujeres.

  Alisha frunció el ce?o, comprendiendo la idea.

  —Como nosotras cuando éramos peque?as. Cuando aún teníamos a nuestros amigos, padres y hermanos… los ni?os y las ni?as no deberían verse sin ropa. Era algo que simplemente sabíamos que no debíamos hacer.

  —Pero Erik no creció aquí —apuntó Jerut—. Lo que significa que, allá donde vivía, también tenían esa ense?anza.

  Las tres mujeres guardaron silencio por un momento, reflexionando sobre lo que esto implicaba.

  —Eso explicaría por qué siempre se aleja para ba?arse —murmuró Jaia—. Y por qué se pone nervioso si las chicas se descubren demasiado cerca de él.

  —Para nosotras es normal —a?adió Alisha—, pero para él es incómodo. Se nota que no quiere faltarles el respeto.

  This book's true home is on another platform. Check it out there for the real experience.

  —No solo evita verlas cuando están sin ropa, sino que cuando Suri está cerca, parece aún más cauteloso.

  Jerut ladeó la cabeza, recordando.

  —Tienes razón. Con las demás chicas ya se pone nervioso, pero con Suri… parece aún más reservado.

  Alisha frunció el ce?o, reflexionando.

  —Como si sintiera que debe protegerla… o tal vez porque ella es la más joven y no quiere que vea ciertas cosas.

  Jaia asintió lentamente.

  —Eso explicaría por qué se aleja tanto. No es solo por respeto a todas… es porque no quiere que Suri lo vea.

  Jerut soltó una peque?a risa.

  —Y tampoco quiere verla a ella. No es solo educación… es algo que parece haber aprendido desde peque?o.

  Jaia suspiró.

  —Y eso nos lleva a Suri. Creo que debemos hablar con ella antes de que empiece a hacerse preguntas. Erik la trata diferente y ella lo sigue a todas partes. Es mejor que entienda algunas cosas antes de que surjan malentendidos.

  —Las demás pueden cuidarse —a?adió Jerut—, pero Suri es aún muy joven. Y Erik es demasiado cuidadoso con ella, lo que significa que algo en su interior le dice que debe serlo.

  Las tres mujeres intercambiaron una mirada cómplice. Sabían que este era solo el comienzo de muchas conversaciones que tendrían que tener en el futuro, pero por ahora, Suri era la prioridad.

  —Será mejor que hablemos con ella pronto —dijo Alisha con una sonrisa resignada—. No queremos que se lleve una sorpresa innecesaria por estar mucho tiempo cerca de Erik.

  Jerut rió entre dientes.

  —Y tampoco queremos que Erik termine en más situaciones incómodas de las que ya tiene.

  Las tres rieron suavemente, conscientes de que los días venideros traerían más curiosidad, más preguntas… y más explicaciones.

  Era un día caluroso, después de un día de trabajo algo pesado, las chicas decidieron ir a nadar al lago. El agua fresca era el alivio perfecto para el calor abrasante del sol. Mientras caminaban en dirección del lago, Hada, que siempre tenía una actitud juguetona, fue la primera en animarse a invitar a Erik.

  —?Erik! —llamó Hada con una sonrisa traviesa mientras se acercaba a él—. Vamos al lago a nadar, ?será divertido! ?Vienes con nosotras?

  Erik levantó la mirada y, al ver el brillo en los ojos de Hada, sintió un peque?o nudo en el estómago. Sabía lo que eso implicaba. Aunque ya se había acostumbrado a la compa?ía de las chicas, la idea de unirse a ellas mientras nadaban sin ropa lo hacía sentir algo nervioso, especialmente porque no era el momento ni el lugar adecuado con Suri cerca.

  Erik sonrió, pero la incomodidad se reflejaba en su rostro.

  —Hmm... creo que hoy no —respondió con una excusa, tratando de sonar casual—. Tengo algunas cosas que hacer. Tal vez en otra oportunidad.

  Al escuchar su negativa, las chicas intercambiaron miradas, sorprendidas. La invitación había sido sincera, y aunque respetaban su decisión, no podían evitar sentirse un poco decepcionadas.

  —?De verdad no vas a venir? —preguntó Becca, un poco triste por la negativa de Erik. Aunque era una invitación sincera, ya estaban acostumbradas a disfrutar del tiempo juntos.

  —Vamos, Erik, sería divertido —a?adió Arlea, con una peque?a mueca en el rostro—. Nos hace falta un buen ba?o para refrescarnos.

  Pero, a pesar de sus palabras, Erik se mantenía firme, tratando de evitar la mirada directa de las chicas. Sabía que no era el momento para ser parte de la diversión, especialmente con Suri cerca. La idea de estar tan cerca de las chicas en esa situación lo hacía sentirse nervioso.

  Hada, al darse cuenta de que la situación se estaba complicando un poco, intentó aliviar la atmósfera con una sonrisa cálida.

  —No pasa nada, Erik —dijo—. Podemos ir nosotras, y ya está. No hace falta que te sientas presionado.

  Sin embargo, algunas de las chicas no podían ocultar su tristeza por la falta de compa?ía de Erik. Lera, por ejemplo, se cruzó de brazos y suspiró.

  —Se ve que te perderás la diversión —dijo suavemente, aunque no lo decía con resentimiento, sino con un toque de simpatía.

  Suri, que había estado jugando cerca de la orilla, se acercó y se quedó quieta, observando la situación. A pesar de su corta edad, notó que algo no estaba bien, y también se sentía un poco decepcionada de que Erik no fuera a acompa?arlas a nadar al lago.

  —Está bien, ya iremos nosotras. —dijo Hada con un tono ligero, tratando de mantener el ánimo—. ?Vamos a divertirnos!

  Finalmente, las chicas se decidieron a ir al lago sin Erik. Aunque aceptaron su decisión, no pudieron evitar sentir una ligera tristeza por su ausencia. Sin embargo, estaban convencidas de que, en algún momento, Erik se uniría a ellas.

  Erik las miró mientras se alejaban y, aunque les sonrió de vuelta, sintió una extra?a mezcla de alivio y pesar. Y por mucho que deseara encajar completamente, algunos momentos todavía lo hacían sentirse dividido.

  Mientras las chicas se adentraban al lago, riendo y bromeando, Erik se quedó mirando desde la distancia por un momento, sintiendo el calor del día y el silencio de la naturaleza a su alrededor. Aunque no había ido con ellas, sabía que todavía quedaban muchos días por compartir, y tal vez en el futuro, las cosas serían diferentes.

  Días después Lera estaba concentrada en el telar, donde se encontraba tejiendo y perfeccionando la tela que había estado trabajando. Ya tenía suficiente para hacer varias ropas para las demás, pero aún necesitaba las medidas exactas para que las prendas quedaran bien. Una vez que terminara esa parte del trabajo, podría empezar a coser todo lo que había planeado.

  Las chicas sabían que el momento se acercaba, y Lera ya había mencionado algunas veces que debía tomar sus medidas para hacerles la ropa nueva. Finalmente, ese día llegó. Lera había llevado las telas a su taller y se acerco a la aldea y miró hacia las caba?as y gritó con entusiasmo:

  —?Chicas, vengan a mi taller! ?Es hora de tomar las medidas para hacer sus nuevas ropas!

  Las chicas, al escucharla, comenzaron a alistarse para ir a la peque?a área junto al taller. Becca y Hada fueron las primeras en llegar, curiosas por saber como serán sus nuevas ropas.

  Lera sonrió al verlas llegar.

  —Vamos a hacerlo rápido y de manera eficiente. No quiero que desperdicien el tiempo con los detalles. Pero necesito que estén listas para medirlas bien, no me gustará tener que repetirlas, ?entienden? —les dijo mientras comenzaba a prepararse con una tira larga de cuero y algunos peque?os trozos de madera para ayudar a tomarles las medidas.

  —Bien, chicas —dijo Lera con voz firme y tranquila—, por favor entren y prepárense para las medidas. Necesito que se quiten las ropas para poder medir con precisión.

  Acostumbradas a verse desnudas entre ellas debido a la convivencia en la aldea, no mostraron demasiada incomodidad. Se miraron por un momento y, con una leve sonrisa, comenzaron a despojarse de sus prendas de pieles, como lo hacían regularmente sin ningún tipo de pudor. Lera, procedió a preparar la tira de cuero que usa y las demás herramientas necesarias para tomar las medidas.

  —Está bien —dijo Becca, quitándose la prenda superior sin dudarlo—, vamos a hacerlo.

  Lera asintió mientras se preparaba. Becca y Hada, ya con los pechos descubiertos, se pararon frente a Lera, quienes no se sintieron incómodas en absoluto, ya que entre ellas la desnudez nunca había sido un tema extra?o. Lera comenzó a medir a Becca primero, moviéndose a su alrededor con destreza y precisión.

  —Muy bien, Becca. No te muevas mucho —le dijo Lera mientras colocaba la tira de cuero alrededor de su pechos, asegurándose de que todo estuviera bien medido.

  Hada observó el proceso con calma, Lera continuó midiendo a Becca, mientras la chica se mantenía tranquila, consciente de la necesidad de tomar esas medidas para las nuevas ropas.

  Erik que venia desde el lago, después de armar varias trampas, decidió pasar por el taller de Lera para revisar si necesitaba ayuda con algún nuevo patrón de ropa o algo. Aunque ya se había acostumbrado al ambiente relajado de las chicas, todavía había cosas que le tomaban por sorpresa.

  Cuando llegó al taller, escuchó risas dentro. Tocó suavemente el marco antes de entrar con cautela.

  —?Lera? ?Todo bien?

  Al entrar, lo primero que vio fue a las tres chicas: Lera estaba tomando medidas con una tira de cuero, sujetándola alrededor de los pechos de Becca, mientras Hada esperaba su turno, sosteniendo un trozo de piel entre las manos. Las dos estaban con los pechos descubiertos, como si fuera lo más natural del mundo.

  —?Hola, Erik! —dijo Hada con una sonrisa amplia al notar su presencia.

  Becca giró ligeramente la cabeza y lo saludó también, aunque su expresión era más reservada.

  —Hola, Erik. ?Necesitas algo?

  Lera levantó la vista de la tira de cuero y le sonrió, como si no hubiera nada fuera de lo común en la situación.

  —?Qué te trae por aquí? —preguntó mientras ajustaba la medida de Becca.

  Erik abrió los ojos ligeramente, notando la escena. Su rostro se encendió rápidamente y desvió la mirada hacia un lado, sintiendo que había interrumpido algo, aunque las chicas parecían completamente relajadas.

  —No... no quería molestar. Solo quería ver si necesitabas ayuda con algo. Pero... ?lo siento! Regresaré más tarde.

  Sin esperar una respuesta, dio un paso hacia atrás y salió apresuradamente, aún con el rostro encendido.

  Las tres chicas lo observaron marcharse con curiosidad.

  —?Qué le pasa? —preguntó Becca, frunciendo el ce?o mientras Lera soltaba un peque?o suspiro.

  —Quizás fue porque las vio así —aventuró Lera, se?alando sus pechos descubiertos mientras cortaba la tira de cuero que usaba para medir.

  Hada se apoyó en la mesa, cruzando los brazos.

  —?Así cómo? ?Ni que fuera la primera vez que nos ve! Además, él también suele caminar por su caba?a sin su camisa cuando hace calor. No debería ser un problema.

  Becca alzó una ceja, pensativa.

  —Bueno... ahora que lo dices, ?se han dado cuenta de que cada vez que lo vemos en su caba?a poniéndose su pantalón, siempre actúa extra?o?

  Hada giró la cabeza hacia ella, claramente interesada.

  —?Qué quieres decir con "extra?o"?

  —Ya saben —continuó Becca—, siempre que estamos por ahí y parece que lo sorprendemos, trata de cubrirse rápidamente. Como si le diera vergüenza que lo viéramos... ya saben, esa parte.

  Lera levantó la vista, asintiendo ligeramente.

  —Es cierto. Una vez fui a buscar algo dentro de su caba?a y lo vi ajustándose los pantalones. En cuanto me vio, se giró tan rápido que casi se cae.

  Hada soltó una risa suave y burlona.

  —?En serio?

  Becca se encogió de hombros.

  —No lo sé. Es raro. Por un lado, es muy seguro de sí mismo, pero cuando se trata de esa zona... parece que quiere esconder algo.

  Hada frunció el ce?o, aparentemente reflexionando.

  —?Será que tiene algo que ocultar? —preguntó, mirando a Lera y Becca con una chispa de curiosidad en sus ojos.

  Lera se sonrojó un poco y volvió a concentrarse en tomar mas medidas.

  —Hada, no creo que sea algo de lo que debamos hablar...

  —Oh, vamos, Lera —interrumpió Hada con una sonrisa pícara—. Admitan que sienten curiosidad.

  Becca dejó escapar una risa nerviosa.

  —Bueno, claro que me pregunto qué podría estar ocultando. Nunca lo hemos visto sin ropa.

  Hada se cruzó de brazos y miró a ambas con una expresión satisfecha.

  —Exacto. Si siempre se apresura a cubrirse, debe haber algo. Algo que no quiere que veamos.

  Lera, aún intentando mantener la compostura, negó con la cabeza.

  —O simplemente le da vergüenza, Hada. No tiene que haber algo más.

  Pero Hada no se dejó intimidar.

  —Tal vez... o tal vez no. Lo sabremos algún día.

  El ambiente en el taller se llenó de risas y miradas cómplices. A pesar de los intentos de Lera por desviar la conversación, era evidente que la curiosidad de todas estaba despertando. Erik, sin saberlo, se había convertido en el centro de especulaciones, y las chicas no podían evitar preguntarse qué más misterios guardaba el joven forastero.

  —Listo becca termine contigo ya puedes vestirte, ahora a ti, Hada —dijo Lera, moviéndose hacia la siguiente chica.

  Lera, concentrada, midió a Hada con la misma precisión que lo hizo con Becca, asegurándose de que las nuevas ropas se ajustaran a la perfección para que se sintieran cómodas al usarlas.

  La sesión continuó de manera tranquila, aun con la intervención de Erik y sin mayores comentarios, con Lera completamente centrada en su tarea y las chicas relajadas, sabiendo que se trataba de un paso necesario para la confección de las ropas que les proporcionarían más comodidad y versatilidad en sus vidas cotidianas.

  Jerut y Arlea caminaban juntas en dirección al taller de Lera. Ambas habían estado esperando su turno para que les tomaran medidas y poder recibir pronto sus nuevas ropas.

  Justo cuando estaban por llegar, vieron una figura salir apresuradamente del taller.

  —?Es Erik? —preguntó Arlea, entrecerrando los ojos.

  —Sí… pero, ?por qué camina tan rápido? —Jerut frunció el ce?o, viendo cómo Erik casi tropezaba con una piedra en su prisa por alejarse.

  Pero lo más llamativo no era su velocidad, sino su rostro. Estaba completamente rojo, como si hubiese estado bajo el sol demasiado tiempo o…

  —?Tú crees que Lera le hizo algo? —susurró Arlea con picardía.

  Jerut le lanzó una mirada divertida antes de soltar una leve risa. —No lo sé, pero parece que vio algo que no debía… o algo que no esperaba.

  —O tal vez Lera le dijo algo que lo puso así. Ya sabes cómo es cuando se emociona con sus telas y materiales nuevos.

  Ambas vieron cómo Erik se alejaba, aún con la cara encendida, y cruzaron miradas con la misma duda.

  —Si Lera lo dejó así, ahora tengo más curiosidad por saber qué pasó —dijo Arlea antes de reír.

  Con esa incógnita en mente, aceleraron el paso para llegar al taller. Si algo era seguro, era que Lera tenía alguna historia interesante que contar.

  Lera se encontraba concentrada midiendo el torso descubierto de Hada, deslizando con precisión la tira de cuero sobre su espalda y sus costados.

  —Deja de moverte, Hada —murmuró Lera con paciencia, ajustando la medida—. Si sigues así, te haré una ropa que te apretará demasiado.

  Hada resopló, con los brazos cruzados sobre su pecho mientras trataba de mantenerse firme.

  —No entiendo por qué tienes que medir tanto, con que me cubra del sol, es suficiente —se quejó.

  —Porque no quiero hacer algo que luego te quede mal. Además, no te quejes, que Becca ya terminó —respondió Lera, se?alando con la cabeza a Becca.

  Becca, a un lado, terminaba de ponerse sus prendas con tranquilidad.

  Justo en ese momento, entraron Arlea y Jerut, sus miradas llenas de curiosidad.

  —?Lera! —llamó Arlea—. ?Qué pasó con Erik? Salió de aquí tan rápido que casi tropieza.

  —Sí, parecía que huía de algo —agregó Jerut con una ceja en alto, examinando el lugar.

  Lera apenas alzó la vista y suspiró con diversión.

  —No es nada grave —respondió, atando la tira de cuero de medición y guardándola—. Solo que se encontró con algo inesperado.

  Arlea y Jerut miraron alrededor del taller y pronto notaron a Hada, aún con los pechos descubiertos mientras Lera terminaba su trabajo, y a Becca terminando de vestirse, pero con una expresión pensativa.

  —?Por qué Erik se pone así al vernos sin ropa? —preguntó Hada con el ce?o fruncido—. Nosotras estamos acostumbradas a vernos, no es como si fuera raro.

  Becca asintió.

  —Sí, y no parece que haya nada malo en eso… pero él reaccionó como si fuera algo... prohibido.

  Arlea se cruzó de brazos, reflexionando lo que decían.

  —Es cierto. Erik ha hecho muchas cosas que no entendemos, pero esto… ?por qué le da tanta vergüenza?

  Lera sonrió con aire divertido.

  —Tal vez en su aldea es diferente.

  Jerut, en cambio, permaneció en silencio por un momento, observando a las chicas. Había esperado que este momento llegara, pero no tan pronto. Se cruzó de brazos y suspiró con una leve sonrisa.

  —Parece que tendremos que hablarles de lo que implica vivir con un hombre entre nosotras.

  Jerut se quedó en silencio, con los brazos cruzados y una sonrisa enigmática en los labios. Pero su actitud solo avivó la impaciencia de las jóvenes.

  —?No hagas eso, Jerut! —protestó Hada, entrecerrando los ojos—. ?Siempre nos miran así cuando saben algo y no nos lo quieren decir!

  Becca asintió con los brazos en la cintura.

  —Sí, como cuando nos enteramos del lugar donde trabajaban con esas rocas raras y peligrosas, la herrería que llevaban en secreto. O cuando descubrimos que existieron los hombres. Siempre dicen que “hablarán cuando sea el momento”, pero nunca llega ese momento.

  —?Y ahora esto también! —intervino Arlea, frunciendo el ce?o—. ?Estamos hartas de que nos oculten cosas!

  Lera miró de reojo a Jerut, con una sonrisa divertida.

  —Tienen razón. No pueden dejarnos así después de decir algo como eso.

  Jerut suspiró, mirando a las chicas una por una.

  —No es que queramos ocultarles cosas solo por hacerlo —dijo con calma—, es que algunas verdades no son tan fáciles de explicar.

  —?Pues inténtalo! —insistió Hada—. ?Qué hay de difícil en decirnos por qué Erik se pone tan raro cuando estamos desnudas cerca de el?

  Arlea asintió con firmeza.

  —Si vamos a vivir con él, tenemos derecho a saber lo que implica.

  Jerut chasqueó la lengua.

  —Ustedes no entienden…

  —?Porque no nos dicen nada! —exclamó Becca con frustración.

  Las jóvenes la miraban con determinación, y Jerut supo que no se rendirían esta vez. No podrían seguir evitando el tema por mucho más tiempo.

  Suspiró pesadamente y se masajeó las sienes.

  —Está bien —dijo al fin—, hablaré. Pero no será aquí y ahora.

  Las chicas fruncieron el ce?o con frustración.

  —?Por qué no? —protestó Hada—. ?Siempre hacen lo mismo!

  —Porque esto no es algo que pueda explicarse a la ligera —respondió Jerut con firmeza—. Si vamos a hablar de los hombres y lo que implica vivir con uno, entonces todas deben estar presentes. No lo repetiremos varias veces.

  Becca cruzó los brazos, mirando a Jerut con suspicacia.

  —?Nos dirás todo esta vez? ?O será otra charla a medias?

  Jerut sonrió con ironía.

  —Todo lo que sabemos.

  Arlea la observó con intensidad.

  —?Y cuándo será eso?

  Jerut miró a Lera, quien hasta ese momento se había mantenido en silencio, entretenida con sus medidas y observando la discusión con cierta diversión.

  —Lera, avísale a Mika cuando vuelva de sus tareas —dijo Jerut—. Esta noche, después de la fogata, cuando Suri se duerma les hablaremos de los hombres.

  Lera asintió.

  —Está bien, aunque dudo que necesite decirle mucho… cuando se entere, estará allí por su cuenta.

  —Más le vale —murmuró Jerut, mirando a las jóvenes—. No quiero que ninguna falte.

  Lera inclinó la cabeza con curiosidad.

  —?Y qué hay de Erik? —preguntó—. ?También deberá estar en la reunión?

  Jerut negó con firmeza.

  —Solo nosotras.

  Hada frunció el ce?o.

  —?Por qué?.

  Jerut la miró con seriedad.

  —Porque hay cosas que solo las mujeres deben oír.

  Becca y Arlea intercambiaron miradas intrigadas, mientras Lera suspiraba, comprendiendo el significado detrás de esas palabras.

  —Eso suena a que será una charla importante… —murmuró Arlea.

  —Lo será —confirmó Jerut—. Es hora de que entiendan lo que significa convivir con un hombre, y para eso, primero debemos hablar entre nosotras.

  Las jóvenes se miraron con expectación. La noche prometía traer muchas respuestas… aunque quizás también más preguntas.

  Erik caminaba sin rumbo fijo después de alejarse del taller de Lera. Su corazón aún latía con fuerza y sentía el calor en su rostro. No podía evitar pensar en lo inocentes que eran las chicas. No entendían por qué él reaccionaba así al verlas descubiertas, y eso solo hacía que la situación fuera aún más complicada para él. Y, siendo honesto consigo mismo, no era como si le molestara verlas. Después de todo, eran guapas y tenían cuerpos increíblemente sexys. Cualquier hombre en su lugar agradecería estar rodeado de chicas así.

  —Son demasiado inocentes… —murmuró para sí mismo, pasándose una mano por el cabello.

  No porque no quisiera ver, sino porque su cabeza le decía que no era correcto, que debía respetarlas, que en su mundo esas situaciones eran completamente distintas. Y, sin embargo, cuando vio a Becca y Hada en el taller, con sus pechos descubiertos mientras Lera tomaba sus medidas, al estar tan cerca de ellas, esperó que gritaran algo como "?Vete de aquí, pervertido!" o que, al menos, se cubrieran al notar su presencia.

  Pero no lo hicieron. En lugar de escándalo, solo le dedicaron un saludo casual antes de seguir con lo suyo.

  Mientras avanzaba por el sendero entre las caba?as, una figura apareció frente a él. Era Mika.

  —?Qué te pasó? —preguntó, cruzándose de brazos y mirándolo con curiosidad.

  Erik parpadeó, sorprendido de verla justo en ese momento. Tragó saliva y trató de mantener la compostura.

  —Nada… solo necesitaba aire.

  Mika lo miró con el ce?o fruncido.

  —Eso no parece "nada". Pareces alterado.

  Erik suspiró, desviando la mirada.

  —Digamos que… todavía no me acostumbro a algunas cosas.

  Mika ladeó la cabeza, intrigada.

  —?A qué cosas?

  Erik dudó por un momento. ?Cómo podía explicarle sin decir demasiado? Mika era más observadora y perspicaz que las demás, y sabía que ya no aceptaría una respuesta vaga.

  —A la forma en que viven —dijo finalmente—. Es… diferente a lo que conocía.

  Mika lo analizó en silencio, sin apartar los ojos de él.

  —Eso ya lo sabíamos. Pero parece que hay algo más —dijo, afilando la mirada—. ?Tiene que ver con las demás?

  Erik sintió un escalofrío. Mika era demasiado perceptiva. Mika lo miraba, con los ojos entrecerrados y una expresión que dejaba claro que no se rendiría hasta obtener una respuesta. Suspiró, sabiendo que no tenía sentido intentar esquivarlo.

  —Digamos que… vi algo que no esperaba —dijo con cautela.

  Mika frunció el ce?o.

  —?Algo?

  Erik se cruzó de brazos, tratando de encontrar las palabras adecuadas.

  —Entré al taller de Lera… y estaban ahí Becca y Hada… —hizo una pausa, sintiendo el calor subirle al rostro otra vez—. No estaban… del todo vestidas.

  Mika parpadeó, sorprendida.

  —?Eso te alteró?

  Erik se pasó la mano por el rostro, sintiéndose aún más nervioso con la forma en que Mika lo decía, como si no entendiera el problema.

  Mika lo observó con atención, aún sin comprender completamente por qué Erik estaba tan nervioso con lo que había visto en el taller. Al verlo callado, comenzó a recordar lo que las mayores le habían dicho: que si alguna vez tenía preguntas sobre cosas que no entendiera, no se guardara nada, que debía preguntar sin miedo.

  —Erik… —dijo, con tono suave—. No sé por qué te pones así por vernos sin ropas. ?por qué te incomoda tanto?

  Erik la miró, sin saber qué responder al principio. De alguna forma, las palabras de Mika le daban la oportunidad de hablar, pero aún le costaba compartir demasiado.

  —En mi mun… aldea las cosas son diferentes. Ver a alguien sin ropa, incluso en situaciones como esa, no es algo común. Es algo privado.

  Mika lo escuchó atentamente, pero sus pensamientos comenzaron a divagar cuando Erik mencionó que, esas cosas eran privadas. Mientras él seguía hablando, Mika no pudo evitar reflexionar para sí misma sobre esa idea.

  —?Privado? pensó, su mente viajando a los momentos en los que ella había visto a Erik sin ropa. Aunque no había sido una situación exactamente igual, sí había algo que la hacía pensar en cómo todo eso era tratado de forma diferente entre ellos.

  —?Acaso realmente eso debería ser algo tan privado? se preguntó mientras lo observaba. La diferencia entre ambos parecía más grande de lo que había imaginado.

  Al escuchar nuevamente a Erik, admitiendo que las costumbres eran muy distintas y que le costaba adaptarse, Mika asintió lentamente, comprendiendo. Lo que es privado para él, no lo es tanto para ellas, pensó, aún con la sensación de haber sido testigo de algo que, tal vez, él consideraba más íntimo. Pero, al mismo tiempo, entendía que no era algo malo, solo diferente.

  Erik la miró, como si esperara una respuesta. Ella sonrió, un tanto pensativa, y alzó la vista hacia él.

  —Es solo que… nunca había considerado que algo como eso fuera tan privado —murmuró en voz baja, como si reflexionara en voz alta—. Aquí, las cosas no se ven de la misma manera. Pero ahora que lo dices, entiendo que tal vez para ti es diferente.

  Erik, sorprendido por sus palabras, la observó en silencio, sintiendo cómo la conversación se volvía más profunda.

  —Sí, para mí sí lo es —respondió, con tono suave, agradeciendo que Mika estuviera tratando de comprenderlo, a pesar de las diferencias.

  Mika reflexionó por un momento más, comprendiendo que lo que ella veía como una situación común, para él representaba una barrera más.

  —Gracias por compartirlo conmigo —dijo con una sonrisa amable—. Ahora lo entiendo mejor.

  Erik sonrió al verla tan comprensiva y tranquila, apreciando la paciencia que tenía.

  —Gracias a ti también —respondió con un tono suave, sintiendo que, poco a poco, estaban construyendo una conexión.

  Mika recordó nuevamente las palabras de las mayores, y sonrió con cierta comprensión.

  —Yo también tengo preguntas a veces, si tienes dudas, puedes decírmelo. No pasa nada.

  Erik sonrió levemente, aliviado de que Mika no lo estuviera juzgando.

  —Gracias… realmente aprecio que seas paciente conmigo.

  Mika lo miró con una sonrisa tranquila, queriendo que él se sintiera más cómodo.

  —Lo importante es que te sientas bien. Si alguna vez algo te molesta o no entiendes, no dudes en preguntar. Estamos aquí para ayudarnos.

  Erik asintió, sintiendo que, poco a poco, las cosas se volvían más claras y soportables en su nuevo hogar.

  Después de la conversación, ambos se sintieron más relajados y conectados, y la tensión que había flotado entre ellos parecía desvanecerse. Erik, sintiendo que ya había logrado explicarse un poco mejor, pensó que era un buen momento para continuar con lo que había dejado antes de ir al taller de Lera.

  —Voy a revisar algunas de las trampas que armé mas temprano —dijo Erik con una sonrisa, sintiendo que el día seguía avanzando de manera más tranquila ahora que habían hablado.

  Mika lo miró con curiosidad, recordando cuántas veces había visto las trampas en acción.

  —?Puedo ir contigo? —preguntó ella, ansiosa—. He estado pensando en lo que dijiste antes sobre cómo se cazan combinando las cosas, y me gustaría aprender hacerlas también.

  Erik la miró con sorpresa, pero luego asintió con una sonrisa sincera.

  —Claro, puedo ense?arte. Es un poco complicado al inicio, pero si te interesa, te lo puedo explicar.

  Ambos se dirigieron hacia el lugar donde Erik había armado las trampas. Mientras caminaban, Mika no podía evitar sentirse emocionada por aprender algo nuevo. Ahora que lo veía más de cerca, sentía que podía estar un paso más cerca de comprender completamente su técnica de caza.

  —?Cómo sabes si la zona es buena para armar las trampas? —preguntó Mika mientras caminaban por el sendero, observando atentamente las huellas de animales cercanas.

  Erik pensó un momento antes de responder, con una mirada pensativa.

  —Es cuestión de conocer los patrones de los animales, sus rutas, sus comportamientos. Cada especie tiene su manera de moverse, y si aprendes a leer sus se?ales, puedes predecir sus próximos movimientos. Las trampas que armé están dise?adas para atraparlos sin que ellos se den cuenta. No es tan fácil como parece.

  Mika asintió, tomando nota mental de sus palabras. De alguna manera, aunque su vida en la aldea había sido diferente, todo lo que Erik le estaba ense?ando empezaba a sonar familiar. Es cuestión de observar, de aprender las se?ales, pensó mientras caminaban juntos, disfrutando del tiempo compartido.

  —Quiero intentarlo —dijo Mika con una sonrisa decidida—. Quiero aprender cómo cazar así también. No me molesta ensuciarme las manos.

  Erik la miró con una mezcla de respeto y diversión.

  —No me cabe duda de que serás buena en esto. Vamos a comenzar, pero ten cuidado. Las trampas no son tan sencillas como parecen, y necesitas mucha paciencia para hacerlas funcionar.

  Mika asintió, su mirada llena de concentración y curiosidad.

  —Estoy lista para intentarlo.

  Erik le mostró cómo revisar cada trampa, explicando el proceso de cómo armar con lo que hay alrededor de la zona o si alguna trampa necesitaba ser reajustada. Mika lo observaba atentamente, absorbiendo cada palabra, y en su rostro se reflejaba un destello de emoción por aprender algo tan diferente a lo que había conocido hasta entonces.

  A medida que avanzaban por el valle, Mika comenzó a sentirse más confiada, lista para poner en práctica lo que Erik le estaba ense?ando. Aunque no tenía la misma experiencia, su determinación la mantenía enfocada.

  —Voy a intentar hacer una —dijo con una sonrisa desafiante, observando el terreno a su alrededor.

  Erik la miró, orgulloso de verla tan motivada.

  —Hazlo. Y recuerda, paciencia. Es un trabajo que requiere tiempo, pero si lo haces bien, te sorprenderá lo que puedes atrapar.

  Juntos, comenzaron a trabajar en las trampas, con Mika aprendiendo rápidamente los trucos y secretos de cazar de esa forma, mientras Erik le daba consejos y la guiaba en cada paso. Ambos compartían risas y momentos de concentración, disfrutando de la compa?ía del otro en medio de la naturaleza.

  Después de horas de trabajo revisando y armando trampas por varias zonas, regresaban a la aldea. El sol ya comenzaba a ponerse, ti?endo el cielo de tonos naranjas y rojos, mientras el cansancio de la jornada les recorría los cuerpos.

  A pesar de eso, Mika sentía una sensación de satisfacción por haber aprendido algo nuevo. Había disfrutado mucho del tiempo con Erik, y ahora estaba ansiosa por poner en práctica todo lo que había aprendido sobre las trampas.

  Al llegar a la aldea, vieron a Lera, que estaba afuera de su taller, ocupada con algunos materiales. Al notar la presencia de ambos, levantó la mirada y, con una sonrisa, se acercó.

  —?Qué bueno verlos! —saludó Lera, notando el cansancio en los rostros de ambos—. ?Cómo fue todo?

  —Bien —respondió Erik, estirándose un poco—. Hemos armado varias trampas nuevas. Mika ha aprendido rápido.

  Mika sonrió tímidamente, un poco avergonzada por el elogio, pero también feliz por su progreso.

  —Erik me ense?ó mucho —dijo con una sonrisa, mirando a Lera.

  Lera asintió, contenta de ver que Mika estaba disfrutando del aprendizaje. Pero luego, su expresión cambió a una más seria.

  —Mika —comenzó Lera, mirando a la joven con atención—. Más tarde, las mayores han pedido que todas se reúnan en la caba?a central. Quieren hablar con todas sobre algo importante.

  Mika frunció el ce?o, sorprendida. Había algo en la forma en que Lera lo decía que la hizo sentir una leve inquietud.

  —?Sobre qué? —preguntó, algo intrigada y preocupada.

  Lera dio un paso atrás, mirando a Erik y luego a Mika con una expresión seria.

  —No sé todos los detalles, pero las mayores han dicho que es algo importante para todas. Es mejor que estemos allí.

  Erik, al escuchar esto, también se sintió algo intranquilo, aunque podía adivinar de qué se trataría.

  —?Crees que tiene que ver con... lo que pasó hoy? —preguntó Erik, mirando a Lera.

  Lera negó con la cabeza lentamente.

  —No estoy segura. Pero, por lo que sé, las mayores han estado preparando este encuentro por un tiempo. Es algo que nos involucra a todas, y parece que también quieren hablar sobre lo que ha estado sucediendo últimamente.

  Mika sintió un nudo en el estómago. Había algo misterioso en todo eso, algo que la hacía sentir que las respuestas que estaba buscando podrían finalmente estar cerca. Pero al mismo tiempo, no podía evitar sentir una peque?a presión por no saber qué esperar.

  —Entonces, deberíamos ir —dijo, decidida, pero con una pizca de incertidumbre.

  Erik asintió, mirando a Mika y luego a Lera.

  —Supongo que no hay mucho que podamos hacer, solo esperar a ver qué nos dicen.

  —Es mejor que no vengas, Erik —dijo Lera, su tono tranquilo pero decidido. —Las mayores han dicho que la reunión es solo para nosotras. Hablarán de cosas que solo nos conciernen.

  Erik se detuvo en seco, mirando a Lera con sorpresa.

  —?Solo para mujeres? —preguntó, algo confundido.

  Lera asintió, su expresión seria.

  —Sí, las mayores dijeron que son cosas que deben discutir entre nosotras.

  Erik sintió una mezcla de confusión y un leve malestar al quedarse fuera de algo que parecía tan importante, pero comprendió que no había mucho que pudiera hacer.

  —Está bien —dijo finalmente, resignado, mirando a Mika —. Supongo que ustedes necesitan hablar.

  Con una leve sonrisa en sus labios, Lera asintió, agradecida por la comprensión de Erik.

  —Gracias por entender —respondió, luego miró a Mika —. Vamos, las mayores nos esperan.

  Erik las vio alejarse hacia la caba?a y, aunque se sentía algo incómodo por no poder ser parte de esa conversación, decidió ir a su propia caba?a. Necesitaba descansar un poco, pero también se preguntaba qué tipo de cosas podrían estar discutiendo, cosas que solo ellas debían saber.

  Con un suspiro, se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia su caba?a, dejando atrás el murmullo lejano de las chicas que se dirigían a la caba?a central, pensando en lo que vendría después.

  Mientras caminaban, Mika miró de reojo a Erik alejándose, quien también parecía pensativo. Ella sabía que, al final, esta reunión cambiaría algo en sus vidas, aunque no sabía cómo.

  Erik llegó a su caba?a y dejó escapar un suspiro mientras entraba. El ambiente dentro era cálido, con una ligera brisa colándose por las rendijas de la madera. Se dejó caer sobre su improvisada cama y pasó una mano por su rostro.

  Había sido un día largo, y aunque disfrutaba aprender y convivir con las chicas, todavía sentía que le costaba adaptarse por completo a la aldea.

  Su mirada se desvió hacia la ventana. En dirección de la caba?a central, donde Lera y Mika habían ido junto con las demás.

  —?De qué estarán hablando? —murmuró para sí mismo.

  Recordó las palabras de Lera antes de irse: —"Las mayores dijeron que serán cosas de chicas."

  Frunció el ce?o, intrigado. Desde que llegó a la aldea, las mujeres mayores habían mantenido muchas cosas en secreto para las chicas. Y ahora, con él allí, parecía que había aún más temas que solo querían tratar entre ellas.

  —Tal vez estén hablando de mí… —pensó en voz baja.

  No era imposible. Desde que había llegado, su presencia había traído demasiadas preguntas y cambios. Las chicas lo miraban distinto, parecían más curiosas sobre él y su forma de ser. Quizás las mayores estaban explicándoles más cosas sobre los hombres, sobre lo que implicaba convivir con uno…

  Se pasó una mano por la nuca, incómodo con la idea.

  —?Y si hice algo malo?

  La posibilidad le golpeó de repente. Tal vez, sin darse cuenta, había cruzado algún límite o había hecho algo que no debía. Aunque intentaba ser cuidadoso y respetuoso, su vida en la aldea era completamente distinta a lo que conocía.

  —?Y si me piden que me vaya? —susurró, sintiendo un nudo en el estómago.

  No podía negarlo: desde que había llegado, a pesar de las dificultades, se había encari?ado con ellas. Ya no se sentía solo como cuando vagaba por el bosque. En la aldea, poco a poco, había encontrado un lugar al que podía llamar hogar.

  Pero si las mayores decidían que su presencia era un problema… si las chicas empezaban a verlo como un peligro en lugar de alguien de confianza…

  Negó con la cabeza, tratando de sacudirse esos pensamientos.

  —No pienses en eso ahora…

  Se levantó y caminó hacia la mesa donde tenía sus herramientas de tallado. Entre pedazos de madera tallada y restos de virutas, estaban los regalos que había estado preparando en secreto.

  Tomó uno de ellos que había tallado con paciencia en los últimos días. Era una figura simple pero detallada, con los rasgos de un animal tallado en la superficie. Había hecho varios, uno distinto para cada una de las chicas.

  —Espero que les gusten… —susurró, mientras pasaba los dedos por la madera.

  Se sentó y retomó su trabajo, concentrándose en dar los últimos detalles. Sus manos se movían con precisión, pero su mente seguía divagando sobre la reunión en la caba?a central.

  No importaba cuánto intentara ignorarlo… la idea de que podrían pedirle que se fuera no dejaba de rondar en su cabeza.

  El cansancio empezaba a notarse en su cuerpo. Erik se estiró, sintiendo la tensión en sus hombros después de pasar un buen rato tallando la madera. Sus párpados se sentían pesados, y su mente, aunque inquieta, ya no tenía la misma energía para seguir dándole vueltas a sus pensamientos.

  Soltó un suspiro y dejó el peque?o colgante junto a los demás, acomodándolos con cuidado sobre la mesa. Ya habría tiempo para terminarlos.

  Se acercó a su cama improvisada y se dejó caer sobre ella, apoyando un brazo sobre su frente mientras miraba el techo de la caba?a.

  Ma?ana sabría qué había pasado en esa reunión.

  Si las mayores habían decidido que debía marcharse… tendría que aceptarlo. No era su aldea, y por más que quisiera quedarse, ellas tenían la última palabra.

  Si, en cambio, solo les habían advertido a las chicas sobre su presencia… bueno, no podía culparlas. Quizás las cosas cambiarían un poco a partir de ahora.

  Bostezó, sintiendo cómo el sue?o lo envolvía poco a poco.

  —Ya veremos qué pasa… —susurró para sí mismo.

  Se acomodó de lado, cerrando los ojos mientras la brisa nocturna entraba por la ventana, refrescando el ambiente.

  Ma?ana tendría sus respuestas.

  Y con ese último pensamiento, dejó que el cansancio finalmente lo venciera.

  Las chicas estaban reunidas en la caba?a central, sentadas en círculo frente a las tres mayores. La atmósfera estaba cargada de expectación. Era la primera vez que podían preguntar libremente sobre Erik, sobre los hombres, sobre todas esas cosas que no entendían pero que despertaban su curiosidad.

  Jerut fue la primera en hablar, con su tono pausado y sereno.

  —Sabemos que tienen preguntas —dijo, observando los rostros jóvenes frente a ella—. Así que, responderemos todo lo que quieran saber sobre los hombres...

Recommended Popular Novels