Cuando Carter Jr., Lord Combermere, el reverendo Thomas Orderson y el encargado del cementerio ingresaron a la cripta, ya no se sorprendieron al encontrar los ataúdes dispersos por todas partes. Sin embargo, sí se percataron de la figura sentada al fondo, cubierta por completo con una manta.
"?John! ?John!" - exclamó Carter corriendo hacia el lugar. Pero al descubrir que lo que se ocultaba bajo la manta no era yo, sino un cadáver, dejó escapar un grito horrorizado, pensando que su amigo se había transformado en aquella criatura putrefacta. Sin embargo, lo que habían hallado era el cuerpo del coronel Thomas Chase. Y a mí me encontraron dentro de su ataúd, inconsciente.
Dos semanas más tarde.
—?Qué piensas hacer, John? — preguntó mi amigo Carter mientras contemplábamos cómo la isla se convertía en un peque?o punto en la distancia.
—Voy a seguir investigando los fenómenos extra?os, sin duda alguna. Pero, si alguna vez se me ocurre una idea tan estúpida como la de entrar en aquella cripta, te ruego que me des un buen golpe—, respondí con sinceridad.
—?Creo que eso no va a ser necesario! — rió Carter. —Vamos a relajarnos y tomar unos tragos.
—Vamos. — asentí, dejando atrás aquel escalofriante episodio y dispuesto a disfrutar de la compa?ía de mi amigo y olvidar por un momento los horrores que habíamos presenciado.
FIN
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Nota del autor extraída de la historia real
En 1819, después de haber vuelto a colocar todos los ataúdes en sus lugares originales, Lord Combermiere decidió cubrir el suelo de la cripta con una capa de arena blanca con el fin de buscar evidencias que pudieran resolver el enigma de una vez por todas. La losa de mármol que sellaba la entrada fue fijada con cemento.
Los habitantes de la Bahía no podían esperar a que ocurriera otro fallecimiento en la familia Chase para descubrir la verdad, y así, el 18 de abril de 1820, se decidió abrir la bóveda clausurada para examinar su interior.
El cementerio de Christ Church se llenó de personas ansiosas. Todos querían presenciar los resultados de las investigaciones realizadas por el gobernador. La incertidumbre y el asombro llenaron el aire. La pesada losa de mármol fue retirada con cuidado después de haber eliminado el cemento. Una sensación de maldición parecía envolver el mausoleo de la familia Chase.
Una vez más, los ataúdes estaban desordenados y cambiados de posición. No se encontraron huellas en la arena blanca que pudieran se?alar a alguna persona como responsable de este extra?o suceso. Poco después, el gobernador decidió trasladar los ataúdes a otro cementerio y, desde entonces, la cripta ha permanecido vacía hasta la fecha.