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CAPITULO 2

  Londres 1812

  —?Hola, Christian Jhon! ?Has visto esta noticia?— dijo Carter Junior, mi compa?ero de aventuras, mientras me mostraba un titular llamativo: "El misterio de la Cripta Chase". Al leer la nota, me pareció un intento burdo de fraude destinado a vender más periódicos. No era la primera vez que veía algo así. Después de todo, se podían retractar y pedir disculpas más tarde, pero para entonces, las ventas ya estarían aseguradas gracias a la gente ávida de noticias sensacionalistas.

  —Otra payasada de Marcus Mortimer — respondí, no sin cierta envidia. Marcus Mortimer era la estrella del periódico, siempre presentaba noticias extra?as y misteriosas de diferentes partes del mundo. Envidiaba su posición, ya que deseaba investigar ese tipo de misterios que pululaban por todas partes. Pero mi trabajo se limitaba a notas de poca importancia relacionadas con la vida cotidiana de la ciudad, noticias que pocos leían. Sin embargo, tenía que reconocer que, a pesar de todo, yo era aún muy joven. A mis 21 a?os, ya podía mantenerme por mi cuenta a pesar de mi escaso sueldo.

  Carter sabía de mi fascinación por estos temas, por eso me mostró la noticia, quizás para incitarme a tomar acción y convertirme en un periodista independiente. Sin embargo, no le di mayor importancia y olvidé por completo la noticia. Pasaron cuatro a?os en los que fui avanzando en el periódico, pero siempre a la sombra de Marcus Mortimer. Durante ese tiempo, nació mi pasión por la escritura. Poco a poco fui puliendo mi estilo y ya tenía una veintena de relatos que solo un grupo selecto de amigos leía, y que me animaban a darlos a conocer al público en general. Sin embargo, no me atrevía a dar ese paso.

  Fue entonces cuando apareció otro titular de Mortimer, sobre el misterio de la Cripta. Esta vez llamó mucho más mi atención. Enga?ar a la gente una vez con una noticia podría pasar, pero ?hacerlo dos veces con lo mismo? Me vi obligado a leer el artículo completo, buscando cualquier error que pudiera encontrar, pero la nota era impecable y espeluznante. Tenía que admitir que el maldito Marcus Mortimer hacía muy bien su trabajo y sabía cómo atrapar la atención del lector.

  Al terminar de leerlo, quedé atónito pero también entusiasmado. Quería dedicarme a lo oculto, escribir y vivir de ello, pero sabía que en el periódico no tendría cabida. Decidí dejar el diario y utilizar mis escasos ahorros para viajar por el país, especialmente a los pueblos rurales, donde abundaban las noticias y leyendas urbanas de este tipo. No me importaba si eran verídicas o no. Podría decirse que ninguna era completamente verdadera, o al menos, que contenían verdades a medias que se iban adornando con el paso del tiempo y con toques fantásticos.

  Fue en ese momento cuando empecé a creer en mis amigos que juzgaban positivamente mis habilidades como escritor, aunque no sería tan bueno como en el futuro lo fuera Edgar Allan Poe, quien en ese entonces(1816) apenas tenía siete a?os. Pero me consideraba un escritor capaz de captar la atención del lector. Después de muchas dudas, decidí enviar mis historias al periódico. El New Herald las rechazó rotundamente. Al principio, argumentaron que ya contaban con Marcus Mortimer, quien, aunque no era un escritor de ficción, era experto en crear excelentes artículos. Pusieron en duda mi calidad literaria y no podían creer en un tipo que durante tres a?os solo había escrito sobre trivialidades.

  Decidí entonces probar suerte con The London Post, la competencia. A los pocos días, recibí una carta entusiasta del editor en jefe, quien me dijo que sería un honor para ellos publicar mis historias en su sección literaria. Así comenzó un período fructífero en el que mi salario se triplicó en comparación con lo que ganaba antes como un simple redactor.

  Dos a?os más tarde, ya con una reputación ganada en el mundo literario y revisando viejos papeles, encontré las publicaciones sobre la Cripta Chase. En ese momento, se me ocurrió una idea. Le comenté a Carter que quería investigar más sobre el asunto y que debíamos viajar a Barbados para ver con nuestros propios ojos el lugar, hablar con la gente y, si fuera posible, con los propietarios de la cripta. Carter, entusiasmado, se ofreció a acompa?arme, argumentando que un cambio de clima, dejando atrás el frío y húmedo Londres por el tropical Barbados, le vendría bien. El dinero para el viaje no sería un problema para él, ya que era heredero de una gran fortuna, aunque, para recibir su parte, tendría que esperar a que su padre falleciera. Aun así, contaba con una dote considerable y su padre lo consentía en todos sus deseos.

  El 26 de abril de 1819, nos embarcamos en un viaje directo hacia Barbados. Después de dos meses en alta mar, llegamos a la peque?a isla ubicada en la confluencia del mar Caribe y el océano Atlántico, en el extremo norte de América del Sur, en las Antillas Menores.

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