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Capítulo 55: El Fulgor de la Batalla

  El fuerte estruendo se hacía presente en el campo de batalla. Cerca de donde Sarah se medía con Domia, se encontraban los hermanos Xantle y Easton. Frente a ellos, Selene Draeven y Cliver Soldemour peleaban con ferocidad. Cliver enfrentaba a Easton y Selene se medía contra Xantle.

  El viento cortaba como cuchillas invisibles mientras los cuatro combatientes se lanzaban al combate. La última vez, Easton y Xantle habían caído con facilidad ante sus oponentes. Pero esta vez era distinto. Ahora, sus poderes vibraban con una fuerza renovada, como un eco desgarrador que resonaba a través del campo.

  Cliver entrecerró los ojos, su voz gélida y admirativa. —Ustedes son impresionantes. Es una lástima que deban morir aquí. Serían de gran ayuda para nosotros y para nuestra se?ora.

  —?Jamás serviremos a alguien como Domia! —rugió Xantle, su voz cargada de furia y desafío, como un trueno que estalla en la oscuridad.

  Selene soltó una carcajada que parecía crepitar con llamas. —Son ustedes bien estúpidos. Me sorprendió que me lanzaran aquel ataque, pero, aun así, todavía no he utilizado nada de mi verdadero poder. Ahora, enfréntame, Xantle.

  —Lo haré —respondió Xantle, su mirada endurecida como el acero mientras alzaba su brazo, desde el cual se desprendía un resplandor opalescente.

  Easton avanzó con paso firme hacia Cliver. —Entonces me tendré que enfrentar a ti, Cliver.

  —No queda otra —dijo Cliver con un tono frío y calculador, como si cada palabra fuera una hoja afilada cortando el aire—. En este lugar será tu tumba y la de todos tus amigos.

  —Eso lo veremos —respondió Easton, sus ojos ardiendo con una intensidad que amenazaba con consumirlo.

  El primer impacto fue devastador. Una gran explosión se desató cuando el poder de Astreo chocó contra la magia de fuego de Selene. Las llamas y el resplandor estelar se encontraron en un estallido que sacudió el aire como un latido ensordecedor.

  Selene retrocedió un paso, sus ojos entrecerrados. —Veo que pudiste contrarrestar mi magia de fuego con tu magia de estrellas.

  Xantle negó con la cabeza, su expresión grave pero orgullosa. —No es magia de estrellas.

  —?Cómo que no es magia de estrellas? —Selene frunció el ce?o, su voz te?ida de incredulidad—. Entonces, ?qué es?

  —Mi magia es de Astreo.

  Los ojos de Selene se abrieron de par en par, como si su mente intentara procesar aquella revelación imposible. —Astreo... No me vengas con mentiras. Esa magia no puede ser tuya. Esa magia es más de lo que puedes imaginar.

  —Ya lo sé —respondió Xantle, su voz resonando con la firmeza de un tambor de guerra.

  Un brillo feroz destelló en la mirada de Selene, como brasas avivadas por un viento impetuoso. —Entonces veamos cuál de las dos magias es más poderosa, la magia de Astreo o la de fuego.

  Selene lanzó una andanada de llamas que se retorcían y giraban como serpientes vivas, trazando líneas ardientes que iluminaban la atmósfera con un fulgor carmesí. Xantle levantó su brazo y el aire vibró como si respondiera a un canto ancestral. Fragmentos de luz plateada surgieron a su alrededor, girando en espirales antes de precipitarse contra el fuego que avanzaba.

  El choque fue como un clamor de titanes. El fuego y la luz se entrelazaron en un caos explosivo, fragmentándose en ráfagas que se dispersaban con violencia. Cada impacto creaba un eco de poder que resonaba en el aire, como si la realidad misma se desgarrara y reconfigurara.

  A medida que el combate avanzaba, Xantle y Selene se perdían en un torbellino de poder puro. Las llamas de Selene se desbordaban como un río ardiente, cada embestida marcada por un rugido que parecía quebrar la misma atmósfera. Xantle respondía con su magia de Astreo, proyectando destellos plateados que cortaban el aire con la precisión de cuchillas astrales.

  —?Tu magia no es nada frente a la fuerza de mi fuego! —gritó Selene, sus ojos brillando con locura y pasión.

  —La magia no se mide por su violencia, sino por su propósito —contestó Xantle, sus palabras resonando como un eco profundo que reverberaba en su entorno.

  La luz de Astreo brotó de sus manos, cada destello un fragmento de su determinación. Cada vez que Selene lanzaba una llamarada, Xantle la contrarrestaba con un torrente de energía que destellaba como estrellas fugaces danzando en la oscuridad.

  —?No puedes detenerme! —vociferó Selene, lanzándose hacia adelante con un rugido que parecía incendiar la misma tierra.

  Xantle se mantuvo firme. —No necesito detenerte, solo necesito resistir... y superarte.

  El duelo se intensificó, y la batalla de Easton contra Cliver también cobraba fuerza. Cliver se movía con una gracia mortal, su espada cortando el aire con destellos afilados. Easton esquivaba cada golpe, su mirada concentrada y sus movimientos veloces como un torbellino incontrolable.

  Cliver sonrió, una mueca helada. —Nada mal... Pero aún estás muy lejos de superarme.

  —?Eso crees? —Easton levantó su mano y un destello plateado surgió de sus dedos, como un relámpago que atraviesa la tormenta.

  La batalla continuaba, una sinfonía caótica de poderes enfrentados, de destinos entrelazados por la sangre y la convicción.

  Cerca de ahí, Easton lanzaba grandes impactos de hielo. Eran feroces, proyectiles fríos que cruzaban el aire a gran velocidad, perforando la atmósfera como lanzas cristalinas. Cliver los esquivaba con dificultad, sus movimientos precisos pero tensos. Un peque?o resbalón, y sería empalado por algún fragmento de hielo que silbaba en su trayecto mortal.

  Mientras esquivaba, el pensamiento se filtraba en su mente como un veneno sutil. "Debió ser Selene quien enfrentara a este tipo. Su fuego habría reducido este hielo a nada más que vapor." Pero la realidad era otra. "Ahora soy yo quien debe encargarse de este bastardo."

  Con un grito que reverberó como un trueno contenido, Cliver desató parte del poder que Domia le había otorgado. De su cuerpo emanó un brillo acerado, una luz metálica que se arremolinaba en su piel como si fuera líquido vivo. Su magia de platino despertó con un destello furioso.

  —?Veamos cómo lidias con esto! —exclamó Cliver, su voz retumbando como un alud. De sus manos brotaron lanzas de platino, proyectiles relucientes que se abalanzaron contra los impactos de hielo de Easton, destruyendo todo a su paso.

  Las lanzas de platino continuaron su avance mortal, dirigiéndose a Easton con un zumbido que cortaba el aire como cuchillas afiladas. Easton levantó su brazo y con un grito de desafío conjuró un muro de hielo masivo que se alzó como una muralla cristalina, reflejando la luz con un destello gélido.

  El platino se estrelló contra el hielo, pero cada lanza era repelida, sus fragmentos dispersándose en un brillo apagado. Cliver observó, atónito, cómo Easton permanecía ileso detrás de su barrera helada.

  —?Cómo... cómo es posible? —balbuceó Cliver, su voz oscilando entre la incredulidad y la frustración.

  Easton sonrió, un destello desafiante iluminando su mirada. —Ahora te ense?aré la verdadera magia de Glaciar.

  —?Glaciar? —repitió Cliver, su rostro desfigurado por la confusión—. ?No es solo magia de hielo?

  —El hielo solo es una variante menor de lo que realmente poseo —contestó Easton, su voz cargada de orgullo y poder—. La verdadera magia de Glaciar es más que simples fragmentos de hielo. Es la esencia de la congelación absoluta... el frío primigenio que quiebra la materia y la reduce a polvo.

  Cliver retrocedió un paso, sus ojos abiertos como platos. Apretó los dientes, pero antes de que pudiera articular palabra, Easton ya había extendido su brazo.

  —?Muro de Glaciar! —bramó Easton.

  El suelo se estremeció bajo sus pies, y de la tierra se alzó un muro colosal de hielo, una estructura tan inmensa que su sombra cubrió a Cliver por completo. El muro descendió sobre él con la fuerza de una monta?a desplomándose.

  Desesperado, Cliver creó una esfera de platino a su alrededor, un domo reluciente que reflejaba la luz con un brillo cegador. Pero la protección fue inútil. El muro de Glaciar se estrelló contra la esfera con un estruendo ensordecedor, destrozándola en fragmentos que se dispersaron como polvo de plata.

  La explosión fue devastadora. El impacto generó una onda expansiva que arrasó con todo a su alrededor. árboles se desintegraron en astillas, y el suelo se quebró como si la tierra misma estuviera siendo fragmentada por un poder incontrolable. El aire vibró con un eco profundo que persistió, resonando como un grito perpetuo.

  De la nube de polvo emergió un aura oscura, un poder corrompido que se arremolinaba con furia desatada. El cuerpo de Cliver desprendía rayos negros que serpenteaban en su piel como venas infectadas. Sus ojos habían cambiado, ahora eran pozos oscuros que brillaban con un fulgor enfermizo.

  Easton sintió un escalofrío recorrer su espalda. Aquella energía... era la misma esencia vil de Domia, un poder retorcido que distorsionaba la realidad.

  —Esto... esto es imposible... —murmuró Easton, su voz ahogada por la incredulidad.

  El polvo comenzó a disiparse y Cliver emergió de las sombras, su torso parcialmente desnudo, la ropa hecha jirones por la brutalidad del impacto. Pero no era solo su aspecto lo que había cambiado. Era su presencia, un aura oscura que vibraba con un poder devastador.

  —?EASTOOOOOOON! —rugió Cliver, su grito retumbando como un trueno maldito.

  Los rayos corruptos chisporroteaban a su alrededor, distorsionando el aire con cada descarga. Sus músculos parecían tensarse al punto de ruptura, y sus ojos, esos ojos vacíos y llenos de rabia, parecían perforar el alma de Easton.

  —?Voy a destrozarte! —vociferó Cliver, lanzándose hacia adelante con una velocidad inhumana.

  Easton alzó sus manos y conjuró un escudo de hielo, pero Cliver lo destrozó con un golpe brutal, fragmentando la barrera en miles de partículas que se dispersaron como polvo de estrellas.

  —No importa cuánto intentes resistirte... —siseó Cliver, su voz rasgando el aire con un odio palpable—. ?Voy a hacerte pedazos!

  —?Entonces ven por mí! —gritó Easton, su voz cargada de desafío y furia.

  El choque entre ambos fue como un cataclismo. Sus poderes se enfrentaron con una violencia tan cruda que la tierra se partió en grietas ardientes, y el aire se llenó de un zumbido ensordecedor. La oscuridad de Cliver contra el frío absoluto de Easton.

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  Ambos sabían que aquel enfrentamiento solo podría tener un desenlace brutal.

  Minutos antes de que las batallas se desataran por completo, un acontecimiento inesperado cambió el curso de todo. Easton y Xantle se preparaban para enfrentar a Selene, mientras que Ryder y Raizel se alistaban para acabar con Cliver de una vez por todas. Pero justo cuando cada grupo avanzaba hacia su respectivo enemigo, una presencia emergió de la nada, como un susurro hecho realidad.

  Una figura elegante se interpuso en su camino. Un hombre de traje negro de gala, cuyos botones de plata relucían bajo la luz tenue del conflicto. Llevaba un sombrero de caballero que proyectaba sombras sobre su rostro, pero sus ojos brillaban con un fulgor indescifrable, una mezcla de indiferencia y frenesí.

  —Oh, qué escena tan conmovedora —dijo con voz calmada y cortante como un filo helado—. Pero temo que no seguirán el guion que esperaban.

  Ryder se detuvo en seco. —?Quién demonios eres tú? —preguntó, tensando los músculos mientras su mirada se clavaba en el extra?o.

  El hombre inclinó levemente la cabeza, como si la pregunta le divirtiera. —Mi nombre es Lirpe Saldariam. Aunque, claro... ese apellido es solo un disfraz. Me temía que algún día sería descubierto.

  Raizel frunció el ce?o. —?Desvío de trayectorias...? ?Fuiste tú quien nos apartó de Cliver? ?Por qué?

  Lirpe sonrió, un gesto vacío y calculador. —Exactamente, peque?a. Ahora ustedes se enfrentarán contra mí. Quiero divertirme un poco... al menos hasta que él llegue.

  —?él? —preguntó Ryder, con el rostro endurecido—. ?De quién hablas? ?Quién más planea aparecer aquí?

  —Oh, veo que eres curioso. Pero esa curiosidad no te salvará. —Lirpe hizo un ademán con la mano, como si estuviera sacudiendo una mosca imaginaria—. Estoy esperando a Biel. Después de todo, él también es esencial para los planes de mi se?or.

  Raizel palideció. —?Se?or...? Pensé que Domia era quien lideraba a los Novas. Pero tú... ?no eres uno de ellos?

  —Muy perceptiva. —Lirpe aplaudió suavemente, su sonrisa ahora impregnada de burla—. No soy un Nova. Mi lealtad pertenece a alguien mucho más poderoso. Molpiur, el verdadero líder al que sirvo. Y, por cierto, mi verdadero nombre es solo Lirpe. Saldariam fue un peque?o truco para enga?arlos. Pero parece que subestimé su perspicacia.

  —Entonces... tú no eres un Nova. Eres algo más... —murmuró Raizel, su voz cargada de incredulidad y miedo.

  —Correcto. Soy uno de los Ocho Males. ?Te sorprende? —dijo Lirpe, inclinando la cabeza hacia un lado con aire divertido—. Pero eso no importa. Todo lo que necesitan saber es que están a punto de enfrentarse a mí. Y créanme, su desesperación será exquisita.

  Ryder avanzó un paso, sus ojos ardiendo con rabia. —?Deja de hablar y pelea! Si Biel está de camino, nosotros lo protegeremos, no importa cuántos trucos uses.

  —Ah, Biel... —dijo Lirpe, saboreando el nombre con un placer siniestro—. Me temo que ese muchacho no llegará pronto. Ahora mismo está inconsciente en el Reino de Claiflor, hundido en un sue?o tan profundo que ni el propio tiempo podría despertarlo.

  Raizel abrió los ojos con horror. —?Inconsciente...? No... ?Imposible! ?Biel debía haber llegado con el grupo de ayuda!

  —Ah, pero mi compa?ero se encargó de que no fuera así. —Lirpe rio suavemente, su risa como un murmullo que se filtraba en el aire y lo llenaba de una inquietud indescriptible—. El poseedor del Sue?o Eterno se encargó de sellar su conciencia. Y no despertará hasta dentro de tres horas. Para ese momento... todo este lugar no será más que un cementerio humeante.

  —?Estás mintiendo! —vociferó Ryder, su voz llena de desesperación—. Si es verdad lo que dices entonces ?Biel no se rendirá sin pelear! Cuando despierte, vendrá por ustedes y por Domia.

  Lirpe rio con más fuerza, su voz expandiéndose como un eco sin fin. —Eres optimista. Eso me agrada. Pero incluso si Biel logra romper el conjuro... ?llegará a tiempo? Además, mi se?or planea algo más grande de lo que su diminuta mente puede imaginar.

  Raizel apretó los pu?os, su cuerpo temblando con una mezcla de rabia y desesperación. Pero en su mirada aún había algo de determinación. —No nos intimidarás... No importa cuán poderosa sea tu magia o cuán retorcidos sean tus planes.

  —Eso quiero ver —replicó Lirpe con voz burlona—. Ya que ustedes parecen ser amigos cercanos de Biel, será interesante comprobar si comparten al menos una fracción de su poder. —Hizo una pausa, y su mirada se volvió más penetrante, como si sus ojos pudieran atravesar la carne y el espíritu—. Después de todo, también soy poseedor de un poder especial... el pensamiento. Puedo leer sus mentes como un libro abierto. ?Lo sabían?

  Ryder y Raizel se miraron entre sí, un escalofrío recorriéndoles la espina dorsal.

  —No es posible... —susurró Raizel, sintiendo cómo su propia mente era despojada de sus secretos más profundos.

  —Todo es posible bajo el poder de Molpiur. Y ahora... es hora de que me demuestren su fuerza. —Lirpe levantó una mano y la hizo girar en un gesto elegante. La tierra bajo sus pies se distorsionó, fragmentándose en pedazos que levitaron como si fueran hojas llevadas por un viento invisible.

  —?Prepárense! Porque en este escenario que yo he construido, ustedes no son más que actores destinados a fracasar.

  Sus palabras resonaron como un eco siniestro, un presagio de la masacre que estaba por comenzar.

  Mientras todo esto pasaba, los cielos se rasgaban con el estruendo de un combate feroz. Acalia y Shalok chocaban espadas, sus auras titilaban como constelaciones en guerra, pulsando y vibrando con un furor que estremecía el aire.

  Acalia se mantenía en el aire gracias al poder prestado de Raizel. Las alas de ángel que había manifestado relucían con un blanco puro que cortaba el cielo, dejando rastros luminosos a cada movimiento. Por su parte, Shalok se sostenía con la energía otorgada por Domia, una fuerza oscura que lo envolvía como un manto corrupto, denso y vibrante.

  —?Impresionante! —gritó Shalok, con una sonrisa torcida mientras se lanzaba en picada hacia Acalia, su espada envuelta en un halo de sombras que retumbaba como un tambor de guerra.

  —?No me detendrás! —respondió Acalia, su voz era un eco cristalino que resonaba con poder y convicción. Sus golpes se encontraban con los de Shalok en un ballet caótico de destellos dorados y negruzcos.

  El impacto de sus espadas generaba explosiones de energía que dispersaban el viento en oleadas, rasgando nubes y haciendo llover cenizas brillantes. Cada movimiento era como un relámpago en la noche, un destello efímero que cegaba y desorientaba.

  Shalok rio mientras se apartaba unos metros, con los ojos encendidos por la locura. —?No es suficiente! ?Es todo lo que tienes? —dijo con una voz que parecía un rugido deformado.

  Acalia respiraba con dificultad, su energía comenzaba a agotarse. —No… he terminado aún. —Concentró su poder en un solo punto, su espada brillando como un sol que amenazaba con incinerar todo a su alrededor.

  Volaron a ras de suelo en un furioso intercambio de golpes que destrozaba el terreno. Rocas estallaban, árboles se quebraban en astillas y el suelo se agrietaba como si la misma tierra huyera de su enfrentamiento.

  —?Lo has hecho bien hasta ahora! —exclamó Shalok con un tono burlón. Su voz tenía un matiz distorsionado, como si otra entidad hablara desde su garganta. —Pero esto se acaba aquí.

  Shalok levantó la mano, y un aura oscura comenzó a emanar de su cuerpo como llamas sombrías. Su mente se había corrompido por completo, perdida en la insania del poder prestado. Domia le había otorgado aquella energía con un propósito claro: destruir sin piedad.

  Acalia retrocedió al ver la monstruosidad que Shalok se había convertido. Sus ojos eran pozos oscuros, voraces, y su piel parecía vibrar con una energía que descomponía el aire a su alrededor.

  —?Muere! —gritó Shalok, lanzando un torrente de energía oscura que arrasó con todo a su paso. La ráfaga avanzó como un río de destrucción que desintegraba la misma luz.

  Acalia cerró los ojos, consciente de que no tenía fuerzas para bloquear ese ataque. Pero en el último segundo, un destello atravesó el torrente oscuro. Una espada que cortaba la negrura como una estrella fugaz, disipando la sombra.

  —?Quién…? —Acalia abrió los ojos y vio a una joven de cabellos café y ojos azules que resplandecían como zafiros bajo la luz del crepúsculo.

  —?Estás bien? —preguntó la desconocida con voz cálida mientras tendía su mano a Acalia.

  —?Quién eres? —Acalia tomó la mano y se levantó con dificultad, sus alas temblando con cansancio.

  —Mi nombre es Keshia —dijo con elegancia y firmeza. Su ropa era un vestido blanco adornado con bordados dorados que emitían un brillo suave—. Soy la princesa de Claiflor y, además… soy la prometida de Biel.

  Acalia sintió que el mundo se sacudía a su alrededor. —?Prometida…? —murmuró.

  —Así es. Lleguemos hace unos momentos como parte de la ayuda de Claiflor —respondió Keshia con cierta preocupación dibujada en su rostro.

  Acalia vio el rostro de preocupación de Keshia y pregunto dónde estaba Biel, Keshia entonces dijo.

  —Biel no está presente con nosotros.

  —?Qué quieres decir con que no está presente? —replicó Acalia con inquietud.

  Keshia bajó la mirada, su voz se volvió grave. —Biel se quedó en Claiflor. No sé por qué, pero siento que algo no anda bien. —Su tono se quebraba como un cristal agrietado.

  Acalia apretó los pu?os. —No tiene sentido… Biel debería haber llegado ya con el resto del grupo. Pero si él no está aquí… ?quién más llegó con ustedes?

  —Los demás llegaron, pero Biel… no. Y puedo sentir que algo está interfiriendo con su poder. —Keshia observó el horizonte, sus ojos se estrecharon al detectar algo oscuro moviéndose a la distancia.

  —ojalá llegue pronto pues ya pude ver las auras de todos y hay dos en particular que son muy poderosas.

  Acalia se sorprendió pues creía que solo Domia era la más poderosa que se encontraba por aquí.

  Keshia respondió diciendo que la otra persona estaba luchando contra un ángel y un Elfo. —Acalia se sorprendió. —Keshia la vio y dijo acaso conoces a esos dos. —Acalia respondió diciendo que ellos son Raizel y Ryder, pero tenía entendido que ellos iban a luchar contra Cliver, porque cambiaron de planes. —Keshia dijo ahora mismo Cliver se está enfrentando a un mago de hielo. Acalia se sorprendió aún más pues el plan era que Xantle y Easton se enfrentarán a Selene y Raizel y Ryder a Cliver, todo esto no tenía sentido para acalia, pero no era momento para pensar en eso pues Ahora tenían en frente a Shalok corrompido y tenían que enfrentarlo

  Un rugido ensordecedor resonó desde lo alto. Shalok, en su forma corrompida, se abalanzaba nuevamente sobre ellas, dejando un rastro de destrucción a su paso.

  —?Ya basta! —bramó Shalok con voz retumbante. Su mente estaba rota, distorsionada por el poder que había aceptado.

  Keshia preparó su espada, que comenzó a brillar con un fulgor incandescente. —Acalia, no te preocupes. Lucharemos juntas.

  —Sí. —Acalia sonrió con renovada determinación. —Vamos a acabar con él.

  La batalla apenas comenzaba.

  En la puerta principal de Lunarys se libraba una batalla feroz, Yumi, Gaudel y Charlotte contra Iridelle Vauclair y Darian Vorthos que habían utilizado un 50% del poder que le otorgó Domia, cada golpe que daban destruía la muralla, había sido un error quitar la barrera que Aine había puesto. Yumi se dio cuenta de su error y tenía que solucionarlo.

  Por su parte, Charlotte mantenía una barrera resplandeciente que vibraba como un cristal en tensión, tratando de contener el brutal impacto de cada golpe. Gaudel se encontraba cara a cara con Darian, sus espadas colisionaban con un estruendo que resonaba como el eco de un trueno partido en mil fragmentos. Darian, ahora con el poder de Domia latiendo en sus venas, mostraba una ferocidad abrumadora. Los movimientos de Gaudel, aunque precisos, eran superados por la potencia brutal de su adversario.

  Fue entonces cuando él apareció.

  Vaer había llegado al campo de batalla. Su presencia irradiaba una calma letal, como un filo que corta el viento antes de ser visto. Gaudel se sorprendió al ver a su hermano y soltó un jadeo aliviado.

  —Siempre metiéndote en problemas, hermano —dijo Vaer, sonriendo con ironía—. Nunca cambias.

  —Hermano... así que viniste. Me alegra mucho. Dime, ?dónde está Biel? Imagino que ya se fue hacia donde se encuentra Domia, ?verdad? —respondió Gaudel, con la respiración entrecortada.

  Pero la expresión de Vaer se oscureció.

  —Lamento decirte, hermano, que Biel no llegó con nosotros. Al parecer ocurrió algo al momento del salto de teletransportación.

  Gaudel se quedó inmóvil, como si el tiempo se hubiera congelado a su alrededor.

  —?Qué...? ?Imposible! Sin él, nuestro plan para derrotar a Domia no se podrá concretar.

  —No te preocupes, hermano. Biel llegará tarde o temprano. Lo sé... porque lo vi cuando peleó con Berty. él es alguien que no se rendirá mientras tenga un aliento de vida.

  El ambiente se tensó aún más. Como un cristal a punto de resquebrajarse bajo una presión insoportable.

  Darian los observó con una sonrisa burlona.

  —Veo que han llegado nuevas caras. Así que, al final, sí pudieron conseguir ayuda los de Lunarys. Me alegro y a la vez siento lástima, pues no servirá de nada traer refuerzos —dijo Darian, con una voz que se retorcía como veneno.

  De repente, un soldado corrió hacia ellos, agitado y pálido.

  —?Se?orita Berty! —gritó—. Se acercan unos dos mil nobles desde la monta?a.

  Berty apretó los dientes y alzó la voz con determinación.

  —?No se preocupen y preparen sus armas! Es hora de defender Lunarys. ?Que nadie retroceda!

  Darian soltó una carcajada oscura.

  —?Esa es la gran ayuda que trajeron? No me hagan reír. En fin, veamos qué pueden hacer.

  Berty dio la orden, y los arqueros lanzaron flechas de fuego hacia los dos mil nobles que avanzaban con brutalidad ciega. Las flechas surcaban el cielo como meteoros incandescentes, pero parecían inútiles. Los nobles continuaban avanzando, implacables.

  —Patéticos... —murmuró Darian, con una sonrisa burlona—. ?Acaso no pueden ver que sus ataques no les hacen nada?

  Berty sonrió también, pero con un brillo desafiante en sus ojos.

  —?Acaso no tienes buena vista? —preguntó con tono mordaz.

  Darian se volteo hacia sus hombres justo a tiempo para presenciar una serie de explosiones que rasgaban la tierra con una furia devastadora. El suelo temblaba y los gritos de dolor se mezclaban con el estruendo de la destrucción. El aire se llenó de polvo y ceniza.

  —?Qué...? ?Cómo es posible...? —Darian balbuceó, incrédulo.

  —Lo que pasó es que las flechas estaban cargadas con mi poder mágico de explosión —explicó Berty con un tono triunfante—. Aunque fallaran, las flechas igualmente estallarían.

  Darian entrecerró los ojos con furia.

  —Veo que los subestimé. Gracias por hacerme entender todo. Si los humanos se unen, forman un guerrero capaz de enfrentar a los dioses... Pero eso no será suficiente para detenerme. Ahora voy a acabar con todos ustedes.

  Berty soltó una risa breve, cortante.

  —Entonces vamos a ver quién es quién.

  El campo de batalla se sumió en un caos absoluto. Yumi se enfrentaba a Iridelle Vauclair con movimientos rápidos y mortales, sus armas chocando en un frenesí de luz y sombra. Gaudel, Vaer y Berty rodeaban a Darian, cuyos ojos relucían con la locura de quien ha abrazado el poder oscuro sin remordimiento y Charlotte emitía un aura sanadora hacia sus compa?eros.

  Las palabras se entrelazaban con el fragor de la batalla, los ecos de un enfrentamiento que estremecía la tierra misma. Las explosiones continuaban, y el aire vibraba con una furia incesante. Lunarys se había convertido en un escenario de desesperación y esperanza entrelazadas.

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