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Una noche de calidad

  La rutina de Axel siguió su curso, pero sus interacciones se vieron marcadas por un egoísmo que antes no había mostrado y una amargura que se apoderaba de él con cada día que pasaba. La misma pesadilla lo acechaba cada noche, y cada vez se volvía más aterradora. Su alegría y su optimismo, que alguna vez parecían inquebrantables, se veían ahora envueltos en un manto de miedo y desesperanza. Nahuel, observando el frío que había en los ojos de su amigo, algo que nunca había visto en Axel, se sintió inquieto. Axel, naturalmente alegre, ahora parecía un extra?o. lunes, martes, miércoles se marcaron por su notable poco sue?o. Preocupado, Nahuel comenzó a pensar en una manera de distraerlo. Tal vez, pasar una tarde con Jasmín y Axel, podría devolverle algo de la luz que parecía haberse perdido. Y el jueves llego iniciando ese plan.

  Ese día fluyó entre largas conversaciones y abundantes risas. Nahuel, como de costumbre, era el más activo en la plática, siempre animado y lleno de energía. Jasmín disfrutaba de la compa?ía de sus dos amigos, mientras que Axel, notablemente cansado, no podía ocultar los estragos de las pesadillas que lo habían acosado durante toda la semana. A pesar de que apenas era jueves, la semana parecía eterna.

  Sin embargo, la velada comenzó a levantarle el ánimo. Conforme avanzaban las horas, Axel empezó a participar más en las conversaciones, aportando comentarios sarcásticos y compartiendo datos interesantes. Poco a poco, la tensión que lo había acompa?ado toda la semana se fue disipando.

  Cuando el atardecer dio paso a la noche, la luna apareció en un cielo completamente despejado, sin rastro de nubes era una linda noche. El viento, casi imperceptible, apenas movía las hojas de los árboles cercanos. Los tres se reunieron, alumbrados por la luz tenue de un poste que caía sobre la banca donde se sentaban. Con la espalda arqueada, los tres tenían la mirada perdida en pensamientos.

  Jasmín, abrazándose a sí misma, levantó su vista hacia los demás. Su pelo corto casta?o caía sobre sus ojos cafés, llenos de curiosidad.

  —Suiza —afirmó, asintiendo con la cabeza—. Piénsenlo: el salario mínimo está muy bien y, además, es un país muy bonito.

  Sus ojos recorrían el paisaje, casi como si se perdieran en él mientras hablaba.

  —No aguantarías el frío. Además, no hablas suizo—. resopló Nahuel, sentado en la otra orilla del banco. Su cara ovalada, sus lentes cuadrados y la sonrisa burlona que asomaba entre sus dientes dejaban entrever su tono de sátiro

  Jasmín apartó la mirada del paisaje y lo enfocó en Nahuel, entornando los ojos con una expresión sarcástica.

  —Si tengo un buen salario, me compro un suéter. Y aprender suizo no es tan difícil. —dijo, irónica. Su tono burlón parecía desafiarlo—. ?Y tú? ?Dónde quieres vivir?

  Nahuel, levantando levemente una ceja, sonrió. Recostó su espalda en el respaldo del banco mientras pensaba en la pregunta de Jasmín. Su rostro era indeciso.

  —Yo... —murmuró, tomándose un momento para pensar—. En un lugar donde no haga tanto frío, pero que tenga todo lo que necesito. No sé, tal vez Barcelona. La vida allí es buena, la comida... el clima no está nada mal. Además, aprender catalán no suena tan complicado.

  Jasmín alzó una ceja, cruzando los brazos con teatralidad.

  —?Barcelona? —repitió, su tono cargado de sarcasmo—. No me lo imagino. Apenas logras hablar espa?ol, ?y ahora vas a aprender catalán?

  Nahuel frunció el ce?o, visiblemente molesto.

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  —No es tan difícil —insistió, recostándose en el banco con los brazos cruzados—. Y, además, tiene su encanto: las playas, la vida nocturna... es una buena opción.

  Claramente, la "vida buena" era una idea completamente distinta para cada uno de ellos. Para Jasmín, el paisaje impresionante de Suiza traía consigo una sensación de liberación, un escape perfecto de su rutina llena de obligaciones. El silencio de las monta?as y la tranquilidad del entorno le ofrecían el alivio que tanto necesitaba. En cambio, Nahuel, a pesar de su actitud despreocupada, no podía evitar sentir que su visión de una vida plena estaba aún incompleta. La idea de alcanzar más, de ganar más, lo impulsaba constantemente. Necesitaba algo más que solo comodidad: quería expansión, un propósito mayor. Ambos compartían el deseo de paz, pero cada uno lo buscaba de manera diferente. Axel, por su parte, quien siempre se mostraba tan sereno, parecía tenerlo todo bajo control. Su quietud, casi envidiable, era un ejemplo claro de lo que otros deseaban.

  El viento ligero agitaba los rizos negros de Nahuel, observando a Axel desde su costado, sintió una creciente curiosidad. Sin poder resistirlo más, y decidido a conocer lo que pensaba su amigo sobre la vida y sus propios deseos, Axel, que no había dicho nada y permanecía absorto en su celular, Nahuel se inclinó hacia él y, con una sonrisa, dijo

  —?Y tú, Axel? —le preguntó con un tono despreocupado—. ?Dónde vivirías tú?

  Axel levantó la vista de la pantalla, dejando que su mirada se paseara por el parque iluminado por la tenue luz del poste. Su sonrisa despreocupada fue acompa?ada por un ligero encogimiento de hombros.

  —Aquí en el parque —bromeó, mirando alrededor con fingida seriedad. Luego, con un tono más relajado, a?adió—. Hablando en serio, me quedaría aquí en México. No puedo vivir sin tortillas.

  Jasmín soltó una risita, pero su atención se desvió rápidamente al rostro de Axel. Sus ojos cansados contrastaban con su sonrisa; había algo más, una sombra de tristeza que parecía apoderarse de él.

  Nahuel lo notó también y, sin dudarlo, se inclinó hacia su amigo, posando una mano en su hombro con suavidad.

  —?Está todo bien, Axel? —le preguntó en un susurro, como temiendo romper algo con su tono.

  Axel empezando a ver hacia el cielo, pero sus manos entrelazadas temblaban levemente. Se escondieron entre sus piernas, un gesto nervioso que delataba que algo no iba bien.

  —Sí, todo bien —respondió con una sonrisa forzada, aunque sus ojos traicionaban sus palabras.

  Nahuel soltó un suspiro reconfortante y posó nuevamente la espalda en el respaldo de la banca. Jasmín abrió los ojos y miró directamente a Nahuel. Sus ojos parecían decir lo que pensaba: “?Será bruto?”. Conocía suficiente a Axel para saber que su respuesta ocultaba algo más. Sin pensarlo, tomó una de las manos de Axel y comenzó a acariciarla con suavidad, buscando transmitirle tranquilidad. Su voz, cálida y llena de preocupación, se filtró entre la noche.

  —?Qué pasó? —preguntó, con un tono que denotaba la inquietud que la había invadido desde el primer momento—. ?Fue algo que viste en tu celular? —continuó, sin quitarle los ojos de encima.

  Volteó a mirar a Nahuel. Su mirada transmitía más de lo que las palabras podían decir, y con un peque?o gesto se?aló a Axel, como si quisiera entender qué estaba pasando por su mente.

  Nahuel, un poco perdido en la situación, se inclinó hacia Axel. Su ojos iban de él a Jasmín, buscando una se?al.

  —Tranquilo, aquí estamos —dijo, esforzándose por sonar relajado, aunque su incomodidad era evidente.

  Axel, sintiéndose observado, cambió de postura. Su cuerpo se encorvó ligeramente y su mirada bajó al suelo. Su mano libre se llevó al cabello, acariciándose los rizos desordenados con gesto distraído. Negó con la cabeza. Luego, comenzó a hablar, como si las palabras le costaran más de lo que quisiera admitir.

  —Tranquilos, no es nada...

  El aire, que apenas llegaba con una ligera brisa, hizo temblar a Axel.

  Jasmín siguió insistiendo. Ahora su otra mano agarraba el hombro de Axel, buscando su confianza.

  —?Seguro? —preguntó con una voz relajada.

  Los pensamientos de Axel peleaban entre sí: “No les voy a decir, voy a sonar ridículo”.

  Axel esbozó una leve sonrisa que apenas lograba disimular su ansiedad. Levantó la mirada. Sus pómulos se marcaron con el esfuerzo de esa expresión tranquilizadora, pero algo dentro de él comenzaba a ceder.

  —Está bien —dijo, con la voz quebrada y apenas audible—. Les voy a contar... —observo a Jasmín y Nahuel, sus ojos pidiendo confianza—. Pero no se rían, por favor.

  Nahuel y Jasmín intercambiaron miradas rápidas y asintieron, serios.

  —Fue un sue?o...

  Axel dejó caer la frase con un susurro y, al mismo tiempo, parecía liberar algo de la carga que había estado sosteniendo.

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