Recién acabo de despertarme luego de dormir junto a Mirella por no sé cuánto tiempo. Se ve que durante ese transcurso en el que estuve dormido, a nuestro lado se sumaron las gemelas, Lucía y Aya.
Lucía era la que estaba más cerca de mí. De hecho, choqué sin querer mi brazo contra ella al despabilarme.
"?Te sientes un poco mejor?"
"No sé... ?Dónde están los demás? ?En la sala principal?"
"Sí. Dijeron que iban a rezarle a Adán o algo así. Están junto a la lápida que hiciste".
"Ah..."
Vi hacia mi otro costado; Mirella seguía durmiendo, Aya también y las gemelas estaban sentadas, mirando al infinito y con los ojos algo rojos.
"?Ustedes no rezan?"
Samira fue la única que me miró, porque Suminia apoyó la frente contra sus rodillas, ocultando su rostro.
"No tenemos ganas de hacer nada".
"Ya veo... Yo tampoco, pero tengo que seguir adelante para poder salir de este maldito lugar y que no muera nadie más".
Samira no respondió, simplemente cerró los ojos y dejó escapar una lágrima.
Toqué suavemente con un dedo el cuerpo de Mirella.
"Mirella, ?querés acompa?arnos a ver cómo está todo afuera?"
Ella apenas se giró hacia mí, pero no abrió los ojos.
"Ah... Sí... Sí..."
"?Querés que te acompa?e yo?" Preguntó mi mamá al ver que Mirella no abría los ojos.
"Puede ser... Aunque si no vamos con Mirella, no veríamos nada porque no vamos a tener luz".
Antes de que pudiera volver a hablarle a Mirella, Samira me interrumpió. Su mentón estaba apoyado sobre sus rodillas.
"Luciano, ?cómo haces para ser tan fuerte?"
"?A qué te referís?"
"A que siempre estás intentando mejorar o hacer cosas nuevas, y que siempre estás luchando contra la gente mala. ?Cómo haces para siempre seguir a pesar de que salgan mal las cosas?"
?Cómo podría responder a eso sin mentirle? ?Sin decirle que fui mandado acá con un objetivo tan grande que me empuja a tener que seguir adelante?
"Supongo que es porque tengo la magia, y eso me hace poder y querer protegerlos a todos ustedes".
"?Y tú sabes qué fue todo eso que pasó fuera? ?Por qué le pasó eso al volcán?"
"Yo también estoy perdido con ese tema, porque no sé por qué sucedió justo ahora, justo después de vencer al Rey Demonio. Solo sé que lo que sucedió se llama erupción, y que sale lava desde dentro del volcán hacia fuera".
"?Y qué vamos a hacer ahora?"
"Estoy en eso, Sami".
Está bien".
Ella ocultó su cara apoyando la frente contra sus rodillas, adoptando la misma postura en la que estaba su hermana.
"Gracias por todo..." Escuché que murmuró.
Volví a tocar suavemente el hombro de Mirella.
"Mirella, ?podrías ponerme una bola de luz que me acompa?e?"
"Ah... Sí... Sí..."
Dormida y sin todavía abrir los ojos, levantó una sola mano y una bola de luz no muy grande apareció hasta llegar arriba de mi cabeza.
"Gracias", respondí, levantándome del suelo.
No respondió nada, solo se dio la vuelta y siguió durmiendo.
Estiré las manos hacia Lucía para ayudarla a levantarse y luego me acerqué a las gemelas, viendo cómo a su lado Aya estaba durmiendo sentada contra la pared.
Ellas no se movían demasiado, solo estaban ahí, atrapadas en su propio dolor. Me arrodillé frente a ellas y, sin decir nada, las envolví con mis brazos, atrayéndolas a mí. Samira se dejó caer contra mi hombro sin oponer resistencia, mientras que Suminia, aunque más rígida, tampoco se apartó.
Pude sentir cómo las dos temblaban ligeramente, con sus respiraciones entrecortadas, cargadas de emociones contenidas. Por un momento, se sentía como estar abrazando a la misma persona por doble.
Suspiré, apoyando la barbilla sobre sus cabezas.
"No voy a decirles que lo superen de inmediato, porque sé que eso es imposible ahora. Tampoco voy a decirles que dejen de pensar en ella, porque siempre estará en nuestros corazones… pero sí quiero que sepan algo: vamos a seguir adelante cueste lo que cueste. Vamos a vivir, aunque duela. Porque eso es lo que Anya querría, ?verdad?"
Samira asintió débilmente contra mi pecho, sin levantar la cara. Suminia tardó más, pero finalmente, dejó escapar un peque?o suspiro y movió la cabeza apenas, refregándose un poco contra mi ropa.
"Juro que no voy a dejar que esto nos derrumbe como familia. No importa lo que venga, lo que pase… siempre vamos a encontrar la forma de seguir adelante".
Samira hizo un ruido ahogado, como si estuviera conteniendo el llanto, y escondió más la cara contra mí.
"Gracias…" Murmuró de nuevo.
"Siempre estaremos a tu lado y al lado de tu familia".
"Gracias por decir eso".
Me quedé un rato más abrazándolas, dándoles ese poco de calor que podía ofrecerles, hasta que sentí que ya era momento de irme. Les di un suave apretón a ambas antes de soltarlas y levantarme.
Pero justo en ese momento, una de ellas me tomó de la mano con fuerza, frenándome. Al darme la vuelta, pude ver que era Suminia.
"No vas a..."
Parecía estar dudando de si hablar o no. No hizo contacto visual conmigo.
"No vas a hacer nada tonto, ?verdad?"
Incliné un poco el cuerpo hacia ella, haciendo que me vea de frente.
"Solo voy a hacer lo necesario para que todos sigamos viviendo y no sufrir más".
Ella soltó mi mano de inmediato.
"E-Está bien..."
Supe que no debía decir nada más, y tampoco ella querría, así que me fui de la habitación de piedra.
Lucía se acercó a mí en silencio y juntos salimos de la habitación, seguidos por la luz flotante que Mirella había creado para mí.
Cuando llegamos a la sala principal, la escena que vi me pegó bastante fuerte. Todos estaban ahí, algunos cuantos reunidos alrededor de la lápida de Anya, con la cabeza baja. Algunos se ve que murmuraban oraciones en voz baja; otros solo miraban el suelo, supongo que atrapados en sus pensamientos.
Pero mi mirada se detuvo en un rincón al fondo a la derecha.
Tarún estaba acurrucado en el suelo, con el rostro enterrado entre sus brazos, igualito a como yo estaba hace un rato. Sus hombros temblaban ligeramente, aunque no hacía ruido alguno. A su lado, Tariq tenía una mano sobre su espalda, intentando consolarlo, pero se notaba que no sabía qué hacer. Rin y Rundia también estaban allí, con expresiones sombrías, pero parecían estar hablándole.
No me acerqué. No era el momento. No era el lugar. Tampoco quería hacerlo.
Aproveché para ver que la mayoría de bandejas estaban vacías y seguí caminando con Lucía, alejándonos de todos.
"Sigamos, mami".
"Sí..."
El comienzo de la cueva estaba en penumbra, apenas iluminado por la esfera de luz. La roca húmeda del suelo reflejaba el brillo tenue, dándole un aire extra?o y melancólico al lugar.
Lo cierto era que a cada paso que dábamos, el aire se sentía un poco más húmedo. Debe ser que el agua está siendo absorbida por la tierra.
Por lo pronto, yo aproveché para recargar mi cantimplora con la poca agua que había quedado estancada en el suelo.
Lucía caminaba a mi lado en silencio.
"Te ves más serio que antes…" Murmuró, mirándome de reojo mientras se acomodaba un poco su prenda superior.
"Porque estoy pensando en algo que no te conté todavía", respondí, sin girar hacia ella.
"?Algo que todavía no me contaste?"
"?Viste que yo siempre te cuento todo a vos?"
"Sí... ?Me estuviste ocultando algo? No deberías ocultarle cosas a mamá".
Me detuve, tomé aire y, sin decir nada, pasé una mano por mi cabello y tiré suavemente de un mechón.
Los cabellos se desprendieron con una facilidad absurda, cayendo en peque?os hilos sobre mi palma.
Ella se quedó mirando en silencio; sus ojos oscuros y sorprendidos brillando a la luz de la esfera.
"Estoy maldito", dije finalmente.
Ella frunció el ce?o.
"No digas esas cosas, hijo. ?Por qué estarías maldito? ?Acaso hay brujas en este mundo y yo no las vi?"
Levanté la mano, dejándole ver los cabellos caídos.
"Es en serio. Fue la magia del Rey Demonio que me maldijo antes de morir. Lo único que no sabemos es por qué eligió esta maldición.
Y no se me cae solo el de la cabeza, sino que cualquier tipo de pelo del cuerpo".
Lucía tomó los cabellos con delicadeza, intercalando la mirada entre su palma y mi cabeza.
"?Pero entonces usá tu magia para pegártelos de nuevo!"
Hasta ahora no había probado a hacer eso porque estaba realmente seguro de que no funcionaría, pero por probar no perdemos nada...
"A ver, dámelos".
Ella obedeció de inmediato, y yo me llevé esos pelos a un costado de la cabeza, justo donde me había hecho el degradé y donde ahora ya no había nada de pelo.
Uní las puntas a mi cuero cabelludo, y claramente no funcionó. Había algo que parecía impedirles unirse a mi cuerpo, cayéndose a los segundos y sin que yo los tocara.
"No hay solución, solo queda esperar y ver qué pasa".
"?Cómo que 'esperar'?" Su tono cambió por completo.
Ahora tenía los labios tensos y los ojos bien abiertos, como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar.
"?No podemos simplemente esperar! ?Se te está cayendo el pelo, Luciano! ?Eso no es normal!"
"Obvio que ya sé que no es normal".
De repente, se acercó y me tocó bruscamente una de mis cejas. Luego se miró el dedo.
"?Mirá! ?Las cejas también!"
Me encogí de hombros.
"?Y qué querés que haga? No encontré una forma de revertir la maldición con magia, y no tengo idea de cómo funciona. Ni siquiera Forn, que uno pensaría que sabe bastante de esto, supo decirme una solución".
Lucía apretó los dientes y se agarró la cabeza con ambas manos.
"?No podés estar tan tranquilo con esto! ?No podés!"
"No estoy tranquilo, de verdad. Solo que no puedo seguir poniéndome nervioso o frenar mis cosas por algo que sé que no le voy a encontrar la vuelta".
"?Qué estupidez todo esto!"
No respondí. Sabía que estaba asustada, pero yo también lo estaba. No me gustaba admitirlo tanto, ya que el hecho de que mi magia no funcionara con esto me hacía sentir vulnerable. En otro momento me habría reído de la idea de quedarme calvo tan joven, pero ahora era diferente. No era un simple problema estético, sino algo impuesto por el Rey Demonio antes de morir, y eso me daba mala espina.
"Una pregunta: ?todavía tengo los dos pelos rojos?"
"Sí..."
"Bueno, gracias".
Con Lucía resoplando de frustración detrás de mí, seguimos avanzando por la cueva.
"Te haré un sombrero de hojas. No pienso dejar que te vean así", dijo de repente.
"Gracias..." Respondí, mirando mi falta de u?as en los pies.
"Yo creo que una vez que se caiga todo va a volver a crecer. Esa es mi teoría".
"?Como si se hubiera cumplido la maldición?"
"Algo así".
"Mientras no te agarre otra cosa aparte de eso..."
"Esperemos que no".
"No te olvides de rezarle a Sariah".
"Lo hago todas las noches".
Tras varios minutos de caminata, finalmente llegamos a la salida… o lo que antes era la salida de la cueva.
Todavía estaba esa enorme pared de piedra que sellaba el camino, sólida y sin la más mínima grieta por donde se pudiera asomar la luz del exterior.
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"Así que casi los agarra el agua, ?eh!"
"Zafamos con lo justo".
"Qué locura todo esto que está pasando. Todas son malas noticias".
"Ahora toca ver cómo está todo afuera, porque si nos quedamos acá, nos vamos a terminar asfixiando".
Justo cuando iba a empezar a moldear la roca para abrir un camino, un grito agudo retumbó en la cueva.
"?Luciaaaanooooo!"
El chillido me hizo girar de golpe, justo a tiempo para ver una peque?a bola de luz acercándose a toda velocidad.
Mirella se detuvo frente a mí, flotando con el ce?o fruncido y los brazos en jarra. Estaba un poco despeinada.
"??Por qué no me avisaste que te ibas?! ??Qué clase de amigo abandona a su adorable hada dormida y se larga sin decir nada?!"
"?Holaaaa! Yo también estoy acá, ?eh! Luciano no está solo. Además, vos estabas re dormida", dijo Lucía.
"Bueno... No sé si es verdad eso".
Me pasé una mano por la cara y solté un suspiro.
"Mirella, estabas demasiado dormida. Te moví un poco dos veces y ni reaccionaste casi. Solo me diste una bola de luz y nada más".
Ella se llevó las manos a la cara, refregándosela de arriba abajo.
"?Pues hubieras esperado a que despertara! ?O me hubieras llevado en tus brazos!"
"No podía esperarte".
"?Ayyyshhh! ?Qué tontería todo esto!"
"Bueno, ya estás acá", dije, volviendo mi atención a la roca sellada.
"Ahora dejame trabajar".
Pero Mirella ya había cambiado su cara en un instante y estaba observando la situación de cerca con interés.
"?Yo puedo ayudar!" Exclamó, se?alando la selladura.
"Soy peque?a y puedo volar. Si haces un pasadizo peque?o, puedo pasar y ver qué hay del otro lado".
Lo pensé por un momento. No me gustaba la idea de enviarla sola, pero era cierto que su tama?o la hacía perfecta para la tarea.
"Está bien", acepté.
"Voy a hacer un túnel justo del tama?o tuyo para que puedas pasar".
Mirella ahora estaba sonriendo ampliamente, como si estuviera disfrutando la idea de una misión especial.
Si le decía que no, la iba a tener todo el día reclamándome por eso.
Coloqué las manos sobre la piedra y usé mi magia para moldearla, creando un túnel lo suficientemente grande para que ella pudiera deslizarse a través. La roca cedió lentamente bajo mi control, formando un pasaje oscuro que atravesaba la piedra por la parte superior, lo suficientemente alto para que no tenga ningún problema si hay un nivel considerable de agua.
La verdad es que ni me hacía falta fijarme si había agua, porque la idea era salir ya, sea como sea.
Mirella se estiró, como si estuviera calentando antes de un vuelo importante, y luego se metió en el túnel con agilidad.
Lucía y yo nos quedamos esperando en silencio mientras la vimos salir.
"?Es de día!"
"?En serio? Perfecto entonces".
"?Ya vuelvo! ?Espérenme ahí!"
"?Sí! ?Tené cuidado y no hagas nada que te ponga en peligro!"
"?Entendido!"
Nos quedamos parados mirando la pared.
Un minuto.
Dos minutos.
Cinco minutos.
Nos sentamos en el suelo los dos.
"Eu".
"?Sí?"
"Siempre me pregunté por qué Sariah hizo que yo pudiera escuchar las partículas mágicas y no que pudiera usar magia, como vos".
"Pienso que ella lo hizo para complementar mi avance en este mundo".
"?En serio?"
"Si los dos tuviéramos magia, sería como extra?o y poco funcional para los demás humanos", respondí, agarrando un segundo la bola de luz para que iluminara más el lugar.
"En vez, ahora, vos teniendo una habilidad única conectada con la magia nos ayudas a todos los que usamos magia a entender cómo funcionan las cosas. Por ejemplo, descubrimos que las partículas son seres que tienen inteligencia y pueden expresarse. Sariah también debe buscar que los que usamos magia sepamos eso, aunque solo Mirella lo sepa por ahora".
"Cierto. A veces es un poco divertido escuchar cosas que los otros no pueden. Y si te ayuda, mejor entonces".
"Ahora podrías acercarte y preguntarles cómo quitar mi maldición".
Ella chasqueó los dedos.
"?Es cierto!" Gritó, apoyando su oreja contra mi hombro.
Yo esperé en silencio hasta que ella terminara de escuchar.
"Solo dicen que están asustadas... Y como siempre, repiten tu nombre y el de Sariah".
"Qué pena..."
Ella siguió apoyada en mi hombro. Estuvimos así como cinco minutos más.
"Las partículas sugieren que vayamos a buscarla".
"?En serio dicen eso y nada sobre la maldición?"
Ella se separó y asintió.
"Sí, de verdad".
Todo esto de las partículas no paraba de sorprenderme cada vez que mi mamá las escuchaba. La verdad es que este mundo está lleno de misterios y, como dijo Forn, uno nunca termina de entender la magia.
"Si lo dicen ellas, es porque debe ser importante. Vamos".
Fabriqué una lanza exclusivamente de piedra y con su punta fui tocando la pared para abrir el pasadizo que nos llevaría fuera.
Me adelanté y le hice un gesto a Lucía para que me siguiera.
Cuando quedaba tan solo un par de centímetros de espesor, me di la vuelta.
"?No sería mejor que llamáramos a Aya? Por si las dudas".
"La hubieras despertado antes..."
"Ya... Todavía estamos a tiempo, ?no?"
"Pero perderíamos un montón de tiempo en bajar y subir, y no sabemos si Mirella está en peligro".
"Está bien. Sigamos".
Cuando emergimos, el mundo parecía otro.
El aire denso del 'refugio' dio paso a un viento húmedo y pegajoso que traía consigo el aroma salado del mar mezclado con el hedor de la tierra revuelta. También había algo de llovizna que caía sobre nosotros.
La selva, antes frondosa y llena de vegetación, estaba ahora arrasada por la furia del tsunami. árboles gigantes habían sido arrancados y estaban apilados unos sobre otros como si fueran algo insignificante. Charcos de agua brillaban bajo el sol, reflejando los destrozos. El suelo estaba cubierto de ramas, barro y piedras, todo revuelto por todos lados.
Me mordí el interior de la mejilla, conteniendo un suspiro. El paisaje que tenía a mi alrededor era bastante desalentador.
Lo primero era encontrar a Mirella y luego ver mejor los da?os.
"?Mirella!" Grité, avanzando con dificultad entre los primeros árboles caídos.
Lucía hizo lo mismo.
Al menos me sentí aliviado al notar que el fuego y la lava no habían llegado hasta acá. Eso era una buena noticia en medio de tanta destrucción. Ni siquiera había humo en el cielo. Esa nube negra que se había formado ya no estaba.
Decidí dirigirme a la playa. Tal vez Mirella podría estar ahí, cerca de nuestra casa... O lo que quede de ella.
Cada vez se hacía más difícil avanzar, así que usé la lanza y mi magia para apartar troncos y despejar el camino. El uso constante de la magia me iba consumiendo partículas poco a poco, pero no podía darme el lujo de detenerme ahora.
"?Mirella! ??Dónde estás?!"
Cuando la arena finalmente apareció bajo mis pies, pude ver algo muy feo.
Nuestra casa… estaba destruida.
Las partes de madera que había levantado con tanto esfuerzo estaban esparcidas por el suelo y estampadas contra los árboles como si fueran basura. La estructura principal estaba hecha pedazos, las paredes colapsadas y el techo ni siquiera sabía dónde estaba. Nuestras camas, nuestros muebles... Todo estaba roto.
"Qué pena..." Murmuró Lucía.
"Bueno, era bastante obvio que iba a pasar esto".
Una llamarada de ira creció dentro de mi cuerpo. No solo por la casa en sí, sino por lo que simbolizaba para todos. Había sido un hogar cálido, un lugar seguro en este mundo primitivo. Y ahora… no quedaba nada. Ni siquiera estaba la piedra que aplastó el cuerpo de Anya.
Anya... Habíamos perdido el hogar en el que ella vivió junto a nosotros todo este tiempo.
"Qué erupción de mierda, loco. Se arruinó todo lo que habíamos venido haciendo hasta ahora. Seguro que la huerta también se fue a la mierda".
"Sí..."
Mi atención no se quedó en las ruinas por mucho tiempo porque mi mamá me tocó el hombro, se?alándome hacia más allá en la playa, muy cerca del agua.
A varios metros de la casa derrumbada, Mirella flotaba en el aire, gritando y agitándose con furia frente a una mujer que no reconocí quién era.
Tenía un cabello rojo y largo, combinando con una piel demasiado blanca.
Me fui acercando mientras la veía detenidamente. Tenía una forma demasiado similar a... Sariah. De hecho, las alturas eran similares... Aunque tal vez esta mujer sea un poco más petiza.
Iba descalza y vestía un short rojo de tela de jean con un cinturón dorado. Arriba tenía puesto un top rojo de mangas largas.
Lo que realmente me puso en alerta al verla de costado fueron sus cuernos extra?os: eran dos cosas moradas que empezaban desde sus sienes y se curvaban por su frente, apuntando directamente a sus ojos y deteniéndose la punta justo sobre sus cejas. O sea, en vez de ir hacia arriba, como los del minotauro, iban hacia abajo, y no eran largos.
Era como una especie de demonio con forma humana.
“?No voy a seguir tus tontas órdenes!” Gritó Mirella, enojada.
“?No te conozco, así que no puedes darme órdenes como si fueras mi mejor amiga! ?Yo solo sigo a Luciano! ?Eres una tonta!”
Lucía y yo intercambiamos miradas antes de acercarnos del todo.
“?Mirella?” Llamé, pero ella apenas me miró.
La mujer extra?a giró su vista hacia nosotros, revelando unos ojos demasiado rojos. Tenía una expresión altiva, como si se sintiera superior ante nosotros. Me miró de arriba abajo y chasqueó la lengua.
“Solo son humanos”, murmuró, como si eso le causara fastidio.
Antes de que pudiera preguntar quién era, ella alzó la barbilla con arrogancia y se?aló el suelo.
“Arrodíllense”.
Fruncí el ce?o.
“?Qué?”
“?Que se arrodillen, dije! Seres inferiores como ustedes no deberían estar de pie ante mí. No deberían siquiera dirigirme la palabra”.
Lucía y yo nos quedamos en silencio por un segundo, procesando su actitud. En ese momento pude ver que ella tenía partículas mágicas moviéndose a su alrededor. Definitivamente no era Sariah la que había bajado del cielo, sino que debía ser la mujer de fuego.
“Eh… No, mujer de fuego. No podemos hacer eso”.
Su expresión se tensó.
“??Cómo me llamaste?!" Gritó, apretando los pu?os.
"??Y cómo que no?! ?Tú solo debes limitarte a callarte y obedecer!”
Vaya que sí tiene un ego grande... Forn tenía mucha razón.
El problema acá era que yo no tenía demasiada paciencia como para andar lidiando con esta situación. A esta clase de gente hay que domarla a la fuerza si es necesario.
Al final no respondí, solo me quedé observándola. Debo decir que llevaba una ropa bastante provocativa, diferente a lo que he solido ver de las creaciones de nuestra diosa.
Ella era la última de las entidades atrapadas en las piedras mágicas, y eso me puso a pensar. ?Acaso fue liberada automáticamente al morir el Rey Demonio o es que la lava hizo chocar, con demasiada suerte, las piedras entre sí y así se liberó?
"?Responde de una vez!"
Luego de ese grito, ella pareció notar algo en mí porque su actitud cambió de inmediato.
Entrecerró los ojos y se acercó con pasos lentos. Su mirada se clavó en mi pecho, en mi brazo, en mi alrededor.
“?Por qué…?” Preguntó con extra?eza.
Su tono no era el mismo que antes. Había dejado de sonar como alguien que se creía superior para sonar… confundida.
“?Por qué tienes magia a tu alrededor?”
Mirella cruzó los brazos y se interpuso entre nosotros.
“Eso no te importa, tontita”.
Ella no le prestó atención a Mirella, solo se quedó mirándome.
"?Te molesta que yo también tenga partículas mágicas? ?Acaso estás interesada en ver si puedo usar mágica?"
"No... ?No puede estar pasando esto!"
"Sí, sí puede".
"?Te estoy diciendo que no!"
Su cuerpo empezó a cambiar de forma brusca. Sus ojos, antes tan rojos, empezaron a arder en fuego, literalmente. Desde sus pies comenzó a burbujear un líquido incandescente: lava. Se derramaba como un charco que se formaba desde la planta de sus pies y luego más lava comenzó a serpentear en el aire a su alrededor.
Pero lo más extra?o de todo fue su ropa. Su short y su top rojo parecieron derretirse y luego volverse a formar, pero ya no como tela, sino como pegatinas negras y rojas que apenas cubrían su piel. Empezaban desde sus pies, abarcándolos por completo hasta sus rodillas, como si fueran unas botas. Sus muslos estaban expuestos, y desde su entrepierna surgía una especie de 'v' que se disparaba como raíces hacia arriba y los costados, envolviendo su panza y llegando hasta formarse un color rojo intenso que cubría sus pechos medianos. Desde ahí, en dos tirantes, surgía una especie de cuello alto y negro.
"?Esto no puede estar pasando! ?Un humano no puede usar magia!" Gritó, levantando una mano, que también estaba cubierta con forma de guante de color negro por fuera y rojo en su palma.
Yo ya me estaba preparando.
En cuanto vi que con un movimiento de su mano enviaba la lava a su alrededor hacia mí, tuve que actuar.
Hundí el extremo de la lanza en el suelo y canalicé mi magia a través de ella. La tierra, la arena y las piedras a nuestro alrededor respondieron de inmediato. Ni siquiera me hizo falta cerrar mis ojos, porque se alzaron como si fueran masas moldeables y en menos de un parpadeo se cerraron sobre la mujer de fuego, formando un domo grueso e impenetrable.
El impacto de su ataque contra las paredes del domo hizo un ruido extra?o, como si fuera simplemente agua chocando contra algo. Desde el interior se oían sus alaridos de furia, golpes y más explosiones de lava.
No perdí el tiempo y concentré mi magia, haciéndole peque?os orificios dispersos por toda la estructura.
"Mirella", llamé sin apartar la vista del domo.
"Meté rápido una bola de luz dentro".
Ella sonrió de inmediato, casi como si estuviera disfrutando de la situación.
"?Con gusto, mi gran MEJOR AMIGO Luciano!"
Sí, hizo énfasis en que yo era su mejor amigo.
Alzó sus manos y formó una esfera brillante y peque?a que atravesó uno de los orificios. En segundos, el interior del domo se iluminó, revelando en partes la silueta frenética de la mujer de fuego, golpeando las paredes, tratando de salir.
"No vayas a expulsar lava por los huecos, ?eh! No me hagas enojar más de lo que ya estoy".
"?Maldito! ?Deja de hablarme como si nada!"
Yo comencé a caminar alrededor de la prisión de piedra, despacio, con una calma absoluta.
"?Sabés qué?" Dije en voz alta, lo suficiente para que ella me oyera a pesar de los ruidos en el interior del lugar.
"Podría matarte ahora mismo si quisiera. Podría simplemente apretar este lugar con mi magia y hacer que se cierre por completo. Ni siquiera te daría tiempo a gritar".
"??Qué...?!"
"O mejor, puedo simplemente usar mi magia, adentrándome por el suelo hasta tu cuerpo, y hacer explotar tu corazón".
Sus golpes se hicieron más violentos.
"?Maldito ni?o idiota! ?Ya deja de hablarme!"
Sonreí.
"Pero no lo voy a hacer, obviamente. Porque vos, aunque no lo sepas, sos nuestra aliada y próximamente nuestra amiga".
"?Nunca sería amiga de ti, idiota!"
Mis pasos eran tranquilos, pausados. Había aprendido a base de golpes que no había que dejarse pisotear por los demás, menos si tengo las capacidades mágicas para dar batalla y ganar.
"Quiero entender qué sos, qué pretendés y, sobre todo... por qué carajos te creés tan superior como para llamarnos seres inferiores".
Empecé a achicar el domo, como para darle menos tiempo de reacción.
"Pero bueno, puedo perdonarte si pedís perdón".
"?Nunca va a pasar eso!"
Pude sentir el calor aumentando dentro de mi estructura.
Yo empecé a cerrar los huecos poco a poco, porque ella empezó a tirar lava fuera. Además, tuve que trazar un muro exterior entre el domo y Lucía y Mirella.
"También quiero que entiendas algo... Nosotros no somos malos, pero si intentan atacarnos, vamos a defendernos. Lo hemos hecho siempre, y vamos a seguir haciéndolo, porque así somos".
Esta vez no respondió.
Mirella abandonó su posición y empezó a volar por encima de la estructura, que ya se había reducido a la mitad de su tama?o, dejando escapar una risa burlona.
"?Vaya, vaya! ?La gran mujer de fuego está atrapada como una gran tonta!"
"??Cállate, estúpida!!"
Pude ver cómo la figura de la mujer se movía frenéticamente dentro del domo, haciendo escapar más lava por los pocos huecos que quedaban.
"Uhhh, qué miedo, qué miedo...
Si eres tan poderosa, ?por qué no sales? Ah, claro, porque Luciano te tiene bien controladita con su fuerte magia".
No voy a decir que me preocupaba un poco que Mirella estuviera tan cerca, pero me estaba gustando demasiado el escuchar decirle todas esas cosas que yo también querría decirle en este momento.
Los gritos dentro de la prisión de piedra se intensificaron, y el calor aumentó tanto que la superficie del lugar comenzó a resquebrajarse y fundirse en algunos puntos. Tuve que utilizar más magia para reforzar la estructura y ya me estaba quedando sin partículas.
"?No me puede hacer esto un humano! ?Soy Pyra, la guardiana de esta isla!"
?Pyra? Qué lindo nombre tiene, combina con su magia.
Sobre lo otro...
"?Guardiana, eh?"
Con un leve movimiento hacia adelante de la lanza, dejé de reducir el espacio del domo.
"Muy bien, Pyra", dije en voz alta.
"Es un gusto conocernos. Yo me llamo Luciano, y la ni?a que estaba a mi lado se llama Lucía y es mi hermana menor".
"?Y yo soy un hada y me llamo Mirella!"
"?Me importa una mierda sus nombres!"
Reí por lo bajo y me acerqué un poco más.
"Pero hay algo que sí me importa… Dijiste que sos la guardiana de esta isla. Explicame bien qué significa eso, porque yo no te vi cuidándonos cuando el Rey Demonio quería matarnos, cuando el volcán erupcionó y cuando vino el tsunami".
Hubo un breve silencio.
"?Yo soy la portadora de la magia de fuego, y fui yo quien hizo retroceder la lava hacia el volcán!"
Esta vez fui yo quien se quedó callado. ?Era en serio lo que decía? Tenía bastante sentido al ver cómo esta parte de la isla no se había quemado.
Si lo que decía era cierto, entonces esta mujer, que hace un momento intentaba atacarme sin pensar, había salvado esta isla de la destrucción total.
Exhalé despacio y deshice el domo por completo. Desde dentro salió un montón de lava.
"No vayas a hacer nada raro".
Pyra estaba de pie en el centro de toda esa lava, su cuerpo aún envuelto en ese extra?o traje pegado a su piel y su mirada ardiendo de orgullo.
Le sostuve la mirada sin vacilar.
"Si eso es verdad, te lo agradezco. En serio lo digo. Yo fui el que construyó la pared enorme, pero no sé si funcionó".
Ella parpadeó, mostrando un breve atisbo de sorpresa antes de volver a fruncir el ce?o.
"?Tú fuiste ese...?"
Miró hacia un costado.
"No necesito tu agradecimiento, ?idiota!"
"Y, sin embargo, te lo di igual, porque no quiero ser tu enemigo".
Veamos qué pasa...