Espa?a, a?o 1933, el rey Alfonso XIII se ha exiliado a Francia luego de su derrota en las elecciones municipales, en las que los partidos republicanos han salido vencedores por una amplia mayoría. Su majestad, antes de marcharse, mantuvo conversaciones telefónicas con miembros de todo el espectro político para garantizar una transición justa y pacífica hacia un régimen democrático, tal y como habían expresado los espa?oles en las urnas.
Rápidamente, y con el beneplácito del rey, ya en el exilio, se celebraron elecciones a las cortes constituyentes, en las que la izquierda y derecha republicana obtuvieron grandes resultados fruto del furor republicano. A pesar de ello, los partidos tuvieron que negociar arduamente, pues cualquier articulo o enmienda requería al menos tres cuartos de los diputados presentes, mayoría que los republicanos no tenían por si solos.
Y así, tras un a?o de negociaciones y cobertura mediática permanentemente, la Constitución de 1934 entró en vigor el 10 de enero de ese mismo a?o, habiendo sido votada la semana anterior a la fecha por todos los espa?oles, y ratificada por los mismos.
La nueva Constitución garantizaba los derechos individuales y colectivos, la igualdad ante la ley, la libertad colectiva e individual y la separación de poderes. Se daba comienzo a la II república espa?ola.
CAPíTULO 1: Tiempo de elecciones
José Fernando Gómez Iturralde, llamado Fernando por todo el mundo, era en aquel entonces presidente de la confederación hidrográfica del Duero, todavía con la estructura arcaica y tradicional del régimen monárquico.
él mismo había sido designado a dedo por uno de los ministros del rey, hacía ya diez a?os. En sus cuarenta primaveras no había visto jamás un revuelo semejante en Espa?a. Todo había cambiado. La voluntad de un rey aparentemente empático y comprensible para unos, o terriblemente cobarde para otros, había dado la vuelta totalmente al funcionamiento del país.
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Aquel invento anglosajón llamado democracia parecía asomarse por la esquina del futuro de la nación, y el pueblo, entusiasmado, acudía a la llamada de la responsabilidad y el poder que nunca en la historia se le había concedido.
- ??Fernandooo!!- gritó su secretario desde la puerta de su despacho.
- ??Voyyy!!-
Fernando salió de su despacho con un lápiz en la boca y una carpeta de documentos en la mano.
- ?Qué pasa ahora, Juan? - preguntó Fernando sin levantar la mirada de la carpeta de documentos.
- Ha llegado una carta para ti, me he tomado la molestia de abrirla. - dijo el secretario.- es de un tal José Luis Francés, dice ser amigo tuyo y trae una propuesta interesante.- dijo el secretario con intriga.
- Déjate de bobadas y dime que es lo que quiere el bueno de Jose.- dijo Fernando aparentemente molesto por el tono del secretario.
- Dice que quiere montar un partido político.- soltó el secretario.
Fernando levantó la mirada por primera vez y cogió la carta, la leyó y respondió:
- Este hombre no está llevando muy bien la vejez.- dijo con cierto desprecio hacia su fiel amigo.
- Es una buena oportunidad para ti, Fernando, ahora es el momento.- valoró el secretario.
- Pero cómo que buena oportunidad, Juan, que soy un simple ingeniero.- dijo Fernando.- un amigo del ministro me colocó aquí y llevo trabajando en una oficina diez míseros a?os de mi vida.- dijo con cierta pena.
- ??Pues por eso mismo!!- respondió Juan con ímpetu.- aquí te estás consumiendo, no tienes ambición, tu vida se ha estancado.
- No perdona, mi vida no se ha estancado.- respondió Fernando ciertamente ofendido.- tengo una familia que alimentar y no puedo irme de aventuras.
- Tienes dinero suficiente para vivir cinco veces, Fernando.- dijo el secretario.- la política es el futuro.
Fernando calló, miró por la ventana y suspiró. Desde peque?o le había entusiasmado el mundo del poder, los reyes, las democracias europeas que parecían tan lejanas. La historia había sido su pasión junto con la naturaleza, razón por la cual se hizo ingeniero medioambiental. Pero esa misma historia le había ense?ado que lo hombres cobardes y conformistas no dejaban huella, nadie se acordaba de ellos. Pero la gente valiente, que había dado un paso adelante, firme, tenía su nombre escrito en las enciclopedias.
- Bueno, tú dile que me concrete mejor lo que quiere hacer.- dijo Fernando al secretario intentando no darle la razón del todo.