Estamos a las afueras de un bosque, donde hay una caba?a. Un hombre descansaba ahí. Era de noche. Hacía frío, pues era temporada de oto?o. Tan solo el sonido del viento quebraba el profundo silencio que invadía la colina.
Este hombre, alguien de aspecto descuidado, rudo, y viejo, a quien probablemente no le quede mucho tiempo, tratando de aliviar la tensión con algo de fuego, se levantó de su sillón, tomó unos troncos y dió un par de pasos hacia una puerta. Esta puerta conduce al sótano.
Al fondo, hay una chimenea. El frío era un poco más agresivo ahí abajo. Tranquilamente, el viejo se acercó para colocar la le?a.
Un par de intentos fallidos después, este se?or exclama:
-?Ah! ?Maldita le?a!
Le preocupaba hacer chispas y quemar su caba?a, así que no daba chispazos con fuerza. A la de tantas, el fuego cede.
Justo después de encender la chimenea, se percató de unos ruidos secos y bruscos que tenían origen en el exterior.
-?Eh?
El hombre no parecía preocupado por el ruido. Tomó un hacha de le?ador, subió al salón de la caba?a y salió a investigar.
Después de cerrar la puerta, avanza un par de metros, y luego de explorar la zona con la mirada, nota que había algo entre la maleza. Apretó su hacha y de una vez logró acercarse.
-Carajo...
Un animal destripado. Obra de un lobo, o algo parecido.
Después de contemplar un poco la escena, el hombre se dió vuelta y regresó a la caba?a. Justo antes de entrar, nota que la puerta... está abierta. La duda lo invade, y esta vez sí se mostró preocupado. Está convencido de que él cerró la puerta antes de salir.
Al entrar y cerrar la puerta, esta rechina.
Había pisadas. Eran recientes.
-??Quién anda ahí!?
El silencio volvió a tomar la caba?a, y al cruzar la habitación principal...
Un extra?o, que viste máscara, emboscó al viejo desde una esquina ciega, con un solo golpe, dejándolo inconsciente.
Después del golpe, todo se torna blanco.
Ahora, hay una figura esquelética, completamente negra, flotando en un vacío en posición fetal.
Una voz suave, pero presente, ajena al plano físico, comienza a hablarle:
-Despierta...
Hay silencio de nuevo, sólo interrumpido por lo que parece ser un goteo lejano o el palpitar de un corazón.
-?Sabes por qué estás aquí, Aleo?, dice la voz al esqueleto.
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Este esqueleto, quien fue nombrado "Aleo" por está entidad, está ahí, nadando en la infinidad de la nada.
Un violín, algo arcaico, empieza su lamento. Aleo decidió tomar la palabra.
-?Quién eres? [...] ?Fuiste quien me trajo aquí?
Sólo dejando pasar un par de segundos después de que Aleo se calla, el violín hace lo mismo, y el vacío vuelve a quedar en silencio. De nuevo, queda en el fondo aquel goteo.
El cuerpo de Aleo se calienta, y él lo siente. Una llama azul emerge, poco a poco, de su columna, haciendo estremecer del dolor al personaje.
La llama pierde fuerza. Placas de ébano surgen de su cuerpo, dejando grietas con un brillo celeste entre cada placa. Poco a poco, una armadura completa cubre el cuerpo de Aleo.
El fuego vuelve, y aumenta su intensidad de forma descontrolada, acelerando el proceso de forja, pero haciendo agonizar al protagonista.
Mientras ocurre, la voz del limbo empieza a conjurar algo inentendible, pero de lo que se logra rescatar "Idcwid (id-kuid)".
Al terminar de conjurar, esta entidad cumple su labor. Finalmente desaparece, dejando a Aleo en la inmensidad del abismo.
El goteo se intensifica poco a poco, y...
De nuevo en el plano físico.
Ahora, en el exterior, sucede una escena grotesca de tortura a las afueras de un bosque. Tan sólo una lámpara de gas colgada de un árbol da algo de vida a la fría noche.
El mismo enmascarado de la emboscada lanzó al anciano hacia dicho árbol, haciendo que se despierte en el acto. Lo tiene inmovilizado con sogas en manos y piernas.
Otras 2 figuras, también con máscaras, acompa?aban al primer agresor.
El anciano alcanzaría a ver parches color café en los hombros izquierdos de sus atacantes, reconociéndolos al instante. Algo que sería importante para él, pues asume inmediatamente que morirá a manos de estos sujetos.
-Fuiste el que trató de hacerse el héroe en la aldea, ?ah?- dijo el enmascarado que está frente al anciano.
El lugar se sumía en silencio. Uno de los tres hombres levantó su arma. Un garrote, mismo que se usaba al momento de la emboscada.
Varios golpes se escuchan, pero no hay nada que ver. Tan sólo el cielo nocturno, o las profundidades del bosque.
Al callarse los golpes, creyendo que todo habría terminado, el anciano dió su último aliento:
-Malditos... Van a pagar por esto...-
Estaba malherido, y moribundo. Escupía sangre mientras hablaba.
Los enmascarados se muestran confundidos, pero rápidamente siguen agrediendo al hombre. Mientras agoniza, empieza a susurrar un rito similar al que conjuró la entidad del vacío.
La lámpara de gas torna el color de su flama a un azul celeste. Esto desconcierta a los enmascarados, quienes cesan el ataque.
El anciano, ya con su último aliento, ríe entre la agonía. Su risa es fuerte, y desquiciada. Es la de alguien que ya no tiene nada que perder.
La lámpara de gas estalla, pero el fuego, en lugar de desaparecer, se esparce al rededor de la escena.
Uno de los agresores, ya bastante asustado, sugiere a sus compa?eros retirarse, pero es ignorado.
Formando un círculo imperfecto, se abre un portal peque?o de fuego entre la víctima y sus torturadores.
Además de fuego, también se liberan varias nubes peque?as de ceniza que terminan por presionar a los atacantes, lo suficiente como para que tropiecen dentro del portal.
Aleo toma los cuerpos como tributo para tomar un aspecto físico. El anciano, en papel de conjurador, también se deja consumir por las llamas.
Aleo completa su manifiesto. Su mano es lo primero que sale. Como si se liberase de un sepulcro, enterrado bajo tierra, empieza a forcejear hacia arriba.
Poco a poco, logra salir de entre el fuego. Para cuando logra salir, sólo queda una masa de carne con los restos inutilizados de sus víctimas.
Se limpia los escombros. No tiene idea de dónde está.
Al observar la escena, nota un pictograma, efecto de su conjuro, en el suelo. Es una imagen que se le quedará en la cabeza.
Da un par de pasos antes de emprender su camino para saber cómo llegó a este lugar, pues no se le hace conocido en lo absoluto. En este nuevo cuerpo, quiere saber por qué fue enviado aquí.
Su primer punto de interés fue, intuitivamente, la caba?a, y caminó hacia allá en seguida. Después de subir la colina, observa que la puerta, como era de esperarse, está cerrada.
En un intento de confirmarlo, se acerca a tocar la perilla, pero... la puerta se abre sin problema.
Al entrar, lo primero que ve es un mapa de guerra con una marca de cuchillo cerca de la costa más grande. Asume inconscientemente que la marca indica la caba?a.
Luego de eso, se dió cuenta de que, no muy lejos del lugar del cuchillo, hay una fortaleza peque?a.
Es bastante probable que pueda investigar este lugar en alguna biblioteca o preguntando a los locales. Con algo de suerte, lo van a recibir ahí.
Decide dejar las cosas como están y se retira, mostrando una prioridad por llegar al lugar.
La caminata duró algunos de minutos.
Al confirmar que esta muralla es la correcta, Aleo mira desde lejos a un guardia custodiando el arco. Sin mucho problema, se acerca a él.
-?Tú! ?Las manos donde pueda verlas!, grita el centinela.
Sin otra opción, Aleo decide ceder y alza las manos tan poco como puede.
-Vengo en paz, amigo.
El centinela le pide que se acerque para revisar su armadura, y parece buscar algo en específico. Parece estar centrado en los hombros, espalda, y yelmo del protagonista.
Después de lo que pareció una inspección de rutina, permite a Aleo el acceso.
-No des problemas. ?Entendido?- dice el guardia.
Aleo pasa de largo, dejando salir algún murmullo.