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Capítulo 37: Como nuevo

  Spark gira el destornillador sobre uno de los tornillos que aseguraba la articulación del codo; el biometal se había aferrado bien a los huesos de titanio, pero como siempre en estas prótesis, no se podía evitar dejar puntos débiles en las coyunturas si se quería asegurar una movilidad adecuada.

  —?Cómo lo sientes, muchacho? ?Puedes moverlo o todavía lo sientes trabado? —pregunta el mecánico, dejando la herramienta que tenía en la mano sobre una mesa cercana para luego pasar su vista a unos monitores en donde varias líneas subían y bajaban en una mara?a de datos.

  John canaliza Ether púrpura y lo mueve a su nueva extremidad; a lo largo del objeto metálico, runas se encienden por unos instantes y luego de que se apagan, el brazo comienza a moverse casi tan naturalmente como uno de carne.

  —Se siente casi como el antiguo, gracias, hermano Spark —dice el hombre moviendo exageradamente cada articulación del brazo y de la mano, asegurándose de que funcionen adecuadamente.

  —No hay por qué, pero recuerda, si bien el biometal es bastante más duradero que el músculo normal, esto no quiere decir que sea invulnerable, particularmente las articulaciones. Si ves que algo no funciona correctamente, puedes usar Ether verde para arreglarlo, pero a lo mucho va a ser un parche temporal, así que no dudes en traérmelo a penas puedas si se llega a romper —explica el anciano mientras observa unos documentos en su PSD.

  —Si llegara al caso, puedo usar Ether naranja para reforzar las articulaciones, haciendo que soporten más estrés, ?verdad? —comenta John, empezando a levantarse.

  Spark se frena de repente y levanta la vista, encontrándose con la mirada del hombre que lo observa con ojos expectantes. Apenas se recupera de la sorpresa que el repentino conocimiento del aspirante le provocó; con una sonrisa contesta —Sí, de hecho eso es posible; se ve que has aprendido bastante en el tiempo que no has estado entre nosotros.

  —He estado estudiando varias cosas estos últimos meses y he aprendido mucho —dice el aspirante devolviéndole la sonrisa y, mientras extiende el brazo ortopédico ofreciendo un apretón de manos, agrega— Aun así, me falta mucho; espero que pueda ayudarme a responder algunas dudas que tengo sobre el Ether naranja y sus límites.

  El arcanista acepta el gesto mientras comenta —Claro que sí, podemos hablar mientras mantenemos tu Cadillac; de paso, ?vas a necesitarlo pronto? De ser así, déjame que le eche un ojo, asegurarme de que todo esté en buenas condiciones, aunque estoy seguro de que lo está; no está de más ser precavido, después de todo nadie lo ha conducido en varias semanas.

  Una punzada de culpa golpea a John de manera repentina; no se había dado cuenta, pero lentamente se empezó a alejar de las cosas que en un tiempo le parecieron preciadas. él se toca los bolsillos buscando su teléfono de tapita, aquel que no solo lo había acompa?ado por muchos a?os, sino que contenía fotos irremplazables de momentos que alguna vez fueron felices, pero lo único que encuentra en sus bolsillos es el PSD y una billetera nueva que le regaló el padre de Abigail. Lo más curioso de todo es que, si no se lo recordaban, John podría haber estado meses sin prestarle atención a la falta del auto o a la del teléfono. Su mente intenta justificar el comportamiento diciendo que tal vez sea una se?al de que está avanzando hacia adelante, deshaciéndose de lo antiguo para hacer espacio a los nuevos objetos, recuerdos y relaciones que va a tener a partir de ahora, pero algo no se sentía bien. El hombre frunce el ce?o tratando de develar qué era lo que su inconsciente le quería decir con esta sensación, pero antes de que pudiera, una voz le llama la atención.

  —?Chico, estás bien? Se te ve un poco consternado —dice el anciano mirando al hombre a los ojos con una expresión de preocupación al notar la prolongada pausa.

  —Sí, solo estaba pensando en algo, en cuanto a la pregunta que me hiciste, en estos momentos no tengo planes para usarlo; apenas eso cambie, te avisaré —responde John con una sonrisa profesional que intenta esconder su incertidumbre.

  Spark lo mira por unos segundos y, tratando de ser considerado, luego de asentir comenta—Está bien, a menos que tengas algo más que decirme, ya puedes retirarte.

  John se levanta del asiento en que se encontraba y se despide del arcanista; se dirige a la salida. Mientras caminaba hacia el ascensor, se preguntaba si Narciso pudo encontrar lo que le pidió hace unas semanas. Podría mandarle un mensaje para preguntarle, pero ya que estaba en Santuario, sería buena idea ir a hablar con él cara a cara, así que al entrar al ascensor, toca el botón que lo lleva hacia el piso de administración, en donde se halla la oficina del hombre.

  Mientras espera que el elevador llegue a su destino, este se detiene repentinamente en un piso que el aspirante no reconocía y cuando las hojas de metal se abren, la peque?a figura conocida de Mouse se hace presente, vestida con un suéter azul que le iba demasiado grande y un gorrito negro que solamente dejaba escapar por sobre su frente un mechón de pelo rubio; se encontraba leyendo un libro en un idioma desconocido sin prestar atención a sus alrededores.

  —?Subes? —pregunta en broma el hombre mientras esboza una sonrisa.

  —Oh, John, qué bueno verte, hace mucho que no te pasas por aquí, pensé que te habías olvidado de nosotros —dice la mujer al levantar la mirada de las hojas de papel enfrente de ella con una expresión de sorpresa que rápidamente se transforma en una sonrisa de oreja a oreja.

  —Vine a que Spark ajustara mi prótesis —comenta el hombre arremangando su manga derecha, mostrando la extremidad cromada.

  —Sí, escuché lo que pasó, una situación verdaderamente peliaguda, pero viendo el lado positivo, el nuevo brazo se ve bastante cool —bromea Mouse mirando detalladamente el nuevo brazo y, después de dudar unos segundos, agrega— John, ?puedo hacerte una pregunta?

  El hombre pausa por un segundo, extra?ado por la pregunta que la mujer le acaba de hacer, pero sabiendo que ella lo considera un amigo, rápidamente responde— Claro, ?qué quieres saber?

  Ahora es la mujer la que se detiene, intentando buscar las palabras correctas, toca el botón del panel al lado de la puerta para ganar algo de tiempo y luego de empezar a decir una pregunta y detenerse un par de veces, por fin cuestiona—?Qué pasó con Abigail? Se ve que están bastante distantes.Digo, últimamente se la ve bastante deprimida y lo único que se me ocurre debe de ser la relación que tiene contigo; ella no me dijo nada, pero tiene que ser la única opción.

  —Haaa eso— responde en un principio el hombre mientras mira el suelo del ascensor y luego de levantar la vista mirando al frente agrega— Pues me di cuenta de algo en la última misión que estuve con el equipo de campo, de que a pesar de que me digo a mi mismo de que Abigail es una mujer adulta y puede tomar sus propias decisiones, las consecuencias de dichas elecciones no me gustaron para nada, sé que si quiere acompa?arme arriesgando su vida tengo que aceptarlo porque al final del día es su decisión no la mía y tendría que sentirme honrado que una persona que quiero me quiera tanto como para ponerse en riesgo por mí, como si fuera una gran se?al de amor, realmente creía eso en un principio, pero hablar es barato y cuando por fin las cosas se salieron de control, cuando vi a la muerte frente a frente, no sentí alivio por tenerla a ella y a los demás al lado mío, sentí culpa, porque yo los puse en esa situación, por ende yo los maté y si te soy sincero no me gustó para nada el sentimiento. Es por eso que estoy tratando de tener poco contacto con Abigail, porque me estoy preparando para cuando Balsin vuelva a aparecer enfrente mío y estar cerca de ella hace que se drene mi determinación de mantenerla lejos del peligro que me está acechando. Por ahí estoy haciendo mal, lo sé, pero no quiero volver a encontrarme en la misma situación que antes.

  Mouse escucha en silencio y, cuando el hombre termina de hablar, luego de unos segundos de contemplación, dice— Créeme cuando te digo que entiendo completamente tus sentimientos, pero lo que estás haciendo no es nada bueno. Tienes que confiar en la gente que te rodea. Sí, cometiste un error, pero las cosas al final salieron bien, ?no?

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  —Sí, esta vez, pero ?qué pasa si la próxima no? ? Qué pasa si meto la pata de manera tan monumental que no hay vuelta atrás? —responde el hombre mirando a la mujer directamente a los ojos, un ligero brillo formándose en sus ojos.

  —Pensar en que podría pasar no es malo, pero usar hipotéticos no comprobados para tomar decisiones bruscas no es un buen camino a seguir, como tampoco es aislarte de la gente que se preocupa por ti —explica Mouse estirándose para colocar una mano en el hombro de John.

  —Lo sé —dice John, su voz casi un susurro.

  —Sé que lo sabes, pero a veces hace falta escucharlo de otra persona. John, mira... —empieza a decir la mujer, pero el sonido de una campanita corta la oración al medio. Mirando con tristeza como las puertas dobles de metal se abren a un pasillo de azulejos blancos, ella agrega— Parece que aquí me bajo. Escúchame, John, habla con Abi, al menos explícale cómo te sientes, le debes por lo menos eso. No olvides que ella te quiere un montón.

  El hombre se queda en silencio sabiendo que no hay nada más que decir y ve cómo Mouse se baja del elevador y hace unos pasos para luego detenerse repentinamente en el medio del pasillo. Al darse vuelta, la mujer tiene su PSD en la mano y levantándolo ofrece de manera repentina —Si quieres hablar, tienes mi número; siempre puedes mandarme un mensaje, trataré de responderte lo más rápido que pueda.

  El hombre asiente mientras la puerta se cierra, dejándolo dentro del artefacto de metal, solo con sus pensamientos. Por suerte para él, el viaje termina rápidamente, dejándolo en el piso de administración, las mismas caras de siempre yendo y viniendo, manejando papeles que definirán el presupuesto para el grupo a lo largo del a?o. A paso tranquilo, camina por entre las apuradas personas y, luego de unos segundos, llega a la puerta de la oficina de Narciso.

  —Buen día, Iris, ?se encuentra Narciso? —pregunta John en un tono amable.

  —Buen día, se?or Dole, sí, el hermano Narciso se encuentra en estos momentos —responde la secretaria casi de manera robótica.

  —Oh, qué bien, ?podrías decirle que necesito verlo? Por favor —dice el hombre, la máscara de amabilidad deslizándose un poco.

  —Cómo no, enseguida le digo —responde la mujer tomándose su tiempo para tomar el teléfono y marcar el número.

  John espera, no dejando que la molestia se refleje en su cara y, luego de unos pocos segundos, la secretaria lo hace pasar.

  Al abrir la puerta, puede notar cómo Narciso está sentado enfrente del fuego con un vaso lleno de un líquido ámbar del cual bebe casualmente de vez en cuando.

  —John, ?a qué se debe la visita? —cuestiona el hombre con un tono de agradable sorpresa.

  —Vine a que el hermano Spark me ajustara algunas cosas de la prótesis y ya que estaba por acá, me dije: "?Por qué no voy a ver cómo está Narciso?" De paso veo si ya está lo que le pedí —explica John acercándose hacia donde está sentado el arcanista.

  Narciso sonríe y, mientras se levanta, dice—Ah, sí, hablé con un par de mis contactos y pude procurar lo que me pediste —el hombre camina hacia su escritorio y, cuando termina de escribir algo en un pedazo de papel, lo extiende en dirección al aspirante, agregando— Esta es la dirección del almacén en donde están guardadas como lo pediste. ?Me vas a decir para qué necesitas tantas armas? Hay suficientes para armar a un peque?o batallón.

  John toma el papel y con una sonrisa explica— Verás, los libros que se encuentran en la casa de mi abuelo me revelaron cosas interesantes que puedo hacer con el Ether púrpura, como por ejemplo marcar un lugar con un símbolo, lo que me permite crear portales hacia ese lugar más fácilmente.

  —Lo que te daría acceso a un arsenal dondequiera que estés —concluye el hombre, por fin entendiendo el bizarro pedido.

  —Exacto, ?pudiste conseguir el polvo de núcleo púrpura? —Es esencial para lo que planeo hacer —cuestiona el aspirante mientras toma su PSD.

  —Sí, aunque fue más difícil de lo que esperaba; alguien está comprando grandes cantidades de esto, pero por suerte pude poner una orden antes de que se acabara todo el stock —responde Narciso tomando una peque?a caja de madera negra.

  —Perfecto, entonces debería ir a preparar todo, ?quieres venir? —invita John con una mirada expectante.

  El arcanista piensa por un momento, pero rápidamente decide tomar la oferta del aspirante y, agarrando el teléfono que se halla sobre su escritorio, dice—Iris, cancela mi cita de las cuatro; voy a salir un momento. El hombre mantiene el teléfono pegado a su oreja por unos instantes y, cuando parece que recibió la respuesta que quería, toma su saco del perchero y agarra la caja de madera negra que se encontraba al lado de la puerta, pero antes de que pueda girar el picaporte, la voz de John lo detiene.

  —?A dónde vas? —pregunta el aspirante con una expresión de confusión, como si lo que está haciendo el hombre fuera extremadamente raro.

  —Pues si queremos llegar al almacén, tenemos que tomar el auto y por ende tenemos que ir al garaje, a menos que tengas un camino más rápido —responde el hombre, una sonrisa formándose lentamente en sus labios al entender la intención de la pregunta.

  John sonríe de oreja a oreja, como si fuera un ni?o mostrándole algo nuevo que aprendió a uno de sus padres y sacando su PSD, dice en voz alta—Penélope, entra a Google Maps y muéstrame la dirección Arturo Kaminski al 203.

  El hipopótamo de falda amarilla hace un par de piruetas y rápidamente hace lo que se le pidió, mostrando un viejo almacén, posado enfrente de una calle lodosa. John lo mira intensamente, tratando de absorber cada detalle de la imagen como si intentara grabar el panorama a fuego en sus córneas. Luego de un momento guarda el teléfono y cierra los ojos; centrándose en lo que acaba de ver, recrea el lugar en su mente y, luego de canalizar Ether púrpura en su Enki, extiende el brazo y chasquea los dedos. Al hacerlo, chispas de color violeta salen despedidas de las puntas de estos; casi al mismo instante, un portal rectangular se abre, materializando el almacén que tenía en la mente en el mundo real. Rápidamente lo atraviesa, seguido muy de cerca por Narciso, y cuando este está por fin del otro lado, tan rápido como apareció, la abertura se cierra como si nunca hubiera existido.

  —Esto explica por qué no estás usando el auto —dice el hombre, sorprendido por el avance del aspirante.

  —útil, ?verdad? —se jacta el hombre mientras avanza hacia una puerta lateral del edificio.

  Narciso asiente y lo sigue en silencio. Cruzando la puerta de madera, ambos entran al depósito; apenas cruzan el umbral, pueden ver varias filas de estanterías, cada una repleta de armas cargadas y listas para usar. John camina entre los estantes y se detiene abruptamente enfrente de un anaquel lleno de cargadores de fusil.

  —Dame el polvo púrpura —pide el hombre, extendiendo una mano en dirección del arcanista.

  Narciso abre la caja negra que tenía en las manos; dentro de ella se encontraba un peque?o saco y un revólver cuyo ca?ón humeaba constantemente. Tomando la bolsa, se la coloca en las manos al aspirante; este cierra el pu?o alrededor de ella y luego mete la mano dentro, tomando un pu?ado del polvo que se escurre entre sus dedos como si se tratase de arena. Mientras dice unas palabras en un idioma reptante, canaliza Ether púrpura en su Enki y lo dirige hacia su pu?o, cargando el polvo y haciéndolo brillar. Cuando termina, lo coloca enfrente de su cara y sopla, las partículas dispersándose por el aire para rápidamente conformar un sello en el suelo que brilla brevemente para luego desvanecerse.

  —?Así de fácil? —pregunta Narciso, todavía sosteniendo la caja.

  —Así de fácil —responde John limpiándose la mano con un pa?uelo.

  Repiten el proceso y, después de un par de horas, todo el almacén estaba marcado con las extra?as runas.

  —?Esto es seguro, ?verdad? —pregunta el aspirante, tomando cuidadosamente el revólver.

  —Tan segura como puede ser un arma —responde Narciso, no siendo muy directo, pero tampoco mintiendo.

  John lo mira de reojo, pero no puede negar que el poder que emana del arma es atractivo, así que sin decir nada más lo deja en un estante cerca de las granadas.

  Cuando terminaron de marcar el lugar, ya era casi de noche, así que, luego de devolver a Narciso a Santuario, John vuelve a la mansión que estuvo habitando en los últimos meses. Con el paso de las semanas, pudo hacer del estudio de su abuelo un lugar lo suficientemente cómodo como para poder aguantar las largas horas de lectura. A pesar de que todavía era invierno, el hombre decide abrir una ventana, las nuevas cortinas púrpura danzando en el viento que se cuela por la abertura. John se prepara una taza de té negro y se sienta en el escritorio, retomando la lectura que había empezado esa misma ma?ana, pero a medida que pasan los minutos una sensación de miedo empieza a apoderarse de él, no sabiendo muy bien de donde venía esto mira al rededor en busca de que pudiera ser la fuente de tan horroroso sentimiento, pero nada le llama la atención hasta que de pronto, cuando los bailes de las cortinas dejaban vista plena del cielo nocturno, el hombre pudo apreciar dos puntos rojos que se acercaban cortando la oscuridad de la noche a altas velocidades, la memoria de los helicópteros que rescataron a sus colegas aparece de manera repentina en la mente de John pero si la sensación que tenía era de ser creída los vehículos en el cielo no eran sus aliados sino todo lo contrario. Corriendo hacia la ventana, esfuerza la vista para exprimir cualquier detalle posible que confirme su sospecha, pero estaba muy oscuro para apreciar más allá de los titilantes puntos rojos. Cuando pasaron unos minutos, empezó a escuchar el sonido de motores y sus temores se volvieron realidad cuando los negros fuselajes de los helicópteros son iluminados por flashes naranjas y una estela blanca atraviesa la distancia entre los dos a una velocidad impresionante, haciendo que John apenas pueda entender lo que está pasando antes de que la habitación explote en mil pedazos.

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