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Entre dos fuerzas

  El sol matutino se colaba entre las altas ventanas de piedra de la escuela, pintando con luz dorada los pasillos y aulas. Zephyr despertó con una mezcla de ansiedad y determinación. El día prometía ser intenso, lleno de lo que por fin podría llamarse “entrenamiento elemental”.

  Al bajar al patio, ya había movimiento. Kaela estaba al lado de una columna, practicando con peque?as lenguas de fuego que danzaban en sus manos. Thalen, siempre tranquilo, jugaba con un cuenco de agua que suspendía en el aire, haciendo que peque?as gotas orbitaran alrededor de su cabeza. Derek, el más serio de los tres, ajustaba su túnica mientras observaba a todos con ojos afilados, como un lobo listo para la caza.

  Zephyr los saludó con una sonrisa nerviosa.

  —?Listos para ver quién es el mejor? —bromeó Kaela, encendiendo una chispa que formó un diminuto dragón de fuego que revoloteó cerca de su hombro.

  —No empieces, Kaela —respondió Derek—. No todos pueden jugar con fuego sin quemarse.

  Thalen suspiró y se acercó a Zephyr.

  —Tranquilo. No es una competencia, aunque Derek no lo entiende. Lo importante es que aprendamos a controlar lo que llevamos dentro.

  Zephyr asintió. Pero en su interior, sabía que algo era diferente. Desde la prueba anterior, una sensación extra?a lo acompa?aba. A veces sentía que el viento y el fuego peleaban por salir, y no siempre al mismo tiempo.

  La instructora Lyssara los reunió frente a un gran campo abierto dentro del recinto de la escuela.

  —Hoy practicarán el control elemental básico —dijo con voz firme—. Recuerden, el elemento no solo responde a la fuerza, sino al equilibrio con ustedes mismos.

  Kaela se lanzó primero, canalizando su afinidad con el fuego. Una columna de llamas brotó de sus manos, iluminando el campo con su calor. Era hermosa y peligrosa a la vez.

  Thalen cerró los ojos y levantó un muro de agua, que reflejaba el cielo. Sus movimientos eran suaves, como si danzara con las gotas.

  Cuando fue el turno de Derek, pisó fuerte el suelo y peque?as rocas se alzaron, girando en un torbellino. Su control era evidente, aunque no exento de arrogancia.

  Zephyr tragó saliva y puso sus manos frente a él. Quiso invocar viento. Al principio solo un leve suspiro se sintió en el aire, pero pronto una ráfaga más fuerte giró en círculo a su alrededor. De pronto, el viento trajo una chispa de fuego que hizo que la hierba cercana se encendiera. Se asustó y el fuego se apagó de inmediato.

  —?Dos elementos? —murmuró Derek con una sonrisa torcida—. Eso es un problema, chico.

  Kaela se acercó, sonriendo con empatía.

  —No te preocupes, Zephyr. Solo necesitas tiempo para encontrar el ritmo. A mí me pasa con el fuego. A veces, cuando pierdo el control, puedo quemar algo más que mis manos.

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  Thalen asintió.

  —Lo importante es entender que el poder es un espejo. Refleja lo que llevamos dentro.

  Zephyr no pudo evitar sentir que ellos ya dominaban su elemento, mientras él aún luchaba con su naturaleza dual. Ya que solo estaba acostumbrado a manipular el viento, que desde ni?o parecía ser parte de él.

  Esa noche, en su habitación, Zephyr se quedó mirando el techo mientras el recuerdo del Laberinto lo atormentaba.

  La visión con Althea, la versión oscura de sí mismo, las palabras del anciano… todo volvía una y otra vez, como un eco sin fin.

  “Solo elegir a quién dejarás atrás.”

  Un sudor frío le recorrió la espalda. ?Sería ese su destino? ?Debería sacrificar a sus amigos, a los que estaba conociendo ahora?

  Mientras el viento azotaba las ventanas, una sombra cruzó la habitación. Zephyr se levantó de un salto, pero no había nadie.

  Un susurro lejano le llegó:

  —No todos los caminos son de fuego o viento… algunos están marcados por la tierra.

  Zephyr tembló.

  Al día siguiente, Lyssara anunció una sesión de entrenamiento nocturno, lejos de la mirada de los instructores.

  —Esta será una prueba real —dijo—. No se trata solo de controlar el elemento, sino de usarlo para protegerse.

  El grupo fue llevado a un claro rodeado por un bosque oscuro y silencioso. En el centro, la calma era tensa.

  De pronto, un estruendo rompió el silencio. Una criatura apareció entre los árboles. No era un ser mágico, sino una bestia natural, enorme y feroz: un Oso de Piedra, una criatura fuerte, con piel gruesa como roca y garras que podían partir un árbol de un solo golpe.

  El animal rugió y embistió hacia ellos.

  Kaela reaccionó rápido, lanzando una llamarada hacia el oso, que apenas se inmutó y siguió avanzando.

  Thalen creó una barrera de agua para frenar al animal, pero el oso la destrozó con un zarpazo.

  Derek preparó una pared de tierra para bloquear el camino, pero el oso la derribó con un embate brutal.

  Zephyr sintió que el miedo lo paralizaba debido a sus miedos y dudas. La bestia avanzaba hacia él, y justo cuando estaba a punto de atacar, una ráfaga de viento y una chispa de fuego brotaron involuntariamente de sus manos.

  El oso retrocedió, sorprendido, y dio un gru?ido.

  Kaela y Thalen aprovecharon para unirse a Zephyr y formar una defensa conjunta. A pesar de su torpeza, el fuego y el viento de Zephyr ayudaron a controlar la furia de la criatura.

  En un último esfuerzo, Derek usó una combinación de tierra y fuerza para derribar al oso.

  La bestia cayó, cansada pero no muerta, y se retiró al bosque.

  De regreso en el claro, los cuatro quedaron jadeando y con heridas menores, pero con un nuevo respeto mutuo.

  —No pensé que podrías hacerlo, Zephyr —dijo Kaela, sonriendo con sinceridad—. Pero tienes algo que ni yo ni Derek tenemos.

  —Dos elementos —susurró Thalen.

  —Un problema —respondió Derek, aunque menos seguro que antes—. Pero no solo eso. Hay fuerza en ti. Hay fuego y viento en tu interior, y eso te hace impredecible.

  Zephyr miró sus manos, aun temblando por la mezcla de sensaciones.

  —No sé si es un don o una maldición.

  Lyssara apareció detrás de ellos, con una mirada profunda.

  —Es solo el comienzo —dijo—. Lo que tienen dentro no solo determina lo que pueden hacer, sino también quién serán.

  Antes de que pudieran responder, Lyssara se apartó y observó hacia la sombra de los árboles.

  Allí, dos figuras observaban a los alumnos en silencio.

  Una voz susurró en la oscuridad:

  —?Ya viste lo que es capaz de hacer?

  —No aún —respondió la otra—. Pero la tormenta se acerca.

  Esa noche, Zephyr se acostó con la mente llena de imágenes, sentimientos encontrados y la certeza de que nada volvería a ser igual.

  Sabía que para controlar su destino debía primero dominar lo que llevaba dentro.

  Pero la pregunta seguía rondando su alma: ?estaría preparado para el precio que debía pagar?

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