Dejando a Tila afuera, la pareja entra al bar, una campanita haciendo notar su presencia. Lo primero que sienten al atravesar el umbral es el ambiente cálido de la habitación, calentado por un fuego ubicado en la chimenea del otro lado del recinto. Del lado izquierdo del fogón se encontraba una escalera que lleva a un segundo piso; entre ellos y esta había 6 mesas redondas y un peque?o escenario medio olvidado en una esquina del lugar. Al lado de este, varias fotos adornaban la pared, muchas de desconocidos, aunque de vez en cuando se podía encontrar el rostro de alguien famoso entre los marcos. Mirando a la derecha pueden ver una barra con bancos vacíos y detrás de ella una mujer de piel morena parada enfrente de varias estanterías llenas de botellas de licor. La barman se encontraba limpiando un vaso de cerveza mientras miraba en su dirección con una cara de curiosidad. Cuando cruzan sus ojos con los de los recién llegados, ella sonríe con dientes perlados y asiente ligeramente para luego continuar limpiando.
—Buen día,se?orita, ?le molesta si tomo algo de su tiempo? — pregunta John, acercándose a la barra, seguido de cerca por Abigail, que se mantenía atenta a sus alrededores.
—Claro que no ?En qué puedo ayudarlo, se?or? — responde la mujer mientras deja el trapo sobre la barra.
—Thompson, William Thompson, puedes llamarme William, un placer conocerla— se presenta el hombre mientras extiende el brazo en un saludo formal.
—Alma Goscri, un gusto— responde la mujer aceptando el saludo.
—Verá, estoy buscando a una persona, un hombre de piel morena, a esta altura un poco anciano, de pelo corto y negro, que trabaja o trabajó como pescador y que solía venir a este bar ?Sabe de alguien que coincida con esa descripción? — pregunta John, intentando recordar cualquier detalle que pudiera ayudar a la mujer.
Al escuchar el pedido del hombre, la barman se queda mirando hacia la nada de manera pensativa. Luego de unos segundos, hace una expresión de realización seguida de una de incredulidad, como si lo que acabara de pensar fuera ridículo. A pesar de esto, sale de detrás de la barra caminando en dirección al escenario sin decir una palabra y se para en frente de las fotos buscando una en particular. John la sigue de cerca y él también se pone a mirar las fotos con más detalles. Apostados en la pared, se podía notar grandes figuras de la ciudad, artistas, políticos y demás celebridades, mezclados entre gente que no conocía, pero que al mismo tiempo, por algún motivo, le parecían familiares.
—Aquí, ?es este el hombre que estás buscando? — cuestiona Alma descolgando una vieja foto de la pared y dándosela.
El aspirante toma el marco viejo y gastado y lo analiza: un hombre de piel morena sentado frente al río que extendía su brazo sobre una silla vacía; enfrente de ellos, dos peque?as ni?as se encontraban sonriendo. Apenas posa sus ojos sobre ella; John frunce el ce?o, profundamente sorprendido de que no solo ve al hombre que está buscando, sino que además la ni?a de sus recuerdos se encontraba enfrente de la silla vacía.
— ?Qué pasa? ?Reconoces a alguien? — pregunta Abigail mirando por sobre el hombro del hombre.
—Sí, este es el hombre que vi, también reconozco a la ni?a, ?sabes quiénes son? —contesta John mirando a la barman sin poderse quitar la sensación de que hay algo extra?o con esta foto.
—Sí, ese soy yo y ese es mi padre; la peque?a, al lado de mí, es mi mejor amiga Elvira— dice la mujer, algo sorprendida de que estén buscando a su progenitor.
Al escuchar el nombre de la joven, un sudor frío recorre el cuerpo del hombre y, casi tartamudeando, pregunto— ?Elvira? ?Estás segura de que ese es su nombre?
—Sí, estoy segura, hemos sido amigas desde la infancia, nos distanciamos un poco cuando fue a la Facultad de Derecho, pero nos reencontramos hace unos a?os y cuando vuelve a la ciudad por algún caso viene a visitarme— contesta Alma con seguridad.
—Dijiste que viene a la ciudad, ?eso quiere decir que no vive en Hope? — vuelve a interrogar John, sintiendo como el nudo en la boca del estómago se aprieta cada vez más con cada peque?o detalle que descubre.
—Sí, ella no vive en la ciudad, pero sí en un pueblo cercano a unas horas de aquí; no recuerdo bien el nombre, pero sí sé que tienen un parque nacional— explica la mujer mientras se agarra el mentón de manera pensativa, tratando de rememorar el nombre de la localidad.
—Por las dudas, ?no será Wichatova el nombre que estás buscando? —interrumpe Abigail, haciendo la pregunta que su pareja tiene demasiado miedo de hacer.
—Sí, exacto, hermoso lugar, ?no? — dice la barman esbozando una sonrisa que rápidamente cambia a preocupación cuando ve cómo el color de la cara del hombre se drena y este tiene que agarrarse a la pared para no caer.
—John, estás pensando lo mismo que yo ?verdad? — pregunta Abigail mientras lo toma del brazo y le soba la espalda.
—Sí, esa ni?a es mi madre— asegura el aspirante, no pudiendo creer las palabras que salen de su boca.
—Esperen, ?qué? Eso no es posible, el hijo de Elvira murió hace unos meses— dice Alma con una mirada de confusión.
—Larga historia, necesitamos hablar con tu padre, ?podrías decirnos dónde está? — pide John mientras toma a la mujer de ambos brazos.
La mujer duda por unos instantes, pero la desesperación que ve en los ojos del hombre es genuina, así que luego de suspirar dice— Primero, suéltame y segundo, los llevaré yo misma, espérame un momento así cierro el local; de todas maneras, no es que vaya a venir mucha gente el primero.
—Sí, gracias, gracias— agradece el hombre, todavía luchando para mantenerse en pie.
Alma se retira por una puerta ubicada detrás de la barra; mientras tanto, Abigail ayuda a su pareja a caminar hacia una silla en donde el hombre se desploma, la realización anterior provocándole un shock tan grande que le drenó todas las energías.
—No entiendo, si ella es tu madre, entonces Aurelio sería tu abuelo, ?verdad? Entonces, ?cómo no pudiste recordarlo? — cuestiona la mujer, intentando entender la situación.
Eso mismo se estaba preguntando John; por más que lo intentara, no podía poner en su mente la imagen de su abuelo. Si bien no tenían la más estrecha relación, él lo había visto más de una vez en situaciones que serían bastante difíciles de olvidar, pero si bien tenía una noción de la existencia del hombre, nada más específico llegaba a su mente. Levantándose de un salto, va de vuelta a la pared y toma la foto que vieron antes; examinándola detenidamente, todavía puede sentir que falta algo.
—Mira esta foto ?no te parece extra?a? — cuestiona John, pasándole la imagen a su pareja.
Abigail la mira detenidamente y, negando con la cabeza, responde— No, es solo una foto de cuatro personas.
— ?Cuatro? —pregunta extra?ado John levantando una ceja mientras la observa con una mirada inquisitiva.
—Sí, dos ni?as— empieza a decir ella con seguridad para luego volver a mirar la foto un par de veces más, cada análisis tardando más que el anterior. Luego de unos segundos, ladeando la cabeza mientras porta una expresión de duda, agrega— Y… ?Dos?... ?Hombres?
—Ves, algo le pasó a Aurelio, algo que hizo que su existencia sea olvidada, pero no es perfecto, es por eso que yo recuerdo tener un abuelo y tú puedes entender que en esta foto hay 4 personas cuando solo podemos ver 3— explica el hombre mientras toma el cuadro y lo vuelve a colocar en la pared.
—Solo magia podría hacer algo así, pero según Narciso hay poca gente que puede usar Ether rosa de esa manera, ?no? — dice la mujer, rascándose la cabeza, la complejidad del misterio empezando a sobrepasarla.
—Creo que el grupo de pocas personas incluiría a los Blackmount; después de todo son una de las más poderosas familias— teoriza el hombre.
—Sí, pero los Blackmount son conocidos magos de barrera, no mentalistas, y si bien tienen conexiones, alguien tan diestro en las artes arcanas como para manipular Ether rosa tan proficientemente no haría lo que ellos dicen tan fácilmente— explica la mujer levantándose de la mesa y colocándose al lado de su pareja.
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John se queda pensativo; ella tenía razón, pero no podía descartar que alguien tan influyente no tenga un par de personas poderosas para ya sea ordenar, pedir un favor o chantajear en hacer lo que querían. Cerrando los ojos, se concentra, buscando en su mente alguna explicación aparte. De repente, una idea se mueve al frente de su cerebro: tal vez sí, no habría nadie que pudiera usar Ether rosa de esa manera; ?qué tal si no estuvieran usando Ether rosa en absoluto?
—Ok, digamos que no se puede usar Ether rosa para hacer esto. ?Qué tal si usamos otro tipo? Después de todo hay 14 más de los que escoger —cuestiona el hombre, volteándose para ver a la mujer.
Abigail se queda unos segundos en silencio pensando para luego decir— La verdad, no estoy segura, solo conozco los éteres más usados; tendríamos que hablar con Sigil, Mouse o Discovery, ellos sabrán más sobre los tipos más raros.
John asiente, haciendo una nota mental de preguntarles apenas llegue a Santuario, y junto a Abi espera a que la barman termine de prepararse para salir. Luego de unos minutos, la mujer sale de la trastienda con un sobretodo marrón y una bufanda celeste en el cuello.
—Todo listo por mi parte ?Vamos yendo? — pregunta Alma, dirigiéndose al interruptor de luz y usándolo; los fluorescentes se apagan, haciendo que la habitación solo sea iluminada por el brillo que provenía de las ventanas y el fuego de la hoguera.
Ambas personas asienten y la acompa?an afuera; Abigail llama a Tila y esta viene a paso apresurado mientras menea la cola. A medida que avanza, un fuerte viento frío aparece, soplando por entre las calles, levantando copos de nieve en improvisados mini tornados que, tan rápido como surgían, se desvanecían sin dejar rastro. El dúo se dirige a su auto solo para ser detenido a medio camino por la voz de la mujer.
— ?A dónde van? — pregunta Alma, todavía parada en la vereda enfrente del bar.
—A traer el auto— contesta John sacando las llaves de su bolsillo.
—Lo lamento, pero no me voy a subir en un auto con gente extra?a, prefiero ir en la mía— dice la barman apuntando hacia una camioneta estacionada a unos pocos metros.
—Bueno, no hay problema, conduce y te seguimos— propone Abigail.
—Buena idea, síganme de cerca, la casa de mi padre no está muy lejos —termina la conversación Alma dirigiéndose hacia su vehículo y subiéndose en él.
Luego de que las otras dos personas y el animal se subieran al auto, la camioneta sale primero, seguida de cerca por el Cadillac; con el río a la derecha se mueven por el barrio mientras flanquean el cuerpo de agua y después de unos minutos, entran a una calle sin salida a pocos metros de la ribera. Apenas ingresan, pueden ver que una van sin marcas viene conduciendo en la dirección contraria. John observa a la conductora, una mujer de pelo negro que parecía ser de ascendencia rusa y estaba vestida con una remera blanca, pantalones de jean y lentes de sol. Si bien a simple vista ella no parecía mucho, su presencia molestaba al hombre; algo en la apariencia de la mujer le daba mala espina, más aún cuando los rayos del sol golpearon el pelo de la mujer y estos fueron refractados como si sus cabellos reflejaran la luz.
—No me gusta para nada esto —dice John en voz baja.
— ?Hablas de la Van? Si a mí tampoco me agrada, deberíamos apurarnos —afirma Abigail mirando por el retrovisor.
El hombre asiente y continúa conduciendo, siguiendo a la mujer que acelera, al parecer habiendo tenido la misma sensación que el dúo. Luego de unos pocos minutos, el grupo estaciona en frente de una peque?a casa cuyo patio trasero termina directamente en el río y se baja a las apuradas. Sin decir nada, se acercan a la puerta principal, pero cuando la mujer iba a usar la llave que tenía para abrir la puerta, puede notar cómo esta tiene la cerradura rota, probablemente por un fuerte golpe. Al notar esto, Alma empieza a entrar en pánico y, sin pensarlo, intenta entrar a la casa en busca de su padre, pero John la detiene antes de que pudiera pasar el umbral.
— ?Qué haces? Suéltame, tengo que ver si mi papá está bien— dice la mujer mientras intenta liberarse del agarre del hombre.
—Entiendo tu preocupación, pero no sabemos si dejaron alguna trampa o algo peligroso dentro, si entramos a las apuradas, podríamos terminar en una situación desventajosa o peor— explica John, intentando calmar a la mujer.
—Hagamos esto, John y yo entramos por el frente, tú y Tila entren por la parte de atrás y nos encontramos en el medio, si pasa algo, ella te protegerá— propone Abigail, se?alando a la perra que se para firme al lado de Alma. Dudando por unos segundos, la mujer termina por aceptar la idea y unos momentos después su figura desaparece detrás de la casa.
John se para enfrente de la puerta y saca su pistola, asegurando el punto de acceso. Abigail se coloca detrás de él y, cuando se siente lista, le toca el hombro, indicando que está preparada para entrar. El hombre respira hondo, intentando calmar los nervios que lo hacen temblar y, luego de un par de exhalaciones, abre la puerta de par en par y entra a la casa.
Apenas pasan el umbral, pueden ver una sala de estar en donde se posa un sillón floreado de mal gusto, una mesa ratonera que tiempo atrás tenía un televisor; este último ahora se encontraba tirado en el piso. A la derecha había una escalera que iba a un segundo piso y del otro lado de la habitación había una abertura que daba a una mesa de madera con varias sillas alrededor.
—Abi, ?dónde está Alma? — pregunta John, cubriendo las escaleras con su arma.
Abigail mira para abajo por unos segundos, sus ojos brillando con un vibrante verde, y cuando vuelve a levantar la vista dice – Está en el patio, a punto de entrar a la cocina; subamos hacia el segundo piso.
El hombre concuerda y rápidamente suben las escaleras continuando con la exploración de la casa; estas desembocan en otro pasillo con 4 puertas, 2 de cada lado. A medida que avanzan, pueden ver cómo cada puerta está abierta, la mala sensación que tuvieron en el camino lentamente volviéndose más real con cada paso que dan. La primera puerta que inspeccionan da a un cuarto de invitados; los cajones de la mesita de luz, así como el colchón, están todos dados vuelta, como si alguien estuviera buscando algo. El siguiente es un ba?o; los lugares típicos en donde alguien escondería algo han sido rebuscados, pero nada más fuera de lo ordinario. La tercera puerta da al cuarto del padre de Alma, que se encontraba en un peor estado que el de invitados, puesto que incluso cortaron el colchón, desparramando su contenido en el suelo. La última puerta da a un despacho. Esta vez, apenas entran, pueden escuchar el crujido de fragmentos de vidrio regados por el piso, así como estanterías de libros tiradas en el suelo, su contenido regando la habitación, cajones y hojas se encontraban esparcidos por encima del escritorio, John se acerca para observarlo más de cerca y puede notar cómo por sobre el papel blanco peque?as gotas de sangre se extienden por toda su superficie.
Mirando detrás del escritorio, puede notar cómo una silla con rueditas tiene cinta adhesiva en los apoyabrazos, así también como gotas de sangre a sus pies. John nota peque?as cosas blancas en el suelo, pero no sabiendo exactamente qué son, se agacha para inspeccionarlas más de cerca, solamente para horrorizarse al darse cuenta de que los extra?os objetos son dientes humanos.
—John, ?encontraste algo? — pregunta Abigail mientras cubría la entrada de la habitación.
—Llegamos tarde, se lo llevaron, dile a Alma que nos encuentre aquí— dice el hombre frustrado, otra vez una pista escapándose de la punta de sus dedos.
Otra vez los ojos de la mujer brillan, pero a diferencia de la vez anterior, ahora el uso de magia es acompa?ado de un grito agudo. John hace unos pasos hacia la puerta con intención de ir en dirección del alarido, pero Abigail lo detiene interponiéndose entre él y la salida al pasillo.
—Asusté a Alma cuando hablé a través de Tila, dijo que ya viene— explica la mujer luego de cortar su conexión con el animal.
Satisfecho con la respuesta, John mira otra vez la habitación tratando de encontrar una pista que le ayude a develar con seguridad la identidad de los secuestradores. En ese momento puede notar que el suelo está cubierto por fragmentos de vidrio; a pesar de esto, ninguna de las ventanas está rota y tal cantidad no podría ser producida por un par de botellas o vasos. Agachándose, toma un fragmento con la intención de analizarlo y, apenas lo toma, puede sentir como se le paran los pelos de la nuca, sensación clara de que estos pedazos están infundidos con magia. Concentrándose en la sensación que le provocaba, puede sentir una superficie lisa y fría. A lo lejos, el sonido de cristal rompiéndose puede ser oído junto con un brillo blanco que ilumina toda su visión hasta el punto de casi dejarlo ciego. Si tuviera que compararlo con algo, este pedazo de vidrio, por algún motivo que todavía no entendía, se siente de la misma forma que cuando está cerca de hermano Guardián.
—?Encontraron algo? — la figura de Alma aparece desde el pasillo acompa?ada por Tila.
—Al parecer lo secuestraron, probablemente las personas de la van negra— dice John poniéndose de pie.
— ?Secuestrado! O no, ?qué hago? ?Debería llamar a la policía? — pregunta Alma, pánico asentándose en su voz.
—Si deberías, nosotros buscaremos por nuestro lado, este es mi número; si encontramos algo, te hablaremos, espero que hagas lo mismo— responde el hombre mientras le pasa un pedazo de papel a la mujer.
—Sí, lo haré — afirma Alma tomando el papel con ambas manos.
—Asumo que es obvio, pero no le digas nada de nosotros; en teoría estoy muerto, así que que me llamen para que dé testimonios es bastante molesto— comenta el hombre mirando de lado a la mujer de piel morena.
—Sí, hablando de eso, ?vas a decirle a Elvira que estás vivo? —cuestiona Alma con una mirada triste.
—En su tiempo, por cómo vamos, tarde o temprano tendré que hacerlo— responde John, intentando cubrir su molestia lo mejor que puede.
—Creíste bastante rápido que estábamos diciendo la verdad, no es que me queje, pero me parece algo extra?o— dice Abigail ladeando la cabeza, mirando a la mujer con curiosidad.
—Lo entendería si conocieras a Elvira, son iguales, no solo en apariencia— explica Alma, una ligera sonrisa dibujándose en su rostro.
Al escuchar esto, John se tensa; la noción de que es igual que su madre lo molesta bastante, pero por algún motivo no puede protestar. Algo dentro de él lo detiene y lo único que puede hacer es aceptar la comparación y salir a paso apresurado hacia el auto.
Una vez que se despiden de Alma, se suben al Cadillac y empiezan a conducir en dirección a Santuario, teniendo mucha información que procesar y necesitando el consejo de varias personas.
—Interesante— dice de la nada Abigail luego de unos minutos de emprendido el viaje.
— ?Qué cosa? —pregunta el hombre, no entendiendo a lo que se refería.
—Estás sonriendo— responde la mujer, ahora ella también esbozando una sonrisa.
John rápidamente se lleva la mano a la cara como si esperara encontrar una sonrisa clavada ahí; se ve que las palabras de Alma lo afectaron más de lo que pensaba. Sea como sea, lo que dijo en el despacho todavía era cierto: su madre era la persona más cercana a su abuelo y, por ende, si alguien sabría algo, era ella. Si bien enfrentarla le daba terror, era algo que tenía que hacer; solo esperaba que las agallas no le fallaran al último momento.