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Berserker (III)

  Alice al erguirse tomó la escopeta, disparándola a la espalda del demonio, reventando parte de su caparazón en la espalda, costado y brazos; pero pronto se regeneraban. De la cola del Lupus ígneo se materializó, y estiró una gruesa lanza llamaante y curva, arremetiendo en una estocada mortal hacia Alice.

  Con rapidez, ella activó su teletransporte, pero, en la estocada fue más rápido, rozando el brazo diestro antes de que desapareciera en el aire. Reapareció en la entrada, cayendo pesadamente y rodando hasta el suelo, donde quedó tendida, con pedazos de su armadura esparcidos a su alrededor.

  El dolor la golpe con fuerza, una punzada aguda que recorría su extremidad. Con horror, comprendió que la criatura había logrado atravesar su corazón y la fibra protectora, dejando una humeante abertura bajo el hombro, el cual despedía centellas eléctricas y cables salidos.

  Rugió Drake al bloquear un doble zarpaso con un escudo recién materializado por la armadura, contragolpeando al empujar con su defensa frenada por la pata doblada hasta quedar ambos cara a cara. Respiró el fétido hedor de su aliento al arrojar dentelladas, frenadas por el escudo, y la otra garra trataba de apartarlo sin éxito; dejando marcas parpadeantes en la defensa, una se?al de lo que era capaz la criatura.

  El Lupus ígneo tomó la construcción como soporte, saltó pegando una devastadora patada curva al hombro carmesí que mandó rodar al guardián por el suelo y terminó chocando contra la pared; con la bestia parándose de forma homínida, y levantando su cola encendida en llamas.

  Lance saltó con su espada imbuida en sombras, detectó la criatura, la cual retrocedió pero no evitó de todo el tajo sombrío que terminó por separar una de sus garras, y acabó desatando un estallido en la pared cercana en una caída de escombros.

  Lance, con una velocidad feroz, se lanzó con una estocada, pero la bestia bloqueó el golpe con una de sus garras y, en un contraataque instantáneo, intentó morderle. El asesino se arrojó al suelo en una rápida evasiva, justo cuando Drake, con el ce?o fruncido, se unió al combate.

  Retrajo su escudo y desplegó unas gruesas cadenas rematadas en pesadas mazas de pinchos. Pero en un movimiento ágil, el Lupus ígneo liberó sus garras, cortando las uniones de las cadenas, mientras su miembro herido comenzaba a regenerarse frente a sus ojos.

  —?Esto va a tomar tiempo! —gru?ó Drake.

  —?Perdió energía regenerando esa garra! ?No dejes de atacar, tienes que tener un límite! —gritó Lance.

  —?Por eso no se puede confiar solo en las putas balas, Lance!

  Con una mezcla de agilidad y fuerza, Lance saltó hacia el lomo del Lupus ígneo, hundiendo su espada imbuida en sombras en una de las grietas de la piel rocosa de la criatura.

  El filo atravesó el hombro de la bestia, pero antes de que Lance pudiera retirarla, el Lupus ígneo lo sacudió de su espalda con un brusco movimiento, lanzándolo contra la pared. La espada quedó en el suelo, mientras la criatura regeneraba la herida.

  El Lupus ígneo se puso en cuatro patas, y en la punta de su cola una esfera de fuego comenzó a latir con un fulgor cada vez más intenso, acumulando energía como un volcán al borde de la erupción. De un momento a otro, la bestia lanzó el dardo de fuego directo hacia Drake, quien reaccionó en el último instante, girando bruscamente hacia un costado.

  El proyecto pasó zumbando a su lado, impactando con fuerza en las escaleras detrás de él. La explosión llenó el aire de fragmentos y humo, envolviendo el lugar en un estruendo ensordecedor mientras las piedras caían como esquirlas alrededor de los guardianes, que se preparaban para el siguiente embate.

  Alice, aún dolorida y sin aire, se levantaba con dificultad, apretando los dientes; con un brazo dislocado, obligada a acomodárselo de un golpe y detectando la escopeta tirada cerca de ella.

  ?Me queda un parpadeo… luego vendrán los cinco minutos de enfriamiento, y no podré usar mi dimensión de bolsillo?, calculó Alice, sintiendo el peso de la situación. ?Si lanza una granada de captura, podría regresármela con la cola, o la pirámide terminaría como una trampa en el peor lugar, y además su tama?o está casi al límite de la barrera?.

  Sin más tiempo para analizar más, Alice se teletransportó a la retaguardia del Lupus ígneo, sosteniendo firmemente su escopeta. Con un disparo directo a la espalda de la bestia, logró aturdirla momentáneamente, pero vio cómo las heridas empezaban a cerrarse al instante; El factor curativo del monstruo estaba en plena acción.

  Lance recuperó su espada, pegando un tajo desviado por las garras de la criatura, la cual siguió atacando pero su oponente no dejaba de moverse de forma ágil. Formando unos guanteletes pesados, Drake contraatacó con furia, en un despliegue de habilidad marcial asestando una serie de pu?etazos contundentes en distintas partes del erguido torso, y rematando con un gancho ascendente a la mandíbula del alargado morro del que salpicó sangre al quebrarse los colmillos.

  —?Lance, el portal! ??Ciérralo!! —Alice se apoyaba a la pared.

  —?A la orden! —Lance se alejó de la lucha y sacó el último pergamino, acercándose a paso veloz al pozo de sangre.

  Negado a caer, el ser pegó una dentelada eludida por Drake al moverse a un costado, y atacando con las manos entrelazadas al costado, seguido de una patada en el tobillo enviándolo a caer al suelo. Al tratar de levantarse, un disparo de escopeta en la cabeza lo envió a caer de cara al suelo.

  El Lupus ígneo lanzó coletazos y zarpadas llamaantes cortando el aire con ferocidad. Pero Drake, con una voluntad inquebrantable, hizo surgir cuatro tentáculos de su espalda como un escudo cruzado impenetrable, desafiando la embestida con bravura.

  La confrontación se convierte en un torbellino de movimiento y violencia, con el guardián contraatacando con una velocidad y precisión implacables. Cada latigazo encontraba su marca, impactando con fuerza en las piernas, el pecho, el rostro y los hombros del ser.

  El enfrentamiento alcanzó su clímax cuando el último chicotazo se desató con un poder devastador en el morro, arrancando a la bestia del suelo y estrellándolo contra las computadoras en un estruendo ensordecedor.

  Reducida a una mara?a de ensangrentadas líneas de palpitante carne viva que corroían todo su cuerpo, herido y desorientado; la regeneración llegó a su límite y se alentaba por la cantidad de da?os, apagando las líneas encendidas de su cuerpo al buscar sanarlo con todas sus fuerzas. Sus ojos, llenos de horror, observaban al Guardián que se acercaba inexorablemente.

  De las puntas de los tentáculos se formaron taladros, y se estiraron en una potente estocada cuádruple que empaló al ser por medio del torso, reventándolo como un enorme globo de sangre, tripas y grasa.

  Las entradas se esparcieron por las paredes. El Guardián retrajo los tentáculos, liberándose del cadáver destripado y dejándolo desplomarse sobre el charco de carne cruda. Los apéndices rojos fueron reabsorbidos, desapareciendo como si nunca hubieran existido.

  Lance se arrodilló al borde del pozo burbujeante, abominaciones deformes brotaban como serpientes rabiosas, intentando alcanzarlo con su contacto repulsivo. Un hedor a metal y putrefacción que amenazaba con hacerle vomitar. Sin duda, materializó de una joya compactadora un horrible pergamino con sellos de Nyashta, el cual desenrrolló de un tirón.

  Cadenas de luz comenzaron a emanar del papel, brillando con una intensidad casi cegadora. Las hebras luminosas danzaron en el aire, formando un círculo resplandeciente que se expandía hacia el pozo, chocando contra los horrores de garras que se estiraban hacia él.

  Los otros pergaminos, colocados alrededor, vibraron al unísono. Chispas de energía se estallaron, creando un escudo resplandeciente que repelía las bestias que aullaban en frustración.

  —?Cuando bajen de regreso al averno denle mis saludos a Slaydes Yajorath! ?Díganle que hay perras en Trisary que cobran más barato y se mueven más rico que ella! —gritó imitando un asento Templario, sintiendo que, si iba a ser devorado, al menos lo haría con estilo y pintándole el dedo a las abominaciones.

  Una explosión de luz llenó la habitación, eclipsando las sombras, mientras el portal comenzaba a temblar. Los tentáculos siendo absorbidos y en un estallido de luz, el portal se cerró al secarse el pozo. Todo volvió a la normalidad, el silencio sepulcral siguió, y Lance se quedó de pie, respirando con dificultad, sintiendo aún la vibración del horror que había sellado, mientras su corazón latía con fuerza en su pecho.

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  —Bueno, al menos no te dejaron sin tu sentido del humor... —susurró, Drake sonriendo ante la locura de la situación.

  —Nada como tirarle mierda a una diosa de las marranadas al joder a su opuesto... a la vez hermano... amante y no se que otra estupidez incestuosa se le ocurre a estos ocultistas cuando se mal viajan —contestó Lance, con la vista fija en el pozo.

  Alice se sentó en el piso, soltando un respiro. Ambos hombres notaron el implante da?ado —Te encuentras bien? —Lance dejó la pregunta en el aire.

  Alice lo miró, su expresión endurecida, como si hubiera esperado esa reacción. —Estoy bien, no es nada. —respondió secamente, flexionando su brazo mecánico, aunque con dificultad—. Voy a necesitar unas actualizaciones del modelo Gambito después.

  —Sería más eficiente si cambiaras a un implante tipo armadura y....

  La sugerencia de Drake fue interrumpida por una firme negación de Alice—: ?No! No... para nada. Estoy bien. Solo quiero implantes Gambito que se adaptan a mis mejoras genéticas, no necesito otras.

  —Comprendo —murmuró Drake con seriedad, aún procesando la escena.

  Alice soltó una risa apagada—: ?Qué más da?

  Drake dio un paso hacia ella, su rostro impasible. —Sí, claro. Parece que me quieres imitar y hacerte el macho... o la hembra en tu caso. —dijo con voz firme, aunque sin juicio, ayudándola a ponerse de pie.

  —Con esa boquita no conseguirás novia, peque?ín.

  Sin más tiempo para discusiones, el grupo continuó avanzando. Llegaron a la bodega oculta, y al abrirla, la visión que se presentó ante ellos fue aún más devastadora que la lucha anterior.

  Dentro de las celdas de metal había decenas de personas, sus cuerpos marcados por cicatrices profundas y signos de tortura, entre ellos ni?os peque?os, muchos de ellos huérfanos. No había duda de que muchos de ellos habían sido sujetos de los experimentos atroces de los biomantes.

  —Son de las colonias Solares y Lunares —murmuró Lance, mientras su mirada recorría los rostros de los prisioneros.

  Algunos susurraban en dialectos de nativos de dichas islas. Otros eran mestizos o tenían una piel de bronce, rasgos marcados, cabello oscuro y ojos cargados de una herencia inconfundible.

  Drake recomendó al revisar algunos de los documentos que encontró en una mesa cercana. —Indocumentados —confirmó—. Gente que intentó escapar de la pobreza en sus islas, buscando una vida mejor aquí... para acabar como sujetos de experimentos.

  Los prisioneros, algunos demasiado débiles para moverse, apenas lograron mirar a sus salvadores. Muchos de ellos no sabían si podían confiar en ellos después de lo que habían pasado.

  ...

  Tras entregar el vehículo la ma?ana siguiente, los Guardianes se reunieron en la comisaría de Santa Fé.

  —Bien hecho, Guardianes —dijo el juez, esbozando una sonrisa satisfecha mientras transfería electrónicamente el pago a sus cuentas—. Capturamos a la Cucaracha a una hora de la granja, intentando escapar en su flota de camionetas. Pasará una eternidad dentro de un Alfil, y las bestias que lo acompa?aban serán enviadas a la Isla de las Sombras para su reeducación como familiares.

  Drake ascendió, sin apartar la mirada del juez, mientras Alice daba un paso al frente, su expresión firme.

  — ?Qué pasará con los extranjeros? —preguntó, dejando claro que no aceptaría evasivas.

  El juez arqueó una ceja, algo sorprendido por su insistencia. —Eso no debería preocuparle, se?orita. Su misión ha concluido.

  —Si no es indiscreción —replicó Alice, manteniéndose firme—, me gustaría saberlo.

  El juez sospechó, por el contrario.

  —La mayoría están bautizados, lo que les asegura ciertos derechos. Ninguno será esclavo, pero serán devueltos a las colonias.

  — ?Devueltos? —Alice insistió—. ?Después de todo lo que han pasado? ?Volverán al lugar del que intentaron escapar? Usted caza y dicta sentencia a los herejes para proteger a los creyentes en nombre de la inquisición, ?no puede hacer más?

  El juez mantuvo la calma, aunque su mirada se endureció. —No es tan sencillo. Hay tratados. Sin permisos válidos, no pueden quedarse en territorio de la Alianza Templaria. Y en Trisary hay sobrepoblación... acabarían como sus ni?os destinados, enviados a ser guardianes y todos sabemos que no garantiza que sobrevivan las pruebas. Las colonias deben hacerse cargo de sus ciudadanos.

  Alice apretó los pu?os, pero antes de responder, Drake intervino. —Cumplimos con nuestra parte —dijo, su tono grave y controlado—. Pero si alguno de esos "tratados" es una excusa para más esclavitud...

  El juez no cedió, aunque la advertencia de Drake no pasó desapercibida. —Confíen en que haremos lo correcto. Santus no es como el resto de la Alianza Templaria; aquí la esclavitud fue erradicada.

  La conversación quedó suspendida en el aire mientras los Guardianes intercambiaban miradas tensas. Al salir de las oficinas, Alice iba a paso veloz seguida por el par de guardianes. —No siempre se gana, Alice —mencionó Lance al tomarla del hombro.

  —Había ni?os entre ellos, Lance.... tú sabes lo que les pasa a los huerfanos en manos de la inquisición —Volteó a verlo con seriedad—. Ellos vinieron aquí buscando escapar de la pobreza, los tentarán a volverse carne de ca?ón para el ejército o peor... sujetos de experimentos.

  —Llevarlos con nosotros acabaría en el mismo camino —continuó—, conoces la tradición, mejor dicho... a ley de los ni?os destinados. Ni?o huérfano que llevamos a Trisary lo apadrinamos y lo mandan a la Fortaleza Oscura. Y eso no le conviene a nadie; no querrás encari?arte con un montón de ni?os que pueden morir calcinando dentro de un tubo o vuelto un policía o soldado en el mejor de los casos de echarse para atrás al último minuto.

  —Lo sé... pero ser ni?os destinados podría protegerlos... salvó tu vida, la de Drake... —murmuró Alice—, salvamos vidas.

  —Y nunca podemos salvar a todos —Drake concluyó—, si los llevamos a Trisary no podrán elegir... al menos aquí tendrán una mínima oportunidad de elegir su maldito veneno.

  Esa noche decidió quedarse en Santa Fe, una peque?a ciudad de paso. Alice se separó del grupo y terminó en una taberna. Entre los clientes, su atención fue capturada por un hombre con un aire intelectual modesto, destacando entre mercenarios y fornidos obreros de las grandes fábricas. Una cosa llevó a la otra, y horas después, se encontró en una recámara con aquel amante cuyo nombre no recordaría al amanecer. Bajo sábanas arrugadas y almohadas dispersas, el sue?o la arrastró hacia el pasado.

  ...

  En sus sue?os estaba en una de las muchas sesiones de terapía mensuales, obligatorias para cada guardián. La oficina del psicólogo era un espacio austero, con paredes grises y una única ventana que dejaba entrar la luz mortecina de la tarde. Alice estaba sentada en el sillón de cuero negro, las piernas cruzadas y los brazos firmemente sobre su pecho, como si cualquier intento de relajarse fuera una concesión innecesaria.

  —Entonces, ?quieres que hablemos sobre la habitación? —preguntó el psicólogo, un hombre de rostro cansado que parecía haber escuchado demasiadas historias como para sorprenderse.

  Alice desvió la mirada, sus dedos jugueteando con el borde de su guante.

  —No hay mucho que decir. Es solo… un lugar al que puedo ir cuando quiero desaparecer por un momento.

  El hombre asintió, hojeando su libreta.

  —Curioso. Muchos de los que académicos que estudian a los mutantes, creen que el estigma no solo otorga poder físico, toma de base la propia consciencia, nuestra alma. Refleja los deseos subconscientes de sus usuarios al otorgarle sus habilidades. En tu caso, un espacio vacío, aislado de todo.

  Alice sonrió sin humor.

  —Vaya, qué revelador. ?Me vas a decir que mi poder es una metáfora de mi soledad? ?Que estoy tan jodida que mi subconsciente fabricó un refugio literal?

  El psicólogo no reaccionó.

  —No lo digo yo. Pero dime, ?siempre ha estado vacío?

  La pregunta la tomó por sorpresa.

  —?A qué te refieres?

  —La llenas constantemente de objetos para llenar ese vacío ?Nunca has intentado llenarlo con algo más? Un recuerdo, un objeto que signifique algo. Quizás de tu familia biológica.

  Alice abrió la boca para responder, pero se detuvo. En su mente, las sombras del pasado resurgieron con cruel nitidez.

  —No hay nada que decir. No eran mi familia, solo personas que me dejaron cuando ya no fui útil.

  El psicólogo notó su rigidez.

  —Pero recuerdas su abandono.

  Alice entrecerró los ojos.

  —Eso es lo único que dejaron.

  Hubo un silencio denso. El psicólogo cambió de página en su libreta.

  —?Y antes de eso? Antes de la academia.

  Alice sintió cómo su pecho se apretaba.

  —Vivía con mis padres. Médicos. Nunca estaban en casa, pero al menos sabía que existían. Hasta que murieron por una peste en las fronteras. Ni siquiera pude verlos. Los quemaron con el resto de los cadáveres.

  —Y luego, tus familiares…

  Alice río, sin alegría.

  —Tomaron la herencia y me tiraron en un orfanato. Luego fui seleccionada para Trisary. Como ganado en un acuerdo entre naciones.

  El psicólogo anotó algo.

  —?Alguna vez sentiste que tenías opción?

  Alice negó con la cabeza.

  —Desde el momento en que nací, ya estaba marcada para ser desechada.

  El psicólogo apoyó su codo en el reposabrazos y la observó con atención.

  —?Y la habitación? ?Qué significa para ti?

  Alice se quedó callada. Recordó la primera vez que la descubrió. Ese espacio blanco, vasto y vacío. Un lugar donde nada ni nadie podía alcanzarla.

  —Es lo único que realmente me pertenece.

  El psicólogo esbozó una leve sonrisa.

  —Entonces, tal vez no sea solo un refugio. Quizás sea el primer paso para construir algo propio.

  Alice no respondió. Solo desvió la mirada hacia la ventana, donde la luz de la tarde empezaba a desvanecerse, como los recuerdos que nunca la abandonaban.

  Al parpadear, Alice se encontró de nuevo tendida sobre una mesa metálica. No podía moverse ni sentir su propio cuerpo, ya fuera por las heridas o los sedantes que entumecían sus sentidos. Las máquinas a su alrededor emitían un zumbido constante, manteniéndola inmóvil mientras múltiples extremidades quirúrgicas brillaban fríamente bajo la luz.

  Una silueta familiar se acercó, envuelta en el resplandor blanco de los reflectores. A pesar de la luz cegadora, Alice reconoció la figura de Nicolás. Su voz, temblorosa pero firme, la atravesó como un eco distante.

  —Quédate conmigo, Alice, por favor.

  El primer corte rasgó la ilusión, borrando los límites entre realidad y pesadilla.

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