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El despertar y el laberinto

  El sol apenas despuntaba sobre las torres de Altheria cuando una campana resonó por toda la escuela. El bronce vibraba como un corazón latiendo en el aire, y Zephyr, aún somnoliento, se vistió con la túnica de iniciados que le habían dejado la noche anterior. Una tela gris suave, con bordes marcados por hilos elementales que cambiarían según su afinidad. Aún estaban en blanco.

  Los estudiantes se reunieron en el Patio de los Cuatro Vientos, una plaza circular con símbolos grabados en piedra que representaban los elementos. Alrededor, las torres se alzaban como centinelas. En el centro, Lyssara esperaba, rodeada por varios instructores.

  —Hoy tendrán su prueba de Despertar —anunció ella—. Aquí sabremos cuál elemento responde a su esencia… y si alguno de ustedes es más de lo que aparenta.

  Zephyr tragó saliva. Entre los rostros que lo rodeaban, distinguió a una chica de piel morena, ojos ambarinos y cabello ondulado de un rojo ardiente recogido en una trenza. Su porte era firme y su mirada segura. Al notar que él la observaba, le sonrió con confianza.

  —Soy Kaela —dijo—. ?Primera vez que haces algo como esto?

  —?Se me nota mucho?

  —Como el fuego en la noche —rió.

  Junto a ellos, un chico de cabello blanco como la espuma y ojos azul claro bostezaba con indiferencia. Llevaba un colgante en forma de gota y su túnica ya parecía humedecida en los bordes, como si el agua se filtrara desde él.

  —Thalen —murmuró sin mucho interés—. Si no te ahogas en la prueba, ya es ganancia.

  Antes de que Zephyr respondiera, una voz arrogante interrumpió:

  —O simplemente algunos no están hechos para esto. Es mejor descubrirlo temprano.

  Un joven alto, de complexión robusta, pelo casta?o oscuro cortado con precisión militar, se abrió paso entre los alumnos. Su túnica ya tenía un brillo terroso, como si el suelo mismo lo abrazara.

  —Derek —dijo, cruzando los brazos—. Afín a la tierra. No me molesto en aprender los nombres de los que no durarán.

  Kaela chasqueó la lengua.

  —Te apuesto una roca derretida a que alguno de “los que no durarán” te supera hoy.

  Lyssara alzó la mano y el silencio cayó como un manto.

  —Formen un círculo. Uno por uno, avancen al centro. La piedra del despertar leerá su esencia y revelará su elemento.

  Uno a uno, los estudiantes dieron un paso al centro del círculo. Algunos activaban los símbolos grabados en la piedra que reaccionaban con llamas, agua que brotaba, vientos que danzaban o temblores leves. Los instructores asentían o tomaban notas. Cuando fue el turno de Kaela, la piedra ardió de inmediato, liberando un aura de fuego tan viva que los instructores se miraron entre sí.

  —Muy afinada —murmuró uno de ellos.

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  Thalen hizo que brotara un peque?o estanque a sus pies, y una flor azul floreció brevemente en su reflejo. Derek activó una columna de piedra que se alzó a su alrededor, como si la tierra se inclinara ante él.

  Zephyr tragó saliva cuando llegó su turno. Caminó al centro. La piedra no reaccionó de inmediato.

  Nada.

  Murmullos.

  Pero entonces, una ráfaga de viento cruzó el patio. La piedra tembló y un círculo de aire comenzó a girar. El viento silbó, suave al principio… luego más fuerte… y de pronto, una chispa de fuego se encendió dentro del círculo. No era natural. Era como si algo estuviera luchando por salir.

  Los símbolos de la piedra comenzaron a brillar en dos colores: azul pálido y rojo profundo.

  Los instructores se tensaron.

  —?Dos afinidades? —susurró uno.

  —No. Algo más…

  La piedra se rajó ligeramente. Zephyr dio un paso atrás, confundido. Lyssara intervino, colocando una mano sobre su hombro.

  —Basta por hoy. El viento ha hablado… y el fuego lo ha escuchado.

  Después de la prueba, a los nuevos alumnos se les indicó que debían pasar por su segunda prueba: el Laberinto de los Ecos.

  Un pasillo subterráneo los condujo a una cámara redonda. Una estructura viva de piedra y magia ocupaba el centro. Parecía un bosque retorcido de muros que se movían lentamente, respirando.

  —El Laberinto mostrará visiones —explicó un instructor de túnica negra—. Algunas reales. Otras no. Deben caminar hasta encontrar la salida. No usen hechizos. No huyan de lo que vean. Enfrenten lo que son.

  Kaela entró primero. Luego Thalen. Derek lanzó una mirada desde?osa a Zephyr antes de desaparecer tras la puerta. Zephyr respiró hondo… y entró.

  El mundo cambió.

  El silencio dentro era total. No se oía ni su propio aliento. Caminó por pasillos que cambiaban de forma, y pronto, el mármol se volvió arena. Un desierto se extendía ante él.

  Allí, bajo un cielo púrpura, vio a Althea.

  —Zephyr —llamó ella, de pie sobre una duna—. ?Por qué tardaste tanto?

  él corrió hacia ella, pero cada paso lo alejaba más. Cuando al fin la alcanzó… sus ojos ya no eran los de Althea. Eran negros como obsidiana. Su voz cambió.

  —No puedes salvarme. No puedes salvar a nadie. Solo elegir a quién dejarás atrás.

  La arena se alzó como llamas. El cielo se resquebrajó. Y en medio de ese caos, apareció la figura del anciano que había visto en las calles de Altheria.

  —Tu alma está dividida, Zephyr. Y vendrán tiempos donde ninguna decisión será justa. Solo necesaria.

  El viento lo envolvió y cayó.

  Cuando abrió los ojos, estaba en un claro. Un espejo de agua reflejaba una versión de sí mismo... pero más adulta. Más fría. Vestía de negro y fuego salía de sus manos. Tras él, yacían cuerpos sin vida. Entre ellos, Kaela, Thalen… y Althea.

  —Tú elegirás esto —dijo su reflejo—. Porque no todos pueden vivir.

  Zephyr gritó y corrió. Las visiones se deshicieron como ceniza… y una puerta de luz apareció frente a él.

  Salió jadeando.

  Los demás ya estaban afuera. Kaela se acercó de inmediato.

  —?Estás bien? Pareces haber visto un espíritu hambriento.

  Zephyr no respondió. Sus ojos aún buscaban las imágenes que lo atormentaban. Thalen lo miró con más interés que antes. Derek, desde una esquina, lo observaba con una mezcla de desprecio y... ?temor?

  Lyssara se acercó al grupo.

  —Todos han sobrevivido al Laberinto. Pero algunos han despertado algo más que visiones.

  Su mirada se posó en Zephyr por un segundo más de lo normal.

  —La escuela les pertenece ahora. Pero recuerden: no todo lo que vean será falso. Y no todo lo que ignoren dejará de existir.

  Esa noche, mientras el viento golpeaba suavemente las ventanas de su habitación, Zephyr se sentó frente al espejo. Sus ojos ya no eran solo los de un chico del campo. Había visto futuros posibles. Había sentido que su alma no respondía a un solo llamado.

  Y lo peor de todo… es que parte de él sí entendía por qué su reflejo había elegido ese camino de fuego.

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