John avanza en silencio por el descuidado patio delantero. Lo que antes era un hermoso lugar para pasar el rato se había transformado en un páramo desolado completamente nevado. Estalactitas de hielo colgaban de los pocos árboles que aún se mantenían erguidos y no había ningún rastro del columpio cerca de la entrada o el gazebo que usaban los días de verano para comer afuera. El hombre agita la cabeza repentinamente como si tratara de sacudirse la idea de que esos recuerdos, así también como los sentimientos de tristeza y melancolía, son suyos, pero no es nada fácil. Desde que volvió del pasillo, le está costando cada vez más separar qué idea era suya y cuál no.
Luchando contra la nieve del suelo, el hombre por fin llega a la puerta de la vivienda. Probando el picaporte, puede apreciar cómo está cerrada, pero antes de que pudiera sacar la mano, un peque?o brillo púrpura sale de las puntas de sus dedos al mismo tiempo que runas serpenteantes se iluminan en el marco de la puerta. Con un sonoro clank, esta se abre a una habitación grande poblada de una oscuridad abisal que no le permitía ver más allá de unos pocos metros. Sacando su PSD, prende la linterna que venía con el aparato y la apunta hacia el interior, revelando un derruido vestíbulo que en su tiempo dio la bienvenida a grandes miembros ilustres de la ciudad de Hope y que hoy se encontraba casi en ruinas. Con una mirada triste, el hombre observa los agujeros en el suelo por donde las malezas crecían sin control y oía los chillidos de ratas que hacían eco en la vacía inmensidad de la morada junto al zumbido de insectos que se arrastraban entre las paredes, sabiendo que eso es solamente lo que el hombre podía percibir; intuye que todavía hay un sinfín de dolencias infectando el lugar que alguna vez llamó hogar, escondidas fuera de su percepción. Un dolor de cabeza repentino hace que John tambalee, haciendo que sea necesario tomarse de la pared para mantenerse en pie. Mientras trata de recuperar su balance, siente que su cerebro está en llamas; recuerdos como flashes surcan su vista uno detrás de otro, el dolor aumentando con cada una de estas que pasa. Respirando hondo, resiste la embestida de las visiones mientras intenta recordarse una y otra vez que nunca había pisado este lugar.
Cuando el ataque por fin termina y teniendo muy en claro que retroceder no es una opción, continúa investigando la habitación con la luz que provenía de su teléfono y se da cuenta de que hay una escalera en el medio del lugar que va al segundo piso, flanqueada por dos puertas dobles. La de la derecha se dirige hacia una sala de estar con un par de sillones y sillas de madera que rodean una mesa ratonera; todas se encuentran enfrente de una gran chimenea, mientras que la otra, ubicada a la izquierda, da a un comedor en donde se halla una gran mesa rodeada de pintorescos cuadros decolorados por la humedad. Un viento frio que se cuela por una grieta invisible le recuerda de su estado actual así que rápidamente se pone a intentar encender un fuego en la sala de estar, por suerte para él había algo de le?a al lado de la chimenea, aunque a estas alturas algo podrida por un milagro todavía estaba lo suficientemente seca como para ser usada, colocando una gran cantidad de pedazos en una forma piramidal utiliza un poco de Ether naranja par encender una peque?a llama en el centro de la construcción, utilizar magia en este momento parecía mala idea pero confiaba en que un uso tan menor de la energía no dejara secuelas permanentes cosa que no se podía decir de la congelación de sus extremidades, ya tenía suficientes amputaciones en lo que va del a?o y eso que recién empieza.
Esbozando una sonrisa a pesar del dolor por lo ridículo del pensamiento, John ve como el fuego lentamente empieza a agarrar potencia hasta que se vuelve un gran fogón que ilumina el ambiente y empieza a calentar el aire alrededor de él, ayudándole a recuperar la sensación en su entumecido cuerpo. Sentándose en frente de la hoguera cierra los ojos cavilando por unos minutos en los siguientes pasos a tomar mientras escucha el crujir de la le?a, pensando en lo que acaba de suceder llega a la conclusión de que la repentina aparición de las fuerzas especiales de los Blackmount no pareciera ser coincidencia, lo primero que se le cruza por la cabeza es la existencia de un topo, alguien del grupo que les pasó la información a sus espaldas, aunque tampoco podía descartar la idea de que sus dispositivos de comunicación estuvieran infiltrados o que simplemente hayan descubierto la información por un medio mágico que el desconocía o tal vez Balsin era tan buena estratega como era cruel, no lo sabía con certeza había demasiadas variantes y le faltaba bastante información, lo único que sabía con seguridad es que Blackmount estaba pisándole los talones y ahora tenía que encontrar la próxima pieza del rompecabezas antes que se lo quiten de las manos otra vez. Su mente divaga en posibles acciones que tomar, desde subterfugio hasta un asalto directo en contra de la casa familiar del conglomerado. Justo cuando finaliza un plan de acción, se da cuenta de lo ridícula y arriesgada que es la idea. Se ve que todavía está enojado por lo que pasó y, a pesar de que pareciera calmado, aún está dejando que la ira lo maneje, haciendo que su forma de pensar sea más descuidada que de costumbre.
Usando un método de meditación que le ense?ó Sigil, John cruza las piernas y empieza a respirar lenta y profundamente, intentando calmar de una vez sus emociones al mismo tiempo que investiga el estado de su cuerpo. Lo primero que nota es que a pesar de que le falta un brazo todavía puede sentir que está ahí, había escuchado hablar de este fenómeno antes así que no le presta mucha atención y cambia su foco hacia su Enki, si bien el dolor había disminuido bastante en el camino hacia aquí todavía se sentía bastante caliente, pero lo que más le sorprendía es que la sensación del órgano se sentía diferente, más estable, e incluso podía apreciar como una peque?a cantidad de Ether naranja todavía estaba condensándose ahí como si estuviera guardado para más tarde, cosa que por lo general no pasaba, una vez que el Ether entraba al órgano o era repelido o era procesado y expulsado, John siempre lo consideró como una puerta que dejaba pasar o no a las distintas energías pero ahora funcionaba casi como una batería, guardando un poco de carga para cuando el arcanista lo necesitase.
Mientras hipotetiza porque pasa esto y como poder utilizarlo a su favor los minutos avanzan, al pasar casi una hora el crujir de madera podrida descarrila sus pensamientos advirtiéndole que alguien o algo acaba de entrar en la casa, instintivamente intenta mover su brazo hacia su cintura para tomar su pistola solo para que el mu?ón responda con una frenética agitación, rápidamente cambia de mano intentando volver a tomar su arma pero cuando llega a su cintura puede apreciar cómo la pistola no está en su funda y en ese momento recuerda como la tenía desenvainada en el almacén siendo lo más probable que se le haya caído en el momento que fueron tele transportados, con suerte estará en el pantano, sino la tiene podría estar en cualquier lugar del mundo o incluso en el interior. Escuchando los pasos que se acercan cada vez más, el hombre decide tomar un tronco y esconderse en un rincón donde la luz del fuego no llega, asegurándose de que por lo menos tuviera la ventaja de la sorpresa sobre el desconocido enemigo, pero antes de que pudiera lanzar siquiera el primer golpe, una voz repentina lo llena de alivio.
—John, ?estás aquí? Somos nosotros —la voz inconfundible de Narciso corta la oscuridad.
—Aquí, sigan la luz— responde John, relajando sus tensados músculos y abriendo la puerta enfrente de él.
Una cálida luz se derrama en el vestíbulo, sirviéndole de faro a los cansados viajeros que, sin perder un momento al ver la luminiscencia repentina, llevan sus cuerpos maltrechos hacia el lugar de donde provenía el fulgor, un alivio claro manifestándose en sus caras no solo al sentir el calor de la chimenea, sino también al ver a su compa?ero vivo y casi entero.
El primero que ve cruzando el umbral es Narciso, que llevaba un par de vendas en el torso; luego Mikail y Aguilar traían un inconsciente Smith, mientras que Talón tenía en la espalda a Dolche, ambas piernas vendadas con vendajes manchados de rojo. Evergreen venía última con una complexión pálida mientras se agarraba el costado; Tim apoyado sobre su hombro, transmitía la voz de Abigail, que alentaba a la mujer a que continuara.
Una punzada de culpa golpea a John de manera repentina y, sin pensarlo dos veces, se acerca a la gigante mujer para darle un hombro en donde apoyarse, lentamente llevándola hacia uno de los sillones en donde la sienta suavemente. Lo mismo pasa con el resto de los convalecientes, dejando a aquellos conscientes o con heridas menores, no mucha más opción que sentarse en el piso.
— ?Qué carajo pasó, John? Pensé que teníamos un plan— reprocha Narciso de manera rápida y certera apenas se sienta cerca del fuego.
—No voy a poner excusas, me equivoqué, lo lamento— dice sucintamente el hombre mientras intenta disculparse por su falta de juicio.
—Eso es decir poco, encarar a Balsin de esa manera fue arriesgado y estúpido, pudo costarnos más que un par de heridas— enfatiza el arcanista.
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—Tienes razón, me dejé llevar por mis emociones y los puse en peligro a todos, realmente lo lamento— vuelve a disculparse el aspirante de manera solemne.
—Mierda, no puedo enojarme contigo si dices eso; seguir discutiendo esto ahora no tiene sentido. Continuaremos esta conversación en Santuario— dice resignado Narciso mientras mira al fuego arder.
—Mira, Narciso, puede que John estuviera fuera de lugar con lo que hizo, pero no puedes negar que el último tiro en contra de la perra de Balsin fue espectacular— intersecta Lorena, intentando defender a su compa?ero en su peculiar manera.
—Cierto, camarada, además nos sacó del lugar cuando la cosa se estaba poniendo siniestra; ni siquiera mi piel de bronce puede resistir los rayos de un mago de emisión. Sí, John se equivocó, pero en mis ojos lo expió cuando me salvó la vida— agrega Mikail mientras sustrae de entre sus ropas su confiable petaca y le da un sorbo.
—Sea como sea, al final salimos vivos de ahí y eso es lo importante. Ahora debemos reagruparnos con Sigil y Abigail y planear qué vamos a hacer ahora— dice Talón, fijándose en el estado de Smith y frunciendo el ce?o. Agrega— Narciso, ?sabes algo del vehículo de rescate?
—Sí, Line usó el rastreador de nuestro PSD para encontrarnos. Un helicóptero vendrá dentro de unas horas; tendremos que aguantar hasta que llegue— responde el arcanista sin mirar al hombre y, volteándose a ver a John, pregunta— ?Y tú qué vas a hacer?
Cavilando sus opciones por unos segundos, el hombre piensa si seguir a sus compa?eros es una buena idea, pero sabiendo a quién pertenece esta casa, puede asumir que hay una pila de información que le puede ser útil para entender no solo qué está pasando, sino para prepararse para un futuro encuentro con Balsin. Tenía el sentimiento de que, después de lo de esta noche, la mujer no lo dejaría en paz.
—Me quedaré aquí por unos días; puede que esta casa tenga lo que necesito— responde por fin el hombre levantando la vista, cruzando sus ojos con los de Narciso.
—Espero que sepas lo que haces, John— comenta el arcanista con una expresión de molestia y,levantándose, se dirige hacia la ventana, mirando a través de la cortina deshilachada, escaneando el cielo nocturno por se?ales de la nave que los llevará a casa.
John también se pone de pie, pero a diferencia de Narciso, este se dirige a la puerta que da al vestíbulo. Lentamente sube las escaleras, cada paso meditado cuidadosamente, puesto que los a?os de desuso hacían de usarla casi un deporte de riesgo, pero a pesar de los crujidos de la madera, luego de unos pocos segundos se encontraba en la cima. Mirando hacia ambos lados, ve un pasillo con varias puertas y, sin dudarlo, entra a la segunda de la izquierda que se abre a un estudio. Una pila de libros arruinados por la humedad y el paso del tiempo se encontraba posada encima de un solitario escritorio que se colocaba enfrente de una pintura borrada por los a?os y el apetito de insectos. Un viento frío se colaba entre los girones que quedaban de la cortina que en algún momento fue púrpura. La helada chimenea vacía estaba flanqueada por un par de librerías famélicas, pero que aún guardaban un poco de preciada información. En frente de esta, una peque?a mesa con botellas de vidrio moldeado se encontraba mayormente vacía de no ser por una pátina marrón agarrada al fondo de los recipientes .
Soportando el frio John se adentra en la habitación en dirección hacia las estanterías, pasando sus dedos por el dorso de los libros selecciona un par y luego de mover los papeles amarillentos de arriba del escritorio coloca la pila de manuscritos elegidos sobre este, usando su PSD para iluminar la tapa del primer libro puede apreciar el título en letras púrpura nombrado “morfología del interior”, abriéndolo cuidadosamente, empieza a leer atentamente dándose cuenta a mitad de la página que ni siquiera reconocía en que idioma estaba escrito y sin embargo entendía perfectamente el sentido que los garabatos en el papel querían transmitir, asumiendo que el conocimiento sobre el idioma viene a él de manera subconsciente por los recuerdos de su abuelo continúa leyendo hasta que de pronto es interrumpido por el sonido de motores y hélices que se acercaban cada vez más cerca a medida que pasaban los segundos. Moviéndose a la ventana corre la tela y mira en dirección al sonido, a lo lejos puede observar como en el cielo nocturno dos puntos rojos se van acercando hacia la mansión, John fuerza la vista, pero la oscuridad y la distancia le impiden identificar exactamente qué es lo que surca el aire nocturno, pero asume que es el vehículo enviado por Line para buscar a sus camaradas, una sensación de alivio aparece cuando la idea de que por fin lo dejaran solo para seguir con sus estudios cruza por su mente y enseguida es descartada casi violentamente, la conciencia del hombre protestando en contra de tal falta de respeto ante las personas que decidieron arriesgar la vida en ayudarlo, John siente su costado todavía algo caliente y se ve la palma de la mano, algunas motas purpuras todavía se podían apreciar danzando sobre ella, no sabia si las nuevas habilidades de su Enki venían con nuevas consecuencias o si solo el último conflicto lo había dejado amargado pero antes de que pudiera indagar mas sobre sus pensamientos intrusivos un golpe en la puerta que da al pasillo le llama la atención.
—John, ?podemos hablar? — la voz de Narciso se escucha detrás de la madera.
El hombre pausa por unos instantes, no entendiendo qué quería el arcanista ahora, pero sabiendo que no era del tipo que se rinde fácilmente; luego de suspirar, responde—Sí, pasa.
Casi al instante la puerta se abre, la figura de Narciso atraviesa el umbral y se frena de golpe; mirando alrededor, nota lo oscuro que está el cuarto, iluminado solamente por el teléfono y la luz de la luna que se cuela entre las cortinas de la ventana.
—Lamento si interrumpo algo, pero como escucharás están por llegar los helicópteros a buscarnos. ?Estás seguro de que te quieres quedar? —pregunta Narciso con una expresión de preocupación.
—Sí, tengo mucho que aprender aquí, este lugar esconde secretos que podrían ayudarme, puedo sentirlo— responde John mirando a la oscuridad alrededor de él.
El arcanista empieza a decir algo, pero se detiene antes de que las palabras salgan de sus labios y, cambiando la pregunta que quería hacer, cuestiona— ?Sabes cómo volver? Tu PSD debería funcionar aquí, así que, si necesitas que te vengan a buscar, llámame y enviaré a alguien.
—No te preocupes, tengo mis métodos, pero si necesito algo te llamaré— comenta John, tomando su PSD y colocándolo en el bolsillo de su chaleco antibalas; se acerca a la chimenea, en donde comienza a apilar un poco de madera.
—Hablaré con Spark a ver si te puede conseguir un nuevo brazo; te avisaré cuando tengas que venir a Santuario para medirlo y hacer los ajustes necesarios— ofrece Narciso mientras hace unos pasos en la dirección del hombre.
—Está bien— responde rápidamente John mientras enciende la pila usando Ether naranja para luego, una vez que el fuego haya tomado fuerza, volver a sentarse en la silla del escritorio y continuar leyendo los libros.
—Abigail vendrá a buscarte cuando nos estemos por ir, si quieres despedirte de nosotros, claro está— comenta el arcanista mientras se dirige a la puerta.
No teniendo nada más que decir, el hombre solo asiente y Narciso sale de la habitación dejando la puerta lo suficientemente abierta como para que Tim pudiera pasar. Los segundos se transforman en minutos y, antes de que la hora pasara, una peque?a ave verde atraviesa el umbral. La voz de Abigail le dice que ya llegaron los helicópteros y que, si se quería despedir, era su última oportunidad de hacerlo. John se levanta y comienza a bajar las escaleras con el ave posada en su hombro. En el camino, la mujer le insistía que los acompa?ara mientras claramente trata de que la tristeza que siente no se note en su voz, pero el hombre se mantenía en silencio mientras cuidadosamente desciende las escaleras. No era su intención ignorar a Abi, pero sabía que si empezaba a escucharla, la tentación de dejar esta fría casa sería demasiado difícil de resistir, así que, poniendo su mejor cara de póker, llega enfrente de los dos grandes vehículos voladores, cuyas hélices atronadoras levantaban nieve en el aire, oscureciendo la visión alrededor de ellas.
Aquellos que estaban lastimados de gravedad ya habían sido subidos a uno de los helicópteros, así que en el suelo solo quedaban Mikail, Aguilar, Talón y Narciso. Este último, ya habiendo dicho todo lo que le quería decir al hombre, se sube de manera inmediata, mientras que los demás lo miran con una expresión de preocupación ante tal gesto.
Rebuscando entre los bolsillos de su chaleco, Mikail toma su petaca y se la lanza a John con una sonrisa dientuda mientras, gritando sobre el sonido de las hélices girando, dice— Esto te va a ayudar a soportar el frío; después me lo devuelves.
—Ten cuidado y si necesitas ayuda, llámanos vendremos en un parpadeo —dice Lorena mientras le da un fuerte abrazo al hombre.
—No lo dudes, después de todo, cuidamos de los nuestros— afirma Talón extendiendo la mano para un apretón.
John acepta el gesto, una ligera sonrisa posándose en sus labios ante lo que acaba de escuchar, pero la suprime rápidamente y, tomando suavemente a Tim de su hombro, lo coloca en la palma del arcanista.
El animal se gira, mirándolo a John con ojos negros que brillaban bajo las luces rojas de los helicópteros. La voz de Abigail, casi rogando, dice—Si no vienes con nosotros, por lo menos déjame dejarte a Tim, así te puedo contactar más tarde, para asegurarme de que estás bien— dice Abigail, a esta altura claramente llorando.
—Tim no está acostumbrado a estos climas y lo sabes, no es justo hacerlo sufrir de esta manera cuando puedes llamarme con tu teléfono— explica John, haciendo un esfuerzo sobrehumano para que no se le quebrara la voz.
Ante las palabras del hombre, Abigail se queda en silencio, pero luego de unos segundos, Tim se monta en el hombro de Talón y ambos suben al helicóptero. Las hélices toman velocidad y el pesado metal de las naves se eleva en el cielo nocturno. John no les quita la mirada hasta que se pierden en la distancia y cuando ya están fuera de vista vuelve a entrar a la mansión, cerrando la puerta detrás de él.