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  Chips dejó el desayuno a un lado mientras escuchaba a su amigo.

  —Entonces, si no eras tú, debió haber sido Gabs —concluyó Jasques al mismo tiempo que terminaba su desayuno.

  Esa ma?ana eran ellos dos solos en la mesa, Miltrón se encontraba indispuesto por una resaca producto de la gran cantidad de copas ingeridas como penitencia por perder las apuestas y Gabs…

  Bueno, no sabían nada de Gabs.

  — Sí, como te digo, yo me fui a dormir temprano, me encontré a Waze en la entrada del dormitorio y luego…

  Chips se rebulló incomodo en su puesto, tomando un tazón de avena caliente con sus dos manos.

  —?Luego?

  —Encontré algo. Te cuento más tarde, necesito ir a comprar un nuevo candado, ?Me acompa?as?

  —?Por qué no mejor vas a la herrería acá mismo en la Universidad? Quizás hasta te lo dan gratis.

  —No quiero explicar nada… aún. En la herrería me harán preguntas, ?Por qué un simple estudiante está necesitando un candado nuevo?

  —?Para cerrar algo? —respondió en tono burlón Jasques, como si fuera muy obvio.

  Bueno, era bastante obvio. Pero Chips, además de no querer levantar ninguna sospecha, quería hacer que su amigo lo acompa?ase al pueblo detrás de la monta?a para poder hablar con un poco más de libertad.

  No le costó convencerlo, lo sucedido era muy raro y se notaba que Jasques quería escuchar cual era el misterio “encontrado” en sus habitaciones.

  La noche anterior, Jasques y Miltrón la pasaron jugando a las cartas en un bar cerca del puerto de Perloneche, el pueblo que quedaba al norte de la Universidad, detrás de la monta?a. Como el mismo Jasques le contó, bien avanzada la noche lo vieron a él y a Waze caminar hacía los muelles. Chips lo desmintió y concluyó que lo más seguro es que lo confundieran con Gabs, era común que lo hicieran y más aún de lejos. Eran casi gemelos para los ojos de un extra?o, o de un borracho.

  De todas maneras, el hecho de que Waze y Gabs caminaran juntos era demasiado extra?o, más aún luego del encuentro de Chips con Waze en sus dormitorios.

  Algo andaba mal, pero no podían hablar con más libertad en los comedores.

  Esperaron casi media hora a ver si Miltrón o Gabs se unían a ellos en el comedor, pero ninguno de los dos apareció, así que, no mas sonar la campanada que marcaba el inicio a las lecciones matutinas, abandonaron el comedor para ir hacía el elevador norte, decididos a dejar un par de inasistencias a materias sin mucha importancia.

  La Universidad se encontraba muy por encima del nivel del mar, instalada en la falda de una monta?a parte del sistema de cordilleras del norte del continente.

  Al rededor, se encontraban tres ciudades, o, mejor dicho, una ciudad y dos pueblos. Furilia, una gran y prospera urbe de comerciantes y artistas, a la que en realidad pertenecía la Universidad, aunque ya esta era tan grande e importante que la mayoría la consideraba un territorio independiente. Se encontraba a lo largo de la monta?a, cubriendo una extensión de varios cientos de kilómetros desde el río Jametis hasta el pueblo de Cartán.

  Antes de que la Universidad se instalara más alto sobre la monta?a, Cartán era la sede oficial de esta, un peque?o pueblo que ahora era un lugar lúgubre y peligroso. Como había sido abandonado, mucha gente de baja clase social que trabajaba en Furilia se instalaba allí, por ende, era visto como un barrio de mala muerte por los habitantes de la ciudad, sin importar que su composición arquitectónica fuera casi igual de elegante que la de la misma Furilia, solo que descuidada, muy descuidada.

  Por último, estaba Perloneche, un pueblo pesquero conformado por muelles ubicado al otro lado de la monta?a. Luego de que la Universidad creara un enorme túnel a través de esta como resultado de un proyecto de uno de los eruditos geólogos, el espacio hacía el mar abierto fue una tentación demasiado grande para pescadores y comerciantes.

  Los tres lugares tenían acceso directo a la universidad por medio de ascensores que trabajaban con un sistema muy elaborado de engranajes y poleas, digno de las grandes mentes que allí se cultivaban.

  Chips y Jasques se dirigían a uno de esos ascensores, el norte, que atravesaba el túnel de la monta?a por un lento y oscuro trayecto de aproximadamente diez o quince minutos. Un ascensor que muchos estudiantes estaban acostumbrados a utilizar pues, a pesar de que Perloneche no era ni de cerca la ciudad más ostentosa de las tres, sí que era la más atractiva para todo aquel que quisiera tomarse un par de copas sin que le cobrasen un ojo de la cara para luego perder el dinero que se ahorraban en juegos de apuestas entre ellos o con los marineros y, lo más importante para cualquier erudito y noble, discreción.

  Se podía decir que Perloneche tenía dos facetas muy diferentes, de día era un tranquilo pueblo pesquero, pero de noche se convertía en un barrio de piratas donde todo estaba permitido. Y era por esas dos razones, el descenso oscuro y el destino juerguista, por lo que muchos se referían al ascensor norte como “el ascensor al infierno”.

  Sin embargo, no fue el infierno lo que esperó al par de estudiantes esa ma?ana, aunque de seguro por el calor se parecía mucho, si no él alborotado, pero de alguna forma relajante, batiburrillo de comerciantes y compradores caminando de aquí para allá, azotados por una ráfaga de viento y salitre bajo la intensa y candente vigilancia del Celestial Mayor en el firmamento.

  Chips tenía el pelaje corto, por lo que no se le notó tanto el efecto de la pegajosa humedad como a Jasques, quien de inmediato comenzó a verse un poco más esponjado. Pero ambos se vieron forzados a combatir la vergonzosa necesidad de lamerse las manos para limpiar su cara y refrescarse después de emprender el camino por los muelles, buscando una tienda de herreros entre la multitud.

  A Chips no le gustaba mucho bajar a las ciudades por esa misma razón. La cantidad de transeuntes era asfixiante, le traía a la mente borrosos recuerdos que no sabía que tenía. El clima también era otro factor. En la Universidad se disfrutaba de una temperatura casi perfecta gracias a la altura y la protección de la monta?a, las nubes espantaban la humedad típica del muelle e impedían que llegara al otro lado.

  No tardaron mucho en encontrar y comprar lo que estaban buscando. Así que se dirigieron a un extremo alejado de los locales más concurridos, buscando algo de paz y privacidad.

  —?Fue por acá que vieron a Waze y Gabs? —preguntó Chips, llegando al final de uno de los muelles, abandonado de botes a esa hora del día.

  —No, fue al otro lado de la ciudad, en el bar del este, ese que no te gusta porque dices que las bailarinas comienzan a “incomodar” a la clientela —respondió Jasques agregando el último comentario para burlarse de la inocencia de su joven amigo, pero al ver que no iba a conseguir buscarle la lengua prosiguió con la pregunta que le importaba —. Entonces, dime, ?Qué encontraste? ?Qué en este santo mundo es tan secreto y misterioso que me trajiste a aguantar este calor descomunal para que nadie nos escuche?

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  —Páginas sueltas, Jasques, muchas páginas sueltas. Quizás las suficientes para formar dos o tres libros… Estaban en mi baúl, anoche. Alguien forzó el candado y…

  —?Páginas? ?Eso es todo? Es decir, sí, es muy raro que Waze juegue esas bromas, pero…

  —Son páginas de los Antiguos. Libros sobre la historia de sus ciudades, según alcancé a leer.

  —Un momento, eso ya no es una broma… Me estás diciendo que…

  —?Qué Waze dejó un montón de páginas prohibidas en mi baúl? Pues, parece ser.

  —Tienes que estar bromeando —exclamó Jasques, ahora nervioso —. Diría que quizás Waze tiene algo contra ti, pero si alguien se da cuenta que tú tienes esas páginas, él también va a caer. Es decir, él es de los pocos que tiene acceso para manipular esos textos. ?Estás seguro?

  —Se identificar lenguaje antiguo, Jasques. Quizás aún no sepa leerlo bien, pero se identificarlo.

  —?Qué piensas hacer? ?Esto tendrá que ver con Gabs también?

  —No lo sé, ya era suficientemente extra?o todo sin ese detalle de que los vieron juntos.

  —?Tienes las páginas contigo? ?Puedo verlas?

  —Por el Celestial Mayor, no, ?Cómo podría cargar algo tan valioso conmigo? O, mejor dicho, ?Algo que podría condenarme al exilio?

  —Ejecución, lo más seguro —le corrigió Jasques.

  —?Cómo?

  —No al exilio. Si tienes la cantidad de papeles que insinúas que tienes, y que posiblemente antes eran libros y ahora solo páginas sueltas, te pueden condenar por muchos cargos, desde hurto hasta destrucción y eso no sería lo peor…

  —Ok, ok, no me ayudas, Jasques —le interrumpió Chips.

  Los dos se quedaron un par de segundos en silencio. Con la lengua afuera y jadeando como consecuencia de la combinación del estrés y el calor al que estaban sometidos.

  —Entonces, ?Dónde los tienes? —preguntó Jasques finalmente.

  —Los llevé a la oficina. Los guardé en la cajita donde guardo mis herramientas.

  —??Estás loco!? —exclamó el otro, angustiado. Pero al notar que algunos transeúntes volteaban a verlos volvió a bajar el tono de voz —?Eso te parece más seguro que tu baúl privado?

  —No es tan privado si no tiene un candado.

  —Al igual que tu caja de herramientas…

  —Bueno, la diferencia es que quizás Waze esperaba que alguien lo encontrara en mi baúl. Al cambiarlos de lugar…

  —Le complicas el trabajo. Es verdad...

  Otro par de segundos en silencio.

  —?Y qué tal si Waze solo los estaba guardando? —agregó Jasques —Quizás piensa robarlos y venderlos, pero necesitaba un lugar seguro donde esconderlos mientras tanto. En tal caso, si los encontraban en tu baúl, te iban a culpar a ti.

  —?A mí? ?Un estudiante de rango uno que no tiene ninguna forma de acceder a dichos documentos? Como comentaste anteriormente, si me hundo yo, el también. No tiene mucho sentido.

  —?Y si se equivocó?

  —?De qué? ?De libros o de dormitorio? —respondió Chips irónicamente.

  —Miltrón nos ha dicho que ha estado actuando muy raro, como si estuviera siempre borracho o algo.

  —Quizás. Demonios, como me ayudaría que Miltrón estuviera aquí.

  —?Para ayudarte a salir de estas? ?O para servirte de traductor? —preguntó Jasques con una sonrisa pícara. Chips también sonrió.

  —Primero de traductor, y luego a salir de estas. Puedo apostar que tú también te mueres por saber que hay en esas páginas…

  —Estás en todo lo correcto, mi querido amigo. Vámonos de este infierno de calor y salitre y volvamos a ver si ya Miltrón despertó de su coma etílico.

  Sin decir más, ambos se propusieron a volver a la Universidad.

  ***

  —Waze no ha aparecido en todo el día —confirmó Miltrón mientras salían del comedor, luego del almuerzo.

  —Gabs tampoco, ?Cierto? —agregó Chips.

  Luego de su viaje a Perloneche no les quedó otra que cumplir con su jornada y asistir al resto de las clases, pero nada pudo evitar que pasaran las horas distraídos y cruzando los dedos para coincidir con Miltrón durante el almuerzo. Y efectivamente fue así.

  Encontraron al felino blanco tomando lentamente un caldo mientras exhibía una cara digna del reflejo de un dolor producido por uno o dos pu?etazos recientes en el estómago. Un dolor que tenía nombre para los estudiantes de La Universidad, Vielagris, el alcohol más barato y popular entre los marineros de peor monta de los muelles de Perloneche.

  —No, no asistió a Lógica Difusa —respondió Jasques, quien era asistente del tutor de aritmética de la Universidad, por lo que frecuentemente lo sustituía dando algunas clases en los niveles más bajos.

  Chips no tenía ninguna asignación con Gabs y mucho menos con Waze, a quien solo lo veían quienes tenían acceso a los salones de Historia de los Antiguos, como Miltrón, que trabajaba descifrando los pintados.

  Durante el almuerzo, Chips había puesto en contexto a Miltrón, o al menos de todo lo que podía comentar sin arriesgarse a que lo escucharan diciendo nada comprometedor.

  Le contó que la noche anterior se encontró con Waze saliendo de su dormitorio y que necesitaba que se reunieran en los jardines por la noche, un par de horas luego de la cena, para que lo ayudase a traducir un extracto algo extra?o que terminó encontrando por accidente. Miltrón aceptó, pero solo había mostrado interés en el tema del extra?o comportamiento de Waze. Que actuara como borracho era una cosa, que luego lo vieran donde no tenía nada que hacer y socializando con un estudiante a quien seguro ni conocía para luego desaparecer era otra completamente distinta. Además, lo encontraban al mismo tiempo en el dormitorio de otros estudiantes más jóvenes.

  No tenían que darle muchas vueltas al tema para saber que indiscutiblemente algo raro ocurría.

  Luego de comer tuvieron mucho tiempo para seguir hablando, por lo que se separaron para cada uno asistir a sus labores de la tarde. Sin embargo, Chips decidió pasar primero por los dormitorios para instalar rápidamente su nuevo candado y poder volver a guardar las páginas prohibidas en su dormitorio luego de mostrárselas a Miltrón en la noche. Jasques tenía razón en que era extremadamente peligroso haberlas guardado en su caja de herramientas, cualquiera podía abrirla por casualidad o por error y todo terminaría de inmediato. Lo único que le aseguraba a Chips que nadie las había encontrado aún era el hecho de estar caminando libre por ahí en lugar de encerrado en la oficina de los directores, recibiendo su castigo.

  Chips le daba vuelta en la cabeza a este pensamiento mientras subía las escaleras al dormitorio y, justo en la entrada, se repitió la misma escena de la noche anterior, pero con otro personaje.

  —?Gabs! —exclamó Chips, al principió asustado, pero luego solo extra?ado. Gabs tampoco dormía en este nivel de la torre —. ?Qué haces aquí? Te estábamos buscando desde esta ma?ana.

  Gabs, que miraba fijo al frente, de pronto pareció darse cuenta de que hablaban con él y le dirigió la mirada.

  —Hola —respondió secamente —. Estaba durmiendo.

  —?Durmiendo? ?Aquí?

  Gabs tardó un segundo en responder, pero no desvió la mirada.

  —Si. Me sentía mal.

  —Pero…

  —Si me disculpas —le interrumpió, y comenzó a avanzar, descendiendo las escaleras sin volverse.

  “?Estará borracho?” pensó Chips, eso le parecía.

  Si el caso era que no durmió durante toda la noche y luego faltó a las dos primeras comidas del día por estar descansado, era probable que el efecto de la Vielagris aún estaba activo y Gabs solo se encontraba más perdido que un canino en un palacio felino.

  “Pero ?Por qué llegó aquí, a este dormitorio, y no al suyo, dos pisos más arriba?” reflexionó “Quizás es que contó mal… Pero, entonces, ?Dónde durmió?”.

  Le sorprendió la coincidencia con el suceso de la noche anterior, al encontrar a Waze. Le parecía extra?o.

  Sus sospechas incrementaron a índices impensables no más cruzar el umbral y ver su cama en el fondo del dormitorio.

  El baúl estaba abierto y vacío, toda su ropa desperdigada sobre el colchón y en el piso. Esta vez ni un alma ocupaba el dormitorio, todos sus compa?eros se debían encontrar trabajando o estudiando.

  No había duda en que Gabs era el responsable de tal desorden.

  Chips se debatió, tratando de encontrarle lógica. ?Sería posible que estuviera aliado con Waze en algún complot extra?o? No le hacía mucho sentido

  “?Gabs? ?Waze elegiría a Gabs para hacer un complot?”

  Se le vino a la cabeza que quizás era por eso por lo que Gabs se quería ir de la Universidad. Que quizás…

  Cuatro campanadas rápidas ahuyentaron el silencio, seguidas de una larga y de nuevo cuatro rápidas.

  Significaba que los profesores necesitaban a todos los alumnos en el comedor de manera urgente y obligatoria.

  Chips guardó todas sus cosas como pudo en el baúl y lo cerró. No le dio tiempo de reparar la cerradura, así que no usó el candado nuevo y dejó allí él roto. Algo pasaba y tenía que ir a ver qué era lo más rápido posible.

  Tardó tan solo diez minutos en llegar al comedor, pero éste ya se encontraba lleno por completo. Todos los aprendices y eruditos que normalmente no coincidían en su totalidad durante las horas de las comidas ahora se aglomeraban allí.

  Chips tuvo que conformarse a llegar a la puerta y afinar el oído.

  No tardó en localizar a Miltrón y a Jasques en el portón contiguo, pero sin Gabs.

  —Me acabo de encontrar a Gabs, estaba en mi dormitorio… Dijo que se sentía mal, pero…

  —Chips, al parecer eso no es lo más extra?o de hoy, mira —le indicó Jasques, se?alando al fondo del comedor, donde el rector sostenía una hoja de papel con un dibujo de un rostro que logró reconocer a pesar de la distancia.

  —Lo encontraron —murmuró Miltrón, sin dejar de ver al rector.

  —?Qué pasó? ?Qué dijo? —preguntó nervioso Chips a sus amigos.

  Al parecer se había perdido la primera parte del anuncio y no llegaba a escuchar con claridad el resto del discurso.

  —Encontraron a Waze en un río de Cartán —respondió Jasques, sombrío —. Lo encontraron muerto…

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