home

search

Capítulo 51: Fin del periodo de paz.

  Mirella regresó al cabo de unos minutos, flotando frente a mi cara como si estuviera evaluando mi estado. Su sonrisa había vuelto a su rostro después de verme mal, y parecía animada.

  "?Encontré algo! No es una cueva, pero creo que te va a gustar. Y, además, está cerca, así que no vas a terminar arrastrándote como un animal cansado".

  "Gracias por el cumplido", respondí con sarcasmo mientras me incorporaba lentamente.

  "?Qué encontraste?"

  "Es... raro. Es como un hueco en la roca, lo suficientemente grande para que te acuestes, pero no más. Está elevado, así que nadie puede alcanzarte fácilmente. Además, hay algunas ramas y arbustos cubriendo la entrada. ?Es perfecto para esconderse!"

  "Suena bien. De todas formas, puedo usar mi magia para moldear el lugar".

  Antes de que pudiera dar un paso, Mirella extendió sus dos manos abiertas para frenarme.

  "Dame la mano. No quiero que te pierdas".

  No pude evitar reírme.

  "?En serio? Mirella, estás literalmente brillando con tus partículas mágicas. Podría seguirte hasta con los ojos cerrados".

  "?Solo hazlo!" insistió, inflando las mejillas como una ni?a que no aceptaría un no por respuesta.

  "?Es más divertido así! Además, ?qué tal si te tropiezas y me culpas luego?"

  "?Por qué todo tiene que terminar siendo divertido?" Pregunté, todavía manteniendo una sonrisa en mi rostro.

  "Porque así es mejor".

  "Está bien, pero yo no soy de tropezarme... Solo para que lo sepas".

  "Ya. Ya. Solo dame la mano".

  Extendí mi mano hacia ella. Apenas nuestros dedos se tocaron, sentí la diferencia inmediata. Su mano era peque?a, delicada, pero firme. Aunque me seguía sorprendiendo lo cálida que era. ?Cómo algo peque?o podía tener una presencia tan contundente?

  "?Qué pasa? ?Te sorprende que mi mano sea tan suave?" Preguntó con un tono burlón.

  "No es eso. Es... Nada, vamos", respondí rápidamente, sintiendo un calor extra?o en el pecho.

  No era vergüenza, pero tampoco sabía cómo describirlo.

  Mirella tiró de mí, aunque era evidente que no tenía la fuerza para moverme. Aun así, fingí seguir su 'guía' mientras avanzábamos entre los árboles. Cada tanto, sentía cómo sus dedos se ajustaban ligeramente a los míos, y no podía evitar notar lo frágil que parecía comparada con mi mano más grande que la suya.

  A pesar de eso, la diferencia no era tan grande como lo hubiera sido hace... dos a?os, por poner un número. Ahora ella estaba creciendo y me llegaba hasta las rodillas. No era tan diminuta como antes.

  Lo curioso de esta zona donde estábamos caminando era que los árboles eran un poco más flacos y tenían una tonalidad más grisácea.

  Con respecto al suelo, era un poco seco y predominaban los arbustos de pocas hojas. Algunos eran prácticamente solo ramas.

  "Por aquí, ?cuidado con esa rama!" Me advirtió, y su tono, aunque autoritario, tenía un toque de cari?o.

  Parecía como si estuviera hablando con un ni?o al que debía proteger.

  "Eu... Ya te dije que yo soy cuidadoso".

  "Ya. Ya. Solo te estoy cuidando".

  Finalmente llegamos al lugar luego de caminar un poco en subida. Era justo como lo había descrito: una hendidura horizontal en la roca, lo suficientemente alta como para que no fuera fácil acceder desde abajo. La entrada estaba parcialmente cubierta por ramas secas y arbustos espinosos que la naturaleza había dispuesto como si quisieran proteger el sitio.

  "?Qué te dije? ?No es perfecto?"

  Mirella soltó mi mano para flotar frente a la entrada, apartando algunas ramas con delicadeza. Su brillo iluminó apenas el interior, que era estrecho, pero parecía limpio y seco.

  "Es... bueno, no puedo decir que sea la mejor opción. Sin embargo, y como dije antes, puedo moldearlo a mi gusto".

  "Entonces ven y entra conmigo".

  Me acerqué un poco más, subiendo por el suelo seco y rocoso. Al estar frente al lugar, me arrodillé.

  "La verdad es que tiene su encanto natural. Es como si estuviera hecho específicamente para dormir seguro".

  "?Ves? Yo siempre encuentro buenas cosas".

  "Debo decir que fuiste bastante rápida".

  Suspiré del cansancio, dejando la mochila de piel de serpiente en el suelo mientras evaluaba el peque?o refugio. No era necesario alterar nada con magia; ya era lo suficientemente seguro para pasar este momento de cansancio y luego la noche.

  "Mirella, vamos a quedarnos así como está", le dije mientras sacaba las frutas que llevaba en la mochila.

  Las dejé contra uno de los extremos del lugar y volví a acomodarla, dándole forma con mis manos para usarla como una almohada improvisada. Era dura, pero al menos levantaba un poco mi cabeza del suelo.

  "Bueno, está bien", contestó mientras me miraba recostarme.

  "?Y qué vas a hacer ahora?"

  "Descansar un rato".

  "?En serio? Eso suena aburrido".

  "De todas formas, vos estás acá, ?no? Confío en que vas a vigilar el lugar por mí".

  Mirella pareció inflar el pecho con orgullo ante mi comentario, pero no sin antes a?adir su clásico toque de sarcasmo.

  "Claro, yo, la grandiosa Mirella, la mejor amiga de Luciano. ?Nada me escapa, mi se?or!"

  Eché una carcajada ante su comentario.

  "?Fua! Hace un montón que no te escuchaba decirme así".

  Ella se paró a mi derecha, del lado donde estaba la abertura.

  "Ya puedes dormir. Yo te cuidaré".

  Rodé los ojos con una leve sonrisa.

  "Bueno, se?orita defensora de ni?os, avisame si pasa algo raro. Voy a dormitar un rato para ver si se me pasa el cansancio en las piernas".

  Cerré los ojos mientras sentía el peso del cansancio arrastrarme rápidamente al sue?o. El lugar tenía una extra?a atmósfera pacífica.

  Mirella se quedó rondando cerca, murmurando algo sobre cómo 'siempre le tocaban los trabajos duros'.

  ***

  No sé cuánto tiempo pasó, pero mi tranquilidad se rompió de golpe con un grito agudo.

  "?Te dije que este no es tu lugar, así que salgan ahora mismo!"

  Abrí los ojos de golpe, desorientado. Mirella estaba flotando fuera del refugio, gritando a alguien. Me incorporé rápidamente, intentando deslizarme fuera del hueco para ver qué estaba ocurriendo.

  Delante de Mirella había un hombre petizo y de tez algo morena. Me llamó la atención que fuera bastante delgado; se le notaban bien las costillas. A su lado había un ni?o que no debía tener más de diez a?os. Ambos tenían el cabello negro y desordenado y llevaban ropas inferiores de pieles, similares a las nuestras, pero más gastadas. El hombre seguía gritando mientras el ni?o miraba con una mezcla de timidez y curiosidad.

  "?Este lugar es nuestro!" Gritó el hombre, apuntándonos con un dedo.

  "?No tienen que estar aquí!"

  Mirella, con sus peque?os pu?os apretados, se plantó en el aire frente a él como si su tama?o no importara.

  "?Ah, sí? ?Y cómo sabemos que era tuyo? ?De todos modos, Luciano solo está descansando!"

  "Mirella", la llamé en voz baja, pero ella no me escuchó. O no quiso escucharme.

  "?Ni?a voladora, no me hables así!" El hombre levantó la voz, dando un paso hacia ella.

  Mirella retrocedió un poco, pero no dejó de mirarlo desafiante.

  "Disculpen", interrumpí, levantando las manos en se?al de paz.

  "No sabíamos que este lugar les pertenecía. Nos iremos de inmediato, no queremos problemas".

  El hombre me miró con desdén, como si mis palabras no fueran suficientes para calmar su ira.

  "?Crees que con pedir perdón basta? ?Este es nuestro hogar, lo hemos usado desde hace mucho tiempo! ?Ustedes no tienen respeto!"

  Antes de contestar, intenté mirarlo detenidamente para ver si no lo habíamos visto antes... Parece tener cejas bastante prominentes...

  "De verdad, no fue nuestra intención", insistí, bajando la mirada.

  "No queríamos invadir ni faltarle el respeto a nadie. Solo buscábamos un lugar seguro porque no me sentía bien".

  El ni?o, que hasta ese momento había estado en silencio, finalmente habló con una voz suave.

  "Papá, ya pidieron perdón. Tal vez podamos..."

  "?No, hijo!" interrumpió el hombre.

  "No se trata solo de eso. Si dejamos que cualquiera use nuestro hogar, ?qué será de nosotros?

  ?él se molestaría con nosotros!"

  ?A quién se referirá con 'él'?

  Mirella se puso delante de mí.

  "?Nadie les va a quitar nada! Sólo estábamos descansando, ?por qué hacen tanto drama?"

  "?Cállate, ni?a! ?Si sigues hablando, te voy a atrapar y verás lo que es el drama!"

  Mirella palideció por un instante, pero no se dejó intimidar.

  "?Me encantaría ver cómo lo intentas, tontito!"

  Me interpuse entre ellos rápidamente, alzando una mano hacia Mirella en se?al de que se calmara.

  "Mirella, basta. Nosotros nos vamos, no vale la pena discutir más".

  Luego, miré al hombre.

  "De nuevo, lamento mucho haberles causado molestias. Recogeré mis cosas y nos iremos ahora mismo".

  Sin embargo, él no pareció satisfecho. De hecho, se acercó rápidamente hacia mí y me miró de arriba abajo.

  "Oye... ?No será que tú eres Luciano?"

  "?Y tú no será que eres familia de Fausto?"

  "Bueno, eso no importa ahora, ni?o", comenzó diciendo en voz baja.

  Ahora tenía un tono de voz como esos estafadores que quieren negociar en secreto algo turbio.

  "Lo importante es otra cosa..."

  "?Otra cosa?"

  él me miró con los ojos entrecerrados.

  "Ya sabes... El Rey Demonio".

  Esas dos palabras hicieron dar la vuelta a la situación.

  Lo tomé por los hombros y lo miré mucho más serio que antes.

  "??Vos también lo conocés!? ?Necesito que me digás todo lo que sepas sobre él!

  Y no-no te preocupes, nosotros nos estamos encargando de buscar una forma de derrotarlo".

  El hombre soltó una carcajada amarga, como si lo que acabara de decir fuera la broma más ridícula que hubiera escuchado en a?os. Se llevó las manos a las caderas y me miró de nuevo con un gesto despectivo.

  "?Derrotarlo? ?Por favor! ?Tú no entiendes nada, ni?o! El Rey Demonio no es alguien a quien puedas derrotar. él es quien nos salvó de morir de hambre. Gracias a él, mi hijo y yo podemos vivir sin tener que preocuparnos nunca más por conseguir comida. ?Eso es algo que tú nunca podrías entender!"

  Mi rostro se tensó al escucharlo. No podía creer lo que estaba diciendo. El malvado minotauro nunca podría haberle salvado la vida a nadie. Este hombre me estaba mintiendo o se estaba burlando de mí.

  "?Te escuchás a vos mismo? ?Agradecés a un ser que probablemente te manipuló para su propio beneficio? ?Qué clase de padre sos para meter a tu hijo en un trato con un ser tan maligno?"

  A todo esto, Mirella estaba a mi lado, como esperando el momento exacto para estallar en ira. Por lo pronto, me estaba dejando hablar a mí.

  El hombre dio un paso más hacia mí, con los dientes apretados y yo retrocedí. Su rostro se contorsionaba en una mueca de rabia.

  "?Cállate, idiota! Tú no sabes nada de nuestras vidas ni de lo que hemos pasado. No puedes juzgarme. ?Tú eres solo un ni?o que juega a ser un adulto!"

  ?Acaso le habían lanzado una maldición?

  "?Eso te decís para dormir tranquilo? ?Que sacrificaste tu... tu libertad y la de tu hijo para depender de un monstruo? No te voy a juzgar por querer sobrevivir, pero hacer un trato con alguien que solo causa sufrimiento a los demás... ?Eso no tiene justificación!"

  El hombre estalló en furia. Definitivamente, no era alguien normal.

  "?Basta!" Gritó.

  En un movimiento rápido, arrancó una rama corta de un árbol y me apuntó con ella.

  "?Debería entregarte al Rey Demonio! Quizá entonces tenga aún más favores para mí".

  "?No entendés nada! ?Ese tipo tiene un problema mental! ?Nunca aceptaría que vos hagas algo como eso!"

  "?Tú eres el que no entiende nada!"

  If you stumble upon this narrative on Amazon, it's taken without the author's consent. Report it.

  "??Qué!? ?El Rey Demonio es alguien que ni siquiera debería existir en este mundo!"

  Esa frase pareció ser la gota que colmó el vaso. A través de su barba desordenada pude ver cómo frunció el labio inferior hacia abajo, dejando ver cómo apretaba los dientes con furia. Luego de eso, empezó a correr hacia mí, con su rama delante.

  Antes de que pudiera reaccionar de nuevo, un rayo de luz cegador cruzó el aire delante de mí a una velocidad vertiginosa. Mirella, que había permanecido flotando en alerta todo el tiempo, había extendido sus peque?as manos y disparado un haz de luz directo hacia el hombre.

  El impacto fue brutal. Su grito de dolor desgarró su garganta mientras su mano izquierda explotaba en un amasijo de carne y sangre. Cayó al suelo de rodillas, sujetándose el mu?ón con desesperación.

  "??Aaahhh!! ??Mi mano!! ?Maldita ni?a, mira lo que me hiciste! ?Aghhhhhh!"

  Mirella, con los ojos entrecerrados y una expresión más fría de lo que jamás le había visto, bajó lentamente sus manos mientras flotaba hacia él. "Te advertí que no te metieras con nosotros, pero parece que no sabes escuchar. Nadie intenta lastimar a Luciano mientras yo esté a su lado".

  El ni?o gritó de pánico y corrió hacia su padre, abrazándolo mientras lágrimas corrían por sus mejillas.

  "?Papá! ?Papá, estás herido!"

  Yo, por mi parte, me quedé paralizado en el lugar. Aunque no porque fuera un cobarde, ni mucho menos, sino que sucedieron demasiadas cosas absurdas en muy poco tiempo.

  La escena frente a mí parecía un cuadro salido de una pesadilla: el hombre retorciéndose en el suelo, gritando por su mano perdida, mientras el ni?o lloraba desesperado, abrazándolo sin tener una mínima idea de qué hacer para ayudarle. El aire parecía oler a naturaleza y sangre, y el sonido de los gritos perforaba mis oídos. Mi mirada se posó en Mirella, flotando frente al se?or con una expresión demasiado seria, como si acabara de completar un deber que para ella era obligatorio.

  Algo dentro de mí se sentía profundamente incómodo, como si un hilo invisible me estrujara el pecho. Otra vez. Otra vez Mirella había usado la violencia para defenderme. Sí, el hombre había amenazado con entregarme al Rey Demonio... Ni siquiera tenía sentido todo eso que dijo... ?Por qué me entregaría? Si el mismo minotauro me dijo que me esperaría para tener un combate.

  Es que nada tenía sentido, maldición... ?Qué acababa de pasar? Yo solo quería tener un feliz cumplea?os junto a Mirella y disfrutar de un día cálido explorando el lugar que nos rodea.

  Mi mente se debatía en un torbellino de emociones contradictorias. Mirella me protegió, eso no estaba en discusión. Lo había hecho con esa lealtad que había demostrado desde el primer día, sin medir las consecuencias. Y eso era justo lo que me incomodaba en cierta parte. Había algo profundamente perturbador en esa mirada suya, tan seria, tan carente de compasión en ese instante. ?Era así como las cosas debían ser?

  Definitivamente, no tengo la respuesta correcta para esa pregunta. Ni siquiera sé si la hay, pero lo que sí tengo claro es que esto que sucedió fue en defensa propia. Y es por eso que terminaré apoyando su decisión.

  "?Mi mano! ?Mi mano...! ?Aghhhh!"

  Miré al hombre una vez más. El dolor lo hacía llorar y maldecir, pero sus palabras ya no tenían la fuerza inicial. Su hijo, por otro lado, seguía completamente sumido en el pánico, ahora intentando detener la hemorragia con sus peque?as manos, inútiles contra el flujo de sangre. Mi mirada pasó de ellos a la cantimplora en mi cintura. El agua mágica.

  Esa agua podría salvarle la vida. Pero, ?quería salvarlo? Este hombre estaba del lado del mal, del Rey Demonio. Hasta había intentado hacerme da?o. ?Por qué debería salvar a alguien así? ?Por qué deberíamos tener entre nosotros a alguien que podía asesinarnos si teníamos pensamientos opuestos?

  Mi mandíbula se tensó mientras mi mente seguía dando vueltas a pesar de que la situación era crítica. Porque esto no se trataba de él. Se trataba de mí. ?Qué clase de persona quiero ser en este mundo? ?Qué clase de mensaje quiero transmitirles a los demás? Si combato el mal con más mal, ?en qué me convierto entonces?

  "Pero Luciano, aceptaste pelear a muerte con otro ser vivo. ?Acaso eso no es combatir el mal con más mal?" Podría pensar cualquiera si le cuento mi situación actual... Eso es diferente, eso lo hago porque esa bestia tiene la capacidad de hacer el mal a otro tipo de escala.

  En cambio, este tipo, el que tengo frente a mí, es algo insignificante en comparación con el minotauro. No se le acerca en ningún aspecto, y es por eso que no debo tomarlo al mismo nivel.

  Mirella seguía flotando, impasible, pero podía sentir que me observaba de reojo, esperando alguna reacción de mi parte. Su rostro serio no encajaba con la Mirella que conocía, siempre risue?a y juguetona. Sin embargo, no podía culparla. Ella había hecho lo que creía necesario para protegerme, y eso... eso me dolía más de lo que debería.

  Era hora de tomar una decisión.

  Me arrodillé frente al hombre, que parecía que en cualquier momento iba a desmayarse; ya estaba muy pálido.

  "?Qué... qué vas a... hacer?" Preguntó con la voz entrecortada, tratando de retroceder con sus pies desnudos mientras aún se aferraba al mu?ón sangrante.

  "Salvarte, aunque piense que no te lo merezcas del todo", respondí mientras despegaba la cantimplora de mi ropa usando magia.

  "Porque no soy como vos. No voy a dejar que tu hijo pierda a su padre, incluso si eso significa ayudar a alguien que intentó hacerme da?o por culpa de una discusión que yo traté de evitar desde el comienzo".

  Sin esperar una respuesta, abrí la cantimplora y dejé que un poco de agua mágica cayera sobre su boca. A pesar de que se atragantó, el efecto fue inmediato: el sangrado se detuvo y la carne comenzó a cerrarse, formando una cicatriz del color de la sangre. El hombre jadeó, sorprendido, mientras su hijo miraba con los ojos abiertos de par en par.

  "Papá... estás... bien", susurró el ni?o, abrazándolo con fuerza.

  Me levanté, alejándome unos pasos mientras cerraba la cantimplora. No quería escuchar agradecimientos, porque no los necesitaba ni los esperaba. Esto no lo hice por él, sino por mí. Porque si quería vencer al mal, tenía que hacerlo haciendo el bien, siendo mejor que los demás. Al menos cuando las circunstancias lo permitieran.

  El hombre me miró, claramente confundido, como si no pudiera comprender por qué lo había ayudado después de todo lo que había dicho y hecho.

  "No lo olvides", dije, levantando mi dedo índice en el aire.

  "El Rey Demonio no es tu salvador por hacerte un favor que ni siquiera debes entender. Algún día lo enfrentaré, y cuando lo haga, será para liberar a todos los que están a mi alrededor, incluyéndote a vos y a tu hijo".

  Sin esperar una respuesta, me di la vuelta y caminé hacia donde hace un rato estaba durmiendo. Coloqué las frutas en la mochila y me la puse mientras caminaba hacia el lado contrario a ellos.

  Noté que Mirella me siguió, porque había un zumbido incesante al lado de mi cabeza.

  "Luciano, ?adónde vamos?"

  "Creo que a casa".

  "?Pero no estabas cansado?"

  "Ya... Ya se me pasó".

  Pasaron unos segundos, en los que yo caminaba sin rumbo, hasta que Mirella volvió a hablar.

  "?Estás enojado?"

  "Con vos no".

  "Ya veo..."

  "Hice lo que sentí que era correcto. Y creo que, al menos por ahora, eso es suficiente para aliviar mi mente".

  Mirella zumbaba cerca, evitando no romper de nuevo el silencio demasiado pronto. De vez en cuando podía sentirla detenerse a mirar alguna flor que se cruzaba en nuestro camino. Era como si quisiera darle ligereza a mi humor, pero al mismo tiempo no deseaba invadir demasiado.

  Fue entonces cuando mis ojos captaron algo inusual entre los arbustos. Un peque?o racimo de lo que parecían ser bayas verdes colgaba bajo unas hojas amplias. Me detuve de golpe, inclinándome para observarlas más de cerca. Bayas verdes. Nunca había visto algo como eso en esta región. ?Realmente eran bayas?

  Estiré la mano, algo curioso, y tomé una de las cosas verdes y redondas. Era más dura de lo que esperaba. Al presionarla con los dedos, estalló con un sonido suave, dejando escapar un jugo denso que me manchó la palma. El líquido tenía el mismo color que en su exterior. Lo observé detenidamente, girando la mano para ver cómo brillaba a la luz que se filtraba entre los árboles.

  "?Espera!"

  La voz de Mirella me sobresaltó y la vi volando rápidamente frente a mí.

  "?Qué es eso?"

  "No lo sé".

  Me encogí de hombros mientras limpiaba la palma de mi mano contra mi otra mano.

  "Parece una versión extra?a de las bayas normales de por acá. Nunca las había visto en verde y nadie me había contado de ellas".

  Mirella dio un par de vueltas alrededor del arbusto, como si tratara de analizarlo desde todos los ángulos.

  "?Crees que serán comestibles? Porque las otras..."

  "No tengo ni idea, y tampoco tengo ganas de probarlas".

  "?Quieres que las pruebe por ti?"

  "No, gracias".

  Con cuidado, me saqué la mochila de la espalda y comencé a recoger las bayas una a una, poniéndolas allí. Eran sorprendentemente numerosas, escondidas entre las hojas más bajas. Mirella me miraba con las manos en la cintura, claramente dudando de mi decisión, pero no dijo nada. Una vez que tomé unas veinte, comencé a caminar de nuevo.

  "?Por qué te estás llevando tantas?"

  "Porque puedo plantarlas y también puedo pintar cosas con su jugo".

  "?Ah! Como lo hace Lucía".

  "Sí, más o menos".

  Lo cierto era que se me había ocurrido comenzar a hacer ropa con el pelaje de Aya, y este verde me gustaba para intentar tintarlas.

  Mirella asintió lentamente, aunque no parecía del todo convencida. Luego, se?aló hacia adelante de mí con uno de sus brazos.

  "Muy bien, se?or recolector de bayas raras, déjame ayudarte a encontrar el camino a casa. Con tanto caminar sin rumbo, seguro ya te perdiste".

  "?Perderme? Claro que no. Solo estoy explorando..."

  Ella soltó una risita burlona, flotando más alto y alzando la barbilla como si tuviera toda la autoridad del mundo.

  "Explorar, sí, claro. Bueno, no quiero romperte la ilusión, pero estamos yendo hacia el lado equivocado".

  "Tendré que seguirte, entonces".

  ***

  Tres días después de mi fatídico décimo cumplea?os en este mundo, decidí que era hora de actuar antes de arrepentirnos por no haber atacado primero.

  Esta decisión viene también de parte de algo que pensé anoche: debo terminar de hacerme el líder de las personas que me rodean. Ya no quiero volver a pasar por una situación similar a la que tuve que vivir hace poco junto a Mirella. Ya no quiero que la gente sufra más, y es por eso que las estoy guiando hacia el camino del bien. Por ese mismo motivo es que me estoy preparando para partir hacia la batalla.

  Ahora mismo es por la tarde, y me encuentro sentado en una silla en mi habitación junto a Lucía. Todos los demás han salido a recolectar la mayor cantidad posible de comida, ya que les avisé que ma?ana les hablaré sobre algo muy importante que deben saber.

  Mirella también me ha estado ayudando a avisar a todas las personas que conocemos que vengan por la ma?ana a visitarnos. Ahí es cuando les explicaré la situación en detalle y del peligro que estamos por enfrentar.

  Bueno, la cuestión es que mi mamá estaba tallando por su propia cuenta una cruz peque?a de madera para regalársela a Aya y que yo se la pusiera, como dije, en la cadena. La idea era buena, pero realmente no sabía si iba a quedar muy bien la combinación de madera con oro.

  Por mi parte, acababa de terminar de crear algo que había estado pensando hace un tiempo: ropa nueva.

  Miré la remera que acababa de crear. El tejido era suave, casi esponjoso al tacto, con un verde manzana que resaltaba bajo la luz que entraba por la ventana. Me sentía un poco orgulloso, no lo voy a negar. Después de tanto tiempo, había ideado crear algo que nos sirviera en el día a día. Ahora, solo faltaba ver si a alguien más le parecía tan buena idea como a mí.

  "?Qué estás haciendo, Lucianito?" Me preguntó ella, usando ese tono despreocupado que solo ella podía emplear.

  "Pero si ya te lo dije, es ropa para mí".

  Extendí la remera frente a mí. También levanté la bermuda que había hecho como complemento.

  "?Quedó bien? ?Qué te parece?"

  Parecía haberse emocionado, dejando en el suelo la madera para examinar con detenimiento lo que tenía en las manos. Se inclinó hacia adelante, tocando el tejido con sus dedos peque?os.

  "Sí, quedó linda. Muy linda.

  Hace rato que tendrías que haber hecho algo así".

  "Sí, puede ser", respondí, poniendo la ropa sobre mi regazo.

  "Pero pienso que es un buen momento para hacerlo, porque viene acompa?ado de un cambio para todos. Ya lo verás".

  "Es sobre eso que nos dijiste a todos, ?no? Lo de que estamos viviendo en una isla... No creo que te vayas a quedar de brazos cruzados".

  "?Exactamente!"

  Me levanté y puse las dos prendas sobre mi cama.

  "Después de lo del Rey Demonio, voy a buscar la manera de irnos a la mierda de acá. No sé cuánta gente nos acompa?ará en esa locura, pero definitivamente lo voy a lograr, sea como sea".

  "Obvio que yo voy a estar ahí".

  "Sí, obvio".

  Me senté en mi cama.

  "Bueno, mami, date vuelta ahora. Me voy a cambiar para probarme esta ropa".

  "Bueno. Mientras tanto, voy a ir terminando esto", contestó y obedeció, dándose la vuelta y mirando hacia la puerta.

  De vuelta se puso con su peque?o cuchillo a quitarle las imperfecciones a la cruz. Después se encargará ella de limpiarme la pieza, supongo.

  Me quité la prenda primitiva inferior con rapidez, dejando que cayera al suelo. Me puse la nueva bermuda, ajustándola a mi cintura con algo de esfuerzo. Apenas me la subí, sentí que estaba más apretada de lo que había calculado. La tela no cedía demasiado y, para mi incomodidad, se notaba un poco el bulto. No había tenido en cuenta que, al no llevar ropa interior, esto podía pasar. Esto no era como la falda.

  "Perfecto... qué incómodo", murmuré para mí mismo.

  "?Dijiste algo?"

  "Nada. Nada", respondí rápidamente.

  Extendí la mano, concentrándome, y usé un poco de magia para aflojar ligeramente la tela. La sensación mejoró enseguida, y la bermuda se veía un poco más holgada, sin causarme molestias.

  Agarré la remera y me la pasé por la cabeza. La tela era increíblemente suave contra mi piel, y el color verde combinaba bastante bien con la bermuda. Me miré un poco el cuerpo y sonreí. Era un cambio radical en comparación con las pieles toscas que usábamos hasta ahora.

  Y, siendo sincero, no me hacían dar mucho calor. Había creado una buena tela perfecta para estos climas calurosos.

  "?Ya terminaste? Me estoy aburriendo".

  "?Pero no estás haciendo el dije?"

  "Las ni?as suelen aburrirse rápido, ?sabes?"

  Solté un suspiro largo. A pesar de ya tener cinco a?os en este mundo, a ella le gustaba fingir en todo momento que era una simple ni?ita.

  "Bueno, ya podés ver".

  Lucía se dio vuelta con rapidez y me miró de arriba abajo. Sus ojos se iluminaron y una sonrisa amplia se dibujó en su rostro.

  "?Ohhhhh! ?Pero qué ni?o tan guaaaaapoooo!"

  "Tampoco es para que exageres".

  Lucía no tardó ni dos segundos en acercarse corriendo, como si no pudiera contener su entusiasmo. Se inclinó hacia mí, acercando su peque?a nariz a una de las mangas de la remera.

  "?Eh, eh! ?Qué hacés?" Pregunté, dando un paso atrás por reflejo, pero ella fue más rápida y continuó olfateando como si estuviera inspeccionando algo importante.

  "Huele raro... ?Es...? ?Sí, huele a frutas!" Exclamó entre risitas, llevándose una mano a la boca como si acabara de descubrir un gran secreto.

  "Sí, es verdad, tiene un poco de olor todavía", admití, rascándome la nuca.

  "Voy a lavarlas dentro de un rato, lo prometo. Es que no me di cuenta de que la tela se iba a quedar con ese aroma".

  "Ya veo..."

  "Bueno, ahora me la voy a sacar, porque además está medio pegajosa".

  Lucía ladeó la cabeza y me miró con una expresión pícara que no presagiaba nada bueno.

  "No será que te gusta tener a Aya por todo el cuerpo, ?no?"

  "??Qué decís?! ?No tiene nada que ver con eso!" Respondí, llevándome las manos al pecho, como si así pudiera defenderme de su burla.

  "El pelaje de Aya, ?eh!"

  Lucía se cruzó de brazos y adoptó una pose pensativa, como si estuviera resolviendo un caso detectivesco.

  "?Sabés que no se puede usar a tus amigas como si fueran fábricas de tejidos, verdad? ?Es explotación mágica, Luciano!"

  "Qué tontería..." Dije mientras me volvía a sentar en la silla de madera.

  "Ahora me voy a cortar el pelo, y vos me vas a ayudar".

  "?Eso es explotación infantil!"

  "?Ja! Ya ni te salen las bromas. Lo único que tenés que hacer es decirme si me estoy cortando bien y cómo me va quedando".

  "Está bien. Está bien", cedió, dejando la cruz en la cama.

  "El cabello es una parte importante para cualquier persona, así que hay que tomarlo con la seriedad que se merece".

  En mi anterior vida, recuerdo que cortarme el pelo era algo que no me gustaba; tenía que ir a la peluquería, pagar dinero, rogar porque quedara bien y demás. Pero ahora estaba acá, en otro mundo, a punto de usar magia para tocar un cabello que solo había sido mínimamente cortado en diez a?os.

  En mi mente lo visualizaba: algo con degradé a los lados, con un poco de volumen arriba. Como esos cortes que usaban los actores facheros o la gente con pelo lacio.

  "?Y bien? ?Por dónde vas a empezar?"

  "Voy a hacer un degradado. Algo que me haga ver más... ?Cómo decirlo? Más moderno".

  "Debo decirte que el pelo largo no te quedaba nada mal".

  "A todo esto, ?podrías fijarte si mis dos pelos rojos están en la parte superior y no a los costados?"

  "Sí, claro", respondió y comenzó a revolver sus dedos entre mis mechones.

  "Están bastante arriba, así que no vas a tener problema".

  "Perfecto".

  Cerré los ojos para concentrarme mejor.

  Cuando deslicé la mano derecha por el costado derecho de mi cabeza, sentí cómo la magia eliminaba el exceso de pelo con precisión, dejándolo más corto. Luego seguí por el otro.

  Terminé de perfeccionar los últimos detalles en la nuca y, con un movimiento final, eliminé a medida todo el pelo sobrante de arriba.

  Me pasé la mano por la cabeza, echando el pelo hacia atrás. Todo se sentía diferente ahora. Era más cómodo así.

  "?Y? ?Cómo quedó?" Pregunté.

  "Espectacular", respondió, aplaudiendo.

  "Parecés salido de la portada de una revista".

  "Eso siempre dicen las madres".

  Mientras recogía los mechones caídos y me ponía a ordenar, no pude evitar sonreír. Lucía tenía esa habilidad de hacer que incluso los momentos más simples se sintieran especiales.

  De pronto, se comenzaron a escuchar murmullos fuera. Ya habían llegado... Eso era un recordatorio de que dentro de unas horas iba a estar revelándoles a todos mi plan de matar al Rey Demonio.

  Se acabó el periodo de paz. Ahora me toca poner la cara para defender a los nuestros.

Recommended Popular Novels