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Capítulo 50: Reconocimiento del terreno.

  Antes de partir hacia nuestra expedición, tomé una lanza que guardé debajo de mi cama y, junto a Mirella, nos dirigimos hacia la salida de casa, pero justo ahí se encontraba el último obstáculo: Aya.

  "?Y por qué no puedo ir yo también?" Preguntó, con un tono tan frío que parecía que estuviera por ponernos una barrera mágica para que no saliéramos.

  "Ustedes dos no estarán pensando en ir a luchar contra ya sabemos quién, ?no?"

  Esto se veía venir. No sé si fue desde que comencé a peinarle las colas y le regalé esa cadena, pero parecía que Aya se había tomado libertades que antes no tenía. Era más... directa. Más posesiva. O tal vez solo se sentía más cómoda conmigo. Había momentos, como ahora, en los que su actitud me recordaba a una madre rega?ona. No podía decidir si me frustraba, me hacía gracia o me parecía bien.

  "Aya", empecé, procurando mantener un tono amigable.

  "Vos sos la defensora de esta casa. Si algo pasara mientras yo no estoy, sos la única que podría protegerlos con tus barreras. No puedo pedirte que vengas conmigo y dejes este lugar sin protección. Ya sabés que Tarún, Samira, Suminia... son fuertes para su edad, pero no lo suficiente como para enfrentar una amenaza seria".

  Ella levantó una ceja, claramente no convencida.

  "No están solos. Samira y Suminia son rápidas y pueden dar aviso si algo sucede. Además, ?acaso no soy tu aliada más fuerte? No tiene sentido dejarme atrás si vas a explorar un lugar peligroso".

  "?Ay, pero qué entrometida!" Exclamó Mirella desde mi hombro.

  "?Luciano y yo podemos manejarlo perfectamente! Solo estamos por explorar el terreno, no vamos a luchar contra nadie".

  "Eso no me tranquiliza.

  Si no van a luchar contra el Rey Demonio, ?por qué siquiera acercarse a ese lugar? Es una pérdida de tiempo y un riesgo innecesario".

  "Por eso justamente necesito que confíes en mí", le dije, intentando calmar las aguas antes de que esto se convirtiera en una discusión interminable.

  "No vamos a luchar contra nadie, te lo prometo. Solo quiero ver el terreno, entender mejor qué hay allá afuera. Si el Rey Demonio realmente está en ese lugar, saberlo con certeza puede ayudarnos a prepararnos para lo que venga. Pero si venís conmigo y algo pasa acá, estaríamos arriesgando a todos. ?Te parece lógico eso?"

  Aya desvió la mirada por un momento, como si estuviera evaluando mis palabras. Sus orejas se movieron ligeramente hacia atrás, lo que en su caso era un indicio de que estaba empezando a molestarse levemente. Pero incluso con eso, no podía evitar notar el leve brillo de terquedad en sus ojos.

  "Si algo te pasa..." Murmuró, con un tono más suave que casi parecía una advertencia.

  "No me lo perdonaré".

  "Y si algo le pasa a esta casa porque no estabas acá, tampoco me lo perdonaré yo", respondí con una sonrisa forzada.

  "Así que, hagamos un trato: vos te quedas acá y proteges a todos, y yo vuelvo dentro de poco, sano y salvo. Mirella estará conmigo todo el tiempo, y sabés bien que ella nunca dejaría que me metiera en un problema sin motivo".

  "?Exacto!" intervino Mirella, haciendo un giro en el aire y se?alando a Aya con su manita peque?a.

  "Así que no te preocupes tanto, se?ora entrometida. Deja de ser tan dramática".

  Aya la miró con algo de resignación, pero no respondió. En cambio, dio un paso al costado, dejándonos pasar.

  "Chau, Aya. Volveremos pronto para contarte cómo nos fue".

  "Chau, chicos... Cuídense", respondió, saludando con una mano.

  "Aun así, recuerda lo que dije. Si algo te pasa..."

  "Ya lo sé, Aya. Nada me va a pasar. Vos confíá".

  "Está bien... confiaré".

  Y entonces, salimos a recorrer la playa, en dirección a la casa de Tariq.

  "?Chau, tonta Aya!"

  Antes, jamás me hubiera imaginado teniendo conversaciones como esta con un zorro místico de cinco colas que se tomaba en serio su papel como mi... ?Aliada? ?Amiga? ?Guardián personal? Vaya a saber qué es lo que pasa por su cabeza.

  Pero bueno, ahora ya estamos afuera, así que eso es lo que importa en este momento.

  "?Voy a salir con Luciano! ?Voy a salir con Luciano! ?Vamos a divertirnos mucho!"

  "Ay, Mirella..."

  "?Qué pasó?"

  "Nada, nada".

  "No, en serio. ?Hay algo raro en lo que dije?"

  "Bueno, es que realmente no vamos a divertirnos mucho en esta salida".

  "?Ey! ??Por qué?!"

  "Es que… Mirella, no sé si entendés completamente a lo que vamos. Este no es un paseo. No estamos yendo a buscar frutas nomás, como le dije anteriormente. Todo el terreno cercano que vamos a explorar es donde vive el que llamamos 'Rey Demonio'. Esto no es algo que podemos tomar a la ligera".

  Mirella aterrizó sobre mi hombro, cruzando sus piernas diminutas como si fuera una reina.

  "?Y? ?Qué tiene? Eres Luciano. ?Eres el más fuerte de todos! ?Qué podría salir mal?"

  "Ehm..."

  "?Y, además, me tienes a tu lado!"

  "Primero, dejemos algo claro. No sé si soy el más fuerte. Segundo…"

  Me detuve y miré hacia lo que seguía siendo nuestro camino, que se doblaba un poco hacia la derecha. A lo lejos, la casa de Tariq comenzaba a aparecer.

  "Le tengo un poco de miedo al Rey Demonio".

  "??Ehhhhh?! ??Miedo?! Bueno... Sé que todavía eres un ni?o y..."

  "El Rey Demonio… Mirella, no le tengo miedo por su fuerza. Le tengo miedo porque es… es feo", intervine, cortando sus palabras.

  "O sea, yo creo que podría ganarle moldeando el terreno a mi favor. De hecho, ya he mejorado mi alcance. Pero su cara y su cuerpo me dan miedo, ?entendés? Y no sé si eso podría llegar a influir en el combate".

  Mirella largó una carcajada estruendosa, y yo ya sabía que eso lo hacía para aligerar el ambiente entre los dos.

  "?Luciano, eso es lo más tonto que he escuchado en mi vida!"

  "?Hey! No te rías. Es en serio", dije, siguiéndole un poco el juego.

  "Mirá... Sus cuernos, esos ojos negros que parecieran querer matarte, y esa mezcla entre humano y animal… Me dio algo que nunca había sentido antes".

  "?Ay, pobrecito mi Luciano!" Mirella se burló, dándome unos golpecitos en la oreja.

  "El gran inteligente, el ni?o que enfrentó gnomos y sobrevivió a los malvados hombres pájaros… ?Le tiene miedo a un ser mágico porque es feo! ?Esto es raro!"

  "Bueno, al menos no voy a mentirte sobre mis debilidades. ?Y vos? ?Qué harías si te enfrentás a algo que no podés soportar mirar?"

  "?Bah! ?Yo no le tengo miedo a nada!"

  "Uhmmm..."

  "Bueno, bueno... Yo… te protegería, obvio. Aunque tenga que cerrar los ojos y lanzarle un golpe de luz al azar".

  "Ay... Pero qué tierna que es esta hadita, ?eh!"

  "?Cierto que sí?"

  "Por eso te traje conmigo. Porque sé que no importa lo que pase, vos no te echás para atrás".

  "?Obvio que no! ?Quién más cuidaría de ti si no?"

  Ella se movió en mi hombro, acercándose un poco más a mi oreja, tocando el lóbulo con dos dedos.

  "Solo yo puedo cuidar de ti, ?sabes? No hace falta que intentes depender de Aya", susurró, soltando una risita al alejarse y empezar a volar frente a mí.

  ?Qué fue eso? ?Era Mirella simplemente siendo Mirella, o había algo más detrás de sus palabras?

  Seguimos avanzando por la playa, hablando de tonterías para distraernos del objetivo real. Mirella nunca dejaba de bromear sobre el tema del 'Rey Feo Demonio', como ahora lo llamaba.

  Al pasar frente a la casa de Tariq, no parecía haber nadie. Las puertas estaban cerradas, y por las ventanas no había se?ales de actividad.

  "?No te parece raro que no estén?" Preguntó Mirella.

  "?Por Yume lo decís? Capaz salieron a cazar o están durmiendo. Además, Kiran ya ha crecido bastante como para querer acompa?arlos fuera".

  Decidí no detenerme demasiado en eso para así seguir avanzando.

  "Bien, entonces sigamos".

  A medida que rodeábamos la playa, se comenzaba a ver el volcán a lo lejos. Recuerdo que por esta zona sufrí un mini secuestro por parte de los hermanos de Tariq. Deben vivir relativamente cerca... Todavía no he ido a su cueva; solo ellos se han acercado a nosotros.

  "?Seguimos hasta allá?"

  "Sí, me quedaría más tranquilo si primero investigamos este lugar y luego seguimos por la selva y el bosque".

  "Pero se ve que está bastante lejos".

  Mirella tenía razón; tardaríamos al menos dos o tres horas caminando sin parar para llegar. Sería cansarse demasiado pronto para todo lo que nos quedaría por explorar. Aun así...

  "Mirella, ?alguna vez te acercaste a este lugar?"

  "No, porque dijimos que íbamos a venir juntos, ?recuerdas?"

  "Ah, sí... Por cierto, ?alguna vez probaste hasta qué tan alto puedes volar?"

  Ella se puso un dedo en la barbilla, mirando al cielo.

  "Uhm... Esa parece ser una buena idea".

  ?Por qué no lo pensé antes? Si uno de los objetivos principales de esta salida era descubrir si estábamos viviendo en una isla, simplemente debía pedirle a Mirella que volara lo suficientemente alto para decirme si todo lo que rodea la tierra es agua.

  "?Y qué pensás? ?Podrías llegar a hacerlo? Porque tengo en mente ver si todo a nuestro alrededor es agua".

  "?Ah, una isla!"

  "Ah... Realmente ya sabías el nombre".

  "Claro, ?por qué no iba a saberlo? ?Acaso estabas pensando que soy una to...?"

  "No, no, no. No pienso nada de eso", intervine rápidamente mientras sacudía las manos de un lado a otro.

  "Solo quiero que vueles alto y me ayudes a ver eso que te dije... Quiero saber si vivimos en una isla".

  "?Quieres que vuele tan alto como pueda para mirar alrededor? ?Eso no es como... un poco aburrido?"

  Mirella cruzó los brazos, volando en círculos frente a mí, como si quisiera distraerme con esos movimientos.

  "No es aburrido, es importante", dije, sin dejar de mirarla por más que se moviera de un lado a otro.

  "Quiero saber si estamos rodeados de agua. Si este lugar es... no sé, una especie de isla, o si hay algo más allá que podamos descubrir".

  Mirella se detuvo, con una sonrisa traviesa que siempre aparecía cuando tenía alguna idea loca.

  "?Y qué pasa si descubro que no hay salida? ?Te vas a poner triste?"

  ?Dijo que... no hay salida?

  "Primero... No voy a ponerme triste por una tontería así..." Comencé respondiendo, intentando hacer una sonrisa.

  "Bueno... no mucho. Segundo, eso no va a pasar porque... No sé, no creo que tengamos tanta mala suerte. Así que, ?lo hacés o no?"

  Maldición, estaba empezando a titubear por una estupidez.

  Ella suspiró exageradamente, llevándose una mano a la frente como si le estuviera pidiendo algo imposible.

  "Está bien, pero me debes algo. Todavía no sé qué, pero me lo vas a pagar".

  "?En serio? ?Solo por volar?"

  "Bueno, bueno. Te lo dejo pasar por esta vez, ?sí?"

  "Te espero acá".

  Mirella comenzó a ascender, batiendo sus peque?as alas con una rapidez impresionante. Su cuerpo se elevó en espiral, cada vez más alto, mientras yo la seguía con la mirada. Fue en ese momento que me di cuenta de algo incómodo cuando ella se detuvo al llegar a la altura de los árboles a nuestra derecha: su vestido no estaba dise?ado para mantenerse a esa altura. Aparté la mirada hacia el suelo a pesar de que ya la había visto desnuda en reiteradas ocasiones.

  Mientras creo que Mirella seguía ascendiendo, yo me quedé pensando en las palabras que usa la gente de este mundo. Algunos términos como 'hogar' o 'bosque' los sabían, pero otros, como... No sé, como el de todas las cosas nuevas que he creado hasta ahora, o también lo de las partículas mágicas y la palabra 'magia'. Todas estas parecían palabras completamente ajenas a ellos. Era un lío tratar de descifrar qué palabras eran comunes y cuáles eran solo residuos de mi vida pasada. Si alguna vez volvía a morir, y esperando que no sea pronto, tenía claro que le iba a preguntar a Sariah sobre eso.

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  Pasaron unos segundos y Mirella todavía no volvía. De hecho, al levantar la vista, ya no la veía.

  La idea de morir me llevó a un pensamiento oscuro que intenté evitar: ?y si el Rey Demonio realmente me mataba? ?Y si esta misión no era más que un camino directo a mi... no sé cuántas muertes? La imagen de su rostro grotesco apareció en mi mente, y un escalofrío recorrió mi espalda.

  Esperemos que todo salga bien... ?Pero y si...?

  "?Luciano!"

  La voz de Mirella me sacó de un susto de mis pensamientos. Bajó como un rayo, deteniéndose justo frente a mí, con una expresión seria que no veía muy a menudo en ella.

  "?Y? ?Qué viste?" Pregunté, intentando sonar tranquilo mientras el corazón aún me latía con fuerza por el susto que me había dado.

  "Es agua. Por todos lados", dijo, agitando sus brazos para enfatizar el punto.

  "No hay nada más allá que agua. Todo lo que rodea este lugar es como algo interminable".

  La noticia era como un baldazo de agua fría. Por un momento, todas las posibilidades de salir, de explorar, de encontrar algo más, de conocer a más personas, se desvanecieron.

  "Entonces… estamos atrapados", murmuré, asintiendo infinitamente con la cabeza.

  "Bueno, no digas eso. ?Quién sabe? Tal vez haya algo más allá de lo que mis ojos pueden ver desde aquí. Soy peque?a, ?sabes? No tengo una vista tan lejana", trató de animarme, pero su tono no tenía la misma chispa de siempre.

  Seguí asintiendo lentamente, aunque el peso en mi pecho no disminuía. En este mundo no existían los barcos y ni siquiera sabía si tenía la capacidad mental como para construir algo tan complejo y que funcionara. Sin esas posibilidades, las opciones eran limitadas, y la sensación de estar atrapado comenzaba a volverse opresiva.

  Miré a mi alrededor; había un hada frente a mí, había arena, había muchos árboles, había mucha agua y teníamos un volcán en la lejanía. ?Cómo iba a alegrarme de vivir en un lugar como este? ?En una maldita isla! ?Así no voy a poder cumplir el objetivo que quiere Sariah!

  "Mirella, voy a tomarme un peque?o descanso", dije, caminando hacia el árbol más cercano mientras me quitaba la mochila.

  "?Te sientes bien?" Preguntó Mirella al verme sentarme con la espalda contra el tronco.

  "Más o menos. Solo necesito pensar un poco sobre lo que me acabás de decir".

  Ella se recostó a mi izquierda, en lo que era pasto con todavía algo de arena, y apoyó la cabeza sobre el muslo de mi pierna.

  "Yo esperaré tranquilita aquí, sin molestarte".

  "Bueno".

  Mi mirada se fijó en la línea del horizonte, donde el cielo despejado y el agua parecían fundirse en un solo tono azul. Pero no podía concentrarme en eso porque Mirella no quitaba su mirada de mí.

  Sentía sus ojos verdes clavados en mi rostro, como si quisiera leer cada pensamiento que se agitaba en mi cabeza. Apreté un poco los dientes, intentando no devolverle la mirada. Sin embargo, era como si su presencia fuera un imán que jalaba mi atención. Maldición. Me estaba poniendo más nervioso de lo que ya estaba, y no necesitaba más presión en este momento.

  Bueno, será mejor dejar de pensar en la se?orita que tengo a mi lado. Cerraré un momento los ojos.

  Un barco. La idea más obvia, pero también la más complicada. ?Cómo podría construir algo así? Nunca en mi vida había hecho algo ni remotamente parecido. Incluso con magia, sería necesario conocimiento y materiales que quizás ni siquiera existieran en esta isla.

  Algo más peque?o, como una canoa o un velero, no sé si serviría para cruzar un océano que ni siquiera sabemos cuántos kilómetros tiene.

  Y si alguna vez me decidiera por crear algo y salir, no sé siquiera si alguien se animaría a semejante locura. Yo creo que la mayoría preferiría quedarse acá, en este lugar. Tal vez ni siquiera les importaba estar en una isla; su única meta en sus mentes era sobrevivir y cuidar a sus familias.

  El viento soplaba suavemente, y ese sonido me hizo pensar en otra idea.

  ?Y si consigo magia de hielo? Si encontrara a alguien capaz de congelar el agua, podríamos cruzar caminando...

  Rápidamente descarté esa idea. No solo era una locura, sino que no tenía sentido esperar que apareciera alguien así acá. Este lugar estaba aislado y no había indicios de más seres mágicos que la mujer de fuego. Habíamos llegado a este rincón del mundo por alguna razón que todavía no entendía del todo. Bueno, realmente sí la entendía.

  Sariah me puso a nacer en una isla por algo. Esa diosa tenía un objetivo claro cuando me envió a reencarnar. No iba a rendirme solo porque todo parecía estar en mi contra. Si ella me dio una misión, eso significa que debo ser capaz de cumplirla, ?no? Tal vez este era otro desafío para probarme. Hacer algo que nunca antes se había hecho en este mundo: cruzar el océano.

  Un barco, un puente mágico, lo que sea. Podía lograrlo si tenía el tiempo y gente que me ayudara. Sí, iba a demostrarle a ella que no se equivocó al darme esta oportunidad. Sariah no iba a tener la insatisfacción de decirme que había fallado. Me he convertido en alguien que no se rinde fácilmente, menos si tengo a una diosa de mi lado.

  Al abrir los ojos, vi que Mirella seguía ahí, acostada, solo que ahora estaba tocando mi ombligo con un dedo.

  "?Ah, ya despertaste!"

  "Sí. Bueno, en realidad no estaba dormido".

  Abrí un poco la mochila hecha con piel de serpiente que estaba al lado del tronco y saqué una manzana. El sol ahora pegaba más fuerte, y algo fresco me vendría bien para aclarar la mente. Le di un mordisco mientras Mirella seguía jugando con mi ombligo, como si eso fuera lo más interesante del mundo.

  Hoy quería aclarar algo entre ella y yo.

  "Mirella", dije de repente, luego de tragar el primer mordisco.

  Ella levantó un poquito la cabeza de mi muslo y me miró con esos ojos tan verdes que parecían brillar incluso bajo la sombra del árbol.

  "?Sí, Luciano?" Contestó con una sonrisa, pero sus cejas se alzaron con curiosidad.

  Le di otro mordisco a la manzana, masticando lentamente mientras ordenaba mis pensamientos. No podía andar con rodeos; era mejor ir directo al punto. Después de todo, no soy alguien que disfrute andar con vueltas innecesarias.

  "?Por qué siempre preferís estar tan cerca mío?" Pregunté finalmente, se?alándola con la manzana en la mano.

  "O sea, siempre que podés intentás estar pegada a mi piel. Incluso cuando dormimos, no te separás de mí ni un poquito. ?Hay alguna razón para eso?"

  Mirella parpadeó, como si la pregunta la hubiera tomado por sorpresa.

  "?Te molesta?"

  Se inclinó hacia mí, ahora con una sonrisa que claramente buscaba provocarme.

  "Porque si te molesta, puedo... bueno, buscar otro lugar para dormir. Tal vez las colas de Aya sean más cómodas, ?no?"

  Su voz estaba cargada de dramatismo falso, pero sus alas se agitaron nerviosas, rozando un poco mi piel.

  "Contestá primero", insistí, tratando de mantener la seriedad.

  Aunque, siendo sincero, no podía evitar notar lo cerca que estaba ahora. Esa sonrisa suya tenía un encanto especial, uno que siempre lograba desarmarme un poco.

  "Bueno... No sé si hay una razón exacta. Simplemente me siento cómoda contigo. Es... cómo decirlo... tu presencia me hace sentir segura, ?sabes? Además, eres cálido. Literalmente. Cuando estamos juntos, siento que no importa lo que pase, todo va a estar bien".

  "Entonces te sentís cómoda y segura".

  "Sí, eso".

  "Bueno, gracias por responder sinceramente".

  Mirella se me quedó mirando algo desconcertada mientras yo comía, como si esperara algunas palabras más de mi parte.

  "Bueno... ?Nos vamos, entonces?"

  "Termino de comer y seguimos".

  "?A las llamas eternas?"

  Asentí mientras mordía una vez más la manzana.

  "Está bien".

  Al terminar, tiré lo sobrante hacia el bosque y nos pusimos en marcha, ahora caminando al borde de los árboles, por donde daba la sombra.

  Pasaron unas dos horas, más o menos, hasta que la arena blanca y fina se empezó a tornar más oscura, casi negra, mezclada con rocas y guijarros que se calentaban bajo el sol. Los árboles y la vegetación se volvían más escasos, como si incluso la naturaleza evitara acercarse a esa monta?a imponente.

  El sol quemaba con más fuerza en esta parte de la isla, y sentía las gotas de sudor recorriendo mi espalda, empapando la tela rudimentaria de mi ropa. Mirella, sin embargo, parecía completamente despreocupada, flotando a mi lado como si el calor no le afectara en absoluto.

  "?Falta mucho?" Preguntó ella de repente, rompiendo el incómodo silencio que habíamos mantenido desde hace un rato.

  "?No lo ves ahí? Ya estamos cerca", respondí, aunque no estaba del todo seguro.

  "?Ver qué?"

  "?Qué otra cosa va a ser? Las llamas eternas".

  "Ah..."

  ?Me estaba perdiendo de algo?

  Pasaron unos minutos más antes de que notara una abertura en la roca, justo en la base del volcán. Una cueva. Me detuve y se?alé hacia ella.

  "Ahí está. Esa debe ser la entrada de la que me contó Forn".

  Mirella miró hacia donde apuntaba, y por un momento sus ojos se iluminaron con algo que podría haber sido emoción.

  "?Las llamas eternas deben estar ahí!" Exclamó, agitándose en el aire con entusiasmo.

  "Bueno, no es tan así".

  "Tú ya verás..."

  "Uhmm..."

  La cueva se veía vacía, así que avanzamos hacia ella para verla más de cerca. El aire parecía ser un poco más caluroso mientras más nos acercábamos al volcán y había un olor feo que me hacía picar la nariz. Mirella entró primero, flotando con una sonrisa ansiosa, mientras yo la seguía más despacio, con la cautela de alguien que no podía permitirse otra sorpresa desagradable.

  Dentro de la cueva, que no era muy grande, había un leve resplandor de lo que parecían ser brasas apagadas esparcidas por el suelo. ?El minotauro también necesitaba encender fogatas? Bueno, tal vez solo era para iluminar por dentro.

  Mirella se detuvo en el aire y se quedó en silencio.

  "?Esto es...?" Murmuró, girándose hacia mí con una expresión de desconcierto.

  "No, no hay llamas en esta parte", dije, observando el lugar.

  "??Qué es esto?! ?Dónde están las llamas eternas? ?Esto es solo... rocas y suciedad! ?Acaso Aya nos mintió a todos nosotros? ?Ya lo sabía!"

  "Pero es obvio, Mirella. En esta parte no está el fuego. Esta es solo la cueva donde se supone que vive el Rey Demonio".

  Mirella cruzó los brazos y frunció el ce?o, su expresión un contraste total con la emoción que había mostrado antes.

  "Esto está mal. Definitivamente mal. ?Cómo pueden llamar a esto 'llamas eternas'? Ni siquiera hay nada que sea divertido".

  No pude evitar soltar una carcajada.

  "?No me estás escuchando? Te dije un montón de veces que acá no es, es arriba del volcán".

  "?Eh? ?Volcán? ?Qué es eso?"

  "Ah, mirá vos", respondí, arqueando una ceja.

  "Decime una cosa, Mirella. Sabés lo que es una isla, pero... ?No sabés qué es lo que es un volcán?"

  "No".

  Suspiré y me llevé una mano a la frente. Esto ya no tenía sentido.

  "Un volcán es una monta?a como esta y que puede expulsar fuego, humo y roca caliente desde su interior. Básicamente, es lo que contiene las llamas eternas, que es lava".

  "Ah... eso suena aterrador", murmuró, bajando un poco la mirada.

  "Pero, bueno, ?por qué no me lo explicaste antes?"

  "Pensé que ya lo sabías, porque Forn sí lo sabía".

  "Bah... Eso es una tontería".

  "Bueno, ahora no importa. Solo deberíamos salir de este lugar y ya".

  "?Y no voy a ver las llamas eternas, entonces?"

  "No, porque es peligroso y no sabemos si puede volver el tipo este en cualquier momento".

  "?P-Pero las llamas eternas! Dijiste que estaban arriba, ?no? ?Quiero verlas! ?Quiero volar hasta allá y comprobarlo yo misma!"

  "No es no, Mirella. Es peligroso, te lo acabo de decir. No sabemos si el volcán está activo o si hay algo más escondido por ahí. Además, no sé cómo el calor afectaría tu cuerpo ahí arriba".

  Mientras tanto, comencé a salir de la cueva.

  "?Ay, por favor, Luciano! Soy un hada. ?Crees que no puedo manejar un poco de calor? Qué tontería", dijo, siguiéndome muy cerca de mi cabeza.

  "Además... ?Cómo puedes saber todo eso si tú tampoco lo viste? ?Eres un mentiroso!"

  "Es porque... Me lo contó Forn", mentí.

  Ella chasqueó la lengua.

  "Qué tonto ese Forn... Yo soy fuerte, así que no me va a pasar nada. Ya verás.

  ?Vamos, déjame ir!"

  "No se trata de que seas fuerte, Mirella. No quiero que te pase algo por actuar sin pensar. Ahora sigamos nuestro camino".

  "?No, yo quiero ver las llamas eternas!"

  Al salir, la tomé suavemente entre mis manos, tratando de calmarla, pero ella esquivó mi agarre con un rápido aleteo y un giro acrobático.

  "No, no, no. Yo quiero verlas. Además, prometiste que íbamos a ver todos los lugares, ?no? ?Qué clase de aventura es esta si no arriesgamos un poquito?"

  "?Mirella, basta! No es el momento de discutir eso".

  Mi voz salió más seria de lo que pretendía, pero no estaba dispuesto a ceder.

  Ella me miró fijamente, con sus ojos verdes demostrando su desafío, y antes de que pudiera decir algo más, salió disparada hacia arriba.

  "?Mirella!" Grité, poniendo una mano estirada en el aire.

  Comencé a correr tras ella, pero sabía que no podría alcanzarla.

  Desde la base del volcán la vi ascender rápidamente. Era como un punto brillante en contraste con la oscuridad de la roca.

  "?Maldición! Esta hada no tiene sentido común..." Murmuré, viendo cómo desaparecía en la distancia.

  Pasaron unos largos minutos antes de que la viera regresar. Flotaba con una expresión de satisfacción en su rostro, junto con sudor, y una energía casi triunfal en su vuelo.

  "?Lo vi! ?Luciano, lo vi todo!" Gritó, aterrizando frente a mí, que estaba sentado contra el borde de la cueva.

  "?Qué parte de peligroso no entendiste, Mirella? ?Podrías haberte quemado o algo peor! ?Qué te pasa?"

  Ella bajó la mirada, pero su sonrisa no desapareció del todo.

  "Ya, ya... Pero no me pasó nada. Soy más resistente de lo que piensas. Además..."

  Su expresión cambió, y un destello de seriedad apareció en su rostro.

  "Vi algo interesante, Luciano. Había partículas mágicas flotando dentro del hueco. No muchas, pero definitivamente estaban ahí".

  Eso detuvo mi sermón.

  "?Partículas mágicas? ?Estás segura? ?Ahí dentro, en el fuego?"

  "Algo así. Se movían lento, y yo creo que son de las que vienen en las piedras, como las de Forn".

  Mi mente comenzó a trabajar al instante. Si había partículas mágicas en el cráter, eso podía significar muchas cosas. Tal vez ahí estaba encerrada la mujer de fuego. Si eso era cierto, esas partículas podían ser la clave para liberarla... O algo así.

  "Mirella, ?las partículas estaban a los costados o dónde?"

  "Sí, a los costados".

  "Claro... Si fuera en el fuego, obviamente no podrías haberlas visto".

  A pesar de mi preocupación inicial, no pude evitar que una chispa de emoción se encendiera en mi pecho. Sin embargo, eso no quitaba lo irresponsable que había sido Mirella.

  "Bueno, está bien, descubriste algo útil, pero eso no justifica que te arriesgues de esa manera. Si algo te hubiera pasado, ?qué habría hecho yo? Tenés que pensar antes de actuar", dije, levantándome del suelo.

  Ella flotó cerca de mí, con las manos en la espalda y una expresión que mezclaba arrepentimiento con picardía.

  "Lo siento, Luciano. Pero si no me arriesgaba, no habríamos sabido nada. ?No crees que valió la pena un poquito?"

  Suspiré, rascándome la nuca.

  "Tal vez, pero eso no significa que esté bien. La próxima vez, no salgas disparada sin consultarme, ?entendido?"

  "?Pero tú no haces cosas raras a veces?"

  "Bueno yo soy yo y vos sos vos".

  Mirella asintió lentamente, aunque seguía sonriendo.

  "Está bien, entendido. ?Entonces qué hacemos ahora? ?Subimos juntos a investigar más?"

  "??Queeeeeee!? ?Cómo pensás que a mí se me ocurriría subir ahí? ?Además, creo que ni siquiera podría!"

  Comencé a caminar rápido, buscando rodear los árboles para salir por el otro lado de la isla.

  Mirella voló hasta ponerse delante de mí, con los brazos en jarra y bloqueándome el paso. Su peque?o rostro estaba fruncido, y sus mejillas, ligeramente sonrojadas por el esfuerzo y el calor, ahora parecían arder de indignación.

  "?Claro, como siempre! Luciano sabe todo, Luciano decide todo, ?verdad? Y yo soy solo la tontita que vuela y te sigue como una tonta".

  Sus palabras me tomaron por sorpresa. Me quedé quieto, mirándola. ?Por qué se enojaba?

  "?Qué? ?De dónde sacaste eso, Mirella? Nunca dije que fueras tonta".

  "?No necesitas decirlo! Lo das a entender con tu actitud. 'Mirella, no hagas esto. Mirella, no hagas aquello. Mirella, no pienses por tu cuenta porque es peligroso. Mirella, no seas tonta'. ?Uf!"

  Solté un suspiro, sintiendo un ligero dolor de cabeza asomarse.

  "Escuchame, no es que piense que sos tonta. Es que me preocupo por vos. Lo que hiciste allá arriba pudo haber salido mal. No sé cómo explicártelo mejor, pero no quiero que te arriesgues tanto".

  "No sé si eso me convence..." Respondió, mirando hacia otro lado.

  "Dale, vamos a seguir investigando... Hoy creo que vamos a dormir fuera de casa, porque quiero ver si hay más gente viviendo en este lugar".

  "?Pero te parezco una tonta o no?"

  "?Que no!"

  "Bueno, bueno", dijo, moviendo los brazos de un lado al otro.

  "Ya entendí, tranquilo. Solo estaba bromeando... Creo".

  "Bueno, dejemos ese tema ahí. Los dos sabemos bien qué pensamos del otro".

  "Que somos mejores amigos, ?no?"

  "Claro".

  Esa confirmación parecía devolverle la sonrisa.

  "Está bien, entonces voy a seguirte".

  Definitivamente, hoy Mirella estaba más rara de lo normal. ?Serán sus hormonas revolucionándose? No... Ella ya tiene veinte a?os.

  Nos pusimos de vuelta a caminar, esta vez rodeando los pocos árboles y saliendo por el otro lado de la playa.

  Apenas pasaron unos minutos hasta que mis piernas finalmente dijeron basta; tuve que pedirle a Mirella que se metiera al bosque y buscara un lugar que pareciera seguro para descansar un rato.

  Esperándola, se me ocurrió una idea... Todos en la Tierra sabíamos que, al exigir los músculos en ejercicios físicos, se generaban microdesgarros en las fibras musculares. Si bien esa no es la causa inmediata de la fatiga muscular, es posible que el dolor disminuya si el agua mágica devuelve los músculos a la normalidad, y tal vez también disuelva el ácido láctico.

  Y entonces, tomé un poquito de agua de mi cantimplora primitiva.

  El ardor en las piernas seguía ahí, como si cada paso fuese un recordatorio de que había ido más allá de mis límites. Sin embargo, ya no sentía esa fragilidad, como si mis músculos fueran a fallar en cualquier momento. Era extra?o, como si mis piernas fueran fuertes pero cargadas de un peso invisible.

  Por un momento, pensé que podríamos terminar volviendo a casa y seguir investigando ma?ana, pero definitivamente vamos a tener que dormir fuera. No voy a aguantar otra caminata tan larga.

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