—Hemos caminado demasiado — se quejó Lore.
Como solo obtuvo silencio por respuesta, se apartó del camino y se sentó en una de las únicas piedras que veía desde hacía un buen rato, esperando descansar un poco y quizás, si su acompa?ante le daba el tiempo, masajearse los pies.
Sabía que no lo iba a hacer, llevaba quejándose y llamándole la atención desde que el celestial mayor había tomado el cielo, aproximadamente una hora atrás. No estaba preparada para ese tipo de caminatas.
—Cuando hice el trato con tu grupo, pensé que me iban a llevar en algún carromato, al menos… ?No es más fácil que me reconozcan si estoy caminando?
Su acompa?ante se detuvo a observarla medio segundo y luego de emitir un resoplido siguió caminando. Eso mismo había hecho las veces anteriores, pero esta vez Lore no pensaba ceder a la presión y acompa?arlo. Ya estaba casi convencida de que, después de todo, ya no necesitaba estar con él.
Lore se quitó la capa que la protegía del viento y de las miradas de extra?os por igual, la dobló en cuatro partes y la colocó sobre la piedra a modo de asiento.
Iba con sus peores ropas para no llamar la atención y no le molestaba ensuciarla, pero no veía cómodo el sentarse en una roca sin ningún tipo de amortiguación. Era lógico para ella, si estaba incomoda, ?Cómo iba a descansar?
Se quitó sus zapatos de cuero y comenzó a masajearse sus plateadas patas. Esos zapatos los había encargado con uno de los mejores zapateros del reino a quien le especificó que los necesitaría para recorrer grandes distancias, pero ahora que había caminado con ellos no se sentía para nada cómoda.
Reflexionó que quizás no era todo culpa del zapatero. Quizás no estaba acostumbrado a hacer botas de viaje para los nobles. O quizás era que ella, para nada acostumbrada a caminar más de lo que lo hacía para ir de su dormitorio a la biblioteca y de la biblioteca al comedor, nunca hubiera podido caminar kilómetros y kilómetros cómodamente ni con los mejores zapatos de expedición.
Un par de docenas de pasos después, su acompa?ante se detuvo y se volvió a observarla. Ella lo ignoró mientras estiraba sus piernas.
—Necesitamos seguir avanzando —dijo con una voz gruesa, áspera.
Era una voz que si ella la hubiera escuchado dentro del palacio se hubiera llevado el susto de su vida. Aunque no podía negar que no le pusiera los nervios de punta incluso allí. O especialmente allí, en medio de la nada, completamente solos. Lo único que la mantenía segura era la supuesta lealtad del criminal que había comprado con una peque?a fortuna en sellos de plata.
—Vamos, necesitamos descansar, tenemos horas caminando y ni siquiera hemos desayunado.
—Desayunar después, primera parada. Miaurnia muy cerca —agregó su compa?ero con su extra?o dialecto, casi primitivo.
“?Muy cerca? ??Aún estamos muy cerca!?” pensó horrorizada.
No estaba muy segura de cuánto tiempo llevaban caminando. Su forma de medir el tiempo era con la llegada de las comidas y las meriendas, y como en el camino no había nada de eso, estaba totalmente perdida, y también hambrienta. Si se dejaba guiar por su estómago, podía deducir que ya había pasado suficiente rato del desayuno, y quizás del té de media ma?ana.
—Necesito comer algo antes de… —se interrumpió al subir la mirada y encontrarse con la de su compa?ero.
Normalmente no se dejaba intimidar, pero aquél ser era todo intimidación pura.
Medía al menos el doble que ella, era delgado, muy delgado, pero la cantidad de telas manchadas que envolvían su cuerpo y escondían sus armas y su piel, junto con el peto abollado y sin brillo, lo hacían lucir un poco más corpulento, al menos en lo que al torso se refería. Sabía que era muy delgado gracias a sus extremidades inusualmente largas y esqueléticas, casi cubiertas por completo con cuero y más tela. Lo poco que se le veía de piel era negra como la noche y con muy poco pelaje, que crecía de forma dispareja y desagradable. Pero lo peor eran sus ojos, lo único visible de su rostro pues también estaba escondido bajo capas de telas y vendajes. Eran amarillos, pero con tonalidades rojizas que lo hacían ver cruel y salvaje. Adicionalmente, aunque el mismo se declaraba un felino, su hocico era alargado al igual que su cola, raquítica y pelada, dándole un aspecto más canino o quizás de roedor. Fuera lo que fuera, se dirigía hacia ella y tan solo con hacer contacto visual la hizo quedarse sin habla, se veía furioso.
Al situarse frente a frente, el felino se desmontó la bolsa de viaje de un hombro y sacó un trozo de pan. Lo cortó a la mitad con sus propias manos, volvió a guardar una de las mitades y le ofreció la otra.
—Su desayuno, alteza —exclamó pausadamente —. Ahora, seguir.
Lore no pudo identificar si el comentario era a modo de sarcasmo o simplemente una demostración de lo más respetuoso y amable que ese bicho podía ser.
Aceptó el pan y a los pocos segundos se arrepintió. Estaba duro, nunca en su vida había visto que un pan pudiera estar duro. Aunque parecía lógico, siempre se lo servían recién hecho y este tipo lo había sacado de un bolso en el que solo el celestial mayor sabría cuánto tiempo había estado.
Su estómago le pidió que intentara comerlo de todas maneras. Le costó masticarlo, pero no sabía mal, claro, hubiera estado mucho mejor con un poco de mantequilla y mermelada, pero no creía buena idea preguntarle a su acompa?ante si tenía un poco de eso en su bolso. Luego de entregarle el pan, éste se había dado la vuelta y seguido por el camino.
Lore se apuró a volverse a calzar los zapatos, ocultarse con la capa y caminar rápido para alcanzarlo mientras seguía intentando masticar el pedazo de pan.
—?Tú no tienes hambre? No te he visto comer.
—No.
—?Ni estas cansado?
—No.
—… ?Haces esto muy seguido?
Silencio.
—Ya sabes, caminar —aclaró Lore, tratando de ser más específica —, secuestrar princesas.
El sujeto le dirigió una mirada que reflejaba su molestia, pero también que trataba de averiguar si iba en serio. Ella le sonrió, intentando mostrarse amable, aunque con mucho esfuerzo.
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—Caminar, sí —dijo, dirigiendo su mirada al camino nuevamente.
Silencio de nuevo.
—Entonces, supongo que lo de secuestrar princesas no ?Cierto? Sabes, cuando hice el contacto para acordar el “secuestro” pensé que ustedes eran muchos más. Creo recordar que en alguna de las cartas te referiste a ti como un “grupo”. ?Qué pasó con los demás?
—Conmigo, suficiente.
—?Seguro? Sabes que pagué como si fuera un grupo. Sería muy injusto que fallaras tu misión por ser uno solo.
—Conmigo —exclamó con un tono más fuerte, que denotaba impaciencia —… suficiente.
—Ok, ok. Lo siento.
Silencio. Esta vez Lore lo dejó así por un rato, pero pocos minutos después se le ocurrió volver a preguntar.
—También pensé que habría un carromato. Además de que hubiera sido más cómodo, hubiera sido más seguro, nadie me podría ver dentro de un carromato. No existiría el riesgo de que nadie me reconociera.
Pensaba agregar también que el monto que había pagado era suficiente para contratar un carromato. Incluso podían haber sido dos docenas de carromatos sin tener que invertir más de un cuarto de la recompensa.
—Caminar, menos sospechoso. Viajar fácil. Menos atención. Para ladrones, menos vistoso.
“?Ladrones? ?Vamos, si tú eres un ladrón!”.
No le parecía muy lógico que ese monstruo se preocupará por otros ladrones.
—?Y los ladrones no se interesarían si ven a una de las princesas del Imperio de Miaurnia caminando con un solo guardaespaldas?
—Nadie reconocería. Nadie reconocería al emperador siquiera. Aquí, caminando, fuera del palacio. Solo nobles visto su cara. Ustedes, famosos para ellos. Para persona común, solo una idea… Molesta idea.
Esta vez fue Lore quien quedó en silencio. Primero por el sentimiento con el que había pronunciado esas palabras, denotaban odio a los de su clase social. Eso la hizo sentirse más intimidada, incluso creía que comenzaba a sentir miedo.
Pero, por otro lado, era la primera vez que lo escuchaba hablar más de un peque?o pu?ado de palabras en la misma oración y su curiosidad se activó.
Desde que tenía memoria, todo lo que se dedicaba a hacer siempre era guiado e inspirado por su curiosidad. Aunque de ser más honesta consigo misma, primero era la emoción de llevar la contraria. Para ella no existía una emoción más potente que desafiar la imagen que los otros nobles tenían de ella. De lo que ella se suponía debía ser.
Esa rebeldía poco a poco la llevó a leer sus primeros libros, y fue ahí cuando descubrió que tan curiosa podía ser. No tardó en darse cuenta también que la curiosidad podía molestar a los demás, y se encantó con la idea de que podía seguir con su objetivo y, además, aprender.
Cuando sus criadas ya no se veían capaces de responder sus preguntas, y su padre comenzaba a irritarse por el constante ataque provocado por su hambre de conocimiento, le asignaron tutores.
Al estudiar ya más a fondo, no tardó en familiarizarse con la maldición de los eruditos, darse cuenta de que mientras más sabía en realidad era menos lo que conocía. Cada respuesta le traía decenas de preguntas nuevas, lo que conllevaba a buscar más libros y por ende a encontrar más preguntas.
Sin embargo, el conocimiento no hizo más que alimentar el fuego de rebeldía en su interior. Poco a poco, mientras devoraba todas las bases de información que tenía disponible, fue armando en su cabeza el plan para salir del encierro intelectual que consideraba era ser parte de la nobleza.
En un momento le pidió a su padre que la dejara ir a Furilia y enlistarse en la Universidad. Ella era la cuarta en la línea de sucesión, por lo que no tenía obligaciones políticas para con el reino y no había motivos para que se quedase en la capital. Pero él se negó diciendo “La vida de un erudito de la Universidad no será el destino de nadie de mi familia”.
Fue ahí, cuando se suponía que sus ilusiones debían destruirse, que las piezas calzaron.
No mucho tiempo después entendió que la única forma de librarse de su destino era escapar de Miaurnia. Escapar de su padre. Pero para eso tendría que hacerse pasar por muerta, desaparecer. Y así concibió el plan, contratar a una banda de criminales para que la “raptaran” y la llevaran a los confines del Imperio donde podría dejar de ser la princesa Loretta Panthera y, luego de un tiempo prudencial, volver con otra identidad y enlistarse en la Universidad.
Por supuesto, algunos habrían dicho que su plan era una locura. Un ayudante del maestro librero con quien había formado una sincera amistad una vez le dijo, después de compartir de forma hipotética su plan, que era muy inteligente pero no muy sabía. Que más bien la podría describir como crédula e inocente. Qué no sabía cómo funcionaba el mundo. Su respuesta a dicho ataque fue que no necesitaba ser pobre y tener un trabajo para entender eso si tenía tantos libros leídos sobre el tema. No volvieron a dirigirse la palabra.
No le importaba, ahora que estaba fuera del palacio, viviendo una “vida real”, se lo demostraría a ella misma. Si es que lograba llegar al confín del Imperio caminando sin morir en el intento, claro estaba.
—?Cómo te llamas? —preguntó, llevada por esa curiosidad —. Es decir, tú sabes mi nombre, pero yo no sé nada de ti. En las cartas no especificabas siquiera un apodo. Si vamos a tener una conversación, si vamos a convivir los próximos días, necesito saber cómo llamarte.
—No, no necesitas.
—Mira, se ve que odias a los nobles. Quizás prefieras robarles o asesi… —se detuvo, no era buena idea mencionar algo así cuando ella era una noble y la hacía ver como una potencial victima —… Es decir, entiendo que no sea de tu preferencia convivir con ellos. Pero al aceptar esta misión, aceptaste hacerte responsable de mi por un tiempo, convivir conmigo.
—Llevarte viva hacía destino. No mantener conversaciones. No estamos en la corte. Acá afuera “convivir”, no. Acá, sobrevivir.
—Bueno, entonces ?No puedo saber tu nombre?
—No.
“Qué difícil es” pensó Lore, pero se estaba dando cuenta que, si le entablaba una conversación más detallada, con preguntas menos directas, obtenía mejores respuestas. Aunque igual de tajantes, al menos no eran monosílabas.
—Es decir, sí, entiendo que debemos sobrevivir —continuó ella —. Pero eso me da una razón, ?No? Digo, si de pronto nos rodea un grupo de bandidos y alguno me rapta o algo así… Imagínate que me carga en su espalda y comienza a correr por el bosque. Necesito llamarte de alguna manera, no voy a estar gritando “Secuestrador, ?Ayuda!”
—Viajando conmigo, ningún ladrón común acercarse suficiente. Si eso preocupa, no preocupar.
—Ok, gracias, pero era solo un ejemplo. Imagina el escenario.
— “Ayuda”, suficiente — a?adió, interrumpiéndola —. Aunque seguramente gritar no puedas. No razones para ladrón en cargar contigo huyendo. No viva, al menos.
—Bueno —contesto ella, tragando saliva. Iba progresando, aunque quizás no en la dirección correcta —. Era un ejemplo. Digamos entonces que… Vamos a un pueblo y al alojarnos en una posada tengo que anotar nuestros nombres en el cuaderno de clientes ?Qué debería poner?
—Eso en cortes. Acá, afuera, nombres no importan. Monedas importan. Quien seas, no importa, mientras pagues.
—Vale, vale… Digamos que…
—Suficiente —exclamó el felino justo antes de emitir un largo y cansado resoplido —. Si nombre quieres, usa Zane.
—?Zane? Ok, perfecto —dijo la chica, celebrando, apuró el paso y se plantó frente a Zane —. Ahora que se tu nombre, me puedo presentar como debe de ser, Loretta Phantera, un placer.
Lore le extendió la mano esperando que Zane la sujetara y le diera una delicada lamida, como era costumbre en la corte. Pero este solo la observó, levantando una ceja, resopló de nuevo y siguió avanzando, esquivándola y dejándola allí, plantada.
“Que irrespetuoso y mal humorado.” Pensó, pero sabía que era su culpa, debía haberlo esperado.
Estaba clara en que Zane detestaba a los nobles y era un ladronzuelo, un criminal. No entendía porque de pronto esperaba un poco de modales de dicho personaje.
Se dijo a sí misma que debía corregir eso, ahora estaba fuera de Miaurnia y no podía ir de aquí a allá comportándose de esa manera. Tenía que adoptar una forma de actuar más acorde.
—Entiendo, no debería seguir actuando así, ?Cierto? —dijo luego que volvió a alcanzar a Zane —. Lo lamento, he sido un poco ingenua, ?Podrías ense?arme como debería comportarme antes de que lleguemos al siguiente pueblo?
—No pueblos.
—Pero…
—Pero, si encontrar alguien — le volvió a interrumpir Zane, al parecer sabiendo que era lo que ella iba a preguntar —… Simplemente no hablar.
“No hablar. No es mala idea. Así puedo ver como actuan los demás y luego tratar de imitarlos.”
Decidió que eso haría, si es que se encontraban a alguien en el eterno camino que les quedaba por delante.
—Necesitamos buscar un lagarto —dijo finalmente, luego de un par de minutos en silencio.
Una montura le haría el trabajo mucho más fácil. No era un carromato y nunca había cabalgado un lagarto antes, pero sabía la teoría, sabía que iba a ser más fácil que caminar.
—Quizás. Luego —le respondió Zane, su “captor”.