—?Eh? ?Poseída? ?Cómo que poseída?
Mientras aún intentaba procesar sus palabras, Haruka continuó explicando con serenidad:
—Ese último ataque que te lanzó no tenía como objetivo herirte. En realidad, quería infectarte.
—?Infectarme?
—Introdujo un fragmento de su alma dentro de ti. Tal vez ahora no lo notes, ya que es una porción peque?a, probablemente aún sin conciencia propia... pero con el tiempo crecerá, se fortalecerá y tratará de apoderarse de tu cuerpo.
Tragué saliva. Mi espalda se tensó al imaginarlo.
—Pero no te preocupes, Mochi. No dejaré que eso ocurra.
—Uff, gracias a Dios... Sería una pena que todo terminara justo ahora que me acaban de revelar algo tan emocionante.
Haruka me lanzó una mirada incrédula. Luego suspiró.
—Haa... Me alegra que no te preocupes tanto.
—?Hay algo más?
—Sí. Necesito que me acompa?es a la base de OHRA en esta ciudad.
—?Sí, sí! ?Vamos ahora, Haruka!
Mi emoción se disparó de nuevo. Caminamos juntas por las calles, guiadas por Haruka. Por dentro, no podía dejar de preguntarme qué clase de lugar sería esa base secreta. Obviamente debía estar oculta, disfrazada como otra cosa… ?Tal vez un edificio de oficinas común y corriente? No, no, eso sería muy aburrido. ?Un subterráneo abandonado? ?Eso sí! Tal vez algo como una vieja estación de tren sellada al público, pero que por dentro oculta un centro de mando lleno de pantallas gigantes y mapas del mundo.
Mis expectativas eran cada vez más salvajes… hasta que nos alejamos del centro de la ciudad y nos adentramos en una zona residencial algo anticuada. Las casas se veían viejas, con fachadas grises y jardines sin cuidar.
Finalmente terminé perdiendo la paciencia y le pregunté:
—Haruka… ?estás segura de que es por aquí?
Ella no respondió de inmediato. En lugar de eso, levantó una ceja como si mi duda le resultara absurda, y luego se?aló hacia adelante.
Allí había una vieja iglesia de estilo occidental. Las paredes estaban amarillentas por el paso del tiempo, los vitrales sucios y algunos rotos. El jardín estaba cubierto de maleza y pasto crecido.
—?Eh? ?Es aquí? ?Pero si parece completamente abandonada!
—Vamos, Mochi. Nos están esperando.
Haruka se adelantó y, con ambas manos, empujó las enormes puertas de madera maciza, que se abrieron con un largo crujido.
Me di prisa en seguirla. El interior de la iglesia no era muy diferente al exterior: un espacio amplio y polvoriento, con un altar al fondo, las bancas de madera apiladas a los lados, muchas de ellas da?adas o rotas. Todo parecía viejo y descuidado.
Definitivamente, era decepcionante. ?Dónde estaban las pantallas repletas de datos, los mapas del mundo iluminados por luces de colores, el bullicio de una base secreta como en los mangas?
Caminamos a través de la capilla en silencio, hasta que Haruka giró hacia una puerta lateral. La seguí sin dudar.
Avanzamos por un pasillo angosto y sombrío, con varias puertas cerradas a los costados. Mientras caminábamos, una de ellas se abrió repentinamente y un hombre salió al pasillo. Pasó junto a nosotras con paso elegante y tranquilo.
Era alto, delgado, de rasgos refinados. Su largo cabello rubio le caía en suaves ondas hasta los hombros, y sus orejas puntiagudas delataban su herencia élfica. Vestía un traje blanco con una camisa roja por debajo; los botones superiores estaban desabrochados, dejando a la vista parte de su pecho. Nos miró a ambas con ojos brillantes y nos dedicó una sonrisa encantadora.
—Apurémonos, Mochi. Se hace tarde. Ignora a este tipo —dijo Haruka con tono seco.
Sin esperar respuesta, me tomó de la mano y aceleró el paso. Pasamos junto a él sin detenernos, mientras el elfo nos observaba partir con la misma sonrisa encantadora.
Su apariencia me recordó a esos "hosts" de los clubes nocturnos, los que encandilan a chicas para que gasten hasta el último centavo. Mejor seguir el consejo de Haruka y mantenerme lejos de él.
Finalmente llegamos frente a una gran puerta de madera. Haruka tocó suavemente.
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—Adelante —respondió una voz femenina desde el otro lado.
Entramos. El interior era una oficina, aunque bastante desordenada. Había pilas de papeles por todas partes, algunas torcidas, otras al borde de caer. En el centro, un escritorio de madera viejo y algo rayado. Detrás de él estaba sentada una mujer.
Debía tener unos treinta y tantos. Era bastante atractiva, con un aire rudo y despreocupado que me gustó de inmediato. Un estilo tomboy encantador. Al observarla más de cerca, noté que llevaba un parche en el ojo derecho, y su brazo izquierdo era una prótesis metálica con acabados finos.
—Debes ser Noa. Me llamo Ofelia y soy una de las líderes de esta sede de OHRA —dijo con voz firme pero amable.
Le hice una peque?a reverencia en se?al de saludo.
—Haruka me ha contado tu situación, y debo decirte que es algo poco común.
Entonces comenzó a explicarme todo con más detalle.
Según Ofelia, existen tres tipos de posesiones por anomalías. Aunque cada tipo tiene sus particularidades, el resultado casi siempre es el mismo: la anomalía toma el control del cuerpo de la víctima y esta termina muriendo.
Las posesiones del primer tipo son las más directas. La anomalía entra y toma el control de inmediato, devorando la conciencia de la persona en cuestión de segundos.
En el segundo tipo, la anomalía no tiene fuerza suficiente al principio para controlar el cuerpo. En lugar de eso, se infiltra y se queda latente, debilitando poco a poco a la víctima. A medida que crece, comienza a comunicarse con su anfitrión, susurrándole, mostrándole visiones, pesadillas, atormentándolo mentalmente hasta quebrar su voluntad. Es una invasión lenta, pero efectiva.
En mi caso, según Ofelia, se trataba de una posesión del tercer tipo. El más raro... y el más impredecible.
Este tipo ocurre cuando la anomalía que entra al cuerpo es tan débil que ni siquiera puede manifestar una conciencia clara, ni comunicarse ni atormentar al anfitrión. Es tan débil que, en teoría, no debería ser capaz de iniciar una posesión en absoluto. Las condiciones para que esto ocurra son muy específicas: se necesita que la anomalía originalmente haya sido poderosa, pero esté tan gravemente debilitada que apenas pueda mantenerse activa.
Justo como fue mi caso.
El verdadero problema es que nadie puede predecir el resultado. Esa anomalía podría permanecer dormida dentro de mí por el resto de mi vida… o podría recuperarse poco a poco y, con el tiempo, convertirse en una posesión del tipo dos.
—Peque?a Noa, normalmente eliminamos a las personas en tu situación. Representan un peligro para la sociedad.
Ofelia se inclinó sobre el escritorio, clavando su mirada en mí. Su sonrisa era amplia… pero había algo inquietante en ella.
—?Eliminar…? —di un paso hacia atrás, instintivamente.
—Ofelia, por favor, deja de asustar a Mochi —intervino Haruka con tono cansado mientras se acercaba a mí y me acariciaba la cabeza.
Por cómo se hablaban entre ellas, parecía más una conversación entre amigas que entre jefa y subordinada.
—No estoy asustada —mentí descaradamente.
La verdad era que sí lo estaba. ?Cómo no estarlo, si acababan de decirme que, por lo general, ejecutan a personas en mi situación?
—Perdón, perdón. Te ves tan linda que no pude evitar molestarte un poco —dijo sonriendo con descaro—. Pero eso solo aplicaría en un caso común. Tú eres diferente, por eso te voy a ofrecer otra opción.
—?Diferente? ?En qué soy diferente?
Mi mente se disparó. ?Seguro tengo un poder especial! Siempre supe que era distinta. ?Lo sentí desde peque?a! ?Debo ser una elegida! ?Una heroína predestinada! Siento mi cola moverse emocionada de lado a lado. Uf, uf… respira, Noa. Respira. No debes perder la compostura justo ahora.
—Es porque eres amiga de Haruka, y ella respondió por ti. Aquí aplicamos el nepotismo en su máxima expresión.
Sentí cómo mi cola se desplomaba de inmediato. Haruka, a mi lado, apenas podía contener la risa. La muy traidora. Maldigo a mi cola que me delató sin piedad.
—Noa, únete a OHRA. La única que puede resolver tu situación eres tú misma. Podemos entrenarte, ense?arte hechizos. Así tendrás una buena posibilidad de controlar lo que llevas dentro.
—?Sí, por supuesto! ?Quiero unirme!
—Bien, esperaba esa respuesta. Ya he mandado a fabricar un arma especial para ti. Se hará con los restos de la anomalía gato. Ma?ana sábado, Haruka pasará por ti y te guiará en tu primer trabajo. Es mejor que empieces cuanto antes.
***
Al día siguiente, sonó el timbre de casa. Yo ya estaba despierta desde hacía horas, lista, nerviosa, impaciente.
Corrí hacia la puerta y la abrí.
Ahí estaba Haruka, con su uniforme impecable y un maletín peque?o en la mano. Solo verla me hizo sentir que todo esto era real.
—?Haruka! —la saludé con entusiasmo—. ?Pasa, pasa!
—Mochi, ?están tus padres en casa?
—No, no. Salieron por unas horas… —me incliné hacia ella con una sonrisa traviesa y una ceja alzada—. Así que podemos hacer todo el ruido que queramos.
Y para rematar, le gui?é un ojo.
—?No hagas ese tipo de bromas, por favor! —su voz se alzó con un tono más agudo de lo normal, mientras se ajustaba los lentes con torpeza.
No pude evitar soltar una carcajada al ver su reacción.
—Perdón, perdón. Pasa, pasa. Vamos a mi cuarto.
Una vez allí, nos sentamos juntas en el borde de la cama. Haruka todavía tenía el rostro ligeramente sonrojado. Tal vez me pasé un poco con la broma… pero no me arrepiento. Ella suspiró profundamente antes de colocar el maletín sobre su regazo y abrirlo.
En su interior, descansaba un par de pu?os americanos. Eran de un color rojo oscuro, casi como la sangre. Me quedé sin palabras. Emitían un brillo tenue, casi imperceptible, pero lo bastante siniestro como para hacerme sentir un cosquilleo en la espalda. Había algo extra?o en ellos… algo que no sabía si me inquietaba o me atraía.
Sin darme cuenta, extendí la mano para tocarlos.
Pero antes de que pudiera siquiera rozarlos, Haruka cerró el maletín de golpe.
—Estas son tus nuevas armas —dijo con seriedad—. Fueron fabricadas con los restos del cadáver del gato anómalo. Y… los resultados no fueron exactamente los que esperábamos.
Se detuvo por un momento, bajando la mirada.
—Su voluntad persiste con fuerza, incluso después de muerto. Así que deberás tener mucho cuidado al usarlas. Temo que existe un peligro real de que influyan en tu voluntad… o incluso en tu personalidad.