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Capitulo 13

  Capitulo 13 El mercado negro

  Unos días después de su visita a la tienda de esclavos, Alexis recibió un mensaje de Dorian. La nota era simple:

  "Nos vemos en la taberna del Callejón Sombrío. Pregunta por ‘El Gato’.”

  Al llegar, encontró a su amigo sentado en una mesa en la esquina más oscura del local, acompa?ado de un hombre de aspecto peculiar. Era joven, de unos veintitantos a?os, con una larga cabellera recogida en una cola de caballo y una expresión calculadora. Vestía ropas oscuras y bien ajustadas, lo que sugería que valoraba la discreción.

  Cuando Alexis se acercó, el hombre lo miró de arriba abajo con ojos afilados.

  -Así que este es el interesado.-Su tono era neutro, pero su mirada evaluadora.

  Dorian sonrió con confianza.

  -Sí, este es mi amigo. Te dije que es de fiar.

  El hombre no respondió de inmediato. En su lugar, sacó un peque?o pergamino enrollado y lo dejó sobre la mesa.

  -Si quieres entrar al bajo mundo, hay reglas que debes seguir.-

  Desenrolló el pergamino y comenzó a leer en voz baja:

  


      
  1. No hablas de los negocios del bajo mundo con extra?os.


  2.   
  3. Si traicionas a un contacto, serás castigado.


  4.   
  5. El oro abre puertas, pero la confianza las mantiene abiertas.


  6.   
  7. Si entras, no puedes dar marcha atrás sin pagar un precio.


  8.   


  Después de enunciar las reglas, levantó la vista y miró a Alexis directamente.

  -Ahora dime, ?qué buscas en el bajo mundo?

  Ante la pregunta, Alexis respondio tranquilo- quiero información, información que no se puede conseguir por medios normales-

  El hombre solo asintió –sigueme, no te retrases.

  Alexis miro a Dorian quien solo lo miro con una sonrisa, y siguiendo al hombre de la cola de caballo por una serie de calles estrechas que se iban volviendo más oscuras y menos transitadas. Al principio, aún había faroles iluminando los caminos, pero conforme descendían por un pasaje oculto entre dos edificios, la luz de la ciudad quedó atrás.

  El aire se volvía denso, una mezcla de humedad, humo y olores difíciles de identificar. La piedra bajo sus pies estaba desgastada, con charcos oscuros que prefería no pisar. Pasaron junto a puestos clandestinos donde se vendían pociones de dudosa procedencia, joyas robadas y armas sin marca. Algunos individuos con capuchas ocultaban sus rostros, y otros, con cicatrices y miradas duras, intercambiaban peque?as bolsas llenas de contenido sospechoso.

  Más adelante, una gran estructura de piedra emergía del suelo como si fuera parte de un antiguo sótano olvidado. Había antorchas que iluminaban la entrada, custodiada por dos hombres corpulentos armados con espadas cortas.

  -Bienvenido al Mercado Sombrío.- dijo el hombre de la cola de caballo sin voltear a verlo- aunque hayas memorizado el camino, debo decirte que siempre cambia de dirección.

  Alexis observó con atención. Adentro, el espacio se abría en un gran salón subterráneo donde las voces se mezclaban en un murmullo constante. Se apostaban mesas con documentos y mapas, comerciantes vendían información a cambio de oro, y había tablones llenos de nombres y precios: listas de personas buscadas, contratos de asesinatos, rutas de caravanas valiosas, y más.

  El hombre de la cola de caballo condujo a Alexis por el Bajo Mundo hasta llegar a una casa en particular. No era una vivienda común, sino una estructura de piedra y madera vieja, con ventanas selladas y una única puerta con refuerzos metálicos. Parecía más una fortaleza discreta que un hogar.

  El hombre golpeó tres veces, pausó y luego dio dos golpes más. La puerta se abrió lentamente sin que nadie estuviera a la vista. Alexis frunció el ce?o, pero no vaciló en entrar. El interior estaba tenuemente iluminado por lámparas de aceite y olía a pergamino viejo y madera húmeda.

  Al fondo, sentado tras un escritorio de roble con varios documentos apilados, estaba Raiz. Un hombre mayor de barba grisácea y ojos afilados que lo observaron con una mezcla de curiosidad y cautela.

  -Aquí lo tienes… el es Raiz- dijo el de la cola de caballo antes de darse la vuelta y salir, dejándolos a solas.

  Raiz entrelazó los dedos y sonrió de lado.

  -No muchos llegan hasta aquí en su primer viaje al Bajo Mundo. Pero dime, muchacho… ?qué es lo que buscas?

  Alexis se acercó con calma y apoyó las manos en el escritorio.

  -Información sobre una persona. Desde el día en que nació hasta hoy.-

  Raiz alzó una ceja con interés.

  -?Quién?

  -Una duquesa.-

  El hombre soltó una leve risa y se inclinó hacia atrás en su silla.

  -Las nobles son caras, chico. Esa clase de información no se consigue fácilmente.-

  -Dime el precio.

  Raiz sonrió con astucia y sacó un peque?o pergamino, escribió un número y se lo deslizó a Alexis. La cifra era alta, pero Alexis no mostró reacción alguna. Simplemente asintió.

  -?Cuándo y dónde recibiré la información?

  Raiz negó con la cabeza, divertido.

  -No funciona así. No me busques… Yo te encontraré cuando tenga lo que quieres.

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  Alexis sostuvo su mirada por unos segundos y luego sacó una bolsa de monedas de oro, dejándola sobre la mesa.

  -Un pago adelantado.

  Raiz tomó la bolsa y la pesó en su mano con satisfacción.

  -Sabes moverte bien para ser joven. Me gusta.

  Sin más palabras, Alexis se dio la vuelta y salió… afuera lo esperaba el joven con cola de caballo, quien solo sonrio y le dijo que se podía quedar o irse inmediatamente, a lo Alexis solo respondio con un asentimiento y se fue por las mismas calles que habia venido.

  La noche ya se había alargado cuando Alexis llegó a su hogar. Las calles estaban casi vacías y el aire era fresco. Subió las escaleras en silencio y, sin pensarlo demasiado, abrió la puerta del cuarto de su hermana.

  Julie dormía plácidamente, su respiración era tranquila. Alexis se quedó en el umbral, observándola con una leve sonrisa. Se veía tan despreocupada en ese momento que le recordó lo mucho que había cambiado su vida en los últimos a?os.

  Después de un instante, cerró la puerta sin hacer ruido y se dirigió a su propia habitación. Se dejó caer en la cama, exhalando con cansancio. Ma?ana sería otro día… y solo le quedaba esperar a que Raiz cumpliera con su parte del trato.

  Los días pasaron con una tranquilidad enga?osa. Alexis mantuvo su rutina con la naturalidad de quien intenta convencerse de que todo en su vida estaba en orden.

  Algunas ma?anas se levantaba temprano para llevar a su hermana a la universidad. Julie no siempre necesitaba que la acompa?ara, pues casi siempre era pablo quien la llevaba a la universidad en el viejo caballo llamado Cafecito, quien cada vez se veía mas cansado y viejo por la edad y por esa misma razon se quedaba mayormente en un establo. Pero cuando Alexis tenía el tiempo y la disposición, el lo hacía. El camino hacia la universidad era animado. Con estudiantes y académicos cruzando las calles adoquinadas, y aunque Julie se mostraba seria y reservada, él sabía que apreciaba el gesto

  -No es necesario que vengas por mí luego.-le decía a veces, bajando del carruaje con su bolso de cuero al hombro.

  -Lo sé, pero me gusta hacerme ver.-respondía Alexis con una sonrisa burlona, inclinándose en el asiento mientras la veía caminar entre los demás estudiantes.

  No siempre iba por ella, pero cuando lo hacía, la encontraba charlando con compa?eros o simplemente absorta en sus pensamientos. Julie tenía esa forma de mirar el mundo como si estuviera constantemente calculando algo, descifrando un rompecabezas invisible para los demás.

  En los días en que no la acompa?aba, Alexis aprovechaba el tiempo para reunirse con amigos. A veces iba a la tienda de Dorian, donde solían discutir sobre negocios, apuestas o simplemente charlar sobre la última pelea en el coliseo. Otras veces compartía una comida con Hugo, quien parecía completamente absorbido por su trabajo como asistente en la universidad.

  -En serio, Alexis, deberías considerar entrar a la universidad como profesor, algunos docentes aun me preguntan por ti… incluso un noble pregunto por ti, dice que te quiere como su secretario… ?sabes lo que es trabajar para un noble? Es trabajo seguro e incluso un territorio no es imposible-le decía Hugo con un suspiro.

  -Eso no es para mí.

  -Pero serías un profesor excelente.

  -?Para qué? Prefiero hacer lo que quiero, cuando quiero.

  Hugo sacudía la cabeza, frustrado, pero ya había aprendido que discutir con Alexis sobre su futuro era inútil.

  Pero lo que realmente llenaba los días de Alexis eran sus pasatiempos. Desde que el papel se había vuelto más accesible, su arte había florecido. Pasaba horas en su estudio, con bocetos esparcidos sobre la mesa y manchas de tinta en los dedos. Pintaba en lienzo cuando tenía inspiración, pero su verdadero placer era el dibujo, la facilidad con la que podía plasmar cualquier cosa con solo un trozo de carboncillo o tinta.

  Dibujaba figuras humanas con precisión, retratos de personas que veía en la calle, criaturas fantásticas que había imaginado desde ni?o y, por supuesto, mujeres. Era una fascinación que nunca había intentado explicar demasiado. Simplemente le gustaba capturar la forma, la expresión, el misterio en una mirada.

  A veces, después de varias horas en su estudio, se quedaba mirando un dibujo en particular. Aquel que había hecho una noche atrás, con vino en la mano y la silueta de una mujer desnuda posando frente a él. ?Era esto lo que quería?

  Fue durante una de esas noches que decidió aceptar una cita. No era raro que las mujeres lo buscaran; su reputación como alguien que se habia graduado de la universidad, su apariencia, su dinero lo hacían interesante para muchas. Pero esta vez, la chica era diferente.

  Se llamaba Helena, una joven de familia noble pero sin pretensiones. No era particularmente hermosa como las mujeres con las que solía estar, pero tenía una actitud despreocupada que le resultaba refrescante. Fueron a un restaurante elegante, aunque Alexis nunca se preocupaba demasiado por la etiqueta.

  Hablaron de cosas triviales: de la música, de las últimas noticias, de los eventos en la ciudad. Helena tenía una risa ligera, y aunque era encantadora, Alexis no podía evitar sentir que la conversación se volvía superficial.

  Después de la cena, caminaron un poco por la ciudad. La brisa nocturna era agradable, y las calles estaban iluminadas por faroles de aceite. Fue en ese momento, mientras escuchaba a Helena hablar de sus planes para el futuro, que un pensamiento lo golpeó de repente.

  ?Qué estoy haciendo con mi vida?

  La pregunta lo tomó por sorpresa. Durante a?os, se había movido sin rumbo, disfrutando de los placeres de la vida sin preocuparse demasiado por el futuro. Tenía dinero, tenía contactos, tenía la libertad de hacer lo que quisiera… pero ?qué significaba realmente eso?

  Miró a Helena, quien seguía hablando sin notar su distracción. Se obligó a sonreír y a seguir la conversación, pero el pensamiento se quedó en su mente, como una sombra persistente que no podía ignorar.

  Esa noche, al regresar a su casa, no se fue directamente a la cama. En lugar de eso, se sentó en su estudio, encendió una vela y tomó un trozo de papel. Sin pensarlo demasiado, comenzó a dibujar. Pero esta vez, no era una mujer desnuda ni una bestia fantástica.

  Era un hombre. Un hombre sin rostro, parado en una encrucijada, con caminos oscuros a su alrededor.

  Se quedó mirando el dibujo por un largo rato. Luego, sin una palabra, apagó la vela y se fue a dormir.

  Dos semanas habían pasado desde que Alexis hizo su pedido en el bajo mundo. En ese tiempo, su vida había continuado con normalidad: llevando a Julie a la universidad cuando podía, dedicándose a su arte, compartiendo charlas con sus amigos y asistiendo a eventos sociales sin mayor interés. Pero en el fondo, había estado esperando.

  La noche era tranquila cuando llamaron a la puerta. Un golpeteo seco y firme, lo suficientemente fuerte como para despertar a cualquiera que aún estuviera despierto. Alexis levantó la mirada desde su escritorio, donde terminaba de dibujar, y escuchó pasos en el pasillo.

  Julie fue quien abrió la puerta. Del otro lado, una figura se alzaba bajo la tenue luz . Un hombre vestido de manera discreta, con un rostro inescrutable, sostenía un peque?o paquete de documentos bien atados.

  -?Está tu hermano? -preguntó con voz grave y pausada.

  Julie no era tonta. Aunque su hermano le ocultara muchas cosas, ella podía intuir cuándo algo no era completamente ordinario. Cruzó los brazos y lo miró con suspicacia.

  -?De parte de quién?

  El hombre no respondió. Simplemente extendió el paquete, como si aquella conversación fuera innecesaria.

  En ese momento, Alexis apareció detrás de su hermana. Con su expresión serena de siempre, le puso una mano en el hombro y le hizo un gesto sutil para que se hiciera a un lado.

  -Gracias por traerlo. -dijo, sacando una bolsa de cuero con el resto del pago acordado.

  El hombre la tomó sin revisarla. Con una leve inclinación de cabeza, se dio la vuelta y se perdió en la oscuridad de la calle, sin dejar rastro.

  Julie lo miró fijamente.

  -?Qué es eso?

  Alexis, sin cambiar su expresión, sostuvo los documentos con una mano y con la otra cerró la puerta. Luego, con su voz despreocupada de siempre, le respondió con naturalidad:

  -Algo de la universidad. Me han estado insistiendo con propuestas para que sea profesor. Solo papeles con información sobre eso.

  Julie frunció el ce?o. No le creía, pero tampoco tenía pruebas para cuestionarlo más. Sabía que su hermano tenía secretos, pero también sabía que no le diría nada si insistía.

  -veo que estas aprendiendo a cocinar-dijo mirando a la cocina en donde se encontraban Marta y su peque?o ni?o de 6 a?os, preparando alguna comida para la cena- no te quedes despierta muy tarde-dijo él antes de subir las escaleras.

  Julie suspiró y decidió no insistir. Lo vio desaparecer por el pasillo y escuchó el sonido de la puerta de su habitación cerrándose.

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