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Capítulo 67: El Caos Ha Nacido

  El sol se deslizaba suavemente por el horizonte, ti?endo de dorado las nubes que descansaban sobre las colinas cercanas. Desde lo alto de una monta?a, con el viento acariciando su ropa elegante de rey demonio y el cabello agitándose con suavidad, Biel observaba en silencio la ciudad que ahora se alzaba orgullosa en medio del valle.

  El aire olía a esperanza. A madera nueva. A tierra fértil y sue?os cumplidos.

  Y entonces, su voz resonó. No como un pensamiento privado, sino como una narración que parecía surgir del propio mundo. Una confesión íntima compartida con el universo.

  —Han pasado diez días desde que derrote a Domia y a Belcebú —dijo, con voz serena y profunda—. Fue una batalla demasiado intensa y caótica… pero pude ganar. Y ahora todos vivimos en tranquilidad.

  Una brisa cálida le revolvió el flequillo, como si el mundo respondiera a sus palabras.

  —Además, mis excompa?eros de clase entraron a este mundo… —continuó, bajando la mirada hacia la ciudad—. Ellos decidieron vivir sus vidas aquí, al igual que yo… y eso me alegra. Pensé que jamás los volvería a ver…

  Una sonrisa melancólica se dibujó en su rostro. En sus ojos, el brillo de la nostalgia y la esperanza entrelazadas.

  —He pasado cinco días en esta nueva ciudad que construyeron… y sinceramente, es muy bonita. Esta ciudad nació gracias a ellos… y al poder del anciano que me trajo a este mundo.

  Biel inspiró profundamente. El aire sabía a paz, pero su pecho cargaba con un eco lejano de inquietud.

  —Quisiera que esta paz durara para siempre… pero todavía hay muchos cabos sueltos que tendré que afrontar en mi camino.

  Sus ojos se endurecieron levemente, como si el recuerdo de lo no resuelto se manifestara en su mirada.

  —Además, la misión principal que decidí al llegar a este mundo… fue buscar a mi amigo Bastian. él también viajó aquí, pero desapareció justo en el momento en que llegué… como si algo o alguien hubiera hecho que nuestros caminos se separaran.

  El viento se tornó más fresco, como si el mundo también se estremeciera al recordar la ausencia de aquel amigo.

  —Pero aun así… —dijo, apretando el pu?o con determinación— no me rendiré en buscarlo. Lo encontraré. Porque es mi mejor amigo.

  Una pausa. Un leve temblor en su voz. Y luego, como un rayo de sol atravesando una nube, una sonrisa sincera.

  —Aunque también me han pasado cosas buenas desde que llegué a este mundo…

  Sus ojos se suavizaron. La tensión en sus hombros desapareció.

  —Conocí amigos que me acompa?an en cada aventura. Y eso me alegra.

  Suspiró, mientras el sol descendía lentamente, dorando su silueta.

  —Me alegra que mi hermana Charlotte me acompa?e en este mundo. Me alegra que Yumi, Sarah, Xantle, Raizel, Gaudel, Ylfur, Easton, Ryder y Acalia… todos ellos estén siempre a mi lado.

  De repente, su expresión se tornó ligeramente incómoda.

  —Y también, aunque no esté aquí ahora mismo… ella también la aprecio mucho.

  Se rascó la nuca, desviando la mirada.

  —Y aunque no me guste la idea de estar comprometido con ella por un matrimonio arreglado… aun así, la quiero…

  Una ráfaga de viento lo empujó por detrás, como si el mismo mundo lo estuviera molestando. Tropezó ligeramente y murmuró:

  —?Ya, ya! No me presionen, demonios…

  Una risita femenina sonó detrás de él.

  —?Estás hablando solo otra vez? —preguntó Charlotte, asomando la cabeza desde una roca cercana con una sonrisa traviesa.

  —?Hermana! ?Qué haces aquí? ?Creí que estabas dormida! —respondió Biel, dando un salto torpe, sorprendido.

  Charlotte se encogió de hombros con inocencia exagerada.

  —Estaba dormida… hasta que oí a alguien soltar un monólogo dramático con fondo de atardecer. Muy tú, por cierto.

  —?No era dramático! —protestó Biel, cruzándose de brazos.

  —Claro, claro. Y esa parte de “aunque no me guste la idea de estar comprometido” fue completamente casual, ?verdad?

  —?C-cállate…!

  Charlotte soltó una carcajada y caminó hasta él, dándole un suave golpe en el hombro.

  —Solo bromeo. Pero me alegra oírte hablar así. Ya no suenas tan… solo.

  Biel la miró, con una mezcla de afecto y gratitud.

  —Gracias, Charlotte.

  —Por cierto… —a?adió, dándose la vuelta de pronto y gritando hacia el bosque— ?Ya pueden salir, chicos! ?El drama terminó!

  —??Qué?! —Biel parpadeó— ??Había más gente?!

  De entre los arbustos, como una tropa de espías poco sigilosos, fueron saliendo uno por uno: Yumi, Raizel, Easton, Ryder, Xantle (con una zanahoria en la boca), Acalia y hasta Gaudel, que claramente no encajaba en una misión de sigilo.

  —?Perdón! ?Pero la vista era buena y tú hablabas tan bonito! —dijo Xantle, dando un salto mientras masticaba.

  —?Quería ver si llorabas! —a?adió Easton con una sonrisa de medio lado.

  Raizel, siempre serena, se inclinó suavemente.

  —Tus palabras fueron sabias, Biel. Aunque... un poco cursis.

  —??Pero por qué todos estaban espiándome?! —exclamó Biel, llevándose las manos a la cabeza.

  —Porque te queremos, tonto —dijo Yumi, abrazándolo por la espalda con dulzura inesperada.

  El grupo se arremolinó a su alrededor, compartiendo risas, comentarios sarcásticos y miradas cómplices.

  Y en ese instante, una silueta emergió caminando con torpeza desde un costado de la colina. El cabello plateado danzaba al viento, y en su rostro, una expresión mezcla de confusión y ternura.

  —?Ustedes siempre hacen esto…? —preguntó Aine, mientras se acomodaba su cabello.

  Biel tragó saliva. El grupo lo miró.

  —?Hola, Aine! —saludó Charlotte con una sonrisa pícara.

  —E-eh… hola… —balbuceó Biel, rascándose la cabeza— ?L-legaste justo cuando…?

  —Desde que dijiste que me querías —respondió Aine sin rodeos, con una sonrisita encantadora y peligrosa.

  La risa del grupo estalló como una tormenta de primavera. Biel quedó paralizado, rojo como una fresa bajo el sol.

  —?N-no es lo que parece! ?O sí! ?Pero no así! ?Yo…! —empezó a tartamudear.

  Aine se acercó con tranquilidad, tomó su mano, la apretó con calidez y murmuró:

  —Yo también te quiero, tonto… aunque seas torpe.

  Biel soltó un suspiro largo, vencido, mientras Xantle gritaba de fondo:

  —?Que se besen! ?Que se besen!

  —?Ni se les ocurra! —exclamó Biel, cubriéndose el rostro de vergüenza.

  Charlotte rio a carcajadas, dándole una palmada en la espalda.

  —Bueno, hermanito… después de todo lo que pasaste… te mereces un poco de felicidad.

  Y mientras el sol terminaba de ocultarse tras las monta?as, dejando una estela de luz dorada que se confundía con las risas y la calidez del grupo reunido, Biel miró a todos a su alrededor.

  Y supo que, al menos por ahora, no estaba solo.

  Biel inspiró hondo, llenando sus pulmones con el aire tibio del atardecer. El momento se sentía casi perfecto, y las palabras fluyeron con el corazón abierto.

  —Gracias por todo… amigos.

  El grupo quedó en silencio por un instante. Un silencio bonito, cargado de significado. Charlotte sonrió abiertamente, Yumi cerró los ojos con una expresión serena, y hasta Easton se limitó a asentir con los brazos cruzados.

  Aine bajó un poco la cabeza, apretando con suavidad los bordes de su vestido. No lo dijo, pero su sonrisa era tan brillante que hablaba por ella.

  —Ay, ahora te pusiste sentimental… —dijo Acalia, secándose una lágrima que según ella era por el viento.

  —?Aww! ?Biel diciendo cosas bonitas! ?Rápido, alguien escríbelo, no pasa todos los días! —a?adió Xantle, tirándose al césped como si se desmayara.

  Biel sonrió, medio avergonzado.

  —Bueno… debemos retirarnos a dormir. Ma?ana tengo que ir a Claiflor.

  —?Claiflor? —repitió Raizel, interesada.

  Biel asintió con seriedad, aunque se notaba que algo lo ponía nervioso.

  —Quiero agradecer toda la ayuda que el rey Hans nos brindó. Su apoyo fue clave durante la guerra… pero también quiero hablar con Keshia… sobre el compromiso.

  El silencio fue absoluto por tres segundos.

  Luego…

  —?Perdón? —soltó Yumi, en tono cortante, con una sonrisa peligrosa.

  —?Dijiste… "compromiso"? —preguntó Raizel, cruzando los brazos con una ceja arqueada.

  Aine frunció los labios, girándose lentamente con una expresión que intentaba ser neutra… y fallaba miserablemente.

  Charlotte soltó una carcajada seca.

  —?Sabía que este momento llegaría! ?Drama de romance real en puerta! ?Saca las palomitas, Xantle!

  —?Traigo pan! —dijo Xantle, sacándolo de su camisa como si fuera una daga.

  —E-eh… ?esperen! —intentó defenderse Biel, retrocediendo medio paso— Sé que no puedo romper el compromiso. Es por eso… que debo ser responsable. Y quiero serlo.

  Aine lo miró de reojo. Su expresión no era de enfado, pero sí una mezcla de decepción y tristeza disimulada.

  —Responsable, ?eh? Qué noble… —murmuró sin mirar a nadie.

  —Vaya… eso suena como una “declaración diplomática”, no como alguien que quiera de verdad a una chica —dijo Yumi, con una sonrisa tan dulce como envenenada.

  Raizel, serena como siempre, habló con un tono suave… pero directo.

  —?Entonces si Keshia dijera que se casan ma?ana… aceptarías sin más?

  —??Qué?! ?No! ?Yo solo quiero hablar con ella! —exclamó Biel, agitando las manos— ?No me voy a casar aún!

  Charlotte, sentada en una piedra, lo miró con media sonrisa.

  —?Aún, dice…?

  Las miradas se cruzaron como cuchillas. Aine no hablaba, pero la tensión en su postura era clara. Sus manos apretaban tanto que sus nudillos estaban blancos.

  Biel, acorralado emocionalmente, suspiró con fuerza.

  —?Por favor, no se pongan así! ?No es que yo quiera casarme con Keshia por amor! Es un matrimonio arreglado, ?lo dije mil veces!

  —?Y eso qué importa? —espetó Yumi con frialdad—. Algunas personas no necesitan un compromiso forzado para quedarse contigo…

  —T-tampoco es eso… —balbuceó él.

  —Claro, claro… solo vas a visitarla… solo a hablar… con tu prometida —dijo Raizel, con tono diplomático—. Muy inocente.

  Acalia, que parecía la más tranquila hasta ese momento, soltó un comentario envenenado mientras miraba al cielo:

  —Me pregunto si en Claiflor dan regalos por anunciar boda. Tal vez nos regalen tazas con su cara estampada.

  —?Acalia, no inventes cosas! —Biel ya estaba sudando.

  Ylfur, que hasta entonces se había mantenido al margen, murmuró a Gaudel:

  —Mi amo está a una frase de ser enterrado vivo bajo miradas femeninas.

  —Ya no se salva ni con armadura de dragón —respondió Gaudel.

  Easton intervino para intentar aliviar la tensión.

  —?Bueno! ?Esto ya parece un episodio de telenovela! ?No íbamos a dormir?

  Charlotte chasqueó los dedos.

  —Cierto. Biel, ?quieres que todos vayamos contigo?

  él asintió con más entusiasmo del necesario. Cualquier excusa para cambiar de tema.

  —?Sí! Quiero ense?arles el reino de Claiflor. Es hermoso, con flores mágicas, calles musicales, fuentes que cantan…

  —Y princesas que se casan —murmuró Aine, apenas audible, pero lo suficiente para que se escuchara.

  Biel la miró, sorprendido. Pero Aine apartó la vista, fingiendo observar la luna.

  Yumi lo empujó con el dedo índice.

  —Tú más vale que no vayas solo con Keshia a un balcón romántico, ?entendido?

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  —?Ni que fuera a besarla o algo? —dijo Biel, frustrado.

  —???Vas a besarla?!! —gritaron Aine, Yumi y Acalia al mismo tiempo.

  —?NO! ?NOOO! ??ES UNA HIPóTESIS!! —Biel ya estaba en modo alarma total.

  Charlotte se carcajeó tan fuerte que se tiró al suelo.

  —?Esto es mejor que cualquier obra teatral en Lunarys! ?Estoy llorando de la risa!

  Raizel, más centrada, se acercó a Biel y colocó una mano en su hombro.

  —Haz lo que tengas que hacer, Biel… pero asegúrate de saber lo que sientes. Porque si no… podrías herir a alguien que sí te quiere de verdad.

  Biel tragó saliva.

  Y entonces, Aine lo miró. Y por un segundo, no había risa ni ironía. Solo sus ojos plateados clavados en él.

  —Solo… no tardes mucho en decidir, ?vale?

  Y sin decir más, se dio la vuelta y caminó hacia la ciudad.

  El resto del grupo la siguió, uno a uno, dejando a Biel solo por un momento bajo el cielo estrellado.

  —Vaya… —murmuró, mirando al firmamento— ?Esto es lo que llaman “drama amoroso”?

  Una hoja cayó sobre su cabeza.

  —…Definitivamente prefiero luchar contra demonios.

  Y así, el grupo se retiró para descansar. Aunque los cuerpos irían a dormir, los pensamientos de muchos —y especialmente los de Biel— no encontrarían el mismo descanso.

  Porque el viaje a Claiflor no solo sería un reencuentro con una promesa… sino con las verdades del corazón.

  El alba asomaba lentamente sobre el horizonte, pintando de oro pálido las torres flotantes de la nueva ciudad. Una suave neblina matinal recorría los jardines encantados y los caminos aún en construcción, como si el mundo contuviera el aliento ante lo que estaba por comenzar.

  Frente a las puertas principales, Biel se encontraba rodeado por todos. Ciudadanos, compa?eros, familiares y ni?os que corrían entre los grupos con risas chispeantes. Las emociones se mezclaban con el aire: orgullo, entusiasmo… y una pizca de nerviosismo.

  Biel alzó la voz con firmeza, su figura iluminada por la luz del nuevo día.

  —Cuando regrese… daré el nombre oficial a esta ciudad —proclamó, mirando a cada uno de los presentes—. Y empezaremos a planear el Festival del Héroe. Un evento para dar a conocer este lugar a todos los reinos. ?Para que el mundo sepa que aquí nació algo grande!

  Una ola de aplausos rugió como una cascada. Voces se alzaron en vítores, y muchas manos se levantaron al cielo. La atmósfera vibraba con esperanza. Un sue?o que ya comenzaba a enraizarse.

  Y con una última sonrisa, Biel se giró y cruzó las puertas, saliendo de la ciudad que aún no tenía nombre… pero ya tenía alma.

  Cinco días a pie… y mil pensamientos

  La brisa del camino era refrescante, y las hojas susurraban secretos al borde del sendero. Biel caminaba con paso firme, la capa ondeando suavemente tras él. Podía haber volado. Podía haber usado magia de transporte. Pero no. Quería caminar. Sentir el mundo. Pensar.

  Y lo hizo en voz alta, como si necesitara escuchar sus propios pensamientos:

  —Ahora que me pongo a pensar… este grupo que me acompa?a… es realmente extra?o —dijo con una sonrisa ladeada, mientras veía a sus compa?eros moverse delante de él, hablando y bromeando como si fueran una familia.

  —Una chica capaz de obtener poder de otros mediante la herencia primordial… Acalia. Nunca deja de sorprenderme.

  Acalia, que iba unos metros adelante, alzó la cabeza con orgullo.

  —?Gracias! Lo diré como frase épica cuando me pregunten por mi poder: "?Herencia Primordial, activada!" —exclamó, golpeando el aire con el pu?o.

  —Una vampira que adquirió la voluntad de su padre, Lip, y se convirtió en una auténtica vampira… Sarah.

  Sarah, caminando a la sombra de un árbol, se giró con una leve sonrisa.

  —Aún me cuesta aceptarlo, pero… ya no tengo miedo de lo que soy. Gracias por eso, Biel.

  —Dos hermanos que comprendieron sus verdaderas magias… Easton y Xantle.

  —?Ahora puedo invocar una tormenta con un chasquido! —gritó Easton, haciendo precisamente eso… y provocando una llovizna de pétalos sobre su hermana.

  —?Deja de jugar con el clima! ?Mojaste mi pan! —protestó Xantle, protegiendo su comida como si fuera un tesoro.

  —Una ángel que ahora es arcángel… Raizel.

  Raizel caminaba con pasos ligeros, casi flotando. Sus alas de luz se desplegaban con gracia mientras sonreía con calma.

  —El juicio me transformó. Pero tú me mostraste el valor de seguir luchando con compasión.

  —Ryder, el elfo espiritual que ahora es un Gran Espíritu Elfo. —Biel lo miró—. Nunca pensé que llegarías a ser tan fuerte.

  —Solo lo hago en combate. No te acostumbres —dijo Ryder, con los ojos entrecerrados, aunque la sonrisa se le escapaba.

  —Mi hermana Charlotte, con su increíble poder de sanación…

  —Y con el poder de darte bofetadas si te olvidas de mí —bromeó Charlotte, gui?ándole un ojo.

  —Yumi, que dominó todos los poderes del anciano.

  Yumi caminaba a su lado, sus ojos cerrados como si escuchara una sinfonía interior.

  —él me entrenó… pero tú me inspiraste a superarlo.

  —Gaudel, mi amigo, el que todo lo ve con su ojo mágico.

  —Lo veo todo… incluso cómo Aine te mira cuando crees que nadie se da cuenta —dijo Gaudel con tono burlón.

  —?C-cállate! —dijo Biel, rojo hasta las orejas.

  —Ylfur, el caballero oscuro que decidió viajar conmigo.

  —Mi amo por usted me sacrificaría su usted me lo pidiese en estos momentos, decidí servirle hasta los últimos de mis días en este mundo—a?adió Ylfur, girando su espada al hombro.

  —Y por último… Aine. Mi Fragmento de lo Infinito. Mi espada de llamas eternas.

  Aine caminaba a su lado, en silencio… pero su rostro estaba te?ido de rojo.

  —D-Deberías decir esas cosas cuando no hay tanta gente escuchando… —susurró.

  Biel se rio por lo bajo. Miró al cielo despejado. Sus pasos eran tranquilos, pero su corazón sentía que algo oscuro se estaba moviendo lejos de allí…

  Mientras tanto, en el Reino Demoníaco…

  Las torres de obsidiana se alzaban contra un cielo encapotado, mientras el aire ardía por la cercanía de las grietas de lava que recorrían la ciudad. Dentro de los muros del bastión infernal, Calupsu caminaba con Palser por los corredores en ruinas.

  —Es extra?o —dijo Palser—. Mi se?or Biel va rumbo a Claiflor. Deberíamos acompa?arlo.

  —No será necesario —respondió Calupsu con tono tranquilo—. Ylfur está con él… y eso basta. Además…

  Un estruendo los interrumpió. Un demonio menor corrió hacia ellos, jadeando.

  —?Se?ores! ?Alerta! ?Han robado el fragmento de la Reina Demonio del Conocimiento Prohibido!

  Los ojos de Calupsu se abrieron de golpe.

  —??Qué?! ?Eso es imposible! Ese fragmento estaba custodiado en un océano de lava impenetrable… ?Ni siquiera nosotros podíamos tocarlo!

  Palser retrocedió un paso.

  —Esto es… como los otros dos robos. ?Ya son tres fragmentos de Reyes Demonio desaparecidos!

  Un silbido desgarrador cortó el aire. Desde las alturas, una figura alada descendía entre las nubes negras. Alas demoníacas de inmenso tama?o, una máscara oscura que cubría su rostro… y un aura que no parecía de este mundo.

  La tierra tembló cuando el intruso aterrizó, destruyendo media plaza principal con un solo golpe. Columnas, edificios, demonios… todo fue barrido como si fuera de papel.

  —??Qué es eso?! —gritó uno de los guardianes de élite antes de ser lanzado por los aires.

  Nübel y Fuhrich se alzaron al instante, conjurando armas y defensas… pero fueron derribados en segundos. El intruso ni siquiera se inmutó.

  Calupsu miró con horror.

  —?Ellos… fueron derrotados… tan fácilmente!

  Palser, paralizado, murmuró:

  —Mira su cuello… ?Tiene tres fragmentos de Rey Demonio… y un cuarto! ?No puede ser!

  —?Fuiste tú quien robó los fragmentos? —preguntó Calupsu con furia.

  El ser rio. Su voz era grave y distorsionada, como si resonara desde un abismo.

  —Es verdad. Tomé dos de un ser repugnante y maté a todos sus subordinados. Uno de ellos era bueno con la espada… Kurusume, creo. Murió de un solo tajo. Y su jefe… Gard. Lo asesiné sin piedad.

  —?Tenían a tus… compa?eros? —preguntó Calupsu, confundido.

  —Sí. Mis camaradas. Los querían usar para revivir una catástrofe como la de hace 20,000 a?os. Pero ya los liberé. Karia, Quizza y Tahiel… deberían agradecerme.

  Calupsu dio un paso atrás, horrorizado.

  —?Tú… los conoces? ?Pero ellos fueron sellados hace más de dos mil a?os!

  El intruso se quitó la máscara con lentitud. Sus ojos resplandecían como soles corruptos.

  —Porque yo también fui sellado. Yo soy un Rey Demonio. Sellado hace más de dos milenios por un héroe. Pero hace 18 a?os… mi sello se rompió. Mi alma se conectó con un bebé que llegó a este mundo. Luchamos… y gané. Ahora este cuerpo me pertenece.

  Calupsu cayó de rodillas.

  —Tú eres… el Rey Demonio del Caos Divino.

  —Así es —dijo el ser con una sonrisa perversa—. Yo soy Berzarler.

  El caos vibró en el aire.

  —Y ahora, sacrificaré a mis hermanos sellados. No pueden regresar físicamente… pero sus auras aún pueden servirme. Uniré sus fragmentos y me convertiré en algo más… ?la cúspide del caos!

  —?Eso es inhumano! ?No puedes sacrificar a tus hermanos! —gritó Calupsu, alzando su lanza.

  —?Humanidad? ?Somos demonios! —berreó Berzarler, extendiendo su brazo y derribando una torre con un solo gesto.

  —?Mi amo no te lo permitirá! —rugió Calupsu, lanzando su lanza con furia.

  Berzarler desvió el ataque con un solo dedo.

  —?Tu amo? No me digas… ?Monsfil?

  —No… —dijo Calupsu, con el rostro empapado de sudor—. Monsfil le entregó todo su poder… a Biel.

  Berzarler dio un paso atrás. Su cuerpo tembló. Una punzada cruzó su mente como una cuchilla.

  —?Biel…? —repitió, tambaleándose— Ese nombre… provoca algo en este cuerpo. ??Quién es ese humano?!

  —Alguien que superó a Monsfil —dijo Calupsu con orgullo.

  —?Jajajajajajaja! ?Monsfil le dio su poder a un humano? ?Ridículo!

  —Eso pensé al principio. Hasta que lo vi luchar.

  Berzarler se giró, con ojos enloquecidos.

  —Ya me ocuparé de ese tal Biel. Pero primero… debo ir a las ruinas. Y nada me detendrá.

  El caos lo rodeó como un torbellino oscuro.

  Y en ese instante, el mundo supo que algo terrible se había despertado.

  La lanza voló como un rayo sagrado hacia el corazón del enemigo… pero fue en vano.

  Berzarler desvió el ataque con un simple movimiento de su mano, como quien ahuyenta una hoja flotando en el viento.

  —Tal vez… —dijo con una voz arrogante, mientras su silueta era envuelta por remolinos oscuros— si entrenas otros diez mil a?os, quizás podrías hacerme un rasgu?o.

  Calupsu, derrotado, cayó al suelo con fuerza. Su cuerpo sangraba, su energía demoníaca se desvanecía a cada segundo. El dolor era agudo, pero lo que más le dolía… era la impotencia.

  No pudo levantarse.

  Palser, de pie a unos metros, temblaba. Sus ojos miraban sin parpadear. No era miedo… era parálisis absoluta. El horror de ver una fuerza que desafiaba toda lógica. La fuerza de un dios profano encarnado.

  Berzarler se giró sin más palabra. Su capa flotaba con una cadencia siniestra mientras se alejaba en dirección a las antiguas ruinas ocultas en el corazón del Reino Demoníaco. Cada paso suyo hacía temblar la tierra.

  Las ruinas emergían como columnas ciclópeas en medio de un campo calcinado. Antiguas, cubiertas de runas vivientes que pulsaban con un ritmo ancestral. Al centro, un círculo de sellos dormidos… que ahora despertaban con un hambre insaciable.

  Berzarler se colocó en medio del altar. Levantó ambos brazos hacia el cielo ennegrecido.

  —Bueno… —dijo, sonriendo—. Es hora de cumplir con mi propósito.

  Las runas comenzaron a brillar con un fulgor violáceo y carmesí. Una tormenta de energía oscura se alzó a su alrededor, y su cuerpo fue envuelto por relámpagos invertidos, como si la luz misma estuviera siendo succionada.

  Los fragmentos que colgaban de su cuello comenzaron a vibrar… y luego a quebrarse.

  Crack.

  Crack.

  CRACK.

  Las almas selladas de Quizza, Tahiel y Karia emergieron como ráfagas espirituales. Su grito silencioso se perdió entre el viento infernal mientras eran absorbidos al cuerpo de Berzarler.

  él gritó.

  Un alarido inhumano, tan profundo que desgarró el tejido del mundo.

  Un terremoto brutal sacudió todo el Reino Demoníaco, y se expandió como una onda expansiva hasta el mundo humano. Monta?as crujieron. Océanos vibraron. Bestias del abismo despertaron.

  Biel caminaba por un sendero tranquilo, cuando el suelo tembló bajo sus pies. Las aves salieron volando de los árboles, los ríos se agitaron como si tuvieran vida propia.

  —?Qué fue eso? —preguntó, alarmado.

  Yumi, a su lado, se detuvo de golpe. Su mirada estaba clavada en el horizonte… y su rostro palideció como nunca antes.

  —Yumi, ?Qué te ocurre? —preguntó Biel.

  Pero ella no respondió. Su cuerpo tembló… y luego cayó inconsciente.

  —?Yumi! —gritó Biel, sujetándola entre sus brazos.

  Charlotte corrió hacia él y colocó ambas manos sobre el cuerpo de Yumi, canalizando magia curativa.

  —?Está viva! Solo… su alma fue golpeada por algo muy oscuro. Nunca vi una energía así…

  Las demás se acercaron, preocupadas. Pero Gaudel, en silencio, miraba hacia el mismo punto del horizonte que Yumi había observado. Su ojo mágico brillaba intensamente.

  Biel se acercó a él, aún con Yumi en brazos.

  —?Qué ves, Gaudel?

  El joven tragó saliva. Sus pupilas estaban dilatadas, y su voz apenas fue un susurro.

  —Eso… eso que acaba de nacer… no es humano. No es demonio. Es un dios caído en el abismo.

  Las palabras helaron el corazón de Biel.

  Y entonces… una voz habló dentro de su mente.

  —Joven portador… él ya viene. —Era Monsfil.

  —?Monsfil? ?Quién viene?

  —Mi hermano… Berzarler. No… quiero decir… éL ya viene. Lo peor que este mundo puede afrontar. El Caos Divino en persona.

  Biel contuvo el aliento.

  —?Caos divino…? No me digas que… ?uno de los Reyes Demonio ha despertado?

  —Es peor. —La voz temblaba— Se ha unido a otros tres Reyes Demonio. Su poder ahora… es colosal. Superior incluso al que Belcebú usó en su apogeo. Si Belcebú tenía diez veces tu poder… él tiene cincuenta. Jamás imaginé que pudiera despertar…

  —?Y el Reino Demoníaco? ?Qué pasó con Calupsu y Palser? ?Los hermanos de Ylfur también estaban ahí!

  —No lo sé… pero lo más probable… es que estén muertos. La explosión fue cerca de donde ellos se encontraban.

  Biel bajó la mirada.

  —No puede ser… ?Palser fue revivido hace poco! ?No puede morir otra vez! ?No tan pronto!

  A su lado, Ylfur cayó de rodillas.

  Lágrimas comenzaron a rodar por su rostro endurecido.

  —Mis… mis hermanos… —dijo con voz quebrada—. Han muerto. Lo siento en el corazón. Es como si se me hubiese arrancado una parte del alma.

  Biel lo miró con dolor. Las palabras de Monsfil se confirmaban ante sus ojos. Berzarler no solo había despertado… había borrado del mapa una nación entera.

  En el Reino Demoníaco, lo que alguna vez fue una majestuosa ciudad ahora era un cráter ardiente.

  Una figura se alzaba en el centro. Alta, de porte regio. Su vestimenta era elegante como la de un noble ancestral, hecha de telas negras, púrpuras y azules, que brillaban con la oscuridad misma. Su cabello era largo, mitad blanco, mitad negro. Un ojo era de un púrpura profundo, el otro brillaba con tonos azulados como el hielo estelar.

  Y sus alas… majestuosas, demoníacas, hechas de fuego y sombra, vibraban con poder puro.

  Berzarler había renacido.

  El Caos Divino caminó hasta el borde del cráter, miró hacia el horizonte y sonrió con malicia.

  —El mundo… será mi templo de destrucción.

  Alzó una mano. Con un solo gesto, el mundo tembló. De las profundidades surgieron columnas de lava. Grietas abismales cruzaron la superficie. El cielo se tornó rojo.

  A unos metros, Calupsu observaba, aún con vida, pero sin fuerza. Cada músculo le dolía. Cada aliento era una tortura.

  —No… puedo… moverme…

  Palser, a su lado, aún vivo, pero mortalmente herido, sonrió con cansancio.

  —Bueno… supongo que volveré a morir. Pero valió la pena regresar… aunque fuera por poco.

  Calupsu lo miró con ojos llorosos.

  —Al menos estamos… juntos. Una última vez.

  —Sí… y nuestro amo… nos vengará.

  El suelo bajo ellos comenzó a agrietarse. Lava emergía como lenguas hambrientas.

  Palser se acostó de espaldas y cerró los ojos.

  —?Sabes…? Cuando morí la primera vez, fue en silencio. Esta vez… muero con una promesa.

  —?Promesa?

  —Que Biel vivirá… y lo detendrá.

  Calupsu, sonriendo con lágrimas, asintió.

  —Entonces… ya podemos descansar.

  El fuego los consumió. Lava los envolvió en un último abrazo, como si el mundo los llevara al olvido con un susurro de honor.

  Y así, Calupsu y Palser desaparecieron. No con gritos… sino con dignidad. Como guardianes que cayeron para dar tiempo al héroe.

  Sus almas ascendieron, no al infierno… sino al recuerdo eterno de quienes luchan hasta el final.

  Y el mundo… nunca volvió a ser igual.

  Sobre un mundo herido, el cielo se tornó escarlata. Las nubes, ennegrecidas como brasas apagadas, giraban sobre sí mismas como un vórtice agónico. En lo profundo del cráter del Reino Demoníaco, una figura se mantenía erguida, inamovible, como si el mismísimo universo girara a su alrededor.

  Berzarler… ya no era Berzarler.

  Su voz emergía no desde su garganta, sino desde la esencia misma de la existencia. Un eco infinito, distorsionado, que vibraba en la tierra, el aire y la sangre.

  —Ahora que tengo el poder absoluto… —murmuró, mirándose las manos, donde llamas púrpuras danzaban— es hora de sumergir este mundo en un total caos…

  Sus dedos se curvaron lentamente, como si atraparan el cielo con ellos.

  —Y luego… —sonrió con frialdad— iré por esos dioses. Uno por uno. Haré que se arrodillen… antes de borrar su existencia de este plano.

  Una carcajada ronca y profunda retumbó en la distancia.

  —Pero antes… debo comprobar algo.

  La sonrisa se ensanchó hasta límites grotescos.

  —Ese tal Biel… debo ver si está a la altura. Si será un buen… aperitivo para demostrar mi nuevo poder.

  Sus ojos brillaron con una intensidad demoníaca. Púrpura y azul danzando en espirales caóticos.

  Y entonces, el cielo se abrió.

  A kilómetros de allí, Biel seguía con la mirada perdida. La brisa ya no era cálida, ni el suelo firme. El mundo parecía más gris, más callado. Como si la vida misma contuviera el aliento.

  —Calupsu… Palser… —murmuró, aún sin poder aceptarlo—. No puede ser…

  Ylfur seguía en silencio, lágrimas aún secas marcaban su rostro. Charlotte mantenía a Yumi sostenida, que comenzaba a recuperar la conciencia, aunque su cuerpo seguía débil. El grupo completo estaba inquieto, disperso, sin saber qué decir ni cómo consolarse.

  —Biel… —dijo Raizel con voz baja—. ?Qué haremos?

  Pero Biel no respondió. Solo bajó la mirada. Sus pu?os temblaban, apretados con tanta fuerza que la sangre empezaba a brotar por la palma.

  Y entonces… el cielo tronó.

  Un estruendo desgarrador, como si el firmamento hubiese sido partido por una lanza de ira. Las nubes se arremolinaron como bestias sin forma, y una grieta luminosa se abrió en el aire mismo, como si se hubiese desgarrado un lienzo celeste.

  De esa grieta… descendió la silueta.

  Oscura al principio. Inabarcable. Como un eclipse hecho carne.

  El grupo entero se puso en guardia, instintivamente.

  —?Qué es eso…? —preguntó Easton, apretando su lanza.

  —No es una criatura común… —dijo Ryder con los ojos entrecerrados—. Su poder… no tiene equilibrio. Es como si todo lo que conocemos se deshiciera a su paso.

  La figura aterrizó suavemente, sin hacer ruido. No destruyó la tierra, ni levantó explosiones. Su simple presencia era suficiente para apagar los sonidos del bosque, para silenciar el viento, para hacer que hasta las sombras huyeran.

  Era majestuoso y aterrador. Elegante como un emperador de siglos olvidados. Sus ropajes fluían con un dise?o ancestral, bordados con símbolos oscuros que parecían moverse con vida propia. Su cabello era largo, mitad blanco y mitad negro, cayendo como una cascada cósmica sobre sus hombros. Su rostro… ocultaba una belleza terrible.

  Un ojo púrpura, que parecía observar todos los pecados del mundo.

  Un ojo azul, que parecía no tener alma.

  Sus alas demoníacas se extendían hacia los lados con pereza, vibrando con energía cruda. Y su piel brillaba con una intensidad espectral, como si estuviera hecho de cristal oscuro y fuego líquido.

  La figura sonrió.

  —Ah… Biel. Por fin nos vemos.

  La voz era suave, casi seductora, pero en ella vibraba la locura. La promesa de aniquilación.

  Biel dio un paso adelante. Su respiración se aceleró.

  —?Quién eres tú?

  El ser inclinó la cabeza apenas un poco. Un gesto casi respetuoso.

  —Soy… Khios. El Se?or del Caos.

  Charlotte retrocedió un paso. Acalia apretó los dientes.

  —?Khios…?

  Khios alzó la vista al cielo, como si hablase con los dioses.

  —La encarnación de la unión de cuatro reyes demonio. Quizza, Tahiel, Karia… y el alma principal, Berzarler. Ellos me dieron todo lo que fueron. Sus memorias, sus poderes, sus pecados. Y con eso… nací yo.

  Un estremecimiento recorrió la tierra. Ylfur retrocedió de golpe, y su cuerpo vibró.

  —?él… él es la fuente de todo este caos! ?Lo siento en mis huesos!

  Biel observó al ser, tratando de mantenerse firme.

  Pero entonces… vio su rostro.

  Y algo dentro de él se quebró.

  Sus ojos se abrieron con horror. Su respiración se detuvo. El mundo a su alrededor dejó de moverse. Un eco profundo, un recuerdo, una imagen que no debería estar ahí, apareció en su mente.

  —No… no puede ser…

  Sus piernas temblaron.

  —Tú… ??Tú eres…?!

  Khios sonrió, más amplio, como si saboreara el terror de Biel.

  —Ah… Veo que lo reconociste.

  —No… esto no es posible… —susurró Biel—. No puede ser… ese rostro… ?ese rostro es…!

  Y el silencio cayó como un hacha.

  Los demás lo miraban, desconcertados. Nadie más parecía entender. Pero para Biel, ese rostro… era de alguien que ya había visto.

  Y en sus ojos… no había sólo maldad.

  Había recuerdos compartidos.

  Había una conexión.

  Y así, Biel arrodillado, temblando ante una verdad que el mundo aún no estaba preparado para aceptar.

  El Se?or del Caos había llegado.

  Y llevaba el rostro de alguien que Biel no podía enfrentar.

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