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II: El Rumor

  El mercado clandestino era un tumor palpitante en el corazón del desierto, un caos de lonas chamuscadas y metal retorcido que apestaba a sudor rancio, sangre seca y aceite recalentado. La noche envolvía Baja California, 2172, con un cielo púrpura, cuajado de nubes que parecían heridas supurantes, destilando una luz enferma sobre las mesas abarrotadas de implantes oxidados, frascos de Fluido Osteolítico y huesos etiquetados como trofeos. El líquido negro-verdoso burbujeaba en sus contenedores, su brillo esmeralda reflejándose en las máscaras de tela mugrienta de los carro?eros, que regateaban en susurros roncos. Cadenas oxidadas crujían en las jaulas de los mutantes, sus gru?idos mezclándose con el zumbido de generadores al borde del colapso. El suelo, húmedo por derrames antiguos, brillaba con charcos de Fluido que quemaban la arena, dejando cicatrices negras con vetas verdes, como venas de un cadáver.

  Kren atravesaba el mercado como una sombra de dos metros, sus botas golpeando la grava con un eco seco. Pesaba 154 kilos, ~26% Osteón, y sus placas metálicas —negras, dentadas, creciendo desde su carne como cuchillas rotas— rozaban con un chirrido que hacía temblar a los ni?os carro?eros. Su capucha, cosida con retazos de lona y piel curtida, ocultaba un rostro que apenas reconocía. El Núcleo en su pecho, el disco biomecánico rodeado de venas oscuras, zumbaba débilmente, su luz gris parpadeando como un faro a punto de apagarse. Los traficantes lo miraban de reojo, sus manos crispadas sobre cuchillos improvisados. No era uno de ellos. Era un arma del Proyecto KREN, un mercenario que vivía de cacerías y viales estabilizados.

  Se detuvo frente a un puesto improvisado, montado sobre el capó destrozado de un dron militar. El aire olía a cables chamuscados y bilis fermentada, y el suelo estaba pegajoso con restos de Fluido seco. El contratante era un hombre enjuto, con tatuajes biomecánicos que pulsaban azul bajo su piel traslúcida. Un brazo prostético, cubierto de remaches, chirriaba al moverse, y sus ojos —uno humano, opaco, y otro un implante verde que destellaba— escanearon a Kren como si calcularan su precio en piezas.

  —Tengo un trabajo —dijo, su voz cortante, como vidrio astillado—. Un cyborg renegado, 100 kilos, infectado por Fluido Osteolítico. Está en un laboratorio al norte, robando un alijo del Crisol de Fusión. Quiero su núcleo y el Fluido. 800 créditos, tres viales estabilizados.

  Kren tocó su Núcleo, el metal frío bajo sus dedos callosos, endurecidos por el Ostealium. El zumbido era errático, un pulso que le recordaba su fragilidad. Sin los viales, el Ostealium en sus venas lo devoraría desde dentro, placa por placa. El Crisol. La palabra era un eco punzante, trayendo imágenes borrosas: cápsulas de vidrio, cuerpos flotando en Fluido, gritos que no podía ubicar. Una voz susurró en su cráneo, baja, venenosa: —?Libertad? ?Enga?o? Su trastorno lo acechaba, un filo que cortaba más profundo con cada cacería.

  —?El apagado? —gru?ó, su voz como grava aplastada por una rueda.

  El contratante alzó una ceja, el implante verde brillando como un ojo de reptil.

  —Quizá —dijo, inclinándose, su aliento oliendo a tabaco rancio y químicos—. El Crisol busca cazadores como tú. Demuestra que vales, y tal vez te cuenten sus secretos.

  Kren entrecerró los ojos bajo la capucha. El apagado. La palabra era un anzuelo, una promesa de liberarse del Ostealium, de las voces, del peso que lo aplastaba. Tomó la tableta agrietada que el contratante le ofreció, sus dedos dejando marcas en el plástico. Las coordenadas parpadeaban en la pantalla, junto a una advertencia: “Sujeto inestable. Fluido salvaje.”

  —Hecho —dijo, su voz baja y cortante.

  El contratante sonrió, los tatuajes en su rostro pulsando como circuitos vivos.

  —No te confíes, cazador. Este no es un Osteón menor. Es rápido. Y el Fluido lo tiene destrozado.

  Kren giró sin responder, el polvo arremolinándose bajo sus botas. El mercado quedó atrás, sus gritos y olores desvaneciéndose en la noche. Caminó hacia el norte, el desierto un océano de arena que quemaba la piel incluso en la oscuridad. Restos de tanques volcados y drones partidos sobresalían como costillas de un cadáver gigante, sus bordes corroídos brillando bajo la luz púrpura del cielo. El viento silbaba entre las grietas, un lamento que sabía a ceniza amarga en la lengua. Sacó un vial estabilizado, el cristal frío contra su palma cortada por las placas. Lo inyectó en su Núcleo, el líquido ardiente como fuego líquido, estabilizando el zumbido pero no las voces. —?Hombre? ?Máquina? Una visión lo golpeó: un rostro humano, borroso, mirándolo desde una cápsula. Parpadeó y la imagen fue desvaneciéndose como polvo.

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  El camino era un sendero de desolación. Restos de cápsulas rotas y cables quemados marcaban el terreno, como si el desierto hubiera vomitado los restos de un mundo muerto. Sus botas aplastaban piezas de metal y huesos blanqueados, el crujido resonando en el silencio. El aire era seco, cortante, cargado de polvo metálico que raspaba la garganta. Ajustó su capucha, el roce áspero de la lona contra su piel recordándole que aún tenía carne. Por ahora. El Núcleo palpitaba, cada pulso más lento, como un corazón que duda. Necesitaba cazar.

  Las ruinas del laboratorio surgieron como un cadáver de concreto y acero corroído. Vigas torcidas se alzaban como dedos rotos, y cables colgaban como venas secas, balanceándose con el viento. Tanques de Fluido reventados goteaban un líquido negro-verdoso que siseaba al tocar el suelo, su vapor picando en la lengua con un sabor a bilis y cobre. El olor era espeso, a sangre vieja y circuitos quemados, mezclado con un dulzor podrido que revolvía el estómago. Kren entró, sus pasos resonando en pasillos agrietados, el eco rebotando como un latido. Una visión lo detuvo: cápsulas de vidrio alineadas, cuerpos flotando en Fluido, ojos vacíos mirándolo. —?Tú? ?Ellos? Su TID susurró, y apretó los pu?os, las placas cortando sus palmas.

  Un rugido metálico rasgó el silencio. El cyborg estaba en una sala cavernosa, rodeado de servidores destrozados y tanques volcados. Era un humanoide de 100 kilos, con implantes corroídos que sobresalían de su carne como tumores. Sus brazos, guada?as de metal dentado, vibraban con espasmos, y sus ojos, inyectados de Fluido, brillaban con un verde venenoso. El Fluido goteaba de su boca, quemando el suelo con un chisguete ácido. Gru?ó, sus movimientos erráticos, como una máquina rota por dentro, y se lanzó contra Kren.

  El combate fue un caos visceral. Kren esquivó una guada?a, el metal rasgando su capucha y cortando un mechón de cabello. Golpeó con un pu?o, ~5 toneladas de fuerza, aplastando una pared de concreto. Polvo y escombros llovieron, el aire cargado de olor a piedra pulverizada y sangre. El cyborg era rápido, sus guada?as cortando placas del pecho de Kren. Sangre tibia goteó, mezclándose con el Fluido que salpicaba el suelo, su ardor quemándole la piel. El dolor era un relámpago, pero Kren lo transformó en furia. Agarró un brazo del cyborg, arrancándolo con un crujido húmedo, carne y cables desgarrándose. El Fluido brotó como un géiser, su olor a bilis y cobre fundido llenando el aire.

  — —rugió la voz en su cabeza, un coro de ecos que lo empujaba.

  El cyborg chilló, su otro brazo cortando el flanco de Kren. Una placa cayó, sangre y Fluido mezclándose en un charco brillante. Kren gru?ó, ignorando el ardor, y estrelló su pu?o contra el torso del cyborg, partiendo costillas y circuitos. El enemigo se tambaleó, pero no cayó. Saltó, sus guada?as buscando el cuello de Kren. él bloqueó con el antebrazo, el impacto resonando en sus huesos, y lo arrojó contra un tanque. El vidrio estalló, Fluido derramándose como sangre negra, quemando el suelo con un siseo.

  Kren hundió las manos en el torso destrozado del cyborg, el Fluido subiendo por sus brazos como ácido hirviente. Quemaba, disolviendo piel, fundiendo nervios. Cerró los ojos, dejando que su cuerpo lo absorbiera. Sus placas crecieron, afiladas, cortando carne nueva en su espalda y hombros. El Núcleo parpadeó, estabilizándose, su zumbido más fuerte. El cyborg colapsó, un montón de carne disuelta y circuitos rotos. Kren jadeó, 156 kilos, ~30% Osteón. Más fuerte. Menos él.

  Pero antes de morir, el cyborg susurró, su voz un chisguete roto, apenas audible sobre el siseo del Fluido:

  —El Crisol... apaga el dolor...

  Kren se congeló. ?Apagado? ?Liberarse del Ostealium? ?De las voces que lo desgarraban? La palabra era un cuchillo en su pecho, cortando más profundo que las guada?as. Revisó los restos, sus manos temblando por primera vez. Entre sangre y cables encontró un chip ensangrentado, su superficie fría contra sus dedos cortados. Lo guardó, su mente atrapada en un torbellino. Datos fragmentados parpadearon en su cabeza: cápsulas alineadas, cuerpos flotando, el Crisol como un altar de promesas rotas. Su TID susurró, más fuerte: —?Hombre? ?Mentira?

  El laboratorio estaba silencioso, salvo por el goteo del Fluido y su respiración rasposa. Recogió el núcleo del cyborg —un orbe metálico cubierto de venas orgánicas— y el Fluido robado, almacenado en un frasco reforzado. El peso de la cacería lo aplastaba, no por los kilos, sino por la duda. El apagado lo estaba persiguiendo ?Era real? ?O solo otro contrato para mantenerlo cazando?

  Regresó al mercado al amanecer, el cielo un hematoma púrpura que sangraba luz sobre el desierto. El aire frío mordía sus cortes, el dolor palpitando en su pecho y flanco. Los carro?eros lo miraban, sus murmullos más audaces ahora, como si olieran su sangre. Entregó el núcleo y el frasco al contratante, que revisó la carga con dedos temblorosos, el implante verde destellando como un faro.

  —Sobreviviste —dijo, su voz te?ida de sorpresa y algo más, quizás codicia—. El Crisol podría estarse fijando en ti, cazador. Sigue así, y tal vez consigas lo que buscas.

  Kren no respondió. Sus ojos, ocultos bajo la capucha, se fijaron en la torre rota en el horizonte, sus vigas negras recortadas contra el cielo como una herida abierta. Su Núcleo zumbó, débil, como un latido que duda. La voz en su cabeza susurró una última vez: —?Real? ?O solo otro contrato?

  ?Es el apagado real?

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